Alguien soñará ¿Qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros. Soñará que una víspera de Ulises puede ser más pródiga que el poema que narra sus trabajos. Soñará generaciones humanas que no reconocerán el nombre de Ulises. Soñará sueños más precisos que la vigilia de hoy. Soñará que podremos hacer milagros y que no los haremos, porque será más real imaginarlos. Soñará mundos tan intensos que la voz de una sola de sus aves podría matarte. Soñará que el olvido y la memoria pueden ser actos voluntarios, no agresiones o dádivas del azar. Soñará que veremos con todo el cuerpo, como quería Milton desde la sombra de esos tiernos orbes, los ojos. Soñará un mundo sin la máquina y sin esa doliente máquina, el cuerpo. La vida no es un sueño pero puede llegar a ser un sueño, escribe Novalis. Jorge Luis Borges (Los conjurados)
número doce y trece octubre - diciembre 2012 enero - marzo 2013 Ec. Gustavo Baroja Narváez Prefecto de Pichincha Dra. Marcela Costales P. Viceprefecta de Pichincha
consEjEros provincialEs Sr.Virgilio Andrango
Sr. Edelberto Gualotuña
Alcalde de Pedro Moncayo Consejero Provincial de Pichincha
Presidente Junta Parroquial de Cotogchoa
Dr. Augusto Barrera Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito Consejero Provincial de Pichincha
Sr. William Perugachi Alcalde de Cayambe Consejero Provincial de Pichincha
Sr. Marco Calle Alcalde de Los Bancos Consejero Provincial de Pichincha
Ab. Pacífico Égüez Alcalde de Pedro Vicente Maldonado Consejero Provincial de Pichincha
Ing. Héctor Jácome Alcalde de Rumiñahui Consejero Provincial de Pichincha
Lic. Hugo Navarrete Presidente Junta Parroquial de Malchinguí
Ab. Juan Lascano Miño Presidente Junta Parroquial de Nanegalito
Sra. Ruth Córdova Presidenta Junta Parroquial de Tambillo
Sr. Pablo Pérez Presidente Junta Parroquial de Cusubamba
Sra. Isabel Bejarano Presidente Junta Parroquial de Calderón
Ing. Alonso Moreno Delegado Permanente del Alcalde del DMQ Consejero Provincial de Pichincha
Sra. Narcisa Párraga Alcaldesa de Puerto Quito Consejera Provincial de Pichincha
Sr. Miguel Patiño Presidente de la Junta Parroquial de Mindo Consejero Provincial de Pichincha
Sr. Edwin Yánez Alcalde de Mejía Consejero Provincial de Pichincha
Ec. Gustavo Baroja Narváez Prefecto de Pichincha
consEjo Editorial María Pilar Vela Dirección de Gestión de Cultura René Espín Dirección de Gestión de Comunicación Social
Luis Verdesoto Asesor de la Prefectura Edwin Miño Secretario de Desarrollo Económico
Manuel Chávez Secretario Privado de la Prefectura Asesor-Editor General Antonio Correa Losada Revisión de Textos Ivanova Córdova
colaboradorEs Edwin Miño Alfonso Castillo Fausto Cayambe
María Dolores Ponce Gladys Jaramillo Omar Ospina
Fotografía de interiores Omar Ospina María Dolores Ponce
Dirección de Comunicación Social Miguel Flores
Diseño Gráfico Ernesto Proaño Vinueza La Revista de Cultura Imaginaria es una publicación del Gobierno de la Provincia de Pichincha Página WEB: www.pichincha.gob.ec
Correo-e: acorrea@pichincha.gob.ec
Imaginaria es una publicación sin fines de lucro y de distribución gratuita.
CONTENIDO prEsEntación página 7 • Un buen año para la cultura Gustavo Baroja Narváez pichincha dialoga página 8 • Cogestión para el Bien Común: Del lodo al adoquín Antonio Correa Losada página 18 • El agua como activo social de las comunidades Alfonso Castillo la provincia tras la cultura página 28 • De Alfaro a Eloy ¿qué más? Gladys Jaramillo Buendía página 32 • De la literatura y otros concursos A propósito del Concurso Premio Pichincha en Poesía y Cuento Ivanova Córdova Báez dossiEr prEmio pichincha dE poEsía y cuEnto 2012 página 36 • Todos los mundos posibles (Introducción) página 39 • Fuerzas ficticias, Andrés Cadena página 47 • Trabajos de demolición / Mr. Barfly / La sonrisa del obispo Otto Zambrano Mendoza página 55 • Me he enamorado de una actriz porno o Alacrana en mi pecho, Hans Behr Martínez
página 63 • Preliminar, Silvia Stornaiolo página 65 • El reloj, Indira Córdoba Alberca página 67 • Balada para tu muerte, Paúl Hermann página 71 • Oscura libertad, Renato Ortega Luère página 77 • de Lumínica y otros delitos, Juan Carlos Miranda página 85 • de Biografía del espejismo, Carlos Luis Ortiz Moyano página 93 • de Vida gatos, Fernando López Milán página 96 • de Cante hondo, Augusto Rodríguez Ramos ciudadanía página 100 • Hugo Chávez Frías Unión y dignidad de América Latina página 102 • La Revolución Bolivariana para Venezuela y América Latina Fausto Cayambe página 104 • Chávez es otro Beta Diseño y participación política crónica página 118 • Cacao entre cascadas Omar Ospina García El patronato dE pichincha página 122 • Tratamientos y acupuntura en el patronato María Dolores Ponce
Un buen año para la cultura
E
l 2013 augura un buen año para la cultura. El Gobierno Provincial tiene el convencimiento de que con el apoyo al cultivo de las letras y las artes se amplían los vínculos de convivencia e identidad en nuestro país.
En febrero de 2013 se entregaron los Premios Pichincha de Poesía y Cuento, convocados en el 2012 en su modalidad de bienal y dotados de una cantidad importante de 5000, 3000 y 2000 dólares para el primero, segundo y tercer lugar en cada género, además, de la publicación de las obras ganadoras. Desde su aparición en el 2010, los premios se han convertido en el estímulo más significativo para la promoción de la creación literaria en la provincia y el país. Un centenar de jóvenes con la vocación de escribir participaron en la primera versión y en la segunda convocatoria esta cifra se ha duplicado, demostrando el interés que el concurso despierta no sólo entre los jóvenes que escriben por primera vez sino también entre escritores con trayectoria. Hemos comprobado con orgullo los cambios que vivimos en Pichincha. Existe un trazado común de cultura para el bienestar. Una nueva identidad en las comunidades ha sido posible gracias a la tenacidad de las juntas parroquiales que por medio de la cogestión —impulsada por el Gobierno Autónomo— ha logrado que lo que antes eran difusos caminos de lodo y polvo, ahora sean cientos de metros adoquinados con acueductos técnicamente realizados, que le dan esplendor a los barrios cantonales. El manejo y el uso del agua como fuente de vida es otra de nuestras prioridades. La riqueza hídrica es incalculable. Agua generadora de fuerza y desarrollo para el país, caudales para el consumo humano, fuentes para la salud y el esparcimiento. Como una muestra de esa potencialidad, presentamos los primeros croquis básicos sobre su fuente y usos en el territorio de Pichincha. En un suplemento especial, se dan a conocer una selección de textos de los ganadores de los premios Pichincha de Poesía y Cuento 2012. La revista Imaginaria rinde homenaje a la memoria del líder latinoamericano Hugo Chávez Frías, el impacto que alcanzó su presencia visto por jóvenes diseñadores de Venezuela que lo acompañaron en su última campaña electoral y el testimonio de la Delegación de Pichincha que estuvo presente en su elección como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Al final, se registran dos hechos importantes: La Exposición Homenaje al Gral. Eloy Alfaro, abierta y permanente en las instalaciones del Consejo Provincial, donde en forma incesante se dan cita los estudiantes de los colegios para conocer y dialogar sobre uno de los padres fundadores de la modernidad en Ecuador. Todo un caleidoscopio cultural para goce de nuestros lectores.
GUSTAVO BAROJA NARVÁEZ Prefecto Gobierno de Pichincha
cogEstión para
El biEnEstar comÚn
dEl lodo
al adoQuín Por Antonio Correa Losada / Juan Baldeón Fotos Dirección de Comunicación Social, Miguel Flores.
Adoquinado en Ascázubi, Provincia de Pichincha, 2012.
Una historia antigua
¿R
país, está en el bienestar de sus moradores. Antes, se tenía una visión del campo sesgada y oportunista. Los terratenientes, políticos la mayoría de ellos, sólo buscaban llenarse los bolsillos. Este manejo feudal fue denunciado por su crueldad en la novela Huasipungo de Jorge Icaza.
Esta era la actividad cotidiana hasta finales del siglo XX, cuando campesinos, indígenas y asalariados avistaron un cambio en sus formas de vida. La explotación en las grandes haciendas fue desapareciendo, llegaron los primeros instrumentos de la tecnología agraria y una conciencia política se abrió paso. Las comunidades comprendieron la importancia de reconocerse a sí mismas y las entidades gubernamentales entendieron que el desarrollo y progreso de una región y de un
director ejecutivo encargado del Consejo Nacional de Mujeres. Fue una muestra del reconocimiento a su carácter. El joven economista rompiendo las ataduras del machismo impulsó los derechos de las mujeres y combatió su exclusión con decisión y franqueza.
ecuerda cómo era el campo hasta hace pocos años? Las áreas rurales en el país eran un espacio lejano y desconocido. La naturaleza mostraba toda su fuerza intimidante como un reto y, también, su esplendor. Era frecuente ver a los pobladores que salían al amanecer de sus viviendas El desarrollo comunitario y, en largas jornadas bajo el sol y el agua, se dedicaban A este escenario fue al que se enfrentó un grupo a trabajar la chacra para retornar al atardecer por dinámico de empleados del Consejo Provincial de la caminos que no eran otra cosa que estelas de polvo en época, cuando se arriesgaron a entrar y recorrer las el verano o rutas de barro en el invierno. Las familias parroquias para ponerse en contacto con la comunidad, en grupos dispersos se dirigían a pie y en mulas hacia hasta ese momento, desconocida para los mercados distantes para ofertar ellos. Era un grupo diverso, liderado sus productos a los intermediarios. por Gustavo Baroja, algunos de ellos Cuando les iba bien, regresaban con con terno y corbata, como lo recuerda los básicos y escasos elementos para Las comunidades con una carcajada el mismo Gustavo. subsistir. Esta era una escena que se comprendieron Fue un proceso largo y enriquecedor repetía año tras año, de generación la importancia de de logros e intentos, de experiencias en generación. Hombres, mujeres y reconocerse a sí inigualables que se inició en el año niños se divisaban desde la carretera mismas y las entidades 2000, el cual marcó una conciencia en la siembra y recolección de la gubernamentales social con la apertura de nuevas y cosecha, cortar leña, acarrear agua entendieron que el consistentes políticas agrarias, donde de los ríos cercanos o llevando a desarrollo y progreso cientos de hombres y mujeres, pastar el ganado y traer la leche de una región y de anónimos y vinculados a la tierra, se de los corrales. Era un trajinar un país, está en el convirtieron con el paso del tiempo incesante. Las niñas y niños cuando bienestar de sus en los verdaderos protagonistas del no estaban en las faenas del campo, moradores desarrollo integral de Pichincha. iban descalzos a la escuela con los cuadernos en shigras y los zapatos En la década de los ochenta, época terciados al hombro para protegerlos difícil, precedida por la dictadura de las inclemencias del tiempo. A los y marcada por las luchas sociales, diez años, los niños y niñas eran retirados de la escuela, se dio un caso llamativo que se registra aquí como pues los padres consideraban que más se aprendía en el antecedente de la amplitud y visión con que se forma trabajo. un líder: el nombramiento de Gustavo Baroja como
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En el ejercicio de servidor público, donde ha primado su pasión y honradez por el trabajo, el conocimiento directo de las necesidades de la comunidad y, su natural comunicación con las gentes sencillas y
humildes, Gustavo Baroja fue electo Prefecto de Pichincha por mandato popular, con una de las votaciones más altas y significativas que se hayan registrado en el país, posición desde donde ha transformado a Pichincha en una entidad modelo de gestión e impulsora del desarrollo de la Nación.
de atención para la mujer, prevención y educación para adolescentes, coordinadas por el Patronato de Pichincha. Se han distribuido más de ocho mil computadores para el programa de alfabetización digital en los Infocentros, verdaderos espacios de cultura y aprendizaje no sólo para niños y jóvenes sino para los adultos mayores. Campañas de participación ambiental para reforestar extensas áreas en los cantones, donde la participación de niños y jóvenes en edad escolar ha sido encomiable. Entrega de más de sesenta mil libros para impulsar el libro y la lectura, confirman la preocupación del Gobierno Provincial.
Gustavo Baroja con Galo Ortiz, Juan Baldeón, Paola Pabón, Washington Yépez, William Salazar, Geovany Cevallos, Santiago Mancheno y otros compañeros unidos fraternalmente por la alegría y el compromiso, crearon la Dirección de Desarrollo Comunitario en el 2000 y, como se ha dicho, trabajaron con ahínco demostrando una capacidad de entrega excepcionales y constataron que el potencial Con la modalidad del crecimiento de Pichincha de cogestión, está en su gente. afirmaba Gustavo
Un modelo para avanzar
«Cuando Gustavo Baroja era Director de Desarrollo Comunitario trabajaba con tres principios de gestión: Baroja, se fortalece participación ciudadana, Recorrieron tramos de una la participación transparencia y equidad. geografía con dificultades, a la ciudadana En teoría, las cosas estaban vez, rica y variada. Hablaron claras pero ¿cómo hacer para y se acercaron a hombres aplicar estos principios a las y mujeres escépticos, a los acciones que debía realizar la que nunca la acción estatal Dirección? Como respuesta había llegado para compartir a esta pregunta se optó por expectativas y proyectos. Esta formular, participativamente, experiencia los convirtió en los planes de desarrollo de todas las parroquias personas ligadas al corazón de las comunidades. rurales de la provincia», nos cuenta Juan De esos años, viene el vínculo del Prefecto Baldeón y amplia los alcances de esta esta Gustavo Baroja con los trabajadores del experiencia. campo, con las amas de casa, con los pequeños «Así mismo, los planes de desarrollo propietarios, en especial, con los niños de barrios y veredas que hacen de la Provincia el eje parroquiales se formularon bajo parámetros del desarrollo a escala humana, propuesta que de la patria. No en balde, siempre encontramos plantea que el ser humano es el centro de las a Gustavo Baroja en sus recorridos, rodeado de acciones, por ello se deben identificar y satisfacer niños, como el que busca con su sensibilidad las necesidades de la gente en lo material y afianzar los puentes del futuro. espiritual. La comunidad con sus organizaciones Acciones en salud como una «Luz en tus son los principales actores del desarrollo de su ojos», las brigadas odontológica, los centros parroquia, repetía con insistencia. Ellos son 10
los que deben guiar los procesos en el Consejo Provincial para que se logre lo que la gente quiere que sea su territorio. Entonces, estábamos guiados por una consigna: «La gente debe dejar de ser objeto de intervención para convertirse en sujeto de su propio desarrollo», reiteraba Gustavo Baroja.
presupuestos participativos para asignar recursos a las demandas parroquiales, por medio de una fórmula que permitío territorializar el presupuesto y considerar a la cogestión como la modalidad principal para ejecutar las obras que la comunidad en las asambleas parroquiales consideraba prioritarias.
«En el 2001 y parte del 2002 se facilitó la Al ejecutar las obras por cogestión se busca que elaboración de 58 planes de desarrollo locales, la comunidad, las organizaciones sociales y la no solo de parroquias, sino también de cantones población, sean corresponsables de las acciones y pre-parroquias, incluso de la nacionalidad que se realizan en su territorio y aporten mano Tsa’chila. Hubo una intensa de obra o entregan materiales o participación ciudadana en la asuman parte del financiamiento elaboración de los planes que de la obra que se construirá. demostraba que es posible Con la modalidad de cogestión, vincular a la comunidad con Nada tiene que afirmaba Gustavo Baroja, el gobierno provincial. quedar en el aire, se fortalece la participación por eso exigimos Se planteó mantener la ciudadana. La comunidad que se señalen participación y cumplir ve que lo decidido en las fechas para las expectativas que se asambleas, como priorización, realizar las había alcanzado. Fue así se cumple, ya no quedan los acciones como se implantaron otros pedidos en el papel. Es más, retrasadas y programas: el apoyo a la gente tiene la posibilidad de cumplir los proyectos eléctricos, que con mirar cómo se construye una compromisos recursos poco cuantiosos obra, qué materiales se utilizan, cambiaban la vida de la gente qué tiempo se demoran los y se trató de universalizar obreros en construirla y, sobre un servicio básico. En todo, opina sobre su utilidad. esta línea, se estableció Las obras que se realizan EDUFUTURO que permitió en cogestión se ubican en el entorno de las el ingreso de todas las escuelas de la provincia, viviendas, son obras de montos pequeños pero incluso de las más olvidadas como las escuelas que mejoran la vida de la gente, por ejemplo: unidocentes. Luego vino la entrega de textos escolares, la desparasitación y la atención médica el adoquinado de la calle, proporciona un acceso digno y seguro a las viviendas, los a comunidades alejadas. Desafortunadamente, vehículos pueden transitar sin que se deterioren eran muchas las necesidades y teníamos muy por el mal estado de la vía, se disminuye el pocos recursos para atenderlas. tiempo de movilización de los habitantes Desde la Viceprefectura, se discutía con hacia otros lugares. Otro ejemplo: las canchas de uso múltiple son espacios de recreación e Gustavo Baroja y los compañeros de la integración de la comunidad y la familia. Dirección de Desarrollo Comunitario, cómo hacer para optimizar los escasos recursos Como parte de las propuestas para optimizar los con que se contaba para el desarrollo de las recursos asignados al desarrollo parroquial, en parroquias. Se decidió entonces, utilizar los 12
el 2005, se planteo la realización de gabinetes itinerantes como una forma de control de la acción del gobierno provincial y de rendición de cuentas. Tenemos, siempre, que poner la cara a la crítica —repetía en forma insistente Gustavo Baroja— que la gente diga lo que estamos haciendo mal y que reconozca lo que hacemos bien. Por eso, tenemos que hacer las cosas bien y a tiempo. No se trataba de organizar asambleas de rendición de cuentas donde sólo hable el Prefecto y la comunidad escuche, sin opinar. Se trataba de organizar asambleas donde estén además del Prefecto, los funcionarios responsables de las acciones para criticarles o felicitarles y que la comunidad los conozca y diga lo que piensa, lo que siente, y busque que los funcionarios públicos cumplan sus tareas. A este tipo de asambleas es a las que se les llama «gabinetes itinerantes». Según Gustavo Baroja, son los directores y su personal quienes tienen que explicar las razones por las cuales el gobierno provincial está retrasado en el cumplimiento de sus compromisos. En los gabinetes itinerantes —recalca— la comunidad tiene la palabra. Los directores deben responder a inquietudes y reclamos, comprometiéndose a realizar acciones concretas en un tiempo determinado para solucionar problemas y retrasos. Nada tiene que quedar en el aire, por eso exigimos que se señalen fechas para realizar las acciones retrasadas y cumplir los compromisos. También, la comunidad debe responder. Hay acciones que son responsabilidad de la gente y cuando no se cumple, las cosas se retrasan por
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su culpa. La gente debe asumir su compromiso. La gestión y el cumplimiento de las obras y acciones deben ser siempre de doble vía, entre comunidad e instituciones, para de esta forma, actuar coordinadamente. Presupuestos participativos, cogestión y gabinetes itinerantes, son propuestas que buscan mejorar la calidad de vida de la población que vive en la provincia. Son propuestas que para obtener resultados positivos, necesitan el compromiso y corresponsabilidad de la Comunidad y el Gobierno Provincial».
El nuevo rostro de los barrios El Gobierno Provincial instaló en el 2009 la fábrica de adoquines, para solucionar la creciente demanda que requieren las comunidades. Como ejemplo, basta un simple recorrido por los cantones para comprobar los miles de metros de adoquinado que le han dado un nuevo rostro a los barrios y parroquias de la Provincia. Parecen barrios recién construidos, pues al andar por sus calles, los moradores caminan seguros y alegres. Ya no están obligados a centrar su mirada en el suelo para evitar los charcos y lo bancos de lodo. Ahora se aprecia el entorno con optimismo. Las casas han adquirido otra dimensión, las fachadas relucen limpias y sólidas. La calle se convirtió en un lugar de tránsito cómodo, los colegiales andan a sus anchas, los niños establecen sus juegos frente a sus casas, mientras sus padres y abuelos miran la calle tapizada por adoquines de concreto, donde han quedado sepultadas para siempre las trochas antiguas, inundadas e intransitables.
El prefecto Gustavo Baroja visitando las obras junto a pobladores, provincia de Pichincha, 2012.
La fรกbrica de adoquines, provincia de Pichincha, 2012.
La fรกbrica de adoquines, provincia de Pichincha, 2012.
El prefecto Gustavo Baroja visitando las obras junto a pobladores, provincia de Pichincha, 2012.
Creación de adoquines, provincia de Pichincha, 2012.
«Antes me resbalaba en el lodo en época de lluvia y en verano solo tragaba polvo», José María Cargua, Calacalí, provincia de Pichincha, 2012.
Cientos de metros de adoquinado le han dado un nuevo rostro a nuestros barrios, provincia de Pichincha, 2012.
Antes esta calle era puro lodo, dice Ver贸nica Navarrete, junto a hijo Fabricio, Asc谩zubi, provincia de Pichincha, 2012.
El agua como activo social de las comunidades Por Alfonso Castillo Fotos Dirección de Comunicación Social, Miguel Flores.
Manantial casi fuente, casi río fuente; ya casi mar casi río apenas; mar casi – casi océano de frío, Principio y Fin del agua y las arenas Miguel Hernández (Casi nada)
Cascada en Puerto Quito, provincia de Pichincha.
E
l fluir de las aguas despierta en el espíritu humano el sentir de la vida, el movimiento y transformación del tiempo infinito, la eternidad. No es casual que los humanos deifiquen el agua en sus cosmovisiones y mitos como elemento femenino, representando la fertilidad, la reproducción y el bienestar.
la dualidad vida-destrucción. Es posible afirmar que el agua es vida y, además, la preserva. Hoy, en estricto sentido terrenal, las preocupaciones por el agua son globales y responsabilidad antropogénica, en consecuencia debe ser entendida y administrada como vital recurso natural y compartirse con equidad, cohesión social, como derecho humano; sin embargo no está repartida de acuerdo con la correlación de fuerzas económico-militares de las naciones y territorios, al contrario, la pobreza está estrictamente vinculada a la carestía de agua potable y frecuentemente a conflictos armados.
