Fasc铆culo No. 22
ISSN 1900-3447
Direcci贸n de Acci贸n Integral Armada Nacional
Presentación A los marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre la historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre. Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado. Agradezco al señor Almirante Guillermo Enrique Barrera Hurtado, Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de mantener la edición de estos resúmenes. Este trabajo desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto. JORGE SERPA ERAZO Vicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia
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El Grumete Jaime Parra Ramírez Primer Almirante de Colombia Reportaje que Jorge Serpa Erazo le hizo el 31 de agosto de 2004
Solo hay un tema en la vida de Jaime Parra Ramírez: la Armada Colombiana. La profunda y meritoria dedicación a la Patria, los ideales y los sueños, la superación y el esfuerzo constante, llevaron a un joven, que en 1933 era Grumete a ser el primer Almirante de Colombia en 1973. (1) Quienes conocen al Almirante Jaime Parra Ramírez, aseguran que es una persona tímida, pero cuando derrite el hielo de la distancia, es muy simpático y agradable; tiene personalidad fuerte, memoria prodigiosa y la constante en todos los actos de su vida es la rectitud. Nació en Pamplona en el hogar formado por el Teniente del Ejército Néstor Parra y la señora Zoraida Ramírez Grumete 1933 de Parra. La familia Parra tiene vena y nervio militar; su abuelo fue Coronel y luchó en la Guerra de los "Mil Días". En 1954 contrajo matrimonio con la distinguida cartagenera Candelaria Juan, afamada tenista (quien vivía en el vecindario de la Escuela Naval, cuando estaba en Bocagrande), de cuya unión hay cuatro hijos, de los cuales, tres estuvieron vinculados a la Armada, habiendo llegado Jairo, el mayor, a Capitán de Navío. Uno de sus sobrinos es el Contralmirante Jaime Parra Cifuentes y Dora, hermana de su señora, se casó con el Almirante Jaime Barrera Larrarte. Aunque siempre en su vida de marino acertó, su lema favorito es: "Si las decisiones son Almirante 1973 sabias por la experiencia, la experiencia se adquiere con los errores". - ¿Cómo fueron sus primeros años y cual su primer contacto con la Armada Nacional? Yo nací el 20 de agosto de 1921, en Pamplona; estudié en el famoso Colegio San Tarsicio hasta tercero de primaria. Años más tarde con mi familia me trasladé a Bogotá y un día de 1932, que transitaba por una calle capitalina, quedé gratamente impresionado cuando conocí unos marineros del destructor "MC Antioquia". Esto de inmediato, me motivó a ingresar a la entonces Escuela de Grumetes que funcionaba a bordo del "MC Cúcuta". - ¿Cómo fue su experiencia en la Escuela de Grumetes? Mi vida de Grumete en esos años era muy dura. Luego del entrenamiento en el "MC Cúcuta", fui fogonero del destructor "MC Caldas", que fue adquirido con el "MC Antioquia", en el gobierno de Olaya Herrera en 1933, cuando la guerra con el Perú. Las incomodidades de estos buques eran muchas: calor insoportable en los ranchos; el ruido de las máquinas y calderas inaguantable; no había duchas, solo nos suministraban un balde de agua al día, para bañarnos sobre cubierta. El agua era controlada y racionada porque la traían de Jamaica. Los tripulantes de los destructores que eran todos ingleses no gustaban del agua de Cartagena porque suponían estaba contaminada. La
