DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com AÑO 12 NÚMERO 83
EMAIL: otraspastas@gmail.com EDICIÓN DIGITAL
JULIO 2018
THE ROLLING STONES EN EL LETNANY AIRPORT (04.07.2018) – PRAGA, REPÚBLICA CHECA
GENIOS, INAGOTABLES Y SIN FILTRO Mientras espero mi turno en la fila de la boletería instalada en el Letnany Airport, veo a un muchacho con la camiseta de Messi, al lado de un viejo, esperando a que el vendedor les entregue sus tickets. ¡Por fin alguien con quien hablar en español!
Debido al feriado nacional de dos días, miles se han ido a pasear fuera de Praga, pero otros miles los han reemplazado: para este show, para el festival por los 115 años de la Harley-Davidson y para hacer turismo por esta bella capital pletórica en portentos arquitectónicos. Por fin llega mi turno y aún quedan tickets a 1990 coronas checas (90 dólares). Con mi boleto en mano me apresuro a ingresar al lugar del concierto. En el trayecto me encuentro con el singular y llamativo Ulrich Schroeder -uno de los fans de los Stones más reconocidos a nivel mundial y dueño del Stones Fan Museum en Alemania-, un apretón de manos y un par de fotos son suficientes.
-Hola argentino, soy de Perú. Mucho gusto. ¿Qué zona estás comprando? -Hola che. Esperáme unos minutos y te cuento. Hoy es mi día de suerte. *** Hoy es la penúltima fecha de la gira europea No Filter. Los Rolling Stones la iniciaron en setiembre del año pasado y hasta el momento (26 fechas) van recaudando un poco más de 220 millones de dólares con una asistencia acumulada de un millón y medio de fans. ¿Para qué quieren tanta plata estos septuagenarios? Bueno, Jagger tiene como ocho hijos y Wood hace poco fue padre de unas preciosas gemelas. Ambos tienen novias muy jóvenes. Los “afrodisíacos” cuestan. Y Richards aún mantiene sus “vicios” caros.
Una vez dentro del campo, veo decenas de motociclistas con sus chaquetas Harley Davidson y de inmediato pienso en el festival de Altamont de 1969, marcado por la tragedia por culpa de los motorizados Hell Angels (pandilleros violentos que prestaban servicios como miembros de seguridad) que sembraron el terror llegando incluso al apuñalamiento de un afroamericano mientras los Stones tocaban ‘Sympathy for the Devil’. Después de ir y venir en pos de un buen lugar, me ubico adelante en el campo B; una cerveza y una hamburguesa me sostendrán hasta que comience el show dentro de tres horas.
Media hora antes de llegar al viejo aeropuerto, el taxista me dijo que, según los noticieros, para el concierto de los Stones se espera una asistencia de sesenta mil personas.
1
Aguanto a un par de bandas teloneras locales, hasta que se anuncia el momento esperado: “¡Ladies and Gentlemen, The Rolling Stones!”. Salen los cuatro demonios de la banda más longeva del rock a saludar a su público, y de inmediato Keith Richards nos hace brincar con los primeros riffs de ‘Street Fighting Man’, y sin lugar al descanso arremeten con ‘It’s Only Rock n’ Roll (But I like it)’. Luego de los saludos de Jagger en checo, que no entiendo ni jota, interpretan la hermosa ‘Tumbling Dice’ cuyo juego de voces, sección de vientos y la guitarra filosa de Ronnie -en complicidad con las baquetas de Watts y la rítmica de Keith- la hicieron mi favorita de la noche. ‘Under my Thumb’ (los fans la escogieron por votación) nos reafirma que esta gira es un The Best Of o un Greatest Hits. Jagger de nuevo: “Esta canción, Bob Dylan la escribió para nosotros. Fue muy amable de su parte, aunque ahora ya ni me habla”, risas del público, y suena la enorme, la inconmensurable ‘Like a Rolling Stone’. Estoy en Praga haciendo turismo por mi cuenta luego de tres semanas intensas de trabajo, un peruano desconocido en esta parte del mundo, así que la canté a todo pulmón: “How does it feel? How does it feel to be without a home? Like a complete unknown, like a rolling stone … How does it feel to be on your own with no direction home? A complete unknown, like a rolling stone”. Aplausos. Rendición total. Luego, sin la introducción coral, una guitarra acústica y el corno francés dan inicio a uno de mis himnos loser: ‘You Can't Always Get What You Want’. Eres lo que quiero y lo que necesito. *** Volviendo al muchacho argentino, una vez que le dieron su ticket se me acercó: -No sabés la suerte que tengo. Conocí a un viejo trolo y me acaba de comprar la entrada. Ya nos vamos. Cuidáte. Disfrutá el show. Le di un apretón de mano como despedida y de reojo miré a su “padrino”. El pibe tenía razón: era un viejo calvo, quizá europeo, con un bividí verde y un short cachetero rosa encendido. Muchos argentinos suelen decir que ellos son los más
