Sábado 12 de mayo de 2012
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Pequeñas islas del Caribe para principiantes De Antigua a Turcos & Caicos, de Aruba a Santa Lucía, una gira por las más idílicas (y, en algunos casos, diminutas) porciones de tierra en ese mar que es sinónimo de relax y buena vida turística bajo el sol. ¿Bermudas, Barbuda o Barbados? Cuando hablamos del Caribe, es fácil imaginar una postal de mar transparente, arenas como talco y sol casi eterno. No importa de qué isla se trate porque la fórmula se repetirá en todas ellas. Pero no son todas iguales, desde luego. De allí la idea de hacer un repaso por veinte pequeñas -o no tanto- naciones salpicadas en el océano, dejando de lado las más grandes y conocidas como Cuba, República Dominicana, Jamaica y Puerto Rico. Lo que sigue es una invitación para encontrar la isla que más se acomode a nuestra fantasía... aunque sea para comenzar a viajar con la imaginación.
Antigua & Barbuda En el Caribe Oriental, Antigua & Barbuda son en realidad tres islas: Antigua, la mayor y más desarrollada; Barbuda, salvaje y con playas casi vírgenes, y Redonda, un peñasco rocoso y deshabitado. Antigua siempre acaparó el mayor porcentaje de turismo, y son varios los famosos que tienen casa allí, como Eric Clapton o Giorgio Armani. Su paisaje es más bien seco y llano, pero sus playas han ocupado varios primeros puestos en los rankings de las mejores playas del mundo. English Harbour es un hervidero de actividad durante la semana de vela, Race Week, a fines de abril. Cuarenta kilómetros al norte de Antigua (se llega en barco o avioneta), Barbuda es más tranquila y agreste. Está formada por caliza coralina; de ahí el color rosado de su arena (Pink Beach es célebre por sus 8 kilómetros de arenas rosadas
casi desiertas) y su única población es Codrington, bautizada por la familia que fue propietaria de la isla y que la usó como rancho privado. Cuenta con muy pocos y superexclusivos hoteles: para darse una idea, aquí solía refugiarse la princesa Diana cuando buscaba verdadero descanso.
Islas vírgenes americanas Son cerca de cincuenta islas, pero las más conocidas son tres: St. John, St. Thomas y St. Croix. A lo largo de su historia, pasaron por manos españolas, francesas y danesas, hasta que en 1917 Estados Unidos las compró a Dinamarca por US$ 17 millones de dólares. St. Thomas, además de ser una de las capitales mundiales del free-shop (la llaman el centro comercial del Caribe), es la preferida de los norteamericanos, y en su puerto atracan miles de cruceros por año. Más allá de las compras, de sus callecitas empedradas y tiendas coloridas, tiene playas como Dios manda, con aguas cálidas y arena fina (Magen's Bay tal vez sea la más famosa, con su bahía en forma de corazón). St. John, con apenas 14 km de largo, es la isla más pequeña, además de un paraíso para amantes de la naturaleza: dos terceras partes de la isla son parque nacional. En 1952, Laurence Rockefeller llegó navegando hasta sus costas, se enamoró de la isla, la compró y donó el 60% del territorio para convertirlo en parque. Gracias a este gesto, las playas están resguardadas por una espesa vegetación, y algunas de ellas, como Trunk Bay, han sido nombradas en más de una ocasión en el clásico listado de las diez mejores playas del mundo .
St. Croix es la isla más grande y la que más construcciones danesas ostenta, y vendría a ser un intermedio entre las otras dos: no es tan animada como St. Thomas, ni tan tranquila como St. John. Gran parte de St. Croix es Monumento Histórico Nacional, ya que allí se encuentran fuertes del siglo XVIII, molinos de viento y ruinas de plantaciones azucareras (imperdible el Whim Plantation Museum). Por otro lado, a pocos kilómetros de sus costas, los arrecifes de coral de Buck Island son ideales para practicar buceo.
Islas Caimán La célebre condición de pa-
raíso fiscal de esta colonia británica no opaca las características casi bíblicas de sus playas de arena blanca y aguas traslúcidas. Gran Caimán es la mayor de las tres islas y la más desarrollada, aunque, según lo exige la ley, los edificios no pueden tener más de tres pisos. Pese a que la tierra es seca y está cubierta de maleza, los paisajes submarinos -barcos hundidos incluidos- son algunos de los más espectaculares del Caribe. De hecho, debido a la gran cantidad de naufragios y tesoros antiguos que se encontraron en sus aguas, se dice que las Caimán inspiraron a Robert Stevenson para escribir La isla del tesoro . Se dice también que Colón divisó las islas en 1503 y las llamó Las Tortugas después de ver tantos de estos animales en el mar, aunque el nombre cambió más tarde a Caimán, en referencia a los reptiles que un día deambularon por las islas. De todos modos, las tortugas todavía están: en Gran Caimán se puede visitar la Granja de Tortugas, considerado el mayor criadero de tortugas marinas del mundo.
Islas vírgenes británicas
El estresante ritmo de la Antigua Barbuda
A pesar de estar a pocos kilómetros de sus hermanas, las Vírgenes Americanas, este conjunto de cincuenta islas, islotes y cayos se diferencia claramente de sus vecinas. Aquí se ha preservado la naturaleza en su máximo esplendor, y el escaso desarrollo urbano es un sello distintivo de este territorio británico de ultramar (de hecho, ninguna
construcción puede superar la altura de una palmera). Por otro lado, la división especial del Financial Times les otorgó a las BVI el primer lugar en la categoría de mejor calidad de vida. Aquí no hay pobreza, desempleo... ni cadenas all inclusive, para el caso. De todo esto se desprende que las islas son un destino para bolsillos pudientes. También para románticos, aficionados al buceo (cuentan con una biodiversidad de vida marina comparable sólo con el Amazonas) y a los deportes de vela: se las conoce como la capital del deporte de vela del mundo, ya que gozan de vientos constantes (pero combinados con un clima excelente) a lo largo de todo el año. Aunque de las 60 islas y cayos del grupo, sólo 16 están habitadas; las más importantes son Tórtola, Virgen Gorda, Jost Van Dyke, Anegada, Peter Island y Salt Island. Salvo Anegada (de origen coralino; está rodeada del tercer arrecife de coral más grande del Caribe), las demás son de terreno montañoso y origen volcánico. Tortola es la más grande del conjunto y donde se concentran los servicios turísticos. Con su relieve accidentado y cubierto de selva tropical, ofrece protegidas bahías de playas blancas y aguas calmas. Virgin Gorda (llamada así porque a Cristóbal Colón su figura le recordó a la de una mujer recostada y generosa en proporciones) se destaca por sus clubes de yatching privados y los resorts de lujo. Además de sus playas desiertas y (Continúa en pág. 3)
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TURISMO (Viene de pág. 2) un patrimonio natural protegido invaluable, la mayor atracción de la isla es The Baths, una zona de grandes rocas graníticas poblada de cuevas y piscinas naturales de agua salada.
