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Desde el ombligo del mundo

USA II: *EL PAPIRRI lego a un Boston tibio, en la parada trucha de buses chinos me espera un compa chileno de nombre Sergio Reyes, sesentón, barba blanca, con acento medio gringo. Es que vivo acá desde el golpe de Pinochet, dice como masticando algo. Vamos a su departamento, me entrega dos panfletos con una estrella roja de fondo, uno de la marcha de organizaciones sociales y otro de mi concierto. Era 1ero de mayo de 2008 y Reyes -ex militante socialista- le daba duro a las saudades revolucionarias en USA, organizando estos eventos. En el departamento, la esposa de Sergio -una señora chilena amable- sirve un tremendo desayuno, cuenta que su hija vive en Santa Cruz, que ama Bolivia. Breve descanso, duchita y directo al acto por el 1ero de mayo en el centro de Boston, en un parque fastuoso rodeado de árboles esbeltos y edificios patrimoniales. Una cúpula para retreta en el centro del parque había sido transformada en escenario, un grupo de reggae saltaba letras en englishñol con protestas contra el sistema. Jaleaban talvez cien personas sentadas en el pasto, parejas plurimultitutifruti con aretes y tatuajes, todo un mini Woodstock. Mientras Sergio cantaba a Violeta Parra, un compatriota orureño de nombre Jhonny se acerca a hacerme una entrevista para su programa de folklore andino en Boston. Pasan rozando los caballos con policías encima, parsimoniosos, amenazantes en sus cachiporras. Sergio me llama al escenario, un saludo desde Bolivia digo ante la ovación y ahí nomás lanzo canciones de protesta que me salen de la memoria más remota, mientras en el fondo veo que se acerca una contramarcha republicana con sus carteles pulcros contra el comunismo. El público siente aquello, la actuación se acaba rápido, se paran, se ordenan en cuadrados estilo guerra medieval, poco a poco los bandos se aproximan. Jhonny de Oruro me llama, aparecemos adelante, los caballos con sus policías van creando una frontera invisible para que las marchas no se encuentren en un

cide embestir, se tropieza cayendo de nariz, la sangre pinta el pasto, dos gringas aúllan, llega la ráfaga violenta de gas lacrimógeno. Terminamos corriendo adelante de los caballos hacia el cuarto piso de uno de los edificios patrimoniales donde se daría el recital. Jhonny me ayuda con la guitarra. Entramos a una sala bonita con unas 100 butacas, probamos sonido mientras algunos marchistas se lavan los gases de la cara. Entonces aparece el Larita, un batero que estudiaba música en Berkeley, nos abrazamos, habíamos tocado alguna vez con este músico boliviano alemán que cargó su bombo para que tocáramos juntos y así fue. El concierto en dos partes transcurrió con excelente atención y disfrute de la gente que participaba, reía, lloraba y al final bailaba. Vendimos disquitos, ganamos hasta para pagarle al Larita. Fue la primera vez que toqué en un cuarto piso. Terminado el recital, nos fuimos al restaurante mexicano del piso uno a comer y beber cerveza Tecate, gritábamos vivas por el 1er de mayo, gloria a Víctor Jara, Jhonny se inflaba morado con los vivas a Sacco y Vanzeti. En lo mejor de la fiesta, yo debía partir a Nueva York para continuar la tournée. Entonces Sergio organiza una comitiva intercultural bien chispeada para despedirme en la terminal de chinos de Boston. Un argentino de aretes emparejado a una hindú bostoniana comandaban la corte clamando un hip hop con rimas sobre Bolivia, un mulato

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topetazo. A dos metros, una gringa parece insultarnos con cara despiadada, el Jhonny le responde, se putean en ingles perfecto, pregunto a los gritos qué dice, el orureño traduce que se queja porque no puede terminar su maestría por culpa de los migrantes. Yo le respondí tan vieja y haciendo maestría, dice el Jhonny riendo con su k’asa. Un gordo amarillo con cara de buldog amenaza con su bate de béisbol, le hago la señal de pija con los dedos, el rollizo de-

PREGUNTITA

Qué fue lo peor del 2010

Una cúpula para retreta en el centro del parque había sido transformada en escenario, un grupo de reggae saltaba letras en englishñol con protestas contra el sistema. Jaleaban talvez cien personas sentadas en el pasto, parejas plurimultitutifruti con aretes y tatuajes. haitiano de Hawai le daba duro a una especie de vuvuzela de caña, otro barbudo con acento chileno cubano levantaba la mano gritando Viva Fidel, Jhonny raspaba la Tecate como matraca. Me despidieron en coro general con “Te recuerdo Amanda”. Mientras el bus partía se escuchaba en lontananza Manuel, Manuel, Manuel, el Larita me hacía señas telefónicas y Reyes se inflamaba de canciones. *El Papirri es el popular cantautor paceño Manuel Monroy Chazarreta, quien continúa el envío de sus crónicas desde Quito, Ecuador. papirri@hotmail.com

La sección “La Preguntita” de la RAMONA se trasladó al Facebook (Ramona opinión). Se publican todas las respuestas posibles. La nueva pregunta de la semana, que igualmente estará en el Facebook, es:

¿A quién no le afectará el gasolinazo? Las respuestas también podrán enviarse, como es costumbre, a la dirección: ramona_opinion@yahoo.com. La edición virtual de la revista puede encontrarse en el sitio www.opinion.com.bo. ¡Gracias a todos! ramona_opinion@yahoo.com

PRESUNTOS IMPLICADOS editores: santiago espinoza, andrés laguna y sergio de la zerda la troupe: adriana campero, camila ramírez yaksic, ricardo bajo, javier y luis rodríguez y luis brun colaboradores: bartolomé leal, benjamín santisteban, xavier jordán,

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Casting, la primera película de terror boliviana, se exhibe en el Cine Center