DISCOS Y OTRAS PASTAS
2
grandes fans de los Stones a nivel mundial. Incluso hay una tribu urbana denominada “Los Rolingas”, todos con el mismo corte de cabello (igual al flequillo del Mick Jagger de los sesenta, aunque en realidad es más parecido al de Paul McCartney en los setenta) y que para ellos ser seguidores de la banda británica es como una religión y todo un estilo de vida. Pues, este muchacho no tenía pinta de rolinga pero demostró ser tan fan como uno de ellos, capaz de cualquier “sacrificio” con tal de ver a sus amadas piedras rodantes. *** ‘Paint it Black’ me transporta a aquellas noches viendo la serie NAM luego del colegio. Con esa famosa intro de guitarra que acompañaba a los helicópteros que sobrevolaban la selva vietnamita. Luego de presentar a toda la banda, Mick le cede el protagonismo al pirata Keith Richards, quien se despacha como entre amigos con la blusera ‘You Got the Silver’ y ‘Before They Make Me Run’. Jagger regresa al escenario para representar al Diablo en ‘Sympathy for the Devil’, mientras me divierto cantando los “woo woos” no puedo evitar mirar a mi alrededor, por si acaso, para asegurarme de que no haya un motociclista cerca. Y los hits se siguen sucediendo uno tras otro con ‘Miss You’, ‘Start Me Up’, ‘Jumpin' Jack Flash’ y ‘Brown Sugar’, y Jagger parece no agotarse, incombustible, pilas Duracell, le falta poco menos de un mes para cumplir 75 años y se sigue comiendo el escenario como un veinteañero. Es tiempo de una pausa. Quizá el uso de tanques de oxígeno detrás del escenario. Y el encore nos trae a la siempre sorprendente ‘Gimme Shelter” y termina con la única canción de los Stones que ya no me satisface en vivo: ‘(I Can't Get No) Satisfaction’. Fuegos artificiales a diestra y siniestra le ponen punto final a una estupenda noche en la que nos fusionamos con el rock. Fue un show generoso de casi dos horas. Aún no sé cómo regresar al hotel que está al otro lado de la ciudad. Lo importante es que vi a los Stones por tercera vez y sin planearlo. Gracias viejos roqueros por continuar haciendo música y darle un poco de alegría a nuestras rodantes vidas.
HENRY A. FLORES JULIO 2018
MARCO AURELIO DENEGRI (1938 - 2018) En una ocasión, el editor de Gatopardo y su asistenta tenían entre manos un texto de Alfredo Bryce sobre su paso por San Marcos y un profesor suyo (imaginario, por cierto), con un parecido físico impresionante a Pérez Prado, políglota y el único peruano que habló sánscrito. Me pidieron que verifique un dato (fact checker) sobre la identidad y la existencia de ese profesor llamado Luis Quiñones y sobre el temperamento del joven Bryce en San Marcos de fines del cincuenta y comienzos del sesenta. Hablé con Tulio Loza que fue gran amigo de Bryce. Y se me ocurrió telefonear a Marco Aurelio Denegri, contemporáneo y condiscípulo del escritor. Tulio fue muy cordial y me dijo que no recordaba a ningún profesor con ese nombre en la Facultad de Letras y Derecho; y que el gringo Bryce era recontra chupado y que él lo ayudó a desinhibirse. Con Marco Aurelio Denegri sostuve una larga conversación telefónica de más de una hora. Tan pronto lo contacté me pidió mi
teléfono y me dijo que llamaría en cinco minutos. Tal vez quería verificar mi identidad. Lo cierto es que Marco Aurelio Denegri devolvió la llamada. La primera vez, del otro lado de la línea, el señor Denegri sonó con voz grave y cavernosa, como si estuviera llamando desde ultratumba o como si fuera la criatura de Frankenstein sosteniendo el teléfono: "alooo...". Y después de un arranque desconfiado, Marco Aurelio Denegri se sobró, se paseó, se bandeo por el Perú de los cincuenta y sesenta. Sobre la literatura peruana, Bryce y San Marcos. Sobre la composición social, política, cultural y étnica en la Decana de América. La conversación se volvió cálida, de ida y vuelta, entretenida y la cuota de erudición la puso Denegri. Hace unos días murió este contestatario maravilloso, provocador contumaz, divulgador del pensamiento de la contracultura, crítico, exegeta y gran conversador. Elevo una oración por su alma. ÓSCAR CONTRERAS