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rutina era igual a la de ahora, con las tres guardias de 4 horas, pero las reglas permanentes eran disciplina, aseo y orden. - ¿Toda la tripulación, oficiales, suboficiales y marinería de los destructores eran ingleses? - Sí, toda la tripulación de los destructores era inglesa, oficiales y marinería; los colombianos fuimos entrando a la Armada poco a poco. En este punto yo quiero destacar a los dos primeros oficiales navales colombianos, Eduardo y Carlos Fallon, que eran colombianos pero se nacionalizaron como ciudadanos americanos. Su padre era Cónsul de Colombia en New Orleans. Ellos realmente fueron los primeros oficiales colombianos de la marina colombiana, valga la redundancia. Los dos hermanos estuvieron simultáneamente en el "MC Mariscal Sucre"; Carlos, el más antiguo, Comandante y Eduardo como segundo. En 1941, cuando Estados Unidos entró a la Segunda Guerra Mundial, ellos se vincularon a la Armada americana. - Comentan que usted de marinero era buena "manga" - De joven se tienen muchas aventuras, amores y peleas. Pero me acuerdo con la nitidez que dan los años, que el 31 de diciembre de 1937, me enfrenté con 4 tipos en un bar, cerca de los muelles de Cartagena, y los saqué corriendo. - ¿Cómo fue su ingreso a la Escuela Naval y cuáles sus compañeros? - En 1940 siendo maquinista cuarto, me retiré la Armada para alistarme como marino en alguna de las Armadas de los países que estaban peleando en la Segunda Guerra Mundial. Compré un pasaje para ir a Panamá, pero la despedida en Cartagena fue larga, me emborraché con unos amigos y me dejó el buque. En medio del guayabo, me encontré con el famoso profesor de matemáticas Rafael Carmona, quien, para consolarme, me sugirió entrar a la Escuela Naval de Cadetes y él me sirvió de "palanca". Entonces ingresé como integrante del "glorioso" contingente "dos" y me correspondió el número 02-066. Entre los reclutas de mi curso y Cadetes más antiguos recuerdo a Forero González Darío, González Jaramillo Darío, Hoyos Jaramillo Hernán, Maldonado Gamarra Pedro, Ochoa Saldarriaga Alfonso, Otoya Arboleda Alfonso, Posse Villabona Heriberto, Rodríguez Zamora Luís C., Saavedra Alfonso, Salcedo Cortés Mario, Taua Suárez Jorge, Valenzuela Jesús, Amézquita Plata Leonidas, Castañeda González Eduardo, Casteblanco Jaime, Flórez Acuña Guillermo, Morales Figueroa Rafael, Perico Valderrama Aurelio y Romero Ballestas Francisco, entre otros - ¿Y sobre su vida de Cadete? De Cadete navegué en los cañoneros "MC Pichincha", "MC Carabobo", "MC Junín" y "MC Mariscal Sucre". Llegué a ser Brigadier Mayor de Batallón a los dos años de haber ingresado. Era muy bueno para las matemáticas. En el primer año me fue "regular", porque ocupé el segundo puesto; pero en el segundo, tercero y cuarto año, ocupé el primer puesto. Para mí realmente fue muy difícil la vida de Cadete; para superarme y progresar, me levantaba dos horas antes del "alza arriba" con el fin de estudiar matemáticas y otras materias. Al final, nos graduamos ocho Guardiamarinas el 2 de noviembre de 1943, siendo director de la Escuela Naval el entonces Teniente de Navío Juan A. Pizarro García. - ¿Hasta qué año los buques de la Armada tenían de prefijo las iniciales MC? En 1947 el Contralmirante Baquero cambió las iniciales "MC" que significaban Marina Colombiana por "ARC". - ¿En su contingente casi todos tenían apodos usted se acuerda de algunos? Claro, me acuerdo de "Lilo" Amézquita, de "Lalo" Castañeda, del "Pelao" Casteblanco, de "Florito" Flórez, del
