La comunicación en la historia sociotécnica de las tecnologías, comba toledo

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La comunicación en la historia sociotécnica de las tecnologías Autores: Silvana Comba y Edgardo Toledo

A modo de contextualización histórica Si en 1960 hubieran dejado de funcionar todas las computadoras muy poca gente lo habría notado. Unos cuantos científicos habrían visto demoradas las impresiones a partir de la última introducción de datos de las tarjetas perforadas. Tampoco se hubieran podido terminar algunos informes comerciales; y algunos sectores militares americanos se hubiesen encontrado con que no podían resolver cálculos de balística. Pero no hubiese ocurrido nada más que eso. Muy distinta es la situación en la actualidad. Si dejaran de funcionar todas las computadoras, las sociedades estarían condenadas a detenerse. En primera instancia, no tendríamos suministro eléctrico, pero aun cuando éste se mantuviera (lo que es poco probable), prácticamente todo se pararía. La mayor parte de los vehículos motorizados se detendrían ya que para funcionar dependen de microprocesadores. Tampoco habría ferrocarriles, metros, ni aeropuertos. No podríamos establecer comunicaciones electrónicas: dejarían de funcionar los teléfonos, la radio, la televisión, el correo electrónico y, por supuesto, internet. Retirar nuestro dinero del cajero automático o del banco sería imposible. En síntesis, las empresas, el comercio a gran escala y los gobiernos operarían únicamente en un nivel básico y con no pocas dificultades. Como se dice comúnmente cuando deja de funcionar la computadora, expresión que a la vez es muy gráfica, “se cayó el sistema”. En este caso el de las máquinas y por consecuencia el de las sociedades. Recordemos, no hace mucho tiempo atrás, las sensaciones de incertidumbre que generó el efecto 2000 cuando se empezó a decir que podían colapsar los sistemas informáticos al cambiar la numeración de los años. En menos de cuarenta años hemos pasado de los métodos manuales de control de la vida y la civilización (de trabajar manipulando puramente átomos) a casi depender por completo de las operaciones continuas de nuestras computadoras (trabajar con bits). Tal vez un abordaje fértil sería ver qué factores nos llevaron a estas formas de vivir (rodeados de artefactos y en esta época de comunicación digital) y de organizar nuestras sociedades con este tipo de herramientas. Sin duda que, en una primera instancia, para comprender el fenómeno aquí planteado tenemos que considerar los factores de orden técnico, pero sin dejar de lado lo social. Estos dos elementos comparten la constitución de la problemática. En una segunda instancia, y muy emparentada con la primera, es preciso entender que en el nuevo modo de desarrollo, el informacional, la fuente de productividad recae en la tecnología de la generación de conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos. Sin duda que en esta etapa en que se encuentra la sociedad y la productividad, nos dice Manuel Castells que el conocimiento, la información y la comunicación “son elementos decisivos en todos los modos de desarrollo, ya que el procesamiento de información siempre se basa sobre cierto grado de conocimiento y en el procesamiento


de la información. Sin embargo lo que es específico del modo de desarrollo informacional es la acción del conocimiento sobre sí mismo como principal fuente de productividad. El procesamiento de la información se centra en la superación de la tecnología de este procesamiento como fuente de productividad, en un círculo de interacción de las fuentes del conocimiento y el procesamiento de la información” (Castells, p.43) Podríamos aventurar que fueron las necesidades de interconexión de las nuevas organizaciones –grandes y pequeñas, con y sin fines de lucro, públicas y privadas- las que propiciaron la difusión explosiva de las computadoras personales y las redes informáticas desde la década del ‟70 –y, con mayor énfasis, en los últimos años. Las alianzas estratégicas de las que somos testigos día a día, las tercerizaciones, la toma de decisiones descentralizada de las grandes empresas, la operatoria de los fondos de inversión, etc. habrían sido imposibles de manejar sin el desarrollo de softwares que permitieran el uso flexible e interactivo de ordenadores conectados en red gracias a la comunicación digital. Los avances de las tecnologías informáticas de comunicación en red de los ‟90 estimularon el surgimiento de los nuevos procesos de gestión, producción y distribución interactivos que facilitaron la colaboración entre diferentes firmas y sus distintas unidades de negocios. Por eso la forma organizativa privilegiada de esta economía informacional/del conocimiento es la red. La eficacia de la organización en red “…parece estar en concordancia con las características de la economía informacional: las organizaciones de éxito son aquéllas capaces de generar conocimiento y procesar información con eficacia; de adaptarse a la geometría variable de la economía global; de ser lo bastante flexibles como para cambiar sus medios con tanta rapidez como cambian los fines, bajo el impacto del rápido cambio cultural, tecnológico e institucional; y de innovar, cuando la innovación se convierte en el arma clave de la competencia. En este sentido, la empresa red materializa la cultura de la economía informacional/global: transforma señales en bienes mediante el procesamiento del conocimiento.” (Castells, pág. 49) Estas tecnologías que supimos construir y hoy llenan los espacios de nuestro entorno son numerosas. Basta con ver a nuestro alrededor y nos daremos cuenta. Todas ellas tienen un principio básico de funcionamiento, que queda establecido bajo el paradigma al que antes nos referíamos, y podríamos sintetizar bajo el nombre de informacional. Las herramientas tecnológicas nos están proponiendo una pedagogía, instrucciones de uso, distintos usos (según contextos, procedencias, normativas sociales, etc.), modos de acoplarnos a ciertos sistemas que ordenan la vida económica, política y social. Para comprender los usos de las tecnologías este razonamiento nos conduce a historizar los acontecimientos. Así podemos establecer el contexto y precisar de qué hablamos cuando hablamos de usos sociales de las tecnologías. “La historia ayuda a combatir el territorio de la actualidad y nos conecta con la historia social, los dramas históricos de una nación y con los ecos-sonoros que todo lenguaje arrastra. La historización de los acontecimientos técnicos no tiene como función acumular datos sobre su genealogía. La operación va mucho más allá de la „genealogía de los inventos‟, a la que son tan afectos los teóricos postpositivistas de la ciencia y la técnica. La historia enseña, asimismo, a problematizar el futuro. La nuestra es la primera generación humana que le está legando al futuro problemas de los que no sabemos si los hombres posteriores van a estar en