De castings, gasolinazos, corralitos y otras de terror bolivianas cursos muy propios del género, cuyos códigos parecen conocer bien Arancibia y Richter. Así pues, más que miedo, lo que provoca ólo a un completo desubicado -como la película son sobresaltos por el grado de yo- se le puede ocurrir lanzarse al cine explicitación de las secuencias de violencia; para ver una película boliviana un juesobresaltos como a los que nos tienen ves de fin de año, a mediodía y en pleno paro de (mal)acostumbrados películas del estilo de transporte. Eso es lo que me digo mientras sallas sagas Saw y Hostel. Pero, más allá del digo rumbo al Cine Center. Lo mismo debe penvertimento de ensuciar la pantalla con sansar el taxista que me lleva, corriendo sin razón gre y saturar la sala con gritos, se percibe en por las calles y avenidas de la ciudad antes de los directores también un interés por sugerir estacionar frente al monstruo de cemento de la los juegos perversos a los que puede conduRecoleta. Algo parecido me sugiere la mirada cir la manipulación de una cámara de video o desconcertada de la boletera, que me pide escine y el poder destructivo que puede ejercer perar unos minutos antes de venderme la enaquel que filma sobre el que es filmado. Un trada de la cinta nacional de marras, cuyas funinterés que, por su sugestión, nos remite al ciones ni siquiera están registradas en su Haneke de Código desconocido (2000) o, sistema. Ni hablar de la sonrisa compasiva del empelado que revisa mi boleto y me deja entrar yendo más atrás, al Michael Powell de Peea la sala, donde, al parecer, él y el proyeccionisping Tom (1960). (En este sentido, resulta ta arrancaron la exhibición minutos antes de la ilustrativa la escena en que, luego de ser inhora señalada, confiados en que a ningún desuterrogada sobre el porqué de su resistencia a bicado se le ocurriría ir a ver una película bolitanto suplicio, la actriz torturada responde viana un jueves de fin de año, a mediodía y en diciendo “por amor”, como dando a entenpleno paro de transporte. Acaso sea mi madre der que hacer cine puede llegar a ser, efectila única persona que debe seguir celebrando mi vamente, un acto de amor, pero capaz de dedesubicada salida al cine, aunque no tanto por generar en masoquismo.) Por supuesto que un gesto de conmiseración hacia mi cinefilia en Casting las imágenes y el discurso no aldescontrolada, sino por la fe que tiene en que canzan el poderío visual o la espesura disaproveche mi estadía en el centro de la ciudad cursiva de las obras antes citadas, pero, al para hacer unas compras domésticas inaplazamenos, hablan de las pretensiones de sus dibles en estos días de post-gasolinazo. rectores y del lugar que le reconocen a la vioComo fuere, ya estoy sentado en mi butaca, lencia en el cine más allá de la función decocon pipocas y todo, procurando encontrarle el rativa y morbosa con que suele vérsele. ritmo a Casting, el largo escrito y dirigido a cuaEn un año en el que el cine boliviano ha tro manos por Denisse Arancibia y Juan Pablo dado películas de “terror”, de una factura viRichter, que ha sido promocionada como la sual y discursiva tan deprimente y capaz de primera película boliviana de terror (gore, para ponernos los pelos de punta al momento de ser más precisos). Demás está decir que soy el pensar el futuro de nuestra cinematografía, Casting ha tenido, al menos, la decencia de único espectador en la sala. La cinta ya ha ementregarnos un experimento visual y narrapezado, así que tardo unos segundos más en sutivo ajustado a las pretensiones de sus direcperar la indignación por el apuro del proyectores: entretener. Es cierto, no es una cinta cionista. En fin, la bronca pasa y entro en la de terror impecable o modélica, pues no altrama, porque, a decir verdad, el material procanza las cotas de suspenso y terror ideales mocional ya había echado luces sobre el arguescenográfico (casi todo fue rodado en una sola locación y para una obra de sus características. Pero, eso sí, aun a pemento del filme. La premisa es la siguiente: Un pequeño en unos pocos días) y el sorprendente esfuerzo en el masar de sus evidentes limitaciones materiales o, incluso, hagrupo de cineastas –director, productora y camarógrafoquillaje y los efectos especiales, son todos elementos que, ciéndolas jugar a su favor, la cinta ofrece unos agradecirealiza el casting de la que dicen será la primera película en algún caso, podrían llevar a que el espectador cuestiobles sobresaltos, incomoda con algunas imágenes boliviana de terror, probando la resistencia al dolor físico ne si lo visto es completamente ficcional o si pudo haber repulsivas, despierta risas por la espontaneidad de sus acde las ingenuas postulantes que se presentan para hacer sucedido en la vida real. A la construcción de este clima tores, sorprende por su consistencia argumental (su delas pruebas, sin sospechar lo que les espera. La idea es que diegético contribuyen también los guiños hacia el quehasenlace revela el cuidado con que ha sido engranada la la mujer que aguante más sea la protagonista de la obra; y cer cinematográfico boliviano y, en particular, hacia alguhistoria) y hasta se permite una reflexión mínima sobre el en ese afán, el director (Bernardo Arancibia) sonas películas nacionales, de las que Arancibia y Richter oficio cinematográfico y la perversidad a la que mete a las actrices a cuanto vejamen se le venga a llevar. En fin, divierte. Y, por qué no, prola cabeza: pinchazos con fierro caliente, cortadas Más allá del divertimento de ensuciar la pan- puede mete, porque resulta prometedor el curso que vacon cuchillo, martillazos en los dedos de los pies, palazos por la espalda, baldazos de agua fría… La pro- talla con sangre y saturar la sala con gritos, se percibe yan a seguir las carreras de sus jóvenes directores ducción empieza a marchar mejor cuando los realiza- en los directores un interés por sugerir los juegos per- y actores. Si eso no resulta suficiente, y el espectador exidores dan con Alejandra (Daniela Lema), una actriz versos a los que puede conducir la manipulación de ge miedo de verdad, se me ocurre la siguiente seque se resigna y soporta las terribles torturas infligidas, una cámara de video o cine y el poder destructivo que cuencia terrorífica: salir a la calle, intentar tomar en un comportamiento que, más allá de ser favorable puede ejercer aquel que filma sobre el que es un micro que le cobre menos de 2,50, buscar en para la cinta, despierta sospechas. vano –como yo- azúcar en los anaqueles del suTratándose de una película ajustada a esa suerte de filmado. permercado, tratar de cargar combustible, acudir subgénero que se ha dado en llamar “cine dentro del cial banco por una simple transacción para enconne”, lo que se nos muestra en Casting es lo que va gra(ambos titulados de la carrera de Cine de la Universidad trarse con el infierno de los ahorristas desbordando a los bando el camarógrafo del experimento (Diego Revollo), Católica Boliviana, que debutan en el largometraje) parepolicías por la alarma del falso “corralito” financiero, ver ya sea mientras ruedan escenas planificadas como cuando cerían burlarse, aunque sin renunciar del todo a la funse le da por hacer imágenes para el making-of. Esas imáen la tele la enésima explicación al gasolinazo de unos goción dramática de las referencias. bernantes insensatos e insensibles, soportar la vergüenza genes se alternan con unas grabaciones caseras en las que Ahora bien, este marco de verosimilitud que resulta de ver una movilización ciudadana encabezada por el Coaparece Alejandra posando para su hermana, registradas del rudimentarismo de la producción, no es incompatible mité Cívico… Ése, y no otro, es el horror en estos días. Sí, tiempo atrás del casting. De esta manera, se busca generar con el registro del cine gore. Con la salvedad de las imágeel horror, el horror… en el espectador un margen de duda sobre la verosimilines domésticas, la obra rebosa de sangre, heridas suputud de lo que se muestra. El solvente trabajo del reparto rando, llanto desbocado, gritos escalofriantes y otros resanti.espinoza@gmail.com (en especial, de Arancibia y Revollo), el acertado diseño SANTIAGO ESPINOZA A.

