MEMORIA DE UNA INVESTIGACIÓN Introducción Hace ya mucho tiempo las bibliotecas dejaron de ser sólo “biblio-teke”, esto es, un depósito de libros1. Las primeras bibliotecas eran productos de una élite aristocrática o eclesiástica que monopolizaba el conocimiento y la educación. El siglo XIX extendió su acceso a otros estamentos sociales, entre burguesía e instituciones públicas, y el XX acabó por democratizar su acceso de forma universal, así como expandió su programa social. Hoy en día son símbolos que representan un acceso democrático al conocimiento, plataformas condicionales de acceso a la diversidad de información donde proliferan todo tipo de programas educativos y sociales.
El saber definitivamente no ocupa lugar Los cerca de 37 millones de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, la mayor del mundo, ocuparían digitalizados unos 37 terabytes, lo que cabe debajo de su mesa. Se estima que se han escrito unos 100 millones de libros a lo largo de la historia, lo que no ocuparía mucho más espacio. (Kahle, 2005) El acceso a la información ha dejado de ser un problema. Digitalizarlos todos y volcarlos al archivo global de Internet tendría un coste de unos mil millones de euros (derechos de autor aparte), apenas un 1% de lo que se gasta anualmente en construir y mantener bibliotecas en el mundo. (Kahle, 2005)
La expansión del programa social de las bibliotecas. Fuente: (Kubo, 2005)
Pero el siglo XXI, con la Tercera Revolución Industrial y el desarrollo de las tecnologías de información y comunicación ha puesto en crisis no sólo los modelos precedentes, sino hasta su propia función pública.
Diferentes modelos, pero bibliotecas todos ellos: (de izquierda a derecha de arriba hacia abajo;) proyecto de Etienne-Louis Boullée' Segundo de la Biblioteca del Rey (1785); Punto de encuentro @ Lasipalatsi, Biblioteca Pública de Helsinki, Finlandia; Biblioteca Pública de Hjorring, Dinamarca; biblioteca móvil en un autobús, Ayuntamiento de Madrid, España;
Si prácticamente todo está disponible on-line, si los medios digitales permiten un mayor y más rápido acceso a la información, de naturaleza virtual, ¿qué ventajas competitivas ofrece el espacio físico de la biblioteca? Si sufrimos una saturación de datos, nuestro problema no es el acceso a la información. Entonces, ¿para qué ir a una biblioteca 2 ? A ésta y a otras preguntas hemos querido responder con la investigación que hemos realizado en los últimos meses y cuyos resultados se plasman en este documento. Hemos combinado la experiencia de nuestro estudio en proyectos de bibliotecas (Biblioteca Central de Helsinki, Biblioteca en Fuerteventura, etc.) y el entusiasmo de nuestros colaboradores investigadores, con la creencia de que las bibliotecas encarnan insuperablemente nuestra aspiración social de espacio público y la voluntad de capturar y desarrollar todo su potencial como elementos irremplazables de nuestro entorno construido.
expansión de los medios de comunicación. Fuente: (Kubo, 2005)
1
La
Biblio=libro; teke=almacén/depósito. Para ser una biblioteca, en el sentido moderno, tiene que haber una colección de libros, acceso claro al material de estudio y un sistema bien diseñado de mesas y sillas para lectura. Prácticamente desde la desaparición de la Biblioteca de Alejandría, donde se leía fundamentalmente de pie entre estanterías, esas funciones se dan en bibliotecas y archivos (Edwards, 2002)
2 La Biblioteca Pública de Aarhus ha desarrollado un proyecto llamado “The Transformation Lab” precisamente diseñado para tratar de responder a estas preguntas. ¿Si todo está disponible online, para qué ir a una biblioteca? Incluidos en el proyecto están una serie de laboratorios, zonas de inspiración y lugares de encuentro y eventos. Para más información, ver: (Matthews, 2009). El número de artículos inquiriendo en términos semejantes por el futuro de las bibliotecas es significativo. Ver, por ejemplo: (Agresta, 22.04.2014), (Bisbrouck & Desjardins, 2003) (Latimer, 2007) y (England:, 2012)
Diferentes actividades en bibliotecas públicas contemporáneas: juego de ajedrez gigante en la Biblioteca Pública de Rotterdam, Holanda; Club de Lectura en Rikhardinkatu, Biblioteca de Helsinki, Finlandia; Herramientas en el FabLab, Amsterdam, Holanda; al aire libre leyendo junto a la Biblioteca Central en Bryant Park, Nueva York, EE.UU.