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"Sordo" Morales y de "Pachín" Romero. El "Búho Cabrera que también era compañero murió de una enfermedad en 1943. - ¿Y, cuál era su sobre nombre? - Me decían "Jairo” - ¿Cuéntenos sobre su famosa travesía desde Puerto Leguízamo a Cartagena en la "MC Antares" en 1946? - Empecemos por el principio, la "MC Antares" la construimos en Puerto Leguízamo en tan solo tres meses, con pura madera. Todos los que estábamos allí éramos solteros, solo había energía eléctrica de las 18:00 a las 21:00 horas y los que nos ayudaron a construirla trabajaron gratis. Yo podría afirmar que con la construcción del "MC Antares", la ingeniería naval colombiana nació en Puerto Leguízamo. La travesía de Puerto Leguízamo a Cartagena, duró 103 días. Zarpamos cuatro tripulantes Arturo Echeverry, oficial de Infantería de Marina, Agustín Smith, un asistente de apellido Cagua y yo. En Belén de Pará, Agustín Smith tuvo que retirarse por enfermedad, entonces seguimos los tres restantes (Arturo Echeverry era hermano de Gilberto Echeverry, quien fue Ministro de Defensa de Samper; secuestrado y asesinado el año pasado en Antioquia cuando un comando del Ejército pensaba liberarlo). Zarpamos el 19 de mayo de 1946 y atracamos en Cartagena el 3 de septiembre del mismo año. Cuando arribamos a Venezuela, llegamos en condiciones lamentables pues llevábamos 38 días sin bañarnos, estábamos mal comidos y mal dormidos. No nos recibieron ni el Embajador, ni el Cónsul, pero afortunadamente, nos encontramos con Cristóbal Restrepo, un amigo colombiano quien nos ayudó en tan difícil trance. Como no teníamos documentos un funcionario de la aduana venezolana empezó a investigarnos y a seguirnos. Entonces fue donde el Director de la Escuela Naval para informarle que había "tres forajidos indocumentados". El Director era el "Che" Hernández, un apreciado amigo quien le dijo al funcionario de la aduana que, esos "forajidos indocumentados", eran realmente marinos colombianos y entre ellos estaba su amigo el Teniente Jaime Parra. - ¿Dicen que Arturo Echeverry era un oficial muy simpático? -Efectivamente, Arturo Echeverry era simpático y muy querido. Como anécdota, le cuento que un día lo fui a visitar a su casa en Medellín. Estaba enfermo, pero mantuvo el buen humor. Para hacerle un cumplido, le dije que tenía unos zapatos muy bonitos, entonces, sin mediar palabra se los quitó, le dijo a su esposa que trajera una bolsa, los empacó y me los dio. - ¿Qué otras anécdotas de esa época recuerda? -Hay una muy graciosa que tiene connotaciones internacionales. En 1945 hubo un incidente con el Brasil, cuando al cañonero "MC Cartagena", al mando del Teniente de Navío Luís M. Riveira Avendaño, colisionó en la desembocadura del río Putumayo con el buque mercante brasilero "Ajudante", pereciendo 45 personas, entre ellas el Obispo de Tonantins. Para arreglar el problema con el vecino país, enviaron al Capitán de Navío Valenzuela, quien propuso la siguiente solución: "Colombia reponía el buque hundido, les enviaba un obispo y les encimaba 4 curas con 20 monjas". Es importante anotar que el "MC Cartagena" fue exonerado por una comisión binacional, debido a que el teniente Riveira cumplió al pie de la letra con el reglamento internacional. Otra anécdota ocurrió cuando estábamos en Hawai, entrenando para ir a Corea. El Comandante de la fragata "ARC Padilla" era, mi paisano, el Capitán Reyes Canal, que siempre ha sido muy estricto. Un día nos llamó la tención porque después de los entrenamientos nos íbamos de rumba a tomar trago. Al final de su reconvención le preguntó al Teniente de Navío Néstor Ospina (héroe del combate de Guepí en la guerra con el Perú y oficial de administración). ¿Qué haría usted si hay un ataque de aviones enemigos? Ospina respondió – mandaría una señal diciendo ¡marica el último!- Todos soltaron la risa incluido el Capitán Reyes Canal.
