Historia, Religión y fe en Nuestra Señora de Barbaño.

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Historia, Religión y fe en Nuestra Señora de Barbaño. Piedad y Religiosidad Popular en Montijo Pablo Iglesias Aunión

Título: Historia, Religión y fe en Nuestra Señora de Barbaño. Piedad y Religiosidad Popular en Montijo Autor: Pablo Iglesias Aunión Edita: Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol Colaboran en la Edición: Excmo. Ayuntamiento de Montijo- Concejalía de Cultura. Casa Comerciales de la Localidad. Año de edición: Septiembre de 1.999 (De la 1ª Edición, 1.500 ejemplares. Edición Agotada)

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada y transmitida en forma alguna y por ningún medio, ya sea electrónica, químico, mecánico, óptico, de grabación, en internet o de fotocopiado, sin premiso y cita expresa del autor. Todo los derechos quedan reservados@


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n septiembre del año 1999, en el templo parroquial de la Comunidad de san Pedro Apóstol siendo cura párroco de ésta don Emilio Sánchez Saavedra, era presentado el libro Historia, Religión y fe en Nuestra Señora de Barbaño. Piedad y Religiosidad Popular en Montijo, un total de 109 páginas fruto del deseo de que nuestra localidad tuviera una historia lo más completa posible desde los orígenes, no ya de esta devoción mariana concreta –que como tal no nace hasta la Edad Media con la reconquista y la repoblación- sino desde los mismos inicios de la presencia cristiana en la Lusitania romana donde el potente corazón de su capital, Augusta Emérita latía con fuerza extendiendo por diversas arterias la fe del cristianismo desde mediados del siglo III como lo testimonio la llamada carta de san Cipriano al clero y pueblo de Mérida. Así, con el ímpetu propio que anima a un entonces joven licenciado en Historia que preparaba aún su tesina doctoral y que había comenzado los estudios en Ciencias Eclesiásticas, y siendo capaz de descubrir la enorme riqueza de conjugar la Historia y la Teología, el libro adquiría forma en los meses estivales de aquel final de Milenio. Y entre los motivos expuestos obviamente no podía dejar de estar el de la fe. La fe como montijano a María bajo la advocación de Barbaño, la fe como extremeño que se enraíza con elementos de amor a la Madre de Dios guadalupense pero sobre todo, la fe de todo bautizado que es el motor y que al quedar inscrito en el Libro de Bautizados, abre los capítulos de su personal libro d e reglas de esta Hermandad, la hermandad de los seguidores de Jesús de Nazaret. Fueron un total de 1.500 ejemplares cuyo precio (todavía en pesetas, 500), se destinó a modo de donativo y del que ahora, no quedando ya ejemplares al ser edición agotada, presentamos bajo este nuevo formato una nueva edición que sabe aprovechar la oferta y la riqueza que nos brindan las llamadas Nuevas Tecnologías. Lo que ahora recogemos aquí es una edición actualizada, revisada y ampliada que mantiene el eje y columna vertebral de aquel libro acogiendo un espacio temporal que abarca desde los siglos III-IV hasta el siglo XX y que utiliza una diversidad de fuentes que se sustentan esencialmente en la transcripción paleográfica de los llamados libro de actas de los Visitadores de la Orden Militar de Santiago desde el año 1494 al año 1605. Junto a ello, las fuentes parroquiales y civiles correspondientes que sin duda se alzan como elementos de apoyo interesantes en este proceso de investigación sin olvidar nunca en una institución como es la Hermandad de Nuestra Señora de Barbaño, la propia documentación que ha ido generando y se conserva en sus fondos y secretaría. Algunos aspectos han sido obviados bien porque el mismo paso del tiempo los ha superado y ya no merecen la pena ser citados, bien porque otros se han ido superponiendo y entonces han


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mejorado las realidades que nos permiten conocer y entender muchas de las cuestiones que en su momentos resultaban interrogantes o nos eran desconocidas. Les ofrecemos poder viajar desde la necesidad del hombre por creer al conocimiento a los maestros que trabajaron tanto para la fábrica de su ermita como contratados por la Mayordomía de la Hermandad pasando por: el tejido espiritual y cultural apropiado en época romano-visigoda, las fuentes documentales en época del Medioevo, los estudios sobre la evolución de la fábrica de la ermita, la veneración en torno al retablo mayor y la evolución histórica ante las guerras de Portugal en el siglo XVII y de Independencia en el XIX. Finalmente, las imágenes han sido actualizadas y podemos incorporar nuevas y mejores visiones de una historia que se abre igualmente de manera visual y que sirve para el amor de todo un pueblo a la Madre de Dios sea indudablemente camino para llegar a su Hijo. -

Pablo Iglesias Aunión –

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omos nosotros, los hombres, quienes necesitamos a Dios. Si bien es cierto que, el verdadero y auténtico amor viene de Dios para con nosotros y debe existir entonces esa apertura desde la que el hombre, como ser con capacidad de admirar, también se admira.

Entrado ya en el Tercer Milenio1 conocemos explosiones de fe que a lo largo de la historia nos empuja a la reflexión y nos exigen comprender que “estamos en el momento de sincronizar fe y razón, conocimiento y fe.”2 Es precisamente desde esta idea, desde donde la Comunidad Parroquial de San Pedro Apóstol de Montijo y a través de su Archivo Parroquial-Fondo Histórico3 entiende que, sería conveniente plasmar por escrito, lo que ha supuesto para el pueblo de Montijo la fe en María de Barbaño a lo largo de la historia. Todo ello sin olvidar en ningún momento que este sentir entre en dentro de la misma base de todo hecho religioso es decir, el reconocimiento de las relaciones de dependencias de Dios. Experiencias fundamentales que manifiestas todo ello porque es el hombre quien desea abrirse a un Dios que lo espera con amor y que le abre muchos caminos siendo uno de ellos sin duda el maternal afecto de María, la madre de Cristo. En este libro conjugamos elementos históricos (ciencia) y todo un conjunto de elementos o variables que se mueven en el campo de los religioso como fenómeno de la una religiosidad que se nos tercia tanto oficial como popular (fe y culto divino). Aparece así una realidad de rica cronología, que nos llevará a entender primero la presencia y los primeros momentos del cristianismo en la comarca montijana, presencia que cada vez deja de estar menos llena de interrogantes, de situaciones peculiares que nos hacen interesantes el estudio de los siglos para lo que en principio fue la mayordomía de la ermita (siglos XV-XVI) y posteriormente ya la misma Hermandad (XVII-XX). Lejos de una memorización de fechas y de los simples relatos “fantásticos” a los cuales recurriremos como parte de esa memoria histórica, hoy podemos acercarnos con total claridad y desde una Historia que en los últimos años se ha abierto un camino por derecho propio en la investigación, nos referimos a la historia de las mentalidades4 que nos ofrece un comportamiento mental sencillo, complejo pero abierto al conocimiento del llamado fervor popular. Nos situamos pues ante un conjunto de creencias, representaciones simbólicas que cambian a lo largo de los siglos en función necesariamente de esa mentalidad, mentalidad en nuestro caso del hombre extremeño-montijano. Costumbres, talantes, actitudes y modos de reaccionar ante las vicisitudes propias del momento como guerras, epidemias, crisis, desolación y abundancia, que los 1

