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Resiliencia

cinco siglos de lucha

Por: Ulises Soriano

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"Personas, instituciones gubernamentales o privadas, han utilizado sus características lingüísticas, económicas y fenotípicas para violentar y humillarles. Un chiste, un comentario en la calle, un señalamiento, son acciones discriminatorias para estas mujeres y hombres que forman parte de nuestras raíces como mexicanos."

El Centro Histórico de la Ciudad de México continúa conservando, a más de 500 años, la tradición de ser un epicentro religioso, de poder, comercial y de convivencia. Basta mencionar que, en sustitución del Templo Mayor, hoy podemos encontrar la Catedral Metropolitana. Las señoriales casas de Moctezuma en las que gobernaba hoy en día son parte de Palacio Nacional. Cuando hablamos de comercio, en Tenochtitlan se comerciaban animales, verduras, joyas y adornos, entre otras mercancías; en la actualidad, hay un dicho: si no lo encuentra en el Centro, es porque no existe.

Caminar por Madero, 16 de septiembre, Tacuba o Donceles, es un encuentro no solo con la historia y arquitectura, sino también con hombres y mujeres que mantienen en movimiento a una sociedad. En aquellas calles, todos se aglomeran, pero nadie siente que sobra. Algunos visten para ir a la oficina y otros vienen de un viaje largo y se disponen a comprar mercancía para surtir su negocio. Mientras unos corren estresados porque el tiempo que apremia, otros ven ropa, calzado, cigarros o algo para mitigar la sed que provoca un día caluroso.

En las inmediaciones del Zócalo, se encuentra el antiguo Portal de Mercaderes y el Palacio de Ayuntamiento. Ambos edificios poseen arcos que atajan el sol a quienes salen de las oficinas o comercios y, a su vez, han servido para que se instalen tendidos de artesanías, recuerdos, ropa y bisutería indígena. Blusas, aretes, pulseras, collares, bolsas, además de alebrijes, son elaborados ahí mismo por manos de artesanos pertenecientes a comunidades indígenas de la República Mexicana.

Actualmente, una de las demandas más grandes de estos pueblos es el reconocimiento de su autonomía. Desde hace más de cinco siglos, han sido avasallados y, por más luchas que se han realizado para emanciparse del yugo de una herencia colonialista, no se ha logrado demasiado. Un ejemplo es la Guerra de Independencia que, si bien transformó a una sociedad que buscaba librarse de los españoles, también provocó que los criollos se apoderaran de las tierras pertenecientes a los pueblos indígenas así como eliminar su reconocimiento como pueblos originarios. Tiempo más tarde, la Revolución y su nacida constitución política, tampoco generaron un cambio.

Además, en el siglo XXI, ellos han sido víctimas de racismo cotidiano. Personas, instituciones gubernamentales o privadas, han utilizado sus características lingüísticas, económicas y fenotípicas para violentar y humillarles. Un chiste, un comentario en la calle, un señalamiento, son acciones discriminatorias para estas mujeres y hombres que forman parte de nuestras raíces como mexicanos.

A pesar de todo esto, han resistido, no solo los embates de guerras, también a las segregaciones y actos denigrantes. Han sido resilientes en el pasado y en el presente. Un ejemplo es que se ha buscado la conservación de aquellas lenguas que se hablaban antes de la llegada de los españoles, caracterizadas por su complejidad y belleza. Decía Miguel León-Portilla que “Cuando muere una lengua/ entonces se cierra/ a todos los pueblos del mundo/ una ventana.” También deberíamos decir que cuando muere un indígena por discriminación al negársele un servicio médico, por algún acto violento o por alguna omisión, entonces se cierra una ventana a cultos y tradiciones distintas.

Cabe destacar que la aportación de los pueblos indígenas a la nación es muy variada y cuenta con dimensiones muy amplias. Lo que nos queda como sociedad, es reflexionar nuestras actitudes para con los pueblos indígenas y hacer conciencia sobre las acciones que pueden afectar estos hombres y mujeres resilientes que lo único por lo que luchan, es por un reconocimiento, además de un trato justo y digno como sociedad.

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