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- ¿Cómo les fue a los marinos colombianos en la Guerra de Corea? - Los marinos colombianos cumplimos con nuestra misión y tuvimos reconocimiento internacional. Sobre la participación de la fragata "ARC Padilla" en Corea, se han escrito muchas páginas, especialmente, el Capitán Reyes Canal, ha escrito varios libros al respecto. Pero yo quiero destacar el éxito que tuvo entre las mujeres, el entonces Teniente de Navío Oscar Herrera Rebolledo, primer oficial de la unidad. La famosa actriz Doris Day se enamoró perdidamente de Oscar, quien se le tenía que esconder. Cuando llegamos en mayo de 1951, a la bahía de Sasebo, para vincularnos con otros 231 buques e integrar la Fuerza de Tarea 95, a órdenes del Contralmirante Allan Smith, hubo unos días de descanso para visitar los sitios de interés y los cultivos de perlas. Con el Teniente Herrera Rebolledo fuimos a una casa de geishas, allí le preguntaron qué geisha le gustaba y él señaló a una hermosa oriental que estaba compartiendo con otro tipo. Herrera le mandó un trago y se la quitó. Además de estas virtudes de "Don Juan", Oscar Herrera era un virtuoso pianista, compró un piano en Long Beach, antes de zarpar a Corea, lo ubicó en cámara de oficiales de la Fragata y lo inauguró en la navidad de 1950. - ¿De cuáles buques fue comandante? -Fui comandante de 9 buques, a saber, de las fragatas Tono, Brión y Padilla; de los destructores Antioquia "viejo" y Cartagena; del remolcador Bogotá, del Antares y del destructor sueco “ARC 20 de Julio”. - ¿Qué recuerdos tiene de sus épocas de Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico? -Realmente una de las cosas que más me afectó como marino fue el encallamiento de la fragata "ARC Almirante Padilla", cuando era comandante de la Fuerza Naval del Atlántico. Ocurrió el 28 de mayo de 1964, en el momento que el buque se aproximaba a San Andrés, por error de navegación, se encalló en los arrecifes de "Midle Cay", Cayo Bolívar. Su comandante CC Mario Sierra Zornosa, al ordenar marcha atrás, el casco se rasgó y se inundaron los cuartos de máquinas, calderas y todo lo que estaba en la cubierta baja de la unidad. Doce días después de tratar infructuosamente de salvar la "ARC Padilla", que era entonces el buque insignia de nuestra Armada, recibí de su comandante la Bandera de Guerra que acababa de arriar de la fragata. Fue una ceremonia impresionante y muy triste para mí. En la "ARC Padilla" estuve en Corea como segundo y más tarde fui su Comandante. Ese día, 9 de junio de 1964, algo de mí se quedó en la Padilla… - ¿Por qué en su comando se acabaron los buques petroleros y se trató también de cerrar Conastil? -En la Armada había dos clases de marinos, los que navegaban en los petroleros y los que tripulaban los destroyer, pero la mayoría de los marinos quería estar a bordo de los petroleros. Así las cosas, para acabar con esa división decidí, por el bien de la Institución, acabar los petroleros, porque esa no es función de la Marina de Guerra. Quiero destacar que Manzanillo se construyó con las utilidades obtenidas con la venta de los petroleros. Por ejemplo, el apreciado Capitán Felipe Mantilla navegó 25 veces de Mamonal a Buenaventura, sin bajarse del buque. Sobre Conastil, se dice que yo la quise acabar y la realidad es otra. Esta empresa tenía maquinaria muy valiosa pero no tenía uso. Al final el sindicato acabó con Conastil.