La mitología clásica representa al elemento agua con el dios Océano, que según Hesiodo es hijo de Urano (cielo) y Gaia (tierra), casado con Tetis (su hermana, principio femenino de la humedad, la fecundidad); todos tan antiguos como el Es necesario comprender y mundo; Mircea Eliade en analizar el estrés hídrico que su obra El mito del eterno afecta a más de la mitad de No es casual retorno señala «…toda la población mundial, índice que los humanos unión humana encuentra su que comprende el estrés físico deifiquen el agua modelo y su justificación en en sus cosmovisiones —que explica la ausencia del la heterogamia (unión del recurso—, y el estrés económico y mitos como cielo y la tierra), la unión —como la falta o inexistencia elemento femenino, cósmica de los elementos», así de recursos financieros representando «Dido celebra su casamiento para construir sistemas de la fertilidad, la con Eneas en medio de una abasto de agua potable y de reproducción violenta tempestad, la unión saneamiento. y el bienestar de estos coincide con la de La Organización Mundial de los elementos; el Cielo abraza la Salud (OMS) informa que a su esposa, dispensando la un etíope cuenta con apenas lluvia fertilizante...» y concluye un litro de agua por día «... lo que importa es dicha cuando el mínimo requerido legitimación de los actos humanos por un se considera cincuenta litros, estableciendo modelo extrahumano... El mundo se regenera cada vez que imita la heterogamia, es decir, cada una correlación directa entre sequía, aridez y migración. vez que se lleva a cabo la unión matrimonial… Las aguas simbolizan la suma universal de El continuo y acelerado deterioro ambiental que las virtualidades, son depósito de todas las sufre el planeta por el cambio climático, provoca posibilidades de existencia, preceden a toda eventos extremos naturales que se evidencian forma y sostienen toda creación» (Eliade, 1992) con sequías e inundaciones, que agudizan y Diversas culturas, incluida la andina, refieren la destrucción por el agua: el diluvio como castigo por el comportamiento humano, recrea
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reducen la disponibilidad del recurso agua en zonas de escasez, en consecuencia el reto a remediar y vencer es la disminución del agua y la mayor contaminación.
Cabe anotar que el agua de riego a nivel global presenta un gran desafío tecnológico, ocupa más del 80% del agua subterránea y superficial, pero desde el siglo pasado se reporta una reducción en los niveles de recarga de los acuíferos debido al menor flujo de aguas superficiales.
organizaciones sociales entran en conflicto con el mercado para que se devuelvan sus derechos de acceso al agua. Existe una visión global predominante de mercado con pocas y hasta nulas alternativas para las economías locales. Sin embargo existen propuestas interesantes para las comunidades, como la economía popular y solidaria, enfoque de cadena productiva y esquemas de microfinanzas a partir de la iniciativa y experiencia del Banco de los Pobres de Mohamed Yunus.
Los tiempos actuales demandan de las autoridades públicas y líderes sociales, lograr la participación y compromiso de la población con el ordenamiento territorial-ambiental, ésta condición permitirá lograr el desarrollo urbano, rural y natural, requiriendo de sistemas estadísticos Las transparentes e independientes, preocupaciones basados en sistemas geográficos por el agua son (SIG) para optimizar decisiones globales, debe oportunas.
Entre las diferentes fuentes de agua azul y especiales, susceptibles de gestión hídrica que dispone Pichincha, ser entendida tenemos las vertientes, y administrada Está demostrado que la pozos y galerías, cuyos usos como vital inmovilidad gubernamental predominantes son: agua recurso natural y parálisis social junto a la potable, de mesa, balneología y compartirse creciente escasez de agua y termales, que resultan con equidad, y alimentos aumentan la de interés comunitario, cohesión social, inseguridad y la migración, social y económico por las como derecho amplía el campo para posibilidades de generar humano conflictos que condicionan la empleos, ingresos y desarrollo supervivencia de comunidades territorial-local, con efectos y hasta de naciones enteras. benéficos para la salud y de fomento productivo desde el El mal uso y manejo de turismo ecológico-comunitario. recursos naturales, las políticas agropecuarias equivocadas y los cambios en el uso de suelo Con esta visión revisemos algunos datos de forestal por agropecuario y urbano-industrial, Pichincha, con información emitida por la generan estrés ambiental, enfrentamiento social Secretaría Nacional del Agua (SENAGUA) del por rentas, ganancias y recursos escasos y periodo 1973-2012; así tenemos un total de contaminados. 3.179 concesiones con un caudal de 17.852 litros por segundo en esta Provincia, las aguas Son ejemplares los procesos identificados por la activista indú Vandana Shiva (científica, filósofa, provenientes de vertientes, pozos y galerías, precisamente usadas como potables, de mesa, escritora, Premio Nobel Alternativo 1993), que para balneología y termales representan el 11% señala el despojo global del agua, donde las (342 concesiones) y el 20% (3.486 litros por organizaciones comunitarias son desplazadas segundo). por el Estado, éste a su vez es desplazado por el mercado y se genera un círculo donde las
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San Miguel de Los Bancos, provincia de Pichincha.
Concesiones y caudales de agua por cantones de Pichincha
Las concesiones y caudales para balneología se concentran en Quito con el 100%.
El cantón Quito controla el 76% del total de concesiones de las vertientes, pozos y galerías de la Provincia, seguido por Mejía (10%) y Cayambe (8%), en cuanto a caudales los tres cantones totalizan el 98%, pero Quito y Mejía dominan del 96% del total de Pichincha.
Las concesiones de aguas termales nuevamente domina Quito con el 89% de concesiones y 60% del caudal, seguido por Mejía con 4% de las concesiones pero controlan el 36% del caudal total de las termales.
Fuentes de las concesiones y caudales de agua de los cantones de Pichincha
El 100% de las concesiones de las vertientes, pozos y galerías otorgadas a personas naturales y jurídicas, públicas y privadas, señalan que cumplen con finalidad social.
Sólo la intervención del Estado, consciente de la importancia de este recurso, permitirá hacer uso racional y técnico de las aguas
Los libros y artículos impresos y electrónicos publicados por el investigador Agustín Paladines, contienen valiosa información de las aguas termales, minerales y naturales del Ecuador, que orientan respecto a su origen volcánico y desde un contexto histórico señalan como estos recursos naturales tienen El cantón Rumiñahui domina posibilidad de generar empleo el 99% de los caudales de las e ingresos a mediano y largo Ver mapa ilustrado aguas de galerías con el 67% plazo, especialmente con el al final de la revista de las concesiones. agua de montaña embasada y El 95% de las concesiones y su potencial de exportación, el 84% del caudal de las aguas y con las aguas minerales de pozo, controla el cantón Quito. y termales contribuir a la salud, descanso y turismo, estableciendo además recomendaciones Usos de la concesiones y caudales técnicas desde la relación reserva-producción, de agua por cantón de Pichincha para evitar el mal uso del recurso y la explotación irracional y anti técnica. Las concesiones para agua potable favorecen a Quito con el 71%, Mejía 8% y Cayambe 12%; Coincidimos con su criterio de que la SENAGUA, que se benefician con el 98% del caudal total en su calidad de autoridad única del agua que se distribuye así: Quito el 68%, Mejía 28% del Ecuador, es la responsable de realizar los y Cayambe apenas el 2%. estudios y controles de las aguas minerales, termales y naturales de manantial, además de En cuanto a las aguas de mesa, el cantón terminar y mantener actualizado el inventario Mejía domina con el 75% de concesiones y clasificación de las aguas, así como evaluar que controlan el 97% del caudal, seguido la utilidad terapéutica, industrial y turística por el cantón Quito con el 19% y 3% de este recurso y fehacientemente determinar respectivamente. Las concesiones de vertientes están dominadas por Quito con el 66%, seguido por Mejía (13%) y Cayambe (11%), los dos primeros cantones controlan el 95% del caudal total de este tipo de fuentes de agua.
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y controlar el aprovechamiento social de las mismas, considerando que no importa quién sea el concesionado de la fuente de agua, la autoridad pública continúa siendo responsable de los descuidos y perjuicios, así como de asegurar que las necesidades públicas estén resueltas. El Presbítero Juan de Velasco en su Historia del Reino de Quito, publicada el año de 1789, menciona entre la primera clase de los minerales líquidos del Reino, las aguas minerales que clasifica por sus características en aciduladas o aluminosas, sulfúreas, marciales, salinas y petrificantes y las ubica en las distintas provincias, así mismo describe al Palacio de los Baños, ubicado a tres millas de Cajamarca, donde descansaba Atahualpa y recibió a los
españoles, «…al pié de una montaña, en un valle rodeado de colinas…En uno de sus pórticos hay dos grandes fuentes, adornadas con planchas de oro y en una de ellas, entra por un cañón el agua hirviendo y por la otra fría conducidas ambas de la vecina montaña. Los habitantes son muy aseados y las mujeres muy honestas». A criterio del doctor Paladines una de las clasificaciones más completas de las aguas minerales, es la de Amadeo Barabino, que reproducimos a continuación, esta incluye criterios médicos, acción terapéutica y contenido químico, sobre la base de los compuestos predominantes, sin embargo anota Paladines que debe incluirse las aguas raras y radioactivas que dispone Ecuador.
Clasificación aguas minerales De acción fisiológica
Modalidad
Aguas orrespondientes
Digestiva
Eupéptica
Acídulas, alcalinas, cloruradas, sulfuradas
Purgativa
Cloruradas (acción suave), sulfurosas, sulfatadas
Alterante
Bromuradas, ioduradas
Estimulante
Cloruradas, sulfurosas
Diluyente
Alcalinas (en altas dosis)
Reconstituyente
Acídulas, ferruginosas
Sedativa
Acídulas
Alterante
Alcalinas, ferruginosas, ioduradas y sulfurosas
Diluyente
Acídulas, cloruradas, sulfurosas, sulfatadas (de base alcalina)
Estimulantes
Alcalinas
Estimulante
Alcalinas, sulfurosas, ferruginosas
Emenagoga
Sulfurosas
Específica
Ioduradas, sulfurosas, bromuradas
Modificadora
Ioduradas
Sedante
Sulfatadas
Estimulante
Acídulas, alcalinas, sulfurosas
Cardiovascular
Respiratoria Urinaria Genital
Nerviosa 23
El científico alemán Teodoro Wolf en Geografía y Geología del Ecuador, publicada en 1892, describe la riqueza de aguas termales y minerales del país, especialmente en la región interandina, resalta su no aprovechamiento especialmente médico, realidad vigente para el doctor Paladines que le permite concluir: «En el territorio nacional solo la intervención del Estado, consciente de la importancia de este recurso permitirá hacer uso racional y técnico de las aguas termales, minerales y naturales de manantial en bien de la salud, del termalismo social y del turismo ecológico comunitario».
provoca inequidades y desequilibrios en el uso y manejo del recurso, afectando especialmente a las comunidades y consumidores en general, anotando la práctica de las envasadoras autorizadas y no autorizadas que utilizan agua de la red pública desde medidores con fin y tarifa doméstica, la purifican, envasan y venden.
En relación a la hidroterapia y termalismo entendidos entre los modelos de atención de la salud «alternativos», el doctor Fernando Ortega Pérez, en su obra Los modelos de atención de salud en el Ecuador, señala que «Lo ‘tradicional’, lo ‘convencional’ y lo ‘alternativo’ El mismo doctor Paladines son formas distintas con las define como termalismo social: cuales la población del mundo «el método de curación o contemporáneo responde prevención de enfermedades, al reto planteado por la Para los seres por medio de las aguas enfermedad. La posibilidad de primigenios de termales y minerales, bajo encontrar distintos caminos América lograr una supervigilancia médica y, de solución para prevenir y vida armónica con la con todos los gastos que tratar las enfermedades es un naturaleza y con los demanda su aplicación, hecho tan antiguo como la demás seres vivos pagados por la Seguridad existencia del ser humano. La han sido por siglos Social», que le permiten atención de la salud es una su pasaporte a la afirmar que la mayoría de los más de las manifestaciones felicidad, a la paz manantiales termales en el culturales de los pueblos y a la tranquilidad Ecuador se desperdician, el del mundo y por tal razón rol trascendental y obligación existen tantas iniciativas impostergable de la Seguridad de salud, cuantas culturas Social para impulsar el existen». Para el surgimiento termalismo a nivel nacional de propuestas distintas al y la carencia de médicos modelo convencional frente especializados en Hidrología Medicinal. a las dispares condiciones socio-económicas del mundo Pérez indica que «Para los seres Reconoce el gran valor económico del agua primigenios de América lograr una vida natural y mineral de montaña y su potencialidad armónica con la naturaleza y con los demás incluida la exportación, que juntando esfuerzos seres vivos han sido por siglos su pasaporte a la y recursos públicos y comunitarios podría felicidad, a la paz y a la tranquilidad, conceptos fomentar el desarrollo territorial y local, que contrastan inmensamente con aquellos de la combinando el turismo ecológico-comunitario urbanizada sociedad de occidente». con iniciativas para envasar aguas naturales y minerales destinadas al consumo curativo Sin pretender más que aportar a la discusión y social, pero también la insuficiencia y más amplia y profunda de los expertos, obsolescencia de la vigente Ley de Aguas que puntualizamos algunos elementos para una 25
adecuada política hidráulica, que contribuya a identificar soluciones innovadoras para el mejor uso, cuidado y aprovechamiento del agua azul y verde, implementando y desarrollando servicios hídricos de acuerdo a programas establecidos y consensuados entre la población directa o indirectamente afectada, donde la disponibilidad del recurso y su manejo sustentable son vitales.
de las aguas envasadas, debe exigir: nombre y sitio de la fuente, la composición química de las aguas, su uso terapéutico, el número de la concesión, etc. Manejar los recursos naturales desde organismos ex profeso, con proyectos estratégicos que permitan manejar condiciones ambientales adversas y conservar los recursos, re-usarlos y reciclarlos —procesos alineados con objetivos a largo plazo que ofrecen servicios, proyectos y seguimiento profesional al conjunto de la sociedad y a las autoridades electas.
Desde los diferentes niveles de gobierno, con la autoridad competente y única del agua y los responsables del manejo de las cuencas, sub-cuencas y micro-cuencas hidrográficas, es prioritario impulsar el reconocimiento del tema y en función de sus competencias cumplir acciones y gestiones Es necesario pertinentes para el ejercicio superar el efectivo de las mismas, en tradicional cuanto al termalismo social, letargo hacia la turismo ecológico e iniciativas participación para envasar aguas minerales y compromiso y naturales comunitarias, ciudadano, sin duda la competencia de comunitario y fomento productivo refiere multicomunitario directamente a los gobiernos provinciales. En cuanto a los sistemas hídricos, en particular de los sistemas comunitarios, se debe desarrollar infraestructura en módulo que permita futuras ampliaciones de acuerdo con necesidades. Así como implementar un riguroso manejo del agua, mayor saneamiento y reciclamiento, aplicando la hidrodiplomacia, concepto que incluye: agua, bosques, urbanización, migración, alimentos y suelo, para evitar la clásica disyuntiva entre administración por el estado o la administración por los usuarios, que determine fronteras concretas entre la gestión estatal y la autogestión. El organismo encargado de la normalización de productos (INEN) desde la norma de etiquetado
Es necesario superar el tradicional letargo hacia la participación y compromiso ciudadano, comunitario y multicomunitario, que permita elevar y profundizar sus capacidades para el emprendimiento y asociatividad, apoyado con sostenidos procesos de capacitación, escuelas, centros investigación, medios masivos de comunicación, juegos, diversiones, que promueven la cultura ambiental, sustentable y pacífica.
Concentrarse en el aprovechamiento de los recursos inagotables como el agua azul y verde, mediante procesos respetuosos con el ambiente, particularmente en aquellos que suponen mínimo coste y mayor beneficio comunitario, social y económico, sin descuidar la reorientación hacia las energías renovables que han de tener por tanto, máxima prioridad. Con seguridad el Proyecto de Ley Orgánica de los Recursos Hídricos, Uso y Aprovechamiento del Agua, de aprobación próxima, dará oportuna, precisa lectura y respuesta. 26
Puerto Quito, provincia de Pichincha.
dE alFaro a Eloy ¿QuÉ más? Por Gladys Jaramillo Buendía Dirección de Gestión de Cultura
El tren cerca de Los Ilinizas. (Archivo del Banco Central)
U
(PUCE) y a su Escuela de Ciencias Históricas sted ingresa al edificio del Gobierno (ECH). Se propuso la realización de una de la Provincia de Pichincha por la plaza de la República, y apenas encuesta para averiguar cuál es el imaginario histórico que tienen los estudiantes de secundaria entra lo recibe el magnífico mural Ecuador, de Oswaldo Guayasamín. En el vestíbulo de Pichincha respecto de Alfaro y del período alfarista. Previamente, y para llegar a elaborar un que sigue se encuentra con tres tótems de tres cuestionario válido, los docentes historiadores lados, cada uno con textos sobre el General Eloy Alfaro, fotografías de este personaje, realizaron una investigación rigurosa y didáctica que abordó el marco contextual de la época testimonios, opiniones sobre él, sobre su obra y su pensamiento. Luego observa flechas y figuras alfarista. que graciosamente le invitan a subir las gradas Historiadores en formación de la ECH visitaron y continuar en la planta superior con la visita a los colegios de Pichincha para encuestar esta exposición, denominada ELOY ¿QUÉ MÁS?, y entrevistar a alumnos y profesores de que incluye más tótems informativos junto a establecimientos de Quito y de gigantografías de resumen, cantones y parroquias rurales, videos con entrevistas a de colegios fiscales y privados, estudiantes y académicos, laicos y confesionales. podios con libros sobre el Parecería que Precisamente las respuestas tema… Así, hasta terminar en el Viejo Luchador obtenidas fueron el ancla de la la cuarta planta, donde está está invitando al exposición. el Salón de la Provincia. En espectador a que ella se ha colocado un gran Tras un análisis cualitativo de sea parte activa lienzo destinado a recibir los centenares de entrevistados del conocimiento comentarios e impresiones de y encuestados, y de una que la exhibición los visitantes a la muestra, en aproximación cuantitativa ofrece su mayor parte estudiantes. de estudio de las respuestas,
Pero ¿en qué consiste esta exposición? ¿De dónde partió? ¿Cuál es su objetivo? Esencialmente, es un homenaje que el Gobierno Provincial ha querido hacer al personaje histórico Eloy Alfaro, dentro de la agenda nacional que conmemora el centenario de su brutal asesinato; El arrastre de los Alfaro o El crimen de El Ejido se ha denominado al execrable hecho, sin embargo la Dirección de Cultura se planteó como objetivo que este episodio no sería el punto central de la muestra, sino la propia figura de Alfaro, la época alfarista, su ideario, sus logros y límites. Alfaro y Pichincha o Expo Alfaro fueron los nombres con los que internamente se bautizó al proyecto. Para su ejecución, la corporación provincial seleccionó como su aliado estratégico a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador 29
se procedió a la elaboración del guion museológico y museográfico de la exposición. ¿Cómo representar esta variedad de voces, cómo despertar la inquietud del decir, cómo transmitir que la memoria se construye y no se hereda intacta? Estas fueron las preguntas guía para «poner en escena», para llegar a la producción y montaje de los resultados de la investigación descrita. A estas alturas del proyecto, y luego de hallarnos todos tan familiarizados con la jerga de nuestros adolescentes (que al saludarse han sustituido el tradicional hola con la frase qué más), el nombre pasó de Expo Alfaro a Eloy ¿qué más? Existía otra razón ineludible: la muestra había sido pensada especialmente para un destinatario: el joven de Pichincha, aquel que se encuentra actualmente en medio de un debate académico
y político en lo que concierne a Alfaro y la época alfarista. En un guiño de ojo, la exposición ELOY ¿QUÉ MÁS? tiene un subtítulo decidor: VEN Y CONÓCE(M)(T) E. Parecería que el Viejo Luchador está invitando al espectador a que sea parte activa del conocimiento que la exhibición ofrece, y que, en especial, reflexione sobre ciertos temas que van más allá del siglo transcurrido, pero que todavía son actuales. Sin culto a la personalidad, buscando procesos y acontecimientos, esta muestra busca poner en diálogo a la memoria, al discurso histórico y a la voz de alumnos de secundaria. Una novedosa exposición, con voces y miradas jóvenes sobre la figura del Viejo Luchador, y desde luego, con el valioso criterio de académicos e investigadores de las ciencias sociales. Ninguna de estas voces consultadas reclama para sí primacía o verdad: se trata, justamente, de evidenciar que respecto de un personaje y su época, Alfaro y el Alfarismo, muchos son los canales de difusión y muchas las maneras en cómo se recibe la información. Sobra decir que creemos en los homenajes justos, pero no construimos altares ni veneramos a héroes de bronce: tal vez esa sea una de las principales lecciones que la exposición ELOY ¿QUÉ MÁS? ha intentado dejar en los jóvenes que, ya en grupos colegiales, ya individualmente, se han acercado a diario —durante estos meses— al Gobierno de la Provincia para conocer detalles dignos de un ecuatoriano que trazó rutas nuevas en la historia del país.
De la literatura y otros concursos A prop贸sito del Concurso Premio Pichincha en Poes铆a y Cuento Por Ivanova C贸rdova Periodista
Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma Julio Cort谩zar
E
l artículo 22 de la Constitución de la República, establece que «las personas tienen derecho a desarrollar su capacidad creativa, al ejercicio digno y sostenido de las actividades culturales y artísticas, y a beneficiarse de la protección de los derechos morales y patrimoniales que les correspondan por las producciones científicas, literarias o artísticas de su autoría». Consecuente con este mandato constitucional, el Gobierno de la Provincia de Pichincha ha creado dos certámenes literarios: el Concurso Premio Pichincha de Poesía y Cuento y el Concurso de Literatura Infantil Alicia Yánez Cossío, este último promovido por el Patronato Provincial de Pichincha. El Concurso Bienal Premio Pichincha de Poesía y Cuento fue creado en el 2010, promovido por la sensibilidad del Prefecto Gustavo Baroja, para buscar y premiar a los escritores de la provincia.
Los ganadores de cada género obtuvieron un premio de cinco mil, tres mil y dos mil dólares para el primero, segundo y tercer premio, respectivamente. El jurado estuvo integrado por los escritores María Fernanda Espinosa, Eliécer Cárdenas, Jorge Dávila Vásquez, Abdón Ubidia, Raúl Pérez Torres, Fernando Balseca y Antonio Correa.
Para el año 2012, el Gobierno de la Provincia de Pichincha convocó a la segunda edición del Concurso Premio Pichincha de Poesía y Cuento, que ha tenido un importante incremento en la participación, en referencia a su primera edición de 2010, se recibieron 174 trabajos (107 en poesía y 67 en cuento). En el mes de febrero de 2013 se se el Gobierno de la dió a conocer el veredicto de Provincia de los nuevos ganadores.
Pichincha ha creado dos certámenes literarios el Concurso Premio Pichincha de Poesía y Cuento y el Concurso de Literatura Infantil Alicia Yánez Cossío
Desde su génesis el Concurso tuvo gran acogida, en una primera instancia, se pensaba en los escritores de Pichincha, pero por fuerza de la acogida abrió sus puertas a los trabajos de todos los rincones de la patria. No faltó aquel extranjero que preguntó si podía concursar. En ese año se presentaron 111 trabajos en total. Los ganadores en Cuento fueron Patricio Viteri con Advertencia del desterrado, Solange Viteri con Balas perdidas, Edwin Alcaraz con La tierra prometida. Se otorgaron tres menciones de honor a El show de los muertos y otros espectáculos, de Eduardo Varas, El triste juego de amor, de Raúl Serrano Sánchez, Ocho cuentos y medio de Pasionaria Rodríguez. En tanto que los ganadores de poesía fueron César Eduardo Carrión con Psicofonías (poemas en una Jaula de Faraday), En la penumbra, de
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Santiago Vizcaíno, Código de barras de Juan Rodríguez Santamaría.