ENRIQUE VERÁSTEGUI (1950 - 2018) MAITREYA Me he sentado a esperar la vejez. No pienso ni hago nada hasta que llegue otra generación a desempolvar el brío, los libros dorados, las matemáticas, el cuerpo, el alma, el universo, todo ese conocimiento sepultado por el rencor, la gnosis que demuestra que lo infinito está en lo finito donde está, realmente, el universo. Florecí más que nadie pero perfidia cayó sobre mí, doblándome como una flor, herrumbrándome, y fui silenciado. Maitreya pasó desapercibido como una sombra por la vida, ¿no dan ganas de llorar?
DISCOS Y OTRAS PASTAS
3
JULIO 2018
JUKEBOX DESDE EL OTRO LADO
ESCRIBE: CONX MOYA
PINBALLS O PETACOS: UN VIAJE A LA MEMORIA INFANTIL
Los ya mayorcitos, recordamos aquel juego electromecánico que entre las décadas de los 60 y 80 fue el rey de bares, billares y recreativos en muchas partes del mundo: el pinball. A principios de los ochenta empezaría a perder popularidad al ser desbancado por las incipientes máquinas de marcianitos y por las tragaperras, que nada tenían que ver con los juegos de habilidad. La electrónica y la liberalización del juego hirieron de muerte a aquellas espléndidas máquinas. Las partidas comenzaban al tirar de un resorte recubierto de plástico de color brillante, que impulsaba la bola de acero hacia un tablero inclinado. “Bolita de acero pal agujero”, era un grito de guerra de la época. La bola recorría pasillos, salía disparada de los topes y chocaba con diferentes componentes electrónicos que producían unos característicos sonidos y emitían luces, otorgando puntos o incluso una partida extra, feliz motivo para seguir prologando la diversión. Cuando la bola bajaba podía ser de nuevo impulsada a través de unas palancas, para evitar que se cayera por el agujero que ponía fin a la partida. Lo principal era hacer todos los puntos posibles y no perder la bola, en definitiva, pasar la tarde con el menor desembolso posible. Mis recuerdos infantiles relacionados con el pinball se remontan a finales de los setenta. Mi tío contaba en su bar de Aranjuez con una máquina de bolas, donde mi hermano y yo echábamos nuestras buenas partidas cuando íbamos a visitar a la familia. Solo recuerdo darle a la bola, más bien a lo loco, sin estrategia ni habilidad, pero no tengo claro qué nombre le dábamos al juego, así que decido montar una consulta en redes sociales para ver si entre muchos logramos refrescar la memoria. Enseguida me llegan diferentes nombres. Flippers, máquinas del millón, máquinas sin más (porque entonces prácticamente no existían otras) pinball, petacos; esta última forma de
DISCOS Y OTRAS PASTAS
4
denominarlas me llama la atención. Parece que así era como se referían a estas máquinas sobre todo en el norte (Cantabria, Asturias y País Vasco) y en algunas zonas de Andalucía como Sevilla. “Vamos a los petacos” o “jugar al petaco”, eran expresiones que me dicen que se usaban entonces. Petaco resulta ser el acrónimo de “Procedimientos Electromagnéticos de Tanteo y Color”, una empresa española que las fabricaba y que se fundó en Madrid en 1962. En los primeros años Petaco llegó a un acuerdo con la empresa estadounidense Gottlieb para adaptar y comercializar sus máquinas en España, tomando los tableros originales, pero rediseñando todos los componentes. Su diseñador estrella fue Eulogio Pingarrón, creador de las máquinas más míticas de la marca. Trabajaban para ellos dibujantes y artistas independientes que realizaban las creaciones en sus propios estudios. Por fin en 1972 Petaco lanzó la primera máquina de diseño y fabricación propia, “Comodín”. Durante varios años, en su época dorada, la empresa llegó a codearse con las grandes marcas internacionales. Dos de sus máquinas más populares fueron “Icarus” y “Jake Mate”. Recuerdo que nos resultaban hipnóticos los sonidos de aquellas máquinas, muy básicos, similares a campanitas o timbres, sin músicas ni efectos sonoros digitales. Como básicos eran los contadores de rueda donde iban subiendo los puntos conseguidos. Eran unas máquinas preciosas, de aspecto pop, plagadas de dibujos “camp” y atiborradas de colores chillones y luces un tanto psicodélicas, que hoy se ven deliciosamente anticuadas. Los pinballs estaban ornamentados con profusión. Así existían coloridos componentes como los bumpers o setas con los que se hacían puntos cuando los tocaba la bola, los flippers o aletas, que eran las palancas con las que se impedía que la bola cayera en el agujero, además de topes, rampas, pasillos, hoyos y el temible agujero final.