Santa Lucía Aunque el punto más alto de esta isla de paisajes escarpados es el Monte Gimie, de 950 metros, los picos más famosos son los Pitons, cuyas siluetas sirvieron de inspiración para el diseño de la bandera, además de ser Patrimonio de la Humanidad (una curiosidad: en Superman II , el superhéroe vuela entre los Pitons en busca de una rara flor para Luisa Lane). De 1674 a 1814, franceses e ingleses se disputaron la soberanía de este pequeño, pero estratégico territorio, a tal punto que la isla cambió de manos no menos de 14 veces. Fueron los británicos los que finalmente obtuvieron el trofeo, y por eso el idioma oficial es el inglés, se maneja por la derecha y el cricket despierta pasiones comparables al fútbol en nuestras latitudes. El origen volcánico de la isla ofrece la oportunidad de visitar un volcán por dentro y sumergirse en los chorros de sulfuro, de famosas aplicaciones terapéuticas. También hay excursiones en el Central Forest Reserve, una zona protegida de selva tropical y hogar del papagayo de Santa Lucía, hoy en peligro de extinción Pero, claro, el punto fuerte de la isla son sus playas tranquilas, con aguas cristalinas y buenos resorts sobre sus costas. En Marigot Bay, la bahía tropical que durante siglos fue refugio de piratas, hoy fondean algunos de los yates más suntuosos del Caribe.
Curaçao A sólo 50 kilómetros de las costas venezolanas, Curaçao es la isla más grande y poblada de las Antillas Holandesas. El casco histórico de Willemstad, con sus casitas color pastel, es Patrimonio Mundial, y quienes conocen la capital holandesa dicen que parece una miniWillemstad, casco histórico de Curaçao
Amsterdam. En Curaçao se pueden explorar las Cuevas Hato, una elaborada red de estalactitas y estalagmitas, bucear entre el Bosque de Hongos, una selva submarina poblada de corales, retozar en playas como Cas Abao, al Noroeste, o visitar la antigua refinería de petróleo, que llegó a ser la más grande del mundo. De todos modos, la atracción más popular es el blue room, una cueva bajo el mar donde la luz hace que el agua adopte diferentes y extraños colores. Una buena noticia para argentinos: a partir del 10 de junio, Copa Airlines viajará desde Buenos Aires a Curaçao, con escala en Panamá, cuatro veces por semana (domingos, martes, jueves y viernes). De esta manera, no hará falta sacar visa a los Estados Unidos (ya que antes se volaba vía Miami).
St. Barth Viajar a St. Barth (o St. Barts para anglohablantes) es como ser miembro de un club de elegidos. Hay que pagar por ello. En esta versión tropical de la Costa Azul, de hecho, se puede esperar de todo menos economía de bolsillo. Saint Barthélemy, si usamos su nombre completo, es una de las islas más chic del Caribe francés, sede de tiendas superexclusivas (no falta ninguna, desde Armani hasta Zegna, con el plus de que acá son libres de impuestos), clientes millonarios y playas de arena brillante. El paisaje está definido por pequeñas villas desperdigadas por las colinas, hoteles de lujo (aunque muy pocos tienen más de 50 habitaciones) escondidos bajo las palmeras, playitas recoletas y el puerto de Gustavia, con sus veleros amarrados en las aguas verde esmeralda.
Bahamas A los bahameños les encanta contar que los astronautas reconocen sólo dos vistas desde el espacio: la Gran Muralla China y las aguas de las Bahamas. No debería ser una sorpresa: el turquesa indescriptible
Cuevas en las Vírgenes Británicas
del mar es la característica predominante de este archipiélago de más de 700 islas y algo así como 2500 islotes o cayos esparcidos por 260.000 km2 de océano. A apenas 120 km de la costa de Florida, Bahamas es uno de los destinos turísticos más cercanos y codiciados por estadounidenses (entre ellos aluviones de spring-breakers) en busca de la clásica postal de playas de arenas finas, palmeras y aguas claras (las más claras del mundo, según entendidos), además de suntuosos alojamientos. El Atlantis Paradise Island, por ejemplo, tiene capacidad para 6 mil personas, piscina de tiburones, cascadas, túnel de cristal bajo el acuario, río artificial y demás amenities. Pero más allá de las ruidosas Nassau y Freeport, con sus parques temáticos, casinos y megacomplejos, en Bahamas hay más de mil islas desiertas y otras más o menos habitadas. Como Harbour Island, con sus playas de arena rosada, su puñado de mansiones, sus carritos de golf como medio de transporte y sus ocho hoteles boutique, sin all inclusive. De compras, en Oranjestad, Aruba
Bermudas Atención: las Bermudas se asocian generalemente con el Caribe (y por eso las incluimos aquí), olvidando que este archipiélago se encuentra en pleno océano Atlántico, relativamente aislado del resto del mundo. Es un grupo de 150 islas e islotes de coral en su mayoría deshabitadas, aunque todas están conectadas por puentes o pasarelas. Pese a que fueron descubiertas por el navegante español Juan de Bermúdez, los británicos plantaron bandera en 1609 y de allí no se movieron. De hecho es la colonia más antigua de Gran Bretaña (en 1995, el 75% de los bermudeños votaron no a la independencia). Sus playas son célebres por dos razones: porque son inmensas y por el color rosado de la arena, que se hace más intenso al caer la tarde. Este tranquilo paraíso a mitad del mundo es hogar de actores como Michael Douglas y Catherine Z. Jones, así como del escritor John Grishman. Atrás han quedado el mito y las leyendas sobre el misterioso triángulo (se dice que, desde
1945, se han esfumado más de mil personas en aire o mar por esa zona). Hoy, el archipiélago es una de las zonas geográficas con mayor actividad aérea y marítima del mundo.
