Lectio divina del domingo 16 de agosto

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TOMA Y LEE LECTIO DIVINA

LECTURA ORANTE DE LA PALABRA DE DIOS Domingo 16 de agosto del 2020

▪ PREPARAR - PACIFICAR EL CORAZÓN

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu Creador y renueva la faz de la tierra.

Date un espacio adecuado para orar

- INVOCAR AL ESPIRÍTU SANTO Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

▪ LEER

¿QUÉ DICE EL TEXTO? Lee atentamente la lectura: Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc. Puedes subrayar la frase o palabra que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según San Mateo 15, 21-28 En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.» Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija. Palabra del Señor R. Glora a ti Señor, Jesús

▪ MEDITAR

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO? Deja que la Palabra resuene en tu vida, medítala y confróntola con tu vida.

«Mujer, ¡qué grande es tu fe!», fue la expresión de nuestro Señor Jesús para aquella mujer cananea que no dudó en ir tras él. Aquella extranjera venciendo todo temor, todo prejuicio, corrió decididamente hacia quien podía liberar a su hija. Estaba totalmente dispuesta a ponerse delante del Señor, a humillarse delante de él; venció valientemente las primeras impresiones que podrían tal vez haberle hecho creer que Jesús no haría nada o que la ignoraba. Pero ella no estaba dispuesta a dejar pasar esa oportunidad, sabía muy bien de quien se fiaba. Esta es la fe que le agrada al Señor. Esta es la fe que salva. Pongamos toda nuestra confianza y nuestra seguridad en Aquel; en el único que tiene poder para salvarnos. Padre Diomer Rodríguez O.S.A.


▪ COMENTA SAN AGUSTÍN ¡Cómo clamó también aquella mujer cananea que iba dando gritos detrás del Señor! Su hija padecía un demonio; estaba poseída por el diablo, pues la carne no estaba en concordia con la mente. Si ella clamó tan intensamente en favor de su hija, ¡cuál debe ser nuestro clamor en favor de nuestra carne y nuestra alma! En efecto, vean lo que consiguió con su clamor. En un primer momento fue despreciada, pues era cananea, un pueblo malo que adoraba ídolos. El Señor Jesucristo, en cambio, caminaba por Judea, tierra de los patriarcas y de la Virgen María, que dio a luz a Cristo: era el único pueblo que adoraba al verdadero Dios y no a los ídolos. Así, pues, cuando le interpeló no sé qué mujer cananea, no quiso escucharla. No le hacía caso precisamente porque sabía lo que le tenía reservado: no para negarle el beneficio, sino para que lo mereciera ella con su perseverancia. [...] A pesar de haber oído lo que el Señor dijo a sus discípulos, ella perseveró clamando sin censar. [...] ¿Por qué la llamó perro? Porque pertenecía a los gentiles, pueblos que adoraban a los ídolos; pues los perros lamen las piedras. [...] Ella no contestó: “Señor, no me llames perro, pues no lo soy”, sino más bien: “Dices la verdad, Señor, soy un perro”. Mereció el beneficio cuando reconoció la verdad del insulto; donde reconoció la iniquidad, allí fue coronada la humildad. Así es, Señor; dices verdad, pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus señores. Y entonces le dijo el Señor: ¡Oh mujer! Grande es tu fe; hágase según tú deseas. Hace poco la llamó perro, ahora mujer; ladrando se ha transformado. Deseaba las migajas que caían de la mesa, e inmediatamente, se encontró sentada a la mesa. En efecto, cuando el Señor le dice: Grande es tu fe, ya la había contado entre aquellos cuyo pan no quería que se echase a los perros. (Sermón 154A, 5).

▪ PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL ▪ ¿Qué le dice el texto a tu vida? ▪ ¿Eres capaz de acoger a todos los hermanos que se acercan a ti? ▪ ¿Reconoces que necesitas de Dios?

▪ ORAR

La casa de mi alma

¿QUÉ LE RESPONDO A DIOS? Orar respondiéndole a Dios después de escucharlo. Puede ser una oración de alabanza, perdón, acción de gracias, petición o de adoración.

La casa de mi alma es demasiado pequeña para acogerte, Señor. Hazla más grande. La casa de mi alma amenaza ruina. Restáurala, Señor. Lo sé, reconozco que da pena verla. ¡Está tan destartalada! ¿Quién será capaz de arreglarla? Ciertamente, yo no. ¡Sólo tú puedes arreglarla y limpiarla! Puesto que así lo creo, por eso me dirijo a ti. ¡Y... tú lo sabes, Señor! (Confesiones 1, 5, 6)

▪ COMPROMISO ¿QUÉ VAS A HACER HOY CON ESTA PALABRA? Decide actuar en concreto según los valores cristianos. Traza una línea de acción a la luz de esta Palabra de Dios. ▪ Reza por los marginados, discriminados y los olvidados, para que encuentren consuelo en Dios. ▪ Trata de mirar con amor a aquellas personas con las que más te cuesta tratar y ten un gesto con ellas.


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