El Concurso de Literatura Infantil Alicia Yánez Cossío fue lanzado durante las Jornadas Culturales de 2002. Dirigido a adultos que escriben para niños, uno de sus objetivos es «propiciar el rescate de los materiales literarios del folclor infantil para vigorizar los rasgos culturales propios de la provincia», el cual se ha mantenido hasta ahora con la dirección y coordinación del Patronato de Pichincha. Durante una década de ediciones, han participado alrededor de 380 trabajos y ha premiado a varios autores como Edna Iturralde con Los grandes se irán y los chiquitos se quedarán, Édgar Freire Rubio con El barrio de los aparecidos, Miguel Ángel Zambrano con La Francisca que se hunde, Soledad Córdova con La quebrada del Guachalá, Graciela Eldredge con El Padre Encantado, Mario Conde con Romería del Carpintero, Sebastián Cordero con La noche del Cuscungo, Rina Artieda con El duende del aguacate, entre otros.
La producción del material editorial de los Concursos Premio Pichincha de Poesía y Cuento y del Concurso de Literatura Infantil Alicia Yánez Cossío ha fomentado la creación literaria de calidad, así como el cuidado editorial de las obras publicadas, que compite con la producción de empresas editoriales grandes y, lo más importante, son distribuidos gratuitamente a los centros educativos de la Provincia.
Mientras que el Premio Jorge Carrera Andrade ha sido entregado a Violeta Luna con Las puertas de la hierba (1994), Julio Pazos con Mujeres (1988); Ernesto Carrión con La muerte de Caín (2008), Jennie Carrasco por Confesiones apocalípticas (2011).
Entre los galardonados con el premio Joaquín Gallegos Lara, están los escritores Javier Vásconez con El hombre de la mirada oblicua. (1990), Santiago Páez con Profundo en la Galaxia (1994), Luis Félix López con La noche del rebaño (1997), Jorge Dávila Vásquez con Libro de los sueños (2001), Humberto Vinueza con Alias Lumbre de Acertijo (1991) y por Constelación del instinto (2007). Francisco Proaño Arandi con Sabor de la Condena (2009). Juan Valdano, con Juegos de Proteo (2009), Augusto Rodríguez con Al otro lado de la ventana (2011). Óscar Vela Descalzo con Desnuda oscuridad (2011).
En este esfuerzo por cultivar las letras del Ecuador, la empresa privada también ha abonado con incentivos como el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño, organizado por el diario El Universo, cuya primera convocatoria data de 1959. En su edición inaugural ganaron escritores de la talla de Hugo Mayo con Caballo en desnudo, César Dávila Andrade con Boletín y elegía de las mitas y Hugo Salazar Tamariz con Sinfonía de los antepasados.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana con sus núcleos también ha premiado el esfuerzo literario. Así por ejemplo, el Núcleo de Guayas ha convocado desde hace 15 años al Concurso Otras instituciones como los gobiernos Nacional de Literatura Dr. Ángel F. Rojas, seccionales, la Casa Cultura Ecuatoriana, las dirigido a escritores ecuatorianos o extranjeros universidades, y la iniciativa de la empresa que residan en el país. Este privada también han Concurso alterna anualmente promovido desde sus el género y categoría entre trincheras las letras del La Constitución poesía, cuento y novela, El Ecuador. establece que las año anterior correspondió al Justamente el Municipio personas tienen Concurso «Luis Félix López» Metropolitano de Quito, con en cuento. El premio es de derecho a el propósito de incentivar 5000 dólares y la publicación beneficiarse de la y reconocer el trabajo de la obra, así como protección de los intelectual, la creación y el menciones para el segundo y derechos morales aporte a la literatura entrega tercer lugar. Cuenta con un y patrimoniales que los premios Joaquín Gallegos promedio de participación de les correspondan Lara para la mejor obra 80 obras. Este Concurso ha por las producciones publicada en cuento, novela premiado a escritores como científicas, literarias y teatro, y el Premio Jorge Luis Carlos Mussó, Fernando o artísticas de su Carrera Andrade para la mejor Naranjo Espinosa, Raúl autoría obra publicada en poesía. Los Serrano Sánchez, entre otros. premios se entregan el primero El Concurso todavía vigente, de diciembre de cada año, con ha realizado ya la convocatoria motivo del día de la interculturalidad quiteña. para novela y se cerrará en enero de 2013.
Desde entonces varios escritores han recibido este galardón otorgado por El Universo, 34
Antonio Preciado Bedoya, Efraín Jara Idrovo, Carlos Eduardo Jaramillo, Horacio Hidrovo Peñaherrera, Rafael Díaz Ycaza, Claudio Mena Villamar, Carlos Villacís Endara. A partir de 1974 el Concurso se transformó en bienal. Su última edición fue en 1996, año en el que fueron laureados los escritores Diego Velasco, Francisco Parra Gil, Carlos Béjar Portilla, Raúl Serrano Sánchez y Jorge Martillo.
Báez, con su libro El mismo mar de todas Las Habanas.
Hablar de que la academia también ha incentivado la creación literaria, es hablar de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, con el Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, uno de los más importantes concursos del país. Se creó hace 37 años (1974) como un homenaje a su fundador y primer Rector, el insigne humanista Aurelio Espinosa Pólit.
El Concurso Internacional de Literatura Infantil Libresa Julio C. Coba tuvo su primera edición en 1999, sus convocatorias eran cada dos años, pero a partir de 2012 los organizadores decidieron realizarlo anualmente. Desde su primera edición hasta la presente fecha se han receptado 684 trabajos, publicado 84 obras, han participado escritores de 18 países Cuba, España, Argentina, México, Alemania, entre otros.
La coordinación de este Concurso corresponde a la Escuela de Lengua y Literatura de la PUCE. La convocatoria se la realiza en el mes de febrero de cada año en los distintos géneros: novela, ensayo, teatro, poesía y cuento. El jurado está conformado por tres miembros: dos autores de prestigio reconocido y un tercero de la comunidad universitaria. El premio consiste en 5000 dólares y la edición del libro para el ganador. Entre los premiados de este Concurso podemos mencionar: Iván Égüez, con su novela La Linares (1974), Jorge Dávila Vásquez con su novela María Joaquina en la vida y en la muerte (1980). Iván Carvajal con su poemario Parajes, Natasha Salguero con su novela Azulinaciones (1989), Jorge Martillo con su poemario Fragmentarium (1991), Huilo Ruales con su libro de cuentos Fetiche y Fantoche (1993) y Lucrecia Maldonado con su novela Salvo el calvario (2005). En el 2011, se convocó al género teatro. Este concurso fue declarado desierto. Sólo se otorgaron tres menciones. En febrero de 2012 convocaron al género poesía, se presentaron 121 participantes. El ganador fue el escritor Marcelo
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Libresa, otra iniciativa privada, también estimula la creación de literatura de calidad, para niños y jóvenes con dos certámenes: el Concurso Internacional de Literatura Infantil Libresa Julio C. Coba y el Concurso Internacional de Literatura Juvenil Libresa.
Escritores de gran trayectoria han desfilado con su corona de laurel en los escenarios de este concurso: Jordi Sierra i Fabra (España), Mariana Furiasse (Argentina), Ricardo Chávez Castañeda (México), Carlos Rodrigues Gesualdi (Argentina). En tanto que para incentivar la creación de una literatura de calidad para jóvenes, desde hace seis años, Libresa instituyó el Concurso Internacional de Literatura Juvenil Libresa, que convoca a participar cada dos años. En sus tres ediciones han participado 177 trabajos, de dieciocho países, se han publicado diecinueve obras. Entre sus ganadores están Gerardo Meneses (Colombia), Lucrecia Maldonado (Ecuador), Elena Beatriz Corujo (Cuba). Estas competencias literarias han contado con prestigiosos escritores como jurados: Alicia Yánez Cossío, Hernán Rodríguez Castelo, Eliécer Cárdenas, Jorge Dávila Vásquez. El premio económico que otorgan ambos certámenes, es uno de los más altos en el país, siete mil dólares, así como la publicación de la obra.
DOSSIER
Todos los mundos posibles
G
ustavo Baroja, gestor y animador del arte y las letras, asumió desde el Gobierno de la Provincia de Pichincha, el establecimiento de otro remanso para las letras, de otra variante para incentivar la creación y la difusión de la literatura nacional, si bien, local por el origen geográfico de su convocatoria, universal por la proyección que invoca a la palabra creadora como testimonio esencial de la aventura humana, y dio paso para que se instituyera el Premio Pichincha de Poesía y Cuento en el 2010, como uno de los premios más importantes y de mayor aporte económico que se otorga a los autores, junto con la publicación de las obras ganadoras. En el 2012, llegaron a la Asesoría de Cultura nada menos que 107 poemarios y 67 volúmenes de cuento, cifras por demás significativas. Múltiples temáticas y estilos y diversidad de puntos de vista, incontables ritmos y desasosiegos, a donde concurrieron —por las bifurcaciones que ofrecieron las obras— los hacedores y caminantes de las palabras, los jurados Francisco Proaño, Iván Égüez, Raúl Pérez, Javier Ponce, César Carrión y Antonio Correa. Unidas la necesidad de decir y descubrir, pues, quien descubre cuenta y quien cuenta devela, en la siguiente selección se muestra el trabajo creador de Juan Carlos Miranda, Carlos Luis Ortiz, en poesía. De Andrés Cadena, Otto Zambrano y Hans Behr, en cuento. La Revista Imaginaria de Cultura, felicita a los premiados en el 2013, que con sus obras enriquecen la presencia de Ecuador en América y el mundo, que su trabajo creador sea el infinito universo de cada lector, que este incentivo les impulse a seguir creando y a seguir creyendo que todos los mundos son posibles, inclusive, aquel que nos merecemos y todavía no inventamos.
Premio Pichincha de poesĂa y cuento
2012
Andrés Cadena Quito, Ecuador,1983 Publicó con Juan Carlos Arteaga el libro de cuentos Transtextos (2006). Ha aparecido en las antologías Los invisibles (2009), Cuentímetro (2010), Microquito 1 (2010), Cuentos de fútbol (2011) y Tiros de gracia: neoficción ecuatoriana (2012). Participó en la investigación del libro sobre historia política Los turnos de la democracia (2007). Ha colaborado con «Letras del Ecuador» y «Anaconda». Ha coordinado el área editorial de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, las revistas «Rocinante» y «Capítulo Aparte», donde también se han publicado sus notas y ensayos. Pertenece a la red de editores independientes como integrante del sello literario Antropófago. Tiene un hijo, Samuel, de cuatro años, quien anima su espíritu de escritor.
de Fuerzas ficticias
Andrés Cadena
Fuerza ficticia como si yo anduviera a la pesca de argumentos para novelas y no a la pesca de mí mismo Mario Levrero
Q
1 uieres escribir un cuento. No cualquiera, sino uno en particular, que lleva meses aleteando en la jaula de tu cabeza.
Llevas así mucho tiempo, desde antes del episodio de San Valentín, cuando Claudia te dijera, semialumbrada por una vela, que pensaba estar embarazada. Cuando le preguntaste qué haría en ese caso, y te respondió entre risas: «Le pondría de nombre Valentino». Quieres escribir el cuento pero siempre hay una excusa para no hacerlo, para no enfrentar la posibilidad de que tal vez seas incapaz de escribirlo. Últimamente, la excusa ha sido la mudanza. Desde hace un par de semanas, vives con Claudia en el departamento que ella compró con las utilidades y los ahorros de unos años. Claudia dirige el departamento de Recursos Humanos de una empresa petrolera. Siempre que le cuenta a alguien de su trabajo, cierra con una reflexión: «En este país, si no trabajas en petróleo es como no ver un elefante en un dormitorio». Claudia estudió Psicología en la Universidad Católica, donde se conocieron en clases de francés. Has pensado que el protagonista de tu cuento debe estar relacionado a una petrolera. Tu novia se ha marchado hace poco a la oficina. Cuando se agachó para despedirse mientras yacías en la cama, un aire almizclado te llenó por dentro. Tras escuchar el seguro de la puerta del departamento, te levantaste y te acercaste a la ventana. El Parque de la Carolina es un hueco de luz entre los edificios de líneas rectas y ventanas espejeantes. En la avenida Paradero un tráfico tropezado late ocho pisos por debajo de tus pies. Cuando escribas tu cuento, quieres escribir como J. M. Coetzee. Quieres escribir como Kawabata. Sabes que no te acercarás siquiera. La mañana es clara y el volcán es oscuro. 2 Revisas las notas que has archivado en la computadora y en unas hojas sueltas. En ellas entrevés el alma de tu cuento, escurridiza como una amenaza. Revisar esas notas es como rastrillar una pistola y apuntar a tu lector. 39
Suena el teléfono pero no contestas. Un primer grupo de anotaciones gira en torno a las fuerzas ficticias: un concepto de la física para designar un fenómeno que se percibe pero que en realidad no existe. El mejor ejemplo es el movimiento circular uniforme. Te lo imaginas: una estaca clavada en la tierra, una soga atada a la estaca, un sujeto tirando de la soga y orbitando la estaca. Movimiento circular uniforme. Hay una fuerza de desplazamiento, tangencial a la circunferencia que dibuja la órbita; hay una fuerza centrípeta, que impide que el sujeto salga de la órbita, que lo atrae al centro (la soga, en este caso). Y nada más. No hay la llamada fuerza centrífuga (en fuga), que aparentemente empuja al sujeto en sentido contrario a la estaca. Si existiera, el movimiento no sería circular: el sujeto saldría disparado. O, a lo sumo, permanecería inmóvil, la soga estirada, la escena en estático equilibrio. La fuerza centrífuga es una fuerza ficticia. Y sin embargo, la sentimos, aparece; o parece que la sentimos, te dices. Tu cuento debe hablar sobre la vigencia de las fuerzas ficticias en la vida emocional (y no sólo física) de las personas. Al final, por ejemplo, el protagonista deberá hacer algo insospechado, algo tan inverosímil que sólo pueda explicarse mediante la idea de las fuerzas ficticias. El protagonista, que trabaja en un pozo petrolero, al final, tal vez, inicie un incendio de fatales consecuencias, tras una jornada por completo anodina. Las fuerzas ficticias son las maneras propias —inventadas, imperfectas— de entender el mundo. Suena el teléfono. 3 El desganado resuello de tu exhalación vuelve enorme la quietud del departamento. Después de haber colgado el teléfono, el silencio da la impresión de exudar desde las paredes. Claudia te ha llamado de la oficina para recordarte que debes comprar un plafón para la bodega, y lejía para destapar cañerías. Te pones un calentador y sales del departamento. En el pasillo, frente a la doble puerta metálica del ascensor, decides ir a la terraza; tanteas el bolsillo de tu chompa y encuentras la cajetilla de marlboros. En la terraza, percibes que la ciudad zumba como la galería curva de una caracola. El sol andino empieza a calentar. En el azul claro del cielo, la media luna aún está visible, aunque de una blancura casi transparente. Te acercas al borde del edificio que arroja la vista sobre Paradero. Miras la acera, en perspectiva cenital, y un vértigo parece empujarte a la caída o, al contrario, alejarte del peligro. Es una doble sensación condensada en un solo mecanismo. Fumas. La mañana no cuelga sobre ti, sino que está a tu mismo nivel, afrontándote. Aparece en la azotea otro hombre, de unos sesenta años, pelo corto y gris, y una barba muy ceñida al rostro. Trae lentes grandes y levemente oscuros. Se pone a tu lado y te saluda con una sonrisa. Te alegra que no te extienda la mano. Enciende un cigarrillo y se pone a mirar lo que tú: el volcán que demarca el fin de la ciudad. —¿Nuevo, vecino? —te pregunta. Asientes. 40
—Bienvenido, entonces —y te da la mano; un apretón firme y amistoso—. ¿Hace cuánto llegó? —Dos semanas. —¿Solo? —Sí, apenas. El hombre ríe. —Me refiero a si vive solo. —No, estoy casado —mientes. —Qué bueno. Tú y él calan de sus cigarrillos varias veces sin hablar. —¿Y la señora? —Trabajando. —Ah. ¿Y usted?: ¿de vacaciones? —No. Yo trabajo en la casa. —Ah, claro, qué suerte. ¿Y qué hace? Demoras antes de responder, con lentitud, paladeando la palabra: —Soy contador. Otro silencio, que da la impresión de provenir de la luz ecuatorial. —Mi nombre es Antonio Rojas. —Un gusto —respondes y le dices tu nombre. —Soy el encargado del condominio. El administrador. Ya sabe, la jubilación me da el chance… No es que no sea un trabajo que demanda, ¿eh? Porque sí demanda. Pero lo hago con gusto. —… —Me gusta pensar al edificio como una comunidad; una feligresía. Un nuevo silencio. —Así que cualquier cosa, ya sabe, me avisa nomás: estoy en el 1-B. —Gracias. —¿Me dijo de qué departamento es usted…? —8-C. —Un gusto, entonces.
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Se dan la mano y el hombre se va. Permaneces unos instantes jugando con la idea de qué habría pasado si el viejo llegaba a la azotea justo en el momento en que te veía caer desde el filo, hacia la calle. 4 Cierras la puerta del departamento, vas a la cocina americana y depositas sobre el mesón una funda con varias cosas. Dejas el plafón a un lado, y tomas el tarro del destapacañerías. Lo abres con cuidado y viertes una generosa porción en el lavaplatos, en el sumidero que es la simulación de un abismo. La lejía es un granulado blanco como pepas de sal en grano. Tomas de la refrigeradora una botella de medio litro de Coca-Cola, bebes dos bocados largos, y echas el resto por la cañería del lavaplatos. Un sonido efervescente resuena desde la tubería. Los granos que rodean la boca metálica del sumidero se han manchado del color oxidado de la Coca-Cola. Guardas todo y regresas al escritorio. Hay más notas para tu cuento; sobre neurociencia. Sobre los procesos cerebrales mediante los cuales se captan los impulsos exteriores: el ser humano sólo absorbe detalles de lo que está a su alrededor. Su cerebro no se da abasto para asimilar todo lo que (parece que) percibe. En cambio, guarda una base de datos de todo —el sabor del cangrejo, la textura de la seda o la fatiga de la melancolía, por ejemplo— y se limita a estar alerta a lo que cambia. Lo que no cambia, dentro de un paisaje, digamos, se presume que es como se tiene archivado en la memoria. Si uno escribe «Amo a mi ma_» y deja un espacio para que alguien complete la palabra final, más del 99% de personas escriben «_má»; incluso quienes no tienen madre; todos esperan que la frase acabe así, nadie escribe «_leta» o «_no», aunque son posibilidades válidas. El cerebro funciona así: completa lo que no alcanza a percibir, con lo que espera que esté ahí, donde acaba su capacidad de conocer. El oído no necesita escuchar todos los sonidos de una palabra para darla como entendida; ni la vista necesita reconocer todo lo que tiene al frente para hacerse una idea de dónde se encuentra. Para imaginarse el resto. La realidad es una maquinaria de ilusiones. Por eso las fuerzas ficticias (la fuerza de la ficción) resultan un método más común de lo que se creería. Lo que vemos sale de nosotros, en buena medida, piensas. En tu cuento la trama tendrá algunos vacíos para que interceda la interpretación del lector. En tu cuento, tal vez, no se sepa por qué el protagonista hizo volar el pozo petrolero —en la Amazonía, entre los alaridos de los pájaros confundidos en los árboles—. 5 En otro archivo, tienes más anotaciones para el cuento que quieres escribir desde hace meses. Son sobre Kim Peek. Kim Peek nació en Salt Lake City en 1951, con un severo problema cerebral, que le impedía las labores mecánicas más simples (como comer solo o atarse los cordones). Pero leyó más de diez mil libros, y los memorizó a la letra; en una mañana podía aprenderse dos. Con darle una fecha de determinado año, en instantes Kim Peek sabía con exactitud qué día de la semana había sido (o sería), sin ojear ningún calendario. Kim Peek conocía de memoria todas las carreteras de Estados Unidos, desde las interestatales hasta las de tercer orden; y era capaz de hacer cálculos matemáticos con números de ocho cifras en segundos y sin dudar. Kim 42
Peek tenía la cabeza ladeada y con cada ojo veía una cosa diferente; incluso podía leer dos páginas de un libro de manera simultánea. Kim Peek tenía la boca aplastada, los labios extendidos como cerrados a presión hasta el desborde, en una falsa mueca de hosquedad. Kim Peek fue el savant más célebre y sociable que se ha conocido. Los savants son personas con daños cerebrales, a menudo autistas, que demuestran capacidades sobrehumanas en artes y ciencias. Su anormal memoria lo absorbe todo (desde las sutilezas de una sinfonía clásica hasta la enrevesada arquitectura de una ciudad entera) en instantes, y les hace capaces de reproducir lo que sea a la perfección. El cerebro de Kim Peek —que murió cinco días antes de la Navidad de 2009— funcionaba al revés que el resto de cerebros: captaba todo a su alrededor y lo almacenaba con precisión milimétrica. Casi no razonaba, no lo necesitaba: ningún pensamiento representaba algo más, ni idea o imagen alguna debía llevarlo a otra; nada significaba nada aparte de lo que era. Todo estaba ahí, en él. En el cuento que quieres escribir no puede haber un savant. Pero algún personaje, tal vez, debe hablar sobre los savants.
6 El timbre del teléfono te despierta. Estás en la sala del departamento. Un libro abierto ha caído a tu lado, sobre la alfombra; en la tapa se lee Cuentos completos. Afuera la luz es anaranjada, como si atravesara piel humana antes de esparcirse sobre la ciudad. En el teléfono, Claudia te dice que llegará tarde, que te hagas de cenar. Te recuerda instalar el plafón en la bodega. Te alegra estar solo, pero extrañas de cierta forma la presencia de Claudia. Sabes que está poniendo de parte para que funcione la vida juntos. Claudia es bella; disfrutan el sexo. Pero algo no te deja suficiente paz. Es el cuento que quieres escribir pero que no puedes hacerlo aún. Es también la mudanza. El cielo es ahora púrpura. Se va extinguiendo tras el volcán. Tomas la caja del plafón y la caja de herramientas, y bajas en el ascensor hasta el subsuelo. Para llegar a la bodega, debes cruzar el parqueadero. Una vez allí, abres la puerta metálica negra, e ingresas. Piensas en el sinsentido que es instalar un plafón en una bodega. Piensas en Claudia. Está haciendo muchos esfuerzos para que todo funcione entre ambos. El aire ahí huele a cemento. Estás en medio de la instalación del plafón cuando oyes voces y pasos retumbando en el eco húmedo del subsuelo. Te asomas por la puerta entreabierta de la bodega, y reconoces a Antonio Rojas subirse al puesto de copiloto de un Mercedes color hueso. A su lado, una mujer se dispone a conducir. El viejo cierra los ojos y se recuesta apenas se sienta. Piensas en Claudia, en los esfuerzos que hace. Si estuviera allí, le hicieras el amor sin dudarlo. Terminas de instalar el plafón y regresas al departamento. Cuando entras, la noche es un millón de mariposas nocturnas en el departamento.