Bonaire La B de las ABC (Aruba, Bonaire y Curaçao) es conocida como la capital mundial del buceo: tiene uno de los arrecifes de coral más intactos del mundo, y su vida submarina ha sido declarada santuario protegido. Además de ser una meca para submarinistas, es una isla casi desierta y austera, perfecta para escapar del estilo de vida más comercial de otras islas. Su capital, Kralendijk, todavía tiene sólo una calle principal, la mayoría de la costa está formada por caliza coralina y la comunidad más numerosa está compuesta por dos colonias de flamencos.
Barbados Barbados es la isla más oriental del Caribe. Está bajo directa influencia británica, y se nota: los autos manejan por (Continúa en pág. 4)
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4 TURISMO (Viene de pág. 3) la izquierda, se juega al cricket y su capital, Bridgetown, parece una mini Londres con sus puentes, su Parlamento y otros edificios oficiales emulando la arquitectura londinense. En 1536, el explorador portugués Pedro Campos llamó a esta isla Os Barbados (los barbados) debido a la abundancia de higueras con raíces aéreas colgando a modo de barbas, y que aún existen en la zona. Entre las variadas excursiones que se ofrecen en Barbados hay visitas a cuevas naturales formadas por el movimiento de las placas tectónicas, otras a las fábricas de ron más antiguas del mundo y algunas, in-
cluso, a un hangar donde se aloja un Concorde. En general, las costas oeste y sur de Barbados son más populares que las del este, que soporta fuertes vientos.
Aruba Está en el Caribe cercano, a unos 20 km de la costa venezolana. Con sus vecinas Bonnaire y Curaçao formó parte de las Antillas Holandesas hasta 1986 (Aruba es la más pequeña, pero la de mayor importancia turística). Y aunque tiene su propio gobierno, es parte del Reino de los Países Bajos, el aeropuerto se llama Reina Beatrix y los habitantes usan pasaporte europeo. Eso sí: se habla papia-
mento, una mezcla basada en el español y el portugués, muy influido por el holandés. En el puerto de Oranjestad, la capital, casi siempre hay algún crucero anclado y miles de sus pasajeros en plan de compras por el puerto libre y los malls estilo holandés. Aruba es seca y calurosa, pero los vientos alisios aseguran una temperatura ideal y peinan los Dividivi, árboles emblemáticos de la isla, hacia el costado. Casi todos los complejos y hoteles de superlujo (la mayoría con casinos incluidos) se concentran en la costa de sotavento, la del sur de la isla. Allí las aguas son suaves y turquesas, en contraste con la áspera costa norte, donde el mar es tan bravo que en muchas partes es difícil acercarse a los acantilados.
Comité de bienvenida, en Paradise Island, Bahamas
Martinica Este territorio de ultramar de Francia es considerado la petite París del Caribe. No faltan las patisseries, las últimas tendencias de moda y el refinamiento de la Ciudad Luz, aunque bajo un sol brillante. Cada una de sus playas es famosa por su variedad: hay playas encerradas entre grandes acantilados, otras largas y angostas, algunas de olas encrespadas y muchas con aguas inmóviles, además de aquellas con cientos de cuevas. La isla es suficientemente grande para tener montañas, ríos, bosques y jardines de flores, además de espectaculares arrecifes de coral. Además del hogar temporario de Paul Gaugin (la casa donde vivió el artista es museo), Martinica fue la cuna de Josefina de Napoléon, y de hecho el Museo de la Pagerie exhibe objetos que pertenecieron a la emperatriz, incluidas apasionadas cartas de amor. En mayo de cada año, en las ruinas de San Pedro (que solía ser la capital de la isla) se celebra un festival de jazz para conmemorar la devastadora erupción del monte Pelée, en 1902. Granada, isla soñada
Anguila En las Antillas Menores, Anguila es un diminuto territorio británico de ultramar de apenas 16 km (y con forma de anguila), famoso por sus 33 playas de postal. La mejor de todas, o al menos la más grande y adaptada al turismo, es Shoal Bay, que además de unos cuantos restaurantes, bares donde suena el reggae y hoteles, cuenta con casi tres kilómetros de arenas blancas y resplandecientes. También hay coloridos arrecifes perfectos para practicar snorkel, o para verlos con un cóctel en la mano desde una de las tantas embarcaciones con fondo de cristal que navegan por el sector. En el resto de la isla, el toque pintoresco lo ponen las cabras sueltas por las callecitas con que el viajero suele toparse.
San Vicente y Las Granadinas Este minúsculo país situado al norte de Venezuela, en las Antillas Menores, saltó a la fama
con el Tobago Cays National Marine Park, al menos en la pantalla: en sus playas se filmó Piratas del Caribe . Aunque suene a cliché, la isla de San Vicente y sus hermanas las islas Granadinas es uno de los últimos refugios que todavía existen, con playas intactas y la mayoría de sus 32 islas deshabitadas. Es una de las regiones más tropicales del Caribe, con santuarios de aves, montañas majestuosas, cascadas y bosques exuberantes. Las ensenadas volcánicas, cayos e islas son un laberinto de cuevas y arrecifes (dotados éstos de una extraordinaria fauna submarina). También se encuentran extensas playas de arena volcánica, bien negra.