Cuando el libro fue publicado era el año 1.999 y por ello, en aquella primera edición, se hablaba en términos de: “…en los umbrales del Tercer Milenio…” Nota aclaratoria del autor. 2 Juan Pablo II: La fe y la razón. Carta Encíclica Fides et ratio. Sobre las relaciones entre la fe y la razón. Editorial EDIBESA. Madrid, 1998. 3 Existía entonces un interesante campo pastoral en la citada comunidad parroquial que consistía en la de llevar adelante el estudio, censo y catalogación del llamado Archivo Parroquial. Hoy ya no existe, máxime teniendo en cuenta que, todos los archivos parroquiales con fondos históricos han sido asumidos por el Archivo Diocesano (Montijo trasladó sus documentos en julio del 2013). 4 En el momento de la edición de esta obra, era una corriente que empujaba con fuerza y donde muchos de nosotros, intentábamos aportar un granito de arena a la contribución de formar parte de dicha tendencia. Hoy, como indico, está perfectamente estructurada e identificada junto a una historia económica, social, demográfica, etc. 6


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tiempos han ido dejando caer sobre nosotros y que han generado, bajo la atenta mirada de la fe puesta en María de Barbaño, una realidad singular y propia. Es, como nuestra tarjeta de identidad en el tiempo. Cuando se aborda un estudio de este tipo donde se ahonda en expresiones populares de sentir en la fe, no se trata exclusivamente de analizar parámetros de comportamiento que respondan a elementos únicamente históricos al igual que, hay que saber distinguir aquello que queda fuera de ésta. No es aislar fechas, datos, nombres, listados de hermanos, períodos, estilos artísticos y cronologías interminables. Es, ayudándose de la historia, acercarse al conocimiento del origen devocional y por tal, del culto en este caso a María de Barbaño, de cómo nace un espacio y un entorno geográfico que ha conocido el paso de culturas y civilizaciones diversas. Así por ejemplo, lo que hoy conocemos como Paredones de Torreáguila, nos sitúan en un lugar concreto donde se lee como si de un libro se tratase, el paso de esas culturas pasando las páginas de los momentos más interesantes que nos dan una racional explicación de las manifestaciones cultuales en un entorno apto para generar y producir un culto a las divinidades. Pero no siempre un mismo espacio es generador de una misma creencia o ha estado bajo la influencia de una misma fe. A partir de todo lo anterior, somos capaces de estudiar cómo y qué sintió el hombre montijano ante la presencia de María de Barbaño con su carga de religiosa, antropológica y social. Por ello, a lo largo de esta obra afirmamos, que es la Historia quien nos sirve para cimentar un estudio, que si bien está centrado esencialmente en un proceso de vaciado documental a partir del siglo XIII, nos exige remontarnos a los primeros momentos del cristianismo sin poder escapar de la mirada de un centro importantísimo como fue Augusta Emérita entre los años centrales del siglo III y los primeros años del siglo V y desde el momento de la presencia visigoda y las invasiones musulmanas, llegar a una Edad Media que nos comunica con el hombre de los Tiempos Modernos y nos acerca a la Contemporaneidad: dinamismos de un pasado que nos hace sentir ese futuro más cercano a Dios. Tenemos así una intencionalidad real que es, dar a conocer de manera unificada historia, religión y fe en la figura de santa María de Barbaño y poder así hablar de piedad y religiosidad popular en Montijo. La tarea no es nada fácil puesto que aunar en un solo trabajo la evolución de esta advocación a lo largo de los siglos para así tener una mejor comprensión de nuestra fe, resulta siempre ardua misión. Es muy importante que finalmente, antes de adentrarnos en el dinamismo propio que los siglos nos ofrece, que tengamos en cuenta que el hombres es un ser religioso que es capaz de descubrir su propios horizonte: “Me descubro desbordado, superado infinitamente por esa instancia última, pero me descubro fundado, empujado a ser, al descubrirme contingente, infundado por mí.”5 Para terminar este capítulo introductorio, quiero agradecer a las entidades colaboradoras que hicieron posible con su aportación económica la impresión de este libro. Al que entonces era párroco de san Pedro Apóstol, don Emilio Sánchez Saavedra y al Excmo. Ayuntamiento de Montijo que en 1.999 apoyó igualmente esta iniciativa.

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Martín Velasco, J.: Introducción a la fenomenología de la religión. Cristiandad. Madrid, 1.993. Pág. 308 4


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omenzamos con uno de los capítulos que se modifican considerablemente con respecto a lo que es la edición impresa del libro que aparece en el año 1999. Esencialmente porque en el terreno de la llamada Historia Antigua de Extremadura muchos son los avances en el campo de la investigación y de manera especial, para el caso de Montijo. Igualmente ocurre, como el lector podrá ir comprobando con la llamada “Historia de la Iglesia Extremeña.”

Por todos es conocida la famosa carta del obispo de Cartago san Cipriano al clero y pueblo de Mérida, carta que posiblemente fue escrita en los años 255 ó 257. Primer elemento para comenzar a situar la existencia ya de una Iglesia organizada en Augusta Emérita6. Junto a este importantísimo documento que ya nos habla de sede episcopal, obispo y clero a mediados del siglo III, resulta pues de interés saber que la territorialidad de una sede como ésta, su propia actividad pastoral y difusora del mismo cristianismo, llegaría posiblemente a muchos rincones de la Lusitania máxime si nos encontramos ante una problema que no era nada superficial: la apostasía ante las persecuciones. En plena persecución durante el mandato del emperador Decio, el obispo emeritense Marcial se hizo pasar por apóstata7. Un problema que alcanza lógicamente categoría de auténtico conflicto y en el que llegaron a intervenir el Romano Pontífice y san Cipriano. Existía en estos momentos una cierta tensión de las comunidades cristianas peninsulares a recurrir según los intereses de cada uno a Roma o a Cartago. En la Lusitania, el norte de África tiene bastante importancia así como de atender a las normativas que dimanan de la celebración de los Concilios, más incluso que de las propias decisiones o resoluciones que llegaran de la capital del Imperio. Es muy importante que el lector sepa desde un primer momento, que la advocación y la fe de un pueblo hacia un personaje como es la Virgen María, no surge de la nada ni en un lugar desolado y sin pasado propio por tanto, el entramado socio-religioso que analizamos debe ser conocido.

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Sólo recordar que la Colonia de Augusta Emérita fue fundada en el año 25 a.C. por orden del emperador Octavio Augusto. Que el legado Publio Carisio fue el artífice de dar cumplimiento a una norma generalizada en el Imperio: agradecer y pagar a los soldados eméritos con tierras, sus años de dedicación a Roma. Igualmente todo ello nos permite conocer además que, ésta colonia se convertiría en capital de una provincia, la Lusitania que igualmente nos permite entender la división territorial que ya se había hecho bajo el diseño de sus lugartenientes: Pompeyo, Varrón, Petronio y Afanio. Emérita Augusta serviría de control en la ruta de la Vía de la Plata que ya tenía la mencionada provincia como frontera natural Sierra Morena. Diversas legiones fueron licenciadas en estos momentos: V Gallica Alaude-X GéminaXX Victrix. A estos veteranos (“eméritos”) se les dio unas tierras a orillas del Ana (actual río Guadiana) que levanta la colonia en honor a Augusto (“augusta”) 7 Apóstata es aquel que reniega de su fe. Había diferentes tipos de apostasía que iban desde una pública renuncia a la fe en su dios en este caso a Cristo (libellaciti) hasta, realizar ofrendas de incienso en público (thurificati), realizar sacrificios a dioses paganos (sacrificati) 4