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7 Te acuestas en la cama y lees unas líneas de una novela que has empezado hace poco. Quisieras escribir como ese autor. Sabes que no lo lograrás, pero al menos sabes que quieres escribir el cuento que te acecha, y no otro. Te pierdes de la historia porque recuerdas las últimas anotaciones que has preparado para tu cuento. Treinta años antes de que en la Psicological Review of Princeton, en 1973, apareciera por primera vez el «Síndrome del savant» descrito como tal, en 1942 Jorge Luis Borges escribió el cuento «Funes el memorioso». Ireneo Funes es incapaz de olvidar. Distingue las «aborrascadas crines de un caballo» con la facilidad con que la gente común diferencia un triángulo rectángulo de uno isósceles. Es capaz de aprender un idioma como el latín sin más asistencia que la de un diccionario, y siempre sabe la hora exacta como si naciera de su voluntad. Ireneo Funes no puede dormir porque no para de trabajar, de recrear todo lo que sabe y recuerda. Ése es el aporte de Borges a tu cuento, la luz que lo aclara: para Funes, su condición —originada en una lesión cerebral— es una condena, porque no le da sosiego; de modo paralelo al mundo exterior, Ireneo va acumulando un mundo interior que continúa su vida independientemente de él. Él es el umbral entre dos mundos exactos, vivientes, externos ambos. Ireneo no tiene interior: su interior es el exterior falsificado. Al protagonista del cuento de Borges, lo único que le permite algo de reposo es la idea de lo que no conoce. En la imaginación (¿en la fuerza de la ficción?) radica la única salvación posible, incluso para un savant. La perfección no está en la perfección, sino en la invención de la perfección. ¿Cómo sabría Borges tanto sobre ese síndrome, cuando aún no estaba estudiado como tal?, te preguntas. ¿Sería Borges un poco un savant? En tu cuento, tal vez puedes darle a Borges un lugar importante. Tal vez —piensas— deberías empezar como en un ensayo (como un cuento de Borges) sobre la capacidad cerebral de aprehender el mundo, y luego continuar con los avances de la neurociencia; y al final develar que el que ha estado hablando todo el tiempo es un savant. Es Ireneo. Pudiera incluso decir «Mis sueños son como la vigilia de ustedes», como Funes en el cuento. Ya no habrá cabida para el protagonista que trabaja en una petrolera. Ni para la explosión en el pozo en plena Amazonía. Nuevamente ves cómo el cuento se te escapa, se esfuma en el vacío que te rodea. Tal vez no lo puedas escribir, después de todo. En algún momento, te duermes. El último pensamiento que tienes es que Claudia no ha regresado aún. Si estuviera allí, te gustaría mucho hacerle el amor. 8 Una ola de almizcle te despierta. Estás confundido. Ves a Claudia sentada en la cama, a tu lado, como si estuvieras convaleciendo. Está vestida para ir a trabajar. La luz de la ventana es fresca; es de mañana. Claudia te llama con palabras de cariño y te cuenta que tuvo una reunión interminable hasta muy tarde anoche. Te besa y desaparece hacia el baño. Desde allí, sigue hablando. Dice que tiene por delante una jornada decisiva en la oficina. Te pregunta si te quedarás nuevamente el día en casa. Le dices que sí. 44
Piensas en tu cuento. En Kim Peek, en las fuerzas ficticias. En el sistema de ilusiones del mundo. Claudia reaparece ante ti, casi lista para salir. Te gusta Claudia. Pero hace tanto esfuerzo. Tú también quisieras hacer esfuerzo. Quisieras, ante todo, escribir el cuento que tienes en mente desde hace tanto tiempo. Tu novia te dice que hoy llegará más temprano, porque además tienen algo para esa tarde, deben ir a un velorio: el administrador del edificio, el señor del 1-B, murió ayer en la noche. Le preguntas, saliendo de la cama, que cómo lo sabe. Ella te dice que se lo contó el guardia cuando llegó, a la medianoche. Los servicios de velación serán todo este día, que está empezando. Al viejo del 1-B le dio un aneurisma o un paro cardíaco, Claudia no está segura. No le cuentas que conociste a Antonio Rojas, en la terraza, ayer. Que compartieron un tabaco, que hablaron bajo la mañana clara y la luna evanescente. No le cuentas que lo viste pocas horas antes de que muriera. En realidad, no entiendes qué implica que el viejo muriera. Claudia se despide con un beso, atraviesa el departamento y sale, igual que ayer. Te sientas al escritorio, enciendes la computadora. Empiezas a escribir un cuento. Pero no sabes si será el cuento que has tenido en mente tanto tiempo, coleteando en cautiverio entre tus ideas. No sabes qué vas a escribir, pero sabes que finalmente lo harás. Tipeas «Fuerza ficticia». Y empiezas.
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Otto Zambrano Mendoza Riobamba, Ecuador,1963 Es editor y corrector. Ha formado parte de talleres literarios Sacapuntas y La Pequeña Lulupa. Su poesía consta en la antología En busca del cuento perdido. Ha escrito para las revistas «Eskeletra» y «Mango».
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trabajos dE dEmolición Otto Zambrano Mendoza
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odo cuanto ha topado se ha vuelto escombros, eso ha pensado en los últimos cinco años desde aquella madrugada, en aquel bar que unos años después fue demolido para construir un edificio de apartamentos. Esa conclusión no le ha servido para nada que no sea recluirse un poco más, mantenerse al margen de casi todo, aprender un oficio que le limite al máximo el contacto con el exterior, y sin embargo, a pesar de sus escasas salidas, este karma se mantiene intacto, cobra cada cierto tiempo su cuota. Muchas veces se ha preguntado de dónde le venía esta facultad, si en verdad él la provocaba y, a falta de una respuesta precisa, ha llegado a pensar que, a pesar de las evidencias, no es del todo cierto, que a lo mejor las situaciones han alcanzado ese punto en que basta un empujón para que revienten; él lo único que ha hecho es revelarlas, evidenciarlas. Muy pocas personas serían capaces de afirmar que él es el culpable, de creer que en cuanto él aparece algo ocurre, se daña, se altera, se destruye. Quizá porque ha tenido el cuidado de cambiar de escenario, de ambiente, salir de ese círculo, de lo que queda de él. Entre los varios botones de muestra, hay una experiencia que está a flor de piel, que después de los inútiles intentos por desprenderse forma parte de su vida, lo constituye. Una noche, un amigo, que ahora ya no está para ayudarle con algunos detalles, le invitó a salir con dos amigas a ese bar del que ya no queda ni su sombra. No le sirvió inventar excusas, el amigo lo conocía bastante como para saber que, más que ocupaciones reales que le impidieran aceptar, estaba su ostracismo. Poco a poco fue quebrando sus resistencias y para terminar de animarlo le dijo que pasaría por él. Cuando subió al asiento de atrás, una mujer joven, de veintitrés o veinticuatro años, lo saludó con una expresión de sorpresa y, al mismo tiempo, de familiaridad. Tenía un encanto que no era fácil de advertir, que incluso habría pasado desapercibido para cualquiera. Su rostro era amplio y generoso, un rostro que desde entonces parece buscar en cada mujer. Contra su idea de no hablar más que lo mínimo, pronto se vio sorprendido y acosado por cientos de preguntas y, venciendo un escrúpulo que le impedía hablar de su vida con personas desconocidas, empezó a soltar las frases con extremo cuidado, como si pesara cada palabra, con pereza, como si en su vida no hubiera hecho otra cosa que responder esas preguntas, como si estuviera cansado de ellas, como si ya no creyera en ellas; pero esto, en lugar de desalentarla, azuzó su imaginación y él
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empezó a sentir cómo con cada respuesta quedaba más expuesto, porque con una habilidad que no volvería a reconocer en ninguna otra persona, le fue extrayendo respuestas a preguntas o experiencias que él nunca había sido capaz de revelar ni siquiera a sí mismo. Vencido este temor atávico, sintió una especie de liberación, como si le fuera encargando sus miedos, fobias, temores, angustias, dolores, heridas. En el bar, que era un estrecho pasillo donde entraban con esfuerzo unas cuantas parejas, con una pista pequeña de baile al fondo, siguieron conversando mientras su amigo y la otra mujer, de la que ha olvidado todo, no paraban de bailar; a veces llegaban hasta su mesa y les animaban a bailar, pero ninguno de los dos estaba interesado en otra cosa que no fuera conversar. Habían topado los recuerdos más terribles. No era raro en él. Cuando no inocencia, le parecía una obscenidad hablar de experiencias gratas. Para él la felicidad, si alguna vez la había vivido o reconocido, no servía más que de tránsito para la tristeza, el adiós, el dolor, la amargura; como la vida, se decía esa otra madrugada, que no es más que un puente entre una muerte y otra, o su antesala, también decía a veces, y no sabía si la había oído en alguna parte o era una de las pocas frases que había acuñado en el camino. Y, sin embargo, contra toda comprensión, aquella noche ha permanecido como una de las pocas en las que él se ha sentido despojado de buena parte de su vida, la única noche que dejó poco oculto, poco por ser revelado, poca intención detrás, lo había dicho todo, casi todo, se corrigió, porque ni siquiera una vida bastaría para decir lo que pasó en la vida, por muy corta y simple que parezca. Cuando llegó a ese estado de vacío, ella le confió algo, una sola cosa, quizá lo único que había buscado esa noche era una explicación para lo que le estaba ocurriendo, para lo que sentía desde hacía mucho tiempo, y no había sido capaz de decírselo a nadie, quizá por eso la sorpresa con que lo saludó apenas se encontraron, porque creyó hallar detrás de esa mirada a la persona que estaba buscando para decírselo. Siempre que recuerda esa noche, o que el recuerdo de esa noche le respira la memoria, cree en el azar selectivo, una frase que habría de oír cinco años después de esa noche de labios de una mujer que a estas alturas también se ha perdido, como todo lo que ha tocado o conocido. Cuántos azares, se dice, debieron ocurrir para que ella llegara a confiarle aquello, por qué su amigo lo llamó a él que no era el mejor dúo para un programa, si eso era lo que precisaba, por qué después de haberlo elegido, insistió tanto para que lo acompañara, por qué respondió todas las preguntas, por qué contra su costumbre no empezó él con el interrogatorio, era tan buen oyente que a ratos tenían la impresión de estar confiándose a sí mismos, de estar escribiendo en su diario. Esa noche se invirtieron los papeles y él no pudo hacer nada en contra de aquello. Pero sobre todo por qué ella eligió ese momento de la madrugada en el que apenas quedaban parejas en el bar, en el que la luz había descendido, al igual que el ritmo de la música; si se obligara a recordar hasta podría decir qué música sonaba en el preciso instante en que ella le confió la idea, y él demoró tanto la respuesta, mientras se extraviaba en el laberinto de las frases que se le venían a la cabeza. Por supuesto, al oír la palabra fue como si él acabara de pronunciarla, también él había pensado demasiado en eso, había leído bastante, llegó incluso a hacer un ensayo sobre él. A la tercera vez que ella le dijo lo que pensaba, una voz cavernosa, más que por el humo y la madrugada, porque se negaba a salir, la animó a hacerlo, a llevarlo a cabo. No es capaz de repetir las palabras, merodeó muchísimo antes de decirle que lo hiciera. Lo peor fue la frase con que cerró: mientras más pronto, mejor. Si a ella le quedaba un margen de duda, si le quedaba alguna grieta descubierta en esta decisión, con esta frase parecía cerrarla por completo. No pudo ver su cara, casi nunca podía ver la cara mientras escuchaba o hablaba, solo unos años más tarde aprendería a hacerlo, pero aún le costaba mucho esfuerzo mantener la mirada. Lo único que entrevió con el rabillo del ojo fue esa luz que se encendió por un momento en su rostro, y en seguida la vio transfigurada, descompuesta, como si estuviera a punto de vomitar, como si desde ese momento hubiera empezado a morirse. Por eso, cuando se enteró, hacía mucho tiempo que le había estado trabajando la culpa, el dolor.
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Muchos años más tarde, su amigo le envió una carta desde Francia, tenía sida en su etapa terminal, pero aún conservaba el sentido del humor. Después de hacer un recuento de su vida, de su amistad, de lo mucho que lo quería, le contó en detalle el suicidio de aquella mujer. Él no pudo negarse a seguir leyendo, su mirada corría entre esa letra de médico, a la que podía reconocer ciertos rasgos. Empezó a llorar apenas reconoció su nombre, lo siguió haciendo mientras leía, mientras volvía a leer por quinta vez, mientras tirado en la cama le volvían las frases a la cabeza, mientras dormía, porque cansado de llorar finalmente se había dormido. Lo siguió haciendo durante varios días, a cualquier hora, en cualquier lugar, sin razón ni motivo aparentes. No tenía a nadie en quién confiar, además, quién podría comprenderlo. Hasta esa noche que coincidimos en un bar, solo le bastó mirarme para saber que finalmente había encontrado aquella persona, quizá la única en este mundo «prostituto y vano», según sus propias palabras, que no le diría nada, que lo dejaría hablar sin preguntarle nada. No sé cómo lo supo, pero quizá, al igual que muchas sectas tienen su contraseña, también entre nosotros, los que convertimos en escombros cuanto topamos, hay alguna señal que nos distingue.
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Mr. Barfly
A
hí estaba la botella, tal vez la dejó a propósito.
Él se levantó tarde, como en estos últimos diez meses, desayunó cual faquir. No sabía desayunar solo. Desde pequeño no había podido hacerlo, era aceptar su soledad y él seguía negándose en redondo. Encendió la computadora, revisó el correo y sólo recibió ofertas de productos o páginas de sexo. Estaba harto del mercado de la carne y ahora no tenía más remedio que escribir. Se había propuesto escribir cinco páginas al día y aquello que al principio le parecía fácil de superar, ahora que iba por la octava línea, se le hacía cuesta arriba. Se levantó, arregló las cosas que estaban tiradas en el departamento, sacó la basura, dobló suéteres y camisas, metió en la funda la ropa para lavar, tendió la cama, limpió la mesa, lavó la vajilla, fue al baño, se miró en el espejo, la barba le añadía más años, pero no estaba con ánimo para afeitarse, tal vez más tarde, si era necesario. Y últimamente no había sido necesario, casi no salía del departamento o salía arrastrándose para no originar ninguna discusión, se sentía cansado de ensartarse en cualquier disputa, mejor dejarlo así, aunque cuando salieran, siempre habría algo para discutir, pero él no reaccionaba, se consumía por dentro, en silencio. La ciudad había dejado de significar algo para él, no la entendía, no la quería, si acaso alguna vez la quiso. Recorría la ciudad igual que un zombi, que un enajenado. Todo le parecía inútil, solo esperaba el momento de regresar al departamento, para volver a la lectura, al sueño, a algo que creía ser capaz de controlar, pero no siempre fue así, por lo menos no en los primeros meses. Le había prometido conocer la ciudad, el país, y en una de esas ensayar un viaje por el continente y ahora sólo de pensarlo se angustiaba en extremo. Ella leía con aplicación las guías, desplegaba mapas, averiguaba costos de pasajes, contactaba con gente que había viajado hace poco. Habían acordado que ella viajara primero. Él ya había hecho el viaje que ella intentaba hacer y no tenía ganas de repetirlo, para qué se decía, de seguro nada habrá cambiado, seguirá igual o peor, más bien intentar viajar por otro lado, y entonces solo por unos escasos instantes su rostro se iluminaba, sacudido por la nostalgia, porque en el fondo sabía que no la encontraría, que no haría nada por viajar, pero por ahora era mejor dejar abierta la posibilidad del viaje. Quizá le haría bien, quizá podría descubrirse un poco, quizá podría cambiar un poco su vida. Quizá, quizá, quizá. No le preocupaba casi nada, se decía, que una vez decidido a viajar no precisaría de guías ni mapas ni rutas, apenas cuatro sitios por los que debería pasar antes de encontrarla, Iquitos, Manaos, Belem, San Salvador, si había una ruta así, no estaba muy seguro, pero quería creer que sí. Ella había agotado todos los trámites, lo tenía casi listo, pero seguía postergando el día de su partida, y eso le angustiaba a él porque la quería viajando, no podía soportar esa cercanía excesiva, ese punto muerto en el que estaba parqueada la relación. Se distraía, se ocultaba, le costaba hablar, era otro o el mismo después de haberse librado de la máscara, después de haberla considerado inútil. Ahora que ella estaba fuera, que había ido por la visa para poder entrar a Brasil, la extrañaba, miraba el mapa imaginando su ruta, con nostalgia, con pena. Estaba a punto de sucumbir, a un tris de decirle que hicieran juntos el viaje, que a lo mejor sería lo último que hicieran, pero no estaba demasiado convencido. Aunque 50
habían realizado pocos viajes no lograban sintonizar, excepto en el último, pero no del todo. El último había sido el mejor, pero aún se sentía cautivo de sus gustos, de sus humores, de sus estados. Largarse así, sin pensarlo ni planificarlo demasiado, pensaba mientras miraba los mapas, las guías. Lo había hecho antes, pero era otro él y otra ella, y tampoco fue lo mejor, porque debió reprimir una serie de rutas y aventuras que le hubieran gustado vivir. Mejor quedarse así, como estaba ahora, solo, pero también le angustiaba la soledad. Era extraño, porque en cuanto ella llegaba, y él se sentía bien de volverla a ver, pasados unos pocos instantes, ya quería librarse, desentenderse de ella. Resultaba incomprensible, no sabía quién provocaba ese estado, creía que ella, pero no estaba tan seguro, tal vez había perdido la paciencia, quizá le era más difícil aceptarla. Fluctuaba entre las ganas de estar juntos y las ganas de estar solo. La botella seguía ahí, no era un bebedor, apenas le gustaba, aunque cuando se embarcaba en alguna bohemia, por cierto cada vez más espaciada, volvía a reconocerse pleno, alegre, locuaz, creativo, bailador, durante las tres o cuatro horas que duraba el efecto, pero era nada más despertar con la resaca para sentirse el ser más miserable del mundo, ninguno sería capaz de compararse con él, aparte de esa sensación de muerte que lo atravesaba y que no lo libraba nada. Entonces se prometía no volver a hacerlo, o controlarse, beber una o dos copas, pero no más porque entonces no se medía, entraba en esa rueda que le conducía a la miseria, a sentirse gobernado por el alcohol, a que este fuera el causante de la alegría y de la desgracia. Comprar varios licores para una ocasión especial había sido idea de ella, y él, aunque no estaba de acuerdo, fue incapaz oponerse, la dejó escoger: vino, jerez, brandy, aguardiente, whisky, ron, vodka. Una noche sin que mediara ninguna celebración, ella trajo los dos vasos con hielo y fue vertiendo el jerez. Prueba, le dijo. Aceptó, como aceptaba casi todo lo que creía no comprometerle demasiado. Con el primer vaso se sintió bien, relajado, libre, ocurrido; con el segundo, volvió su locuacidad, a hablar más que monosílabos y se mostró cariñoso, terminaron en la cama, amándose como no lo habían hecho desde hacía mucho tiempo. Volvió a brindar con ese mismo jerez cuando vino a visitarlos una buena amiga. Él estaba entregado a la lectura, mientras ellas conversaban, ella le ofreció otra copa, casi por formalidad, y él aceptó sin demora. Bastó eso para que se uniera a la conversación, también aquella noche terminaron en la cama. En la mañana, aún no se habían vaciado las ganas, porque volvieron a amarse. Ella pareció haber descubierto la mejor medicina para su silencio, su apatía, su frialdad, y él terminó aceptando que esta vez tenía razón, que una o dos copas no hacían nada mal, que, por el contrario, lo instalaba en una agradable sensación. No recuerda hace cuánto tiempo empezó todo eso. Si las botellas vacías que se amontonaban debajo del lavabo de la cocina pudieran decir algo, ahí va el dato: veintiocho botellas. La mayor parte de jerez, pues bastaban dos o tres copas para sentirse bien, y a la mañana siguiente, nada. Y ahora ella viajaba al sur del continente, y ahí estaba la botella inofensiva, silenciosa, como un anticuario de la casa; él la sentía detrás suyo llamándolo, haciéndole un guiño, pero se negaba, aunque no pudiera concentrarse, aunque le pareciera inútil. Ella se había ido, no sabía dónde imaginarla, había dicho que escribiría desde cada destino, cada noche si era posible, y ya era una semana de su partida y él seguía sin tener noticias, por eso revisaba dos o tres veces al día el correo, por eso casi no salía del departamento, otra buena razón por si no bastara con todas las que tenía. La primera semana se sintió libre, podía dormir o permanecer despierto hasta la hora que quisiera, leer en cualquier momento sin ser interrumpido, no salir casi del departamento, alimentarse cuando le diera la gana, poner la música que le gustaba, instalarse en algún chat sin sentirse culpable. 51
Mas, pronto se cansó del chat, aunque había descubierto una forma rápida de entablar conversaciones. La única historia interesante fue una mujer en la Costa que había coincidido en el chat y que estaba viviendo una verdadera tragedia. Él recurrió con facilidad a sus recetas para la felicidad, y ella le agradeció, porque parecía que tenían sentido para ella; con otra hablaron de literatura, pero se dio cuenta de que no había pasado de Sánchez y eso fue como un repelente para él. Aún recuerda a una boliviana con la que no paró de hacer bromas, pero que después se sintió un poco vacío. Eso siempre ocurría cuando entraba en el chat, cuando se quedaba en la cama hasta tarde, cuando leía demasiadas novelas negras, cuando dejaba que la casa se convirtiera en un reguero de ropa, libros, polvo. Ahí estaba la botella, pensó por tercera vez, en esa mañana de lunes de mediados de octubre; hacía una semana que ella había empezado su viaje, y él no había recibido ni una sola línea para decirle cómo estaba todo, y sólo entonces se levantó, puso dos hielos en el vaso, se sirvió un trago doble y lo trajo al lado de la computadora donde no hacía más que ensayar algunas variantes de una novela que estaba planeando hacerla a dos voces y a dos manos. Al principio, el licor le quemó las entrañas, el desayuno había sido frugal y esto pareció resentirlo, pero pasado el primer ardor, la sensación de bienestar volvió a ser la misma que había sentido mientras brindaba con ella, y ahora también ensayó un salud con su imagen en la fotografía que tenía a su lado. La fotografía fue tomada por su sobrina en el estadio olímpico de Riobamba, en un partido de fútbol entre Olmedo y Liga, con un marcador que decepcionó a los hinchas, 1 a 1. Probablemente, nunca vuelvan a asistir juntos a un estadio, él lo había hecho después de muchos años, sólo por estar con su sobrina, por tratar de contagiarse con el entusiasmo de la barra Ciclón Tribuna de la que tanto había oído hablar. Él ensaya una sonrisa, ella mira a la cámara, tiene un rostro de sueño, como si acabara de despertar a la fuerza, tal vez está feliz o medianamente satisfecha. El segundo trago le provocó un amortiguamiento en todo el cuerpo, fue como aislarse por completo de ese sitio en el que estaba. El día y el sitio cambiaron. Buscó música para acompañar esa celebración, casi todo tenía a mano, se felicitó por ese aparente orden. Acabada la bebida de su vaso, sin pensarlo dos veces, volvió a llenarlo hasta casi derramarlo, y antes de llegar al escritorio, se sirvió un trago corto, que fue mejor todavía que el segundo y superaba con creces al primero. Seleccionó dos horas seguidas de música, se reclinó en el asiento y empezó a recordarla. A la cuarta copa, creyó que lo mejor sería escribirle una larga carta, una carta en la que le contara buena parte de su vida antes de conocerla, se detendría lo suficiente en el encuentro, desarrollaría los primeros meses, que fueron los más intensos…
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La sonrisa del obispo
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l ataúd con el obispo se encontraba en el atrio de la catedral. Contrariando su último deseo, las autoridades civiles de la provincia lo habían traído en una avioneta militar a velarlo en esta ciudad en la que había trabajado más de treinta años.
