Platón, Aristóteles y la noción griega de aitía

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Pablo Alejandro Marzocca Platón, Aristóteles y la noción griega de aitia

PLATÓN, ARISTÓTELES Y LA NOCIÓN GRIEGA DE AITIA I. INTRODUCCIÓN El campo semántico de la palabra „aitia‟, preponderante en los textos filosóficos de la Antigüedad Griega, se encuentra originariamente vinculado con el vocabulario ético-práctico. Es a partir de dicho ámbito, y con un gradual proceso de abstracción, como dicha palabra llegaría a Platón y Aristóteles teniendo un sentido ya no tan ligado al uso coloquial, tendencia que, a su vez, sería acrecentada por dichos pensadores. La intención del presente trabajo es, en primer lugar, observar cuidadosamente el recorrido semántico de la palabra „aitia‟, considerando principalmente las fuentes pre-filosóficas del siglo V a.C. En dichos textos se intentará sustentar la idea de que el sentido de „causa‟ en el pensamiento griego ha de entenderse a partir del paradigma de la responsabilidad ético-práctica. Una vez realizado esto, se procederá, sucintamente, a explicar cómo los planteos causales platónico y aristotélico podrían ser mejor comprendidos desde éste punto de vista, no cayendo en la recurrente idea de que ya se encuentran escindidos del campo semántico originario, y enfatizando el hecho de que una buena consideración acerca de lo que entienden los autores por causa podría ofrecer un fuerte argumento contra posturas exegéticas contemporáneas tales como el reduccionismo causal.

II. LOS USOS PRE-FILOSÓFICOS Como ya sabemos desde el célebre trabajo de M. Frede (1987: 223), el campo semántico originario de aitia y aition es el de la responsabilidad, fuertemente ligado a los ámbitos práctico y ético-judicial. Esto puede observarse, por ejemplo, en Homero: “No he venido yo por culpa de los lanceros troyanos a luchar aquí, porque para mí no son responsables/culpables (αἴτιοί) de nada.” 1

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Ilíada, 1, 152-3. Todas las citas de texto griego son traducción propia.

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Como puede verse, la palabra se utiliza en forma adjetiva y para referirse a personas. En este sentido, el culpable o responsable es el que tiene primacía en la explicación de la existencia de determinado evento. Tomemos, para complementar, dos ejemplos de Heródoto que nos presentan usos superlativos del adjetivo: “En lo que respecta a esta acusación, Cleómenes, hijo de Anaxándrides, Rey de Esparta, cruzó a Egina con la intención de arrestar a los más culpables (τούς αἰτιωτάτους) de su pueblo.” 2 “… envió un ejército contra Procles, su suegro, puesto que era el más culpable (αἰτιώτατον) de sus problemas” 3 Aunque el superlativo aún se aplica a personas, lo interesante radica en que su existencia no descarta la posibilidad de múltiples responsables o culpables, i.e., se considera, respecto de un evento resultante, el factor preponderante o determinante en mayor grado en un marco de otros posibles candidatos. Conservando el marco pre-filosófico de estos ejemplos, podría pensarse que un evento o estado de cosas x recae en la responsabilidad de un grupo de elementos del cual se destaca a uno, a, por ser el más determinante para la ocurrencia de x. Ahora bien, en este marco semántico que comienza a operar, no tardan en aparecer los usos en los que no se utiliza aitios como adjetivo sino como sustantivo, por ejemplo: “…va llevando al culpable (τὸν αἴτιον), a llenarse de una enfermedad, contra la que no hay posible defensa.” 4 En esta línea de nuevos usos, Tucídides apelará en algunas ocasiones a la forma neutra aition, utilizándola como un sustantivo en concordancia con el sujeto gramatical: “La causa (αἴτιον) por la que enviaron esos barcos residía en el hecho de que la gente de Quíos no sabía de las negociaciones.” 5 “La causa (αἴτιον) de todo esto era el deseo de poder que surgía de la avaricia y ambición.” 6 2

Heródoto, 6, 50

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Heródoto, 3, 52

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Esquilo, Las Coéforas, 70

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Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, 8, 9, 3. Traducción propia.

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A pesar de que los temas siguen siendo propiamente antropológicos, sucede una transición, tanto desde una forma adjetiva a una sustantiva como desde lo masculino y femenino hacia lo neutro. Estos dos movimientos permiten, en el largo plazo, poder hablar in abstracto de causas o responsabilidades sin hacer referencia a un individuo particular; lo que sucede, en cierta medida, es una „sustancialización semántica‟ de la causa. Ya en el mismo Tucídides encontramos ejemplos en que la terminología se asocia de manera más difusa con lo antropológico: “La causa (αἴτιον) no fue tanto la falta de hombres sino la falta de dinero.” 7 A esto hay que sumarle una observación de D. Furley (1996: 61-2): en muchos de estos ejemplos tempranos se tiende a especificar alguna propiedad de los individuos que los hace responsables del efecto en cuestión. Algunas veces, su posesión de la propiedad es presentada en la forma de una proposición: “La causa (αἴτιον) era que él, por su poder, estima e integridad, comandaba un pueblo obediente” 8 Aunque la causa sigue siendo un agente, se remarca una característica diferente de su pura voluntad como el factor preponderante de la explicación: no es necesariamente algo hecho por él lo que cumple el rol causal. Comienza entonces a operar una transición del vocabulario de la responsabilidad a elementos no evidentemente antropológicos, aunque estos últimos seguirán siendo corrientes en los discursos políticos de los oradores áticos. Sin embargo, también se dará un fenómeno que Furley (1996: 61) remarca como un punto de inflexión. Puede verse claramente en un ejemplo de Hipócrates: “…a estas cosas debemos considerar causa (αἴτια) del malestar, cosas que, estando presentes el malestar existe por necesidad (ἀνάγκη) y deja de existir cuando ellas cambian de combinación.” 9