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- ¿Por qué las tripulaciones de los submarinos se entrenaron en el Perú? -Siendo Comandante de la Armada, se adquirieron los submarinos "ARC Tayrona" y "ARC Pijao" en Alemania, pero los oficiales colombianos fueron entrenados en el Perú. Los americanos cobraban mucho y los peruanos no cobraron nada. Eso se le debe al Almirante Manuel Fernández que vino a inaugurar el Parque de los Almirantes en Cartagena. Cuando le pregunté, cuál sería el valor que cobraría el Perú por el entrenamiento de nuestros submarinistas, me respondió: "Si me vuelves a hablar de eso no hay entrenamiento". Cuando se inició el programa en la Escuela de Submarinistas, ¾ partes de los alumnos eran colombianos y ¼ peruanos. - Usted a la fecha es el COARC que más ha durado en el cargo, le sigue el actual Comandante Mauricio Soto. Yo estuve seis años de Comandante de la Armada y solicité mi retiro tres veces, pero el Presidente Misael Pastrana no aceptó. Por último, ante mi insistencia, me envió al Perú de Embajador, donde duré otros seis años. Cuando el Gobierno cambió, fui ratificado por el presidente López Michelsen. - ¿Cuáles fueron los momentos más gratos y los más amargos de su carrera naval? - El momento más amargo lo tuve el día que tomé la decisión de retirar de la Armada a mi mejor amigo, que era Segundo Comandante, Almirante Oscar Herrera Rebolledo, por un malentendido ocurrido en Cali; también me dolió en el alma retirar al Almirante Wills Olaya. Por otra parte, la pérdida de la "ARC Padilla", cuyos detalles ya comenté. Para un comandante perder un buque es una tragedia. El momento más grato fue mi ascenso a Almirante. - ¿De sus compañeros a quiénes recuerda? - Recuerdo mucho al CN Monzón Coronado, al CN Ing. "Machucante" Rodríguez Zamora y Luís Alejandro Escamilla. Desde luego, todos mis superiores, todos mis compañeros y todos mis subalternos tienen un pañol en mi corazón. - ¿Qué piensa de la Armada actual? Como persona de pocas palabras, puedo manifestar que la Armada Nacional tiene excelente comandante con el Almirante Mauricio Soto y todo su equipo de trabajo se está cumpliendo con la difícil tarea de conseguir la paz para Colombia. - Unos consejos para los marinos de Colombia El marino que se case y esté sirviendo en un buque, su mujer tiene que tener paciencia, porque su marido tiene otro matrimonio… con el mar. (1) El único oficial que llegó a tener el grado de Almirante conferido durante la época de la independencia fue Luis Brión por decreto de Bolívar, después del combate de Los Frailes en 1816. Luís Brión era oriundo de Curazao. Con relación al General de División José Prudencio Padilla, el grado de Almirante nunca le ha sido conferido por medio de un acto jurídico.
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40 años ydemuerteladeagonía un coloso Por Carlos Arturo Navas Vanegas “Hombres buenos y barcos malos son mejores que hombres malos y barcos buenos” Velados los ojos por las lágrimas, el Capitán de la Fragata “ARC Padilla” Buque-insignia de la Armada Nacional, Mario Sierra Zornosa, desciende por babor al bote de rescate siendo las nueve y cincuenta de la mañana del 9 de junio de 1964, para alejarse definitivamente de su nave, doce días después de haber encallado en los arrecifes de “Midle Cay” en el archipiélago de San Andrés y Providencia. Luego, tan solo falta que las autoridades navales dispongan lo necesario para volar el buque, mediante cargas explosivas. El día y la hora de los funerales de la “Padilla” serán posteriormente acordados. En la noche se recibe la autorización del Comando de la Armada al plan acordado por el Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico, Capitán de Navío Jaime Parra Ramírez. Este programa contiene todas las instrucciones y detalles del ceremonial, para el abandono y fin de la nave insignia. La mañana brumosa pone un toque fúnebre a la denominada “área de emergencia”. Por los teleobjetivos del “ARC Antioquia” se