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Augusta Emérita se sumaba a la aportación dentro de la historia del cristianismo desde su propia historia, máxime si a los ricos aportes del obispo de Cartago sumamos años más tarde la transcendental presencia de la figura de Eulalia de Mérida (292-304). El conocimiento de la vida de esta emeritense aparece en la obra de Aurelio Prudencio titulada Peristephanon, hymno 3 (siglo IV), donde el autor nos señala Mérida como lugar de nacimiento y muerte a la edad de 12 años, de este personaje trascendental para la historia del cristianismo no ya solo de la Comarca sino de la propia Provincia y de la misma Hispania. Víctima de las últimas persecuciones8, de las más crueles, de mano del emperador Diocleciano y ejecutadas en nuestro territorio por el gobernador Daciano. Sabemos que en la historia de esta joven mártir estuvo la acción de unos padres que queriendo evitar lo que inevitablemente ocurrió, su muerte, se llevaron a la niña fuera de Mérida. Hay quien ha afirmado que uno de los posibles lugares donde la joven mártir pudo haber sido ocultada fuera la villa romana de Torreáguila9, que como más adelannte estudiamos, tiene un trascendental protagonismo en nuestro particular análisis. No existe ninguna prueba ni literaria ni mucho menos arqueológica que pueda hacer asomar una idea como ésta, la cual no va más allá de quienes quieren un protagonismo localista para la zona, protagonismo que a la citada villa no le hace por otro lado falta, debido a su enorme riqueza e importancia. Junto a estos dos elementos históricos que nos permiten conocer la historia del cristianismo a lo largo del siglo III y parte del IV dos acontecimientos se suman a la construcción de esta historia: el llamado concilio de Elvira y el priscilianismo que completan cronológicamente un momento que nos permitirá adentrarnos y descender hasta nuestra Comarca. El llamado concilio de Elvira nombre árabe con el que se designa a la ciudad romana de Iliberris actual Granada y que se celebró en el año 313 nos ha abierto las puertas a la comprensión de la sociedad hispanorromana de comienzos del siglo IV y gracias al estudio de sus cánones podemos conocer no ya solo la visión de la Iglesia del momento sino además, de la sociedad de la época en la que ésta se asentaba. Aspectos muy importante que posteriormente dan razón a muchos de los comportamientos desde la fe del pueblo especialmente, de la preocupación por parte de la Iglesia de penetrar en el mundo pagano y rural, donde existían verdaderos muros infranqueables por la fuerza de cultos orientales (recordemos que la villa romana de Torreáguila a la que hemos hecho referencia, se encuentra en pleno corazón de un ambiente totalmente rural). Un último episodio no podemos dejarlo pasar por alto en este análisis de acotamiento temporal que estamos realizando y es, el que nos lleva a conocer a un personaje Prisciliano (340385) nos llega de la mano del escritor Sulpicio Severo quien nos lo señala de familia aristocrática posiblemente gallega pero que llegó a tener una fuerte influencia en la zona emeritense pues gracias al Apologético de Itacio de Osonoba sabemos que el obispo de Mérida Hydacio luchó contras las 8

Recordemos que Eulalia muere en el 304 y que Constantino-Licinio en el 313 proclaman el conocido Edicto de Milán dando la libertad de culto en todo el Imperio. Posteriormente Teodosio 27 de febrero del año 380 señalará el cristianismo como religión oficial del Imperio con el llamado Edicto de Tesalónica o Cunctos Populos. En medio de ambos acontecimientos tenemos otro no menos importante, el llamado Concilio de Nicea que nos ha dado el credo niceno del año 325 e inmediatamente posterior al edicto de Tesalónica tendremos el Concilio de Constantinopla del año 381 que completa el proclamado credo niceno-constantinopolitano. 9 Esta villa fue fundada en el año 25 d.C. Tienen en la historia de la advocación mariana de Barbaño un papel muy especial, papel del que tendremos posteriormente sobrado tiempo de analizar y reubicar adecuadamente. La teoría o mejor dicho, la hipótesis de que Eulalia de Mérida fuera escondida aquí, por ahora no deja de ser más que fruto de la imaginación de quienes se afanan por considerar otros aspectos que nada tiene que ver con los histórico. 5


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ideas del priscilianismo quien fue condenado a muerte y ejecutado en Tréveris en el año 385 si bien su cuerpo fue trasladado hasta la zona conocida como Campus Stelae10. Y una vez más esta literatura genera conocimiento historiográfico propio para ir desgranando y enmarcado la zona sobre la que surgirá el cristianismo de la comarca montijana. En el año 412 Lusitania fue ocupada por vándalos, alanos, suevos y silingos, todas ellas pequeñas tribus nada romanizadas, el impacto sobre el suelo extremeño fue grande de tal manera que Mérida, quien aún conservaba toda el esplendor de su capitalidad, ocupada desde un principio por los alanos y con ella la propia comarca (llegan hasta el actual término montijano), terminaría por caer en manos del rey Rechila en el año 440 quien situó en ella su corte. Es justamente en este momento, donde nuestros ojos han de volverse hacia esa villa romana fundada en el primer tercio del siglo I d.C, Torreáguila para posteriormente y de la mano de su estudio llegar a los años centrales del siglo V. Ahora, nuestra demarcación geográfica nos permite situarnos ante una división eclesiástica que se expresa en términos propios en las siguientes provincias 11 : Carthagiensis con sede metropolitana en Toletum (Toledo) y 22 obispados; Baetica cuya sede metropolitana era Hispalis (Sevilla) y 10 obispados; Lusitania, con su sede Emerita Augusta (Mérida) y 13 obispados los cuales pasamos a citar: Obilia (Ávila), Caliabria, Coria, Conimbriga, Egitania, Ebora, Lamego, Olysipona (Lisboa), Ossonoba (Faro), Pax Iulia (Beja), Salmantia (Salamanca) y Viseo. Finalmente señalar como restantes provincias eclesiásticas Gallaecia con sede en Bracara (Braga) y 10 obispados; Tarraconensis con sede en Tarraco (Tarragona) y 15 obispados; Narbonensis con sede en Naarbo (Narbona) y sus 8 obispados.

Los mencionados paredones de la Torre del Águila están localizados en lo que fue la zona donde se desarrolló la actividad socio-económica de la conocida villa romana de Torreáguila12. Surge con ella el origen mismo de lo que es para nosotros nuestro cauce fluvial en el devenir histórico que desembocará en la aparición medieval de la devoción mariana de Barbaño. Traemos hasta estas páginas esta villa romana a la que no costará situar temporalmente al lector si ha leído detenidamente el apartado primero de este segundo capítulo, para sí entender que se trata de un asentamiento romano que surge posiblemente de la mano y acción de algún noble emeritense. 10