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Los Triángulo de Amor Bizarro – “Año Santo”

¿La Velvet haciendo versiones de Julieta Venegas? ¡Sí! ¿El surrealismo sarcástico de Buñuel volcado en canciones sobre política y religión? ¡Doble sí! Triángulo de Amor Bizarro es una banda de rock indie como ya no se encuentra: construida desde abajo, ganando concursos y cultivando su público con trabajo y entrega, sin hypes, chiripas, ni padrinos de por medio, y “Año Santo” representa su consagración, transformándolos en referentes de la escena indie hispanoamericana gracias a ese sonido abrasador pero asombrosamente pegajoso del que son dueños. El despiporre noise-pop de “De la monarquía a la criptocracia” confirma esta intuición, que la chirriante apisonadora sónica de “La malicia de las especies protegidas” y las melodías embadurnadas de ruido blanco de “Amigos del género humano” proyectan hacia una gloriosa sensibilidad lista para trascender los claros referentes shoegaze (“El culto al cargo o cómo hacer llegar el objeto maravilloso”, “El baile de los caídos”) y post-punk (“Muchos blancos en todos los mapas”) y ofrecer un coctel musical tan propio e innovador como lo son sus bizarras letras, que tampoco hay que ser un erudito en semiótica/historia española para disfrutar. Habrá quien encuentre contradictorio elegir un ejercicio de género como disco del año, pero ¿dirían lo mismo de ser esta una banda yanqui auspiciada por Pitchfork? Pues eso. Queda disfrutar del extraordinario momento de Triángulo de Amor Bizarro y esperar lo que promete ser una carrera larga y brillante, al estilo –no podría ser de otra forma– de los egregios ruidistas Sonic Youth. El Guincho – “Pop Negro”/”Piratas de Sudamérica, Vol. 1”

discos “Bombay” debería ser suficiente para ganarle el cielo a cualquiera –o al menos un lugar en este ranking. Impulsado por la positiva recepción de su anterior disco (“Alegranza”, 2008) y el éxito del afro-tropicalismo que ayudó a inventar, Pablo Diaz-Reixa se la jugó en 2010 por una versión oscurecida de su sonido, con canciones de cocción más lenta y quizás de mayor calado conceptual, como lo demuestra la producción más fina y los abundantes ganchos de una colección de canciones en las que no parece haber nada gratis. Rescatando sonidos de antaño (“FM tan sexy”, “Muerte MIDI”) y tratando de dar preferencia a la respiración y lo orgánico antes que al arsenal de samples que administra (“Novias”, “Lycra Mistral”), con “Pop negro” El Guincho a momentos amenaza con enterrar el colorido exotismo sintético de su debut, aunque de lo que realmente se trata es de una fascinante evolución sonora, con la que le gana de mano a todos los imitadores chillwave que han seguido su estela. Como evidencia de ese tránsito el EP “Piratas de Sudamérica, Vol. 1” redondea un año pletórico para Diaz-Reixa y lo encuentra hurgando en la canción popular latinoamericana para apoderarse de viejos hits del Trío Matamoros o Miguelito Valdez, tentando con hibridar su exotismo faux con los mejores sabores caribeños, regalándonos gemas como “Hindou”, “Frutas del Caney” o “Marimba”, seductores vistazos al posible futuro sonoro detrás de “Pop negro”.

Como fuera, en 2010 pusieron en el mapa a su natal Zarautz, revitalizaron la escena bliss pop barcelonesa (Lemonade y John Talabot les deben el mundo, así como todos los fans del desparrame nocturno) y redibujaron la frontera creativa del pop bailable de este lado de las aguas indie… si nos preguntan, no hay otro candidato con mayor derecho, potencial o méritos para el codiciado título de banda del año. Javiera Mena – “Mena”

Delorean – “Subiza”

Synthpop de suprema elegancia y la gran esperanza del indie chileno, una combinación que, por improbable que parezca, funciona de maravilla en este disco, mucho más que la confirmación de un talento de magnitud global. Incrustadas en un diseño a las claras dance, resaltan la hipnosis bailable de “Hasta la verdad”, que convierte un mantra cósmico-político en el hit italo disco que Giorgio Moroder jamás grabó, lo mismo que la brillante “Primera estrella”, el toque New Order de “Acá entera” o el bosquejo acid-house de “El amanecer” y “Luz de Piedra, Luz de Luna”, a las que hay que sumar la participación de Jens Lekman y Daniel Hunt, cereza de una torta de glaseado tan deslumbrante como las luces de una disco al borde del amanecer. Rita Indiana y los Misterios – “El Juidero”

Este disco tranquilamente podría estar en el Top 10 internacional, por el impacto global que ha tenido tanto a nivel público como crítico/artístico. Obra de un cuarteto vasco afincado en Barcelona, “Subiza” destila el sonido de la noche ibicenca para engendrar lo más cerca que hemos estado de escuchar pop innovador en el indie post Animal Collective. Con ese objetivo dosis idénticas de hedonismo y erudición musical confluyen en una propuesta que eleva la apuesta del exitosísimo “Ayrton Senna” (2009) y cobra en grande. Bailable, glorioso, aspirando a la perfección pop, rebosante de intensidad y en plena madurez artística de lo que ya es una banda de súper-productores/DJs tentando las posibilidades del estudio, “Subiza” es el soundtrack ideal para ese hipotético verano de la mente. Un crisol de acid-house, balearic beat, techno de primerísima hora y casi toda la música bailable (primordialmente electrónica y europea) de los últimos veinte años, “Subiza” está repleto de hitazos como “Stay close”, “Grow”, “Simple Graces” y “Come Wander”, que materializan la posibilidad de conquistar el epicentro hipster desde la periferia rock. Es más, lo de este disco es tan grande y difícil de explicar en su éxito que, de ser un pelín más dinámico y menos obsesivo con los detalles técnicos, apuntaba fácil a disco del año. En la lista absoluta, por si acaso.

¿Calle 13 es lo mejor del hip hop latino? Nada que ver. Atrapados en el laberinto de la política panfletaria y los cantos de sirena del “pop rock latino”, los de Puerto Rico han perdido la vanguardia a manos de Rita Indiana y su combo electro-tropical, inventores de un minimalismo dance que a momentos sugiere a unos Suicide tocando salsa, pero es siempre original, estimulante y divertido.


