MIGUEL ANGEL REY VALDIVIESO, Pbro.
La Piedad Popular como ámbito de La Nueva Evangelización a partir del redescubrimiento del Dogma
PONTIFICIA UNIVERSITÀ GREGORIANA FACOLTÀ DI TEOLOGIA TESI DI LICENZA PROFESORA MICHELINA TENACE
MIGUEL ANGEL REY VALDIVIESO, Pbro.
La Piedad Popular como ámbito de La Nueva Evangelización a partir del Redescubrimiento del Dogma
Pontificia Università Gregoriana Facoltà di Teologia Tesi di Licenza PROFESORA MICHELINA TENACE
ROMA - ITALIA MMXIV © PONTIFICIA UNIVERSITÀ GREGORIANA © Miguel Angel Rey Valdivieso, Pbro. Todos los Derechos Reservados - All Righst Reserved Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación en cualquier forma análogo o digital, así como cualquier otro procedimiento o su traducción sin el consentimiento por escrito del autor.
A mis primeros evangelizadores: Mis padres
A un gran promotor de la Nueva Evangelizaci贸n: Mi Arzobispo Ismael
«En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada».
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 126
INTRODUCCIÓN
La primera impresión que la piedad popular gravó en mi corazón de niño fue el miedo, pasaron varios años para poder comprender que los hombres y mujeres que pintaban sus rostros de negro en la fiesta de san Benito de Palermo cada 28 de diciembre no eran espantos sino personas agradecidas con el santo fraile siciliano por los favores recibidos a través de su intercesión. También la semana santa significaba para mi pequeño corazón un verdadero tiempo de pasión, pues en todas las celebraciones del misterio pascual, a las que asistía junto con mis padres y hermanos, el templo parroquial era colmado por un ejército de «fantasmas» vestidos con hábitos azules, con la cara y cabeza cubiertas con un raro capucho del mismo color que terminaba en cono, ni las creativas catequesis de mi papá lograban calmar mi angustia, me costaba demasiado entender que los nazarenos eran hombres que ofrecían ir vestidos así y llevar las pesadas imágenes de la pasión como signo de penitencia para que Dios los perdonara de sus pecados, en verdad solo pensaba en salir corriendo. Afortunadamente la perseverancia de mis padres fue superior a mis temores y por medio de esos signos hicieron crecer en mí la fe, al punto que también pinté mi rostro de negro por muchos años y vestí el misterioso hábito penitencial nazareno con la esperanza de servir como instrumento en la formación de la fe de tantos peregrinos congregados en estas celebraciones. Mirando con gratitud hacia los comienzos de mi peregrinar de fe he podido constatar que del miedo di el paso al aprecio, junto a esa estima la invitación del Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium a descubrir la vida teologal presente en la piedad popular, me han llevado a conocer más a fondo este tesoro precioso que resplandece con mayor brillo en la Iglesia latinoamericana para ayudar a descubrir como en ella se unen el dogma con la vida y así pueda ser reconocida como un ambiente valido para salir a anunciar el Evangelio a la nueva generación.
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Con esta investigación titulada «La piedad popular como ámbito de la nueva evangelización a partir del redescubrimiento del dogma» me propongo reconocer el significado y contenido de las expresiones de la fe de los pueblos y buscar los medios que permitan descubrir como a través del sencillo lenguaje con el que ella habla, se puede comunicar la verdad de la Buena Nueva a los hombres de este tiempo. Para alcanzar esta meta seguiré el hilo rojo trazado con el título de la tesis. El capítulo primero desarrolla el tema de la piedad popular como ámbito para la evangelización. Un primer paso es la distinción entre religiosidad popular, devociones populares y piedad popular. En una síntesis histórica señalo su desarrollo desde la antigüedad cristiana hasta los años anteriores al Concilio Vaticano II, teniendo en cuenta su vínculo con la liturgia y la manera como sirvió de instrumento en la misión evangelizadora. Luego siguiendo, las enseñanzas del Magisterio post-conciliar y la reflexión pastoral de los últimos años expongo la manera como hoy debería ser asumida la piedad popular para concluir con la descripción de los sujetos y elementos que hacen de ella un ambiente para anunciar el Evangelio. El segundo capítulo inicia con una descripción del mundo actual, especialmente de aquellos aspectos más determinantes de la cultura contemporánea y que plantean retos a la Iglesia. A partir de ese panorama cultural se comprende el sentido de la llamada hecha por los últimos Papas a una «nueva evangelización», cuyo significado explico en el segundo aparte del capítulo. A continuación expongo las cualidades de los nuevos evangelizadores y la realidad de las personas a quienes va dirigida la misión de la Iglesia en este tiempo. Siguiendo el sentir de los más recientes documentos magisteriales concluyo reconociendo que la nueva evangelización es una oportunidad para anunciar el Evangelio en el momento actual. Redescubrimiento del dogma, redescubrir a Cristo resucitado para anunciarlo al hombre de hoy es el título del tercer y último capítulo de esta investigación. Redescubrir hace referencia a algo con lo que ya se ha tenido un primer contacto, por ello el redescubrimiento del dogma lo propongo en el contexto formado por el valor y la comprensión que posee el término dogma en la cultura contemporánea, la comprensión que de él posee hoy la teología, la manera como es formulado y los criterios para su correcta interpretación. Luego con el testimonio de los Padres de la Iglesia en los tres primeros concilios (Nicea, 325; Constantinopla, 381 y Éfeso, 431), resalto con algunos ejemplos como los Símbolos de fe profesados por aquellas reuniones ecuménicas no son el fruto de una elaboración académica y desarraigada de su realidad, sino que son la formulación de la manera como se comprende y se anuncia el mensaje del Evangelio en un tiempo y cultura posterior a aquel en el que fue confiado por Jesucristo a la Iglesia para que se anunciara en todas partes y por todos los siglos. Ese ejemplo de los primeros cristianos, que es paradigmático, es presentado aquí como fundamento para la misión que tenemos los cristianos en
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el tiempo presente: descubrir que el dogma no es letra muerta, es una persona, Cristo resucitado que nos revela hoy, como ayer, la vida de la Trinidad divina. En el parágrafo siguiente describo el papel de los miembros de la Iglesia, según su estado de pertenencia, en el redescubrimiento dogmatico; dentro de ellos hago un énfasis en la familia dado el protagonismo que ella tiene en el primer encuentro del hombre con la fe. La última parte del capítulo es la cosecha de todo la investigación, en ella integro todos los tópicos abordados en el trabajo para hacer ver que hoy, como en todos los tiempos el Evangelio es fuente de sentido para la vida del hombre, por eso tiene que ser anunciado en las nuevas circunstancias culturales y la piedad popular se presenta como una herramienta eficaz para cumplir con este mandato. El gran genio alemán del siglo XIX Johann Wolfgang von Goethe, decía: «Lo importante no es hacer cosas nuevas sino hacerlas como si nunca nadie las hubiera hecho antes», yo debo confesar que no he hecho nada nuevo, solo me he dejado conducir por el Espíritu Santo para acercarme al Evangelio siguiendo el ejemplo de tantos hombres y mujeres fieles que lo han acogido y vivido a lo largo de los últimos 2000 años, esa experiencia contagiosa me ha hecho pensar que la vida de Dios «siempre antigua y siempre nueva» es la respuesta a las inquietudes más hondas de mi generación, por eso debo servir de puente para que el hombre de hoy se encuentre con esa fuente preciosa, por caminos tan sencillos como los que yo mismo recorrí. Gracias a todos los que respirando a Cristo me han motivado a imitarlos.
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CAPÍTULO I
La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
1.1 Clarificación de conceptos La Piedad Popular es una realidad muy amplia, que ha sido interpretada y que se ha intentado definir desde diversas perspectivas, esto hace necesaria una clarificación de términos, que posteriormente permita reconocer las fronteras de esta realidad eclesial como ámbito para la evangelización. Esta clarificación sigue la línea de la realizada por la Congregación para el Culto Divino y las Disciplina de los Sacramentos en el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia: «Sin la pretensión de querer dirimir todas las cuestiones»1. Dada la finalidad y extensión de la presente investigación, abordaré el tema teniendo como marco la reflexión teológica posterior al Vaticano II, periodo en el que más se ha profundizado sobre esta realidad, a partir de ahí, procuraré clarificar los términos pertinentes al mismo trabajo.
1 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 6
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Capítulo I - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
1.1.1 Religiosidad Popular El Papa Pablo VI la definió como: «expresiones particulares de búsqueda de Dios y de la fe»2, y advirtió sobre sus limitaciones. El Beato Juan Pablo II usaba el término como sinónimo de piedad popular3, siempre invitando a evangelizarla constantemente. Finalmente, el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, ha definido la religiosidad popular, y ha hecho claridad sobre la relación de esta respecto a la revelación: se refiere a una experiencia universal: en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la sociedad y de la historia, a través de mediaciones cultuales, en una síntesis característica, de gran significado humano y espiritual… en muchas regiones, expresándose en una sociedad impregnada de diversas formas de elementos cristianos, da lugar a una especie de “catolicismo popular”, en el cual coexisten, más o menos armónicamente, elementos provenientes del sentido religioso de la vida, de la cultura propia de un pueblo, de la revelación cristiana4. 1.1.2 Devociones populares El Concilio Vaticano II las llama ejercicios piadosos5, las recomienda y recuerda su relación con la liturgia. No obstante, la recomendación de algunos de estos ejercicios por parte de varios Pontífices, no son las únicas expresiones de la piedad popular. El Directorio sobre la piedad popular, subraya que son manifestaciones de un aspecto particular, dentro de la vida de fe de los fieles: El término viene usado para designar las diversas prácticas exteriores (por ejemplo: textos de oración y de canto; observancias de tiempos y visitas a lugares particulares, insignias, medallas, hábitos y costumbres), que, animados de una actitud interior de fe, manifiestan un aspecto particular de la relación del fiel con las Divinas Personas, o con la Virgen María en 2 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 47 3 Solo para citar algunos ejemplos: Homilía Salvador de Bahía (07.07.1980); A los Obispos del sur de España, 30 de enero, 1980; Homilía en Calabria (06.10.1984); Serena, Chile, (05.04.1987); Carta Apostólica Vigesimus quintus annus, 18 4 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 10 5 Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilium, 13
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Capítulo I - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
sus privilegios de gracia y en los títulos que lo expresan, o con los Santos, considerados en su configuración con Cristo o en su misión desarrollada en la vida de la Iglesia6. 1.1.3 Piedad popular A partir del momento en que Benedicto XVI la mencionó como «el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina»7, se despertó un notable interés por el redescubrimiento de la piedad popular, el cual se incrementó con la convocatoria al año de la fe, y el impulso a la nueva evangelización8. El Papa Francisco, antes que ofrecer una nueva definición, señaló la fuerza evangelizadora de la piedad popular «verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios»9, con ello propuso a la Iglesia un camino nuevo para una acertada interpretación de estas particulares expresiones de fe y para una ubicación adecuada en el horizonte de la tarea evangelizadora. Para responder al objetivo de clarificar los conceptos a los cuales me refiero en este trabajo de investigación, me parece que la definición que ofrece el Directorio sobre la piedad popular, resulta adecuado para el objetivo de comprenderla como un ámbito de la nueva evangelización: El término “piedad popular”, designa aquí las diversas manifestaciones cultuales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada Liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura. La piedad popular, considerada justamente como un “verdadero tesoro del pueblo de Dios”, “manifiesta una sed de Dios que sólo los sencillos y los pobres pueden conocer; vuelve capaces de generosidad y de sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe; comporta un sentimiento vivo de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante; genera 6 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 8 7 BENEDICTO XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 1. 8 Esta realidad se puede constatar en el significativo número de reuniones plenarias, encuentros continentales, regionales y locales en torno a la piedad popular. Lo mismo se verifica con la producción literaria, ya la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en su documento conclusivo, dedica los numerales 258 a 265 explícitamente a describir la piedad popular como espacio de encuentro con Cristo; de ahí en adelante, sin necesidad de una búsqueda especifica, la gran mayoría de escritos sobre la nueva evangelización dedican algún espacio a esta realidad. 9 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 122
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Capítulo I - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
actitudes interiores, raramente observadas en otros lugares, en el mismo grado: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desprendimiento, apretura a los demás, devoción”10. 1.2 La piedad popular en el curso de la historia La historia ofrece claves importantes para la interpretación de la piedad popular; en el intento por comprender su significado dentro de la nueva evangelización revisaré esa historia, siguiendo el Directorio sobre la piedad Popular. 1.2.1 La antigüedad cristiana En la fase apostólica y post-apostólica, no es fácil hacer una distinción entre piedad popular y liturgia, pues para las comunidades cristianas fundadas por los apóstoles, Cristo es el centro y por tanto Él es el punto de referencia para la vida de cada uno de los miembros, en la práctica cotidiana y en las celebraciones cultuales el esfuerzo debe ser: obedecer las enseñanzas del Señor, «Todo el resto – días y meses, estaciones y años, fiestas y novilunios, alimentos y bebidas ... (Cf. Ga 4,10; Col 2,16-19) – es secundario»11. La mayor influencia para la piedad de este tiempo proviene de la cultura hebraica, a medida que el anuncio del Evangelio se fue difundiendo en otros pueblos, se fueron integrando nuevos y propios elementos a las expresiones de fe. En el siglo II, la expansión misionera a causa de las persecuciones, propició el encuentro con nuevas culturas y con ello que se integraran elementos de la piedad de esos pueblos a la liturgia cristiana, documentos litúrgicos, históricos y pictográficos confirman estas noticias. Es claro que en aquel momento, «Liturgia y piedad popular no se contraponen ni conceptualmente ni pastoralmente: concurren armónicamente a la celebración del único misterio de Cristo, unitariamente considerado, y al sostenimiento de la vida sobrenatural y ética de los discípulos del Señor»12. En el siglo IV, con la conversión del emperador Constantino y con él, todos los habitantes del Imperio romano, la Iglesia se encuentra con una numerosa multitud de fieles provenientes de un ambiente politeísta y a quienes les tiene que anunciar el único Dios vivo y verdadero. 10 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 9 11 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 23 12 Ibidem
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Las diversas Iglesias locales, guiadas por claras intenciones evangelizadoras y pastorales, no desdeñan asumir en la Liturgia, debidamente purificadas, formas cultuales solemnes y festivas, provenientes del mundo pagano, capaces de conmover los ánimos y de impresionar la imaginación, hacia las cuales el pueblo se sentía atraído. Tales formas, puestas al servicio del misterio del culto, no aparecían como contrarias ni a la verdad del Evangelio ni a la pureza del genuino culto cristiano13. En los siglos IV-V, se destaca la tarea de llevar el mensaje salvador, recurriendo al tiempo y los lugares; el establecimiento de ciertas fechas para recordar los misterios del Señor a lo largo del año y la consagración de los lugares propios de la celebración, son los principales medios empleados por los pastores de la Iglesia. El pontificado de San Gregorio Magno (590-604), es el punto de referencia para el proceso de integración entre anuncio del Evangelio y las expresiones de la piedad popular. Movido por su celo pastoral, el Papa Gregorio: da sabias directrices para que la conversión de los nuevos pueblos al Evangelio no se realice con perjuicio de sus tradiciones culturales, de manera que la misma Liturgia se vea enriquecida con nuevas y legítimas expresiones culturales; armoniza las nobles expresiones del genio artístico con las expresiones más humildes de la sensibilidad popular; asegura el sentido unitario del culto cristiano, al cimentarlo sólidamente en la celebración de la Pascua14. 1.2.2 La Edad Media Durante este periodo histórico, el primer elemento característico es el «dualismo celebrativo: paralelamente a la liturgia, celebrada en lengua latina, se desarrolla una piedad popular comunitaria, que se expresa en lengua vernácula»15, esta situación tiene variadas causas, las cuales expongo rápidamente y sin someterlas a ninguna valoración: el desconocimiento de la Escritura por parte de los ministros y los laicos y dadas las limitaciones culturales también el abandono de la tradición patrística, la idea de Iglesia como sociedad perfecta de la que surgieron modos propios de vivir y orar, la falta de predicación y catequesis, el apelo excesivo a recursos alegóricos y folklóricos 13 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 24 14 Ivi, 27 15 Ivi, 29
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para buscar explicar los misterios de la fe en reacción a una liturgia que aparece muy elevada e incomprensible, la conformación de sociedades de fieles que configuraron sus propios modos de orar e incluso elaboraron esquemas propios de celebraciones en los que combinaban liturgia y piedad popular, muchas veces en modo incorrecto, las escuelas de espiritualidad inspiraron nuevos modelos para la vida de fe16. Concluyendo En la Edad Media, la relación entre Liturgia y piedad popular es constante y compleja. En dicha época se puede notar un doble movimiento: la Liturgia inspira y fecunda expresiones de la piedad popular; a la inversa, formas de la piedad popular se reciben e integran en la Liturgia… Hacia el final de la Edad Media, ambas pasan por un periodo de crisis: en la Liturgia por la ruptura de la unidad cultual, elementos secundarios adquieren una importancia excesiva en detrimento de los elementos centrales; en la piedad popular, por la falta de una catequesis profunda, las desviaciones y exageraciones amenazan la correcta expresión del culto cristiano17.