JULIO 2018
Me explican que cuando las setas y los hoyos tenían “güenlit” era el momento para darle a la bola con más ganas. Al iluminarse, salía una leyenda en el panel: “Especial when lit”. Mientras estaba con luz, “güenlit”, había que darles todo lo que se pudiera porque puntuaba doble o daba bola extra o partida de regalo. Qué bueno. Me cuentan también que el premio de partida extra que daban al terminar la partida no era casual, sino que correspondía al número de veces que la bola tocaba las setas y por eso había quien lo llamaba lotería. Cuenta la historia que el pinball tal y como lo conocemos nació en 1947, cuando la mítica empresa Gottlieb, introdujo dos flippers, uno a cada lado de la consola. En mi pequeña encuesta, flipper es el nombre más aceptado junto con pinball. Hay quien dice que las llamaba flippers porque, cuando empezaron a llegar los modelos más modernos, lo ponía en la propia máquina. Curioso. Sobre la acepción pinball tengo dudas. Me suena a que es un término que entonces no se usaba, asociado en España de alguna manera a la ópera rock de The Who “Tommy”, donde una de las canciones más recordadas está dedicada a la afición del protagonista por las máquinas de pinball, de las que llega a ser un auténtico mago. El álbum Tommy salió en 1969 y la película de Ken Russell, donde “Pinball Wizard” está interpretado por Elton John, se estrenó en 1975. Entre ambas versiones está el “Tommy Sinfónico”, grabado en 1972 con la Orquesta Sinfónica de Londres y que contó con la presencia de Rod Stewart, Maggie Bell, Steve Winwood, Ringo Starr o Richie Havens. Me confirman que sí era habitual la expresión “echarse un pinball”. Y, sin embargo, yo no recuerdo usar en aquellos días el término pinball. Así que sigo con mi operación de búsqueda del nombre que le dábamos nosotros y me dirijo a mi prima para que le pregunte al propietario del bar donde jugábamos, mi tío Miguel. Él tampoco recuerda cómo las llamaba, pero decide preguntarle “al de las tragaperras”, recalcando que necesita saber “cómo se llamaban en los 80”. Su respuesta es rotunda, “pinball”.