puede observar claramente cómo las olas gigantescas golpean sobre la popa del coloso aprisionado entre una muralla de arrecifes. Barrida por los torbellinos de espuma, la cubierta aparece solitaria, sin la menor huella de vida. A las ocho de la mañana del 10, el Capitán Sierra se reúne con su tripulación, hace la última anotación en el cuaderno de la bitácora y se dispone para el abandono. Simultáneamente, en el “Antioquia” el Capitán Parra Ramírez y los altos oficiales de a bordo, coordinan los detalles finales de algo que han estado temiendo durante muchos días. A las 9, un pequeño bote se aleja por entre el mar excesivamente “picado” y con muchas dificultades se acerca a la “Padilla” por el costado de babor. El Comandante y sus oficiales, en traje de parada permanecen de pie, en actitud “firmes” mientras los cañones del “Antioquia” disparan una salva de 21 cañonazos. A su lado navegan, el “Pedro de Heredia” el “Sunbird” de la Armada Norteamericana y el viejo petrolero ARC “Blas de Lezo” ya un poco cansado de la vida marinera. En la cubierta de todos los buques oficialidad y tripulación en impecable formación asisten a un acto realmente impresionante y mientras se escucha la salva y un corneta entona el “Himno del Compañero” la bandera colombiana desciende del mástil de la “Padilla” hasta las manos del Capitán Sierra quien la dobla cuidadosamente. Luego, todo ha concluido. El Comandante y sus oficiales descienden hasta el bote por una escalerilla improvisada. De acuerdo con los reglamentos navales el último en hacerlo es el Capitán quien toma asiento en proa vuelta la cara hacia la Fragata. La embarcación se aleja peligrosamente dando tumbos en medio de grandes olas. Mudo, hierático, con los ojos empañados por las lágrimas, conteniendo los sollozos, el Capitán Sierra permanece ajeno a las maniobras del
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patrón del bote para evitar una tragedia. Solo el ruido del oleaje, y el lejano timbre de los clarines rompen el silencio que guardan los últimos tripulantes de la “Padilla” condenada a muerte. La llegada al “Antioquia” constituye una escena de patética dignidad. El Comandante sube a cubierta en donde recibe el saludo del Capitán Jaime Parra Ramírez y de los oficiales que lo acompañan. El momento culminante de la ceremonia tiene lugar cuando el Capitán Sierra hace entrega del pabellón nacional al Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico. Arrugado, húmedo, desgarrado en parte, el pabellón vuelve a la Armada Nacional, después de ondear durante muchos años, bajo el cielo de los mares calmados, bajo las tempestades, en la paz y en la guerra en el palo mayor del buque insignia de nuestra marina de guerra, varias veces condecorado en lejanos países. Luego solo resta celebrar el entierro de la “Padilla”. Esto tendrá lugar en un próximo amanecer, cuando la nave vuele en pedazos al estallar 300 libras de TNT en los puentes, en las bodegas, en la Santabárbara. Entre tanto, el Comandante Sierra Zonrosa, como recordando una pesadilla relata los momentos que antecedieron a la catástrofe. Su voz se hace un poco temblorosa cuando dice: “Por un instante sentí un frío que me recorría todo el cuerpo. En una milésima de segundo me di cuenta de que la fragata estaba tocando fondo. Luego vi una intensa luminosidad en la proa señal de que habíamos encallado. Traté de mantener el control de mis facultades con el propósito de ordenar las maniobras que fueran necesarias. Ordené marcha atrás con toda la potencia de las máquinas, pero ya era demasiado tarde. Sentí como si mis nervios se desgarraran, como si se rompiera algo dentro de mí. Hice todo lo posible pero fue inútil. La pérdida de mi buque es algo que las gentes de tierra no podrán comprender. Los buques despiertan en quienes los conocemos y tripulamos, un hondo afecto, un cariño, que solo se puede confundir con el de los seres más queridos. Un buque es algo vivo que responde a nuestros deseos, a nuestros