1.2.3 La Época Moderna En este periodo, que inicia a finales del siglo XV, se continuó evidenciando el dualismo entre la piedad popular y la liturgia. Los maestros de espiritualidad centran su enseñanza en la meditación sobre la humanidad de Cristo, sumado a esto «la valoración de la subjetividad, unidas a un cierto pragmatismo ascético, que exalta el esfuerzo humano, hacen que la Liturgia no aparezca, a los ojos de los hombres y mujeres de gran ascendiente espiritual, como fuente primaria de la vida cristiana»18. El proceso de evangelización que siguió a los descubrimientos geográficos de finales siglo XV y principios del XVI, principalmente en América y en África, privilegiaron las manifestaciones de la piedad popular en el anuncio del Evangelio, debido a la simplicidad de sus formas y a la compatibilidad de estas con las expresiones religiosas de los habitantes de los territorios descubiertos. La reforma impulsada por el Concilio de Trento (1545-1563), propuso una rigurosa disciplina litúrgica caracterizada por la uniformidad y la invariabilidad de los ritos, pero a la vez:
Dentro de unos límites, determinados por la necesidad de evitar la aparición de formas exageradas o fantasiosas, la Reforma católica favoreció la creación y difusión de los ejercicios de piedad, que 16 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 31 17 Ivi, 32 18 Ivi, 34
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resultaron un medio importante para la defensa de la fe católica y para alimentar la piedad de los fieles19. En los siglos posteriores, marcados por los cambios de paradigmas culturales, la Iglesia apelará a la piedad popular como instrumento para evangelizar y sostener la fe frente a los ataques del racionalismo. Al final de este periodo, a mediados del siglo XIX, la piedad popular se debate entre el peligro del caer en el sincretismo y la valoración como medio rescatable para el correcto anuncio de la Buena Nueva. 1.2.4 La Época Contemporánea Superadas la crisis generada por la Revolución Francesa, se experimenta «una afirmación vigorosa de la eclesiología que presentaba a la Iglesia no sólo como una sociedad jerárquica, sino también como pueblo de Dios y comunidad cultual»20. Dentro de los frutos de esa nueva eclesiología aparece el movimiento litúrgico que cuenta entre sus animadores al Abad de Solesmes (Francia), Prospero Guéranger quien poseía una renovada visión eclesial de la liturgia, por eso la proponía como «la expresión cultual, sentida y participada, de todo el pueblo de Dios»21, por ello mismo se opuso a las expresiones populares dentro de la liturgia. No obstante el ardor por la renovación litúrgica, la piedad popular continuó siendo enriquecida con cantos populares, devocionarios y otras expresiones autóctonas, a su vez, estimuladas por la nueva visión del hombre que valora las expresiones populares también en el culto. Los milagros y las apariciones son la causa de nuevas manifestaciones de culto, que posteriormente reciben la aprobación de las autoridades eclesiásticas e incluso la adopción en la liturgia. Todo ese movimiento no logró mitigar el fenómeno del paralelismo entre piedad popular y liturgia que ya se vivía desde la época de la Reforma. Fue el Papa Pio X (1903-1914), quien condujo el proceso de acercar la liturgia a los fieles. Con esto San Pío X contribuyó autorizadamente a afirmar la superioridad objetiva de la Liturgia sobre toda otra forma de piedad; rechazó la confusión entre la piedad popular y la Liturgia e, indirectamente, favoreció la clara distinción entre los dos campos, y abrió el camino que conduciría a una justa comprensión de su relación mutua22.
19 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 41 20 Ivi, 44 21 Ibidem 22 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS
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Más adelante, para concluir este proceso de sana y mutua compresión, el Papa Pio XII con la encíclica Mediator Dei, del 21 de Noviembre de 1947, ofreció unas iluminadoras claves de lectura sobre la piedad popular, con las cuales hacía caer en cuenta que esas expresiones: «habían sostenido la vida espiritual de muchos fieles, habían producido frutos innegables de santidad, y habían contribuido en gran medida, a salvaguardar la fe y a difundir el mensaje cristiano»23. Este breve recorrido histórico, se constituye en la clave de lectura de la piedad popular en el presente y para descubrirla como un ambiente para la evangelización que reclama nuestro tiempo. 1.3 El hoy de la piedad popular El hoy de la piedad popular encuentra su punto de partida en el Concilio Vaticano II, más precisamente, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, que después de exponer la naturaleza y la importancia de la liturgia afirma y recomienda: «la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual… Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en particular si se hacen por mandato de la Sede Apostólica»24. En las décadas sucesivas, hasta nuestros días, en el marco del proceso de recepción conciliar, el Magisterio y la teología han dado impulso a la reflexión sobre esta realidad eclesial. El dato más reciente de este desarrollo histórico lo ha propuesto el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium donde dedicó cinco numerales a la piedad popular y llama a la Iglesia a proclamar a Cristo resucitado a través de estas expresiones, siempre con la conciencia que: «Todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio»25. Teniendo en cuenta este breve marco histórico y respetando la extensión del presente trabajo, ahora pasaré a describir el hoy de la piedad popular.
SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 46 23 Ibidem 24 CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilio, 12-13 25 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 111
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1.3.1 El lenguaje y las expresiones de la piedad popular a) El lenguaje de la piedad popular «constituye una verdadera y propia lengua extranjera, desconocida para los estudiosos de las disciplinas teológicas»26, que requiere ser estudiada con más profundidad pues: «pertenece al lenguaje significante y simbólico… en el sentido fuerte de hacer palpable la realidad divina que está presente y escondida en el símbolo mismo»27. La piedad popular es una realidad compleja que se debe comprender teniendo en cuenta las personas que la viven, la comunidad de fe y la cultura en las que se manifiesta. También se debe tener presente que nos pone de frente «al sentimiento profundo que cada persona experimenta, de la presencia divina en la propia historia: la totalidad del ser persona no puede prescindir del fin último y del destino del hombre»28. Un criterio que contribuye a la interpretación del lenguaje de la piedad popular es: «acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar»29. Las expresiones de la piedad popular, fueron sintetizadas de manera clara por el Papa Benedicto XVI en el discurso al inicio de los trabajos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, reunidos en Aparecida, Brasil en 2007. El amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y de la reconciliación; el Dios que nos ha amado hasta entregarse por nosotros; el amor al Señor presente en la Eucaristía, el Dios encarnado, muerto y resucitado para ser Pan de vida; el Dios cercano a los pobres y a los que sufren; la profunda devoción a la Santísima Virgen… Esta religiosidad se expresa también en la devoción a los santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos. Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina30. 26 I. SCHINELLA, «Fondazione e lettura teologica della pietà populare», en M. SODI, ed., Liturgia e Pietà Populare, 83. (La traducción es personal) 27 I. SCHINELLA, «Fondazione e lettura teologica della pietà populare», en M. SODI, ed., Liturgia e Pietà Populare, 81. (La traducción es personal) 28 Ibidem. (La traducción es personal). 29 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 125 30 BENEDICTO XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida,1
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En su discurso el Papa va a lo esencial de las expresiones, esto es, el sentido profundo que manifiesta la piedad popular, que de una parte, significa lo que quieren expresar y por otra es la clave de lectura de las manifestaciones mismas. A su vez ese sentido profundo se exterioriza a través de múltiples símbolos y acciones: desde gestos sencillos y espontáneos, a largas jornadas de peregrinación y penitencia, o portando consigo discretos y tradicionales signos, hasta el uso de aplicaciones digitales que permiten realizar ejercicios piadosos y peregrinaciones online y tantas manifestaciones que se encuentran según el territorio y la cultura donde habitan las comunidades. Entrar en el contexto para poder leerlas y discernir su contenido de fe, ayudará a valorarlas adecuadamente y a ubicarlas en la tarea evangelizadora de la Iglesia. 1.3.2 Los valores de la piedad popular La piedad popular posee ricos valores que es necesario reconocer «para enriquecerlos con los elementos de la genuina doctrina católica, a fin de que esta religiosidad lleve a un compromiso sincero de conversión y a una experiencia concreta de caridad»31. Para responder al llamado de enriquecerlos con la fe podemos organizarlos en valores humanos y valores cristianos. Valores humanos Dentro de esta clasificación en primer lugar encontramos valores sociales, pues por medio de las manifestaciones populares de la fe se genera «una indiscutible capacidad de comunicación, muy fluida que llega a los ámbitos más distintos, crea interés y es fuerza de convocatoria y de participación social del pueblo sencillo»32. Posee también valores familiares, pues además de ser transmitidos en el seno de la familia, ofrece «respuesta a los grandes interrogantes de la existencia vida, muerte, amor, sufrimiento, alegría»33, y todos ellos refieren a la vida del hogar. Los valores culturales se evidencian en «un lenguaje propio que expresa, con su peculiar vocabulario, gestos y normas de comportamiento y que define un estilo característico. Con expresiones significativas, muy características y particulares, en las que se manifiestan convicciones profundas y creencias mantenidas a lo largo de los siglos»34.
31 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Ecclesia in America, 16 32 C. AMIGO VALLEJO, «Valores humanos y cristianos de la piedad PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMERICA LATINA, La piedad popular en evangelización de América Latina, 201 33 Ibidem 34 C. AMIGO VALLEJO, «Valores humanos y cristianos de la piedad PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMERICA LATINA, La piedad popular en
popular», en el proceso de
popular», en el proceso de
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Valores cristianos Valores teológicos: la piedad popular es un lugar teológico porque en ella « subsiste un hondo sentido de los atributos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante… El sentido de Dios y de la trascendencia es algo indiscutible»35. Valores Cristológicos: «la vivencia del mensaje evangélico se ha metido en la genuina cultura del pueblo. Esta piedad popular es un lugar privilegiado para el encuentro de los hombres con Cristo vivo»36. Valores marianos: María aparece como «el camino de la misericordia, la protectora del género humano, la madre llena de piedad para sus hijos…Este acercamiento a María se convierte en impulso de devoción y estimulo para acercarse más a Jesús, que es la verdadera causa de la alegría de la Iglesia»37. Importancia de la Eucaristía: dentro de los valores de la piedad popular «la Eucaristía ocupa los mejores capítulos de una historia ejemplar… es el centro de la religiosidad popular, pues en ella se alimenta la fe, se vive en la esperanza y se enciende el fuego de la caridad más eficaz»38. Sentido pascual: Si bien es cierto, que se resaltan muchas manifestaciones en torno a la pasión del Señor, la piedad popular, mirando a la resurrección del Señor, es «proclamación de la fe en la vida eterna, con memoria de los fieles difunto y del deseo de encuentro con ellos»39. Principio de eclesialidad: a partir de la riqueza que representan los grupos, movimientos y cofradías que se conforman en torno a las manifestaciones populares de fe, hoy se comparte el objetivo «de conseguir que cada grupo se defina y actué como asociación eclesial dentro de la pastoral parroquial, para significar la fidelidad al Evangelio, participar en la vida de la Iglesia y practicar la caridad fraterna»40. Fuerza evangelizadora: el Papa Francisco la explica de la siguiente manera: Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. evangelización de América Latina, 201-202 35 Ivi, 201 36 Ibidem 37 Ivi, 206-207 38 PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMERICA LATINA, La piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina, 207 39 Ivi, 208 40 Ibidem
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Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes… En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo… No está vacía de contenidos, sino que los descubre y expresa más por la vía simbólica que por el uso de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa más el credere in Deum que el credere Deum… En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo41. Todos estos valores, son los que hacen de la piedad popular un verdadero tesoro de la Iglesia, y al ser un don del Espíritu Santo, se deben vivir en un ambiente de discernimiento eclesial. 1.3.3 Peligros que pueden desviar la piedad popular Los peligros son una amenaza a la riqueza y fuerza evangelizadora de la piedad popular, no son la causa para rechazar todas estas manifestaciones, antes bien, deben ser motivo de cuestionamiento para la Iglesia, pues a lo mejor, no la ha puesto en contacto con la fuerza vivificante del Evangelio. El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, enumera esos peligros y señala sus consecuencias: El Magisterio, que subraya los valores innegables de la piedad popular, no deja de indicar algunos peligros que pueden amenazarla: presencia insuficiente de elementos esenciales de la fe cristiana, como el significado salvífico de la Resurrección de Cristo, el sentido de pertenencia a la Iglesia, la persona y la acción del Espíritu divino; la desproporción entre la estima por el culto a los Santos y la conciencia de la centralidad absoluta de Jesucristo y de su misterio; el escaso contacto directo con la Sagrada Escritura; el distanciamiento respecto a la vida sacramental de la Iglesia; la tendencia a separar el momento cultual de los compromisos de la vida cristiana; la concepción utilitarista de algunas formas de piedad; la utilización de “signos, gestos y fórmulas, que a veces adquieren excesiva importancia hasta el punto de buscar lo espectacular”; el riesgo, en casos extremos, de “favorecer la entrada de las sectas y de conducir a la superstición, la magia, el fatalismo o la angustia”42. 41 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 122-124,126 42 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 65
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1.3.4 Desafíos de la piedad popular El contraste entre la variedad de expresiones y la riqueza de valores, de una parte, y de otra, la inminencia de peligros, configuran los desafíos actuales de la piedad popular. Asumirla y purificarla son los grandes retos que hoy se presentan. Asumirla, no significa simplemente abrirle un espacio dentro de la vida de la Iglesia, o tolerarla porque así lo manda el Magisterio. Asumir la piedad popular significa reconocer que: Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño, porque su piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer… penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y aunque también se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas”43. Un ejemplo de cómo asumir la piedad popular, lo ofrece el episcopado latinoamericano que se reunió en Aparecida, Brasil, en el año 2007: La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este Continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”. En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia44. Para purificarla, se debe partir del hecho que la piedad popular es una manera particular de encarnar la fe, que toma cuerpo en las personas que usan símbolos y expresiones para manifestarla, por ello, la verdadera purificación se realiza en el corazón de las personas. Los obispos latinoamericanos también ofrecen un criterio de purificación, esta vez en clave mariológica:
43 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, documento conclusivo, 258, 261 44 Ivi, 264
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Cuando afirmamos que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente deseamos que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de María, traten de imitarla cada día más. Así procurarán un contacto más directo con la Biblia y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del amor solidario. Por este camino se podrá aprovechar todavía más el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular45. 1.3.5 La reflexión teológica sobre la piedad popular Una nota importante del presente de la piedad popular es la reflexión teológica en torno a ella. Desde el momento en que el Concilio Vaticano II la recomendó y puso en relación directa con la liturgia (Cf. SC 13), los Papas, en primer lugar y luego los teólogos, en todas las ramas, han dedicado capítulos y obras enteras a la reflexión sobre esta realidad. Entre los más notables testimonios y solo por citar algunos de tantos, se encuentran: el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el aparte dedicado en el Documento Conclusivo de Aparecida, y últimamente, el Papa Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Al mencionar este dato, quiero hacer notar una percepción personal, que es ya fruto de la misma investigación: la urgencia de llevar a la práctica todo ese caudal de buenas herramientas teológicas, pues si bien se comienzan a notar avances, todavía prevalece lo meramente cultural, sin temor a errar, lo pagano, sobre la centralidad del anuncio del Evangelio. 1.4 La piedad popular como ámbito de evangelización Después de describir los elementos que hacen parte de la realidad de la piedad popular, de crear el contexto pertinente, aparece el momento para describirla como un ámbito para la evangelización y con ello ir poniendo las bases de la respuesta que busco con esta investigación. 1.4.1 El sujeto de la piedad popular A lo largo de este capítulo se ha podido ir descubriendo que la piedad popular es sobre todo experiencia del encuentro entre la verdad divina y la realidad humana vivida en un ambiente concreto, y como tal posee manifestaciones propias, que a su vez, son realizadas por un sujeto. A partir de esa realidad se
45 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, documento conclusivo, 262
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puede hablar de un doble sujeto: el que suscita la experiencia, el que la recibe directamente y la manifiesta. a) El Espíritu Santo es quien suscita la experiencia, él habita en el corazón del hombre lo hace clamar «Abbá, Padre» (Ga 4, 6), y enciende la sed de Dios. El Espíritu divino es quien ha preparado y sembrado el terreno, es el protagonista principal de la encarnación de la fe en las entrañas de la cultura. El Papa Francisco afirma este protagonismo, recordando que la piedad popular es: «verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal»46. b) El hombre, la mujer creyente, sin importar su condición o estado dentro de la Iglesia, es quien recibe, se siente interpelado por la fuerza de esa experiencia. El ser humano se descubre creatura de Dios y por eso responde a su llamada acudiendo a los modos propios de la cultura donde vive. Y porque «todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor»47, también otros hombres y mujeres que viven fuera de la Iglesia, pero que buscan a Dios con sincero corazón, son sujetos de la piedad popular, puesto que a través de ella reciben un primer llamado, experimentan el encuentro e inician así su peregrinar hacia la madurez de la fe. Comprender la realidad de este sujeto es el punto de partida para el discernimiento de las acciones adecuadas para la necesaria purificación y evangelización de la piedad popular, para la correcta valoración de las personas, de los símbolos, de las manifestaciones mismas y para liberarla de prejuicios e instrumentalizaciones. 1.4.2 La piedad popular espacio de encuentro con Jesucristo «La piedad popular dirige de buen grado su atención al misterio del Hijo de Dios que, por amor a los hombres, se ha hecho niño, hermano nuestro, naciendo pobre de una Mujer humilde y pobre, y muestra, al mismo tiempo, una viva sensibilidad al misterio de la Pasión y Muerte de Cristo»48. Pues al entrar en contacto con el Señor, todo hombre se siente identificado y llamado a entrar en comunión con él. De ahí sigue una consecuencia evangelizadora: los hombres se sienten discípulos con «la disposición permanente de llevar a otros el amor
46 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 122 47 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 121 48 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 62
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de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino»49. 1.4.3 Una vivencia de Iglesia El encuentro pleno con Jesucristo necesariamente es una experiencia que se vive en la Iglesia, que es su cuerpo místico, pueblo reunido en la unidad de la Santísima Trinidad para constituirlo como una comunidad cultual que: realiza numerosas acciones rituales que tiene como objetivo la gloria de Dios y la santificación del hombre, y que son todas, de distinto modo y en diverso grado, celebraciones del Misterio pascual de Cristo, orientadas a realizar la voluntad de Dios de reunir a los hijos dispersos en la unidad de un solo pueblo50. 1.4.4 Piedad popular y evangelización Por su particular característica de sintetizar la cultura y la fe, la piedad popular es en realidad «verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios»51, y por ser acción misionera de la Iglesia debe ser bien orientada «sobre todo mediante una pedagogía de evangelización»52. Dicha pedagogía, más que un sistema metodológico, consiste en acciones concretas para aprovechar la riqueza contenida en estas manifestaciones. Dentro de esas acciones vale tener presente: a) El acompañamiento pastoral, los obispos y los presbíteros debemos «estar, acompañar y vivir, estas pequeñas acciones de piedad de nuestros fieles»53, si bien son una acción espontánea de los fieles, muchas veces, las buscan porque nosotros no les comunicamos el mensaje de Salvación. b) Deben ser motivo de estudio, de los futuros pastores, en la formación permanente y en la formación de los laicos, no como un fenómeno aislado, sino como una realidad de la fe, que hace parte de la vida de las comunidades y que exige ser tomada muy en serio.