Sin duda, un aspecto importante del juego de las máquinas de bola era el monetario. No éramos niños que dispusiéramos de dinero para gastar a nuestro aire. La paga, cuando la había, era bastante magra. Daba para poco, chucherías, de vez en cuando un cuento o un tebeo y algún duro para las máquinas. Por eso era fundamental que las partidas se alargaran todo lo posible o hacerse con una réplica casera. Así, me recuerdan que uno de los momentos más tristes en el juego era cuando saltaba el “tilt” o falta. Bien por picardía o bien por la propia emoción del juego, a menudo se meneaba la máquina para que la bola rebotase en más setas y así conseguir más puntuación o para que no se colase por el agujero. Entonces la máquina pitaba “tilt” finalizando la partida, lo que originaba sus buenas polémicas con el encargado del recreativo o el dueño del bar. “Que si está trucada”, “que si salta el “tilt” solo con respirar”. Si en un recreativo había alguna máquina vacía donde no jugaba nadie, seguro que había gato encerrado. Si realmente se había tocado la máquina, los chavales le hacían boicot, la mejor forma de que los dueños lo corrigieran tras pasarse días sin recoger monedas. Otra solución al asunto de los dineros era construirse un petaco artesanal. Se pueden incluso encontrar artículos dedicados a este asunto. Me cuentan que se fabricaban en casa con una tabla inclinada, clavos y gomas elásticas. Con unas pinzas de tender la ropa se hacían los flippers y las bolas eran canicas de cristal. Una solución para los que tenían ingenio y maña. Y aún me descubren una última y deliciosa acepción, billarines. “Vamos a los recreativos a jugar al billarín”, se decía. Los recreativos o billares también dan para mucho. Yo recuerdo los que había cerca de mi casa, en Alcorcón, a los que a mí no me dejaban ni asomarme. O los recreativos situados en Los Sótanos, los famosos subterráneos de la Gran Vía de Madrid, donde también disponía de un local la tienda de discos de venta por catálogo Discoplay. Lo cierto es que, tras finalizar mis pesquisas, sigo sin saber cómo llamaba yo a la máquina de bolas en mi infancia. Pero en realidad no me importa, ¿y lo bien que nos lo hemos pasado?
DISCOS Y OTRAS PASTAS
5
JULIO 2018
LIBROS
LIBROS
EL HIJO QUE PERDÍ AUTORA: ANA IZQUIERDO VÁSQUEZ (PERÚ) Si existe algo como la lucidez después de una tragedia, este libro es una muestra inmejorable. La pérdida y el intento de salvación del abismo a través de la escritura. Salvarse porque además de la terrible pérdida de un hijo existe otra, menos visible, más esquiva e incomprensible, acaso porque no hay un dato objetivo que la sustente: la de uno mismo. De golpe perder todo aquello que te definía es una tragedia individual (en el sentido más extremo: una experiencia que irremediablemente debes pasar solo) que, sin embargo, lleva detrás un problema social. Y esto ocurre porque durante el duelo la sociedad pone en marcha, sin que nadie lo organice ni lo ordene, nada más que gente cumpliendo un rol que les parece el correcto, mecanismos encaminados a reprimir el dolor y, en consecuencia, a aislar. La sociedad no sabe qué hacer con las personas que pasan por un duelo de esa magnitud: dónde colocarlos, cómo tratarlos. Las personas en duelo pasan a ser cuerpos sin espacio a quienes no se les permite sufrir, o no se les quiere tener cerca, al menos no sin una máscara que sirva para tranquilizarnos y mantener una ilusión de normalidad. De que a pesar de todo estamos en control. De que las cosas se superan. Pero no es cierto. Hace años que no me costaba tanto leer un libro. Hace años que por varios días fui incapaz de continuar la lectura porque tenía miedo de lo que encontraba. Y pienso que quizá esa reacción es la misma que tiene la sociedad: no quiere saber. Prefiere mirar para otro lado. Simular que las cosas nunca ocurrieron o que volvieron a encaminarse. Esa incomprensión es lo que vuelve necesaria su lectura. Y lo mejor que podemos hacer es acercarnos al libro de Ana Izquierdo con respeto y agradecimiento, ya no como lectores, sino como seres humanos. FRANCISCO ÁNGELES DISCOS Y OTRAS PASTAS
6
LIBROS DOLOR (*) (ROGER SANTIVÁÑEZ) En el atardecer del último marzo El sol se filtró por las cortinas E iluminó tu cuerpo como un verso Tendido en la superficie de un mar Imaginario flotando sobre el lecho Amantes destinados al misterio o El prado en que creció la rosa más Dulce más fresca & más fragante Donde nadie supo amarla como este Poema escrito en el rocío de los parques De Lima en la madrugada tierna Igual a la memoria de la misma niña Que ella es con su falda azul plisada Obsequio de la tía Emmita & la lejana Fiesta de aquel Club serena tu son Risa delicada hechizo que en el ansia De las horas sobrevive & sobrepone La angustia de perderte & recuperarte A cada instante
*Extracto del poemario “Virtú” (2013). Roger Santiváñez (Piura, 1956). Primer puesto en los IV Juegos Florales de la Universidad de Piura (1973). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y tiene un doctorado en Literatura Latinoamericana por Temple University (Filadelfia, Estados Unidos). Ha escrito reconocidos poemarios como: Antes de la muerte, Homenaje para iniciados, El chico que se declaraba con la mirada, Symbol, Cor cordium, Santísima Trinidad, Historia francorum, Santa María, Labrando, Roberts Pool Crepúsculos, Virtú, Sylva, entre otros. En los ochenta fundó el movimiento Kloaka. En 2005 obtuvo el Premio de Poesía José María Eguren (Nueva York). Actualmente es profesor de español avanzado en Temple University y es uno de los cultores del neobarroco latinoamericano y su elaborado trabajo en el lenguaje.
