DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com AÑO 12 NÚMERO 84
EMAIL: otraspastas@gmail.com EDICIÓN DIGITAL
OCTUBRE 2018
PAUL McCARTNEY – EGYPT STATION (2018)
EL BEATLE INCOMBUSTIBLE De la triste e introspectiva “I Don’t Know” (con un memorable inicio de piano), pasamos al cortejo en “Come On to Me”, al enamoramiento en “Happy with You”, al desfogue anti bullying en la roquera “Who Cares”, a la calentona “Fuh You” y a la relación que se termina en “Confidante”. Queremos seguir en el tren y nos topamos con las flojas “People Want Peace” y “Back in Brazil”, pero sería un error bajarse, porque el sonido funky de “Caesar Rock” sirve de preludio a las cinco melodías que ensamblan a la sorprendente “Despite Regarding Warning” (como en los tiempos del “Band On The Run”) y a la última estación, “Hunt You Down/Naked/CLink”, una pequeña suite compuesta por tres canciones, un digno final con sabor a lado B del Abbey Road (1969).
Hace poco más de una década, McCartney cantaba que él está atento a todo lo nuevo por descubrir y que aún tiene mucho que ofrecer a pesar de tener muchas cosas en la mente (Memory Almost Full, 2007) y a su pasado siempre presente (The Beatles y Wings). A sus setenta y seis años, con “Egypt Station” sigue demostrando que es un artista que rechaza morderse la cola, que continua en la búsqueda de sonidos novedosos, que no se conforma con haber inventado la rueda y la máquina a vapor, un genio de la música popular en constante renovación y en plena vigencia. “Egypt Station” es su segundo mejor disco en lo que va de este siglo; solo superado por la magistral Chaos and Creation in the Backyard (2005). Ya quisiéramos que estas sorpresas e inquietudes en el estudio contagiaran a sus ya predecibles conciertos en vivo, pero le ganan el “peso” de tener el mejor catálogo musical del mundo y su generosidad para saciar la sed de los fans por el sonido Beatle.
Ringo Starr dijo alguna vez que gracias a Paul los Beatles grabaron varios álbumes, ya que McCartney los animaba a ir al estudio. Este compromiso constante con el trabajo duro es la clave del éxito de “Egypt Station”, su primer número uno en USA después de treinta y seis años (Tug of War, 1982). Además del acierto de contar con el productor Greg Kurstin (Pink, Foo Fighters y Adele) -quien pulió los nuevos temas adaptándolos a estos tiempos- y a la labor titánica que significa el componer, ejecutar y grabar dieciséis canciones, Macca y su equipo continúan haciendo un arduo trabajo de promoción que incluye el uso constante de las redes sociales, programas especiales para la televisión, cinco videoclips,
En contra de lo afirmado por su autor, “Egypt Station” no es un álbum conceptual. Sin embargo, el disco comienza y termina con sonidos de estaciones de tren que invitan a experimentar el ‘viaje’ a través de todas las canciones. En estos tiempos de singles, Macca sigue apostando por el álbum. Los primeros seis tracks son distintos en melodías, ritmos y letras pero no te sueltan mientras se suceden uno tras otro, no dan opción alguna al ‘skip’.
1
conciertos gratuitos sin previo aviso, una nueva gira mundial y como si todo esto no fuera ya suficiente para fines de año lanzará dos reediciones deluxe de sus trabajos setenteros.