49 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 127 50 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 81 51 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 122 52 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 48 53 L.J. BRENES, «Aspectos que sería necesario purificar en la piedad popular», en PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMERICA LATINA, La piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina, 150
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c) Ponerla en contacto con la Palabra de Dios Como en la escucha de la Palabra de Dios se edifica y crece la Iglesia, el pueblo cristiano debe adquirir familiaridad con la Sagrada Escritura y llenarse de su espíritu, para traducir en formas adecuadas y conformes a los datos de la fe, el sentido de piedad y devoción que brota del contacto con el Dios que salva, regenera y santifica. En las palabras de la Biblia, la piedad popular encontrará una fuente inagotable de inspiración, modelos insuperables de oración y fecundas propuestas de diversos temas. Además, la referencia constante a la Sagrada Escritura constituirá un índice y un criterio, para moderar la exuberancia con la que no raras veces se manifiesta el sentimiento religioso popular, dando lugar a expresiones ambiguas y en ocasiones incluso incorrectas54. d) Armonizarla con la liturgia Liturgia y piedad popular son dos expresiones cultuales que se deben poner en relación mutua y fecunda: en cualquier caso, la Liturgia deberá constituir el punto de referencia para “encauzar con lucidez y prudencia los anhelos de oración y de vida carismática” que aparecen en la piedad popular; por su parte la piedad popular, con sus valores simbólicos y expresivos, podrá aportar a la Liturgia algunas referencias para una verdadera enculturación, y estímulos para un dinamismo creador eficaz55. El testimonio de vida, entendido en toda la extensión de su significado, con lo cual quiero decir que: las metas de peregrinación deben ser lugares donde se promueve y vive la autentica caridad; los agentes de la piedad popular deben resplandecer por su coherencia de vida; las diversas expresiones deben ser invitación y oportunidad para la vida conforme al Evangelio; en últimas, respondiendo a la urgencia que hoy vive la comunidad humana, por la fuerza del testimonio, debe ser un aporte para «lograr la sabiduría de un humanismo cristiano al afirmar radicalmente la dignidad de toda persona humana como hijo de Dios y establecer una fraternidad fundamental»56.
54 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 87 55 Ivi, 58 56 L.J. BRENES, «Aspectos que sería necesario purificar en la piedad popular», en PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMERICA LATINA, La piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina, 155
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Una última anotación, no por ello la menos importante, y que también sirve como conclusión al capítulo; todo esfuerzo por comprender el sentido, la historia, los protagonistas y el papel de la piedad popular en la tarea evangelizadora debe llevar a descubrir el verdadero tesoro que ella contiene, Jesucristo, así cuando los hombres lo descubran se sientan llamados a imitar a aquel personaje del Evangelio: «de tanta alegría que le da, va, vende lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13, 44).
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CAPÍTULO II
La nueva evangelización, la alegría de anunciar a Cristo al mundo actual Después de haber reconocido en la piedad popular un ambiente apropiado para anunciar el Evangelio, pasaré a describir la nueva evangelización, esa llamada que la Iglesia, en los últimos decenios, ha hecho a todos los fieles para portar el mensaje de salvación al corazón de los hombres de nuestro tiempo. Hablar de nueva evangelización remite inmediatamente, entre otras, a preguntas como ¿por qué hablar de nueva, es que hay una antigua? ¿en qué consiste esa novedad? ¿qué mensaje “novedoso” contiene? ¿a quienes les corresponde anunciar? ¿a quienes va dirigida? Responder a estas cuestiones siguiendo la enseñanza de los pastores de la Iglesia y descubrir las exigencias actuales de la tarea misionera será el objetivo que abordaré en el presente capitulo. 2.1 El mundo actual Antes de responder a las cuestiones que plantea la nueva evangelización, resulta importante hacer una presentación sobre la realidad del mundo actual, pues los constantes cambios de ese panorama son los que han determinado que los pastores de la Iglesia universal hayan querido calificar como “nuevo” el envío a anunciar el Evangelio. En 1961, en la antesala del concilio Vaticano II, el entonces profesor Joseph Ratzinguer escribió el texto de una conferencia que su obispo, el cardenal Joseph
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Frings, pronunciaría en la diócesis de Génova57, en el escrito el joven profesor de la universidad de Bonn afirmó: «nuestro tiempo… es un tiempo nuevo, determinado por múltiples fuerzas de un siglo lleno de transformaciones que le afectan»58. Meses después el Papa Juan XXIII en la solemne inauguración de la asamblea conciliar destacaba la urgencia de anunciar la integridad del mensaje de Jesucristo «exponiéndola a través de las formas de investigación y las fórmulas literarias del pensamiento moderno»59, para responder a las exigencias de una época marcada por el progreso y el cambio. El Concilio mismo reconoció tal situación y la describió acertada y proféticamente: «El género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero»60. Cincuenta años después el sínodo de los obispos ha verificado la actualidad de esa conciencia conciliar y ha ratificado la necesidad de «una particular atención para el anuncio del Evangelio, para dar razón de nuestra fe en un contexto que, respecto al pasado, presenta muchos rasgos de novedad y de criticidad»61. Este breve recorrido por el reciente discernimiento de la Iglesia deja claro que el adjetivo “nueva” que se propone para calificar la evangelización en este tiempo, se comprende siempre en estrecha referencia a la realidad que viven los hombres y mujeres a quienes se les va a anunciar la Buena Nueva. A continuación paso a exponer los rasgos más característicos de la época actual, que también pueden ser entendidos como los desafíos que se plantean a la nueva evangelización.
57 Algunas semanas antes del inicio del Concilio Vaticano II, el cardenal Giusseppe Siri, arzobispo de Génova, invitó al cardenal Joseph Frings a dar una conferencia sobre el tema “El Concilio Vaticano II frente al pensamiento moderno”. El anciano arzobispo 58 de Colonia la pronunció el 20 de noviembre de 1961, pero, como estaba saturado de trabajo, pidió ayuda al entonces joven profesor Joseph Ratzinger, teólogo de su confianza, quien escribió todo el texto que, después, fue publicado, obviamente, con el nombre del cardenal. Así llegó hasta Juan XXIII, que lo leyó, y, en una audiencia posterior, abrazó al cardenal Frings, diciéndole: «Precisamente, éstas eran mis intenciones al convocar el concilio». Entonces, el cardenal sintió el deber de revelar al Papa quién era el autor de aquellas páginas. El texto expone las transformaciones profundas que habían ocurrido después del Concilio Vaticano I (1869-1870) y que exigían convocar un nuevo concilio. Cf. PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE, Revista antropológica Humanitas, 70 J. FRINGS – J RATZINGER, «El Concilio frente al pensamiento moderno», en Humanitas 70 59 JUAN XXIII, Discurso Gaudet Mater Ecclesia en la solemne apertura del Concilio Vaticano II (11.10.1962), en AAS 54 (1962) 786-796 60 CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 4 61 SÍNODO DE LOS OBISPOS XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA, La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, instrumentum laboris, 42
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2.1.1 El mundo científico - técnico Con el término de mundo científico-técnico no se está haciendo referencia a espacios físicos o geográficos, sino a las personas que habitan este nuevo contexto particular, hombres y mujeres movidos por un espíritu generado por los acelerados cambios científicos y técnicos, en los que «prevalecen la eficacia, la organización, la competencia; un hombre predominantemente cerebral e individualista que concibe la bondad de la vida a partir de resultados prácticos o de lo que haya personalmente producido»62; No obstante, hay que reconocer los innumerables bienes con los que ha sido beneficiada la sociedad humana a través de los citados alcances. El nuevo espíritu científico-técnico propone además la tentación de hacer de la ciencia “nuestra nueva religión”. Nos encontramos frente al surgimiento de nuevas formas de gnosis, que asumen la técnica como forma de sabiduría, en vista de una organización mágica de la vida, que funcione como criterio para conocer la realidad y dar un sentido a las cosas. Asistimos al afirmarse de nuevos cultos. Éstos instrumentalizan en modo terapéutico las prácticas religiosas que los hombres están dispuestos a vivir, estructurándose como religiones de la prosperidad y de la gratificación instantánea63. Esta realidad plantea a la Iglesia el desafío de tomar conciencia sobre lo que significa la novedad de la época, no es simple diferencia con la edad precedente, sino un profundo cambio en el concepto mismo de experimentar la vida, de ahí que se debe «evitar la ingenuidad de que los adelantos tecnológicos están a nuestra disposición sin modificar en nada nuestro modo de percibir la realidad»64. Por otra parte la Iglesia tiene la tarea de defender la razón humana y hacer el llamado a reconocerla en su valor abierto a la trascendencia.
2.1.2 Mundo consumista Es innegable la significación histórica y la contribución al bienestar de la humanidad que los adelantos científico-tecnológicos han aportado en los últimos decenios65. A la par del progreso, ese avance ha dado también origen a la cultura del bienestar, que a su vez ha promovido una acelerada expansión económica cuya consecuencia natural es la llamada sociedad de consumo.
62 M. SÁNCHEZ MONGE, Fe y nueva evangelización, XIX 63 SÍNODO DE LOS OBISPOS, XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA, La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, instrumentun laboris, 58 64 A. SPADARO, Cyberteologia, 14. (La traducción es personal). 65 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 52
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En el mundo consumista «se procura un exceso de bienes, se crean falsas necesidades, la producción tiende a convertirse en un fin en sí misma, lo superfluo se convierte en necesario, el hombre se convierte en consumidor»66, más aun, el hombre se convierte en un producto, en una cifra cuantificable que tiene que defenderse de algún modo y por ello responde por medio de su afán de producir, el ansia de comprar, se esclaviza a sí mismo y pierde el sentido de la vida. El Papa Francisco denuncia que el consumismo actual reduce la realidad a un simple espectáculo al que se asiste de la manera más insensible: «La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera»67. El desafío que plantea esta realidad consiste en el anuncio de la dignidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios (Cf. Gen 1,26) para ser señor de la tierra y llenarla (Cf. Gen 1,28). 2.1.3 El mundo de la increencia Reflexionando sobre las recientes transformaciones del orden mundial el Papa Benedicto XVI afirmó: Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios en campo económico, en el proceso de mezcla de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios de masas, y en la creciente interdependencia entre los pueblos. Todo esto ha tenido consecuencias también para la dimensión religiosa de la vida del hombre. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios innegables de esas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de su esperanza (Cf. 1Pe 3,15), por otro, se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador y la comprensión común de las experiencias fundamentales del hombre como nacer, morir, vivir en una familia, y la referencia a una ley moral natural. Aunque algunos hayan acogido todo ello como una liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace donde el hombre, al querer ser el único artífice de su naturaleza y de su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las
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M. SÁNCHEZ MONGE, Fe y nueva evangelización, XXI FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 54
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cosas68. Ante la claridad de la visión del pontífice, solo resta concluir que el estimulo que ofrece esta realidad para dar razón de la esperanza debe traducirse en una tarea muy concreta, como afirman los obispos de Austria: «concentrarnos sobre lo esencial del contenido de fe, para exponerlo en forma esencial, es decir, privilegiar en primer plano las líneas fundamentales de la fe en base a la jerarquía de la verdad»69. 2.1.4 La nueva sensibilidad por el hombre y retorno a lo sagrado Como se puede ver en lo dicho anteriormente, este es un tiempo de crisis, de cambios profundos, pero también de discernimiento, en ese proceso la humanidad entera está redescubriendo su sensibilidad por el hombre y siente el impulso de retornar a lo sagrado; ese movimiento se caracteriza concretamente por Una gran sensibilidad por la dignidad de la persona y su libertad, crece la sensibilidad por los derechos humanos y los derechos de las minorías tienden a ser cada vez más respetados. Se aprecia un aumento de solidaridad social respecto a los países más pobres y se multiplican las iniciativas basadas en la solidaridad social70. Sin negar el valor de ese retorno, no se puede dejar de reconocer que con estas experiencias se quiere dar respuesta a la necesidad religiosa, con lo cual se arriba consecuentemente a la asunción de una espiritualidad individualista. Otra amenaza es que la mentalidad consumista ha descubierto, en el entorno de lo sagrado, un atrayente “outlet” al que cada día surte con novedosas promociones y por ello los hombres «se encuentran delante de una gran variedad de proveedores y ofertas de sentido; las ofertas “wellness” que prometen “más” de un simple bienestar, gran variedad de cursos de meditación, prácticas esotéricas… que prometen en breve la satisfacción de los profundos deseos y nostalgias»71. Ese consumismo espiritual tiene otra consecuencia, lo que el Papa Francisco llama la mundanidad espiritual que busca «en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal»72.
68 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica Ubicumque et Semper, 21.09.2010 69 CONFERENZA EPISCOPALE AUSTRIACA, Annuncio e nuova evangelizzazione nel mondo di oggi, 16. (Traducido de la versión italiana). 70 M. SÁNCHEZ MONGE, Fe y nueva evangelización, XXVI 71 CONFERENZA EPISCOPALE AUSTRIACA, Annuncio e nuova evangelizzazione nel mondo di oggi, 15. (Traducido de la versión italiana). 72 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 93
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El retorno a lo sagrado también ofrece oportunidades interesantes: «en el mundo actual, en gran medida desacralizado y secularizado, puede revelarse como un útil camino de evangelización, a lo largo del cual hallamos compañeros de camino que al principio en absoluto nos hubiéramos imaginado»73. Que a su vez plantean un doble desafío, de una parte poner al centro a Jesucristo y de la otra, salir al encuentro de los otros. Concluyendo la descripción de algunos de los aspectos característicos del mundo actual, se verifica que hoy, como en muchas otras ocasiones a lo largo de los últimos dos mil años «los grupos en que vive la Iglesia cambian completamente con frecuencia por varias causas, de forma que pueden originarse condiciones enteramente nuevas.»74, que constituyen un reto para la Iglesia, urgiéndola a dedicar «una atención particular para el anuncio del Evangelio, a fin de dar razón de la propia fe en realidades diferentes a las del pasado»75. 2.2 La nueva evangelización La Iglesia se ha propuesto responder al desafío que constituyen las nuevas condiciones de la cultura y el mundo, convocando a todos sus hijos a una nueva evangelización. Exponer los elementos que permitan comprender el significado de este término y ubicarlo en el contexto de la presente investigación es el objetivo trazado para esta parte del capítulo. 2.2.1 ¿Por qué hablar de nueva evangelización? He titulado en modo de pregunta este parágrafo porque no es tarea fácil definir la nueva evangelización, es una cuestión abierta y su respuesta trasciende nuestras capacidades. La Iglesia es consciente de la permanente situación de cambio que vive el mundo en todos sus ámbitos y del modo como esos cambios inciden en la manera de pensar y de vivir del hombre, por eso actualiza su compromiso con la misión recibida de Cristo: «Id pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20). Y reconoce que «las condiciones de la sociedad en que vivimos nos obligan a revisar los métodos y buscar los medios adecuados para llevar al hombre moderno el mensaje cristiano pues,
73 K. KOCH, «¿Misión o des-misión de la Iglesia?», en G. AUGUSTIN, ed., El desafío de la nueva evangelización, 60 74 CONCILIO VATICANO II, Decreto Ad Gentes, 6 75 BENEDICTO XVI, discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, 30.05.2011
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solo en el puede encontrar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para el empeño de la solidaridad humana»76. Los Papas, desde Juan Pablo II hasta Francisco, han llamado a esa respuesta “nueva evangelización”, siempre calificandola de “nueva” en relación a la condición de novedad que presenta la época actual77. Así las cosas, se habla de nueva evangelización no para hacer «un juicio negativo sobre el trabajo realizado por la Iglesia hasta el día de hoy, como si hubiera una evangelización que ha fracasado, y por ello sea necesaria una “nueva”»78. Se habla de nueva evangelización en el sentido que ella es «una forma mediante la que el mismo Evangelio de siempre se anuncia con un nuevo entusiasmo, con nuevos lenguajes comprensibles en una situación cultural diferente, y con nuevas metodologías capaces de transmitir el sentido profundo que permanece inalterado»79. Y porque supera la novedad de cualquier otra propuesta pues, «El Evangelio es el anuncio siempre nuevo de la salvación obrada por Cristo para hacer a la humanidad partícipe del misterio de Dios y de su vida de amor y abrirla a un futuro de esperanza fiable y fuerte»80. Finalmente, es importante tener claro que:
76 PABLO VI, Discorso al Sacro Collegio (22.06.1973), en AAS 65 (1973) 381-382. (traducción personal) 77 Las siguientes son solo algunas citas de las intervenciones de referencia donde los últimos tres pontífices han llamado a este empeño misionero “nueva evangelización”: «En esta nueva época, en las nuevas condiciones de vida, vuelve a ser anunciado el Evangelio. Se ha dado comienzo a una nueva evangelización, como si se tratara de un segundo anuncio, aunque en realidad es siempre el mismo». JUAN PABLO II, homilía Santuario de la Santa Cruz de Mogila (Polonia), 08-06-1979. «El término “nueva evangelización” recuerda la exigencia de una modalidad renovada de anuncio, sobre todo para aquellos que viven en un contexto, como el actual, donde los desarrollos de la secularización han dejado graves huellas incluso en países de tradición cristiana». BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, 30-05-2011. «En nuestro tiempo se verifica a menudo una actitud de indiferencia hacia la fe, que ya no se considera importante en la vida del hombre. Nueva evangelización significa despertar en el corazón y en la mente de nuestros contemporáneos la vida de la fe» FRANCISCO, Discurso a los participantes en la plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, 14-10-2013 78 R. FISICHELLA, «Reflexión teológica sobre la nueva evangelización», en Mapa de la nueva evangelización, 9 79 R. FISICHELLA, La nueva evangelización, 29 80 BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, 30.05.2011
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Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre “nueva”81. 2.2.2 Vivir hoy el mandato del Señor Nueva evangelización significa vivir hoy el mandato del Señor: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15), mandamiento siempre nuevo por su contenido y por el renovado envío a evangelizar y a ser evangelizados. La vivencia actual del envió misionero tiene además una razón esencial, si la Iglesia fue edificada para evangelizar, lo continua siendo hoy, ella «es misionera por naturaleza»82, su tarea consiste en continuar la obra de Jesucristo su fundador, primer y supremo evangelizador, anunciar el Evangelio es necesaria e insustituible expresión de la esencia cristiana83. Vivir hoy el mandato misionero de Jesús, significa sentirse parte de esa historia viva, que no solo nos porta al pasado, sino que nos impulsa hacia el futuro; nos hace testigos de un grato pasado en medio del presente que vive una humanidad necesitada de reencontrarse con su historia para abrirse con esperanza al futuro84. El mandato de Jesucristo, esperanza de todas las gentes, reclama ser vivido hoy, pues a pesar de los signos de oscuridad
tanto en el mundo no cristiano como en el de antigua tradición cristiana, existe un progresivo acercamiento de los pueblos a los ideales y a los valores evangélicos, que la Iglesia se esfuerza en favorecer. Hoy se manifiesta una nueva convergencia de los pueblos hacia estos valores: el rechazo de la violencia y de la guerra; el respeto de la persona humana y de sus derechos; el deseo de libertad, de justicia y de fraternidad; la tendencia a superar los racismos y nacionalismos; el afianzamiento de la dignidad y la valoración de la mujer85.