Turcos & Caicos Hasta mediados de los años 80, en el archipiélago de Turcos & Caicos no existía ni un solo hotel. Pero bastó a que abriera un Club Med para que el boom hotelero explotara. Y entonces el mundo descubrió las playas de arenas blancas y aguas transparentes del rincón caribeño. Como la de Grace Bay, que se extiende a lo largo 20 km de arena, mar y arrecifes de coral, convirtiéndola en la playa más tranquila del país (además de un lugar como pocos para practicar buceo). De todos modos, todavía se puede caminar despreocupadamente por las playas sin toparse con multitudes de turistas. Aquí la vida fluye a otro ritmo. Para darse una idea, Providenciales, una de las dos ciudades más importantes de Turcos & Caicos, tiene un centro de apenas dos cuadras.
Para quienes buscan más que playa, también hay golf (existe un campo profesional de 18 hoyos), cuevas junto al mar, atardeceres de película en Juba Point, una laguna artificial llena de agua de mar. O puede visitar la pequeña isla de las Iguanas, reserva natural para proteger a estos tímidos reptiles.
Sanit Kitts & Nevis Los buceadores amarán explorar cientos de restos de naufragios que rodean Saint Kitts, algunos de 1700. Esta isla, hasta cierto punto poco explotada, llama la atención por sus playas de arena negra de origen volcánico en la mitad norte, y arena blanca en la mitad sur. También es conocida por sus coloridos festivales musicales (a lo largo de todo el año), la mayoría con desfiles, bailes en la calle y mucha salsa, jazz, soca, calipso y la llamada música steel pan. En el interior de la isla se puede hacer trekking por la selva tropical de Nevis, andar en bicicleta o escalar los 1.155 metros de Mt. Liamuiga (un volcán extinto, con monos correteando por los alrededores). O montarse al Scenic Railway, un tren que recorre la costa, los sitios históricos y los pueblos de St. Kitts, aprovechando las vías que se usaban para transportar la caña de azúcar de las plantaciones.
Trinidad & Tobago Cerca de la costa de Venezue(Continúa en pág. 5)
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TURISMO
Un placer para el que sólo cinco sentidos no alcanzan St Marteen vale por dos
(Viene de pág. 4) la, este país es un conjunto de varias islas, aunque las principales son Trinidad, la más grande con casi 5 mil km2, y Tobago, de unos 300 m2. También es un conjunto peculiar de razas, una tolerante y fascinante mezcla de africanos, indios, chinos, ingleses, portugueses, sirios, españoles y franceses. Si lo que se busca es playas, lo más sensato es irse a Tobago, a 6 horas en ferry o 18 minutos en avioneta. La isla tiene una zona eminentemente turística, con grandes hoteles y restaurantes de franquicia. En el otro extremo, el nordeste, se encuentra la parte menos desarrollada, con playas solitarias, arrecifes para bucear y santuarios de aves. O Speyside, un pueblito de pescadores que cumple con todo el cliché de paraíso caribeño aún no descubierto.
Granada Para muchos, Granada apareció en el mapa en 2004 por una mala noticia: el huracán Iván la dejó prácticamente en ruinas. Por suerte lograron mantenerse en pie varias cons-
trucciones históricas, y la antigua colonia británica recuperó el esplendor en poco tiempo. Al sur de San Vicente y las Granadinas, la isla llamada propiamente Granada es la más grande del país, porque después están las pequeñas Granadinas, que son ocho. La llamada isla de las especias (en su tierra se produce canela, jengibre, pimienta, café, nuez moscada...) se asienta sobre un paisaje accidentado de montañas, valles fértiles, lagos, fuentes termales y parques como el Grand Etang National, justo en el cráter de un volcán extinto. El ecoturismo ha crecido mucho en la isla, con alojamientos de lujo o sencillos, comprometidos con el cuidado del medio ambiente. Últimamente, la construcción de un gran muelle facilitó la llegada de cruceros al país, con miles de turistas ansiosos por conocer las renombradas playas de la isla, además de sus edificios centenarios.
St. Marteen Es la isla más pequeña del mundo dividida entre dos estados soberanos: Holanda y Francia. Saint Martin-Sint Maarten
(según se pronuncie en francés u holandés) ha sabido explotar bien aquello de dos países, dos vacaciones . Y aunque flamean las dos banderas, es difícil enterarse cuándo se pasa de un territorio a otro. Si se buscan diferencias, se encuentran. Por ejemplo, la parte francesa es más tranquila y menos abarrotada de construcciones que su contraparte holandesa (a los locales también les gusta decir que es más refinada). El lado holandés es famoso por su ambiente despreocupado y trasnochador. Tiene bares, discotecas, un complejo de cines, casinos (del lado francés están prohibidos) y el Aeropuerto Internacional Princesa Juliana, el tercero con mayor carga en el Caribe (detrás del de San Juan y Punta Cana). Con altas laderas cóncavas, lagunas, salinas y magníficas playas de arena blanca, la isla es el lugar ideal para practicar deportes acuáticos: buceo, windsurf, kitesurf y, sobre todo, vela (las regatas, como la Heineken Regatta, son un clásico de las Antillas). No es sin embargo uno de las mejores destinos si se pretende huir de las multitudes.
El Caribe en general y sus islas más pequeñas en particular se disfrutan con los cinco sentidos. Y con algo más, porque su sensualidad va más allá de la suma de las partes bajo el constante clima de primavera-verano. El mar es su esencia. Y cuanto menor es el tamaño del destino, por ejemplo, en el arco de las Antillas Menores, más cerca está el agua y todo lo que representa. Por eso Derek Walcott (premio Nobel 1992), que nació y vive en Santa Lucía, comparó la vida de los pescadores isleños con la Odisea de Homero. Escribió en su poema "Omeros": En lo profundo del mar, existe una isla con forma de cuerno con puertos verdes y profundos... un lugar de luz con valles luminosos bajo las nubes estruendosas... Sus montañas, que titilan por sus saltos, están inmersas entre bosques musgosos. Y el airón blanco hace anillos que acechan sus piscinas... un volcán, oliendo a sulfuro, ha hecho de ella un lugar terapéutico. La noche aquí es muy grata no porque refresque demasiado sino por la brisa que acompaña a la luna. Y no hay que perderse la primera hora de la mañana: apenas se levanta el sol es formidable bañarse en sus aguas tibias y transparentes, y hasta olvidarse de la malla sin necesidad de una playa nudista. Luego, un desayuno con frutas tan ricas como el mango, la papaya, la guayaba, la piña y algunas que no conocemos, como la acerola, el anón o el zapote.
