PARA ORAR EN FAMILIA Tener en cuenta antes de iniciar:
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Reunir a toda la familia en una hora acordada. Ambientar el lugar (Ej.: Altar con mantel blanco, ramos, la Biblia, cirio, Cruz, Imagen del Sagrado Corazón, etc.) Repartir oficios: Monitor (Dirige la oración), Lector 1 (evangelio), lector 2 (reflexión), Peticiones (entre todos). Desconectarse de todo lo demás.
Monición + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. R/. Amén. Querida familia. Desde el inicio de la cuaresma, concretamente con el Miércoles de Ceniza, nos venimos preparando para la celebración más importante de los cristianos: la Pascua anual. Lo hemos hecho a través de las obras de caridad, de la oración bíblica y de la penitencia, especialmente, con el ayuno. A todo ello se ha sumado providencialmente este tiempo de cuarentena, como un tiempo de prevención al contagio del coronavirus. Hoy, nos disponemos a inaugurar la Semana Santa, en comunión con toda la Iglesia, celebrando la entrada triunfal de Nuestro Señor Jesucristo a Jerusalén, conocido como el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor. Los invitamos, en familia, a participar con mucha fe en esta celebración pascual, acompañando a nuestro Rey y aceptándolo como al único Señor de nuestra vida, Cristo.
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LECTURA DEL EVANGELIO (Lector 1) Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21,1-11. Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: —«Vayan al poblado de enfrente; encontrarán enseguida una burra atada con su pollino, desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les dice algo, contéstenle que el Señor los necesita y los devolverá pronto». Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Digan a la hija de Sión: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, cría de un animal de carga”». Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la burra y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús montó encima. La multitud extendió sus mantos por el camino, algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban el camino. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: —«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!». Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: —«¿Quién es éste?». La gente que venía con él decía: —«Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea». Palabra del Señor.
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R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. Luego de la lectura del evangelio se medita en silencio un breve momento.
Reflexión (Lector 2)
La entrada de Cristo en Jerusalén coincide con la entrada de los cristianos en la Semana Santa. La vida pública de Jesús comenzaba en el Jordán. Allí el Padre “presentó” a su Hijo a los hombres como el bienamado predilecto. Al final del camino de esa larga subida a Jerusalén, otra vez esos tres protagonistas se reúnen: el Padre bienamante, el Hijo bienamado y la humanidad tan favorecida y tan desagradecida a la vez. Quedan atrás tantos recodos del camino en los que Jesús pasó haciendo el bien…Ahora es el momento último y final de este drama humano y divino. A él nos asomamos en el domingo de Ramos con el relato de la Pasión. El Padre pronunciará por última vez su última Palabra, la de su Hijo, y con ella nos lo dirá y nos lo dará todo. El Hijo volverá a repetir que lo esencial es el amor con esa medida sinmedida que Él nos ha manifestado en su historia, el amor que ama hasta el final y más allá de la muerte. Y el pueblo es como es. Ahí estamos nosotros. Unas veces gritando “hosannas” al Señor, y otras crucificándole de mil maneras, como hizo la muchedumbre hace dos mil años; unas veces cortaremos hasta la oreja del que ose tocar a nuestro Señor, y otras le ignoraremos hasta el perjuro en la fuga más cobarde, como hizo Pedro; unas veces le traicionaremos con un beso envenenado como hizo Judas, o con un aséptica tolerancia que necesita lavar la imborrable culpabilidad de sus manos cómplices como hizo Pilato; unas veces seremos fieles tristemente, haciéndonos solidarios de una causa perdida, como María Magdalena, otras lo seremos con la serenidad de una fe que cree y espera una palabra más allá de la muerte, como María la Madre. “Todos sabemos que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y ustedes no se avergüenzan de su cruz. Más aún, la abrazan porque han comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de salir de sí mismos y que Dios ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor” (Papa Francisco). Acudamos a María nuestra Madre, para que nos ayude a vivir con fe la Semana Santa. También Ella estaba presente cuando Jesús entró en Jerusalén aclamado por la multitud; pero su corazón, como el del Hijo, estaba preparado para afrontar el sacrificio. Aprendamos de Ella, Virgen fiel, a seguir al Señor también cuando su camino lleva a la cruz.
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Referencia: Evangelio del domingo: Jerusalén, final de trayecto - ZENIT - Espanol. (2020). Recuperado el 2 April 2020, de: https://es.zenit.org/articles/evangelio-del-domingo-jerusalen-final-detrayecto/
PETICIONES Oremos a Dios Padre, que por nosotros entregó a su Hijo Jesús a la muerte y lo entregó sobre todo, mediador nuestro. 1. Por la Iglesia, que sufre en sus miembros, que quiere hacer suyo el sufrimiento de toda la humanidad; para que sepa decir al abatido una palabra de aliento, roguemos al Señor. 2. Por la unión de las Iglesias; para que el sacrificio de Cristo nos reúna en la unidad a los hijos de Dios dispersos, roguemos al Señor. 3. Por los enfermos, los moribundos y todos los que sufren; para que, apurando el cáliz de la pasión, a semejanza de Cristo paciente, tengan la firme esperanza de participar con él en su gloria, roguemos al Señor. 4. Por nosotros, que nos disponemos a celebrar la Pascua del Señor Jesús; para que su muerte y resurrección se cumplan en nuestra vida, roguemos al Señor. Se pueden añadir espontáneamente más peticiones.
Padre nuestro…
Oración Dios todopoderoso y eterno, Tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, Para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad; concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y un día participemos en su gloriosa resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.
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ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A continuación viene el momento de consagración de toda la familia al Sagrado Corazón de Jesús. Es muy recomendable ponerse de rodillas. El padre o madre de familia inicia diciendo: Querida familia, hemos llegado a este momento en el que el Señor nos invita a entregarle todo nuestro corazón, toda nuestra vida. Él, que es el principio y el fin de nuestra existencia, sabe lo que es mejor para nosotros. Es por eso necesario permitirle a él que de ahora en adelante sea el Rey nuestra vida, de nuestra familia. Pertenecerle a Él es causa de salvación y de gloria. Por eso con un corazón humilde y sincero le decimos al Señor todos juntos:
Todos: ¡Oh Corazón de Jesús! Yo quiero consagrarme a ti con todo el fervor de mi espíritu. Sobre el ara del altar en que te inmolas por mi amor, deposito todo mi ser; mi cuerpo que respetaré como templo en que tú habitas; mi alma que cultivaré como jardín en que te recreas; mis sentidos, que guardaré como puertas de tentación; mis potencias, que abriré a las inspiraciones de tu gracia; mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; mis deseos, que pondré en la felicidad del Paraíso; mis virtudes que florecerán a la sombra de tu protección; mis pasiones, que se someterán al freno de tus mandamientos; y hasta mis pecados, que detestaré mientras haya odio en mi pecho, y que lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis ojos.
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Mi corazón quiere desde hoy ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh Corazón divino! has querido ser siempre todo mío. Tuyo todo, tuyo siempre; no más culpas, no más tibieza. Yo te serviré por los que te ofenden; pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré por los que te odian; y rogaré y gemiré, y me sacrificaré por los que te blasfeman sin conocerte. Tú, que penetras los corazones, y sabes la sinceridad de mi deseo, comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente, dame el triunfo del valor en las batallas de la tierra, y cíñeme la oliva de la paz en las mansiones de la gloria. Amén. Sagrado Corazón de Jesús. R/. En vos confío.
Puestos en pie oran el Ave María o entonan un canto María.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. R/. Amén.
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