Se abre aquí uno de los capítulos más interesantes de la historia del cristianismo en la Península Ibérica. Quien conozca algo de la historia de Prisciliano sabrá a qué me refiero. El “Campus Stelae” como podrá adivinar el lector es Campo de las Estrellas es decir, la actual Compostela. Pues bien, cierta parte de una seria historiografía no duda en afirmar que, los restos encontrados en este sitio en tiempos de Alfonso II, rey de Asturias (760-842) correspondería a Prisciliano que fueron tomados como los de el apóstol Santiago el Mayor, revitalizador de las peregrinaciones y que junto a la posterior acción del obispo de Santiago, Galmírez, tanto auge le dio a Santiago de Compostela. Este es el obispo artífice junto al papa Calixto II que la sede metropolitana no fuera devuelta a Mérida: año 1120. 11 Si hago referencia a todo ello es para situar al lector de manera mas concreta en un tiempo concreto y adecuado. Sobre todo y especialmente para que no se pierda en unos siglos que pueden resultar complejos si no se tiene un contacto o conocimiento histórico del periodo: siglos I al V. 12 El descubrimiento de la villa romana de Torre Águila se produjo de manera fortuita en el año 1984, durante las labores de nivelación de la finca para el regadío, si bien las primeras noticias sobre este establecimiento se remontan a 1633 cuando el historiador emeritense, Bernabé Moreno de Vargas, nos habla del hallazgo de la Virgen de Barbaño “…entre los edificios antiguos que están arruinados allí cerca, y llaman los paredones en la dehesa de Torre Águila”. Hoy y gracias al enorme trabajo del doctor Germán Rodríguez podemos conocer con mucha exactitud qué es Torre Águila. 6


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Que quede bien claro desde un primer momento que no pretendo realizar una estudio arqueológico de la zona ni un devenir histórico de la misma en cuento al por qué surge la villa ni tampoco de lo que fue propiamente Torreáguila. En primer lugar porque no soy yo el indicado para ello y en segundo lugar, por que ya están los arqueólogos de una sobrada adecuación preparación académica. Mi intención no es otra que la de mostrar una zona en la que convivieron formas de culto diferentes entre las que llegó a estar presente en un momento determinado el cristianismo: paganismo y cristianismo que como anteriormente hemos ido desgranando, no sólo no nos extraña sino que además nos encaja perfectamente en esas maneras de cristianización peninsular de la que ahora hablaremos y que en su proceso de expansión y difusión, no dudó en asumir y superar muchas de estas formas13. Nos quedamos con la explicación de que el cristianismo había penetrado en le península esencialmente por dos lugares: sur peninsular desde el norte de África hacia la Lusitania y desde aquí hacia el norte. Este peninsular por los puertos del Mediterráneo (Tarraco-Ampurias). A nosotros nos interesa el primero de los caminos y los caminantes que nos hacen llegar la fe cristiana. Se trata de un camino que sería protagonizado esencialmente por miembros del ejército (recordemos la importancia de colonia emérita de Mérida), donde las ideas cristianas se habían ido extendiendo con fuerza entre los llamados hispanis. No es de extrañar que junto a ello, nos coincida en los primeros núcleos cristianos un sostén socio-económico basado en las buenas relaciones con el norte de África permitiéndonos decir con claridad, que a partir del siglo IV el cristianismo se extiende por toda la península de la mano de militares, comerciantes, esclavos y colonos entre otros14. Torre Águila nace en el año 25 d.C. de manera que nos encontramos en lo que se ha llamado primera etapa para los siglos I al III. En esta cronología se nos dice que contó con una población que oscilaba entre los 400-500 pobladores y que nos adentra en un momento de auténtico esplendor entorno al año 250 d.C. fechas en las que ya sabemos qué está ocurriendo en el entorno emeritense. Sería precipitado hablar ahora mismo, dentro de esta primera época de un cristianismo latente en Torre Águila sin embargo no debemos olvidar un aspecto muy interesante de la sacralidad cristiana: las formas primeras de reunión. El llamado primer arte cristiano que tiene su límite en el año 313, nos da a conocer como lugares de culto aquellos sobre los que tenemos que ser capaces de desprender la idea de lugar destinado a la liturgia es decir, no hay templos cristianos ahora, no hay espacios de eclesialidad (“ecclesia” como asamblea). Si podemos decir que los cristianos cuando se reúnen lo hace teniendo claro su sentido de Pueblo de Dios por ello es lícito ahora hablar de iglesia como casa de Dios pero 13

En la imagen, actuales restos que se encuentran en la villa romana de Torreáguila, en el término de Barbaño. Entre sus mejores muestras están las termas, el peristilo del siglo IV, las grandes estancias absidiadas, la zona de lagares y piscinas de decantación del producto, las habitaciones de los sirvientes o estancias subterráneas para soportar mejor los rigores veraniegos. 14 Vamos a dejar atrás o si se quiere fuera de nuestro contexto la idea de penetración del cristianismo de manera fantástica por protagonistas como la del apóstol Santiago en la península (teoría jacobea de los Catálogos Bizantinos del siglo VII, Breviarum Apostolorum); la propia venida de san Pablo (apoyándose en el deseo de éste manifestado en sus Cartas) o la llamada teoría de los Siete Varones Apostólicos (Martiriologio Escurialense-Códice Emilianiense, siglos X) 7


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ni mucho lo vamos a entender como lugar y espacio reservado al Santísimo, máxime si tenemos en cuenta que la conexión entre lugar de celebración y reserva de la eucaristía no es esencial15. La villa romana de Torre Águila ahora nuestro interés porque desde el punto de vista arqueológico no se han podido recoger manifestaciones de estas primeras formas de reunión en lo que se llama primera fase (siglos I-III) al no existir una zona delimitada para ello como explicamos anteriormente y quizá por la complejidad de localizar un espacio que en la intimidad de las casas, podía ser realizado en cualquiera de ellas. De la mano de la historia y de la arqueología y siguiendo las precisas indicaciones que sobre Torre Águila hace el director y responsable de su excavación, el doctor Francisco Germán Rodríguez16 y sin querer adentrarnos en las precisiones propias que exigiría otro tipo de estudio, para poder hablar de presencia cristiana en Torre Águila y así en la misma comarca, nos tenemos que desplazar hasta su segunda fase es decir, posterior al siglo III y adentrados ya en el siglo IV cuando el cristianismo ha sido desde Mérida ampliamente difundido y está llegando con facilidad a los diferentes puntos y áreas de influencia de la capital de la Lusitania (recordemos lo que en este mismo capítulo hemos explicado sobre el origen y difusión del cristianismo). Torre Águila no es posiblemente una única villa, afirma el profesor Germán Rodríguez17, sino que fuera la unión de tres, por lo que nos expresamos en términos de una zona de influencia en cuanto a asentamiento poblacional, de espacio colonial. Lo que pretendo en estos momentos es que podamos acercarnos a una zona donde dicho asentamiento se convertirá en la red de acogida de la futura población cristiana y donde siglos más tarde, cuando sea zona adehesada y estamos en pleno proceso de repoblación medieval con la Orden de Santiago, se desarrolle todo el fenómeno propio en torno a la devoción a María de Barbaño18. La villa romana que aparecía impulsada en su fundación por la actividad del algún nombre emeritense cayó a finales del siglo III en una profunda crisis. Su actividad económica (véase los trabajos citados de Germán Rodríguez) estaba centrada esencialmente en la producción del olivo y de la vida. Los estudios arqueológicos nos hablan también de cierta actividad ganadera junto a la agrícola en lo que se conoce como explotación mixta. Una economía que no es exclusiva de Torre Águila sino que caracteriza a la zona ribereña de Lácara en la que se darán fenómenos parecidos al que tratamos aquí de advocación mariana.