Tierra de celebridades
Bonaire forma las ABC con Aruba y Curaçao
Es el momento ideal para no encremarse con pantallas protectoras. Supongo que así lo hacía, en La Martinica, en su niñez, Marie-Josèphe-Rose Tascher de la Pagerie, que luego sería Josefina y que le transmitiría a Napoleón su pasión por las violetas y los perfumes. Siempre se cita la carta de su enamorado emperador, que le pedía que no se bañara hasta que él llegara para reencontrarse con sus sabores naturales. Su propia hermana Paulina, cuya belle-
za comprobamos en la estatua desnuda de Antonio Canovas en la Galería Borghese en Roma, también estuvo en Haití y el cubano Alejo Carpentier retrató su presencia y la de su masajista Soliman en la novela El reino de este mundo. No es casual que el Caribe sea el lugar ideal para las lunas de miel. Y que las celebridades sean visitantes frecuentes. Mick Jagger, por ejemplo, tiene una casa en el islote de Mosquito, de sólo seis kilómetros cuadrados (menos que nuestro barrio de Flores). Se la prestó a Paul McCartney para su tercera boda. Donna Karan tiene un centro de yoga en la diminuta Turcos y Caicos, que tuve la suerte de visitar (una vez más, ser periodista es la manera más divertida de ser pobre). Lo mejor del tiempo que vivimos es la democratización del turismo, que nos permite acceder a nosotros, simples mortales, a lo que antes eran paraísos exclusivos para otros. El mar, ya lo dijimos, es una constante. Y cuando se termina el baño matutino, vespertino o nocturno, porque el agua siempre es cálida, caminamos con todo tipo de arenas. Las hay volcánicas, muy negras, y también doradas y blancas, de grano grueso o impalpable. Son una paleta de texturas y colores que hacen juego con la vegetación que nos envuelve como una sábana húmeda. Propia de un spa a la luz de velas aromáticas, para dejarse mimar por masajes con aceites vegetales. Hay otro ingrediente fundamental para este exploratorio sensorial: la gastronomía. Si bien los frutos de mar son los dominantes, protagonistas en tantas tradiciones, la manera de prepararlos les da otro encanto, con influencias llegadas de Europa, Africa y Asia para sumarse a la sabiduría local de los indios caribes, arawaks, tainos o ciboneyes. Un viaje fascinante para el placer y un desafío para comprender y valorar más el resultado, muchas veces dramático, de este encuentro que abrió el primer chárter de Cristóbal Colón en 1492.
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Una ciudad con ángel Las 44 personas que la fundaron hace 231 años, no imaginaron en lo que se convertiría. El Pueblo de Nuestra Señora de Los Ángeles hoy tiene más de 18 millones de habitantes y es uno de los destinos más visitado en los Estados Unidos. Si los cinco condados que conforman el área de Los Ángeles fueran un estado más de los Estados Unidos, superarían en población a todos los otros, con excepción de California y Texas. El Condado de Los Ángeles por sí mismo sería el noveno estado más poblado, con 9,8 millones de habitantes mientras la ciudad se ubica como la segunda más grande de los Estados Unidos. Fue fundada el 4 de septiembre de 1781 por un grupo de 44 personas, en su mayoría de origen español y aborígenes, con el nombre de "El Pueblo de Nuestra Señora Reina de Los Ángeles". En 1820 ya contaba con casi 700 habitantes, que vivían en la parte más antigua de la ciudad, en la calle Olvera Street, del área conocida como El Pueblo, donde la mayoría de la población es de origen mejicano. De hecho, en esa calle se ubica la casa más antigua de la ciudad, construida en 1818, por Francisco Ávila. Hoy, la ciudad a la que llaman de manera abreviada LA (elei, en inglés), cuenta con una población de 3,2 millones de "angelinos" (gentilicio) en una superficie de 1.215 kilómetros, pero la conocida como el área metropolitana de Los Ángeles, con sus cinco condados, tiene una población estimada en 18 millones de habitantes. En 2011, Los Ángeles tuvo un año récord en lo que se refiere a turismo, con un total de 43,7 millones de visitantes, de los cuales los turistas extranjeros fueron 5,9 millones y el resto correspondió a visitantes nacionales. El turismo es una de las principales fuentes de ingreso de la ciudad, ya que
aporta uno de cada 10 empleos que se generan en el destino. Es también una ciudad de contrastes, con su downtown (centro) no muy grande pero moderno, con grandes rascacielos que compiten con antiguos edificios que se mantienen bien conservados, y amplísimas avenidas que derivan en inmensas autopistas de seis carriles, las que, pese a sus dimensiones, se ven abarrotadas de automóviles en las horas pico. Esto es fácil de imaginar, si se tiene en cuenta que gran parte de esos 18 millones de habitantes se desplazan hacia la ciudad cada día para ocupar sus puestos de trabajo o para realizar compras. Si hacemos un cálculo simplista de que en cada hogar hay por lo menos dos autos, la cuenta cierra. Salvo el downtown, donde el servicio de metro y su sucedáneo de superficie, con enormes ómnibus de dos vagones con un fuelle al medio (similares a los trolebuses cordobeses pero mucho más modernos, claro), y los buses dedicados a los city tours, permiten recorrerlo fácilmente, para conocer otros puntos interesantes de la ciudad hay que desplazarse considerables distancias. Por eso, para poder visitar El Pueblo, Chinatown, Little Armenia o Little Tokio, con colectividades de esas nacionalidades; o conocer Hollywood, el Teatro Kodak, donde se entregan los Oscar, el teatro Chino, o el bulevar de la fama, Hollywood Bv, en cuyas veredas están las estrellas con los nombres de los más famosos actores y actrices del cine, es recomendable alquilar un auto (desde U$S 250 a U$S 300, por cinco días o una semana).
Impresionantes rascacielos se elevan en el downtown de Los Ángeles. El centro sigue creciendo con nuevas construcciones.
Contraste. Los antiguos edificios frente a las torres de cristal.