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en El esperado debut de los dominicanos ha llenado todas las expectativas creadas por sus shows y vídeos, cabalgando la electrónica de fuste más experimental, el hip hop y los sones caribeños con una destreza sin par, combinación musical que encuentra su contraparte lírica en la tremenda Rita (además de frontwoman magnética y una de las mejores compositoras de estos lares, cabeza de la vanguardia literaria dominicana). El resultado es una explosiva sinergia que está plasmada en su más pura esencia en ese delirio que es “El blu del ping pong”. Otra prueba, por si hiciera falta volver a cerrarle la boca a Pedro Aznar, de que el indie latino está pasando por un momento creativo inigualable. Bigott – “This is the beginning of a beautiful friendship”

De acuerdo, Bigott no canta en español, pero no por eso dejaría de verse tan marciano en esta lista. El zaragozano va a su propio aire, riéndose él solo de sus maldades y bromas privadas (“¿Por qué cantas en inglés?, ¡Porque me sale de los cojones!”), mimando a sus fans y perfeccionando ese folk cósmico que es tan de su propiedad. Van cuatro discos y “This is the beginning of a beautiful friendship” sigue la escalada en calidad, combinando humor gamberro (“Dead mum walking”, “I’m little retarded”), dandismo de bolsillo (“Cool single wedding”, “Honolulu”) y joyas pop de sofisticada personalidad (“Sparkle motion”, “Pachanga”, “Not drunk today”) que ya son marca registrada de ese tándem genial formado por Bigott y el productor Paco Loco (¿El Nigel Godrich español?). Pero hay algo mejor, si Bigott viene con ganas de hacer amigos, bien puede que deje de ser el secreto mejor guardado del pop independiente hispano, como ya hace tiempo merece.

del 2010 Si bien es cierto que la segunda incursión de Los Planetas en la fusión flamenco-indie ha entregado un disco menos redondo y conceptualmente más laxo que el magistral “La Leyenda del Espacio” (2007), no es menos cierto que es el que mejores canciones pop presenta, amén de sugerir una fusión mucho más lograda. He ahí la jonda y kraut “Romance de Juan de Osuna”, la psicodelia bubblegum de “Soy un pobre granaino”, los giros coldwave de “La veleta”, la magnífica y emotiva balada “Señora de las alturas”, la toxicidad noise-mística de “Los Poetas”, el cameo del desaparecido Enrique Morente… en fin, la eficiente (y confiable) nueva obra de un grupo legendario. Indio Solari y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado – “El Perfume de la Tempestad”

¡Con un demonio!, los clichés latinos son un privilegio que nos podemos permitir de vez en cuando. Así, las buenas maneras que delineaba “Fuerte y caliente” (2007) se confirman en este disco, consiguiendo esquivar todas las sospechas de boutade al templar la creatividad extravagante de la banda con el aliento comunal del folklore latino. “Jovens”, “Pipa de la paz”, “La zamba”, “Héroe del mar”, “Baila” son algunas de las canciones de este largo y festivo álbum, que con un pie en la tradición popular, otro en el pop del Río de la Plata y otro (!) en el discurso desprejuiciado del indie, llega como una bocanada de aire fresco y el pretexto perfecto para volver la mirada a esa suerte de Old Weird America que ya es tiempo de redescubrir en nuestra música de raíces. 107 Faunos – “Creo que te amo” / La Ola que quería ser chau – “Películas Caseras”

Para Carlos Alberto Solari los días de Patricio Rey son menos que un recuerdo y, de a poco, el calibre de su leyenda ha dejado de opacar su trayectoria solista. A una década del quiebre ricotero y con las relaciones con Skay en su peor momento, Solari se saca de la manga un disco que crece con las escuchas, gana peso poético al macerarse lentamente en Luzbola y sigue siendo capaz de interpelarnos como casi nadie. En efecto, “El Perfume de la Tempestad” acusa una menor rotundidad que “Porco Rex” (2007), pero cumple el reto de sonar “moderno” como pretende un Indio que cita a CocoRosie y Arcade Fire (“Vino Mariani”), pero también como la obra de un autor que no le debe nada a nadie (“Black Russian”, “Torito es muerto”, “Submarino soluble”). En resumen, si discos como “El Perfume de la Tempestad” no nos abren los oídos a la dicha de ser contemporáneo de Prometeo… Onda Vaga – “Espíritu Salvaje”

Los Planetas – “Una Ópera Egipcia”

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¿Brooklyn?, ¡La Plata! En el año de El mató a un policía motorizado (gira europea, reconocimiento de los medios extranjeros, amistad con Jota de Los Planetas e Ira Kaplan de Yo La Tengo), el mejor disco de indie –sí, indie de guitarras marca 1996– salió de la ya mítica Discos Laptra. Y, en rigor, el título se lo disputan 107 Faunos con “Creo que te amo” y La Ola que quería ser chau con “Películas caseras”, haciendo cada uno de Cymbals Eat Guitars y Avi Buffalo en la particular Williamsburg argenta. 107 Faunos siguen la satisfactoriamente predecible ruta sugerida por su debut de 2008, con guitarras tan prominentes como desfachatadas (“El Jefe de los malos”, “Muchachita”), estribillos ridículamente coreables (“Noche spooky tropical”, “Un montón de miedo”), letras intimolúdicas (“La gloria secreta”) y esa urgencia por reinventar –¡reventar!– las caducas referencias urbanas del rock argentino (de las casas con diez pinos a la farsa del rock chabón, cf. “Pretemporada”, heredera de ese hito llamado “Amigo piedra”). En una entente no vista desde los días del Nuevo Rock Argentino, Laptra sirve también de casa a Go-Neko! (notable nuevo disco en 2010) y La Ola que quería ser chau, estos últimos dueños de un sonido algo más depurado que el de 107 faunos (“Polacos”, “Hijo mío”), pero exponencialmente más lúdicos (“Kriptonita”, “Teta”, “Namek”) y posiblemente más en el rastro de Deerhunter que de Superchunk o Pavement, en lo que cabe sopesar es el prodigioso presente de la música independiente latinoamericana. Josephine Foster and the Victor Herrero Band – “Anda Jaleo” / The Chieftains featuring Ry Cooder & Los Tigres del Norte – “San Patricio” Standstill – “Adelante Bonaparte” Astro! – “Le disc de Astrou” Kiko Veneno - “Dice la gente” Los Niños de Paganini - “En vivo en Feicobol 2010”


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La antología recoge relatos de escritoras bolivianas compilados por Giovanna Rivero