81 82 83 84 85
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 11 CONCILIO VATICANO II, Decreto Ad Gentes, 2 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica Ubicumque et Semper, 21.09.2010 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 13 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris Missio, 86
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Capítulo II - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
2.2.3 Jesucristo, centro de la nueva evangelización «El riesgo de que la expresión “nueva evangelización” pueda aparecer como una formula abstracta es real: para evitarlo es necesario que sea clarificada resaltando los contenidos que permitan captar su sentido y finalidad»86. Por eso, siguiendo el ejemplo de la primera generación de evangelizadores, al comunicar la Buena Nueva al mundo actual, es necesario tener claro que: Jesús en persona es la “Buena Nueva”, como él mismo afirma al comienzo de su misión en la sinagoga de Nazaret, aplicándose las palabras de Isaías relativas al Ungido, enviado por el Espíritu del Señor (Cf. Lc 4, 14-21). Al ser él la “Buena Nueva”, existe en Cristo plena identidad entre mensaje y mensajero, entre el decir, el actuar y el ser. Su fuerza, el secreto de la eficacia de su acción consiste en la identificación total con el mensaje que anuncia; proclama la “Buena Nueva” no sólo con lo que dice o hace, sino también con lo que es87. Al ser Jesucristo el centro de esta renovada proclamación, ella no se debe limitar a la simple narración de los pasajes más expresivos del Evangelio, al contrario, debe ofrecer respuestas claras a las inquietudes de las mujeres y de los hombres de nuestro tiempo, para ello debe contener siempre como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. No una salvación puramente inmanente, a medida de las necesidades materiales o incluso espirituales que se agotan en el cuadro de la existencia temporal y se identifican totalmente con los deseos, las esperanzas, los asuntos y las luchas temporales, sino una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único Absoluto Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad88. Para que la novedad de la evangelización no se reduzca a un mero lema, ella misma debe ser creativa, sorprender con su respuesta. Cristo, es la Palabra, «Todo se hizo por ella, y sin ella nada se hizo» (Jn 1,3) por eso al comunicar la Buena Nueva que es Él mismo, todo se renueva,
Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad
y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los 86 87 88
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R. FISICHELLA, La nueva evangelización, 53 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris Missio, 13 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 27
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cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad
divina89.
2.2.4 La nueva evangelización, una acción del Espíritu Santo El Magisterio reciente de los Papas ayuda a comprender muy bien porque la nueva evangelización es una acción del Espíritu Santo. En la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, que bien puede ser considerada la hoja de ruta del renovado envío misionero hecho a la Iglesia por los padres conciliares, el Papa Pablo VI afirmaba: «No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo»90, pues es el Paráclito quien manifiesta, conduce y lleva a término la misión de Jesús, continua actuando en la misión apostólica y hoy, «igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado»91. Continuaba resaltando la acción discreta pero insustituible del divino Espíritu, para concluir, que en definitiva el agente principal de la evangelización es el Espíritu Santo: Él es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación. Pero se puede decir igualmente que Él es el término de la evangelización: solamente Él suscita la nueva creación, la humanidad nueva a la que la evangelización debe conducir, mediante la unidad en la variedad que la misma evangelización querría provocar en la comunidad cristiana. A través de Él, la evangelización penetra en los corazones, ya que Él es quien hace discernir los signos de los tiempos -signos de Diosque la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia92 Años después, en 1990, en la encíclica Redemptoris missio sobre la permanente validez del mandato misionero, el Beato Juan Pablo II retoma las enseñanzas de su predecesor y las explica ampliamente enriqueciéndolas con un sólido fundamento bíblico teológico, para terminar afirmando que los nuevos tiempos de una humanidad en movimiento y búsqueda, exigen un nuevo impulso evangelizador, que debe afrontarse con una valentía apostólica basada en la confianza en el Espíritu, pues Él es: el protagonista de la misión93. En el quinto capítulo de la exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, el Papa Francisco se detiene 89 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 11 90 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 75 91 Ibidem 92 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 75 93 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptor Missio, 30
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ampliamente (números 259 a 283) para explicar en qué sentido el Espíritu Santo es el protagonista de la siempre nueva misión de la Iglesia y exhorta a la confianza plena en él, invocándolo: «Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él “viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8,26). Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente»94. 2.3 Los nuevos evangelizadores Después de haber presentado las características de la nueva evangelización y haber ubicado el centro y el protagonista, aparece el lugar para hablar del sujeto del anuncio del Evangelio en el mundo actual. Como el objetivo central y la extensión del presente trabajo no contemplan la exposición rigurosa de la identidad de los nuevos evangelizadores, buscaré describir algunas de las más representativas actitudes de los discípulos misioneros de la época presente. Antes de presentar dichas características vale aclarar que: «En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar»95. Siguiendo al Papa Francisco en su primera exhortación apostólica, cuando me refiero a los nuevos evangelizadores, no estoy describiendo un grupo o fuerza especial de la Iglesia escogida para dicha tarea; las notas que a continuación propongo pueden ser entendidas mejor, como las actitudes que todos los bautizados debemos cultivar para llevar a cabo la misión que se nos ha confiado desde el instante de nuestra consagración bautismal. El evangelio describe detalladamente las instrucciones que Jesús da a los primeros enviados a evangelizar, (Cf. Mt 10, 5-15), esas recomendaciones valen también para los nuevos evangelizadores. La V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, releyendo esas páginas evangélicas ofreció una interpelante descripción de los misioneros enviados al mundo actual: Todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma96. A continuación expondré las actitudes de los nuevos evangelizadores.
94 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 280 95 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 119 96 V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento conclusivo, 144
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2.3.1 Discípulos a la escucha del Evangelio El recientemente creado cardenal de la Iglesia, monseñor Fernando Sebastián describe los evangelizadores como discípulos que primero aprenden la fidelidad al Maestro: La fidelidad del mensajero no es solamente una fidelidad doctrinal, teórica, se trata más bien de una fidelidad vital, integral sin la cual el mensajero no es capaz de entender la sabiduría escondida ni puede tampoco anunciarla… el enviado tiene que ser antes discípulo, imitador, seguidor y conviviente con el maestro del todo identificado con él, en el pensar y en el vivir97. Antes de enviar a los Apóstoles, Jesús «subió al monte y llamó a los que quiso, cuando estuvieron junto a él, creó un grupo de doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 13-14). Con este ejemplo Jesucristo que «ha sido el primero y más grande evangelizador»98 deja claro que para poder anunciar, antes hay que “estar con él” pues «el “discipulado” y la “misión”, puede decirse, son como las dos caras de la misma moneda. En el centro y como eje generador está la “vida”: el discipulado es la “vida nueva” en la persona de Jesús, nos dice san Pablo (Ga 2,20-21), y la misión es el ofrecimiento de esta vida a todos»99. El discipulado es ante todo hacer experiencia con el Maestro. Los nuevos evangelizadores encuentran hoy un lugar para hacer la experiencia del discipulado en la lectura de la Palabra de Dios, sobre todo del Evangelio pues «todas las páginas de los evangelios nos ponen de cara ante las actitudes y acciones reveladoras de Jesús»100. «La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (Hch 1,8)»101. Solo estando con Jesús, compartiendo su vida, hoy manifestada en el rostro de los pobres y de los que sufren, compartiendo sus momentos de intimidad con el Padre a través de momentos de oración, compartiendo su destino de pasión y cruz, es como el discípulo se enamora de Jesús y como afirman los obispos de Aparecida «cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva»102. 97 F. SEBASTIÁN, Evangelizar, 186 98 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, 7 99 CELAM, Plan global 2007- 2011, http://www.celam.org, 21-22 100 Ivi, 24 101 V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento conclusivo, 145 102 Ibidem
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2.3.2 Vivir el Reino Consecuencia inmediata de ser discípulo de Jesús es comprender que Él se identifica con el Reino que anuncia, por tanto, los nuevos evangelizadores deben vivir el Reino, lo cual, teniendo en cuenta la identidad del discípulo significa: Vivir intensamente el Evangelio que queremos anunciar… vivir con Jesús en oración asidua, en abnegación y pobreza, en comunión y obediencia, en entusiasmo misionero, en verdadero espíritu de misión, como los Apóstoles, los santos misioneros, muy desde el corazón de la Iglesia, muy con el amor de Cristo a entrar en relación con los hermanos alejados103. Vivir el Reino significa hacer realidad eso que dice san Pablo a los Gálatas «yo ya no vivo, pero Cristo vive en mí» (Ga 2,20) que no se refiere a una anulación de la propia persona o ser un repetidor inconsciente de mensajes y de signos, se trata, como afirmaba el Papa Benedicto XVI, «de una renovación radical del propio ser, similar, por muchos aspectos, a un volver a nacer. Una transformación semejante tiene su fundamento en la participación en el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, y se delinea como un camino gradual de conformación a él»104. Cuando vive el Reino, el mensajero es más autentico pues sus palabra y sus obras brotan de Cristo mismo, que es Verdad y Vida, esta vivencia es lo que garantiza el éxito de toda la nueva evangelización, pues el mismo Jesús ha dicho que allí está la máxima aspiración del hombre: «Buscad el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura» (Mt 6,33). 2.3.3 Anunciar con la fuerza del Espíritu Santo Como la misión de los nuevos evangelizadores en relación con la de los primeros enviados a comunicar la Buena Nueva no difiere en la esencia, sino en los modos de expresarla, hoy como en ese entonces, los mensajeros deben estar llenos de Espíritu Santo (Cf. Hch 2,1-13). Porque es Él quien los llena de valor y los hace salir a los confines del mundo. El Espíritu Santo es quien les enseña lo que deben decir (Cf. Lc 12,12) y les dona la fuerza para vencer al espíritu que domina al mundo actual. El Papa Benedicto XVI en las motivaciones para la creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, afirmaba que era necesario para la Iglesia dejarse renovar por la fuerza del Espíritu Santo para poder presentarse «al mundo contemporáneo con un impulso capaz de
103 F. SEBASTIÁN, Evangelizar, 287-288 104 BENEDICTO XVI, Homilía Fiesta de la Conversión de San Pablo, 25-01-2012
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promover una nueva evangelización»105. Y El Papa Francisco hablándole a los movimientos eclesiales en la solemnidad de Pentecostés, exhortaba a toda la Iglesia: El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo. El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar. El Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga. El Espíritu Santo es el don por excelencia de Cristo resucitado a sus Apóstoles, pero Él quiere que llegue a todos. Jesús…, dice: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros» (Jn 14,16). Es el Espíritu Paráclito, el «Consolador», que da el valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio. El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo106. Para recibir la fuerza del Espíritu Santo los nuevos evangelizadores deben imitar la humildad y disponibilidad de María (Cf. Lc 1,38), dejarse habitar por Él y como los Apóstoles en Pentecostés (Cf. Hch 1, 12-14), reunirse junto a la Madre del Señor en espera de su venida e invocando la plenitud de los dones que porta para la Iglesia. 2.4 Los destinatarios de la nueva evangelización Destinatario de la nueva evangelización es «el hombre concreto, histórico siempre radicado en una determinada situación y siempre influenciado de condicionamientos psicológicos, sociales, culturales y religiosos»107. El género humano, todos los hombres, sin excepción alguna somos destinatarios del nuevo anuncio del Evangelio. Con lo dicho anteriormente, se constata la complejidad de la descripción de los destinatarios de la contemporánea misión eclesial, por eso al concluir este desarrollo sobre la nueva evangelización, expondré algunos de los rasgos característicos de la cultura en la que vivimos y que influencia nuestro modo de pensar y de vivir, en esta descripción siempre estará al centro el todo de la persona, donde “todo” significa la integralidad del ser individual así como la unidad de todos los hombres.
105 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica Ubiuquem et Semper, 21.09.2010 106 FRANCISCO, Homilía en la solemnidad de Pentecostés, 19.05.2013 107 CONFERENZA EPISCOPALE AUSTRIACA, Annuncio e nuova evangelizzazione nel mondo di oggi, 43. (Traducido de la versión italiana).
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Punto de partida de esta exposición es el concepto que la Iglesia tiene de cultura, para ello resulta fundamental el siguiente párrafo de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes:
Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano108. Según esta enseñanza de los padres conciliares, la cultura es plenamente humana, ayuda a consolidar la humanidad del hombre, por ello, en un esfuerzo de síntesis y buscando poder dar respuesta a la compleja pregunta sobre quiénes son los destinatarios de la nueva evangelización, seguiré el esquema del discernimiento que realizó el entonces profesor Joseph Ratzinguer, en 1961, en la aurora del Vaticano II109. 2.4.1 La experiencia de la unidad del género humano El desarrollo científico y tecnológico, especialmente en los campos de las comunicaciones y el transporte ha provocado la contracción de las fronteras entre los países y las culturas, poco a poco los hombres se sienten un pueblo formado por habitantes provenientes de todos los pueblos; hoy se vive la experiencia del primer siglo cristiano donde la lengua de la Koiné era el referente de las relaciones entre las naciones, todos se entendían por medio de este lenguaje que además estaba impregnado de las creencias y filosofía de la época. La Iglesia se encuentra frente a una humanidad que posee un lenguaje unificado a causa de la civilización de la técnica, esto es una oportunidad, para hacer de la moderna versión de la Koiné un lenguaje por el cual se comunica la integridad del mensaje del Evangelio de Jesucristo110. 2.4.2 La experiencia de la técnica Aquí la pregunta debe ser contextualizada en la situación religiosa del hombre, pues la mencionada experiencia abarca todos los ámbitos de la humanidad. 108 CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 53 109 Cf. nota 1. PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE, Revista antropológica Humanitas, 70 110 J. FRINGS-J.RATZINGUER, «El Concilio frente al pensamiento moderno», en Humanitas 70
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Dicho interrogante debe centrarse en los efectos que la técnica ejerce sobre el hombre. Es fácil comprobar que hoy, el principal canal por medio del cual las personas tienen contacto con la naturaleza es a través de la técnica, esto no es del todo nocivo, pero la cada vez más grande dificultad del encuentro del que ha sido puesto como señor de la creación, con la creación misma a portado como consecuencia, que una de las fuentes más originales de la existencia religiosa del hombre haya sido cortada. Se ha divinizado el mundo y el hombre experimenta una veneración hacia sí mismo, de ahí que la situación de la religión en el mundo actual ha cambiado radicalmente111. 2.4.3 La fe en la ciencia Para comprender el cambio de situación religiosa de los destinatarios de la nueva evangelización, la Iglesia primero debe comprender el fenómeno llamado “la fe en la ciencia”. El hombre, fascinado porque lo impensable en tiempos pasados ahora se cumple fácilmente, ha depositado toda su confianza en la ciencia, incluso para buscar solución a las profundas de sus inquietudes. El hombre contemporáneo sensible a las novedades y al cumplimiento de las esperanzas, aguarda que la Iglesia le ayude a descubrir el sentido de la fe, para cumplir esa tarea, le debe presentar una religión plenamente fiel al Evangelio, que dice lo esencial con la profundidad que el hombre puede esperar y acoger112. 2.4.4 Las ideologías Para comprender el sentir de los corazones de los destinatarios de la nueva evangelización, hay que partir de un fenómeno muy actual: me refiero a las ideologías, que a su vez son acentuadas por diferentes corrientes intelectuales, según el hombre tenga contacto. Las ideologías ocupan hoy el lugar de la fe e invitan a construir una religión sin religión, con el agravante que no ofrecen conexión espiritual y sentido de vida. De ahí, que hoy la humanidad espera que se le trasmita la fe como verdadera respuesta a su búsqueda de sentido; la fe tiene que ser presentada con todo el cumulo de valores que posee y que las ideologías pretenden ocultar; anunciar la salvación como una aspiración superior a todas las otras; por último encender un nuevo ardor por «la tierra como creación que testimonia la grandeza de Dios y destinada a la salvación en Cristo, que no solo es cabeza de su Iglesia, sino también Señor de la creación (Cf. Fil 2,9-10)»113. 111 J. FRINGS-J.RATZINGUER, «El Concilio frente al pensamiento moderno», en Humanitas 70 112 Ibidem 113 Ibidem
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Hombres y mujeres, habitantes de un mundo global que poseen un lenguaje que los acomuna en torno a los avances tecnológicos pero que no se pueden comunicar entre ellos mismos, cada día están más lejanos entre ellos mismos, más encerrados en sí mismos; con posibilidades extraordinarias de desplazarse y entrar en contacto con la gran obra de la creación y al tiempo cada vez más distantes del paraíso que su Creador les ha confiado y de la maravillosa experiencia de comunicar con la vida; tienen al alcance de la mano novedosos instrumentos que ofrecen soluciones inmediatas a problemas que hasta hace poco parecían no tener solución, sin embargo, sus corazones experimentan tristeza, vacio e insatisfacción pues, han empezado a descubrir que sus ídolos «tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oreja y no oyen, tienen nariz y no huelen, tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, tienen garganta sin voz (Cf. Sal 115, 5-7)»; tienen muchas opciones para pensar y modos de expresar lo que sienten, no obstante descubren que su voz queda acallada por el rumor de tantos otros que gritan su propia verdad; en medio de esas realidades habita el hombre concreto e histórico que representa a todos los hombres, «Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable»114. La nueva evangelización no puede aparecer como un slogan más de la pastoral, por el contrario debe ser la confesión de la toma de conciencia que hoy, como en Pentecostés, vive bajo el soplo del Espíritu que la impulsa a salir de sí misma para vivir la dulce y confortadora alegría de evangelizar al mundo actual, que la llena de energía para anunciar el siempre nuevo Evangelio de Cristo, para que los hombres teniendo al Señor como centro de su existencia, alcancen en Él la verdadera Vida.