Desde setiembre hasta ahora, el “Egypt Station” suena en mi reproductor casi todos los días. Hay canciones con las cuales me identifico y me agarro de ellas para sobrellevar los momentos jodidos y también para acompañar los festivos. Gracias a este genio incombustible el soundtrack de muchas vidas se sigue renovando y ampliando. HENRY A. FLORES
RECORDANDO A ARETHA FRANKLIN “The Weight” es un folk rock compuesto por Robbie Robertson, el famoso y controversial ex guitarra líder de la mítica The Band. “The Weight” es la historia rocambolesca de un tipo que al llegar a Nazareth, un pequeño pueblo de Pensilvania, se encuentra con una serie de personajes que lo hacen vivir situaciones que van de lo extraño a lo absurdo. Robertson reconoce que esta historia, que es una suerte de sueño o de alucinación, tiene su origen en las repetidas visiones de las películas de Luis Buñuel, especialmente de Viridiana y Nazarín. A pesar de haber sido un tema muy popular en la turbulenta década de los sesenta, “The Weight” no tuvo el suceso comercial esperado. Sin embargo, en la poderosa voz y particular estilo de Aretha Franklin (1942 – 2018), la canción escaló en las listas de éxitos norteamericanas hasta ubicarse dentro de los primeros veinte lugares. Cuenta Robbie Robertson las dudas que tuvo cuando Jerry Wexler, el productor de Atlantic Records le dijo que había grabado “The Weight” con Aretha Franklin. Sin embargo, al escucharla, Robertson no pudo evitar expresar su enorme satisfacción con lo que Aretha había logrado: la Reina del Soul había DISCOS Y OTRAS PASTAS
2
hecho suya la canción con la complicidad de Duane Allman, quien le pone una cuota adicional de emoción con su 'slide' guitar. "Un sueño hecho realidad", expresó el ex miembro de The Band. Un folk rock convertido en un funky enérgico y visceral. Y es que, tal como lo ha manifestado Bonnie Raitt, con Aretha se materializaba la pasión esencial y la belleza del góspel. Con ella en el escenario, los blues eran más intensos y su fraseo - en consonancia con lo que dijo la guitarrista y cantante americana - era la vía directa hacia aquellos predios donde habitan el dolor, el deseo, la ira y la ternura. Sí, con qué fuerza cantaba “I Dreamed a Dream” o “I Never Loved a Man”. Y nunca olvidaré lo que Aretha hizo con esa vieja canción de Burt Bacharach y Hal David, “I Say a Little Prayer”: la llenó de color, de vida, con su voz maravillosa. Esa voz que hizo que Eric Clapton dijera apenado por su partida: "Qué privilegio he tenido de haber vivido y respirado el mismo aire que ella respiraba...". Como concluyó Robbie Robertson, Aretha Franklin está cantando desde el cielo, con aquella gracia y estilo con las que encantó y emocionó. ROGELIO LLANOS OCTUBRE 2018
VICIOGAMES
LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE:
GOD OF WAR LO BUENO Lo más destacable es el peso que tiene la trama. Se respetan los tiempos, se sabe contar. Vemos un desarrollo de personajes soberbio, tan extraño para una saga donde más primaba la jugabilidad y la violencia explícita. Kratos es un padre terrible, frío, distante, acaso obligado a interactuar con su hijo tras la partida de su esposa. Atreus, por su parte, se resigna al destino que le ha tocado vivir. Reprime la muerte de su madre y lamenta haber tenido que quedarse con su padre. El inicio de God of War es chocante a nivel argumental. A lo largo de la campaña, encontramos aliados y enemigos, y su tratamiento también ha sido muy bien cuidado, en especial al antagonista principal, que es todo un enigma al inicio y a quien vamos conociendo a medida que avanzamos. El gran reto de Santa Monica ha sido rehacer la saga desde sus cimientos. No diré que reniega de sus orígenes, pero sí es una suerte de reinicio en casi todos sus apartados. Primero, cambia la jugabilidad. La pantalla se pone atrás del personaje y todo se afronta desde una perspectiva en tercera persona que no pocos han comparado con Dark Souls. Puede que este God of War sea más estratégico y pausado, pero no reniega de su ADN. Los combos en cadena, la violencia y vistosidad de los golpes de Kratos (ahora con la asistencia de su hijo) son una delicia audiovisual. Te metes en el personaje, te emociona tener tanto poder, y ser capaz de arrancar cabezas, desmembrar enemigos, destripar al rival de turno. Algo inédito en la saga es que ahora tenemos un nivel de personaje, armaduras, armas, que podemos mejorar. Mucho se ha hablado del enfoque hacia un “mundo abierto”. Sí, estamos ante un mapa amplio. Sí, tenemos misiones secundarias y encargos por cumplir aunque las cosas están bastante limitadas. Pero el juego da la falsa impresión de que puedes ir a donde quieras y hacer lo que te plazca, ya que todo está bastante limitado a locaciones con un objetivo específico. Yo lo considero positivo, ya que no nos distraemos en demasía de nuestro objetivo principal. Además, los escenarios tienen un realismo abrumador y los diseños de personaje tienen un nivel altísimo. Y todo esto corriendo casi sin bajones en la tasa de frames. La banda sonora y los efectos de sonido, épicos y rimbombantes, respetan el legado de la saga e, incluso, suben el listón. LO MALO Creo que la navegación en el mapa merece una