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Aquí intervienen otros muchos elementos como por ejemplo los decretos del emperador Diocleciano del año 303 por el cual, era destruidas todas las iglesias del imperio. Los mismos periodos de tolerancia religiosa, el culto cristiano y su vinculación al domus ecclesiae. 16 Esta autor será citado y al nos referiremos en la práctica totalidad de las veces que tengamos que hacer referencia a las aportaciones arqueológicas e histórica sobre Torre Águila. 17 Interesante que el lector consulte obras como Nuevas aportaciones al estudio de la villa romana de Torreáguila. Siglos I al III d.C. o El poblamiento rural romano en Montijo y alrededores, ediciones que se pueden encontrar en la Revista de Feria (1988-1989) y en las Actas de las Jornadas de Historia editadas por el Ayuntamiento de Montijo: 1987. 18 Las imágenes sobre la villa romana de Torre Águila han sido realizadas por el Departamento de Religión Católica del IES “Vegas Bajas” de Montijo y cedidas plenamente para uso en esta edición. 8


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El mismo espíritu que introdujo a la villa a finales del siglo III en una situación de abandono y profunda crisis, la sacará y la llevará a momentos de recuperación y esplendor entre los siglos IV y V.

Hemos de abandonar la idea de una actuación divina sobre algo humanamente desolado. Lo religioso como tal nace de una relación entre Dios y el hombre donde el amor del Primero actúa como respuesta y consideración del segundo. El mencionado espíritu humano, condujo en estos siglos a una constante, el de la supervivencia en una zona no exenta de dificultades especialmente ante los duros momentos a partir del siglo III. En un proceso admirable de recuperación socio-económica, la zona que estudiamos de Torre Águila asentada sobre una estructura económica que amplia, reforma y remodela horizontes, hace que la llegada del cristianismo en una demarcación como Lusitania, la cual juega en estos momentos un papel importantísimo dentro del devenir peninsular romano, sea hilo de un tejido espiritual apropiado donde se asentará esa explosión de fe de un pueblo. Y no es ni mucho menos un proceso exclusivo en la zona de Torre Águila. Hay más casos de esa necesidad que nos llevan a entender el diálogo religioso del hombre y que nos muestra una municipalidad interesante en estas mismas expresiones: Las Tiendas, Alcazaba, Lácara y Torre Águila. Inmersos ya en esta segunda fase de Torre Águila, es ahora cuando los yacimientos arqueológicos empiezan a mostrar lugares destinados al culto. No olvidemos que nos encontramos en unas fechas en las que el cristianismo aún no construye edificaciones propiamente cristianas. Las primeras basílicas utilizadas para el culto cristiano pertenecen al mundo romano, es decir que son reutilizadas. Fue el emperador Constantino quien mandó a partir del año 320 (es decir en el mundo romano hasta el siglo IV), construir basílicas en Roma como San Juan de Letrán, San Pedro en el año 326 o San Lorenzo Extramuros, el mausoleo octogonal de Santa Helena o ya para época de Teodosio san Pablo Extramuros. Imaginemos hasta cuando no empezarían a llegar en provincias tan occidentales como Hispania y concretamente en zonas como Lusitania. Torre Águila recoge ya en el siglo IV lo que conocemos como martirium y babptisterio es decir, zonas de culto para los “sacrificio-misa” y para el “bautismo”. Poco más sabemos pero suficiente para unir al culto propio cristiano difundido desde Mérida. La época de ocupación de visigoda será un momento desolador para esta zona. Varias pestes asolaron el término que prácticamente entre los años 533 al 601 hicieron bastante insostenible la vida en la villa. Interesante los estudios realizados para unos años en los como decimos, la peste por ejemplo afectó directamente a niños y jóvenes. Por ejemplo, sobre este impacto demográfico se han

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estudiado en Torre Águila un total de ochenta cadáveres aparecidos y cuyo resultado es de unos treinta y nueve murieron a causa de la peste. En definitiva podemos ir avanzando para finalizar este capítulo que, el hilo conductor en estos momentos de ocupación visigoda y posterior invasión musulmana, con la llegada de tropas árabes y bereberes que penetran con facilidad a través de la Vía de la Plata, es el de poder entender que Torre Águila entre desde los años iniciales del siglo VIII en un fase total de decadencia sobre un terreno protagonista de luchas, enfrentamientos, crisis de subsistencias y epidemias que ensombrecieron la zona y que sin duda, como en muchos lugares del resto de la Lusitania, hicieron que la población emigrara hacia el norte peninsular, incluyendo no ya solo la propia población campesina sino también la de los señores que hasta ahora habían sido los dominadores de la tierra. Nuevos datos nos ayudan a entender este declinar pero a la vez, la existencia de un claro cristianismo –que es lo que nos interesa en nuestro presente estudio-. Se trata de lápidas funerarias que en su momento estuvieron en lo que fue la primera iglesia parroquial de Montijo, san Isidro y que actualmente han desaparecido. Dichas lápidas son un claro ejemplo de lo que decimos, fechadas ambas en el año 566 de la era cristiana: “Florencio, siervo de Dios, que vivió setenta y cinco años, descanse en paz en el año 604” “Florencia siervo de Dios, que vivió treinta y un años, descansó en paz en el año 604 d.C.” Cabe decir que nos movemos en un espacio territorial donde se va diciendo adiós al esplendor conocido anteriormente, el cual no volverá a darse hasta que no nos adentremos en el rico proceso de reconquista y repoblación como las dos caras de una misma moneda y que tratamos en el Capítulo III de este libro si bien he de quedar claro, que para nada estoy diciendo que los siglos comprendidos entre el VIII y el XIII (momento de la reconquista de la zona) sean siglos oscuros especialmente cuando estamos hablando del momento de la Iglesia Mozárabe, del traslado de la sede episcopal emeritense, del nacimiento de los obispados de Coria, Plasencia y Badajoz.

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on el inicio de lo que conocemos como reconquista y a su vez el proceso de repoblación, nos adentramos en el momento clave para entender el surgimiento de la devoción mariana a Nuestra Señora de Barbaño.

“Tiene esta villa (del Montijo) cerca del río Guadiana una ermita de Nuestra Señora que llaman de Barbaño, por estar fundada en la dehesa del mismo nombre, cuya imagen es antiquísima y de mucha devoción. Hallose entre los edificios antiguos que están arruinados allí cerca, y llaman los Paredones de la Torre del Águila.”

Esta cita tomada de la obra del historiador, cronista emeritense y alcalde de Montijo en el siglo XVII, Bernabé Moreno de Vargas ( al que haremos referencia en este capítulo en más de una ocasión como testigo ocular que en el siglo XVII vio tanto la imagen como el santuario), no es la referencia más antigua que tenemos escrita y que menciona a la Virgen de Barbaño vinculándola con Montijo y con la comarca. Hay una rica y bella tradición oral –como era de esperar- que nos hace conectar diferentes elementos para formar un único hilo conductor en el nacimiento de la devoción que estamos estudiando. Como decimos se trata de una descripción que aparece en la obra de este emeritense muy vinculado a la villa de Montijo pues a parte de ser alcalde ordinario de la misma, bautizó a algunos de sus hijos en el templo parroquial de san Pedro Apóstol, iglesia matriz de la mencionada localidad. Concretamente nos sitúa en el año 1633 pero hemos de referirnos a un entronque socioeconómico, político y religioso mucho más antiguo pues las primeras referencias documentales son para los años centrales del siglo XVI (1553-1556) con la Mayordomía de la Ermita-Santuario a Nuestra Señora de Barbaño y la Orden Militar de Santiago.