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Ibid., 3, 82, 7

7

Ibid., 1, 11, 1

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Tucídides, Op.cit., 2, 65, 8

9

Hipócrates, De prisca medicina, 19. Traducción propia.

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Lo sustancial del ejemplo radica en que, manteniendo la sustantivación que ya sucedía en el lenguaje antropológico, el vocabulario de la responsabilidad o culpa se utiliza para describir actos no-intencionales, como los que se suceden dentro del cuerpo. Hace falta, sin embargo, un análisis un poco más profundo de este pasaje: la causa de un evento x (a la que de ahora en adelante llamaré C) puede definirse como aquello que no puede darse sin que se dé el evento x en cuestión; a esto se lo asocia con suceder „por necesidad‟ (ἀνάγκη), y nos coloca en el plano de lo que conocemos, normalmente, como „condición suficiente‟: basta que se dé C para que se dé x. Lo fundamental del ejemplo, además de la prolija elucidación de la condición suficiente, radica en la transición del vocabulario de la responsabilidad a un ámbito sin agentes intencionales. Y esa αἴτια sigue manteniendo, esquemáticamente, el mismo funcionamiento que en el otro ámbito: los procesos corporales son los responsables del malestar tal y como un individuo es responsable de un delito: son el factor decisivo para que se dé determinado efecto en un estado de cosas, que, por consiguiente, les es imputable. Puede decirse aún más: se selecciona, como en el ejemplo práctico, a lo αἰτιώτατον como la αἴτια. En los usos antropológicos, entonces, se parte de un aspecto totalmente adjetivo para llegar a un sustantivo neutro, un lugar sustancial para la responsabilidad. Dicho paradigma se traslada del plano ético-jurídico al filosófico-científico sin reinterpretación o mediación semántica, meramente se aplica el paradigma a un ámbito diferente, como se evidencia en el ejemplo hipocrático.

III. PLATÓN Y ARISTÓTELES, CAUSAS Y RESPONSABILIDADES Es célebre, en el Fedón, la „autobiografía intelectual‟ que presenta Sócrates desde 96a: señala allí que cuando era joven, ansioso por la investigación de la naturaleza, buscaba conocer las causas (αἴτιαι) de las cosas, i.e., por qué nacen, por qué perecen y por qué son. Como puede observarse, la postulación que hace Sócrates de las causas es en términos de una pregunta de por qué. Frente a esta situación, expresa su decepción ante los resultados de los filósofos, puesto que ellos no alcanzaban las verdaderas causas sino que sólo nombraban aspectos materiales. La esperanza socrática resurge con la figura de Anaxágoras, que habría planteado que es la inteligencia (νοῦς) la que ordena y es causa de todo, pero las expectativas se diluyen cuando el

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filósofo presocrático apela a las mismas razones materiales que los otros pensadores: lo que Sócrates reclama es que se ofrezca una causa que pueda dar cuenta del bien de las cosas. La posición que Platón pone en boca de Sócrates se ve claramente con el ejemplo del hombre sentado en la prisión: es cierto que, sin tener tendones, huesos y demás componentes corporales no podría estar sentado allí, pero decir que la causa de que esté sentado allí son dichos elementos sería un abuso de expresión; hace falta sumar un componente más, la inteligencia, para poder dar una explicación. Básicamente, lo que hace Platón es señalar que los aspectos materiales son condiciones necesarias de la producción de determinado evento o estado de cosas, pero no condiciones suficientes, pues hace falta incorporar un elemento fundamental, el que es propiamente causa y no „causa auxiliar‟ como los otros, para explicar el hecho. En el plano antropológico, esto respondería a la inteligencia (o voluntad) humana y en el plano natural a la idea de que todo está ordenado de la mejor manera posible. A la luz de lo presentado en el apartado anterior, puede decirse que la postulación platónica no se separa del significado focal de la responsabilidad: las causas auxiliares son un conjunto de elementos responsables, pero hay uno preponderante (lo αἰτιώτατον), asociado con la inteligencia, al que propiamente se llamará „causa‟. A su vez, la fuerte carga antropológica que tiene el pasaje platónico lo asocia estrechamente con un ámbito intencional como el éticopráctico que fue vinculado con αἴτια. Aunque en un texto muy posterior como el Timeo se le adjudicará el status de causas a las causas auxiliares, el sesgo antropológico será una constante de la postulación causal platónica. Suele entenderse, y así lo entiende Johnson (2004: 40), que Aristóteles ya se ha despegado de estas ideas platónicas acerca de la causalidad, alejándose de un planteo antropológico y usando los términos en un sentido fuertemente técnico. Es bien sabido que Aristóteles ingresa en la problemática causal mediante lo que la tradición ha sabido llamar „teoría de las cuatro causas‟ y que ha quedado codificado como el conjunto formado por las causas eficiente, material, formal y final. En verdad, no parece que se trate de cuatro modos distintos de causación sino de „cuatro modos en los que se dice (o cae) la causa‟ (Fís. 195a15).