revisión, ya que es imposible realizar viajes rápidos si es que antes no llegamos a uno de los portales que están distribuidos en cada región. Lamentablemente, estos están distribuidos a cuentagotas, y varias veces he perdido mucho tiempo en locaciones vacías hasta llegar al bendito portal. Estos portales nos transportan a un pequeño camino que debemos recorrer para supuestamente alcanzar otra región. Lo curioso es que este recorrido es un engaño de los desarrolladores para encubrir un tiempo de carga. Prueben entrar y quedarse parados. A los segundos, el portal de destino aparecerá frente a nosotros, sin necesidad de habernos casi movido. El nivel de dificultad no es del todo satisfactorio, al menos en el nivel Normal. No me considero un gran jugador, pero el reto no es mayúsculo, ni siquiera frente a los enemigos de mayor nivel. Además, tenemos a Atreus como asistente, que en muchos casos nos hace la tarea demasiado llevadera. La cámara a veces nos juega una mala pasada, sobre todo cuando estamos en un recinto cerrado. En todo nuestro recorrido nos encontraremos con no más de diez tipos de enemigos. Se han sabido maquillar diferencias, cambiando colores y tipos de ataque, pero básicamente nos enfrentaremos varias veces con los mismos rivales. LO FEO En God of War hay varias secciones de plataformas o en las que tenemos que escalar. Pero, son fases totalmente automatizadas, guiadas al extremo, en el que no hay ni un solo riesgo de morir. Todo está estructurado para avanzar por un camino prefijado en el que nuestro único trabajo será mover al personaje y presionar ocasionalmente “círculo” para saltar. De igual modo, cuando estamos a bordo de un bote, casi no hay acciones que podamos realizar, salvo chocar contra barriles y cadáveres que están a la deriva o recoger algunas cosas vía Atreus. Kratos no nada, cuando nos acercamos al agua el personaje se queda parado de golpe, como si sufriera miedo a mojarse. Conclusión: Santa Mónica ha sabido reinventar la saga. Ahora estamos ante un juego sobrio, maduro, que respeta mucho a sus personajes y a la historia que estos cuentan. Hay detalles que se deben mejorar en la secuela, pero en líneas generales estamos ante un producto bastante redondo. Este God of War es, por mucho, el mejor juego de la franquicia. FERNANDO CHUQUILLANQUI
https://rpp.pe/blog/mas-consolas
DISCOS Y OTRAS PASTAS
3
OCTUBRE 2018
JUKEBOX DESDE EL OTRO LADO
ESCRIBE: CONX MOYA
LUCES Y SOMBRAS DE DESECHABLES, UNA BANDA MÍTICA Conocí a Desechables hace cuatro años a través de El Sótano de Radio 3. En uno de sus programas Diego R.J. radió una de las canciones de la banda barcelonesa. La curiosidad habitual me llevó a buscar sobre ellos, aunque no podía imaginar la tremenda historia que se escondía tras aquella banda que sacudió el panorama musical español de inicios de los ochenta. Una historia trágica, y de alguna manera épica, que incluye drogas, mala fortuna e incluso una de las muertes más absurdas de la historia del rock. El trío formado por Tere, Pei y Miguel lo tenían casi todo para triunfar: juventud, actitud, descaro, una imagen bien chula y sobre todo a una de las cantantes más fascinantes que ha dado la música española de todas las épocas, a la altura de cualquiera de las divas internacionales. Tere, de 14 años cuando se creó la banda, poseía el estilo perfecto, delgada y andrógina, de rostro anguloso, pelo corto e imagen atemporal. A pesar de su juventud, era una mujer que exudaba sexualidad y poderío en el escenario. Los tres, jóvenes, bellos y malditos, se agarraron a la música para escapar del aburrimiento y de la mediocridad del entorno. No tenían medios, no sabían tocar ni cantar, pero ¿quién lo necesitaba?, con actitud se podía superar todo, y ellos la poseían a raudales. No eran un producto fabricado, eran auténticos, ellos se inventaron, en otro fascinante ejemplo del “hazlo tú mismo” que mandó en la época. ¿Qué podía salir mal? Pues, casi todo. La historia de la malograda banda de Vallirana fue recogida en el espléndido documental “El peor dios” (2013), que huye de mitomanías y amarillismos, con unos Tere y Pei enormemente lúcidos, que no rehúyen ningún aspecto de su vida, y que asumen las sombras, pero también las luces. Conocemos a Desechables a través de fotos, recortes de prensa, imágenes de archivo y extensas conversaciones con los dos miembros que quedan con vida (Tere y Pei) y con otras personalidades relacionadas con la banda. Al trío original, a los Desechables primigenios, se les ha definido como austeros, primitivos y salvajes. Lo eran en cuanto a sonido, a vestimenta y a forma de estar en el escenario. La guitarra de Miguel y la reducida batería de Pei, que solía tocar de pie poco más que la caja y un plato, tan solo se complementaban con la voz de Tere, con sus aullidos, gritos, gemidos, susurros y espasmos. Y su imponente presencia. No hacía falta más. Vestidos, o desvestidos, normalmente de negro o gris oscuro, sin estampados ni colores de ninguna