Los siglos XII-XIII son cruciales en la historia de nuestra tierra extremeña y muy especialmente en la comarca emeritense y pacense. Pero debemos ir por partes porque las últimas aportaciones en el terreno de la investigación para la Historia de la Iglesia en Extremadura así lo requiere19. La historia de la Iglesia en Extremadura o si se quiere, el nacimiento de las diócesis y obispados de Coria, Plasencia y Badajoz, están vinculada estrecha e íntimamente a lo que se puede denominar como la “historia de los Alfonsos”. Si bien la primera de ella (dejando ahora de lado la sede metropolitana de Mérida que ya está creada como hemos explicado al menos desde mediados

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Una vez más recordamos al lector que los capítulos de esta edición han sido revisados y modificados a tenor de las correspondientes investigaciones que desde la primera y única edición en el año 1999 han ido surgiendo. Lo hemos hecho en el capítulo anterior y los volvemos hacer, ahora de manera considerable en este capítulo. Por otro lado, hay que referirse a la Historia de la Iglesia en Extremadura y especialmente a Mérida y Badajoz porque si no es imposible entender el fenómeno devocional que estudiamos: no tendría sentido y quedaría como hecho o acontecimiento aislado que nada tendría que ver con la realidad. 12


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el siglo III), la de Coria o Sede Cauriense la encontramos desde época romana siendo sufragánea de la de Mérida y la de Plasencia en el siglo XII. Sin pretender realizar una historia propiamente eclesiástica20 , nos interesa comenzar a mencionar el momento en que Coria, Plasencia y posteriormente Badajoz fueron reconquistadas y con ello se iniciaron sus respectivos procesos de repoblación, aspectos que nos vincula e interesa mucho con el tema que estamos estudiando y analizando. Así, a mediados del siglo XII Coria fue definitivamente reconquistada por el rey Alfonso VII “el emperador”, quien inmediatamente restablece la sede episcopal nombrando para ello a don Íñigo Navarrón (1142-1152) obispo de Coria. Por su parte la Diócesis de Plasencia fue instaurada el 13 de marzo del año 1189 por el papa Clemente III a instancias del rey Alfonso VIII una vez reconquistada la zona y fundada la ciudad a orillas del río Jerte en el antiguo emplazamiento de Ambroz. Finalmente Alfonso IX reconquistaría Mérida y Badajoz en el año 1230. En la primera, por cuestiones que posteriormente trataremos de explicar no pudo ser restituida la sede episcopal y en Badajoz, aún tendríamos que esperar al año 1256 cuando aparece el primer obispo, fray Pedro Pérez quien convoca un año antes de ser nombrado como tal un Sínodo, el Sínodo Pacense del año 1255 importantísimo para la decisiva organización de la Diócesis y del Cabildo Catedralicio. Es posible con todo ello poder tener una idea más exacta de lo que está ocurriendo entre los años iniciales del siglo XII y el primer tercio del siglo XIII. Porque además, en las peculiaridades propias de los procesos de reconquista que se dieron en la Península entre los siglos VIII y XV, el lector debe entender que no fueron idénticos los procesos de repoblación como lo no fueron los medios, técnicas y diseños de su reconquista. Todo ello explica que en la zona de Mérida y por una concreta realidad que tiene unas precisas consecuencias que hará que hasta la Comarca de Mérida, llegue una población específica, de unas zonas concretas y con una peculiaridades sociales, económicos y religiosas concretas.

La Historia de la Sede Episcopal Emeritense requiere y exige una especial mención que nos permite comprender el marco o si se prefiere, la conjunción de elementos que nos hacen profundizar y analizar con mayor facilidad el fenómeno devocional y el surgimiento de expresiones de lo que llamamos religiosidad popular. Mérida fue tomada por los musulmanes desde el momento en que se produce la llegada de árabes y bereberes a la Lusitania por el fácil acceso de la Vía de la Plata sin que llegaran a 20

De la misma forma, aunque me gustaría personalmente poder hacerlo, no vamos a entrar en la historiografía a cerca de los orígenes de la Diócesis de Badajoz si bien en su momentos, haré referencias bibliográficas a ello para que el lector tenga una conocimiento exacto del por qué hasta el siglo XIX no entró Montijo y las villas y localidades de su comarca y comarca emeritense en el Obispado de Badajoz. 13


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encontrar una notable resistencia en su ocupación. Pero todo ello tendrá una triste consecuencia en relación a la diócesis emeritense porque desde el mismo momento en que fue ocupada la capital de la Lusitania, la historia eclesiástica de la ciudad adquiere unos tintes propios. La ocupación emeritense no debió suponer una inmediata ruptura en la línea de los arzobispos emeritenses como señalan algunos historiadores. Ya bajo la presencia musulmana se habla de Ariulpho (anterior al 839 y posterior al 862), de hecho fue uno de los ocho obispos que asistió al Concilio celebrado en Córdoba el 21 de febrero del año 83921. De estos acontecimientos sin embargo, y es a lo que queremos referirnos, se aprovechará con el tiempo el obispo de Santiago de Compostela, Diego Galmíerez (1070-1140), quien ansiaba conseguir la dignidad metropolitana en unos esfuerzos que fracasaron con los pontificados de Pascual II y Gelasio II pero que se vieron felizmente coronados con Calixto II. Especialmente preocupado con las aspiraciones de su sobrino el rey Alonso VII y deseando asegurarle apoyo el prelado compostelano, el nuevo Papa accedió a la petición de que fueran transferidos a Compostela temporalmente –que será definitivamente como veremos- los derechos metropolitanos. Habilidad, buenas relaciones de Galmírez con Roma, le habían permitido que en el año 1120, la archidiócesis de Mérida fuera trasladada hasta Compostela expresando que permanecería así, hasta el momento en que Mérida fuera reconquistada. Cuatro años más tarde es decir, en el año 1124, Galmírez casi a modo de cruzada, convocó una lucha sin cuartel para tomar Mérida y garantizar definitivamente la concesión. Los arzobispos de Toledo y Braga –está naciendo el origen de un reparto que posteriormente da a entender por qué hoy hay cierto territorio fuera de nuestras diócesis aunque en suelo extremeño- vieron sin duda con recelo la intromisión de Galmírez en zonas que estaban sometidas bajo la influencia de éstos. Castilla y León pareció no preocuparle la situación mientras estuvieran unidas a lo que sumamos la falta inicial de interés de Portugal mientras fue condado del reino. El problema no salió del ámbito eclesiástico. La situación comenzó a cambiar cuando se desarrollan nuevos acontecimientos como son: Portugal se independiza en el año 1140; León y Castilla se separan en el año 1157. Comienzan a surgir entonces diferencias eclesiásticas que se agravan con matices políticos. Ahora, la continuidad de la archidiócesis de Compostela dependía más que nunca del control físico de la ciudad de Mérida, aspiración manifestada por Galmírez al conseguir en el año 1129 que el rey hiciera la donación de la ciudad. Un nuevo elemento entra en escena que se convertirá en el gran protagonista de nuestra historia y que por ejemplo, vinculará a Montijo al de su nombre desde el siglo XIII al XIX: la Orden Militar del Señor Santiago de la Espada. Pero antes hemos de hacer una parada en el análisis 21

Sarmiento Pérez, José: Historia del Cristianismo en Extremadura. Ciencias Eclesiásticas. 5º Curso. Material de estudio. Instituto Superior de Ciencias Religiosas “Santa María de Guadalupe”. Badajoz, 2013-2014. 14