condiciones, no ya de resolverlos, sino siquiera de si va a haber alguien allí para hacerse cargo de ellos: los residuos atómicos cuya vida „útil‟ supera los siete mil años, constituyen un ejemplo clásico. La polución de los mares, efecto, por primera vez, de la Revolución Industrial, es otro. Y al fin, es preciso desnaturalizar los productos de la organización técnica del mundo. Las tecnologías se nos presentan como naturales, como si fueran útiles, lógicas, como si nada hubiese que criticar en ellas. Pero no solamente tienen una historia, sino que en cada una de ellas está impresa la historia de luchas sociales cuyos desenlaces momentáneos han forjado éste, nuestro mundo. Para decirlo sencillamente: no se le puede creer a un discurso aquello que dice de sí mismo; no se puede describir la realidad con las categorías con que la „realidad‟ ha elegido justificarse a sí misma.” (Ferrer, p.73) En plena revolución industrial, los avances de la técnica solían ser visibles y contundentes. Es que esas monumentales fábricas, con sus colosales máquinas emanando humo por las chimeneas, los transformaban en un hecho cercano a nosotros y revelador a la vez. Hoy el “imaginario” asociado a la técnica puede verse a través de imágenes de síntesis. Por internet, y luego por la televisión, vemos cómo es el mapa genético de los seres vivos, las noticias de la nanotecnología o las tecnologías biométricas de control social. La imaginación tecnológica actual está dejando atrás la imagen de las titánicas máquinas, de los resplandecientes arcos voltaicos y de los rugientes motores a explosión. Los medios hoy nos anuncian que en el futuro viviremos en casas inteligentes controladas por computadoras obviamente inteligentes. Para llegar a estos cambios, y que esta publicidad tenga un cierto grado de credibilidad, el teórico Ferrer sostiene que “… no sólo el maceramiento de las metáforas técnicas en el habla cotidiana hicieron falta, sino también una agresiva e insistente pedagogía moral cumplida a través de la escolarización obligatoria y la práctica masiva de consumo de noticias. Y aunque no fueran nunca homenajeadas, en la evolución de la imaginación técnica colaboraron diversas profesiones y dispositivos: el catálogo de las grandes tiendas y la venta ambulante de electrodomésticos están vinculados uno al otro, tanto como las revistas de tirada masiva y la publicidad de nuevas tecnologías. En una época anterior, ingenieros y estadísticos, oficios de la cuantificación, asumieron el rol de movilizadores de la imaginación tecnológica del Estado y de la población. Todos ellos decidieron qué debía entenderse por bueno, por bello y por único, y qué por falso, erróneo y obsoleto, y qué objetos y saberes habían de ser idolatrados y cuáles defenestrados y declarados anacrónicos.” (Ferrer, p.2)

Tecnología y sociedad El hombre, a lo largo de su historia, ha realizado constantes evoluciones, que no son ni más ni menos que cambios en las estructuras de las formas de vida. Y ha elegido hacer estos cambios con máquinas. Es por ello que la historia del hombre se encuentra inseparablemente entretejida con la historia de las máquinas. Inventó armas para la caza; el fuego, la palanca, la rueda, un lugar donde poder refugiarse. En definitiva comenzó un largo camino de transformaciones. ( Drucker, pág. 41) De ahí en más, las invenciones sociotécnicas estuvieron siempre ligadas a dominar su entorno para mejorar la forma de vida.