DISCOS Y OTRAS PASTAS
4
clase, el único color lo aportaba la sangre (real) que se aprecia en algunas de las fotos del grupo. Hebillas, tachuelas, y para Tere cuero, lencería, tirantes, medias de rejilla y botines. Me sorprende la elegancia atemporal que mostraban, en especial en sus primeros tiempos. La historia de Desechables es también un reflejo del escueto panorama musical de la Barcelona de inicios de los ochenta. La banda fue llamada a Madrid, cuna de la nueva ola nacional, donde se encontraron y unieron a Esteban Torralva. En la capital también recibieron el apoyo del sello Tres Cipreses de Ana Curra y Eduardo Benavente; de Jesús Ordovás, que les abrió las puertas del Diario Pop, y se les abrieron las puertas de la Sala RockOla. Arrasaron en varias actuaciones en Francia y, cuando iban a grabar su primer disco en directo, llegó la tragedia. Miguel fue asesinado por un joyero al que había entrado a atracar armado con una pistola de juguete. Un hecho incomprensible y estúpido que marcaría para siempre al grupo. Finalmente, se rescataron conciertos y las actuaciones francesas y se editó el primer LP de la banda “Golpe tras golpe” (1984). Con Miguel sólo lograron grabar un single en estudio. “Sólo pienso en la sangre que calmará mi sed”, “Quiero salir de este maldito agujero”, “No me consigues divertir”, “Llorad, que no sois nada. Llorad, que vais a palmar”, grita más que canta Tere. El grupo arroja con crudeza caos y angustia vital desde los surcos del disco, reeditado décadas después por Munster Records. El puesto de Miguel fue cubierto por Enano, el hermano de Pei, y siguieron adelante. Lastrados por la tragedia, las adicciones y una falta de ambiciones crónica, el grupo aún aguantó varios años, sacando algún disco de estudio, como el que grabaron en los estudios de Radio Nacional, “Nadaquentender” (1987). Una producción cuidada no era tal vez lo más adecuado para un grupo como Desechables, así que el disco pasó bastante desapercibido. La banda, que llegaría a tener en algún momento hasta siete miembros, se terminará separando. Todo había terminado.
OCTUBRE 2018
Breve crónica de un viaje a la Costa Oeste
CALIFORNIA DREAMING – PARTE 1: ARROYO SECO ESCRIBE: JORGE CAÑADA ¿Cómo refutar a un iluminado? ¿Cómo contradecir a quien todo lo contradijo? ¿Cómo desmentir a Zappa cuando afirmaba que escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura? “Es gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer”, eso era el periodismo musical para Frank. Pero aquí no se trata de escribir sobre música, ni de entrevistar a nadie, sino más bien de intentar atrapar en el papel lo que la música es capaz de provocar cuando todos nuestros sentidos están enteramente dirigidos a ella. Estoy en Los Ángeles. Arroyo Seco asoma como uno más de los eclécticos herederos 2.0 de un Woodstock que aparece cada vez más lejano, en el tiempo, en el concepto y en los protagonistas también. Para mí no es uno más, es el primero. En el camino vi aviones en vuelo, otros detenidos, cielos brillantes y niebla espesa, líneas de metro de todos los colores, parkings atiborrados de patrulleros, ambulancias y autobuses escolares, dentistas que se anuncian con luces de neón, familias acampando en las calles con carros de compra vacíos de comida, y tablas de planchar como todo mobiliario, Iglesias Presbiterianas, Iglesias Metodistas, Iglesias Bautistas, y un mar de camisetas verdes en procesión hacia los bares que proyectan el partido entre México y Corea del Sur, justo cuando creí estar a salvo del asedio mundialista. Llegué a la ciudad hace una hora. DISCOS Y OTRAS PASTAS
5