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de la enorme importancia que tenían los privilegios reales. Máxime si tenemos en cuenta que desde el año 1160, la zona emeritense era centro de interés y de disputas entre musulmanes, leoneses, castellanos y portugueses. Intereses del rey de León que coinciden con los del arzobispo de Santiago de manera que, en el año 1170, Fernando II confirmó las donaciones de Mérida y un año más tarde, el arzobispo puso los medios para hacer efectiva la conquista, ocupación y control al firmar un pacto de familiaridad o hermandad con la recién creada Orden de Santiago. El Arzobispo Pedro III de acuerdo con sus canónigos en la Iglesia de Santiago de Cáceres y, los freires como vasallos y caballeros del Apóstol en defensa de la fe de la Iglesia Católica harán un pacto, que se convirtió en acuerdo militar tras el compromiso arzobispal de dar consejo y ayuda armada, personalmente y con sus vasallos caballeros a la Orden. A la ayuda militar se unía la económica de tal manera que el reparto de tierras llevará a que zonas como Cáceres y Mérida estarán bajo su protección hasta que la frontera musulmana se aleje. Como una de tantas otras órdenes surgidas en las zonas fronterizas, la de Santiago adquiere una extraordinaria importancia en nuestro comarca por un apoyo interesado del obispo de Compostela y el rey de León que necesitaban neutralizar a Castilla y a Portugal, evitando el cierre al paso por el sur al reino leonés y la restauración de Castilla o desde Portugal de la sede emeritense. En el año 1228 el rey leonés Alfonso IX tomó la ciudad de Mérida del poder musulmán pero la sede metropolitana no fue nunca restituida por los ya citados intereses tanto del arzobispo de Compostela don Bernardo como del maestre de la orden santiaguista, don Pedro González. Todo quedó cerrado, atado y firmado el 12 de abril del año 1231 dentro de una Concordia entre orden y arzobispado. Un contrato que fue firmado en la ciudad de Mérida en presencia de los reyes Fernando III el santo y doña Berenguela, donde se establecía que dichos acuerdos pasados cuatro años o se revocaban o se renovaban, lo que se confirmó el año 1234 con una renovación definitiva a lo que posteriormente se añadiría un nuevo documento: una bula papal firmada en Lyón en el año 1245 por el papa Inocencio IV. Lo que de todo este proceso nos interesa para el presente estudio entender que con el territorio en manos de la Orden de Santiago y del reino leonés, se inicia un proceso de repoblación que atrajo o condujo población desde ese reino hasta tierras emeritenses. La necesidad de que las tierras fueran trabajadas y la seguridad de ser zona protegida por las huestes santiaguistas, comienzan a surgir muchos pueblos y aldeas que darán el posterior mapa y tejido humano que nos interesa: con ello vendrá también el sentir y el quehacer Nacida la Encomienda de Mérida ésta acogió pueblos, aldeas, lugares naturales de explotación y zonas que en el siglo XIII nos permite hablar de localidades como Aceuchal, Aljucén, Almendralejo, Alguijuela (actual Torremayor), Arroyo de San Serván, Calamonte, Carmonita, Carrascalejo, Cordobilla de Lácara, Don Álvaro, Esparragalejos, Fuente del Maestre, La

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Garrovilla, La Nava de Santiago, Lobón, Los Santos, Mirandilla, Montijo, Puebla de la Calzada, Torremejías, Trujillanos, Valverde de Mérida y Villafranca de los Barros.22

Ahora si podemos conjugar toda una serie de elementos que nos sirven principalmente para entender cómo y por qué surge la devoción mariana en Montijo: 1.- Un espacio y un entorno adecuado: no actuamos sobre algo desolado y abandonado sino sobre un espacio en clara ebullición humana. Estamos ante lo que en estos momentos debemos comenzar a llamar como dehesa de la Torre del Águila que posteriormente se denominará, dehesa de Barbaño. 2.- Una administración propia: que llega de la mano de la Orden Militar de Santiago a través del proceso que acabamos de analizar y que sirvió como institución que controlaba la zona tras terminarse los correspondientes procesos de repoblación y que jugará de la misma forma, un importante papel en el desarrollo de los concejos, una aspecto crucial desde el siglo XIV al XIX. 3.- Un pueblo: el montijano y con ello, los diferentes pueblos y aldeas de la comarca pertenecientes a la encomienda emeritense. Montijo no tardaría en contar con una primera iglesia parroquial, la de San Isidro que tendrá su peculiar y especial protagonismo en la historia de la devoción a María de Barbaño ya que la parroquial de san Pedro no será erigida hasta finales del siglo XV. 4.- Un medio y un espacio para el culto: la literal aparición de la imagen de Nuestra Señora de Barbaño en los ya mencionados paredones de la Torre del Águila y su posterior ubicación en la dehesa de Barbaño, nos centra y localiza el lugar mismo donde se terminará por levantar la ermitasantuario para su culto. Sobre este espacio geográfico y con esta cronología concreta, nuestra historia empieza a tomar cuerpo propio sobre los restos de un antiguo solar de época romano-visigoda, de quien los cronistas de épocas posteriores fueron biógrafos y testigos oculares de una imagen que con el paso del tiempo y en beneficio de su buena conservación ha ido perdiendo el aspectos de aquellos que tuvieron el privilegio de verla en su estado original: “…era morena como la de Guadalupe.” 23 Muy posiblemente la primitiva y original imagen de la que nos cuenta la tradición y leyenda oral pudo haber sido una imagen propia del estilo de imágenes que proliferaron a partir del siglo XIII dentro de un románico tardío si tenemos en cuenta que es a partir de estos momentos cuando comienza a difundirse con fuerza por toda la cristiandad la figura de María. Expliquemos detenidamente esto para alejarnos definitivamente de las suposiciones y las hipótesis sin refutación24. Entre los siglos XI al XIII, Europa (España obviamente) conoce la proliferación de lo que conocemos como románico y de manera muy singular dentro de este estilo, la significación de su 22

Iglesias Aunión, Pablo: Historia de la Comarca de Lácara. Del Medioevo a los Tiempos Modernos. Edita: Adecóm Lácara. Publica: Excelentísima Diputación Provincial de Badajoz. 1ª Edición: 2000. 23 Moreno de Vargas, Bernabé: Historia de la ciudad de Mérida y pueblos de su Comarca. Patronato de la Biblioteca Pública Municipal y Casa de la Cultura de Mérida. Octava Edición. Mérida, 1992. 24 En la imagen, Santa María de Tahull una joya del románico catalán que no sirve para poder comprender el fenómeno que se desarrollaba sobre la cristiandad. 16