114 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 14
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CAPÍTULO III
Redescubrimiento del dogma, redescubrir a Cristo resucitado para anunciarlo al hombre de hoy El anuncio del único Evangelio de Jesucristo a los hombres de nuestro tiempo, a través de un lenguaje comprensible para ellos, es la misión que la Iglesia se propone realizar al convocar la nueva evangelización. Cristo es la Buena Nueva en persona, en Él existe plena identidad entre mensajero y mensaje115, de ahí que el Evangelio es la verdad perenne que debe ser comunicada a todos los hombres, de todos los tiempos. La verdad transmitida en la sucesión de los siglos ha sido acogida por los hombres de cada una de las generaciones a las que ha sido comunicada. La experiencia de ese encuentro Verdad-Culturas, después de particulares procesos, ha concluido en la formulación de contenidos doctrinales a los que se han llamado dogmas. Para la cultura contemporánea «la palabra dogma va asociada a la idea de un sistema doctrinal fijo que obliga en conciencia»116, relacionado con el pasado y visto como opuesto al progreso.
115 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris Missio, 13 116 K. RAHNER – K. LEHMANN, «kerigma y dogma», en J. FEINER - M. LÖHRER, Mysterium Salutis, I, 704
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Capítulo III - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
El “dogma” es en realidad una expresión de la vitalidad de la fe que profesa la Iglesia, es semejante al tesoro escondido en el campo del que habla Jesús en el Evangelio (Cf. Mt 13,44), cuando se comprende su significado produce alegría y genera un estilo de vida auténticamente cristiano. Por eso la necesidad de redescubrirlo y hallar los ámbitos eclesiales donde debe ser proclamado. En el presente capítulo expondré el sentido y el valor del dogma para la vida cristiana, algunos ejemplos de cómo en los primeros siglos la Iglesia descubrió el dogma, para luego hacer ver que la piedad popular es un ambiente para el encuentro con Cristo resucitado que envía a sus discípulos a la cultura moderna para anunciarlo con renovada alegría y nuevas expresiones. 3.1 El Dogma expresión viva de la fe Según el diccionario de la Real Academia Española redescubrir significa: «volver a sentir interés por algo o alguien que se había olvidado»117, al plantear el redescubrimiento del dogma no pretendo afirmar que la Iglesia haya perdido interés por él o que este haya sido olvidado, tampoco quiero calificar como deficiente el descubrimiento del mismo, lo que me propongo es, asumiendo la acepción superlativa que en la lengua española posee el prefijo “re”, subrayar la riqueza espiritual que contienen las formulaciones dogmaticas, no solo en la declaración formal sino en todo el tejido existencial en el que se desarrollan; redescubrir el dogma, significa ayudar a comprender que «dogma y vida cristiana se corresponden, la teología es el reflejo de la vida cristiana del creyente, teología y espiritualidad constituyen como un espejo del único misterio que da acceso a la salvación»118. Para cumplir dicha meta es necesario tener claro que es un dogma, cual es su contenido, como evoluciona y como debe ser acogido. 3.1.1 ¿Qué es un dogma? La popular enciclopedia virtual wikipedia dice que: «Un dogma es, una proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia»119, dado el amplio recurso a este instrumento digital como fuente de consulta, con seguridad se puede concluir que esta afirmación es tomada categóricamente como la definición de dogma por una gran cantidad de personas, ello explica el poco interés por las declaraciones doctrinales. Partiendo de esta realidad es claro que cuando se quiere hablar de dogma es necesario ubicarse en el contexto de la fe para comprender que el sentido actual del término es el
117 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, «redescubrir», Diccionario de la Lengua española, http:// www.rae.es/ 118 M. TENACE, Cristiani si diventa, 12. (Todas las citas de este título son traducción personal). 119 WIKIPEDIA, dogma, http://es.wikipedia.org
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fruto de un largo proceso de elaboración en el que se han tomado en cuenta las dimensiones de la persona y ha concurrido el aporte de muchas ciencias. Aquí expondré solo una síntesis de ese desarrollo. K. Rahner y K. Lehmann en el artículo «kerigma y dogma» publicado en la colección Mysterium Salutis, afirman que «dogma» es un término que comenzó a ser usado en el lenguaje filosófico por los antiguos griegos que lo entendía como «la doctrina, principio fundamental, teoría de una escuela o de un filósofo particular». En la tradición bíblica del Antiguo Testamento el término comienza a ser usado hablando de decretos reales (Cf. Dn 2,13; 6,10 Est 3,9). En el Nuevo Testamento, especialmente en la tradición de Lucas pasa con el sentido de ley obligatoria, de decretos reales (Cf. Lc 2,1 Hch 17,4), en conexión con la tradición judía. Los Padres, además de usar la expresión para hablar de prescripciones, la emplean para referirse también a la doctrina revelada del Evangelio; afirman los teólogos alemanes que a pesar del significativo empleo de la expresión en los escritos cristianos de los tres primeros siglos, para esa época, dista de ser una terminología exclusivamente referida a las verdades de fe. Citando a M. Elze destacan que, sería al final de la época patrística, con san Vicente de Lerins que el concepto de dogma es interpretado con «el significado de una verdad revelada que, de acuerdo con su esencia, es divina y ha sido confiada a la Iglesia bajo la forma de depositum fidei»; dicha interpretación, bastante cercana a la actual, fue difundida ampliamente en el tiempo de la Reforma como respuesta a las tesis innovadoras de los protestantes. En cuanto al uso del concepto dogma en la teología medieval, los citados autores afirman que no fue «constante y uniforme», pues para el tiempo, preferían usar el concepto «articulus». A su vez, interpretado en diversas perspectivas y según las exigencias culturales y religiosas del momento destacan que a principios del siglo XIII el concepto “articulus” fue interpretado bajo dos elementos constitutivos en intima conexión: el carácter de doctrina sobre la verdad de Dios y la obediencia de fe por ser ellos comunicación de Dios. Teniendo en cuenta los estudios de A. Lang sostienen que para santo Tomás en un artículo de fe se dan tres elementos: «1) solo las verdades reveladas entran dentro de los artículos de fe…, 2) Sólo verdades de fundamental importancia para la fe y la vida de fe son artículos de fe…, 3) su pertenencia a un símbolo»; para el aquinate lo central de un dogma es su correspondencia a la fe y la orientación que ofrece hacía la vida eterna. Los autores concluyen su estudio sobre este periodo indicando que la reflexión teológica en la alta escolástica, desde el punto de vista teórico no manifestó ningún interés por «la certeza objetiva de la fe», al centro de los estudios estaban otros elementos en torno a la formulación de la fe que no están en plena conexión con el desarrollo del concepto actual de dogma. Del periodo Tridentino subrayan que para términos como fe, herejía y dogma, no se adoptó una significación precisa; “dogma” era “pertinere ad fidem”, es decir, estar en contra de las tesis luteranas. Para Rahner y Lehmann el cambio de perspectiva
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en el empleo del concepto de dogma está marcado por las exigencias de la Reforma; tal movimiento tendrá su consecuencia en el Concilio Vaticano I 120 . Las raíces de la noción contemporánea de dogma se encuentra en la Constitución dogmática Dei Filius sobre la fe católica del Concilio Vaticano I que declara: «Ahora bien, debe creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio»121. A este concepto se llega porque el eco de la Reforma en las corrientes modernistas obliga a la teología católica y a la Iglesia «a plantearse de forma explícita el problema de la existencia del magisterio eclesiástico en la comunidad de la fe, del valor de las afirmaciones teóricas contenidas en el dogma, etc.»122. A partir de este concepto, para hablar de dogma «son necesarios dos elementos: la revelación de Dios y la definición de la Iglesia. Esta última puede proceder o del magisterio solemne de los concilios ecuménicos y del Papa, o a través del magisterio ordinario universal»123. La Comisión Teológica Internacional en 1989 publicó el documento titulado «La interpretación de los dogmas» donde explica en sentido amplio y en sentido estricto que entiende por «dogma» la Tradición eclesial:
se entiende por dogma en sentido amplio el testimonio magisterial obligatorio de la Iglesia sobre la verdad salvífica de Dios, prometida en el Antiguo Testamento, revelada definitivamente y en su plenitud por Jesucristo y permanentemente presente en la Iglesia por el Espíritu Santo… Dogma en sentido estricto (sentido que no se elaboró completamente hasta tiempos recientes) es una doctrina, en la que la Iglesia proclama de tal modo una verdad revelada de forma definitiva y obligatoria para la totalidad del pueblo cristiano, que su negación es rechazada como herejía y estigmatizada con anatema124. Al ser interpretado en sentido estricto se descubre que en el dogma concurren los elementos doctrinal y jurídico, incluso disciplinar y se descubre como una proposición de derecho sagrado que tiene ciertamente un fundamento bíblico, ante todo en el poder de atar y desatar, trasmitido por Jesucristo a la Iglesia, que tiene validez también en
120 K. RAHNER – K. LEHMANN, «kerigma y dogma», en J. FEINER - M. LÖHRER, Mysterium Salutis, I, 704 - 717 121 DS 3011 122 K. RAHNER – K. LEHMANN, «kerigma y dogma», en J. FEINER - M. LÖHRER, Mysterium Salutis, I, 718 123 D. BONIFAZI, «dogma», en L. PACOMIO, - al., DTI, I/II, 855. 124 COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL, La interpretación de los dogmas
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el cielo, es decir, ante Dios (Mt 16, 19; 18, 18). También el anatema tiene ya un fundamento en el Nuevo Testamento (1Cor 16,22; Ga 1,8s; cf. 1Cor 5,2-5; 2Jn 10 etc.)125. Con la Comisión Teológica internacional coinciden los autores de comentarios posteriores afirmando que:
La formulación de esta noción técnica presenta a la vez ventajas e inconvenientes, como en cualquier objetivación: es útil, tanto para fines teológicos como de controversia (y ecuménicos), haber defendido este objeto de modo exacto y preciso; es peligrosa, ya que esta definición induce a una consideración jurídica y estrecha del dogma, aislada de las realidades más amplias de la revelación y de la fe, y a una cierta reducción del verdadero objeto de la fe misma126. En conclusión, en el lenguaje común de la teología actual «dogma fidei y veritas de fide divina et católica son sinónimos», con su definición la Iglesia repropone la realidad de la Revelación en un determinado contexto de la historia, mediando el mensaje eterno del Evangelio respecto a las instancias que han nacido en el desarrollo de la historia. Los dogmas, en general, no son una pura representación de la palabra de Dios, sino su expresión en formulaciones nuevas, que se nutren de la cultura y de las instancias de las diversas épocas históricas. Por eso los dogmas son más explícitos, más precisos y definidos, a veces también más técnicos y “culturales” que las expresiones bíblicas del Evangelio. El “dogma” indica el Evangelio no en su estado original y bíblico, sino como se propone a los fieles de la Iglesia que, con su autoridad autentica e infalible, lo explicita, clarifica, define y encarna en el hoy de la historia.127 En última instancia, el dogma completa su sentido cuando, después de ser definido y propuesto, pasa a formar parte de la vida de la Iglesia y la ilumina con el esplendor de la verdad que testimonia; «El dogma no debe ser un
recuerdo muerto del pasado; ha de ser fructuoso en la vida de la Iglesia»128. 3.1.2 El contenido del dogma Con la descripción del desarrollo del concepto de dogma realizada en el parágrafo anterior he buscado exponer la base epistemológica (los instrumentos técnicos), que considero deben ser tenidos en cuenta en el redescubrimiento del dogma.
125 Ibidem 126 G.F. MANSINI, «dogma», en LFS, Diccionario de Teología Fundamental, 341 127 D. BONIFAZI, «dogma» L. PACOMIO, - al., DTI, I/II, 855 128 COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL, La interpretación de los dogmas
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En el contexto de la presente investigación, también creo importante, hacer una aclaración sobre el contenido del dogma. Este término se refiere al «acaecer rigurosamente único» de la revelación de Dios en Jesucristo del que habla el teólogo alemán Karl Rahner, para quien el contenido del dogma, más que una simple comunicación, es «una realidad espiritual viva».
Es un acaecer rigurosamente único. Es el destino históricamente irrepetible, que bajo la acción poderosa del Espíritu, introduce al hombre a toda verdad, va experimentando el mensaje de Cristo, desde el momento de su aparición en el tiempo hasta el instante en que la fe, al retorno de Cristo, se transforme en la visión cara a cara de Dios129. El dogma contiene la verdad revelada por Dios, que a través de Jesucristo y por el don del Espíritu Santo fue confiada a la primera comunidad cristiana para que la custodiara, interpretara auténticamente y la transmitiera a todas las generaciones posteriores por medio del lenguaje propio de cada una de ellas. «Este lenguaje no tiene inconveniente en aceptar conceptos filosóficos de un tiempo pretérito, con tal de que puedan ser útiles a su finalidad decisiva: expresar de manera patente en el diálogo con la historia la esencia del origen permanente de la fe»130. Tratándose de un acontecimiento único, nunca podrá separarse del depositum fidei, por ello se expresa en forma de definición solemne buscando conservar, en la predicación y en la doctrina comunitaria, el sentido básico y original de aquel acontecimiento en la prolongada línea de la historia, eso sí, siempre abierta a una necesaria interpretación en el seno de la comunión eclesial y por parte de quienes tienen el encargo de realizarla. A continuación expondré los elementos relativos a dicha interpretación. 3.1.3 La interpretación del dogma
Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (Cf. Jn 8,31-32)131. Para que este vínculo espiritual del que habla el Catecismo se consolide es necesario que las formulaciones dogmaticas - comprendidas en la unidad de ese acaecer rigurosamente único del que hablé anteriormente citando a Rahner 129 K. RAHNER, «sobre el problema de la evolución del dogma», Escritos de Teología, I, 53 130 K. RAHNER – K. LEHMANN, «kerigma y dogma», en J. FEINER - M. LÖHRER, Mysterium Salutis, I, 769 131 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 89
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- evolucionen y sean acogidas por las distintas generaciones a lo largo de la historia. Esa evolución posee unas leyes propias, correspondientes a cada fase de la misma y son garantía, por la acción del Espíritu Santo, de su plena unidad con la única verdad que confiesan. La evolución de los dogmas tiene un doble e insustituible fundamento, en primer lugar, ese progreso se realiza como resultado «de la acción poderosa de Cristo sobre su Iglesia, a la que a través de la realidad cambiante adentra en su verdad única cada vez más o de manera nueva»132. El segundo componente de ese fundamento es la interpretación que sucede en la historia, de la cual el hombre es el protagonista, y quien «para entender lo que ve u oye necesita reaccionar, adoptar una actitud, articular el nuevo conocimiento en el sistema de las cosas que ya sabe, siente y hace, en la experiencia histórica y total de su vida»133. Ahora simplemente enumeraré las leyes de la evolución del dogma: 1) Por ser historia auténtica – bajo el impulso del Espíritu de Dios nunca accesible totalmente a las leyes que el hombre es capaz de percibir – … no es nunca mera aplicación de una formula y de una ley fija y universal… 2) existen naturalmente ciertas leyes que, por ser conocidas a priori, se pueden aplicar claramente… a las “evoluciones” para juzgar si se trata de una evolución genuina de la fe de la Iglesia o si en ella se esconde el peligro de un camino equivocado. Tales leyes existen, aunque sólo en la Iglesia, y en último caso , sólo por ella pueden ser aplicadas … 3) todo progreso conseguido, que siempre contiene en sí algo de definitivo, significa en este mundo de lo limitado… una reducción de las posibilidades futuras. La verdad, cuanto más plena y más clara, tanto más rigurosa resulta y excluye tanto más la posibilidad de futuros errores… 4) que es siempre la decisiva, el peligro visto desde el hombre es siempre peligro, y no existe precaución posible que pueda de antemano excluirlo totalmente… Pero la promesa del Espíritu, y solamente ella, vela para que este peligro, posible siempre, no termine convirtiéndose en una realidad134. Comprendidas la necesidad y las leyes de la evolución del dogma, queda claro que su definición «no es sólo un final sino también un principio»135, por eso este necesario proceso de interpretación debe ser guiado y realizado bajo unos criterios propuestos por la Iglesia. Por la capital importancia que tienen dentro del redescubrimiento del dogma, resulta necesario, al menos enumerarlos en este trabajo:
132 K. RAHNER, «sobre el problema de la evolución del dogma», Escritos de Teología, I, 55 133 Ivi, 56 - 57 134 K. RAHNER, «sobre el problema de la evolución del dogma», Escritos de Teología, I, 5354 135 J. O’DONNELL, Introducción a la Teología Dogmática, 20
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1) La Sagrada Escritura tiene que ser punto de partida y fundamento para la explicación de los dogmas. 2) Los dogmas deben ser interpretados en la comunión de la Iglesia pues a ella, el Señor le ha confiado «el depositum fidei» (la Sagrada Escritura y la Tradición) y es en el seno de la comunión eclesial donde El Espíritu suscita y alimenta el «sensus fidelium», es decir, aquel sentido interno por el que el pueblo de Dios bajo la dirección del magisterio reconoce, afirma y mantiene de modo inquebrantable en la predicación no la palabra de hombres sino la Palabra de Dios. 3) Necesariamente el dogma requiere de una interpretación actual, no es lícito renunciar a la tradición y traicionarla, ni transmitir, con la apariencia de fidelidad, sólo una tradición congelada. Se trata de que de la memoria de la tradición surja esperanza para el presente y el futuro. Una proposición sólo puede tener una significación última para hoy, porque es verdadera. La validez permanente de la verdad y la actualidad para hoy se condicionan por tanto mutuamente136. Junto a ello se debe tener en cuenta que existe un orden y como una jerarquía de los dogmas de la Iglesia. «Esta jerarquía significa que unos dogmas se apoyan en otros como más principales y reciben luz de ellos. Sin embargo, todos los dogmas, por el hecho de haber sido revelados, han de ser creídos con la misma fe divina»137. Recientemente el Papa Francisco, en su primera carta encíclica sobre la fe, Lumen Fidei, recordando a los teólogos que su servicio participa del movimiento de la fe y de su forma eclesial no propuso un nuevo criterio sino una manera más adecuada de trabajar en comunión con el Magisterio en la interpretación dogmatica. La propuesta consiste en no considerar
el Magisterio del Papa y de los Obispos en comunión con él como algo extrínseco, un límite a su libertad, sino al contrario, como un momento interno, constitutivo, en cuanto el Magisterio asegura el contacto con la fuente originaria, y ofrece, por tanto, la certeza de beber en la Palabra de Dios en su integridad138. 3.1.4 Redescubrir el dogma El dogma como expresión perenne de la propuesta cristiana tiene algo que decirle al hoy de la humanidad, es una clave que ayuda a «creer en el futuro del cristianismo si se vuelve la vista a la creatividad prodigiosa que han sabido demostrar los pioneros del dogma»139.