mandos, hace parte de nosotros mismos y antes que un montón de hierro es casi una persona… sí, una persona muy querida”. Son las tres y treinta de la tarde; brigadas del “Antioquia” colocan cargas explosivas en todas las partes vulnerables de la “Padilla”. Ellas se encargarán de prender fuego a la Santabárbara, inundada de agua y aceite. Cuando esto suceda, la fragata volará en pedazos y sus restos quedarán sepultados en el fondo del mar, cubiertos de rocas coralinas, de algas, de almejas que serán su eterna tumba. Y como si se tratase de un personaje mitológico, un pequeño genio, encarnado en una rata impidió, trozando los cables que unían todos los sistemas de detonantes que la fragata volara en pedazos en el primer intento que se hizo para su total destrucción. Vino luego una segunda operación con la misma finalidad, pero fiel a su tradición, rebelde, indómita, la “Padilla” se negó a morir. Heroicamente resistió todos los embates. Nada pudieron contra su coraje ni las cargas de TNT, ni el fuego que posteriormente y por más de una hora le hicieran los cañones del “Antioquia”. Obstinada en que su imagen no se borrara de la memoria de todos los marinos, su cadáver con una leve inclinación a babor aún continúa allí, un poco momificado y esquelético, en permanente vigilancia. Ni la furia del mar pudo con ella…
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" Ese mar fue tu vida, tu ideal y tu sueños”
Por Brigadier General Gabriel Puyana García Presidente Honorario de la Asociación de los Oficiales Veteranos de la Guerra de Corea Hablo en mi carácter de presidente Honorario de la Asociación de los Oficiales Veteranos de la Guerra de Corea por delegación del Señor General Raúl Martínez, su actual personero, a quien este infausto deceso, lo sorprende ausente de la ciudad, y también del Cuerpo de Generales y Almirantes por honrosa distinción de su presidente General Alberto Guzmán quien por razones de salud no puede acompañarnos, para unir mi voz a esta despedida, o mas propiamente a este hasta luego, al más cabal y representativo líder de los caballeros del mar que hoy parte hacia lo eterno en cumplimiento de los designios supremos, dejando a la Fuerza Naval huérfana del más auténtico de sus símbolos vivos y de uno de sus mas preclaros hijos. En medio de esta amargura, me complace decir que lo hago también con la aquiescencia de su esposa y de sus hijos en estas dolorosas circunstancias que nos quiebran el alma y para expresarles a todos ellos, los profundos sentimientos de nuestra condolencia y de nuestra solidaridad afectiva.
¡Señor ALMIRANTE Jaime PARRA RAMÍREZ… ¡querido jefe, compañero y amigo de toda la vida! Ya un representante de tu amada Fuerza y de tu propia sangre ha hecho la evocación afortunada de lo que fuera tu lúcido perfil profesional, como paradigma de los jefes del mar desde tus mocedades de grumete hasta alcanzar los máximos honores del Almirantazgo y llegar a comandar la Armada de tu Patria y que después de tu retiro, continuaras prestando sus valiosos servicios en las gestiones diplomáticas. Yo simplemente quiero como compañero de armas en la campaña de Corea, pasar brevemente por lo que sin duda marcó para tu reciedumbre de hombre y de militar integro, la más trascendental experiencia de tu vida de marino, como fue la de llegar a realizar tu carrera en la escuela de la realidad sobre los mares y bajo los cielos del Asia milenaria, donde jamás se había pronunciado el nombre de Colombia, hasta que un día al despuntar el alba, desde el puente de mando de la Fragata “Almirante Padilla” donde fungías como segundo a bordo, avizoraras los muelles de Yokuska en las proximidades de Yokohama parar cerrar así esa primera etapa que como antesala de esa guerra te correspondería vivir. Allí, obnubilado por el inmenso honor que significaba representar a la patria, voluntariamente permaneciste durante casi tres años, desempeñando tu cargo de segundo al mando, en las tres primeras fragatas que llegaron