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iconografía no sirve para entender el aspecto no ya solo de la propia devoción a María sino en general de otro no menos importante aspecto íntimamente, yo diría que hablamos de una imposibilidad de ser separados, la piedad y religiosidad popular. Dentro de la amplia temática que surge en una escultura que aún le queda un poquito por caminar para dar lugar a esa rica escultura exenta que a todos se nos viene a la cabeza y donde el cristianismo tiene un muy central protagonismo, durante estos siglos comenzó a desarrollarse una idea que quería difundir otras muchas pero todas ellas con la mirada puesta en Cristo: María en Majestad. El paso de Cristo triunfante al Cristo muerto, se va a ver compensado por una exaltación iconográfica de la Madre de Dios, especialmente de María con el Niño en los brazos (caso por ejemplo en España de esa rica y abundante imaginería patronal). Era esa María trono de la sabiduría, quien presenta a quien hemos de contemplar para el creyente como única Verdad: el logos hecho hombre se nos dice desde la interpretación de este tipo de arte. Es el deseo de presentar, junto a ese Cristo doloroso a la piedad popular de la Majestad de un Cristo Niño en brazo de otra Majestad, la de su Madre. La sociedad cristiana de este momento vive un momento donde la vida creyente se va transformando. Los mismo monasterios lo hacen. Aquellos focos de espiritualidad, ahora se alzan como importantes explotaciones económicas, especialmente agrícolas. Las gentes del momento se pregunta si la posesión de tantas riquezas estaba realmente en consonancia con el mensaje evangélico. No olvidemos la peculiar situación que vivimos en la Península: reconquista, repoblación, señoríos muchos de ellos monacales, prosperidad de instituciones al servicio de la Iglesia, etc. Así irán preparándose el terreno desde los siglos XI-XII para exigir a una Iglesia oficial una fidelidad más estricta al Evangelio. Así nos introducimos en los preludios de una religiosidad popular que tiene la necesidad de ver a un Cristo redentor de la humanidad, con su humillación y con los dolores de su pasión. En este contexto socio-religioso, atendiendo a lo que ya hemos mencionado de proceso de repoblación, ante una cambio de mentalidad total en el hombre del románico, de los siglos XII-XIII que desciende desde tierras leonesas al valle de Guadiana, protegido por las cartas y fueros en manos de las órdenes militares y viendo nacer los concejos, aldeas y pueblos que hemos anteriormente expresado, trasladan hasta esos nuevos lugares de asentamiento sus propias creencias imposibles de abandonar.

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Las órdenes militares fueron realmente cofradías o hermandades de caballeros que unían la finalidad puramente religiosa a la misión militar en el deseo de combatir al infiel. Hablamos indudablemente de un producto propio de la Edad Media25 que se irá transformando conforme los acontecimientos históricos se desarrollen. Cuando los Reyes Católicos finalizan la llamada reconquista peninsular, una de las principales funciones para las que las órdenes militares habían surgido, la defensa del territorio conquistado y asegurar que no volvía a caer en manos musulmanas, desaparecía. La nueva realidad socio-religiosa, el que los monarcas fuesen Maestres de éstas y posteriormente se crease el Real Consejo de las Órdenes (que tendrá prácticamente las mismas funciones que tenían las órdenes militares menos el ya mencionado relacionado con la amenaza musulmana), hizo que eclesiásticamente asumieran una gran importancia las órdenes. Pero la administración de un territorio tan amplio, como era por ejemplo el vinculado a la Orden de Santiago, no estaba exento de problemas de tipo jurisdiccional y de una ubicación legal de determinadas fronteras territoriales, de los llamados adehesamientos y aprovechamientos de tierras y pastos. Será lo que ocurrirá con el tema de la ermita de Barbaño, la aparición de la imagen y la legítima circunscripción de todo ello.

Conocemos la tradición oral a modo de leyenda como muchas otras que llenan el rico literario cristiano y que han confortado siempre un espacio religioso curioso y admirable para nada específico o propio del cristianismo pues la historia de las religiones está llena de una literatura amasada por el pueblo entre la realidad y la ficción. Una vez asentada a partir del primer tercio del siglo XIII la población leonesa traída desde los reino del norte peninsular, en la zona que llamamos Montijo, surge entre sus moradores una bella historia que se enraíza con las más propia de las representaciones medievales marianas hizo surgir el amor montijano por María de Barbaño. Se dice que, estando unos pastores con su ganado a orillas del río Guadiana, se les apareció la Virgen María. Desde este momento, debemos entenderlo en el plano de un diálogo para con un contexto específico dentro de la fe popular. Pastores que encuentran una imagen de la Virgen y que la trasladan a Montijo, a la iglesia de San Isidro (san Pedro Apóstol aún no estaba levantada). Continúa la tradición diciendo, que hasta por dos veces la imagen desapareció y apareció en el lugar original donde había sido encontrada, donde se había aparecido a los pastores.

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El papel que juega la Orden Militar de Santiago aparece para Montijo y toda la Encomienda de Mérida en el libro de Pablo Iglesias Aunión Historia de la Comarca de Lácara. Del Medioevo a la Modernidad. Edita: ADECO-Lácara. Diputación Provincial de Badajoz. 1ª Edición, 2000. IIª Edición 2001. 18


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Conscientes éstos de que ese signo no era sino el mensaje claro de que quería que se levantara una ermita en esa zona, los moradores se disponen a la elección del lugar. Esa historia llena de leyenda sin embargo encierra un contexto histórico claro: la jurisdicción debía marcarla quien legalmente administrativa en esos momentos la zona es decir, la Orden de Santiago. En el sistema de repoblación utilizado por las órdenes militares funciona junto a la ubicación de un término concreto, en nuestro caso Montijo, los adehesamientos tales como la dehesa Torreáguila y la que nacería una vez ubicada la erección de la ermita: Barbaño. La imagen, posiblemente una imagen de época anterior difícil de precisar por la total transformación que ha sufrido y de la que por ejemplo en el siglo XVII, Bernabé Moreno de Vargas dice que “morena como la de Guadalupe”26 o Vicente Navarro del Castillo que afirma que como otras muy antiguas de España, pudiera pertenecer al románico tardío del siglo XIII o de principios del siglo XIV27 (como hemos señalado al inicio de este capítulo). Mucho más nos aclara el propio significado de la palabra Barbaño. El nombre de la advocación está configurado por un prefijo de origen o raíz hebrea “bar-“ que significa hijo-a y de un sufijo latino que designa al río Guadiana, “Anas”. Los textos pertenecientes a los siglos XVI y XVII de la Orden de Santiago e incluso documentos estudiados de los siglo XVIII-XIX conservados en el Archivo Diocesano, recogen expresiones tales como: “Barbanna-BarvanaBarvanna” que en un clara evolución del castellano tras incorporar la “ñ” nos dará el actual nombre de Barbaño: “Hija del Anas” es decir, aquella que es hija del río en clara alusión al lugar donde ha sido encontrada. Lo cierto es que desde finales del siglo XIII y hasta que nos aparece a mediados del siglo XVI la primera documentación escrita relacionada con la mayordomía de la ermita y santuario de Nuestra Señora de Barbaño, el culto y amor a la María creció en Montijo y pueblos de sus comarca. El cronista y acalde que fue de Montijo Bernabé Moreno de Vargas escribió en 1633: “Hace cada día muchos y notables milagros, por donde ha conseguido entre los pueblos de la comarca muy grande devoción que con ella tiene viniéndola a visitar y cumplir sus promesas de muchas y diferentes partes. Siempre que los del Montijo acuden a su casa a cumplimentarla, los favorece en sus necesidades, se les remedia y es de manera que si hubiese de contar aquí sus milagros, no cabrían en el corto espacio de un capítulo, antes necesitaba un libro particular. Quiera Dios dar aliento a algún devoto de esa gloriosa Virgen, para que los escriba y manifieste al mundo, tan sagrado y rico tesoro como tiene Montijo.”28

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Moreno de Vargas, Bernabé: Historia de la ciudad de Mérida y pueblos de su Comarca. Patronato de la Biblioteca Pública Municipal y Casa de la Cultura. 8ª Edición. Mérida, 1992 27 Navarro del Castillo, Vicente: Montijo. Apuntes históricos de una villa condal. Mérida, 1974. 28 Moreno de Vargas, Bernabé: Historia de la ciudad de Mérida y pueblos de su Comarca. Patronato de la Biblioteca Pública Municipal y Casa de la Cultura. 8ª Edición. Mérida, 1992 19


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