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12 RAZONES POR QUÉ APOCALIPSIS 20:10 NO APRUEBA LA TEORÍA DE UN INFIERNO DE FUEGO
AZENILTO G. BRITO ADVENTIST NEWS NETWORK DIDAJÉ 1, NO. 2 (2013) SARZEDO, MINAS GERAIS, BRASIL 101
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razones por qué Apocalipsis 20:10 no aprueba la teoría de un infierno de fuego El texto registra:
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. Primera. Porque es una regla de buena Teología que no se establecen doctrinas en base de textos simbólicos, parabólicos o aislados en las Escrituras, especialmente si no son muy claros. El libro de Apocalipsis está lleno de alegorías tomadas del Antiguo Testamento que necesitan ser entendidas dentro de las características de estas ilustraciones y según su uso original. Así, tenemos referencias a Balaam (2:14), Jezabel (2:20), los dos olivos de Zacarías 4 (11:4), Elías y la sequía (11:6), Sodoma y Egipto (11:8), Babilonia (14:8, cf. 17 y 18), Gog y Magog (20:8), la bestia compuesta por los mismos animales en Daniel 7 (13:2), etc. Segunda. Porque el lenguaje de “atormentados día y noche” procede de Isaías 34:10, donde se habla del fuego que destruye Edom, que “no se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá el humo; de generación en generación será asolada”. Eso representa un proceso de destrucción por la época de su duración. De “generación en generación” equivalente a “de siglo de siglos”. Con todo, hace milenios que Edom ya no existe. Nota. También en Jeremías 17:27 leemos sobre el fuego que consumiría las puertas de Jerusalén y no sería apagado. Pero ese fuego ya se ha extinguido hace milenios. Tercera. Porque la figura del fuego que nunca se extingue es también parte del lenguaje del Antiguo Testamento usado en Ezequiel 102
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20:47, 48. La razón por la cual el fuego que destruye a los enemigos de Dios no será apagado, es porque “Yo Jehová lo encendí”. Nota. A través del contexto, el lenguaje tiene el tenor de “consumir” (véase, 21:31, y 32 -“serás pasto del fuego”, y 22:20- “os juntaré en mi furor [...] seréis fundidos”). Cuarta. Porque en el libro de Apocalipsis, el mismo Juan emplea el mismo lenguaje de 20:10 en otros lugares en un sentido de algo que dura “día y noche”, denotando continuidad, duración de una acción, y no eternidad. Así, él describe a criaturas vivas que alaban a Dios sin descanso “día y noche” (Ap 4:8), los mártires que sirven a Dios “día y noche” (Ap 7:15) y Satanás que acusa a los hermanos “día y noche” (Ap 12:10). Quinta. Porque el destino de Babilonia, símbolo de la religión falsa, a la cual la bestia y el profeta falso están asociados, es ser lanzada en en el “lago del fuego”; es destrucción total, al punto de que “nunca más será hallada” (Ap 14:11; 18:8, 21). Sexta. Porque los ejércitos de Gog y Magog, mencionados en el contexto inmediato (v. 8), recuerdan el episodio profetizado por Ezequiel, de los enemigos de Israel que fueron totalmente desolados y destruidos (véase Ez 38 y 39). Nota. En Isaías 66:24 se describe el escenario de muerte final de los transgresores, tratando de cadáveres y gusanos que, hiperbólicamente, nunca mueren, en medio a un fuego que nunca se apaga, sin ninguna mención a un lugar llamado “infierno” o “almas o espíritus”. Séptima. Porque el lenguaje de “verter” la copa de la ira de Dios, aplicada a Babilonia, es un símbolo establecido del juicio divino en el Antiguo Testamento (Is 51:17, 22; Jer 25:15-38; Sal 60:3; 75:8). Dios vierte la copa “sin mezcla”, es decir, sin la dilución, para asegurar su efecto mortal. Los profetas emplearon lenguaje similar: “beberán y engullirán, y serán como si no hubieran sido” (Ab 16; cf. Jer 25:18, 27, 33). La misma copa de la ira de Dios se sirve a Babilonia, la ciudad que corrompe a la gente. Dios mezcla y “paga doble”-y el resultado son “plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego” (Ap 18:6, 8). 103
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Nota. El destino final de Babilonia, destruida por fuego, es también el destino de los apóstatas que bebieron de la copa sin mezcla de Dios. Octava. Porque, según las Escrituras, solamente Dios posee en sí la inmortalidad (1 Ti 1:17; 6:16). Él concede inmortalidad como un don del evangelio (2 Ti 1:10), y los que se perderán son los que no recibieron esa bendición. Nota. En Romanos 2:7, Pablo habla de los que reciben la vida eterna, debido a que buscan gloria, honor e “inmortalidad”. No tenemos que buscar lograr algo que ya poseemos, presuntamente bajo la forma de un elemento eterno que llevemos en el ser interior. Novena. Porque el contraste entre redimidos y perdidos se define entre los que tengan vida eterna (Jn 6:54), y los que reciben muerte eterna, pues el salario del pecado es la muerte (Jn 3:16; Ro 6:23), puesto que serán lanzados en el lago del fuego y del azufre, en “la segunda muerte” (Ap 20:14 y 21:8). Nota. Apocalipsis 20:9 dice que los que enfrentan el fuego del geena serán “consumidos”. Décima. Porque en la secuencia de la descripción de la “perdición de los hombres impíos” (2 P 3:10) en Apocalipsis 20:10-14, lo que tenemos es la descripción de los “cielos nuevos y una tierra nueva... y el mar ya no existe [ni el lago de fuego]” en 21:1. Nada se dice de que el lago de fuego salte de sobre la superficie de la Tierra (donde claramente ocurre su acción, cf. v. 4ss) para continuar ardiendo en otra parte del universo. Nota. Hay que recordar que en el original no hay división de capítulos y versículos, y Apocalipsis 21:1 es el contexto natural e inmediato de 20:14, 15. Décima primera. Porque el destino del propio diablo será la destrucción, según lo descrito en lenguaje gráfico en Ezequiel 28:18 y 19 (representado como rey de Tiro, como en Isaías 14 él es rey de Babilonia). “Saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos [...] espanto serás, y para siempre dejarás 104
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de ser” (cf. Is 14:14, 15 y Mal 4:1-3). Décima segunda. Porque hasta uno de los demonios que iba a ser expulsado por Cristo le pregunta: “¿Has venido a destruirnos?”. Esto demuestra que estos seres espirituales malignos ya saben lo que les espera al final: es la destrucción total (Mr 1:24).
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