JULIO 2018
Recordando a Robert Johnson
EL HOMBRE QUE ENGAÑÓ AL DIABLO Hace ochenta años moría Robert Johnson. No fue el primer hombre que murió a los veintisiete años. Tampoco fue el único. Ni siquiera sabemos si murió. Quizás el famoso pacto con el diablo haya incluido algo más que el don de tocar el blues como los dioses (¿?). Hay tres tumbas que supuestamente contienen sus restos. Nadie se atreve a averiguar más.
Ahí está, sentado en ese lugar fronterizo entre la 61 y la 49. La esquina donde los campos de algodón limitan con el fin del mundo. La tierra donde su gente aún no puede hablar sin la venia del hombre blanco. Atiborrado de memorias, recuerdos que le nublan la razón, madre Julie siempre aturdida, padre Noah huyendo de algo o de alguien, sus propias escapadas de la sordidez de la cabaña perdida en la plantación para ir a escuchar la guitarra de Son House en garitos de mala muerte, la boda con Virginia, ella y el niño muertos en el parto, todo en remolinos que centrifugan angustia y soledad. Es el retrato vivo de un hombre que huye de su pasado rumbo a la autodestrucción. "El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado." sentencia con su pluma un hombre célebre nacido a cien millas de esta encrucijada. Es probable que ese hombre y él no vayan a cruzarse jamás. Pide clemencia o entendimiento. La Gibson aferrada con ambas manos. ¡Esta guitarra es todo lo que tengo! ¡Es lo único que llevaré conmigo el día del juicio final! – grita a los cuatro vientos. La furiosa luz de un relámpago repentino le ilumina el perfil. Las primeras gotas mojan el ala del sombrero, y le arriman el hedor del barro que el Mississippi arrastra
hasta el Delta, donde amarran los barcos de vapor. Si sigue lloviendo el dique va a estallar piensa- como en aquella crecida del veintisiete.
Él nunca recogió algodón, como sí lo hicieron su madre, sus hermanos y sus abuelos. Era todavía un niño dibujando guitarras en el suelo arenoso mientras todos trabajaban a destajo. Entonces se prometió que una vez que fuera mayor no permanecería un solo día bajo ese sol, bastaría con hurtar unas monedas y subirse al primer camión para no volver. Pero esa inundación hace once años lo arruinó todo. Ahora las cosechadoras amenazan con dejar sin trabajo a nuestra gente. En un último arrebato de ira, su voz interior protesta… creen que estoy endemoniado porque toco de cara a la pared, les molesta que mi guitarra suene como una orquesta. Antes de acusarme a mí, deberían echarle un vistazo al colega Tommy o a ese que se hace llamar “El Yerno del Diablo”, pero ya se sabe, el hombre famoso también dijo que “La gente se cree cualquier cosa en el Sur, si suena lo suficientemente bizarra”. Pisa sin querer el cuello roto de la botella. Esta vez no ha de usarlo. El perro frente a él, levanta la mirada. La visión de doce caballos blancos que marchan en fila hacia el puente de metal le recuerda cómo llegó hasta aquí. Acaso delira por ese mal whisky que le sirvieron. Todo por ofrecerle el refugio de su cocina a esa mujercita. Alguien faltó a la cita. Comienzan los primeros acordes. “…Entierren mi cuerpo junto a la carretera…” - entona Little Robert - “…para que mi viejo espíritu malvado pueda subirse a un autobús de la Greyhound y viajar…” JORGE CAÑADA
DIRECTOR: HENRY A. FLORES Discos y Otras Pastas no se hace responsable del contenido de los artículos y agradece a sus colaboradores por la exclusividad otorgada.
DISCOS Y OTRAS PASTAS
7
JULIO 2018