136 COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La interpretación de los dogmas 137 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración sobre la doctrina católica acerca de la Iglesia para defenderla de algunos errores actuales, 4 138 FRANCISCO, Carta Encíclica, Lumen Fidei, 36 139 M. TENACE, Cristiani si diventa, 29
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Para los primeros cristianos, los pioneros del dogma, «la fe, en cuanto encuentro con el Dios vivo manifestado en Jesucristo, era una “madre” porque los daba a la luz, generaba en ellos la vida divina, una nueva experiencia, una visión luminosa de la existencia por la que estaban dispuestos a dar testimonio público hasta el final»140. Redescubrir el dogma significa entonces, reconocerse como los hijos de esa «madre» dados a luz en medio de la noche de la época actual. Finalmente, para redescubrir el dogma también es necesario redescubrir la identidad de la persona como don de Dios e hijo suyo por el bautismo, se necesita además la alegría de creer, y la creatividad que concede el Espíritu Santo mandado por Jesucristo para acompañar a sus discípulos hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28, 20).
3.2 El testimonio del cristianismo de los primeros siglos En la obra titulada «Teoría de los principios teológicos», publicada en 1982, el entonces cardenal Joseph Ratzinguer afirmó: «Los Padres son el pasado común de todos los cristianos. Y en el redescubrimiento de esta comunión se halla la esperanza del futuro de la Iglesia, la tarea para su presente y para el nuestro»141. Este argumento fundamenta la necesidad de volver la vista al testimonio de los Padres, ellos descubrieron la síntesis entre teología y vida, y asumieron la misión de proponer las formulaciones dogmaticas, por tanto son la fuente que inspira cualquier esfuerzo de redescubrimiento del dogma y son testigos insustituibles para responder acertadamente a las exigencias de la cultura moderna por medio de la nueva evangelización. No teniendo aquí el espacio para recorrer el acervo teológico de los Padres, una lectura así sea sumaria de los primeros Concilios convocados en la Iglesia permitirá reconocer el valor del testimonio patrístico.
Los concilios llegan después de tres siglos de vida probada e indican como en el cristianismo ha sido reconocida primero la vida de los cristianos y después, a partir de esta vida, ha estado elaborada la doctrina en palabras, definiciones y conceptos que debían garantizar un común sentir religioso y cultural142. En las asambleas conciliares de Nicea (325), Constantinopla (381) y Éfeso (431) ha sido propuesto el resumen del dogma: La divino humanidad de Cristo y la Trinidad, «todo el empeño de los Padres se ha centrado en mantener estas dos verdades: Dios es uno y trino y Jesucristo es el Hijo encarnado para nuestra
140 FRANCISCO, Carta Encíclica Lumen Fidei, 5 141 J. RATZINGER, Teoría de los principios teológicos, 180 142 M. TENACE, Cristiani si diventa, 18
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salvación»143; los concilios que se reunieron posteriormente fueron dedicados a buscar términos más precisos para expresar estas definiciones. A continuación me centraré en los aspectos más sobresalientes de la experiencia de los tres primeros Concilios Ecuménicos. 3.2.1 Nicea, de la Palabra a las palabras humanas El emperador Constantino convocó a los obispos de todo el imperio romano para este concilio, motivado no directamente por temas de fe, sino por las implicaciones políticas de las discordias religiosas; fue celebrado en el palacio imperial entre el 19 de junio y el 25 de julio del año 325. Asistieron entre 250 y 300 obispos. El Papa Silvestre envió a dos sacerdotes en representación de la Iglesia de Roma. Al centro de la controversia teológica estaba la enseñanza del sacerdote antioqueno Arrio que profesaba la doctrina modalista en la que se considera que las Personas divinas son “modos” de ser del único de Dios. Exagerando dicha doctrina afirmó que Jesús era criatura del Padre, por lo tanto no era Dios como el Padre, pues apareció en el tiempo; tampoco era eterno, pues “hubo un tiempo en que no existió”. En correspondencia, tampoco era verdadero hombre, dado que carecía de alma humana, la cual era sustituida por la unión con el Verbo. Además en su condición humana podía pecar144. Después de amplias discusiones, la asamblea formuló la siguiente profesión de fe: Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo145. El Símbolo niceno es considerado «el acta de nacimiento del lenguaje propiamente dogmático en la Iglesia. Es la primera vez que en un texto oficial y normativo se encuentran empleadas unas palabras que no vienen de la Escritura sino de la filosofía griega»146. A través de la palabra «omooúsios»
143 Ivi, 12 144 A. FERNÁNDEZ, Teología dogmática, I, 250 145 DS 125 146 B. SESBOÜE, «La divinidad del Hijo y del Espíritu Santo (siglo IV)», en B. SESBOÜE – J. WOLINSKI, El Dios de la Salvación, 197
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(consustancial), el concilio dejó claro que: «el engendrado es consustancial al engendrante. Porque hay identidad de sustancia entre el uno y el otro. El Hijo es de la misma sustancia del Padre; es Dios como él…El término no añade, por tanto, nada al contenido que se afirma»147. No fue fácil llegar a esta definición y menos el proceso posterior de recepción de la misma, en medio del cual se desencadenó una de las más grandes crisis vivida en la Iglesia. La lectura de fe realizada por algunos pastores, será la que permita posteriormente comprender a las comunidades que la Palabra de Dios se hace palabra humana. Entre los tantos y significativos testimonios que abrieron el camino en la elaboración de la síntesis entre fe y vida, se encuentra el obispo san Atanasio († 373), quien especialmente a través de experiencias tomadas de la vida de su comunidad se esforzó por explicar la necesidad y el sentido para la fe de los contenidos del llamado Credo de Nicea. En L’Epistula de decretis Nicaenae synodi (Carta sobre los decretos del sínodo Niceno) defendió la inclusión del término griego en la profesión de fe y realizó la interpretación teológica; en la vida del Abad Antonio148, el santo obispo alejandrino comprueba que «la santidad de la creatura redimida es la mejor demostración que “la fe es un acto” y no palabras o razonamientos, y el mejor ejemplo y defensa del dogma cristiano»149. 3.2.2 Constantinopla, la divinización por el Espíritu Fue convocado por el emperador Teodosio en el año 381 buscando dirimir la controversia en torno a la Persona del Espíritu Santo. Suscitada por los llamados pneumatómacos quienes rechazaban que el Espíritu Santo fuera de naturaleza divina y afirmaban que era una creatura del Hijo. No fue convocado como un concilio ecuménico, por ello solo asistieron unos 150 obispos, todos de Oriente y entre los que aparecen grandes teólogos como Cirilo de Jerusalén, Gregorio de Nisa y Gregorio Nacianceno. Las actas de la asamblea se han extraviado, solo hasta el 451 en el Concilio de Calcedonia será reconocido su Símbolo y su autoridad como ecuménica. La fórmula de fe profesada en Constantinopla propuso la doctrina en torno al Espíritu Santo junto a los cánones cristológicos definidos en Nicea. En la traducción realizada, a partir del texto griego, confiesa:
147 Ivi, 196 148 Escrita por san Atanasio entre el 356 (fecha, alrededor en la cual murió el santo Abad) y el 380, para «dar regla a la vida monástica en forma de narración», como escribía Gregorio Nacianceno, y para transmitir «la identidad y la obra del cristiano». Cf. M. TENACE, Cristiani si diventa, 57 149 M. TENACE, Cristiani si diventa, 74
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Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consustancial al Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen, y se hizo hombre, y fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato y padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre, y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de la carne y la vida del mundo futuro. Amén150. La lectura atenta del Símbolo de Constantinopla permite descubrir la perfecta unidad con el Símbolo de Nicea, por ello y por otras razones de fondo la tradición lo ha designado como Símbolo niceno-constantinopolitano. Es además el símbolo de la paz que cerró un capítulo de cincuenta años de discusiones en la Iglesia. Como sucedió en el concilio precedente, en Constantinopla las definiciones dogmáticas no son el fruto de la especulación teológica o racional, son la exposición a través de los términos de la cultura de aquel tiempo, de la toma de conciencia que la promesa de Cristo de enviar su Espíritu (Cf. Jn 14,7) se ha cumplido, que habita en el corazón de los fieles (Cf. Rm 5,5) y que actúa portentosamente en la vida de cada hombre desde el momento que lo recibe en el sacramento del Bautismo. Según la idea de Gregorio de Niza, el dogma de Constantinopla es la explicación de la vida nueva, posible gracias al Espíritu Santo dado en el Bautismo, vida que consiste en «saber “ascender” hacia Dios a través de la contemplación: saber ver y hacer ver el reino de Dios, por lo cual el cumplimiento de la antropología teológica es la visión de Dios, la revelación de un corazón puro, la divinización»151. 3.2.3 Éfeso, el Verbo encarnado y nacido de mujer Para solucionar las discusiones en torno al título mariano de «madre Dios “theotokos”», el patriarca de Constantinopla, Nestorio, propuso como alternativa el titulo de «madre de Cristo “Christotokos”». Su preocupación «era que no se
150 DS 150 151 M.TENACE, Cristiani si diventa, 124-125
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confundieran divinidad y humanidad. Por eso rechazaba expresiones como “Dios ha nacido de una mujer”, “Dios ha sufrido” contraponiendo a ellas la formula “María ha generado un hombre, un instrumento de la divinidad”»152, con ello acabó por afirmar que en Cristo se daban también dos personas, y con su predicación negó un titulo mariano muy en estima por el pueblo, esto despertó la protesta de los fieles. Al fin, urgido por san Cirilo, el Papa Celestino I, en un Sínodo convocado en Roma en el año 430 condenó la doctrina de Nestorio y le envió los conocidos «Anatematismos», en los que urgía a Nestorio que aceptase la doctrina que profesaba la maternidad divina de María y la única persona en Cristo. Pero Nestorio, empeñado en la controversia no aceptó153. Finalmente el emperador Teodosio II154, convocó un concilio a reunirse en Éfeso para la fiesta de Pentecostés. Cirilo de Alejandría, junto a tres legados pontificios, ostentaba la representación del Papa Celestino I, quien al final de las secciones confirmó las actas del Concilio. Por su parte Nestorio rechazó la doctrina conciliar, por ello fue recluido en un monasterio en Antioquia, no obstante la predicación de su doctrina se extendió desde Egipto a la India y China155. «El concilio de Éfeso no formulará ninguna definición dogmática propiamente dicha. Leerá y condenará una carta de Nestorio a Cirilo; leerá y aprobará igualmente los escritos de Cirilo»156. Éfeso respondió la pregunta: « ¿Cómo decir que el Hijo de Dios tenía un cuerpo humano como todos los hombre? Diciendo que él era como todos los hombres, en cuanto “nacido de mujer”. Así la referencia a María se convierte en garantía de la verdadera humanidad de Cristo y definía el modo de la encarnación»157. La respuesta del concilio de Éfeso es el fruto de una lectura de la Palabra de Dios en la vida comunitaria, es la comprobación que cuando la creatura humana actúa en perfecta «sinergia» con el Espíritu Santo que le ha sido donado, el Verbo se hace carne158 .
152 K. SCHATZ, Storia dei Concili, 47. (La traducción es personal) 153 A. FERNÁNDEZ, Teología dogmática, I, 253 154 Como sucedió con el Concilio Nicea, el emperador convocó la asamblea conciliar, no por motivos de fe sino, ante todo, urgido por la obligación de garantizar la paz política del imperio. En el texto de la carta de convocatoria se encuentra presente toda una teología de la relación Iglesia – Estado. Cf. B. SESBOÜE, «La divinidad del Hijo y del Espíritu Santo (siglo IV)», en B. SESBOÜE – J. WOLINSKI, El Dios de la Salvación, 303 155 A. FERNÁNDEZ, Teología dogmática, I, 254 156 B. SESBOÜE, «La divinidad del Hijo y del Espíritu Santo (siglo IV)», en B. SESBOÜE – J. WOLINSKI, El Dios de la Salvación, 294. Un resumen de toda la controversia se encuentra en las actas conciliares recogidas en Ds 250 – 268 157 M. TENACHE, Cristiani si diventa, 150-151 158 Ivi, 166
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Como ya lo había hecho notar anteriormente, los tres primeros concilios constituyen el resumen del dogma al definir la humanidad divina de Cristo y la Trinidad; luego especialmente las asambleas de Calcedonia (451) y Nicea II (787) buscaron explicar más en profundidad la manera como el Verbo se ha encarnado y el significado de este acontecimiento para la vida de los creyentes. Sin embargo no se puede concluir que la tarea eclesial de la formulación del dogma haya alcanzado su meta en las formulaciones de estos concilios, en realidad son el argumento del diálogo entre Dios que se revela y el hombre que acoge la revelación a lo largo de todos los siglos. Los concilios que han sido convocados desde entonces y en diferentes épocas hasta llegar al Vaticano II son la prueba de la vitalidad y riqueza de dicho diálogo. La experiencia de los Padres y de la Iglesia de los primeros siglos es muy rica, aquí solo he propuesto unos ejemplos de esa fascinante historia para hacer ver como cuando el dogma es puesto en relación con la vida de las personas se convierte en un instrumento para anunciar la única Verdad que salva, Jesucristo. Cuando el dogma es visto desde esta perspectiva se manifiesta como una expresión viva, clara, comprensible del Misterio de Dios y que puede ser descubierta incluso en las más sencillas expresiones de fe. Si bien la vivencia de la comunidad cristiana de los primeros siglos es paradigmática, no resta valor a los aportes realizados por los concilios reunidos en los siglos posteriores hasta llegar a nuestros días, los cuales también han ofrecido grandes aportes para la comprensión y vivencia de la fe. Ahora, partiendo del ejemplo de los pioneros del dogma y aprovechando los aportes de las generaciones que les sucedieron, abordaré inmediatamente el estudio del redescubrimiento del dogma en el hoy de la Iglesia. 3.3 Una Iglesia en salida que redescubre el dogma Las primeras comunidades cristianas eran misioneras por excelencia, el contenido de su predicación lo constituía la proclamación del Evangelio recibido de los Apóstoles y el anuncio era confirmado por medio de la coherencia de vida. La Buena Nueva era la norma invariable que orientaba su respuesta a los interrogantes que les planteaba la cultura de su tiempo, de esa manera la Palabra Eterna entró en diálogo con la ya bien diversa sociedad humana y fue así como se formuló el dogma y se descubrió el vinculo entre fe y vida, cuyo significado he explicado anteriormente. En la Iglesia estamos viviendo el tiempo de «una nueva salida misionera»159 que nos pone de frente a un desafío similar al vivido por la Iglesia en sus primeros siglos, es decir, comunicar con la palabra y las obras la integridad del Evangelio que hemos recibido a los hombres de nuestra generación. Hoy, como
159 FRANCISCO, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 20
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en aquel tiempo y aunque con expresiones distintas, el anuncio de la Verdad es rechazado, en muchos escenarios responden: «Sobre esto ya te oiremos otra vez»160, cualquier formulación que sea presentada como permanente es considerada anacrónica e inservible en una sociedad donde todo varía y progresa a gran velocidad. Convocando al año de la fe, el Papa Benedicto XVI, recordaba «la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo»161. El redescubrimiento del dogma es una acción del Espíritu Santo que impulsa a los miembros de la Iglesia a salir hoy de sí a anunciar con «parresia» el Evangelio de Jesucristo para que el hombre lo encuentre, lo conozca y se identifique con Él. Bien vale resaltar aquí las responsabilidades de los miembros de la Iglesia según su estado en la misión de anunciar el Evangelio de Cristo que «es el mismo ayer, hoy y por los siglos»162, para que sea reconocido como la Verdad eterna que viene para donar al mundo voluble la firmeza de su amor. El orden en que expondré los responsables del redescubrimiento responde a la prioridad de su misión y no a un status jerárquico. 3.3.1 Los obispos anunciadores del Evangelio de Cristo El Concilio Vaticano II, en el decreto dedicado al ministerio Pastoral de los obispos, refiriéndose al deber de enseñar, afirma: En el ejercicio de su ministerio de enseñar, anuncien a los hombres el Evangelio de Cristo, deber que sobresale entre los principales de los Obispos, llamándolos a la fe con la fortaleza del Espíritu o confirmándolos en la fe viva. Propónganles el misterio íntegro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuyo desconocimiento es ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que se ha revelado para la glorificación de Dios y por ello mismo para la consecución de la felicidad eterna163. El decreto conciliar resalta dentro de las tareas correspondiente al munus docendi (función de enseñar) de los obispos la centralidad del anuncio del Evangelio y de la proposición del misterio integro de Cristo a los hombres. Por ser en la Iglesia sucesor de los apóstoles, al obispo «se le confiere el mandato de ser en el mundo el icono viviente de un anuncio valiente y fuerte. No puede permanecer en silencio; su experiencia del Resucitado lo obliga al testimonio»164.