Di un vistazo alrededor, tratando de entender en qué dirección sopla el viento. Todas las hojas son marrones y el cielo es gris. Comienzo a pasear en el que parece ser el último día del invierno, pero L.A. aún no me hace sentir ni cálido ni seguro. Hasta que las colinas de San Gabriel comienzan a emerger de la bruma que diluye el horizonte, todo se parece demasiado al holocausto según Cormack McCarthy. Pero cuando el tren se acerca a Pasadena, el sol californiano comienza a disipar todas las sombras y el ambiente parece más propicio para los derrapes asfálticos de Van Halen que para el entramado de fobias que dan letra a “Big Bang Theory”. Dos orgullos de la ciudad, tan opuestos como exitosos. Ni bien llego al predio contiguo al Rose Bowl, ese gigante que más que dormido parece abandonado, la realidad comienza a transformarse. Hasta aquí, hechos más o menos objetivos. Del resto no estoy tan seguro, pero puedo contarlo. Veo al fantasma de Tom Petty corriendo detrás de un sueño, mientras esparce las listas de los bises que le quedaron por tocar en la edición anterior del festival, todo bajo una lluvia interminable que no deja rastros en ningún lugar. Veo a los Milk Carton Kids con sus inocentes miradas de cuáqueros ensimismados cantando las canciones que Simon & Garfunkel no llegaron a escribir, OCTUBRE 2018
de Voice o-Graph hubieran registrado todos los acordes posibles al mismo tiempo. Veo a Neil Young detrás de escena. Tiene la mirada perdida en el recorrido de uno de sus trenes a escala mientras repasa los acordes de “Train of Love”, que finalmente no tocará porque cuando llegue el momento, los Promise of the Real la confundirán con “Lotta Love”, y Neil les seguirá la corriente, porque a los hijos de un amigo no se los desaíra. sobre todo una que se llama “Freedom” y habla del futuro y dice que la libertad está brillando tristemente, que las velas se queman en la memoria, y que la libertad es un sueño que se desvanece. Una canción que no se parece en nada a una de Paul y Art que dice que la libertad es un camino oscuro cuando estás caminando solo y que el futuro es ahora. Veo a Belle & Sebastian imaginando a un Elvis reencarnado en un gato suburbano que deambula por estacionamientos, vive de la caridad del vecindario y se refugia en la camioneta del correo. Veo a Jeff Goldblum repartiendo trivia de Jurassic Park después de fallar en su intento por convencer al público del Willow Stage de que Herbie Hancock se había inspirado en él para componer “Cantaoupe Island”. Veo al futuro de un Jazz de dimensiones astrales pasar por las manos y los pulmones de Kamasi Washington con su imponente figura de tótem psicodélico, mientras Pharoah Sanders repite la misma escena con idéntico saxo tenor a trescientos metros y cuarenta años de distancia. Veo a Seu Jorge cantar con la elegancia despreocupada de los cariocas, portador de una de esas almas ligeras que son capaces de conquistar el mundo, incluso sin un balón en los pies. Veo a The Pretenders y The Specials enviándose mensajes subliminales desde escenarios enfrentados fusionando ska, punk, reggae, new wave y rocksteady como si fueran dos caras de la misma banda buscando su identidad en el pub de un pueblo fantasma inglés de fines de los setenta. Veo a Jack White luciendo su figura de hombre de otro tiempo. Un personaje de Tim Burton. Un joven manos de tijera después del diluvio universal, tocando música de ayer que suena como si un millón DISCOS Y OTRAS PASTAS
6
En el medio de todo eso un laboratorio de la NASA, jardines de flores exóticas, cervezas, vinos, platos gourmet, pelotas de golf sepultadas en un campo de golf abandonado, protectores solares orgánicos, y vinilos. Todo tiene precio. Veo a Los Lobos viajar al corazón de un banquete mexicano después del tequio de un día de Santa Cecilia desbordado de platillos de mole, enchiladas y ríos de tequila, danzas de ángeles carasucias y santos bailando a la luz de una luna color lavanda. Veo al espíritu de Hendrix apoderarse de la guitarra de Gary Clark Jr. e incendiarse en el mismísimo borde del escenario como un águila que se dispone a lanzar su vuelo al filo del precipicio. Veo a la eterna amazona Susana Hoff cautivando con unas Bangles, que lejos de ser una banda de autocovers rockean como un grupo de quinceañeras en un garaje del extrarradio angelino, mientras entre bastidores el espectro de Prince lanza una plegaria para que el lunes no llegue nunca jamás. Veo en los ojos de Robert Plant todo lo que sus ojos han visto. Una mirada de druida tolkieniano que capturó hombres al borde de la locura, fugitivos del cadalso ocultos en pantanos sureños, y portadores de fuego escapados
OCTUBRE 2018
Comienzo a desandar el camino. El Rose Bowl volverá a añorar sus épocas de gloria. En las colinas que nos rodean, como pequeños haces de luz se ven los focos de incendio que azotan esta tierra de promesas. Es la hora de la verdad para muchos. Los incendios se apagan de noche. En el bus de regreso a Pasadena recuerdo las palabras de Leonard Cohen: "Religión, maestros, mujeres, drogas, el camino, la fama, el dinero, nada me eleva y me ofrece alivio del sufrimiento como ennegrecer páginas, escribir”. de un cuento de Paul Bowles rumbo a la Tombuctú de los 333 santos. Veo a los Kings of Leon, a los que California ha estado esperando hasta el infinito, regresar una y otra vez para buscar una pequeña Mona Lisa que dicen olvidar siempre que vuelven hacia el Sur. Ellos ponen fin a la historia.