Doce artistas reunidas en un importante proyecto editorial

Este texto fue leído en el acto de presentación en Cochabamba de la antología de escritoras bolivianas emergentes, Lo más profundo… ¿la piel? La colección, compilada por la narradora cruceña Giovanna Rivero y editada bajo el patrocinio de la empresa Yanbal, reúne relatos de 11 escritoras nacionales, acompañados de ilustraciones de la artista Alejandra Alarcón. Entre los cuentos incluidos figura uno escrito por Adriana Campero Urcullo, integrante de la RAMONA. VILMA TAPIA ANAYA es pido que imaginen el congestionado centro de una ciudad cualquiera. Y, en medio de esa urbanidad exacerbada, les pido que imaginen la aparición, como de la nada, de un gigantesco huevo de madera, un objeto que por unos días va a permanecer ahí, intacto y misterioso, despertando la curiosidad de todos. En algún momento, no anunciado, el cascarón de madera se abre y de él sale una niña gigante, también de madera, es una hermosa marioneta de pestañas encantadoras y vestidito corto. La marioneta se yergue, mide entre diez y doce metros, y empieza a recorrer las calles de la ciudad. En Cochabamba, tomaría la avenida San Martín. La muñeca desordena el tráfico vehicular y el de los viandantes. La gente está absolutamente maravillada, le abre paso, la sigue, la fotografía, la filma. Algunos toman sus celulares, llaman a sus amigos y parientes. Vengan, dicen. Vengan a ver esto. En otro punto de la ciudad algo similar ha sucedido, de un huevo de madera de proporciones mayores y aparecido de la nada, ha salido un elefante mecánico, aún más grande que la niña. El elefante también ha tomado las calles y camina en dirección hacia donde está la muñeca. Decenas de hombres y mujeres vestidos de manera especial -llevan trajes rojos-, manejan estas dos construcciones hijas de la invención, del asombro, de la generosidad, de la maravilla. Se han formado unos nutridos desfiles de gente sonriente y desconcertada, custodian las marionetas. La niña y el elefante van a encontrarse en medio de una calle llena de personas que han olvidado lo que hacían antes de estas apariciones. Los que están ahí dejaron propósitos y tareas que consideraban inaplazables. Tienen los ojos y las bocas abiertas, el espíritu inquieto. La imaginación se les adelanta, se desprende de ellos. Les confiere imágenes del inminente encuentro entre esos dos seres caídos del cielo de la inteligencia y del espíritu del arte. Esta noche estamos preparándonos para un acontecimiento similar. Ha caído en nuestro territorio un enorme huevo. En su interior trae una sustancia conmovedora. Esta enormidad tiene la facultad de la metamorfosis. En unos minutos más la tendrán entre sus manos, es un objeto por demás precioso. No es madera lo que se ha usado para su capa exterior, se le han puesto tapas de cartón blancas y sólidas, maquilladas con carmín y finos trazos dorados, estas tapas contienen las invenciones de una serie de artistas de alto vuelo. Acontecimientos como éste no abundan, son excepcionales. Es cosa que debemos agradecer a Yanbal, de cuyo carácter corporativo me entero recién ahora. En

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países de economías como la nuestra, el sector empresarial puede influir de manera decisiva en la vitalidad de las demostraciones del arte y de la cultura generadas en la región. Éste es un gesto que debería imitarse. Es de muy buen gusto y de muchas luces el que una entidad que genera capital se ocupe también de la vida espiritual de la sociedad de la que es parte. Este proyecto ha logrado reunir en una sola importante tarea a Raquel Schwartz y a Alejandra Alarcón, dos de las artistas visuales más importantes del país. A Giovanna Rivero, cuya escritura, cada día más brillante, tiene ya un lugar destacado en la literatura latinoamericana. Y, no puedo dejar de mencionar, uno por uno, a todos los nombres que se reúnen aquí: Adriana Campero, Anabel Gutiérrez, Cecilia Romero, Lourdes Saavedra, Emma Villazón, Liliana Colanzi, Mariana Ruiz, Julia Peredo, Claudia Andrea Michel, Paola Senseve y Magela Baudoin. Giovanna Rivero nos ha dado la clave para abrir este objeto. Nos ha dado la clave de lectura o de disposición aconsejada para aproximarnos a esto, un libro: nos ha dicho que se trata de un marco sensible. Un marco como la cáscara de aquel huevo de madera que imaginábamos. Un marco como el hermoso envoltorio que ideó Raquel Schwartz ahora. ¿Y cuál la potencia de lo aquí enmarcado? Quizá sea, me animo a plantearlo: la repetición. La repetición de algunas singularidades que en la manifestación de la diferencia generan puntas, ondas, espacios de encuentro, de convergencia, de comunión, de fuerza. Todas son expresiones del pensamiento de artistas, son doce artistas mujeres, artistas mujeres de edades parecidas, artistas mujeres de edades parecidas cuya experiencia de vida, y voy a ser un poquito más atrevida, cuya infancia, ha tenido el sello de un mismo territorio identitario: Bolivia. Hay un elemento importante, todas fueron convocadas con esa terrible sentencia de Valéry

que ha dado tanto que decir. Y hay una cosa más, quizá la que realmente define el que estas repeticiones alcancen vibraciones de niveles altos y brillantes. Tanto el trabajo de Alarcón, como el trabajo de las escritoras aquí reunidas, está signado por el compromiso al que nos llama el arte. Raquel Schwartz, mejor que lo que yo podría decir, señala la maestría con la que Alejandra Alarcón maneja la técnica, una potencialidad fundamental del hacer del arte, y, en este caso, remarca la gran sensibilidad con que la artista tradujo la lectura que hizo de estos textos a un lenguaje visual. Respecto a la escritura aquí reunida, puedo decir que es una gran alegría constatar que el trabajo literario, el trabajo artístico que están realizando todas estas personas, es un trabajo que ha logrado expresiones que conmueven, trasladan, interpelan, hacen imaginar, sentir, comprender, preguntarse, pensar. Es un trabajo en el que se distingue la relación cuidada, amorosa, inteligente, respetuosa, que cada una de estas autoras tiene con la materia de sus creaciones: el lenguaje. La piel, sí, es lo más profundo, y su profundidad puede ser un océano o una trampa. La relación que tengamos con el lenguaje o, dicho de otra manera, las modulaciones de pensamiento que alcancemos definirán el que la piel pueda tener tanto como de levedad, de gravedad, en justa medida; y el que pueda ser -además de herida, de pliegue, de lunar, de borde, de sangre, de lugar separado, infinitud, vastedad, trascendencia, consubstanciación con el universo. Ésta es una tarea de vida. Yo agradezco cordialmente a todas las artistas que participaron en este trabajo, agradezco a Yanbal, agradezco que se me haya invitado a ser una de las personas que, desde una primera fila, pudo presenciar el momento único, atrevido, polifónico, en el que el cascarón del huevo se rompió. Tupuraya, noviembre, 2010