160 161 162 163 164
Hch 17,32 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 2 Hb 13,8 CONCILIO VATICANO II, Decreto, Christus Dominus, 12 R. FISICHELLA, La nueva Evangelización, 100
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El obispo testimonia el dogma cuando fiel a las promesas de su Ordenación anuncia con fidelidad y constancia el Evangelio y conservando puro e integro el depósito de la fe conduce a su rebaño a vivir conforme a Cristo, esto es, de acuerdo con lo que creen. Esta función, los obispos las comparten con su presbiterio, de esa manera también se manifiesta la eclesialidad del redescubrimiento del dogma. 3.3.2 Presbíteros buenos, santos y bien preparados Resaltando los frutos del año sacerdotal, el Papa Benedicto XVI anotaba que «la Iglesia se ha concienciado nuevamente de la necesidad de sacerdotes buenos, santos y bien preparados»165. Estos tres calificativos usados por el pontífice, describen la identidad del sacerdote con Cristo. Cuando el presbítero vive como un verdadero cristiano, el pueblo «que reúne en nombre del obispo»166, ve a Cristo y él con su vida testimonia el significado del dogma, como lo hacía el santo Abad Antonio en el siglo III: «Yo en efecto soy cristiano, porque han venido a mí, lleguen a ser como yo»167. Dada la importancia protagónica que tiene como «pastor y guía de la comunidad», responder a la pregunta ¿qué significa ser sacerdote bueno, santo y bien preparado?, permitirá comprender el papel fundamental del presbítero en el redescubrimiento del dogma. Sacerdote bueno, no es el que hace muchas cosas, de hecho, no es raro percibir en algunos sacerdotes la influencia de una mentalidad que equivocadamente tiende a reducir el sacerdocio ministerial a los aspectos funcionales. “Hacer” de sacerdotes, desempeñar determinados servicios y garantizar algunas prestaciones comprendería toda la existencia sacerdotal168. El sacerdote bueno, es aquel que ayuda a la comunidad a descubrir que solo Dios es bueno, para ello, con humildad repite cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero. Sus pensamientos, deseos, sentimientos y estilo de vida son los mismos de Cristo. Sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad, no excluyen a nadie. Y con fidelidad entusiasta, a pesar de las dificultades e incomprensiones, persevera en su vocación de “amigo de Cristo”, llamado personalmente, elegido y enviado por Él169.
165 BENEDICTO XVI, Discurso a la comunidad católica de Chipre, 05.06.2010 166 CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 6 167 ATANASIO, «La vita di Antonio», en M, TENACE, Cristiani si deventa, 74 168 CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 55 169 BENEDICTO XVI, Carta para la convocación de un año sacerdotal con ocasión del 150
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La santidad, es una vocación del presbítero, no un privilegio, o un adorno, tampoco una virtud heroica de seres especiales que vivieron en otras circunstancias hace mucho tiempo. Es una llamada que todos los sacerdotes, como miembros del pueblo santo de Dios reciben en el sacramento del bautismo y que por estar «consagrados de una forma nueva a Dios en la recepción del Orden, se constituyen en instrumentos vivos del Sacerdote Eterno para poder proseguir, a través del tiempo, su obra admirable, que reintegró, con divina eficacia, todo el género humano»170. Enriquecido con la gracia del Espíritu Santo el presbítero debe dedicar su vida a la santidad; santificándose a través de los carismas y medios recibidos con el sacramento santifica a sus hermanos. La santidad personal debe ser una constante novedad de la vida presbiteral y no puede ser «auto-referencial» sino imitación fiel de Cristo, debe ser la más clara formulación dogmatica que el sacerdote expone a sus hermanos, esto a su vez le «exige respirar un clima de cercanía al Señor Jesús, de amistad y de encuentro personal, de amor y servicio a su Persona en la “persona” de la Iglesia»171. Los presbíteros bien preparados. En el mismo orden de ideas de lo expuesto sobre la bondad y la santidad, la buena preparación del presbítero no puede reducirse a la adquisición o posesión de títulos académicos, ellos son muy importantes pero son solo el comienzo de un proceso permanente y sin pausa. El decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros del concilio Vaticano II enseña que «la ciencia de un ministro sagrado debe ser sagrada, porque emana de una fuente sagrada y a un fin sagrado se dirige»172, por ello su preparación debe comenzar con la lectura meditada de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos y la oración personal y comunitaria, sin dejar de lado las enseñanzas de los santos Padres y los Doctores de la Iglesia, la Tradición y el Magisterio; el otro ámbito de preparación debe ser la lectura de «los signos de los tiempos; los que se refieren a la Iglesia universal y a su camino en la historia de los hombres, y los más próximos a la situación concreta de cada comunidad»173. El presbítero compartiendo la vida de la comunidad formará su mente y su corazón, aprenderá a comprender las razones de la fe y de la increencia, descubrirá el lenguaje que la gente habla y así les podrá comunicar el mensaje que da fundamento a una vida nueva, «en la que el hombre descubra la posibilidad y el gozo de alabar a Dios en su conocimiento del mundo, en la responsabilidad de su propia vida y de su historia, en el dominio racional y fraterno de los bienes de la tierra»174. aniversario del Dies Natalis del santo Cura de Ars, 16.06.2009 170 CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 12 171 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Instrucción El presbítero pastor y guía de la comunidad parroquial, 13 172 CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 19 173 CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 78 174 F. SEBASTIÁN, Evangelizar, 205
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Capítulo III - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
3.3.3 La Vida Consagrada, testimonio del dogma En la constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, «Luz de los pueblos», los Padres conciliares definen la vida consagrada como uno de los estados dentro de la constitución divina y jerárquica de la Iglesia, conformado tanto por clérigos como por laicos, llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión salvífica de ésta, cada uno según su modo175. Esto quiere decir que las personas consagradas son quienes por vocación están llamadas a testimoniar la síntesis entre fe y vida. La misma constitución «Lumen Gentium» explica en qué forma se realiza esta misión: Así, pues, la profesión de los consejos evangélicos aparece como un símbolo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vida cristiana. Y como el Pueblo de Dios no tiene aquí ciudad permanente, sino que busca la futura, el estado religioso, por librar mejor a sus seguidores de las preocupaciones terrenas, cumple también mejor, sea la función de manifestar ante todos los fieles que los bienes celestiales se hallan ya presentes en este mundo, sea la de testimoniar la vida nueva y eterna conquistada por la redención de Cristo, sea la de prefigurar la futura resurrección y la gloria del reino celestial. El mismo estado imita más de cerca y representa perennemente en la Iglesia el género de vida que el Hijo de Dios tomó cuando vino a este mundo para cumplir la voluntad del Padre, y que propuso a los discípulos que le seguían. Finalmente, proclama de modo especial la elevación del reino de Dios sobre todo lo terreno y sus exigencias supremas; muestra también ante todos los hombres la soberana grandeza del poder de Cristo glorioso y la potencia infinita del Espíritu Santo, que obra maravillas en la Iglesia176. De esta enseñanza conciliar se deduce en primer lugar que las personas consagradas son testimonio para todos los demás miembros de la Iglesia pues ellos «manifiestan claramente el camino del Evangelio como forma de vida que merece ser seguida y vivida»177 luego, a través de su consagración, manifiestan al mundo que todas esas realidades que cree y espera «ya están presentes en este mundo». Además tienen la tarea de «imitar y representar» con su vida, el misterio de Dios encarnado, y con su experiencia son para el mundo signo de la vida trinitaria. La vida consagrada es como el fermento en la masa, formando un solo cuerpo con todos los miembros de la Iglesia, ofrece su existencia para que los hombres de hoy puedan leer en su propia lengua el dogma que Dios les manifiesta.
175 CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática, Lumen Gentium, 43 176 CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática, Lumen Gentium, 44 177 R. FISICHELLA, La nueva evangelización, 110
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Capítulo III - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
3.3.4 La familia ámbito por excelencia del dogma La familia es «un camino común, aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre; un camino del cual no puede alejarse el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el hecho mismo de existir como hombre»178. Fundado en esta afirmación del beato Juan Pablo II expondré la manera como los laicos participan de la misión eclesial de redescubrir el dogma. Todo cristiano ve la luz de su existencia eclesial en las entrañas de la familia, son sus miembros quienes lo conducen a «la fuente» donde por el agua y el Espíritu nace de nuevo como hijo de Dios. En la familia tiene su primer contacto con el misterio divino y por ella es acompañado a lo largo del camino de la comprensión del mismo. Es en el hogar, entendido este como el lugar que acoge la familia, donde se empieza a vivir lo que se cree, y es allí donde se aprende a iluminar todas las demás dimensiones de la existencia con la luz de la verdad divina. En definitiva, la familia es una ámbito dogmatico por excelencia, todos los miembros de la Iglesia, sin importar su estado de pertenecía, han tenido su encuentro con el dogma gracias a ella y en ella. El fundamento de la familia es un signo e instrumento de la auto-comunicación de Dios: El matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (Cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor179. Este sólido fundamento familiar garantiza que desde el inicio todos los acontecimientos de la vida de cada uno de sus miembros, esté en directa relación y dependencia con el auto-comunicarse de Dios. Este amor, de origen divino, en el que se funda el matrimonio fecunda a los esposos haciéndolos crecer en el conocimiento mutuo, al punto de constituirlos una sola carne capaz de donarse, de engendrar nueva vida; así marido y mujer se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana… Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad. Su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible del mismo amor de Dios, “del que proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra”180.
178 JUAN PABLO II, Carta a las familias, 2 179 FRANCISCO, Carta Encíclica Lumen Fidei, 52 180 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 14
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Capítulo III - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
Con esto se ve claramente que la familia, además de ser un lugar donde se descubre el dogma, es un instrumento por medio del cual Dios revela toda su verdad, no solo a ella sino a toda la creación. Dar a luz una nueva creatura no agota la cooperación con la obra creadora de la vida, es una tarea que debe continuar introduciendo a la nueva persona en la vida divina, primero a través de los sacramentos de iniciación cristiana y luego ofreciéndole un ambiente que manifieste la vida de la Trinidad que se ha confesado y acogido en las celebraciones sacramentales. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe181. La celebración sacramental del Matrimonio constituye la familia en «Iglesia doméstica», inserida en el seno del pueblo sacerdotal «en el cual está enraizada y del que se alimenta, es vivificada continuamente por el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimiento de la propia vida y oración»182, llamada a santificar, santificándose. Son muchos los medios a través de los cuales la familia cumple su tarea de comunicar la fe. Cuando los esposos en los acontecimientos cotidianos del hogar testimonian el amor que los ha unido crean un ambiente propicio para hablar de la fe. Los padres por medio del testimonio de su oración encaminan a sus hijos por la senda del diálogo con Dios Padre que los escucha y les responde. La participación familiar en la celebración dominical de la Eucaristía y en las otras celebraciones de los misterios del Señor acrecienta el amor y el deseo por conocer cada vez más el camino de la vida eterna. No quisiera terminar este parágrafo sin detenerme en uno de esos ambientes suscitados por el Espíritu en que con seguridad hemos, sido iniciados por nuestros padres en el conocimiento de la fe y con la ayuda del cual hemos madurado nuestra fe y vocación, me refiero a la piedad popular, pues ella por su profundo contenido dogmatico, como hacía notar en el primer capítulo de este trabajo, y cuando es bien orientada «constituye un valioso e imprescindible “punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más profunda”»183. Lo confirma el Papa Francisco cuando enseña:
181 FRANCISCO, Carta Encíclica, Lumen Fidei, 53 182 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica, Familiaris Consortio, 55 183 CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DOCTRINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 64
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Se trata de una verdadera «espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos». No está vacía de contenidos, sino que los descubre y expresa más por la vía simbólica que por el uso de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa más el credere in Deum que el credere Deum. Es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros»; conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí y del peregrinar: «El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador»184. Por experiencia propia puedo afirmar que el encuentro con la fe en la piedad popular se hace experiencia, lo que se vive allí impulsa a buscar la fuente de esos misterios, cuando es adecuadamente purificada y orientada se convierte en fuente de una fe firme, una fe clara, una fe fácil de comunicar. Con lo anteriormente dicho he querido mostrar que el misterio de Dios está presente en cada uno de los momentos de la familia, de ello se comprende que al hablar de la responsabilidad de los laicos en el redescubrimiento dogmatico, la familia es el ámbito por excelencia. En síntesis, al ser el dogma la manera como Dios dirige su Palabra para que por la acción del Espíritu Santo se encarne perennemente en la historia, cada uno de los miembros de la Iglesia, sin importar el estado de pertenencia a ella, tiene la misión de escuchar, acoger y hacer vida la verdad comunicada, para que quienes por muchos motivos no la pueden o no la quieren oír tengan un primer contacto con ella, también la vivan, se salven y finalmente todos podamos llegar al conocimiento pleno (Cf. 1Tm 2,3-4) cuando nuestra humanidad divinizada participe eternamente de la vida del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 3.4 Redescubrir el dogma en la piedad popular Habiendo expuesto el significado del dogma, teniendo claro que su formulación es una síntesis entre lo que se cree y se vive, a partir del ejemplo de quienes han dado ese paso decisivo para la fe y conociendo las responsabilidades de los miembros de la Iglesia en el redescubrimiento del dogma, es hora de recoger los frutos de la investigación aplicando estas experiencias a la piedad popular para hacer de ella un ámbito para la nueva evangelización. 3.4.1 El problema teológico El objetivo principal de la teología es «la inteligencia crítica del contenido de la fe para que la vida creyente pueda ser plenamente significativa»185, en otras
184 FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 124 185 R. FISICHELLA, «Teología», LFS, Diccionario de Teología Fundamental, 1411
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palabras, buscar respuestas a los interrogantes que plantea la fe y así ayudar al creyente a dar razón de su esperanza, (Cf. 1Pe 3,15). Por ello la teología debe reflexionar sobre la piedad popular, «expresión muy particular de la fe», para plantearle las soluciones que hagan de ella verdadera manifestación de la comunión de los creyentes con Dios. El problema teológico que plantea hoy la piedad popular es la falta de coherencia entre lo que se dice creer y celebrar en los ritos y lo que viven las personas, esta ambigüedad puede verificarse a partir de la relación fe y vida: Muchas manifestaciones de la piedad popular no son instrumento para rendir verdadero culto a Dios pues han perdido su alma, su centro no es la fe; Cuando esta no reluce con la nitidez que corresponde, las expresiones religiosas penetran en el cono de la penumbra de la superstición. Este concepto no se reduce al caso de la idolatría; también designa el falso culto del Dios verdadero, o el de sus santos, especialmente cuando se desplaza la centralidad salvífica de Jesucristo y la dimensión escatológica de la salvación cristiana. En la medida en que las expresiones religiosas adquieren un matiz supersticioso, o caen groseramente en la superstición, se ensombrece la fe186. Si la piedad popular no concluye en la oración litúrgica de la Iglesia, pierde su identidad y fuerza, corre el riesgo de caer en la superstición, se desliga de la totalidad de la vida cristiana y da paso a la incoherencia entre la fe y la conducta. Hay que reconocer que muchas personas que se consideran católicas tienen aletargada su conciencia de la relación con Dios y viven sumergidos en el materialismo y hasta en el ateísmo práctico. No han elaborado, a pesar de su participación en algunas prácticas devocionales periódicas, su sentido de Dios; su fe es quizá una lejana referencia teórica a algunas verdades católicas, pero la falta de una experiencia vivida del Espíritu y de la gracia sacramental hace de su religiosidad la cobertura de una manera secularista de enfocar la vida187. La formulación de este problema teológico, conduce a preguntar por la manera como la fe ha sido y está siendo sembrada en el campo de la piedad popular; para ubicar la fe en el lugar que allí le pertenece, es necesario y urgente: redescubrir el dogma.
186 H.R. AGUER, «La evangelización de la piedad popular» en PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, La piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina, 373 187 H.R. AGUER, «La evangelización de la piedad popular» en PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, La piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina, 374-375
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3.4.2 ¿Qué significa redescubrir el dogma en la piedad popular? He titulado este parágrafo a modo de pregunta porque considero que redescubrir el dogma en la piedad popular debe ser motivo de permanente cuestionamiento para la Iglesia. El Papa Benedicto XVI ofreció, para ello, una enseñanza inspiradora: Sabed apreciar también la piedad popular, que es diferente en las diversas culturas, pero que a fin de cuentas es también muy parecida, pues el corazón del hombre después de todo es el mismo. Es cierto que la piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el “Pueblo de Dios”.188 Al conocer y apreciar las expresiones de la piedad popular, la Iglesia podrá darse cuenta que algunas de ellas necesitan «una educación en la fe que, partiendo de lo que vive les conduzca hacia lo que todavía no han descubierto. La fe purificada que de ella derive mantendrá ese sabor a experiencia tan importante para afrontar la intemperie religiosa de nuestro mundo»189. Para resaltar aun más el contenido de fe que posee la piedad popular, esta debe ser puesta en relación con la liturgia que es el centro de la vida de la Iglesia, a la cual ninguna otra expresión religiosa puede sustituir o ser considerada al mismo nivel 190 . Dicha relación debe ser planteada en términos de un camino a través del cual se va de la vida cotidiana al encuentro con Dios y se retorna a ella contagiado de la alegría de ser salvado. Finalmente, redescubrir el dogma en la piedad popular significa volver la mirada al testimonio de las primeras comunidades cristianas para aprender de ellas como en las manifestaciones peculiares de la fe de los pueblos es posible «descubrir, sentir y comprender, en manera efectiva y con todos los sentidos, el mensaje concreto de Dios»191. Todo esto será garantizado si «Los pastores de la Iglesia han de acompañar con solicitud y espíritu evangelizador a los fieles en las prácticas de la piedad popular, mediante una adecuada catequesis»192.