El recibimiento fue similar a las festividades de independencia, parecido a un desfile cívico-militar. El recorrido tardó tres horas hasta llegar a la catedral. En el trayecto, la multitud se abalanzó sobre los hombres que cargaban el ataúd rogando que les dejaran verlo. La policía y los militares debieron usar la fuerza, se habló del uso de gases y toletes, para impedir que aquello degenerara en un mitin. En el primer parque, un grupo de jóvenes entonó La milonga del fusilado; en el otro, un grupo de señoras entonó la canción compuesta por él. A su paso se levantaron puños, pañuelos, niños, biblias, ponchos, sombreros. La gente gritó, lloró, se desmayó, refunfuñó, se persignó. Desde la mañana hasta muy entrada la noche, desfiló por lo menos la tercera parte de quienes lo vieron desde las veredas, grupos de indígenas que lloraban cantando, jóvenes que decían seguiremos tu ejemplo, mujeres que recitaban su poema, sacerdotes que nada más se persignaban, grupos de hombres maduros que decían, si estuvimos confundidos, perdónanos. Desde la mañana hasta muy entrada la noche, hubo llantos, gritos, cantos, desmayos, ataques de histeria, murmullos graves, rezos, confesiones; olor a vela, a ponchos húmedos, a sudor, a incienso. Durante la mañana se sucedieron rostros compungidos, legañosos, ojerosos, sufridos, serios, incólumes, trasnochados. Desde la mañana hasta muy entrada la noche, la catedral fue un arrastrar infinito de pies y voces que comentaban. Poco a poco empezó a vaciarse. Cuando quedaban muy pocos en la parte de afuera, entró una joven vestida de vieja, se acercó al ataúd y con voz de hombre dijo, así te quería ver. A continuación, haciendo un ruido que sólo el vacío de la catedral pudo amplificarlo, lanzó un escupitajo que cayó en la mejilla derecha, resbaló hacia el oído y empezó a filtrarse. Así te quería ver, repitió y un nuevo ruido se oyó junto con el escupitajo que esta vez cayó en la mejilla izquierda, resbaló hacia la oreja y se filtró. Después, se incorporó lentamente, dio media vuelta y salió sin prisa. Sólo entonces el obispo esbozó una sonrisa y terminó de morirse.
Hans Behr Martínez Guayaquil, Ecuador,1962 Ha escrito desde temprana edad. En 1985 fue seleccionado por un jurado internacional presidido por el narrador Augusto Roa Bastos para representar al Ecuador en el Primer Encuentro Hispanoamericano de Jóvenes Creadores, realizado en Madrid. Su trabajo ha cosechado algunas distinciones literarias, siendo las de mayor relevancia el Premio Único en el Primer Concurso de Cuento organizado por la Subsecretaría de Cultura en 1991, Premio de la Secretaría Nacional de Comunicación por su libro Circo (1991), Premio Nacional de Literatura 1999 por su novela Los Senderos de Emaús y Premio Aurelio Espinosa Pólit 2009 por su novela Maratón. Ha publicado Ojos de piquero (cuento, 1986), Circo (cuento, 1992), Los senderos de Emaús (novela, 2000), Maratón (novela, 2009) y Casita, casona, casuna (novela, 2011).
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erraNtes y embusteros Hans Behr Martínez
mE hE Enamorado dE una actriz porno o alacrana En mi pEcho Sé que la historia no le gustará a mi madre ni a mi hermana. Quizás tampoco a una de mis hijas (la otra es muy pequeña e indiferente, como un gato). Peor a la señora que llegó un día a mi casa, le abrí la puerta por solidaridad, y ahora dice ser mi esposa. Por eso no se las dedico. Así que esta es otra obra no dedicada. «No dedicada a mi madre, hermana, hija, y a la señora que llegó un día a mi casa y dice ser mi esposa» Es más, espero que no la encuentren.
U
n culo perfecto, curveado, que recibe el rebote de cada paso, amigo mío, es aquél que instala colores en el tiempo, detiene las alas en movimiento, lanza flores y convierte al tranquilo anciano que observa la vida desde un balcón en un serio aspirante a formar parte de un accidente que lo desnuque y se confunda con un suicida (todo por esforzarse y estirar su cuello para ver a la dueña de semejante portento que desaparece por la esquina, lo que llevaría a los matutinos a establecer como causas de su muerte a una mezcla infame de soledad y crisis económica), así de fácil. Y hace soñar.
Al C. P. (llamado así de vez en cuando para que la cruda repetición no vulnere susceptibilidades) lo puedes mirar de frente, de lado o desde abajo, y no se sabe cuál perspectiva sea la más apropiada porque la visión es espectacular en todas ellas (aunque es mejor de cerquísima y casi tropezándolo, que de cerca), pues la carne, compacta, sin lastres mal balanceados —entiéndase celulitis o bolas cargadas de calcio y lípidos— que la hagan derrumbarse por la gravedad y así hayan mallas sostenedoras parezca globo desfigurado de carnaval, temperatura 37,8 grados centígrados (más cálida debido no a su alto contenido hormonal, juegos artificiales colocados en noche de fin de año, sino, por su arquitectura, ya que recibe mayor radiación solar que sus congéneres menos favorecidas), desgelatinada, descafeinada y desgrasada, se acomoda sin resentimiento, presiones o saltos descompasados, ridículos, en cualquier tipo de tela, trátese del jean, seda, jersey o nylon. Un C. P. también tiene la potestad de suspender los pensamientos, conversaciones y malos entendidos. Los antiguos matemáticos griegos, precursores en eso de describir esta línea perfecta, presente en muchas de sus bellas mujeres, la reconstruyeron con un compás, la grabaron en mármol, y la llamaron orgullosamente la «curva cuadratriz». Eso, un C. P.; les ayudó a resolver los inconvenientes que tenían para definir la trisección del ángulo y la cuadratura del círculo, apareció en las enciclopedias. Bosquejaron un cuadrado ABCD, siendo A y D los extremos superiores y B y C los inferiores. Luego, trazaron, de A a C del cuadrado un arco de circunferencia a velocidad uniforme, sin interrupción de ningún tipo, y de A a B una línea que subía y bajaba también a velocidad constante. 55
Llegaron a la conclusión que el tiempo en que se formaba el arco AC era el mismo en que la línea cumplía el recorrido AB. Eureka. La excelencia capturada por los griegos, arco AC equivalente a recta AB, aunque nuestros coterráneos, menos complicados, llegan a la misma conclusión cuando repiten en la calle: «mi amor, no se menee tanto que me marea». Y tengo un bolondrón en la garganta que no he soltado a nadie. Aseguro, si de ella tendría que escoger dos palabras, sólo dos, que reúnan su gentileza física empezaría —y culminaría— diciendo que tenía un culo perfecto. Punto. ¿Qué es un culo perfecto, hoy en día, con tanta silicona andando por allí irresponsablemente de un lado para otro? Pues, en primer lugar, aquel elemento agraciado y maravilloso, guarda una correspondencia correcta con el cuerpo que lo lleva, es decir, no pequeño ni monstruoso, no tan ropero, trampa usual en la que caen damiselas, y modelos ansiosas de fama. No señor, el C.P. debe ser bien distribuido y natural. Eso en cuanto al trasero de yegua pura sangre, pero en piernas tampoco se quedaba atrás. Ni qué hablar. Dos yucas de exportación al nivel exquisito. Puestas una sobre otra, cruzadas con la elegancia de Lady Dy, a la altura de las rodillas. Ahora que recuerdo, era necesario que estuviera con minifalda para mostrar ese cuadro, devastador hasta para los que supiéramos controlar la respiración, el primero que vi de ella mientras tomaba una taza de cappuccino en el piano bar De Lesseps, un lugar dizque para adinerados y prósperos de la vida. O eso se cree, por los precios señalados en la carta, fuera del IVA, donde se juntan ejecutivos de alto vuelo para discutir si se construye o no tal o cual centro comercial o si compran o venden determinadas acciones en Wall Street. En lo personal acudía para relajarme con un café jamaicano después de la jornada laboral y por oír al negro Tompson, el pianista de nombre inventado que tocaba de cinco a siete de la noche y que de algún modo me hacía sentir como Humphrey Bogart en Casablanca. Es decir, contar con alguien de confianza que apenas conocemos, «un viejo nuevo amigo», alguien a quien sólo el lugar le da la potestad de ser confidente. Bien, volviendo al panorama de la mujer fascinante, me impresionó su cabello largo y recogido a un costado como lo tienen las bailarinas chinas, su cuerpo moldeado, ochenta por ciento del área de su espalda desnuda, donde se distinguía en todo el centro, por sobre las vértebras, un tatuaje verde oliva con forma de araña y, claro, las piernas cruzadas. Quedé estático unos segundos, con la leva en el antebrazo, fingiendo no saber a dónde dirigirme. ¿Fingía de verdad o mis zapatos estaban estancados en el piso? De inmediato me acomodé en la mesa de al lado, con un movimiento natural, con el diario de la tarde entre mis manos. Pegué una mirada de reojo a Tompson, quien, subiendo y bajando la cabeza mientras tocaba New York, New York, ya se había dado cuenta de mi jugada y sonreía con sus grandes y enormes dientes de león porque con ello me estaba diciendo «picarón no te has sentado en tu mesa usual, es decir, cerca de mí, cerca del piano, bueno, la dama lo merece, es toda una joya». Los ojos de gata lista me atraparon desde el inmediato segundo que me miró. Un impacto de meteorito, por lo sorpresivo, ya que ni siquiera había elaborado estrategias para conocerla o acercarme, y que usualmente se trataban de manojos repetidos y prosaicos, sonrisas según el punto uno, una que otra frase que intentara escapar del lugar común y miradas continuas de acuerdo al punto dos y tres, hasta que de repente se presentaba una circunstancia que hiciera romper el hielo. Asunto matemático o juego de probabilidades, algo debía resultar ya que pocas veces se topa uno con una mujer de esa talla y tipo en su piano bar de preferencia. Fue entonces cuando, medio hipnotizado medio sorprendido por esa suerte de trapecista en apuros, crucé el puente que nos separaba. No hay otra explicación. Hipnosis. ¿Sabes la teoría valenciana de que cruzamos puentes cuando conocemos a alguien? Puentes verdaderos, no en sentido literario, porque dejamos atrás muchas cosas, temores, costumbres, fracasos, proyectos. Y construimos nuevos cuando adelantamos con otra persona. 56
Ella fingió admirarse de mi audacia. Soltó la primera frase: —Por suerte no espero a nadie. Sería de mal gusto que algún acompañante lo encuentre a usted en mi mesa. Peor si fuese boxeador. Así que puede estar tranquilo. Es su día de suerte. Allí me percaté que había cometido una estupidez. Simplemente me levanté de mi mesa, segundos después de haberme sentado, y avancé hacia la mujer sin explicación alguna. Al fondo, veía que Tompson había dejado de tocar y se agarraba la frente moviéndola de un lado para otro, carcajeándose en silencio. Diría para sus adentros: «a dónde te llevaron tus nervios, eres macanudo, loco, ya hablaremos de esto, ya me dirás cómo hiciste para que la tipa no saliera corriendo» Conversamos. Conversamos esa tarde y otras más. Mi intuición de que la mujer apuntaba a un perfil de programa, de guerrilla refinada, fue válida, no iba a estar sentada así por así en un bar para ricos. Aprendimos a reírnos, a ser otros personajes, a inventarnos coordenadas distintas, a no llamarnos por nuestros nombres. La única evidencia real fue contarme que en sus sueños profundos, le gustaban las ventanas abiertas y las ventanas cerradas, ambas, en una habitación de madera, frente al mar. También le agradaba soplar globos de colores, no blancos (tema para el psicoanalista), echarse agua en la cara, acostarse en la hierba y restregar en ella la planta de sus pies. Sí, conversamos y reímos, y descubrimos juntos, cada tarde, el sabor del café aromático y uno que otro cóctel (no podía irme de largo porque en casa notarían el aliento a alcohol) y escuchábamos hasta antes de irnos, la melodía que Tompson dedicaba especialmente para nosotros: Something stupid. En nuestro quinto encuentro, siguiendo el habla popular de que no hay quinto malo (al menos así fue la broma que le hice al vernos: «bueno ahora sí, menos charla y más acción»), dejó que la llevara a la suite de un hotel cercano. Para estar acorde a sus gustos, donde hubiera una ventana para abrirla y cerrarla y que mirara, si bien no al mar, a la ría, que algo de magia debía también tener con sus aves somnolientas. Por razones de seguridad y paz familiar tampoco podía quedarme demasiado tiempo. Sin réplica aceptó las condiciones. Aquella vez, después de juguetear entre las sábanas y estar juntos, y enloquecer mientras ella me guardaba adentro suyo con el ritmo de aserejé ja de je de jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de guididípi que colocó en su ipod, ocurrieron dos cosas. Primero, la molestosa presencia de hormigas y otros insectos por un lado y otro, sobre mis manos o en el forro de la almohada, asunto que la acompañaría en nuestros encuentros íntimos, como si fuese ella una muñeca de jengibre. Y segundo, bajo el tatuaje de araña (que me parecía había cambiado de forma), la aparición de su culo perfecto, en todo su esplendor, moviéndose en la oscuridad de la pieza, mientras caminaba de la cama al baño, escualo surcando las aguas, advirtiéndome, igual que en las maldiciones egipcias, que una vez visto el portento sería muy difícil dejarla. Imposible. Digamos que fue un procedimiento de telaraña bien elaborado, por decirlo de alguna manera. Algo de lo que me percaté tarde, después de que adquiriera esa intensidad de la que no puedo escapar. Más o menos como cuando en el mar no vaticinamos que la ola estándar se convertirá en descomunal y nos arrastrará patas arriba con su arena compactada hacia la orilla. En la trama, cómo dudarlo ahora, era el insecto, la apuesta, el trofeo. No entiendo con qué objetivos macabros, pues era obvio que yo, aparte del posible aporte económico que pudiera otorgar, no coincidía con los gustos que una mujer de su género tendría. Al menos en edad (la superaba bajito con una década) y en peso (siendo generoso conmigo, aún había algo de masa muscular en muslos y bíceps, pero contaba con una llanta mediana en mi cintura que prometía convertirse en radial si no me proponía luchar contra ella). El resto, la coincidencia en el piano bar De Lesseps, las conversaciones y demás encuentros, fueron parte del montaje. 57
No sabía que era una cazadora de almas, quizás de ello vivía, a manera de vampira moderna: absorber todo el amor que un hombre pudiera tener. Y para probarlo, pues a esa altura ya habíamos estado juntos, sumergidos en nuestros fluidos, cuatrocientos trece minutos (loca infame, llevaba cuenta rigurosa del tiempo como si en ello estuviera la clave de manejar nuestra relación sin ataduras), después de danzar, una versión japonesa de Lambada, me mostró un video donde aparecía con una peluca celeste teniendo relaciones con una fila de tres tipos. Qué puedo decir. Quedé sin palabras. Boquiabierto y con ganas de retroceder el tiempo para no haber entrado jamás esa tarde en el piano bar. —El porno es sólo sexo, el amor lo hago contigo —me dijo, aún acostada, tocándome el pecho a la altura del corazón, mientras miraba al tumbado con sus ojos de gata triste—. No pensaba decírtelo nunca. Pero si algún día estás con tus amigotes y me ves en una pantalla me odiarás hasta tu muerte. Ustedes los hombres. Tienen gustos predestinados. Decidirás si te marchas o no, quizás sea el momento. Pero ya tenía la maldición de su culo perfecto, de sus piernas, del ahogo cuando reía, del lunar junto a su nariz. Haciéndome el tonto, le dije que no importaba (en el fondo esa aceptación de estar sin compromiso era una reverenda excusa para que cualquier de los dos hiciera lo que le diera la gana), que podríamos seguir juntos hasta que pasara lo que tuviese que pasar. —¿Y que crees que pueda pasar? —preguntó. —No sé —dije, pensando que mi comentario no tendría una contra pregunta —. Seguir hasta donde se pueda. ¿Acaso no hemos disfrutado uno del otro con o sin ropa? O despedirnos cuando lo decidamos, cuando ya ninguno pueda sacar oro y piedras de la mina del otro. Y no sólo que seguimos frecuentándonos en el De Lesseps, escuchando a Tompson, el amigable, o revolviéndonos entre las sábanas de la pieza que miraba a la ría, sino que también me vi precisado a participar de sus cintas triple X, de las que supe, era la productora y protagonista. Recuerdo la vez que me llevó, en el cuarto piso de un edificio en el casco de la urbe, a lo que sería mi primera asistencia a un rodaje. Me advirtió, eso sí, índice tocando mi nariz, que jamás me perdonaría si me acostaba con alguna de sus actrices, so pena de pegarme un tiro en la cabeza. Que en su mundo su pareja era su pareja. Se ven y se soportan cosas sin lógica. El mundo está loco. Prosigo. Me sentaron en un rincón sin presentaciones de por medio. La filmación se había retrasado. Estaban, al costado derecho, cinco tipos a lo Village People, el innovador conjunto de música disco de fines de los 70, un policía, un guardia marina, un obrero, un indígena de poncho (era evidente la dificultad para conseguir un traje sioux) y un roquero, y al costado izquierdo, cuatro mujeres de distinta etnia, una morena de pantaloneta plateada, ajustada al cuerpo, otra hindú con su vestimenta típica, de velos amplios donde se apreciaban estrellas bordadas, otra asiática, estilo punk, tan delgada que parecía el insecto palo de Sudamérica y una rubia, gringa, pecosa, vestida igual que la mayoría de las gringas desvergonzadas y emprendedoras, todas bellas y diversas, y al final, ella, a manera de líder amazona, con antifaz y látigo en la mano, dirigió una guerra sin cuartel contra los artistas adulterados, donde se confundieron pieles, bocas, piernas, erecciones y gemidos en un vértigo terrible, hasta que, luego de una hora de aguante (¿se doparán estos actores?), todos acabaron exhaustos, en el piso. La convencí, molesto y celoso, que aquello no era un arte sino un desastre. Que nada superaba a la pareja básica, y que en la creatividad de la relación y ajuste de cuerpos residía lo bello. Entonces me invitó a participar. Que hiciera el argumento, me dijo, y que, si tuviera pelotas, tomara el rol de actor principal. 58
Pasé muchas noches pensando en cómo resolver el asunto. Muchas. Durante ese tiempo conversábamos lo justo en De Lesseps, peor en la habitación que daba a la ría. Al final, después de algunas tentativas, presenté algo que le agradó: yo la rescataba de las rieles de un ferrocarril, donde la habían atado unos forajidos… nos enamorábamos y hacíamos el amor allí mismo, hasta antes de que viniera el armatoste… para escapar segundos antes de que nos pasara por encima. El resto desconfiaba de mí, los Village falsos y las divas alegres que bien podían ganarse la vida en otra cosa. Se calculó con exactitud los itinerarios de la locomotora, teníamos por lo menos veinte minutos para retozar con calma, me coloqué una máscara azul de lucha libre mexicana, aquella que descubre los ojos y los labios, así no sería reconocido por nadie, ni por mis hijos varones en caso adquirieran clandestinamente el video, y además, para asegurar la erección en ese caso extremo, mastiqué dos pastillas sabor a menta de Sildenafil La Santé, 50 miligramos. Fue un éxito, hasta los Village falsos me dieron palmaditas en la espalda y me confesaron que esa última parte, la de la locomotora acercándose y bufando, a cualquiera de ellos, lo hubiera afectado. Pero sí, que el mensaje estaba bien, hay que amar hasta los límites de la vida y la muerte. Un suceso en el mundo porno. Para celebrar nos fuimos de viaje ella y yo a un refugio en la cordillera. Comenté en casa que tenía un viaje de negocios. Dos días. Era la primera ocasión que dejaba la ciudad con ella. No había más. Era la diva que cualquier varón aspira inventar alguna vez. Quien iba a creer que tras su envoltura de puta genial se ocultaba una mujer que amaba las cosas elementales (aparte de su manía con las ventanas abiertas o cerradas), los buenos libros, el olor a madera y diesel que desprendían las escaleras de los moteles viejos, las canciones de Serrat, la trompeta de Alpert y las sorpresas. Por eso jamás olvidaré que esa tarde, allí, a mil ochocientos metros sobre el nivel del mar, me colocó un alacrán sobre el ombligo. —No se mueva ni pestañee —ordenó—. Y pasó de inmediato a hurgar con su boca de pez de coral los rincones de hombre temeroso y erizado. Soy franco. Yo no estaba para atender los cambios de direcciones de sus labios sino los del animalejo, sólo esperaba que el instante terminara para verme ileso y censurar el disparate con una soberana puteada. Pero ella, arrodillada sobre la cama, capturó al animal de un toque vertiginoso, se lo colocó en la espalda, en el centro de sus vértebras, y entre risas confesó que estaba sin ponzoña, que de entre una camada completa había unos pocos que nacían inocuos y se los podía reconocer por las pintitas rojo vino brilloso en el aguijón. —Son de suerte— insistió—. Y estrechándome contra su pecho, hasta que mi boca se conectó a su pezón rosa, concluyó tajante: por eso te encontré a ti. A mi se me esfumaron las ganas de estropearla, al contrario, apiñé toda mi inspiración y la amé sin descanso, con la verduga fiebre del artesano que culmina su obra y tuve la osadía de suplicar con inocencia que el bichito recorriera nuestros cuerpos y los aguijoneara repetidamente como boxeador viejo y ciego. Ella se destapó. Internamente, claro. Y me di cuenta, aterrado, del secreto que la envolvía: los cientos de hormigas también provenían de su espalda, más concretamente, de su tatuaje. Me envolvieron por completo y después regresaron a lo que era su hogar. Es decir, el alacrán era el centro de la forma de la araña oliva y las hormigas las extremidades. Era una mujer de otro mundo. Haber hecho tal cosa: poseer con su tatuaje viviente al ser amado.