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los mejores discos del

IMPRESO EN COBOCE-EDITORA OPINIร N


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Los mejores discos en inglés de 2010 Kanye West – “My Beautiful Dark Twisted Fantasy”

es que Kanye hace mucho que conquistó el trono del hip hop y con “MBDTF” se muestra muy cerca de capturar la cúspide del Olimpo pop, acaso en un rol más cercano al de Dr. Dre, Miles Davis o Evo Morales que al de simple MC o entertainer. Cuando menos, y esto lo podemos decir sin temor a equivocarnos, si todo superhéroe necesita su banda sonora… parece que Kanye ha encontrado la suya.

ta algo en lo que creer, por mucho que sea un simple producto. Deerhunter – “Halcyon Digest”

Arcade Fire – “The Suburbs”

¿Se acuerdan cuando Michael Jackson era un balbuceante pederasta al que se le caía la cara a pedazos y no el talentoso/incomprendido cadáver que es hoy? ¿Y cuándo era el artista más relevante del planeta, capaz de cosechar primeras planas con el lanzamiento de sus discos y vídeos? Pues si parecía imposible encontrarle un heredero, con este disco el polémico Kanye West apostó por su candidatura, confirmando que tiene todo el talento, ego y... ¿genio? para respaldar tal ambición. Claro, no sería un año “normal” si no apareciese un nuevo aspirante al trono; la diferencia es que West sabe perfectamente que abrazar ese sueño también supone hundirse en los recovecos más oscuros de esta retorcida y hermosa fantasía. Y esa es la cuestión. Al margen de la ubicuidad mediática de su autor (incidente en los VMA, verborrea Twittera, la disputa con George Bush, etc.), “MBDTF” es un logro artístico mayúsculo que se potencia de esa resaca de celebridad y alumbra un tour de force a través de la inseguridad, confusión, paranoia y arrogancia de West, conjuntando al Kanye-mito con el Kanye-hombre en una misma persona. Adjetivos como sinfónico, épico, desbordado, cinematográfico o inclemente, se ajustan a este disco con la fortuna de que Kanye sí tiene el talento para ejecutar un proyecto tan desmedido –cosa nada sencilla, pregúntenselo sino a M.I.A. La pieza central de “MBDTF” es sin duda “Runaway”, un cataclismo personal convertido en canción, casi una evisceración que marca el tono del álbum y sirvió de single al lanzarse con un cortometraje de 40 minutos dirigido por el propio West, haciendo las veces de videoclip. En similar vena aparece “Monster”, que tan despreciativa como es, podría triunfar en cualquier discoteca, o el mareante soul de “Devil in a New Dress”. Tampoco falta el ego descomunal de West, plasmado aquí en “POWER”, a la sazón el himno rock más potente que se haya hecho en años, o el comentario sociopolítico de turno (“All of the lights” y el cierre con “Who will survive in America”), aunque lo sorprendente es cómo todas esas líneas argumentales se expanden, complementan y mezclan a lo largo de todo el disco. Y sí, no hace falta ser afecto al hip hop para apreciar esta obra de arte, que efectivamente arrastra el género hacia una nueva frontera creativa, pero que goza también de la perfección pop de los genuinos clásicos, allende anclajes de tiempo, forma y estilo. Es más, con citas a Tony Williams, Black Sabbath, Aphex Twin, Bon Iver y King Crimson, West la tiene más fácil conquistando a los rockeros prejuiciosos, así como la inmediatez e ingenio poético atraerán a los intelectuales más circunspectos. Lo cierto

Llegará un día en el que la gente explicará nuestros tiempos a partir de este disco, tan producto del boom indie como resultado de la evolución de la vapuleada tradición rock. Las comparaciones son inevitables: R.E.M., U2, Depeche Mode y Radiohead siguieron caminos muy parecidos al de Arcade Fire –una de las bandas más grandes del mundo, etiqueta indie o no de por medio– y todo apunta a que los de Canadá proseguirán el linaje, como ya anticipa el ambicioso y magnifico “The Suburbs”. Es más, eso de consagratorio se inventó pensando en discos así. Pero en este caso la popularidad masiva no ha demandado al septeto que cambie su sonido, sino que lo ha encumbrado en pleno ejercicio de ese estilo rockocó de estadio, tan Springsteen como Replacements. Añadiendo toques electrónicos a ese magma sonoro y tocando a sus atormentados personajes preadolescentes con la sabiduría de la experiencia, “The Suburbs” continúa explorando el gran tema del rock –crecer–, pero lo hace con la ventaja de la madurez. Si bien hay letras cargadas de autoindulgencia y derrapes imperdonables (“Los hombres de negocio beben mi sangre, como los chicos de la escuela de arte dijeron que harían”, dice “Ready to start”), líricamente el disco funciona como un gran relato, homogéneo, distinguido y depurado, que cristaliza en canciones como “Modern man”, “We used to wait” o “Suburban Wars” lo que significa hacerse adulto con ganas de huir a la gran ciudad. Pero el disco no se queda allí, pues también incluye el viaje de vuelta de ese adulto, decepcionado pero listo para envejecer más o menos feliz, como se escucha en la fabulosa “Sprawl II (Mountains beyond mountains)” o en la coda “The Suburbs”. El único defecto de un “The Suburbs” que supo tomarle el pulso a un momento histórico y a una generación (lo que es lo mismo que decir que a todas, a cualquiera), es el exceso, pues le sobra minutaje y alguna que otra canción podía cortarse sin demasiada pena, aunque sospecho que este es uno de esos discos que obtendrá incluso mejores reseñas dentro de 20 años –eso mientras a Win Butler no se le ocurra convertirse en Bono. Y bien, incluso si eso sucediera, tendremos que agradecerle a Arcade Fire haberle dado a una generación tan cínica como és-