188 BENEDICTO XVI, Carta a los seminaristas, 18.10.2010, 4 189 M. SÁNCHEZ MOGUE, Fe y nueva evangelización, 234 190 Cf. JUAN PABLO II, Mensaje a la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 21.09.2001, 5 191 CONFERENZA EPISCOPALE AUSTRIACA, Annuncio e nuova evangelizzazione nel mondo di oggi, 54. (traducción de la versión italiana) 192 PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, La piedad popular en el proceso de
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Capítulo III - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
3.4.3 Vivir la alegría de redescubrir el dogma anunciándolo El Evangelio, junto a las palabras y hechos del Verbo encarnado, presenta también el testimonio de lo que acontece en la vida de las personas cuando se encuentran con Jesucristo y de la respuesta que ellas dan a tan significativa vivencia. Estas experiencias que narra el Evangelio continúan viviéndose hoy, se puede pensar en tantos enfermos curados de los males que los aquejan, en quienes reciben después de mucha espera el don de ser padres, en tantas parejas que han reencontrado la senda del amor que perdona, reconcilia y consolida su unión. «La piedad popular testimonia la ósmosis realizada entre el dinamismo innovador del mensaje evangélico y los componentes más diversos de una cultura. Es un lugar privilegiado de encuentro de los hombres con Cristo vivo»193. Por eso mismo debe ser fuente de la alegría que lanza a anunciar la Verdad encontrada. La alegría se expresa procurando que la Palabra de Dios ilumine y esté presente en los ejercicios de la piedad popular, para que estos se conviertan en lugar de anuncio de la Salvación. Propiciando la vivencia de la gracia sacramental como manifestación de la acción de Cristo en medio de la comunidad. Aprovechando la participación multitudinaria de fieles para realizar la catequesis que los haga entrar en verdadera comunión con el Señor a través del inicio de una camino de conversión. Para lograr una armonización entre liturgia y piedad popular, los signos litúrgicos deben verdaderamente poner en contacto con las realidades divinas que celebran, para ello la experiencia de los fieles con los símbolos de su piedad los predispone a la comprensión de la simbología celebrativa194. Cuando las personas se sienten reconocidas, la alegría y el entusiasmo hacen encender el ardor misionero, por ello es importante ayudarles a comprender que la piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros… En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia 195.
evangelización de América Latina, 486 193 CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA, Para una pastoral de la cultura, 28 194 Cf. PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, La piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina, 482- 484 195 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL
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Capítulo III - La Piedad Popular como ámbito para la evangelización
La Iglesia «en salida» que se dirige a los hombres de esta época, tiene la misión de buscar los medios adecuados para entrar en diálogo con la humanidad, y debe ser creativa para hallar y adecuar los ambientes para establecer ese coloquio vital. La piedad popular es un ámbito donde confluyen con fuerza admirable la fe y la vida, no se puede desperdiciar esa efusión de gracia que es don de Dios, hay que dar lo mejor de sí como Iglesia para que el Verbo sea acogido en el corazón de los hombres y mujeres como lo acogió María y así, encarnado en cada persona haga de ella templo viviente donde se manifiesta la gloria de la Trinidad.
CARIBE, Documento de Aparecida, 264
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CONCLUSIÓN
La época actual es un periodo histórico marcado por grandes contrastes, ambigüedades y contradicciones. En este tiempo con los labios se grita: «la vida es sagrada» y con el corazón se desea la muerte del enemigo; se declara la guerra contra la desigualdad pero sin embargo se espera que quienes hoy tienen, mañana no tengan nada; se proclama la autonomía de la libertad mientras se ofrecen ídolos para adorar; se reconoce la necesidad de una «armonía espiritual» pero «se vive como si Dios no existiese». Se afirma también que esta es una «nueva» etapa de la historia, por lo cual, es necesaria una nueva manera de pensar que oriente la nueva manera de vivir. Este nuevo tiempo es caracterizado además por la velocidad con que suceden los cambios, esta rapidez trae consigo que los hombres y mujeres que conforman la sociedad contemporánea sucumban ante el frenesí de estar a la moda. En unas condiciones como las actuales, la búsqueda del sentido de la vida se convierte para el hombre en un desafío fatigoso que no le proporciona respuestas concretas y si le resta la fuerza indispensable para continuar en el caminar hacía su realización plena. La Iglesia «experta en humanidad» y a quien su divino fundador le ha confiado la misión de prolongar su obra en el mundo, tiene el compromiso de acercar a los hombres de este y todos los tiempos a la «fuente de agua que brota para la vida eterna» (Cf, Jn 4,14), para que puedan calmar la sed de sentido de vida. La respuesta apropiada a los interrogantes que plantea la cultura contemporánea es anunciar la Buena Nueva, proclamar que Jesucristo, con su victoria sobre el pecado y la muerte ha inaugurado «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Cf. Ap 21,1). A una sociedad que considera la palabra dirigida por Dios como algo que no tienen sentido para el presente, se le debe proclamar la perenne novedad
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del Verbo encarnado a través de medios que le permitan descubrir que ella es una comunicación original, que no obstante habiendo sido pronunciada por primera vez en el pasado, asume el lenguaje del presente para orientarlo hacía el cumplimiento con creces de todas sus esperanzas. Un tiempo de nueva evangelización es el medio a través del cual la Iglesia quiere salir al encuentro de los hombres de esta época para presentarles un horizonte nuevo que oriente su vida y dé sentido a su búsqueda. Esta es una llamada que no se reduce a un método pastoral más o a la utilización de tecnologías avanzadas, tampoco significa una reductiva traducción del mensaje de salvación para que sea aceptado por los actuales cánones culturales. La nueva evangelización es la toma de conciencia por parte de los bautizados de su identidad cristiana que los impulsa a testimoniar la actualidad del Evangelio, poniendo a Jesucristo al centro de toda acción, permitiendo que sea Él quien hable a través de un lenguaje comprensible para la generación presente, aprovechando cada situación para hacer de ella un espacio para el encuentro con el resucitado. Este nuevo soplo del Espíritu que lanza a la misión consiste, como en la carrera atlética, en tomar el testimonio integro de los primeros cristianos, el tesoro de la revelación, para comunicarlo al presente abriendo de paso, la puerta al futuro. Evangelizar en las actuales condiciones significa escrutar los signos que caracterizan esta época e interpretarlos para ubicarlos en la dinámica de la auto-comunicación divina. Nueva evangelización es volver el corazón como Iglesia hacia el primer amor y con el corazón renovado por la caridad divina, ir al encuentro del mundo contemporáneo para proclamar que el Reino de Dios está cerca y va a hacer nuevas todas las cosas. Uno de los tantos signos que caracteriza la situación presente es, aunque con muchas ambigüedades, el retorno a lo sagrado. Hoy muchos hombres y mujeres se sienten defraudados por los sistemas de pensamiento que nos les ofrecen respuestas válidas a sus inquietudes; la crisis les ha hecho descubrir que lo material, el placer, la verdad a medias, la búsqueda irracional de autonomía antes que libertad trae más esclavitud. Toda esa frustración conduce a quienes la experimentan a un anhelo de lo trascendente, del cual el consumismo que domina el mundo se aprovecha para continuar esclavizando al hombre. Esoterismo, espiritismo, formas ambiguas de religión, algunas de ellas sin Dios, sectas, superstición, magia y el resurgir de algunos fundamentalismos son algunas de las propuestas del «bazar espiritual contemporáneo» para satisfacer la inquietud religiosa de buena parte de la humanidad. A la fe cristiana le corresponde en primer lugar el esfuerzo de un discernimiento para responder con la propuesta autentica y plena de sentido que contiene el Evangelio. Esa sed espiritual es una motivación para tomar en serio la llamada a la nueva evangelización. La piedad popular como «precioso tesoro» de la Iglesia es un valioso instrumento para anunciar el Evangelio en las nuevas circunstancias del mundo que vive como si Dios no existiese, pero que paradójicamente sigue gritando « ¿Dios, dónde estás?». El Evangelio y expresiones selectas de las
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culturas de los pueblos se encuentran en la piedad popular para conformar un lenguaje no solo comprensible, sino también, evocador de las más profundas raíces espirituales y ancestrales para el hombre contemporáneo. Por eso esta legítima manifestación de la fe debe ser acompañada por los pastores de la Iglesia, identificando y afirmando los valores auténticos que son campo fecundo para sembrar la Buena Nueva, erradicando toda la cizaña de la superstición y la falsa religión, convirtiéndola en un camino que conduce al encuentro con el Señor en la celebración de los sacramentos y a la vivencia auténticamente cristiana. Además debe ser reconocida como un nuevo idioma universal de la fe, pues ella, siendo «diferente en las diversas culturas» con las expresiones culturales de una determina región permite a sus habitantes comprender el significado del misterio de Dios hecho hombre para la salvación de todos, única verdad para todos los pueblos de la tierra. La piedad popular por la sencillez de sus manifestaciones y por la cercanía que experimentan las personas hacia ella no solo es un medio eficaz para comunicar la alegre noticia de la redención sino un ámbito propicio para hacer de todos apóstoles de la nueva evangelización. Otro signo de los tiempos que caracteriza la cultura presente es el fenómeno de las comunicaciones. En los últimos dos decenios el acelerado desarrollo de los medios y los instrumentos de comunicación han marcado un cambio de época a la que naturalmente acompaña una crisis. La red ha llegado a ser propuesta como una especie de religión dominada por muchos ídolos, cada uno emitiendo su mensaje propio, creando una interferencia que termina anulando toda posibilidad de comunicación y en lugar de acercar a los hombres, los aleja cada día más unos de otros y cada vez más les dificulta entrar en comunicación con Dios. La crisis generada por esa antítesis entre aumento de posibilidades y disminución de calidad de comunicación, con todas las dolorosas consecuencias que conlleva, ofrece a la Iglesia una oportunidad sin igual para que, fiel a la misión confiada por su divino fundador, salga a anunciar la Buena Noticia. Redescubrir el dogma es una manera de responder a ese desafío para la fe cristiana. Recibir tantos mensajes y pocas certezas angustia al hombre, por eso, proclamarle que el Verbo de Dios se ha encarnado para entrar en diálogo con él y que la encarnación continua realizándose hasta que junto con toda la creación entre de nuevo en comunión con la fuente de su existencia, esto es con la Trinidad divina. Significa para la humanidad recibir las coordenadas de un puerto seguro, encaminarse hacia la esperanza. El redescubrimiento del dogma no significa simplemente traer del pasado formulaciones acerca de la fe para imponerlas como seguridad en el presente, redescubrir el dogma es una ocasión, donde con el ingenio que otorga la gracia de Dios, los cristianos dan testimonio que la verdad del Evangelio es la misma «ayer, hoy y por los siglos» (Cf. Hb 13,8), porque no es una cosa sino la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para redimir a todos los hombres del pecado por medio de su pasión muerte y resurrección, quien por medio de su Espíritu sigue actuando
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en la Iglesia católica para congregar en ella a toda la humanidad y conducirla de nuevo al seno del Padre. La piedad popular como síntesis formada de la cultura de los pueblos y la fe transmitida por los misioneros es un medio eficaz para comunicar en el tiempo presente las verdades de la fe necesarias para colmar de sentido el fatigado espíritu humano. Se debe aprovechar la riqueza de sus expresiones, tan atrayentes a la cultura contemporánea, para tender el puente entre la vida de los hombres de este tiempo y la vida divina anticipada en las celebraciones litúrgicas, así se cumplirá con la misión de redescubrir el dogma y de anunciarlo íntegramente con el lenguaje del hombre de este tiempo nuevo. El fruto conclusivo al que este ejercicio teológico-dogmatico me conduce es a un compromiso pastoral. Las más bellas catequesis recibidas en mi vida, y que aun recuerdo, me las impartieron mis padres a partir de la piedad popular, en el seno de una de sus expresiones recibí la llamada del Señor para consagrar mi vida en el sacramento del Orden y ahora ordenado sacerdote vivo mi ministerio en una Iglesia particular donde la piedad popular es un ámbito bien significativo de la pastoral. Partiendo de la experiencia personal reconozco la riqueza contenida en esas expresiones de fe, pero también ahora descubro que esa gran porción de la comunidad que vive su fe a través de ellas no ha sido acompañada, instruida en la fe y orientada hacia la celebración eclesial de la liturgia. Mi compromiso consiste en continuar acompañando a aquellos hermanos en la fe, ayudándolos a descubrir a Cristo vivo y al centro de sus ejercicios piadosos, leyendo lo que la fe vivida allí dice a su vida concreta y así en permanente camino de conversión y purificación de este tesoro precioso de nuestra familia cristiana, renovar cada día la escucha de la Palabra de Dios para luego salir a una evangelización, «nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión». Esta misión la confío al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, Trinidad una y santa a quien sea la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos.
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SIGLAS Y ABREVIACIONES
AAS
Acta Apostolicae Sedis
CELAM Consejo Episcopal Latinoamericano Cf.
Confer, compara
Col
Carta del Apóstol san Pablo a los Colosenses
Dn
Libro del profeta Daniel
DTF
Diccionario de Teología Fundamental
DTI
Diccionario teológico Interdisciplinar
Ds
DENZINGER, H. – HÜNERMANN, P., El Magisterio de la Iglesia
ed. Editor
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Est
Libro de Ester
Fil
Carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses
Ga
Carta del Apóstol san Pablo a los Gálatas
Gen
Libro del Génesis
Hb
Carta a los Hebreos
Hch
Hechos de los Apóstoles
Ibidem
Lo mismo
Ivi
Lo mismo
Jn
Evangelio según san Juan
Lc
Evangelio según san Lucas
Mc
Evangelio según san Marcos
Mt
Evangelio según san Mateo
Rm
Carta del Apóstol san Pablo a los Romanos
Sal
Libro de los Salmos
SC
Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosantum Concilium
1Cor
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
1Pe
Primera carta del Apóstol Pedro
1Tm
Primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo
2Jn
Segunda carta del Apóstol Juan
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BIBLIOGRAFÍA
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INDICE
INTRODUCCIÓN ������������������������������������������������������������������������������������������������������� 7 CAPÍTULO I La Piedad Popular como ámbito para la evangelización �������������������������������������10 1.1 Clarificación de conceptos ��������������������������������������������������������������������������������10 1.1.1 Religiosidad Popular ����������������������������������������������������������������������������������11 1.1.2 Devociones populares ��������������������������������������������������������������������������������11 1.1.3 Piedad popular ������������������������������������������������������������������������������������������ 12 1.2 La piedad popular en el curso de la historia ��������������������������������������������������13 1.2.1 La antigüedad cristiana �����������������������������������������������������������������������������13 1.3 El hoy de la piedad popular �����������������������������������������������������������������������������17 1.3.1 El lenguaje y las expresiones de la piedad popular ������������������������������18 1.3.2 Los valores de la piedad popular ������������������������������������������������������������19 1.3.3 Peligros que pueden desviar la piedad popular �����������������������������������21 1.3.4 Desafíos de la piedad popular ���������������������������������������������������������������� 22 1.3.5 La reflexión teológica sobre la piedad popular ������������������������������������ 23 1.4 La piedad popular como ámbito de evangelización ������������������������������������� 23
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1.4.1 El sujeto de la piedad popular ���������������������������������������������������������������� 23 1.4.2 La piedad popular espacio de encuentro con Jesucristo ����������������������24 1.4.3 Una vivencia de Iglesia ���������������������������������������������������������������������������� 25 1.4.4 Piedad popular y evangelización ����������������������������������������������������������� 25 CAPÍTULO II La nueva evangelización, la alegría de anunciar a Cristo al mundo actual ����������������������������������������������������������������������������������������� 28 2.1 El mundo actual ������������������������������������������������������������������������������������������������� 28 2.1.1 El mundo científico - técnico ������������������������������������������������������������������� 30 2.1.2 Mundo consumista ���������������������������������������������������������������������������������� 30 2.1.3 El mundo de la increencia ������������������������������������������������������������������������31 2.1.4 La nueva sensibilidad por el hombre y retorno a lo sagrado ��������������32 2.2 La nueva evangelización ���������������������������������������������������������������������������������� 33 2.2.1 ¿Por qué hablar de nueva evangelización? �������������������������������������������� 33 2.2.2 Vivir hoy el mandato del Señor �������������������������������������������������������������� 35 2.2.3 Jesucristo, centro de la nueva evangelización �������������������������������������� 36 2.2.4 La nueva evangelización, una acción del Espíritu Santo ���������������������37 2.3 Los nuevos evangelizadores ���������������������������������������������������������������������������� 38 2.3.1 Discípulos a la escucha del Evangelio ��������������������������������������������������� 39 2.3.2 Vivir el Reino �������������������������������������������������������������������������������������������� 40 2.3.3 Anunciar con la fuerza del Espíritu Santo ������������������������������������������� 40 2.4 Los destinatarios de la nueva evangelización ������������������������������������������������41 2.4.1 La experiencia de la unidad del género humano ��������������������������������� 42 2.4.2 La experiencia de la técnica �������������������������������������������������������������������� 42 2.4.3 La fe en la ciencia ������������������������������������������������������������������������������������� 43 2.4.4 Las ideologías ������������������������������������������������������������������������������������������� 43 CAPÍTULO III Redescubrimiento del dogma, redescubrir a Cristo resucitado para anunciarlo al hombre de hoy ������������������������������������������������������������������������� 45
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3.1 El Dogma expresión viva de la fe �������������������������������������������������������������������� 46 3.1.1 ¿Qué es un dogma? ���������������������������������������������������������������������������������� 46 3.1.2 El contenido del dogma ���������������������������������������������������������������������������� 49 3.1.3 La interpretación del dogma �������������������������������������������������������������������� 50 3.1.4 Redescubrir el dogma ������������������������������������������������������������������������������52 3.2 El testimonio del cristianismo de los primeros siglos ���������������������������������� 53 3.2.1 Nicea, de la Palabra a las palabras humanas ���������������������������������������� 54 3.2.2 Constantinopla, la divinización por el Espíritu ����������������������������������� 55 3.2.3 Éfeso, el Verbo encarnado y nacido de mujer ��������������������������������������� 56 3.3 Una Iglesia en salida que redescubre el dogma �������������������������������������������� 58 3.3.1 Los obispos anunciadores del Evangelio de Cristo ������������������������������59 3.3.2 Presbíteros buenos, santos y bien preparados �������������������������������������� 60 3.3.3 La Vida Consagrada, testimonio del dogma ����������������������������������������62 3.3.4 La familia ámbito por excelencia del dogma ���������������������������������������� 63 3.4 Redescubrir el dogma en la piedad popular �������������������������������������������������� 65 3.4.1 El problema teológico ������������������������������������������������������������������������������ 65 3.4.2 ¿Qué significa redescubrir el dogma en la piedad popular? ����������������67 3.4.3 Vivir la alegría de redescubrir el dogma anunciándolo ���������������������� 68 CONCLUSIÓN �����������������������������������������������������������������������������������������������������������70 SIGLAS Y ABREVIACIONES �����������������������������������������������������������������������������������74 BIBLIOGRAFÍA ���������������������������������������������������������������������������������������������������������76
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MIGUEL ANGEL REY VALDIVIESO, Pbro.