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Mucho se ha discutido acerca de cuál es el status explicativo de estas cuatro causas y, aunque en algún momento circularon interpretaciones que hacían primar a una sobre la otra (incluso reduciéndolas filosóficamente), está bastante aceptado que las distintas modalidades causales coexisten respecto de los elementos a explicar, i.e., para un determinado ente pueden ofrecerse explicaciones causales en todas las modalidades. Habría que considerar, en verdad, si este planteo difiere esencialmente del paradigma éticopráctico de la responsabilidad. Las distintas causas de algo son los distintos responsables, que Aristóteles decide agrupar en cuatro modalidades diferentes; a su vez, a la hora de dar una explicación, se selecciona el factor más relevante para lo causado en cuestión, pero sin dejar de lado los otros elementos, que gozan de actividad causal plena. En un planteo como éste, no es posible reducción alguna, puesto que no se trata de una causa y condiciones sino de diversos „responsables‟ entre los que prepondera uno en determinado contexto explicativo. Así, se puede observar que tanto el caso platónico como el aristotélico se ven mejor interpretados si se considera el paradigma originario de la responsabilidad.

IV. CONCLUSIÓN En Filosofía Antigua nos encontramos frecuentemente con el concepto „causa‟: los presocráticos buscan las „causas‟ de la generación y la corrupción encontrando respuestas, generalmente, en algún aspecto material de la phusis; Platón, por otra parte, utiliza el término para referirse a la verdadera razón de ser de algo, por encima de sus condiciones materiales de existencia y Aristóteles, como es usual en sus planteos filosóficos, lo convierte en un término polisémico ofreciéndonos un multiplicidad de sentidos en que puede hablarse de causas. Considerando este panorama, hace falta intentar elucidar a qué nos referimos cuando en nuestras traducciones escribimos „causa‟ suplantando el original griego aitia o aition. Existe, por momentos, cierta visión escolar que nos lleva a pensar que las palabras, una vez seleccionadas por el filósofo para describir un determinado evento o situación, se desprenden por completo de su sentido original alejándose de la tradición histórico-semántica en la que se asientan los discursos filosóficos. El caso griego es en este sentido paradigmático, puesto que gran parte de

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los términos de los que los pensadores helénicos se valen para conceptualizar la realidad provienen de ámbitos fuertemente asociados con el discurso cotidiano. Sería altamente pretencioso suponer lo contrario: que los primeros pensadores de occidente, además de reflexionar sobre eventos que la mayor parte de sus contemporáneos daban por sentados, inventaran de la nada un vocabulario impoluto; es bastante más plausible la hipótesis de que, manteniendo siempre en el horizonte el campo semántico originario, las palabras pertenecientes al vocabulario causal van recibiendo distintas significaciones (y, en algunos casos, elucidaciones) con el paso del tiempo y de los pensadores. Específicamente, la noción de causa, una vez abstraída, se aplica, del mismo modo en los ámbitos de los hombres y de las cosas. Es así que cuando Platón nos habla de causas y de causas auxiliares el paradigma que mejor responde para ofrecer una interpretación sigue siendo el de la responsabilidad, hecho que se hace evidente con el problema de la pluralidad de causas simultáneas en el caso del pensamiento aristotélico. No parece demasiado provechoso interpretar a estos dos pensadores escindidos del contexto semántico de las palabras que utilizan, ni pareciera ser exegéticamente completo estudiar sus planteos causales por fuera de un paradigma de la responsabilidad. Mucho menos puede hablarse, como pretenden autores como Johnson, de un vocabulario puramente técnico; podrá ser, en todo caso, pretensión de tecnicismo, pero con el horizonte siempre presente de lo originario y coloquial.

V. BIBLIOGRAFÍA  CAMERON, R. (2002), “The ontology of Aristotle‟s final cause”, Apeiron, XXV, 153-79  FURLEY, D. (1996), “What kind of cause is Aristotle‟s Final Cause?”, en Rationality in Greek Thought, Oxford, Clarendon Press, 59-80  FREDE, M. (1987), “The original notion of cause” [en] SCHOFIELD, M., BURNYEAT, M., BARNES, J., Doubt and Dogmatism, Studies in Hellenistic Philosophy, Oxford, Clarendon Press, pp. 217-49  JOHNSON, M. R. (2005), Aristotle on Teleology, New York, Oxford University Press  SEDLEY, D. (1998), “Platonic Causes”, Phronesis, 43, pp. 114-32

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