El orfebre pop, al que muchos damos por mesías del rock independiente, lo ha hecho de nuevo. Añadiendo la concisión y el lustre melódico a su ya amplio repertorio musical, con “Halcyon Digest” Bradford Cox redefine los principios del indie pop al bañarlo de una delicada belleza que estalla hacia el infinito en canciones como “Earthquake” o “Sailing”, abonando las expansiones cuasi- garage de “Desire Lines”, “Coronado” o “Revival” y dándole carne al estremecimiento fantasmagórico de “Helicopter”; en un disco que anuda los suspiros más trémulos de Atlas Sound con el filo más experimental de Deerhunter. Pero “Halcyon Digest”, así como es el que consolida la identidad sonora de la banda, es también el disco de Deerhunter que ofrece canciones más directamente identificables con el reverenciado sonido indie de la segunda mitad de los noventa (“Fountain stairs”, “Basement Scene”), que sabemos que Cox adora. También se trata del primero en que la fragilidad surrealista de las letras de Cox se abre a Dennis Cooper y al aporte de sus colegas Moses Archuleta y Lockett Pundt, curiosamente sonando por primera vez a cómo imaginamos debe ser meterse en la cabeza de alguien con síndrome de Marfan, o la sensibilidad exquisita de Cox. En cualquier caso, sobran las palabras; escuchen el disco y prepárense para lo que se siente al presenciar a un genio construyendo una revolución. Titus Andronicus – “The Monitor”

En Nueva Jersey te enseñan a cantar las canciones de The Boss en el kínder. Habiendo bebido de ahí es lógico que este quinteto punk heredase la ambición pop de Springsteen, su maña narrativa y el oído para la composición

épica. “The Monitor”, segundo álbum de la banda, afina su veloz registro sonoro y lo catapulta a una estratósfera de ambición artística admirable. Tomando como tema la Guerra Civil de los Estados Unidos, los de Nueva Jersey traman una historia de realismo sucio personalista, encarnada en la entonación desgarrada, urgente, tosca de Patrick Stickles (un tipo que merece nuestro respeto simplemente por la barba de prócer que se gasta); logrando la combinación perfecta de rock de grandilocuencia clásica, garra punk y pretensiones intelectuales (¡Tiene citas a Walt Whitman y Abe Lincoln!). Pero a pesar de ser un álbum conceptual con canciones largas e interrelacionadas, a “The Monitor” no le faltan golazos cancionisticos. Ahí tenemos el arranque con “A more perfect union”, el himno de pop monumental que sólo Springsteen re-encarnado podría firmar, los coros de cantina de “Titus Andronicus Forever”, de nuevo el Bruce circa “ Nebraska ” en “Four Score and Seven” o el cierre con esa supernova titulada “The Battle of Hampton Roads”, coloreada por matices celtas que se prodigan igualmente en el resto del álbum. Heredando la erudita polenta de The Hold Steady y en pleno goce del genoma Springsteen, uno se atrevería a decir que Titus Andronicus amenaza con un potencial de talla histórica, si no fuese porque este disco huele a clásico, a cumbre absoluta de la trayectoria de cualquier banda. Es que con discos así, ¿puede seguir habiendo gente que dice que ya no hay “buena música”? Janelle Monáe – “The ArchAndroid”

¿De qué planeta vino esta chica? Hija de Betty Davis, Sly Stone, George Clinton, Sun-Ra y James Brown, lo suyo sin embargo no se restringe a las ligas mayores de la música negra, pues su ambicioso proyecto artístico (del que “The ArchAndroid” constituye la segunda y tercera parte) se presenta como una novela de ciencia ficción y eclecticismo musical tan extremo como diestro. Así, adoptando un concepto afrofuturista pero muy consciente del aquí y ahora (“Dance or die”), Monáe se moja en el hip hop (“Wondaland”, “Neon Valley Street”), la psicodelia soul (“Mushrooms & Roses”), el neo R&B de manual (“Cold War ”), el funk de hueso colorado (“Tightrope”, una de las canciones del año), el jazz (“Faster”), el pop orquestal del siglo pasado (“Sir Greendown”, “Oh Maker”) y lo mejor de la música clásica negra (“Come alive”), saliendo airosa en cada uno de esas aproximaciones. Pero incluso más que tratarse de una colección de canciones perfectas, “The ArchAndroid” es uno de esos cada vez menos usuales

discos totales, que funcionan como una película (o una sinfonía, con suites, oberturas, etc…), y enamora a la primera escucha, jamás haciéndose repetitivo, extenso o cansino (Joanna Newsom, te estamos mirando a ti). De hecho, esta distopía funk sirve para consagrar a Janelle Monáe como mucho más que una cantante, bailarina y compositora excepcional (además de guapa e inteligente), sino como el talento más puro y descollante que se ha visto en un entertainer desde la aparición de Prince.

inesperado en un tipo como Neil Young, menos de una postrera “reinvención”, la verdadera maravilla está en poder disfrutar de música tan vital y personal de uno de los genios máximos de la música pop de todos los tiempos. Ya quisiera yo tener ese sentido del riesgo y esa agilidad creativa a mis sesentaytantos años.

Murphy es un mal chiste. Visto eso, si es que Bowie dejaba un atisbo de su futuro en la última canción de sus discos, ¿toca esperar el “Scary monsters” de James Murphy? Ariel Pink’s Haunted Graffitti – “Before Today”

Das Racist – “Sit down, man”

LCD Soundsystem – “This is happening”

¿El momento “Lodger” de James Murphy? Sí, pues “This is happening” de algún modo cierra por todo lo alto la década que Murphy dominó ideológica y prácticamente. Con esa mezcla de música bailable e impecable post-punk, aquí encontramos la novedad de un Murphy dispuesto a mojarse en la canción romántica con resultados sublimes (“I can change”), el punk de avanzada (“Drunk girls”) y los himnos art rock (“All I want”), arropado por una banda de ases (los J.B.s de DFA Records) que hacen de este amago de jubilación el mejor disco que ha hecho Murphy hasta ahora. “This is happening”, al margen de ese refinamiento y maduración, sigue siendo la característica cornucopia modelo Murphy en la que toda clase de música bailable, las ínfulas artísticas de la electrónica experimental y el rock indie/post-punk, son una sola cosa. Es más, Murphy sigue despachando esos épicos temas, mitad desbroce sentimental, mitad excusa para bailar hasta que le salga humo a nuestras zapatillas, que son su marca registrada (“Dance Yrself Clean”, “One Touch”) con una facilidad pasmosa. Y de hecho, todas las comparaciones tienen asidero, pues la sombra de Fripp, Eno, Bowie, The Fall o la Velvet se cuela por todo el disco, pero Murphy no pretende esconderlas en absoluto, como si no le importara que le viesen el contenido de la mochila cuando está muchos metros por delante de sus pares. De ahí que haya al menos dos canciones que son calcos descarados de “Boys keep swinging” y “Heroes”, cosa que Murphy puede permitirse sin pensarlo dos veces. Pero lo más notable son las dos últimas canciones del disco, señales de que Murphy ha comprendido antes que nadie que el punk-funk que ayudó a resucitar ya está demasiado desgastado. De ese modo es que sacudones creativos como el de “Somebody’s calling me” –una canción que nunca explota pero expande una idea melódica tremendamente “Low”– o “Home” –que sueña extrañamente orgánica, con una línea de sintetizador onda UB-40 y la compostura que se le exige a un auteur dance–, avisan que eso de “Losing my edge” en el caso de