Todos se sacan esta foto, en el muelle de Santa Mónica.
Fotomontaje de Javier Candellero.
Desde la ventanilla del bus turístico, del auto alquilado o caminando por las calles de esas zonas, podrá ver alguna celebridad del cine o la TV; homeless (llamó la atención que su número ha crecido); automóviles "de película", como Ferrari o Porsche; limusinas interminables, algunas mon-
tadas sobre Hummer, y escuchará hablar en español a muchas personas, en su gran mayoría mexicanos. Una escapada especial es a la playa de la ciudad de Santa Mónica, a media hora de Los Ángeles. Allí hay que visitar el muelle (pier), con su histórico carrusel construido en 1912, la
rueda de la fortuna (vuelta al mundo) y sacarse una foto en el banco de Forrest Gump, con sus zapatillas incluidas, o darse una vuelta por la Santa Mónica Promenade o Third Street Promenade, calle peatonal con tiendas, cafés y cines. Así podrá decir que estuvo en Los Ángeles.
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TURISMO
Qué hay de nuevo en LA Además de todo lo dicho, Los Ángeles es una ciudad donde la cultura tiene su espacio y no es menor. Además de todo lo dicho, Los Ángeles es una ciudad donde la cultura tiene su espacio y no es menor. Quien la haya visitado hace cuatro o cinco años atrás y vuelva hoy, no dejará de sorprenderse por las novedades que descubrirá. Por ejemplo, en el centro de la ciudad, con una inversión de U$S 2.500 millones, se levanta LA Live, un gran complejo de hoteles, como el Ritz Carlton y su vecino el JW Marriott, unidos con una plaza al Grammy Museum, donde se hizo la última entrega de los premios Grammy; el edificio Nokia; el de ESPN Zone; el estadio de los Lakers, y varios bares y restaurantes. Por las noches, la zona se convierte en uno de los polos de la movida "angelina". Durante el día, hubo dos oportunidades en que la plaza común estuvo llena de gente: el día que jugaron Barcelona y el Real Madrid, partido que se emitió en grandes pantallas en ESPN Zone y al que se dieron cita varios centenares de fanáticos, un 60 por ciento de ellos con camisetas del Barça y muchos con el nombre de Messi en la espalda. El otro día fue el del clásico de la NBA, entre Lakers y su archirrival, Los Ángeles. Y en Los Ángeles, vale recordar, están los Estudios Universal de cine y TV. Pues bien, allí también hay novedades. Con una inversión de U$S 40 millones, ya está en funciones la atracción The Simpsons, con tecnología de punta y proyecciones en alta definición. También se ha reabierto la atracción de King Kong y de la parte de los estudios de filmación dañados durante un incendio y en breve estará inaugurada Transformers, un impresionante juego con efectos sensoriales en 4D y grandes personajes en animatronics, el cual tuvimos la oportunidad de experimentar: imperdible. En el downtown, por otra parte, en el próximo invierno boreal se inaugurará el gran Parque Cívico de Los ÁngeEstudios Universal, una visita ineludible a la fantasía.
les, siete hectáreas de nuevas aéreas verdes, con 140 especies diferentes de plantas. Allí se pueden visitar el City Hall, el edificio histórico del diario Los Ángeles Times y el Walt Disney Concert Hall, un impresionante edificio vanguardista, recubierto de placas de titanio y similar al museo Guggenheim de Bilbao. Ambas obras pertenecen al arquitecto norteamericano Frank O. Gehry. Y en materia de espectáculos, hay uno que descolla por su calidad, escenografía, luces, sonido y actuaciones. Es el nuevo show original del Cirque du Soleil en el Teatro Kodak, creado especialmente y sólo para Los Ángeles: 10 year run in the Kodak Theater, home to the Academy Awards (10 años de carrera en el Teatro Kodak, hogar de los premios de la Academia). Por su parte, el Museo de Historia Natural, un antiguo y señorial castillo, abrió recientemente su Salón de los Dinosaurios, el nuevo parque con la exhibición de fósiles de dinosaurios más grande del mundo y nuevo parque educativo de 1,6 hectárea que demandó U$S 135 millones. Frente al museo y formando parte de su oferta, se ubica el increíble Jardín de las Rosas, un gran parque con miles de rosas de las más diversas variedades, una fuente de agua y una señorial construcción, antiguamente la caballeriza del lugar. Y, finalmente, en la puerta de ingreso y salida de quienes llegan por vía aérea, la Terminal Internacional Tom Bradley del Aeropuerto de Los Ángeles, muestra algunas novedades y otros sectores en obras. Lo primero es la renovación que se le hizo a LAX (denominación de la terminal), con nuevas amenidades para los pasajeros, que costaron U$S 737 millones, y lo segundo la Terminal Bradley West (oeste) que se habilitará a fines de este año, con una inversión de U$S 1.500 millones y que permitirán el arribo de las nuevas aeronaves
El Teatro Kodak, donde se hace la tradicional entrega anual de los premios Oscar, sobre el bulevar Hollywood, en cuyas veredas están las estrellas con los nombres de las más famosas estrellas del cine.
Calle Olvera, en El Pueblo, donde fue fundada Los Ángeles.
Airbus A380 y Boeing 787, además de más comodidades para los pasajeros.
Lo que hay que saber Pasajes Aéreos. Con LAN. Desde U$S 1.645 con impuesto incluidos. Sale desde Córdoba a las 16.45; arriba a Santiago a las 16.55; parte hacia Los Ángeles a las 21.05, y llega a las 8.05 del día siguiente. Al regreso, sale de Los Ángeles a las 13.25; hace escala en Lima y llega a Santiago a las 7.10, para despegar hacia Córdoba a las 13.20 y llegar a las 15.45. Alojamiento. El JW Marriott Los Ángeles LA LIVE, al 900 de Olimpyc Bv: habitación de lujo, U$S 329
por noche; habitación King ejecutiva, U$S 349 por noche, y suite Junior, U$S 399 por noche. El Hotel Figueroa, en Figueroa Street 939, tiene una tarifa desde U$S 96 por noche (U$S 106 con tasas incluidas), habitación single. Si va a alquilar un auto, tenga en cuenta que los hoteles cobran aparte el estacionamiento (parking). En el JW Marriott, por ejemplo, la tarifa es de U$S 40 por día; el Figueroa cobra U$S 12 por día, y hay playas públicas cuya tarifa varía desde los U$S 8 a los U$S 22 por día. Gastronomía. Desayuno en Starbucks, desde U$S 6; pastas en la cadena Pomodoro, desde U$S 15; comida china en la cadena Panda, desde U$S 9.