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Fue la última vez que estuvo conmigo. Una semana después, en vista de que no aparecía en De Lesseps, acudí al apartamento donde se había realizado la filmación épica sexual. Era de esperarse, un capítulo de dimensión desconocida, nadie la conocía, nunca la habían visto, aparte que la familia que vivía en el apartamento, lo ocupaba hacía tres años. ¿Fue todo un estado virtual? ¿Un holograma? Esa es mi historia. Lo mío, es tan profundo y extraño que no vale compartirlo con cualquiera. No hay vergüenza que la sostenga. Más aún por el presente. Sonaría a escándalo e indignación el estar recorriendo bares, night clubs y hasta callejuelas del placer para toparme con ella, sobre todo si mi imagen es la de un señor, un tipazo en su expresión completa. Cuento con una familia agradable y un negocio que me sitúa muy por encima de los engorrosos apuros que desgracian a cualquiera. Tanto, que apenas los chicos terminaron clases los envié, madre, suegra y empleada incluidas, de vacaciones, a destinos diversos. Si no sonara a ridículo despacharía también al perro ovejero que tenemos. Es el premio, que vayan y griten y eleven los brazos en la montaña rusa más grande del mundo. Y a la pregunta de que si los acompañaré este año les salgo con el cuento del arduo trabajo y que debo atender a unos ejecutivos que vienen del exterior. La verdad, lo hago porque quiero encontrarla. Jamás imaginé que aquella aventura tuviera la entereza de las vasijas que duermen cientos de años bajo las rocas, que despertaría cada mañana con el sabor de sus labios en los míos. Amo los insectos y ya no mato hormigas. Al contrario, hablo con ellas, les digo, les suplico, la regresen. ¿Cómo la llamaba? Ah, claro, Jacky. No por ende, buceamos en nuestras profundidades seiscientos ni se cuantos minutos. Si la encuentro nuevamente algo debe ocurrir, eso es definitivo. ¿O acaso un terremoto no es sino una consecuencia del reordenamiento del suelo? Del mismo modo nuestra pasión no encajaría así de fácil dentro de estas coordenadas sin causar estragos. De pronto y porque siempre me aluciné viendo aquella fotografía en anuncios de turismo, el inmutable Big Ben, el famoso reloj londinense, pagaría las consecuencias y se detendría sin razón para asombro de los transeúntes. Y que repiquen con ímpetu las campanas, no las de la iglesia, porque nuestro amor, vivo y lleno de tulipanes, siempre fue oculto como los rostros de la afamada abadía de las Conceptas, sino las del corazón, que al fin y al cabo, y rompiendo los esquemas, es lo que cuenta. Poseo mi propia escuela de brujos, mis cábalas impares. Apenas pueda esperaré a que el cuarto menguante haya pasado, sólo así mis deseos la buscaran adonde quiera que esté, le contarán lo que llevo aquí adentro, que quema, y que compraría una buhardilla sólo para nosotros dos y que seríamos semejantes a los pulpos cuando nadan felices cerca de los arrecifes. Pero la gente que ocupa la noche no la ubica. Por más que pregunte y dé sus señas con detenimiento: cejas de libanesa, bien definidas, cuerpo adecuado, curvilíneo (evito adentrarme en la geometría de los griegos), y cabellos largos de sirena en fiesta, algas estremecidas por la marea, negros, negrísimos, a diferencia de sus albos senderos, es decir, la mismísima Blancanieves, pero en puta. A veces pienso que con sus ardides de gata lista se haya convertido en la devota y servicial mujer de cualquier veterano con fortuna. O tal vez haya caído en las garras de algún pintor mediocre y de expresión libidinosa. 60
Pero si en una de esas el destino se descuida y deja abierta una de sus compuertas como para que se deslicen desde el imposible varias casualidades (y una de ellas puede traerla detenida sobre la acera, disfrutando el ligero peso de una llovizna) mis sacrificios habrán valido la pena. Si la encuentro, en primer lugar le pediría perdón por haberme quedado sin palabras cuando descubrió ante mí su tatuaje alienígena, por haber dejado que las cosas siguieran su rumbo. Después relataría cómo mi amor sobrevivió el olvido para luego liberarse y planear sin remordimientos, con sus alas de plata. Jacky querida. Por cierto, no he hablado de sus senos. Eran pequeños. Un par de copas de helado. Magníficos. Inolvidables. El uno de chicle, el otro de manjar.
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mEncionEs En cuEnto
de
No
Silvia Stornaiolo
Preliminar
E
l vestido azul y la lluvia sinceramente no combinaban en lo absoluto con el cabello goteando sobre el escote frío y el titiriteo imparable. El golpe de sus dientes helados hacía que el pintalabios se desborde y salga del margen de su boca, creando una imagen muy poco agradable ante el reflejo empañado del vidrio del bar cerrado en el que la habían dejado plantada. Sentía mucha lástima ante tal imagen suya, era ella, pero no lo podía creer, los pies morados con las sandalias negras que había escogido para tal encuentro fallido la estaban atormentando de dolor y, sin resignación, completamente obstinada en no creer en el infortunio que estaba viviendo, se quedo ahí parada esperando que suceda lo esperado, que resulte lo planeado y el granizo no la sorprendió porque sabía que todo se interpondría esa tarde. Parecía que su madre había armado todo ese desastre para que no pudiera hacer lo que tanto quería hace tanto tiempo y que, por algo, no se daba. Y este era el tipo con quien por fin lo iba a hacer, este tipo que no llegó, pero que pronto llegaría con las llaves del motel que prometió conseguir para esa tarde que debía ser soleada y llena de emociones. La rebeldía era tan poderosa que, si no llegaba el tipo, ella se acostaría donde sea y con quien sea, pero tenía que ser ese mismo día. Las horas pasaban y no pasaba nada, parecía repelía a la gente, porque cruzaban la calle para no pasar a su lado, o eso era lo que ella imaginaba, es más, la morenita con delantal que abrió el local y lo cerró de nuevo porque no parecía que pasaría nada esa tarde, la miró con desprecio y no la dejó entrar para calentarse ni un poco. Ya oscureciendo, de pie y prácticamente congelada, sin pensar en más que la obsesiva necesidad de tener relaciones para comprobar que ella si estaba lista, un automóvil se detuvo frente a ella con las luces altas. No se asustó porque: o podía ser el tipo o algún hombre que la lleve a consagrar su meta. Se acercó coquetona, temblorosa, mojada con los cachetes negros del exceso de rimel derramado, y era su madre, con la picardía en la mirada y la sonrisa de saber que no había podido hacer nada, porque ella lo sabía todo, era una bruja que todo lo presentía y que movería cielo y tierra para que ella no pierda —lo único bueno que tienen las mujeres ES antes de hacerse mujeres— le dijo en el auto moviendo la palanca frenéticamente y a la vez victoriosa de su predicción —te dije que forzando las cosas sería peor, encima más tu esperándole bajo la lluvia al tipejo que llamó a casa hace mas de dos horas para decir que no podía asistir a la cita, que vergüenza hijita, te juro que lo único que siento por tí en este momento es decepción. 63
Ella, con su faldita mojada, no pudo más que empezar a llorar con las manos tapándole la cara y con los codos arrimados en las rodillas haciendo presión para que le duela, que lo físico supere a lo de adentro, pero no se podía superar, era una de las penas más tristes y lo más ofensivo era la actitud de su madre, la burla, el hecho de saber que el sí llamó y que su madre la tuvo ahí esperando bajo la humillante lluvia y, no solo eso, quién sabe y estuvo espiándola por todo ese tiempo; odio y pena, pena y odio, no sabía qué era más fuerte, pero el sí había llamado, no había sido en vano esa tarde, solo tenía que llegar rápido a casa, tararear alguna canción en su cabeza para no escuchar los quejidos y reclamos de su madre, estaba difícil porque no paraba y cada vez subía más la voz, pero a ella le apaciguaba el imaginario encuentro telefónico que tendría esa noche, agarraría el inalámbrico, se encerraría en su cuarto, haría otra cita para la próxima semana, así, el que espera desespera.
Silvia Stornaiolo Witt (Quito, Ecuador, 1980). Ha publicado el libro de cuentos Cuerva críos (2010) y la novela Tanta joroba (2012).
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de
Secretos de buhardilla Indira Córdova
El reloj
N
ormalmente Joan Miguel cruzaba la ciudad caminando, no importaba la hora ni el clima. Todo dependía de su estado de ánimo. Que tomase un bus o un taxi eran buenos signos, regla que no aplicaba en ese veinticuatro de diciembre, porque esa noche, no era una Noche Buena.
Esa noche era fría, muy fría y una fina llovizna había cubierto Quito durante todo el día. Por lo tanto tomó un bus desde La Mariscal hasta La Vicentina, así llegaría más pronto y podría tomar algo caliente antes de dormir. «Algo caliente» era un decir, era engañarse, porque en realidad lo que le apetecía era un ron con cola bien combinado con un ansiolítico al calor de la chimenea que secaría sus pies húmedos, lo relajaría, o aún mejor: lo aturdiría lo suficiente para no sentir tristeza, ni nostalgia, ni añorar Barcelona ni Montpellier, ni su enorme hogar que era Europa. No quería añorar su casa que ya no era su casa, ni al padre que ya no tenía y que extrañaba como se extrañaba a sí mismo, como extrañaba al Joan Miguel que fue y ya no era. ¿Qué pasa cuando no quieres estar en ningún lado? ¿A dónde debes ir? Muchas veces se había sentido cansado y había querido mandar todo al carajo, pero ya ni el carajo estaba disponible. ¿Por qué iba a tomarse la vida en serio, si la vida no lo había tomado en serio a él? La soledad es algo que no tiene cura nos decía, es un cáncer que aparece y desaparece a lo largo de tu vida, porque quien nació para estar solo, siempre estará solo. Tras subir al desvencijado bus, miró las luces de la ciudad por la ventanilla empañada de su asiento. El bus iba casi vacío y unos vallenatos llorones eran la música de fondo. Los pocos pasajeros eran quizá los últimos oficinistas o burócratas medio achispados que iban a su casa después del tradicional festejo navideño en el trabajo, así los delataban sus narices rojas, el olor del whisky nacional y las canastas navideñas con bolsas de caramelos que subían al bus como podían. Joan Miguel nunca prestaba atención, ni trataba de entender la música el bus o las conversaciones de la gente, en un castellano tan quiteño, lleno de diminutivos y derivados del quichua que apenas estaban terminando de comprender y que no se animaba a practicar del todo. Como no se animaba a vivir, a amar, ni a ser. Su mente estaba en mil lugares y en ninguno, estaba junto a su madre que envejecía sola allá en Europa, junto a su hermana y junto al padre que se fue y lo dejó solo. No entiendo porqué te moriste. No puedo, no puedo más, no tengo lugar en esta vida, ni aquí ni allá. No puedo seguir. Si la vida es sueño, ya quiero despertar de esta pesadilla. ¿Será que te voy a volver a ver? Cuando ya no puedo más, pienso en que lo más nefasto sería renunciar, morir como se cree que es la muerte y ni siquiera reencontrarme contigo. Joan Miguel vivía deprimido, alcoholizado y triste. Parecía que de entre todos en el mundo, su padre fue el único que siempre estuvo de su lado. Amaba como ama un enfermo de cáncer terminal, con desesperación, 65
con fuerza, pero sin esperanza. Qué hermoso sería vivir sin miedo, sobre todo sin miedo a ser feliz. Él se había convertido en su nostalgia. ¿Cuántas veces lo volvería a golpear la muerte de su padre? Los hombres de su vida se morían: Una mañana te despiertas y notas que ha habido una baja en las filas cada vez más cortas de los seres amados y admirados. ¿Por qué tiene que ser la muerte la que nos traiga a la realidad con golpe de knock out? Pasamos por la vida,pensando que los justos, los fuertes y magnánimos son inmortales, pero los héroes no son las estatuas de hierro que admiramos en las plazas, los héroes luchan a diario en nuestras vidas, nos aceptan con todas nuestras cargas y nos reciben con lo mejor que tienen para darnos. Son los que nos prestan el corazón fuerte para que podamos seguir de pie, los que nos apoyan aún cuando temen que nos volvamos a equivocar, los que viven tus sueños, se unen a tus causas y perdonan porque están conscientes del milagro de la vida. El amor incondicional es de esos héroes aunque alguna vez se haya manifestado con regaños. Ellos son la imagen del hombre respetable que respeta, de esos que hasta la palabra «Señor» les queda chica. Esos que muestran la caballerosidad y la nobleza en todas sus acciones. Y él, Joan Miguel, el beneficiario de ese amor incondicional, tan soberbio, había ido por la vida, creyéndose merecedor de todo eso y más, perdiendo el tiempo en empresas inútiles, en resentimientos vanos, en ilusiones frívolas, dándole perlas a los cerdos, hablando para sordos, así había desgastado su alma, tratando de encajar en donde nadie lo llamó y no donde siempre tuvo su lugar. Porque aunque esa fuente de amor era inagotable, no se le ocurrió que no siempre podía volver a reconfortarse en sus abrazos, a curarse con su bálsamo de amor. Este era un año más en que ya no luchaba por no convertirse en una de esas personas que odian las fiestas de fin de año, que la navidad los entristece, ahora él mismo era de los que dicen esas cosas horribles y quitan el encanto navideño y el cariño. Se terminaba un año más en que ya no luchaba por ser él mismo. De pronto un timbre, una melodía, algo familiar de una conversación vecina lo trajo a su presente. Era un hombre de mediana edad que compartía y reía animadamente con su hijo que debía tener poco más de cinco años. La escena lo puso de buen humor, se contagió de esa alegría y de ese amor, hasta que sin darse cuenta tomó parte en la conversación y reía con ellos. El niño lo miraba con una mezcla de admiración y desconcierto. El padre se mostraba distante, pero amable y educado con este europeo que no tenía traza de gringo sucio y mochilero, si no que vestía con clase y por su aspecto se notaba ejecutivo. El niño no dejaba de observarlo, todo le llamaba la atención en ese extranjero grandote rubio y bello. Tan grandote, tan rubio y tan bello como los vaqueros o los súper héroes de capa y poderes que veía en las películas 3D. Tomó la fuerte muñeca de su nuevo amigo, con sus deditos pequeños, delicados y regordetes, mientras abría los ojos para admirar el reloj del gringo. Era un reloj diferente, nunca había visto uno de esos, todo transparente, se podía ver por dentro su funcionamiento por completo y sin embargo era tan fino y delicado que parecía no pesar nada. —Es hora de bajarse, despídete de tu amigo —dijo el padre mientras estrechaba la mano del forastero, quien apresuradamente se sacó el reloj para dárselo al niño, cuyos ojos y sonrisa aún iluminan esa alma rota cada vez que lo recuerda y piensa que lo bueno que queda por rescatar de la navidad, es que los seres humanos tienen una fecha al año, al menos una, para sentirse buenos ese día.
Indira Córdoba Alberca (Quito, Ecuador, 1975). Escritora y periodista. Ha colaborado en diarios y revistas de Ecuador y Argentina. Ha recibido menciones en el Premio Nacional Universitario de Cuento «Efraín Jara Idrovo» (2005) y en el Concurso Literario del Instituto Superior Semper de Corrientes (Argentina, 2010). El mismo año recibió el segundo lugar en la categoría cuento, de la XIII Edición del concurso Creadores en la Universidad del Sol, organizado por la UNNE. Ha publicado Diosas en el fuego (2007).
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Cuentos para androides oxidadas Paúl Hermann
Balada para tu muerte
L
a guerra de la Fernanda siempre fue con la balanza. Con el Gonzalo, su marido, también, por supuesto, pero especialmente con el pan y el arroz y los fideos y las papas, y no se diga con los pasteles y las grasas.
A las ocho y media pasaba frente a mi cubil con ese taconeo suyo pausado y contundente, tan identificable como el sonido del auto del padre y musical como bongoes en balada. «Suarrez», pronunciaba las «erres» inexistentes de mi apellido como si fuesen dados y su boca un cubilete, y sin esperar a que le respondiera, entraba a la oficina aledaña y saludaba con beso con la Matilde y el Carlos. Entonces se servía una taza de denso café industrial y sacaba de una funda plástica los aromáticos y dorados croissants que se había comprado en la panadería de la esquina. Comía de pie, pensando, tal vez, que así consumía menos calorías. y es que la Fernanda, no sé exactamente desde cuando, tenía el rostro redondo, el vientre redondo, el cuerpo redondo, rollizo y blanco, con tantos lunares negros como gallinazos el cielo. También su voz era redonda, como sus relojes y candongas y cinturones. Era un pentagrama colmado de blancas, un calendario repleto de lunas llenas, un santuario plagado de aureolas. Todos le decíamos Gorda, hasta el día, a fines del año pasado, en que nos pidió, en el colmo de la dulzura, que por favor la llamáramos por su nombre, o sea Fernanda o Fer. Fer, mi vida, ayúdame por favor con un memo. Fer, dónde está la orden para imprimir las invitaciones, Fer la llaman de la Dirección y ella iba allí, venía de allá moviendo rítmica, acompasadamente sus grandes brazos blancos, su gran cadera blanca, sus grandes muslos blancos, subida en los altos tacones de unas botas negras, envuelta en los jeans prelavados, las largas blusas y los cinturones de inmensas hebillas que le compraba, a cuotas mensuales, a las vendedoras que cada fin de mes la visitaban desde muy temprano en la mañana para dejarla sin sueldo y persuadirla, sin mucho esfuerzo, a que se siguiera endeudando... y es que era vanidosa la Fernanda. Bueno, tal vez no era vanidosa, es posible que solo haya querido verse bien para el Gonzalo, el más detestable tipo que una mujer puede aceptar para amar en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte los separe. Un tipo que había conocido en el trabajo y del que se había separado hacia varios años tras haberle dado un hijo. Un tipo que conducía —y esto bastaría para definirlo— un viejo 67
Hyundai color uva. Un tipo que se enorgullecía de su título de abogado, se acomplejaba de su calvicie y se había creído con derecho a quitarle la palabra durante semanas por haber recibido de sus manos bellas, de dedos largos y uñas barnizadas, una limonada exprimida y no licuada. Es verdad que la Fer había tenido una hija de soltera; es verdad que la aguja de la balanza subía, bajo su peso, como la de un termómetro que ha caído en el infierno, pero eso, a su marido, no le daba derecho de hacerle reproches, de despreciarla, de dejarla abandonada si al llegar a su auto abominable no la encontraba esperándola. A veces, era él quien se tardaba, únicamente por darse aires. Y la gorda elegante parada en el parqueadero desolado, con su tristeza en el bolso, con el deseo de que su relación, como Lázaro, se levante y ande, con la desesperación de la madre que desea llegar a casa a abrazar a sus hijos. Y es que la Fer, que de niña había sido entretenida con barbies y no le encontraba a su gordura el glaumor de las modelos de Botero ni de las musas de las canciones de la Orquesta Mondragón, todas las noches intentaba volver a tener una familia, con coser y planchar y abrir la puerta para ir a jugar, como dice la ronda, y todas las mañanas, sin embargo, despertaba sola. Entonces tenía ataques de ansiedad que la metían de cabeza en la refrigeradora y hasta en la alacena en la que sus padres guardaban los snacks de las loncheras de sus hijos. Y durante la jornada, después de servirse el segundo desayuno y de resolver los asuntos más apremiantes, se escapaba a la pastelería. Regresaba al cabo de una hora, con la ropa cubierta de migajas, salpicada de pequeñas manchitas de grasa, y se sentaba en su computadora a escuchar la balada que le había escrito Roberto, el padre de su hija, cuando era músico folclórico y el cuerpo de la Fer se parecía al del violín y de ninguna manera al del guitarrón mexicano, para robarle el sueño y llenarle de ilusiones las madrugadas. Había sido el suyo uno de esos amores que se recuerdan con nostalgia, toda la vida, pero se había terminado, como la época de la canción latinoamericana, como las vidas de Jara y de Violeta y la del Roberto mismo, por simpatizar con los Alfaros, con la cabeza dentro de una funda plástica, en uno de los escuadrones volantes instaurados por el gobierno de Febres Cordero. Y mientras escuchaba la balada, la Fer miraba fotos de aquella época sin poder dejar de picar bolitas de chocolate, almendras, gomitas que hicieran más tolerable el recuerdo del tiempo, a inicios de la década del noventa, en que aun no se había casado con el Gonzalo y tenía cintura de avispa, dientes de conejo, ojos de gata. Cuando en su cuerpo de fábula se condensaba lo más bello de los animales. Las fotos que la Fernanda tenía en la vieja IBM de la oficina, las usó la Matilde, en exactamente el mismo orden, para hacer un video con música de fondo. Mientras Tercer Cielo dice: «Ojala pudiera devolver el tiempo / para verte de nuevo, para darte un abrazo / y nunca soltarte», la Fer aparece en los años ochentas, con un copete y una blusa turquesa y un pantalón desteñido, posando con sus amigas en el patio del colegio Eugenio Espejo. Y mientras Tercer Cielo dice: «Más comprendo que llegó tu tiempo, /que Dios te ha llamado / para estar a su lado, / así él lo quiso», la Fer atraviesa los años noventas con una chaqueta y una minifalda y zapatos de tacón haciendo tareas de secretaria en la Dirección del Ministerio. Y mientras Tercer Cielo dice: «No llores por mí / es tan bello aquí / (con calma iré) / quiero que seas feliz / que te vaya bien / y cuando te toque partir / quiero verte aquí», la Fer sale vestida con camiseta blanca y pantaloneta azul a jugar un partido de indor fútbol en un campeonato de Carcelén, su barrio. 68
Y mientras Tercer Cielo dice, finalmente: «Yo te extrañaré / tenlo por seguro, / cómo pensar que la vida / puede terminar / en un segundo», la Fer aparece en Disneylandia, durante el viaje que decidió realizar por los días en que supo que su problema podría tener consecuencias, para que sus hijos jamás fueran a olvidarse de ella, ni de la varita de Harry Potter que Mateo, su hijo de cinco años escogió en la juguetería y que agita cuando siente que le sobreviene un ataque de asma, con la esperanza de que su mami aparezca para aplicarle su spray dilatador, ponerlo boca abajo en su regazo y acariciarle la cabeza; ni de la bola de cristal de adivinación que la Edith, alias Bellatrix, de vez en cuando consulta para saber si su mami finalmente aprendió a nadar estilo libre en las piscina del cielo; ni del collar de cristal rojo que ella mismo, Fernanda, alias Hermione, se compró para usar, vanidosa como era, de colgante, y que le permitía contarle a todo el mundo que se había ido de viaje a Estados Unidos. Probando dietas de nombres impronunciables, como la Scarsdale y la Atkins, la Vegetariana y la Disociada, la Macrobiótica y la South Beach, la Fer bajó de peso en muchas ocasiones, su barriga llegó a parecerse a esos gráficos que muestran los ascensos y descensos económicos de las empresas. De hecho, la última dieta que hizo la ayudó a bajar como veinte libras, se puso tan delgada y saludable que parecía enferma. No nos equivocamos, en reacción a la cirugía que se había realizado las vacaciones pasadas para quitarse unos lunares de la espalda, un cáncer expandía sus silentes y mortíferas tenazas. Pero eso es algo de lo que nos enteramos después, mucho después, incluso, de su muerte, pues por los días en que la Fer empezó a llevar al trabajo menos libras y a mantenerse alejada de las pastelerías, no nos dijo que debía perder unos kilos para que pudieran extirparle un pequeño tumor que le había aparecido en el seno, sino que había empezado a nadar en la piscina de su barrio y que estaba completamente motivada. Fue por esos días en que me dio por enseñarle a bailar tango: Rodeaba con mi brazo su estómago encorsetado, tomaba su mano en el aire y al son del bandoneón de Astor Piazzolla, la llevaba, un, dos, tres, hacia adelante, un, dos, tres, hacía atrás... Le gustaban las canciones, me preguntaba cómo se llamaban, y yo la veía tan saludable y tan feliz, que nunca le dije que una era Balada para mi muerte y la otra El gordo triste. Del mismo modo en que el periodista checo Karel Kosic esperó su ejecución en manos de los nazis escribiendo un reportaje, la Fer debió despedirse bailándose un tango en el auditorio, ante las bocas abiertas de sus compañeros, ante los ojos estupefactos del Gonzalo, pero el cangrejo se ensañó con ella, le puso huevos en el cerebro, en el hígado, en el páncreas, le cerró un ojo y hasta la obligó a llevar un pañuelo en la cabeza... Tardó menos de un mes en caminarle, de espaldas, como si también bailara tango, hasta el corazón y cortarle los latidos. La Fer sabía que estaba muriendo y nunca dijo nada. Pero cuando yo llegaba y le preguntaba cómo estaba, se soltaba a hablarme de todo esto que les cuento, con la esperanza, creo, de que algún día pusiera en orden sus recuerdos, de que la ayudara a trascender contando su historia. Un compañero sordomudo que, creemos, puede ver fantasmas, no se atreve a quedarse solo en la oficina, pues nos dice, con señas tan desesperadas como incomprensibles, que la Fernanda suele volver cuando no estamos, sentarse en su escritorio, corregir los poemas que solía escribir en su computadora, acomodar las fotos de sus hijos y dejar, la muy traviesa, una mariposa negra pegada a la pared, para que la recordemos, para que no dejemos de poner en el caldero de la vida ingredientes mágicos, para que no rematemos nuestros libros de García Márquez, para que no dejemos de rezarle un Padrenuestro y llevar una flor a su tumba el día de difuntos.