En un universo paralelo Hall & Oates, Jan Hammer y Phil Collins jammean con Lou Reed, Public Image Ltd. y Can. De ahí se escapó esta banda, que encontró en el inclasificable genio lo-fi Ariel Pink, su conductor idóneo. En partes recuerdo imaginado de una infancia ochentera, aunque también genuino rescate del sonido de una época de imperfecta inocencia tecnológica, el soft-indie de “Before Today” prefigura un improbable matrimonio entre la tradición culta de los ochenta y el sonido del entretenimiento de aquellos injustamente vilipendiados días. Impredecible como la mejor parte de la obra de Pere Ubu o Captain Beefheart (con quienes acaso sólo comparte la excentricidad), Pink se imagina tocando baladitas de rock suave en una boda… ¡entre personajes de William Burroughs! (“Menopause man”), versionando a la Tears for Fears historias de violencia salvaje (“Little Wig”, “L’estat…”) o componiendo la banda sonora para la próxima secuela de Outrun (“Fright Night”), o el videojuego retro que quieran. Pero es el trío de “Round and Round”, “Beverly Kills”, “Can’t hear my eyes” –canciones en las que Pink y los suyos se transforman en los Steely Dan de “Gaucho”– cuando vemos la esencia de lo que estaban queriendo decirnos con este disco. ¿Y cómo va eso? Pues algo así como la fallida secuela de “Saturday Night Fever” o una sesión de aerobics en LSD. ¿Irónicamente disfrutable, placer culposo o nada de eso? Supongo que eso es algo que cada oyente deberá responder por su cuenta. Sugiriendo una imagen mental en las que las hombreras y colores pastel comparten escena con el post-punk y el pop hipnagógico, lo que este disco nos permite celebrar es la salida a la luz del genial Ariel Pink, un tipo al que vale la pena seguirle el rastro y que con su “debut” estuvo muy cerca de perpetrar toda una declaración estética… de no ser porque a “Before Today” se le va la cabeza tan fácilmente. Pero esa es su gracia, ¿no? Oneohtrix Point Never – “Returnal” ¿Cómo hizo para colarse entre los fogonazos del pop hipnagógico un compositor contemporáneo tan serio y respetado como Daniel Lopatin? No tenemos la menor idea, pero a salvo de toda etiqueta, su “Returnal” es un testimonio de la capacidad creativa de este joven compositor. Más escultura sonora que música pop, habrá a quien este disco –exigente como pocos– le

parezca imposible de escuchar (“Nil admirari”); su pérdida, pues las atmósferas oníricas (“Ouroboros”, “Describing bodies”) que se develan tras el órdago inicial, remontan al mejor Brian Eno ambient, actualizándolo por la vía del hyperdub (“Returnal”) y las texturas cuasi dream-pop (“Stress waves”). ¿Cómo sonaría una colaboración entre John Cage y Andrei Tarkovsky? Creemos que bastante parecido a “Returnal”. Si tiene dudas, le recomendamos escuchar “Where does time go”, y seguimos charlando. Neil Young – “Le Noise”

No quiero ni pensar en lo que estaría diciendo la prensa si este disco lo hubiese firmado una banda sub 25 criada en alguno de los boroughs neoyorquinos: haría falta un balde para la baba. Como si necesitara ser padrino del post-wave (Sun Araw dejó bastante claro el parentesco con su cover de “Barstool blues”), en su esperada colaboración con Daniel Lanois, Neil descarta el folk, la crudeza de sus fieles Crazy Horse, el country y hasta su reciente faceta garage para cocinar en solitario su álbum más eléctrico y experimental desde el soundtrack de “Dead Man”, o incluso desde el abstracto “Arc”. En realidad este es un proyecto integral: un disco, un documental, un show grabado en vídeo y una performance en la mansión/estudio de Lanois (parte esencial, con sus ecos y atmósferas, del espíritu sonoro de “Le Noise”); algo ya usual en el prolífico modus operandi de Young, que tampoco olvida aquí las letras cargadas de reflexiones personales (“Hitchhiker”), políticas (“Love and war”, “Angry world”) o el recuerdo de sus amigos recientemente caídos (Ben Keith, L.A. Johnson y David Briggs). La sorpresa está, pues, en el sonido: chicotazos de tensión eléctrica, confusas tormentas de feedback, voces distorsionadas, procesadas con ecos y fundidas en loops cual si se fuesen parte de la instrumentación. No es que se trate de algo

Añada una dosis de comedia, otra de deconstruccionismo de marca irreverente, el ingenio de un humorista judío, cantidades embrutecedoras de cultura pop, la arrogancia de un estudiante de Ivy League, una ración de comida rápida, incorrección política y el exotismo amortiguado de los migrantes, agite y obtendrá algo parecido a “Sit down, man”. Pero aunque eso ya daría para un disco fascinante, Das Racist son un trío con pergaminos de erudito dominio del canon hip hop, el esnobismo de un crítico de rock neoyorquino y, además, las habilidades de liristas/MCs extraordinarios. Tampoco debemos olvidar que “Sit down, man” es un disco que se hincha de canciones memorables: “Puerto Rican cousin” y su sátira descacharrante al racismo yanqui, esa actualización de “Juicy” que es “Amazing”, la onda trans-world music de “Return to innocence” o la proeza de convertir a Kraftwerk en esa parodia de VH1 que es “Fashion show”, por citar apenas algunas. Cierto que son un producto más elitista que el artista de hip hop promedio, además de deberse tanto al universo 2.0 como M.I.A., pero se han ganado el respeto de sus pares (Jay-Z, The Roots, Diplo, El-P, con los que colaboran en este disco), crítica y público, en lo que ya se lee como una revolución estética en el hip hop. Nos despedimos con un chiste, ¿Qué hacen un paquistaní, un hindú y un latino inspirados en “Wonder Showzen” sampleando a The Doors para rapear sobre Lady Gaga y Michel Foucault? Das Racist, esos Beastie Boys postpost-post-todo, o como dicen ellos “protopostworld pop”. Amén.

The Walkmen – “Lisbon” Beach House – “Teen Dream” The National – “High Violet” Flying Lotus – “Cosmogramma” Swans – “My father will guide me up a rope to the sky” Sufjan Stevens - “The Age of ADZ” Charlotte Gainsbourg – “I.R.M.” Caribou – “Swim” Joanna Newsom – “Have one on me” Big Boi – “Sir Lucius Left Foot: The Son of Chico Dusty”


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