LIBROS
Ahora, queda remontar el camino hacia Napa por la célebre Pacific Coast Highway para ver a Chris Isaak, pero esa es otra historia por contar, mal que le pese al amigo Frank.
LIBROS
Y ese monstruo es una Lima que parece asfixiarlos; una Lima peligrosa, traviesa, sensual, sexual, humorística, pero también melancólica, deprimida y decadente, que hierve bajo una capa musical que combina las románticas del recuerdo con el reguetón.
MADRUGADA AUTOR: GUSTAVO RODRÍGUEZ (PERÚ) Madrugada es una novela corporal: gente apretada en el Metropolitano, avanzando a empujones en Gamarra o dorando la piel en el Regatas; cuerpos que fallan (órganos que funcionan mal, articulaciones que duelen); cuerpos que gozan (delicioso almuerzo semanal con la familia, el sexo como práctica principal y tema predilecto de conversación de la mitad de los personajes); el cuerpo como única posesión y única posibilidad de herencia cuando no se tiene nada más que ofrecer; incluso el cuerpo que hay que vestir/homogeneizar como posibilidad de negocio (confección de uniformes para colegios caros). Quizá esta característica, que parece anteponer lo corporal a lo emocional, explica por qué Madrugada sugiere una variante a la sólida tradición del padre en la narrativa peruana contemporánea: en esta novela no se busca al padre para explicar el pasado sino para abrazar una posibilidad de futuro; tampoco se le busca por razones afectivas sino por cuestiones prácticas. Aunque ese pragmatismo podría sugerir cierto relajamiento moral en los personajes, no hay en ellos ningún cinismo, pero sí mucha necesidad. Cada uno a su manera, todos los personajes de esta novela quieren sobrevivir: por cuestiones de salud, de dinero, o ambas, desde la pituca venida a menos al antiguo clasemediero exitoso que salió adelante, pasando por los migrantes del interior del país que la pelean día a día; todos conocen de memoria el perfil del monstruo al que deben enfrentarse.
LIBROS
Nada de eso es casual en una historia que superpone familia y ciudad: Danny de los Ríos, personaje inolvidable y “estrella” del libro (en más de un sentido), encarna esa permanente lucha que nos acerca y aleja del origen (Lima, la familia); de ellas venimos, de ellas nos alejamos. Uno de los personajes menciona que la mayoría de sus amigos (ya camino a los cincuenta) viven con sus madres viudas o en casa de sus abuelas. La doble filiación sanguínea de Danny (la hija recién aparecida, la madre inacabable) parece sugerir que nunca se puede escapar del entorno familiar, y que todo movimiento de fuga es solo transitorio y circular. La salida del origen no es más que simulacro, exactamente lo mismo que ocurre con las performances musicales con que Danny disfruta sus momentos de gloria: imitación y vuelta al pasado. Lo mismo les pasa a todos los personajes con esa ciudad en ebullición que (para bien y para mal) define su historia, sus cuerpos y, en consecuencia, sus destinos. Que de eso se trata en última instancia este libro: de gente que finalmente encuentra su destino.
FRANCISCO ÁNGELES
DIRECTOR: HENRY A. FLORES Discos y Otras Pastas no se hace responsable del contenido de los artículos y agradece a sus colaboradores por la exclusividad otorgada.
DISCOS Y OTRAS PASTAS
7
OCTUBRE 2018