Sábado 12 de mayo de 2012
8 TURISMO
TAFÍ DEL VALLE
Un paseo inolvidable por el valle de Tafí La quebrada del río Los Sosa conduce hasta el espectacular escenario de cerros y campos sembrados de Tafí del Valle. Tejidos, piedras talladas, el sabor de los quesos y dulces artesanales y el inconfundible aroma del locro definen su esencia. El camino sube y las nubes bajan, hasta que en la primera curva cerrada logran fundirse en un único paisaje abismal, exuberante, fantasmagórico. En clave de verde -de mil tonos de verde-, la selva tucumana nace en forma abrupta cuando se encara el ascenso por la ruta 307 y sorprende hasta al viajero más prevenido. Porque aunque me habían advertido que mantuviera los ojos bien abiertos en el camino, ondulante y sinuoso, que lleva de San Miguel de Tucumán a Tafí del Valle , las expectativas fueron desbordadas. Se trata de 107 km de curvas inolvidables, que deberían figurar entre las mejores excursiones del Noroeste argentino. Y lo curioso es que este paseo surge antes que el destino, por lo que lejos de estar contando los minutos para llegar a Tafí, el auto se detiene cada vez que la banquina deja un mínimo margen entre los cerros: siempre habrá un mirador natural superior al anteriormente fotografiado y no habrá dos vistas iguales del curso helado del río Los Sosa que acompaña en todo momento. Precisamente, la reserva natural Los Sosa ostenta el rango de primera parada turística del trayecto, porque aquí se puede bajar hasta el río. Con rápidos y cascadas cristalinas, el río va sorteando piedras de tamaño muy respetable, ya que hay que considerar que en algún verano –sinónimo de lluvias y deshielos– habrán rodado cuesta abajo. Entonces, una docena de trabajadores aparecen en la niebla arreglando el camino, en una nueva pulseada contra la selva de yungas, que arrasa con el ripio hasta hacerlo desaparecer. La llamada ley de la jungla no suele asociarse con el reino vegetal, pero este es un caso de plantas feroces que se superponen y se enredan sin pausa: en su alocada carrera por captar la mayor cantidad de luz solar posible, los helechos crecen sobre los troncos de los árboles hasta que los cubren por completo. Además de una desmesura compacta, el resultado será la falta de puntos de referencia para el forastero, acostumbrado a la vida en escalera mecánica, a recibir codazos en el colectivo o el subte, y a hacer fila para tomar cafés de máquina lavados. Estos pensamientos quedan definitivamente atrás cuando se afronta una curva en la que todo cambia. En sólo 10 km se desintegra la selva verde y húmeda, desaparece la bruma
y comienza a desplegarse sobre los cerros un terreno árido sobrevolado por cóndores y poblado por llamas y ovejas. Con la mirada extasiada y el alma agradecida, se llega a Tafí del Valle. Según cuentan en la zona, su nombre deriva del vocablo diaguita Taktillakta, que significa "pueblo de entrada espléndida". Ningún nombre sería más apropiado para este valle situado al sudoeste de la provincia de Tucumán donde siempre se duerme con frazadas. A 2.000 metros de altura, posee un clima singular, con veranos frescos en las noches e inviernos con nevadas y temperaturas que llegan a los –10°C. Aunque la zona suele ser invadida por los "veraneantes" tucumanos que tienen casa de fin de semana para escaparle al calor, en los últimos años se han multiplicado los complejos de cabañas, las propuestas gastronómicas y las actividades (cabalgatas, trekking, excursiones en 4x4, pesca y mountain bike) para el turismo. Con vista al dique La Angostura y a los cerros Muñoz y Ñuñorco, La Quebradita es un alto oportuno en esta mañana de sol para tomar un café con leche y degustar tartas dulces y alfajores artesanales. El emprendimiento comenzó hace varios años, cuando Dorita Giovellina decidió abrir una casa de té rescatando los aromas y sabores de su infancia. A pocos metros del "primer minigolf a 2.000 metros", se levanta la cabaña donde nació La Quebradita. Y abajo del salón principal se encuentra la fábrica, donde dos chicas acomodan en una bandeja un “menhir” tras otro (así llamaron a esta masa de dulce de leche, azúcar impalpable y almendras crocantes), con movimientos sumamente coordinados. También gracias al suelo de Tafí y en busca de una mejor calidad de vida, Roberto Zonca lleva una década haciendo dulces artesanales, dando origen a Campo del Molino . En sus dos hectáreas se cosechan ciruelas, cayotes y frambuesas, con los que él prepara unos dulces memorables. Por ejemplo, el de frambuesa lleva tres horas de cocción, y ése es apenas el primer paso antes del enfriado y envasado en frascos de vidrio. Mucha más paciencia requiere el dulce de leche: siempre a fuego máximo, 50 litros de leche demandan 9 horas revolviendo. Campo del Molino se encuentra dentro de la "Ruta del Artesano", que atraviesa varios
