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Honduras de nuevo

14/12/2012 La destitución de cuatro magistrados de la sala constitucional del Tribunal Supremo, vuelve a poner a Honduras en la picota

Aquellos que en su día declararon “legal” la destitución de Manuel Celaya, son ahora desplazados del Poder Judicial de forma expeditiva, a iniciativa de los mismos que decidieron deshacerse de Celaya. Cierto que es el Poder Legislativo el que designa a los altos magistrados del Poder Judicial, en contra de la sana política de que sean elegidos por sufragio universal o por una mayoría cualificada de ambas cámaras legislativas, como viene siendo habitual en algunas democracias, pero no por eso deja de ser un procedimiento impresentable y arbitrario.

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No me queda más remedio que insistir, en la falta de ética y apego al respeto de la propia legalidad que se otorgan los pueblos mediante el ejercicio de la soberanía popular, y que es violentada de forma sistemática por los partidos en el Poder, para imponer sus criterios, cuando carecen del apoyo necesario y de la autoridad moral correspondiente. En el caso de Honduras ya es reiterativo y a manos del mismo grupo dirigente, incapaz de implementar una política adecuada de control y depuración de las fuerzas de seguridad del Estado, donde según ellos mismos reina la corrupción y el descontrol, como si ello no tuviera nada que ver con el ejemplar comportamiento de quienes dirigen el gobierno de la nación.

Honduras no levanta cabeza, con tanto cabezón

La ausencia de ética y la inmoralidad presiden las acciones de un desgobierno que aboca de nuevo a Honduras al enfrentamiento de clases, que nunca alcanzó la reconciliación y el Pacto Social después de la negada guerra civil de los años 70 y que diera paso a la nueva Constitución de 1.982. Después de tantos esfuerzos por alcanzar el reconocimiento internacional, de un gobierno de dudosa legalidad y absolutamente ilegítimo, Porfirio Lobo comete la estupidez de atacar a uno de los Poderes del Estado, desvirtuando la legitimidad del Todo para desconcierto de los graderíos.

Los pequeños países suelen ser laboratorios de ensayo para los grandes, donde resulta más fácil medir los daños colaterales y los costos de operaciones antidemocráticas que resuelven por la vía del atajo, el tira para adelante que me vienen pisando los talones.

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