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Cuando finalmente murió, todos los trabajadores de la institución colaboraron con algo de dinero para que su familia pudiera pagar, no los honorarios del cirujano, no el oxígeno, no la morfina, sino los miles de dólares que la Fer se había gastado en planes de muerte para sus padres y planes de vida para sus hijos y bisutería y lencería y ropa y enciclopedias y libros audiovisuales y vitaminas y todo aquello que las personas no necesitamos para nada más y nada menos que para creer, al menos por un momento, que algo así como la felicidad existe, y de paso, para embriagar a su gordura con el aroma de las telas nuevas. Y es que era vanidosa la Femanda. Por eso, horas antes de morir le pidió a su madre respetaran su catolicismo y la cremaran, pues no quería, después del Juicio Final, ir a los primaverales prados del paraíso metida en su inmenso cuerpo.
Paúl Hermann Acosta (Quito, Ecuador, 1973). Escritor, periodista y catedrático. De 1996 a 1999 formó parte del Taller
de Narrativa promovido por la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Sus cuentos «Aligator» y «Yesterday» han obtenido menciones honoríficas en un par de ediciones de la Bienal Ecuatoriana de Cuento. Ha sido editor de las revistas Letras del Ecuador y La Casa. En 2010 el Ministerio de Cultura de Ecuador lo invitó a representar al país en la Sexta Feria Internacional de Libro de Venezuela, con una ponencia sobre los nuevos narradores ecuatorianos. Ha publicado los libros de relatos Puntos de fuga (2001), Cazador de brujas (2008), el libro de entrevistas Patente de corso (2012), y la novela El Danubio Azul (2012).
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L a ruta del fugitivo Renato Ortega Luère
Oscura libertad
S
iempre tuve temor a la oscuridad. Era tanto lo que me asustaba perder la luz que hasta los días nublados me inquietaban.
Cuando cumplí cuatro o cinco años, recuerdo mi fiesta en la que pasaron películas de Felix el gato. En un momento se quemó el celuloide en esas formas extrañas que lo descomponen en plena pantalla, hasta convertirse en una melcocha que se desfigura para finalmente quedar en blanco. Esa vez nadie atinó a prender las luces y mi miedo contagió a los invitados, que me acompañaron en un grito de pánico solidario y compartido, hasta que rehabilitaron la claridad y con ella, una calma que no duró mucho. El recurrente ritual de la torta y las velas me inquietaba también porque sabía que implicaba nuevamente apagar la luz. Ya de por sí soportar ese fastidioso canto en inglés era un esfuerzo, pero el terror comenzaba conjuntamente con el canto: tenía que apagar las velas y condenarme a la temida oscuridad. Así ha sido la historia de mi temor. Tantas veces en los años siguientes sentí el mismo miedo frente a esos momentos indecisos en que alguien debe prender la luz y no lo hace. No lo hace a tiempo al menos. Fueron tantos los momentos de pavor a la pérdida de la bendita luz a lo largo de mi vida, que sería eterno describirlos, por lo que decidí acudir a un sicólogo, quien desde el principio supo el motivo de mi consulta. Con arrogancia respondió que él había tratado muchos casos de este tipo de fobia y que podía restituir mi integridad casi de inmediato. Luego se levantó de su asiento y se retiró del consultorio, no sin antes apagar todas las luces. Me quedé en absoluta oscuridad y en los primeros segundos no reaccioné, asombrado por lo inesperado del tratamiento. Con la torpeza de quien padece un miedo primigenio, sentí una agitación creciente que me llevó a tientas por las paredes mientras derribaba muebles y luego cuadros que oía caer. No gritaba porque un ahogo profundo me lo impedía. Finalmente y al borde de un llanto histérico que se me atragantaba, logré descubrir la manija de la puerta. Al abrirla allí estaba la secretaria de anteojitos alargados, como para gatos, que me preguntó sin inquietarse: —¿Está usted bien, Don Sergio? —Sí, claro —contesté con esa automática cortesía que nos enseñan desde pequeños. —¿Y el doctor? —Salió un momento, pero regresa en minutos. —Ah, dije y el gesto fue acompañado de una exhalación de alivio. Salí inmediatamente a la calle. 71
··· En alguna parte de ese pueblo debía encontrar Julio, el ataúd que había imaginado. La localidad era conocida por la fabricación de una amplia variedad de sarcófagos desde que un terremoto había arrasado, años antes, el pueblo entero. Lo que era un oficio eventual se convirtió en un quehacer permanente: los carpinteros aumentaron en los días posteriores a la catástrofe y permanecieron hasta ahora en el oficio. Julio recorrió varios locales dedicados a la venta, hasta encontrar el preciso. Negoció el precio y lo embarcó en su pequeño Autobianchi, un vehículo diseñado por los italianos, siempre empeñados en hacerlos lo más pequeños posible. Julio levantó la caja con ayuda sobre una parrilla prevista para transportar esa singular carga. Como era obvio, el ataúd sobresalía tanto hacia adelante como hacia atrás y la imagen del pequeño vehículo blanco con la caja encima era, por decir lo menos, curiosa. Habría que añadirle al cuadro el impecable terno y corbata negro que vestía Julio. En el camino de regreso a la capital, una ciudad cercana celebraba ese fin de semana sus tantos años de fundación con una masiva fiesta callejera. Julio era conocido por su oscuro sentido del humor y ya cerca de ésta, resolvió entrar a la ciudad en plena ebullición colectiva. Irrumpió en la calle principal donde las parejas bailaban eufóricas una música estridente y con dominantes sonidos del bajo. Julio paseó lentamente el singular vehículo y su carga por entre la masa de danzantes; a su paso, la euforia declinaba hasta detenerse por completo. La gente cambiaba su rostro: de la alegría a ese acartonado respeto que demostramos frente a los muertos. Al interior, Julio se reía para adentro. Por fuera, su compungido rostro no hacía más que aumentar el dramatismo del perturbador desfile. Cuando salió de la fiesta y desembocó a la carretera que lo sacó de la fulgurante ciudad engalanada, explotó en una risotada incontenible. ··· —Sergio —me dijo el siguiente terapeuta que me entrevistó— usted tiene un síndrome complejo y difícil de resolver. No cabía duda que éste era un diagnóstico más complicado que el anterior. Una fobia era apenas un síntoma que se curaba con la exposición a lo que lo provoca, según había determinado el primer sicólogo. Ahora me encontraba frente a un síndrome: la oscuridad, pensé. Entonces y a este punto confundido por esta segunda versión del mismo miedo, decidí buscar por mí mismo la solución: entré a la Facultad de Sicología a estudiar mi problema. Al cabo de varios años de un confuso academicismo diseñado para «memoriones», me gradué con honores. Cuando salí de la universidad, mi terror a la oscuridad estaba intacto. Lo más que había descubierto era que en alguna parte de la temprana infancia debía estar el origen de mi padecer. Pero como no recordamos sino a partir de los cinco años, los cinco años de universidad tampoco me dieron la respuesta. Continué con mi fobia por la vida y no faltaron los momentos para que se evidenciara. Tuve incluso el peso de recibir en mi consultorio un caso similar al mío y todo lo que pude hacer fue palmotear al paciente fraternalmente y confesarle mi tragedia con la oscuridad como un modo de solidarizarme con su enfermedad incurable. ··· Julio se adelantó a desamarrar el ataúd del techo del Autobianchi, frente a la puerta del garaje. Entró el ataúd a la casa hasta dejarlo precisamente en el centro de la sala. 72
Al verlo ahí, Julio no pudo sino soltar una estruendosa carcajada. La primera visita que recibió Julio desde la llegada del féretro fue un profesor de la universidad donde él terminaba su carrera de Filosofía. Era el profesor de Lógica Formal. Al entrar asumió una actitud respetuosa y retraída. Se sentó lentamente en uno de los sillones que rodeaban la caja. Julio lo observaba desde la cocina. El silencio reinó en la sala mientras Julio preparaba un café y nuevamente reía hacia adentro. Cuando llegó con la bandeja y dos tazas llenas de café, el profesor salió de su letargo: —De qué se trata, Julio… alguien falleció, supongo. —No, nada de eso. Es un experimento que estoy haciendo. —¿Un experimento?… ¿Y que piensa probar? —La relación del hombre y la muerte. —Pero Julio, ¿qué tiene que ver el ataúd? —Bueno, eso es lo que quiero compartir con usted. ··· Practiqué sicología durante muchos años y por ello, leí muchos textos sobre la materia de mi profesión. Nunca perdí la oportunidad de buscar referencias a las fobias. La oscuridad como fobia estaba en todos los libros de sicopatología, pero en ninguno se evidenciaba un tratamiento preciso. Se hablaba de someter al paciente a un largo proceso de búsqueda interior, de una introspección psicoanalítica. Luego se mencionaba como alternativa la cura rápida de la escuela americana iniciada por Skinner. También se mencionaban tratamientos farmacológicos. En fin, las opciones teóricas existían sobre el papel, pero la práctica no arrojaba resultados, al menos para mí. Luego vino mi matrimonio y la primera noche con mi esposa fue inicialmente un desastre. Ella era de una formación muy conservadora desde su familia de origen y en los años posteriores esta tendencia se afirmó aún más. De hecho nunca hicimos el amor antes de nuestra boda. En esa frustrante primera noche, en cuanto entramos a la habitación del hotel, ella me pidió que apagara todas las luces: no quería su cuerpo expuesto ante mis ávidos ojos. Con más temor que excitación accedí a su pedido, pero el resultado fue el mismo… Volví a encenderlas para tomar el siguiente impulso, pero ella me advirtió que si no era en total oscuridad, no se descubriría ni el tobillo. Nuestra vida matrimonial se inició entonces con un acuerdo conciliatorio: haríamos el amor sólo con la luz del baño encendida y la puerta casi cerrada. Así podría yo tener alguna referencia luminosa que me aliviara en algo mi pánico. ··· —Profesor —dijo Julio con solemnidad— siendo usted un destacado especialista en Lógica Formal, me imagino que sus ideas sobre la muerte deben estar enmarcadas por ese pensamiento que escapa a todo miedo, a todo temor a ella, ¿o me equivoco? —Julio, usted me conoce desde hace algunos años y sabe que ese tipo de asuntos no me incumben ni mucho menos me atemorizan. —Ah entonces, si es así, lo invito a que se acueste por un momento en esta caja de madera, ¿qué le parece? 73
—Muchas gracias por su amable invitación, pero creo que estoy mejor en este sillón. —Profesor, es sólo para ver lo que siente, nada más, y es sólo por el tiempo que usted quiera… —Está bien, pero será sólo por complacerlo en su extraño, y hasta diría, excéntrico experimento. El profesor se acomodó en el ataúd de manera tan natural, que inmediatamente Julio le ofreció cerrar la tapa para intensificar la experiencia. De un salto, el profesor estaba de regreso en su asiento disculpándose nerviosamente por la razón que lo llevaba a abandonar el experimento y a terminar la visita. ··· —Sergio, qué te pasa que no logras superar tu problema con la oscuridad —me dijo dulcemente mi mujer, probablemente quejándose de la luz del baño que para mi suerte, me dejaba vislumbrar su desnudez. Aún así y a pesar de mi exigencia de luz en nuestro primer encuentro, todo marchó muy bien y sus instintos más primarios así como los míos fueron compatibles. En meses posteriores, mis actividades profesionales me llevaron a conocer a un sujeto muy especial. El paciente era estudiante de Filosofía y el motivo de su consulta era su obsesiva relación con la idea de la muerte. El tema me atrajo a tal punto, que yo mismo comencé a preguntarme si mi fobia a la oscuridad podría tener alguna relación con el tema recurrente de mi paciente. Varias sesiones transcurrieron hasta que como prueba de su obsesivo tema, me confesó que en su casa tenía un ataúd. —¿En su casa? —le pregunté con una sorpresa que no pude ocultar. —Sí, claro —contestó con simpleza y añadió: en plena sala, en el centro. Su patología era evidente, pero mi diagnóstico se perturbaba permanentemente por la extravagancia de este nuevo elemento en la vida de mi paciente. ¿Un ataúd en plena sala? Continuaron nuestras sesiones y en los controles a los que yo debía asistir regularmente con mi propio terapeuta, le revelé en detalle este último elemento que se integraba a las anteriores sesiones. Mi terapeuta me sugirió entonces que buscara la manera de comprobar la veracidad del hecho. Para ello debía pedirle a mi paciente, Julio, que así se llama, que me llevara a su casa. Julio accedió sin ninguna duda a mi petición. En el camino incluso le noté un cierto entusiasmo. En cuanto llegamos, lo primero que se presentó frente a mis incrédulos ojos era esta caja negra rodeada de sillones y sillas, como en un funeral. Como la tapa estaba cerrada, algunos libros, vasos y ceniceros fueron retirados para que por fin, Julio, mi orgulloso paciente, me presentara la prueba máxima de su relación con la muerte. Me pidió que me siente y me ofreció un café que yo acepté con gusto. En realidad estaba tan impresionado, especialmente por la naturalidad con que Julio se comportaba, que cualquier propuesta me parecía aceptable en este punto, aunque en verdad no me gusta el café. Mientras lo preparaba, noté que él se asomaba desde la cocina para verme. Yo por mi lado, no podía todavía creer que alguien llevara sus obsesiones a tal extremo. Miraba el cajón y volvía a mirarlo mientras pensaba en Julio. El café disipó en algo mis preocupaciones iniciales y, como mi paciente era un tipo de agradable e inteligente conversación, me relajé aún estando frente al sarcófago. Charlamos de muchos temas hasta que, de pronto, llevó él la conversación a su tema favorito: la muerte. 74
—Claro que tengo mis temores para cuando llegue el momento, —le contesté— pero por ahora me siento a salvo de ella —añadí con soltura. —Si es así —dijo él con cierta seriedad— entonces no tendrá reparos en aceptarme una invitación para tenderse dentro de este cómodo mueble, ¿no? Como mi frase anterior me había puesto en una posición ineludible, le contesté: —Ya llegará el momento. —Pruébela Sergio —insistió Julio— nada puede pasarle. En ese momento sentí que no podía defraudarlo. Ahora no era mi muerte y nada podía temer, pensé antes de aceptar. Entré en el ataúd con fingida seguridad y me acosté cómodamente. Casi inmediatamente, Julio me preguntó no sin cierta ironía: —¿Qué tal se siente, Doctor? —Muy bien, sin problema. —¿Quiere experimentar algo más? Le puedo cerrar la tapa si usted no se siente mal. En ese momento tuve conciencia de que estaba con un paciente y que no podía mostrar debilidad frente a él, quien precisamente había acudido a mi por ese problema. —Ciérrela —le dije— con una certeza que dejaba atrás, muy atrás en mi inconsciente, mi fobia. La tapa se cerró frente a mis ojos y la oscuridad se tomó el interior. Para mi sorpresa, no sentí el habitual terror inicial y como pasaba el tiempo sin que explotara, mi silencio le preocupó a Julio, quien sutilmente me golpeó la caja: —¿Está usted bien Sergio? Como estaba gozando por primera vez en mi vida de la oscuridad, no le contesté. Julio insistió con creciente preocupación impregnada en su voz. Continué en mi silencio y en la verdadera euforia que sentía por no tener que sufrir ese recurrente miedo angustiándome la vida. Cuando la voz de Julio llegaba al pánico, abruptamente abrió la tapa. Qué habrá expresado mi rostro con los ojos cerrados para que Julio me sacudiera con terror. Lentamente abrí los ojos y de manera natural y libre le dije: —¡Le compro el ataúd!
Renato Ortega Luére (Santiago de Chile, 1954). Aunque más conocido en el ámbito de la televisión, la radio y el teatro, en años recientes ha pasado de la escritura de guiones a la de crónicas de viajes, hasta llegar a los cuentos. Ha colaborado con importantes revistas como Anaconda, El Búho, Mundo Diners, Nuestro Mundo, Vamos y Summer. Escribió y publicó un libro con historias sobre las islas Galápagos llamado Galápagos, memorias del edén.
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Juan Carlos Miranda Quito, Ecuador,1975 Estudió Ciencias del Lenguaje en la Universidad Central del Ecuador. Dramaturgia en el Teatro Experimental de Cali, Colombia. Ha publicado Poemas del No-Mundo (1999), Cosmología de la carne (2000), La letra con sangre entra (2005), Las cuatro estaciones del frío (2009), Extraterritorios (2011). Ganó el Premio Nacional de Poesía fondos concursables del Ministerio de Cultura del Ecuador (2012). Ha participado en el Encuentro de Poesía de La Habana (2010), Festival Internacional Transpoesía, Ciudad de La Plata (2011). Semana Cultural del Ecuador en La Habana (2012). Su poesía consta en la antología Seis poetas contemporáneos del Ecuador (2012). Actualmente trabaja como bailarín en las compañías de los maestros Kléver Viera, Wilson Pico y Terry Araujo.
de Lumínica y otros delitos
Juan Carlos Miranda
Humo sagrado Todas las poetisas están muertas, dijo… Roberto Bolaño
Ayer recibí correspondencia de dos amigos él juega a detective privado ella se enamoró de un tenor los dos se desconocen distancia bipolar al mismo tiempo fuman hierba roja en otra vida conocieron sus debilidades se penetraron para siempre —ayer escribí sobre un horizonte poblado de lunas amarillas— —abrázame— esta hora asesina
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en su fervor me conquistará— —abrázame— delira Venus desde su último teorema. Santiago de Chile, 2009
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Laxitud Gabriel Miró conoció a la mujer más silenciosa entre todas las mujeres no era esfinge de sal ni burbujeante animación de felina bufona se burlaba de sus afectos con aroma hipnótico de trasnochada esencia sus retinas vibrátiles campanas chinas me dijo hoy conocí a la mujer con el secreto más secreto de todos sus piernas una orquestación de cuerdas marinas me dijo perdí la memoria perdí su nombre entre todos los nombres que he conocido…
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Panadería Aquí todos son músicos el aroma de encendido trigo emerge desde otro tiempo el acordeón de la masa invade las manos de un gladiador en penumbras quietud cíclica rosas de agua y medias lunas rellenas se alistan para la venta la orquesta ensaya la sinfonía mecánica bramido del crepitar en el corpúsculo oculto del horno de piedra el universo es el horno de formas celestes aún insondables para nuestras manos…
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Signáculo —No permitas que se roben el cuadro «La mano de Dios» le dice Eduardo K. a su hija los seres descarnados que habitan la epidérmica instancia de oleo deformado volumen sin sustancia todos miran asombrados el lóbrego vacío en aquella pared junto al taller del artista Esa madrugada no ladraron los perros las huellas digitales del ladrón estuvieron impregnadas de cal y azufre —minero de la noche— dónde guardaste esa profana impregnación pregunta el ángel de la muerte…
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Algebraica Desde el desierto nocturnal querías enumerar las estrellas fraccionar la humedad de los frutos restar palabras para el ardor de la piel detener los días del año bisiesto aguijón invertido en el pecho la eternidad de los libros algebraica donde consuelas el arte del bronce y otros metales —que sucedió con el azar en el casino los films de cine mudo en el nuevo alarde del cinematógrafo la distancia minimalista de tu abrazo herido— las horas no sobran en tu reloj de arena Baldor cómo mides el volumen de la venganza en el misterio del desierto matinal…
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Zenón de Elea
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Por el mar, que es un desierto resplandeciente y una cifra de cosas que no sabemos. J.L.Borges
l Quiero Probar la imposibilidad del movimiento sobre el agua hurgar el fulgor marino zigzagueante sonido de las flechas sobre la puerta cerrada en la espalda de San Sebastián ll Gélido sudor ayer me interrogó el ángel de la ausencia sobre el extraño artefacto que navegaba en el cielo arqueado zepelín sin rumbo en el perturbado cuerpo sin cuerpo bajo la ola herida de su boca.
* Zenón de Elea, a quien Dionisio preguntó en qué consiste la superioridad de la filosofía, respondió : «¡En el desprecio de la muerte!» y a manos del tirano mantiene, impasivo, su propósito hasta la muerte. Tertuliano, Apologeticum, 50
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Carlos Luis Ortiz Moyano Alausí, Ecuador,1979 Periodista de profesión. Tiene una maestría en Estudios de la Cultura otorgada por la Universidad Andina Simón Bolívar con mención en Literatura Hispanoamericana. Se ha desempeñado como profesor de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo y en varias instituciones secundarias. Es miembro del Consejo Editorial del Grupo Literario Machete Rabioso. Ha sido galardonado con el primer lugar en el Concurso Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel (2010). Ha obtenido menciones en Concurso Nacional de Poesía Jorge Enrique Adoum (2005), Concurso Nacional César Dávila Andrade (2011). Ha publicado Zigzag del solitario (2006), Poesía Lírica para Vagabundos (2010). Su poesía consta en la antología Poesía Seleccionada, publicada por la Alianza Francesa de Guayaquil (2006).
dE
biograFía del espeJismo Carlos Luis Ortiz Moyano
rEtorno (l a casa dEshabitada)
oncE Uno Despertar con la carga del sueño vacío, el que adherido a otro tiempo se encarceló en cuerpos coronados, en ángulos donde arrinconar ayeres malditos, en los que escupir cánticos y plegarias. Distante agujero es el sueño que me expulsa, cercano el dormitorio que vuela a desvelo. Arriban las naciones donde el verso desnudaba maderas, polvos, áticos, todo lo que sabe y huele a pasado. Todo lo que se vuelve lento como para ascender y descender hacia uno mismo, pero con hijos carentes de padre, de madre, de nacimiento cierto. Las bendiciones son cántaros cerrados en los que plantar la furia, donde dibujar los patios y los conventillos que circulares regresan. Adiós, no hay serpientes que acariciar. Vuelvo a reencontrarme con otro sueño que vocifere: El despertar es animal Irracional fauno hidra El despertar es un monstruo sorteando el dolor de la pared próxima del lirio aplastado de la última «cita de un libro» Despertar (vapor trashumante) que reclama a sus marinos muertos…
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Despertar góndola que vive en historias que solo tocan los ojos despertar, imposible.