poblados de la región tomando como eje al cerro Pelao (no es un error de tipeo: en Tucumán, Pelado se dice y se escribe "Pelao"). Además de dulces y una gran producción de quesos, Tafí del Valle es famoso por sus tejidos en telar, los trabajos en cuero, la cerámica y el tallado en piedra. Ese es el caso de Rosendo Cancino, que tiene 73 años y su mesa de trabajo –una gran roca ovalada– debajo de un árbol. Con un delantal de cuero de chivo con lana de oveja, golpea el martillo y el cincel sobre la piedra gris que recogió en el cerro; los pollitos entran y salen por la puerta de su casa abierta; los perros duermen junto a morteros para hacer pociones y una apacheta; cuatro cajones de duraznos y dos de nueces se secan al sol. "Tic tic tic", sigue golpeando Rosendo, y explica: "Tranquilito nomás, así voy trabajando". A la hora de la despedida, sale corriendo, vuelve con una caja y canta una copla en el momento menos esperado. Otro artesano fácil de querer es Rogelio Romano, quien aprendió a tejer en telar a los 20 años (le enseñó su madre), y retomó esta tradición después de haber trabajado en un taller mecánico y en la cosecha de la uva en Mendoza, del tabaco y la caña en Tucumán y del poroto en Catamarca ("¡Ahí sí que hacía frío, amigo!"). "Pesque y pague". Así se llama el sistema que propone el criadero Truchas del Tafí . Junto al arroyo Morales, los pescadores se dan cita para alquilar el equipo y, una vez que sacan sus truchas arcoíris, se les cobra según el peso. Muy diferente es la pesca embarcada en el dique La Angostura , donde se sacan pejerreyes, percas y bagres. Rodeado por los cerros escalonados, el espejo artificial de 800 hectáreas tiene un largo de 4 km, un ancho de 2,5 km y una profundidad de 30 m. Si bien por la velocidad de los vientos este sitio es favorable para la navegación a vela, windsurf y kitesurf, la mayoría de sus admiradores vienen por la pesca. Con sol, niebla o lluvia, se divisan las lanchas con hombres que buscan pique. A pocos pasos de la orilla tiene su casa Migui Quesada , quien alquila sus lanchas desde 2004. "¿Cómo empecé? Necesitaba vacaciones", confiesa este tucumano carismático que cuenta anécdotas muy divertidas, prepara café, muestra carnadas y practica paracaidismo, parapente y enduro. Migui tiene 18 embarcaciones con mo-
Entre la selva de yungas. Desde San Miguel de Tucumán hasta Tafí del Valle, el camino trepa por los cerros cubiertos de vegetación. Con rápidos y cascadas de deshielo, corre paralelo el río Los Sosa.
tor y reconoce que "la mejor época para la pesca de pejerrey es el invierno, de mayo a agosto, pero no necesariamente son los mejores meses de trabajo porque a la mañana hay –8°C y 2 cm de escarcha”. Pero en verano se pesca igual, recurriendo a trucos como el uso de carnadas oscuras o para peces de agua sucia. Las piezas del dique tienen entre 25 y 30 cm, pero “lo mejor de todo es que la gente viene de buen humor, sin ningún apuro", sintetiza. Seguimos con rumbo a la Quebrada del Portugués , una alfombra verde natural con la que desearía contar el mejor campo de golf del mundo. En un tramo del alambrado una de las ovejas encuentra un hueco con la cabeza y se escapa, armando una verdadera rebelión en el cerro que obliga a frenar el auto. Unas cincuenta ovejas cruzan entonces el camino de ripio y se pierden en la niebla incipiente. Al recorrer Potrerillo, El Rincón, Las Carreras, Santa Cruz, La Ovejería y Costa 1, se cierra un círculo imaginario. O como le dicen en estos lares, “la vuelta al valle”. Corría 1718 cuando doña Francisca de Aragón le vendía el Potrero de Tafí a la Compañía de Jesús. Los jesuitas se instalaron en el lugar, levantaron la capilla de La Banda y organizaron la estancia que la rodeaba, dividiéndola en puestos. El idilio entre los monjes y el valle duró apenas 50 años, ya que fueron expulsados de América por el rey de España y las posesiones jesuíticas de Tucumán quedaron en manos de la Junta de Temporalidades que en 1778 las vendió. Como resultado de ese proceso, hoy aquí se encuentran las estancias Las Tacanas, Las Carreras, El Churqui y Los Cuartos. Con paredes blancas y tejados rojizos, la estancia Las Tacanas se destaca sobre la avenida principal de Tafí, donde los comercios venden tejidos y botas de cuero y los restaurantes prometen pejerrey del lago, cordero al asador y locro de llama. "Es el único casco de la zona que es original en un ciento por ciento, con los techos atados con tiento y pernos de madera", cuenta Mónica Coronel, al abrir una habitación
sorprendente: la cama es tan alta que tiene una pequeña escalera. Con 300 años de antigüedad, la cama perteneció al dos veces gobernador Nicolás Valerio Laguna. Cuando terminó su vida pública eligió vivir en Tafí, trayendo su mobiliario –hasta el piso que luce el cuarto– de la Casa Histórica de la Independencia. Es que todo es historia en este museo abierto al turismo. Diez generaciones de la familia Frías Silva conservaron Las Carreras, que produce sus quesos con la técnica importada por los jesuitas. Si bien el "manchego" llevaba leche de cabra y aquí se hace con leche de vaca, se respetan los tiempos y temperaturas y aún se exhiben las viejas prensas de madera. Hay visitas guiadas al tambo, las salas de elaboración del queso y el museo. Con pasión, Luis García –jefe de cocina del restaurante, que ofrece cocina regional autóctona– explica que en la estancia se producen 100 kilos de quesos por día y describe sus platos favoritos: el lomo Tafí con hongos y papas del lugar, el estofado Don Atilio (lentejas con carne de llama) y la ambrosía, un postre muy antiguo con leche, yema de huevo y almíbar. A la mañana siguiente nos espera Jerónimo Critto en El Puesto , con una cabalgata en la que ascendemos 400 metros en zig zag por los cerros. Con una vista fantástica del lago y la alegre compañía del perro Beto, descansamos en la cima en el más absoluto silencio y será una experiencia sublime. Llega la hora de bajar (léase volver), pero en Famaillá habrá una recompensa. Será en la carpa de Estela Pachado, la subcampeona Nacional de la Empanada 1994, que nunca más se presentó a un concurso para no volver a pasar aquel "estrés terrible". Habla y llora, recordando los duros comienzos cuando dormía en el suelo a la espera de clientes. Carne cortada a cuchillo, papa, pimentón... Y en la mente repasamos la letra de una bella zamba, sintiendo que nunca antes habíamos comprendido la frase "perdido en las cerrazones", al cantarle con nuestra guitarra a la lunita tucumana.