Es de esta manera que el hombre llega al siglo XVIII dando un salto cualitativo en las formas de hacer las cosas, a partir de la creación de tecnologías como la máquina de vapor, la hiladora de varios usos, el proceso Cort en metalurgia y la sustitución de herramientas manuales por máquinas industriales para la producción. Si bien antes de estos inventos hubo innovaciones, éstas no representaron un gran cambio (radical y absoluto) en los órdenes sociales, económicos y culturales. Más aún porque al poco tiempo –aproximadamente 100 años- de haberse creado estas tecnologías le siguieron otras de igual importancia, ya que se desarrolló la electricidad, el motor de combustión interna, la química basada en la ciencia, la fundición del acero y el comienzo de las tecnologías de la comunicación, con la difusión del telégrafo y la invención del teléfono. Entre la primera oleada de inventos y esta segunda existen continuidades decisivas que permitieron el desarrollo del conocimiento científico para producir y dirigir un impulso tecnológico que, desde 1850 hasta nuestros días, no ha dejado de evolucionar. Pero lo crucial del invento de estas máquinas es que a partir de ellas el hombre fue construyendo la propia comprensión del mundo y de sí mismo, de la existencia de otros semejantes y de un mundo que es maleable y, hasta cierto punto, controlable. 1 Podemos distinguir tres o cuatro creaciones que nos parecen constitutivas para los grandes avances a los que hoy asistimos. Porque la sociedad ultra tecnologizada de hoy tiene su génesis en la creación de símbolos para comunicar, fuentes de energía barata necesaria para producir, distribuir y usar las máquinas y las prótesis, entendidas estas últimas como suplementos de los órganos del hombre para manipular y controlar la naturaleza. (Drucker, pág. 151) Para amplificar la visión, los microscopios y los binoculares; para los brazos, las palancas, palas y agarraderas; para la voz, el amplificador, el micrófono, el parlante y el teléfono y para la mente y el almacenamiento de datos, la computadora. El último desarrollo sería la constitución de redes a nivel planetario. Es desde la Segunda Guerra Mundial en adelante cuando tuvieron lugar los principales avances tecnológicos de la electrónica: la microelectrónica, las computadoras y las telecomunicaciones. El primer paso se dio con la invención del transistor de contacto, hecho en base a material de silicio. Con el proceso de fabricación bajo el concepto de miniaturización de precisión se logró el circuito integrado. Luego, el otro paso hacia delante fue dado por ingenieros de Intel que lograron con éxito el microprocesador, esto es, el ordenador en un chip. De este modo, el poder de procesar información podía instalarse en todas partes y esto, en gran medida, se logra debido a una mayor miniaturización con un alto grado de especialización, una velocidad y capacidad de almacenamiento cada vez mayor y un precio accesible para los chips. (Castells, Manuel) A partir de estos inventos y de la necesidad de transformación de la industria y la agricultura, la información empieza a cobrar relevancia. La producción, circulación y consumo de códigos de este modo se convirtieron en ejes fundamentales de las nuevas economías y, a la vez, ejes estructuradores de lo social/cultural. Los sistemas de fichas, las tablillas, la escritura y la imprenta, en su momento, marcaron grandes cambios en casi todos los aspectos de la vida y representaron un avance 1

Hoy la noción de control por el conocimiento técnico-científico está bastante cuestionada. Para ampliar sobre este tema ver, entre otros libros, “La sociedad del riesgo” de Ulrich. Numerosos autores enmarcados en el paradigma de la complejidad también tratan sobre este problema.


significativo para las sociedades. Hoy pareciera que estamos en una etapa de transición dentro de un gran ciclo evolutivo. Ciclo que empezó con lo que los historiadores llaman la primera revolución industrial (máquina a vapor, ferrocarril, acero, etc.) y la segunda revolución (electricidad, industria química, motores a combustión, etc.), siguió luego con una tercera fase (la electrónica, la aviación, la petroquímica, etc.) para llegar hasta la invención de la computadora, la comunicación en red, el software, la inteligencia artificial, la nanoingeniería y la biotecnología.

Referencias bibliográficas -

Castells, Manuel, “La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1”, Ed. Alianza, Barcelona, 1996.

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Ferrer, Christian, “Emblemas y oficios del imaginario tecnológico”, Mimeo, Buenos Aires, 1998.

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Druker Peter, Detrás de la revolución de la información. En evista La Factoría, Nro 13, 2001.


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