Entonces busco un túnel donde acariciar a las fieras al jaguar tantas veces nombrado en los cuentos al jaguar tantas veces mal cantado. El final, quizás la palabra muerte en la que caben tantas plegarias. Cuando todos los brazos cortados fueron bosques resplandecientes, después, cuando el pensamiento fue blanco tan blanco como para reescribir sobre él.
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Tres Me voy de ella, hundiéndome en los arrecifes, enterrándome en la oquedad de la marea más alta. Collares de piedra, lutos de agua transparentes para dejar en paz lo que ha partido. Mano inmensa que acoges la dulzura de los monstruos acaríciame ahora que me voy.
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Ocho Una mesa de roble, porque el roble es fuerte, perecedero, porque el roble no muere o si muere sabe adherirse a tumbas invisibles. Una mesa de roble para escribir sobre esas grietas que ya se escribieron solas antes/después, sobre la que se expanden líquidos cadáveres, humos ahogados. Una mesa de roble con una silla vacía, para que siga escribiendo el fantasma crudo, el pasado clarividente. Un sol que apenas entre, que encorvado choque con el marco superior de una puerta, un local húmedo, soberanamente húmedo, como la letra de una canción atorada que crece, CRECE hacia la barra de agrios recipientes, de metales con filo de aguja, con filo de estoque, diurno, vespertino, matutino como el noble ebrio que no deja que pase el día, fiel al desdoblamiento, al flotar, al ruido de las palabras mudas y lentas. Una mesa de roble para el madero, para las vigas hambrientas, para el rezago de cloro, para el intersticio donde muerde la rata todo el solar del mundo. Una silla vacía, abrigo del moho, o acaso el moho no siente frío, acaso el polvo no se vuelve humano cuando ama… Abrigo es el polvo para la muerte y viceversa, abrigo como el último cubo del recuerdo, ese que gira deformemente, sin física, ese que transfigura los rostros, las bocas . Ese último cubo del recuerdo a donde fueron a parar los caseríos, los pueblos, los matorrales, los suburbios, los festines a la sombra —el arrabal desconocido en el que cantaban cuchillas y tambores—. Una mesa de roble para entrar como vigas con amores de obsidiana.
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Silencio Ese que fue astillando el opiáceo sueño. las esperas derrotadas en las esquinas de alguna plaza, el rumor de la llegada en carros ajenos el cuervo que en un libro pisoteaba las ideas para yo darles forma desde la ventana. El cuervo anónimo que dejaba cartas presagiando el día de mi muerte o el día de crecer cuando las paredes dejaban caer la cascarilla añosa y los hermanos huían, se iban, dormían al tiempo en sus bolsos vacíos. Y yo derrotándome entre una ciudad y un pueblo, temblando al mismo decibel al que tiembla el ruido encerrándome en la esperanza que destilan los tahúres. Todas las tardes morían en el SUR de todas esas tardes yo guardo el epitafio. La insistencia de vivir en el pasado cuando no pesaban los aguaceros y en ellos los barcos no sufrían el sinfín de la ebriedad. Coro epiléptico del día Coro epiléptico de la noche al de la madrugada del manglar. Arrugada presencia de los sábados 89
estrías del instante en el que me fui desconociendo y regando amapolas encontradas en las carreteras secundarias, en viajes de luz oblicua, de buses que se desdoblaban al sentir la tersura del lodo. Amplitud de calendarios cuando el futuro era descubrirse en el reflejo de un cuerpo. El silencio era la oración y la penitencia, o el amor en las sillas donde adorar a quien no se sienta, a quien no se toca. Así fue la vida, un consumirse en el vacío, en el cansancio de los lunes cuando lo escrito fue lumbre de la edad difícil. Me duelo en fotos en las que nunca crecí. El álbum es el laberinto que desayuno, y el escriba que ha remontado sus presagios.
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Dos El cadáver que visto hoy no es el de ayer ni el de mañana será el último. Mi muerte y sus huesos infinitos ruedan por los bodegones donde mis abuelos danzan también ellos catastro del polvo semillas de otros polvos. La civilización oscura entra en mi cuerpo y estoy solo. Adentro muy adentro con habitantes de un cosmos impermeable. Este de hoy no es el mismo cadáver de otros tiempos la angustia es indeleble en sus escombros. El cadáver de hoy es la música con la que me alejo.
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mEncionEs En poEsía
de
Vida de gatos
Fernando López Milán
Elegía 1 Yo soy un pecador y me confieso ante Dios y ante vosotros todo lo que cabe en mi mano no me pertenece ni estas flores, ni este pan ni el agua de mis labios Soy un animal necio y soy un ángel derrotado no me mires con la luz que nace de tu frente que todo lo enceguece y lo vuelve niebla Dios, dime: ¿dónde estás? ¿dónde puedo ver tu credo? ¿dónde está tu reino? ¿soy parte de tu cielo
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o uno más de tus hijos abandonados alrededor de esta tierra? Dios cura mis heridas y esta lengua enferma llena de hongos, de venenos y de envidia. Cura este cuerpo enfermo que sólo sabe de vómitos y de dolores. Dios protégenos de Dios. Dios protégeme de mí y de mis enemigos. Dios protégeme de la muerte y de sus velos escalofriantes Dios cúbreme con tu abrazo y no me olvides en este infierno que tú mismo construiste para mí y para todos nosotros.
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Éxodo 9 Los cuerpos son bosques que se abren a la pasión escombros que yacen debajo de las piedras o encima del sol Los cuerpos son hojas que se abren al polen de otros cuerpos Los cuerpos son árboles que se cortan para la pasión o la letra difusa como un poema que muere en el oído y en el deseo.
Fernando López Milán (Riobamba, Ecuador, 1964) Docente de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador y miembro del comité editorial de la FACSO. Ha publicado en poesía El buscador de oro: fábulas y poemas (2009), Del amor y la muerte (2011).
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de
Cante hondo
Augusto Rodríguez
III El gato no es filósofo. Rechaza los prestigios que otorga el pensamiento. Tiene la noche, el gato, para darse al exceso: para el éxtasis místico y el grito del deseo.
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XXVI El perro te acompaña. Aliado de tu cama levanta las orejas si te mueves, atento.
Estás enfermo. El perro vela tu sueño. Vela, para ahuyentar la muerte que él solo ve. Y ladra.
Y ladra, ladra, ladra. y otra vez a su puesto. ¡Toma en serio a los perros! ¿Qué puede darte un ángel?
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XXXI Un sitio para el sol o cerquita del fuego; tambiĂŠn para la sombra que amaina claridades.
AsĂ, cuando es preciso, bordea precipicios, el gato, ese medido gustador de equilibrios.
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XXXIV ¿Ser uno con el mundo, con el amante, uno? Bajo los rayos tibios del solcito en la tarde, el gato satisfecho es más gato, ¡ese gato!
Los rayos que acarician lo limitan, lo aíslan. Es la felicidad la soledad perfecta.
Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979) Poeta, periodista y editor. Ha publicado los poemarios: Mientras ella mata
mosquitos (2004), Animales salvajes (2005), La bestia que me habita (2005), Cantos contra un dinosaurio ebrio (España, 2007) y La gramática del deseo (Bolivia, 2009/ México, 2009). Ha sido merecedor del Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vázquez (2005), el Premio Nacional Universitario de Poesía «Efraín Jara Idrovo» (2005), Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005), Finalista del III Premio Internacional de Poesía Márius Sampere (2007), Finalista del VII y VIII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos (2008-2009).
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Hugo Chávez Frías Unión y dignidad de América Latina
H
ugo Chávez pasa a la historia del capitalismo consumista, rebasó los linderos continente americano por haberle de su patria, para abarcar a América Latina, devuelto al pueblo su protagonis- como futuro de la Patria Grande. mo, de estar con lo menos favorecidos de La Revista Imaginaria de la sociedad para hacer una Cultura del Gobierno de revolución donde los ciudaPichincha, rinde homenaje danos postergados, durante a la memoria del comandandécadas, se han convertido te Hugo Chávez, al publien los gestores de su propio Su proyecto car una muestra del trabajo destino. rebasó los linderos creativo de los jóvenes disede su patria, para Hugo Chávez estableció un ñadores de Venezuela, quieabarcar a gobierno para beneficio de nes acompañaron su proyecAmérica Latina, los excluidos y con el printo con entusiasmo y lealtad, como futuro de la cipio de solidaridad, amplió para impulsar el sueño BoliPatria Grande en forma generosa sus víncuvariano. los con los países de América Se incluye, así mismo, el Latina, rompiendo los mebreve registro de la Delecanismos de la dependencia gación de Pichincha que imperialista, siguiendo con acompañó el último proceso consistencia y tenacidad, el democrático que eligió como Presidente de ideario de Bolívar, Martí y Eloy Alfaro. la República Bolivariana de Venezuela, al coSu proyecto, con los fundamentos de digni- mandante Hugo Chávez Frías. dad, soberanía y bienestar, en resistencia al
Página anterior: El presidente Hugo Chávez en la cumbre del ALBA 2010 en Otavalo, Ecuador. Foto cortesía Presidencia de la República del Ecuador.
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La Revolución Bolivariana para Venezuela y América Latina Por Fausto Cayambe Asambleísta de Pichincha por el Distrito Centro Sur de Quito
U
n elemento esencial dentro de la democracia sin duda es la expresión del pueblo mediante el acto electoral, la llamada democracia electoral en América Latina ha tenido un gran avance en la transparencia de los procesos electorales y la inclusión de nuevos sectores —en nuestro país, por ejemplo, la posibilidad de votar se ha extendido a los jóvenes de 16 años, los militares y policías. Esto se reflejó el pasado octubre de 2012 en Venezuela. Lo apreciado vivencialmente se expresa en las cifras otorgadas por el Consejo Nacional Electoral del hermano país, que hablan de un 80,48 por ciento de participación, una verdadera fiesta electoral, que contrasta con lo sucedido en la convocatoria para el referéndum constitucional de 2007, año en el que cinco millones de electores no ejercieron el derecho al voto.
futuro del país», lo cual es indicativo de que no participan solamente los mayores beneficiarios del proceso político, sino todos los que reconocen el valor de un sistema democrático, por lo cual se integra al proceso toda la familia, incluidos los niños y jóvenes que no votan, y esta participación generalizada demuestra que los cambios profundos son posibles sin violencia.
A pesar de las posiciones políticas contradictorias, la gente participó con convencimiento, con amor por Venezuela
Recuerdo que, en algunos barrios de clase media y alta, la fiesta no era tan grande, pero en sectores como 23 de Enero, Minas y Minitas, la celebración cívica fue total y, mucho más, al conocerse la victoria amplia del presidente Chávez. Este proceso ha generado otras voces, otras caras, una mayor democracia.
La participación ciudadana fue un hecho contundente, a pesar de las posiciones políticas contradictorias, la gente participó con convencimiento, con amor por Venezuela.
Es imperativo profundizar la participación ciudadana, avanzar en la capacitación política del tejido social, elevar los compromisos para el bienestar general del pueblo, aplicar siempre una democracia directa que genere un verdadero valor al voto más allá de una jornada electoral.
Esta demostración forma parte de un proceso político de varios años, existe el pleno convencimiento de que el «voto, decide el
Sin lugar a dudas fue un triunfo democrático, pero no sólo para Venezuela sino para toda América Latina.
Página anterior: El presidente Hugo Chávez en el aeropuerto de Quito. Foto cortesía Presidencia de la República del Ecuador.
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Chávez es otro Beta El Colectivo Ejército Comunicacional de Liberación, en conjunto al Movimiento Miranda será Otro Beta, desarrollaron conceptos e imágenes que se materializaron en una serie de murales, afiches y otras manifestaciones creativas para la contienda electoral del 2012 en Venezuela. En una campaña inédita y atrevida, los jóvenes de estas agrupaciones, apelando al lenguaje cotidiano, proyectaron una imagen verdaderamente revolucionaria del candidato a la presidencia, logrando con la frase «Chávez es otro Beta» una empatía con la juventud del país. Usando colores vivos, que nos recuerdan el mejor arte pop, encontramos a un político en las más diversas e icónicas actividades cotidianas, desde cortarse el pelo, cantar y bailar, rap, jugar baloncesto, beisbol, boxear, conducir una motocicleta, todo esto acompañado de la alegría de frases populares como «Chávez que pao», «Nadie le quita lo bailao» o «Chávez abre cancha». La innovadora campaña captó la atención mediática por su originalidad y la calidad gráfica, pero sobretodo logró acercarse eficazmente a los electores jóvenes venezolanos. Que mejor homenaje para un líder continental de inmensa trascendencia histórica, que nuestra América acaba de perder, que recordar su imágen en esta espléndida serie de obras, las cuales reproducimos con el permiso de sus creadores.
cacao EntrE cascadas Por Omar Ospina Garc铆a Periodista
San Miguel de Los Bancos. Foto Miguel Flores, Direcci贸n de Comunicaci贸n Social.
A
l llegar a Pedro Vicente Maldonado, el médico-poeta Vicente Hidalgo, nuestro guía por este cantón de cascadas, quesos, ríos y artesanías, andaba de viaje por las parroquias visitando pacientes. Así que decidimos seguir de largo hasta Puerto Quito, pues de todas maneras habríamos de volver a pasar por Pedro Vicente al regreso: Puerto Quito es el último cantón de la provincia de Pichincha por su parte noroccidental, pues de allí en adelante aparece Esmeraldas, que es otro asunto. Pendiente para uno de estos días.
de la selva, ornitólogos —pajareros, los llama la gente— y científicos en busca de tal o cual planta medicinal, orquídea rara o ave sin clasificar, que por estas selvas abundan las especies desconocidas de flora y fauna. Es cosa de meterse selva adentro cámara en mano y la curiosidad alerta. Por estos rumbos anduvo hacia 1740 el sabio riobambeño Pedro Vicente Maldonado, buscando una ruta directa entre la Capital, Quito, y el océano Pacífico. Su selvática odisea y sus investigaciones científicas, le dieron nombre al Cantón vecino, a donde iremos al terminar el periplo propuesto para Puerto Quito.
De tal manera que nieto y abuelo desayunamos en uno de los restaurantes a lado y lado de la vía, a fin de llegar a Puerto Quito a media mañana en busca de la «Piedra Parte de la de vapor» para encontrarnos Cuenca Chocó con la escultura del Guano, Pacífico, a la región esta es una pileta a la salida se la conoce como —o entrada, según de donde una de las más se venga o a donde se parta—, lluviosas del y que representa un pez planeta, pero enorme que brota cual Afrodita aún estamos escamada de una corola de algo lejos de modo flores azules. O algo así.
Son varias también, como en los demás cantones del Noroccidente de Pichincha, las cascadas que forman los ríos y quebradas que cruzan el cantón y rinden sus aguas ya al Blanco, ora al Caoni, de aguas más limpias éste pues no atraviesa lugares deforestados que, en época de lluvias, arrastren tierra de los taludes desnudos que hay bastantes que han dejado décadas de días de sol y de Pero Puerto Quito es mucho inmisericorde explotación buen clima más que peces en pileta, de maderera y colonización modo que preguntamos por descontrolada. En realidad, dónde llegar a la «Piedra de el río Caoni nace en las vapor» y a las cascadas que últimas calles de San Miguel abundan en esta geografía de los Bancos, de una fuente subterránea que selvática, lluviosa y cruzada de ríos y vertientes. brota de alguno de los acuíferos que abundan Aquella es una piedra monumental en medio en esta zona de lluvias pertinaces y humedad del río Blanco, que pasa cerca de Puerto Quito, permanente. No en vano estamos ya en los camino al Guayllabamba, sereno aunque comienzos de la selvática llanura de la Costa caudaloso en verano. En época de lluvias, el Pacífica, parte de la Cuenca Chocó Pacífico río acrece su caudal, se vuelve tormentoso y que nace en el Darién panameño, bordea toda sus aguas agitadas chocan contra la mole de la costa colombiana y avanza hasta el sur del piedra que estorba sus aguas, y forma una nube Ecuador. A la región se la conoce como una de de vapor que da nombre a la roca y al recinto las más lluviosas del planeta, pero aún estamos aledaño. A sus orillas, el pequeño poblado ve algo lejos de modo que hay bastantes días de sol pasar turistas, deportistas de riesgo, exploradores y de buen clima. 119
Entre las vistosas cascadas y saltos de agua del tagua y caucho, entonces abundantes en la Cantón, visitamos la «Cascada azul», formada selva. Años después, a mediados de la centuria, por el río Culebra, que se desprende de su fueron llegando a la región familias y colonos lecho de roca a veinte metros de altura; la de otros lugares del país, particularmente de «Cascada escondida», casi invisible en medio de Loja, atraídos por la evidente riqueza forestal. la tupida selva y, por lo tanto, más interesante Poco a poco, también la agricultura tropical para el viajero curioso y fue conquistando territorio, aventurero, y la que forma así como la ganadería de carne el río Macallares y conserva y leche que es hoy, con la su toponimia, en terrenos agricultura y el ecoturismo, del recinto «Tierra santa». factor económico fundamental Todas son de relativo fácil en el desarrollo del Cantón. En el Cantón acceso y espectacular entorno perviven y Como presencia ancestral selvático. En el recinto actúan grupos de las antiguas comunidades «Santa fe», la «Cascada del musicales de negras de la costa, en el silencio» invita al descanso, marimba, que Cantón perviven y actúan al relax y a la observación amenizan grupos musicales de marimba, de golondrinas y otras aves, festividades que amenizan festividades algunas endémicas y de folklóricas, folklóricas, privadas y públicas. hábitos nocturnos. privadas En las fechas destinadas a tales y públicas La población de Puerto regocijos, la población aumenta Quito alcanza los 18.000 por el ingreso de turistas de la habitantes, tanto en la provincia de Pichincha y otras zona urbana como en las vecinas como Esmeraldas y parroquias del cantón y en Santo Domingo de los Tsáchilas. los recintos esparcidos aquí En la cabecera cantonal y en y allá en las antiguas zonas de colonización y los alrededores, abundan paradores, hosterías, explotación maderera, en gran parte convertidas albergues y restaurantes. en lugares turísticos. Con una última mirada a la Afrodita en forma La zona, desde comienzos del siglo XX, fue de pez que aletea en la pileta municipal, damos ocupada por una primigenia migración negra vuelta para regresar, ya entrada la noche, a Pedro procedente de la costa pacífica, que vivía de Vicente Maldonado y al médico-guía-poeta que la pesca y la caza, además de la extracción de nos espera.
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Cacao. Foto Omar Ospina.
tratamiEntos y
acupuntura En El patronato
Texto y fotos de MarĂa Dolores Ponce Comunicadora Social
«E
n la espalda pueden manifestarse la mayor parte de órganos de nuestro cuerpo, por lo cual muchas veces padecemos dolores inexplicables, mediante la terapia milenaria con ventosas, podemos tener bienestar», dice Sam Song, mientras aplica unos pequeños recipientes de barro (ventosas) en la zona dorsal de un paciente del Centro de Salud del Patronato de Pichincha.
Esta técnica, además del efecto de la succión, es efectiva por el calor del fuego que ayuda a los poros de la piel para que se abran eliminando así factores patógenos.
Las ventosas se pueden aplicar de varias formas, pueden dejarse retenidas o fijas, pueden quitarse y ponerse rápidamente, pueden moverse una vez aplicadas, se pueden sacudir, girar. Una de las opciones consiste en colocar Este médico proveniente de la provincia de las ventosas y dejarlas inmóviles sobre la piel Pyong An-Sur de Corea del Norte, trabaja con entre 10 a 15 minutos. Otra opción, consiste el Patronato de Pichincha desde hace ocho en deslizar las ventosas por la espalda mientras años brindando atención con acupuntura, se mantiene el efecto ventosa. Para ello, antes moxibustión y ventosas a de colocarlas, se aplica aceite las personas que padecen sobre la piel para lubricarla diferentes enfermedades y y facilitar los movimientos. dolencias que pueden ir desde Esta segunda opción es tan un simple resfriado hasta agradable como un masaje; problemas cardiovasculares. eso sí, cuando se las retira, El tratamiento queda marcada la piel por un con ventosas no Es el caso de Freddy Cevallos, tiempo, aproximadamente una solamente cura quien a sus 43 años, ha semana. la parte física del padecido problemas del cuerpo, sino corazón, y recientemente tuvo Las ventosas que generalmente también un accidente cerebro vascular usan los médicos coreanos la emocional. que le provocó parálisis del son de vidrio y las traen de lado izquierdo del cuerpo. su país, pero muchas veces se Desde hace un mes, acude echan a perder en el viaje, por diariamente para que le lo que han decidido acudir practiquen el tratamiento con a los inicios de esta técnica ventosas a fin de mejorar el (3000 A.C.) y rescatar la arcilla riego sanguíneo, incrementar mediante el uso de pequeñas las defensas, oxigenar el vasijas de igual tamaño y cerebro y regular el metabolismo. forma que las ventosas de vidrio. «Conseguimos estas ventosas en el mercado de Santa Clara, y el resultado que obtenemos con los pacientes es exactamente igual que una ventosa de vidrio. Aplicación de ventosas A los pacientes les atrae mucho la técnica, a El tratamiento con ventosas es uno de los la que hemos bautizado como ventosa típica métodos terapéuticos empleados en la Medicina ecuatoriana», comenta un sonriente Sam Tradicional China, y se lo realiza en puntos Song que en todo este tiempo ha acogido el específicos en la espalda del paciente; la tradicional humor de nuestro país. combustión del oxígeno crea un vacío de aire El tratamiento con ventosas no solamente dentro de la ventosa que, al colocarla sobre la cura la parte física del cuerpo, sino también la piel, hace que se pegue a ella, que la succione. 123
emocional. A Santiago, de 35 años, el estrés le de acupuntura que permiten bajar hasta un kilo ha consumido gran parte de su desempeño lo cada semana. Según el doctor Sam Song «hay cual ha desembocado en un estado de depresión. pacientes que vienen por quince días, descansan Él no creía en este tipo de tratamientos, pero una semana y vuelven para continuar con el al ver la fe que su padre tenía tratamiento». en esta terapia alternativa, Cuando el paciente toma la lo intentó. Luego de acudir decisión de adelgazar con a diario –durante un mes–, acupuntura puede ser de gran la terapia de autorregulación ayuda. Al aplicar agujas en le ha ayudado a estimular su determinados puntos que curación, la misma que ha Sesiones posee el cuerpo y la oreja, complementado realizando diarias de se liberan endorfinas que deporte. acupuntura que provocan una sensación permiten bajar relajante que resulta ideal hasta un kilo Baje de peso para resolver todas aquellas cada semana con acupuntura situaciones de estrés, frustración o ansiedad que Al Centro de Salud del generalmente inducen, a Patronato de Pichincha las personas con problemas también se puede acudir al de sobrepeso, a comer más. acupuntor como terapia de Estas endorfinas influyen en primera elección en casi todas el sistema digestivo y en el las enfermedades y trastornos, hormonal, por esta razón la excepto en las urgencias. acupuntura para adelgazar ayuda a mantener un cierto equilibrio entre dos Uno de los tratamientos que llama la atención factores fundamentales que son el metabolismo de gran parte de los pacientes es bajar de peso. y la voluntad. Esto lo puede lograr mediante sesiones diarias
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Médico Sam Song aplica tratamiento con «ventosa típica ecuatoriana»
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