a la zona de operaciones como elementos integrantes de la 5ª Flota de la Naciones Unidas, para repeler la agresión de Corea del Norte y de la China comunista, en aquellos anhelos del expansionismo soviético que para bien de la libertad universal pudieron frustrarse oportunamente. Bolívar dijo alguna vez, que “no hay ningún lugar demasiado lejano para ir a luchar en él, por la Libertad”, y esa fue la motivación de los soldados y de los marinos desde aquel 1º de noviembre de 1950 , cuando hiciste parte de la primera avanzada que zarpó hacia la aventura de cortejar la muerte en mares extraños , bajo los nobles ideales de
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la libertad en defensa de una nación injustamente agredida y para que al dar a conocer nuestra bandera se pudiera pronunciar en todo el mundo el nombre de la patria, entre las 22 naciones de los pueblos libres que atendieron el llamado a la lucha solidaria. No obstante haber nacido en la brumosas cumbres de tu Pamplona señorial, muy lejos del mar, quizás apenas imaginado en tus sueños de niño con tus barquitos de papel sobre las aguas gélidas del río Pamplonita de tu villa natal, había en la genes de tu raza, aquellos rasgos propios de los hidalgos hijos de Otún de Velasco y de Pedro de Usúa que desde España llegaran a nuestras breñas impulsados no tanto por el afán del oro, sino por ese amor apasionado por la aventura y por la libertad que ha sido para la especie humana el elemento fertilizante de su compleja historia. Fue esa misma fruición que tú viviste cuando siendo un mozalbete, sobre unas pocas tablas con un viejo motor de automóvil Ford Modelo 28, con dos compañeros más improvisaste el “Antares” y te lanzaste por el Putumayo y el Amazonas en busca del Atlántico con rumbo a Cartagena la heroica, como fuera tu memorable hazaña. La Cruz de Boyacá, sobre tu percho casi adolescente, reconoció desde entonces esos talantes esenciales de tu personalidad de Jefe, como fueron, tu sencillez, tu tenacidad y tu osadía que te harían triunfar en todas tus empresas y aventuras y que contribuyeron a templar tu carácter, propio de tu estirpe santandereana para servir mejor los intereses de tu Armada y de tu patria. Con no poca frecuencia, aquí en este lugar donde trasciende la presencia de Dios, nos hemos congregado muchas veces y lo seguiremos haciendo, para cumplir con este ritual, que dentro de la aflicción ante lo ineluctable, reafirma nuestra fe de Cristianos con la certidumbre de la bienaventuranza que propicia nuestra resignación de creyentes, condición ésta que sin respetos humanos, siempre supiste ostentar con sencillez pero con verdadero orgullo que siempre supimos admirar.. Señor Almirante Parra, tus compañeros “Los Veteranos de Tierra y de Mar” unidos bajo el peso de tu sorpresivo zarpe final, reafirmamos nuestro orgullo profesional , cuando recordamos que después de la experiencia de Corea, se acostumbró a hacer tanto en el Ejército como en la Armada una simple distinción: la de referirse al Ejército o a la Armada de antes de Corea, o después de Corea, porque la enseñazas allí adquiridas y luego llevadas a la práctica, constituyeron una verdadera reforma integral de estas dos fuerzas, hecha con sangre en un escenario universal y combatiendo a lado de los Ejércitos y de las Armadas mas poderosas del mundo en aquellos tiempos. De allí se aprendió y se enseñó a los nuestros, lo que vivimos intensamente en las angustias de la guerra, aún cuando no pocas veces trate de desconocerse esta indiscutible afirmación. Todos sabemos que tu nombre estará ligado para siempre con la llegada del Velero “Gloria” a nuestra institución naval, cuando un señor General de Caballería comprendió la importancia que tu le hiciste entender, que para la mística de la fuerza del mar, tenían esas velas y esos aparejos sobre un fondo de jarcias, que resumían la historia de muestra gloriosas tradicionales navales. Querida Candelaria y todo los suyos: Hace mucho tiempo en ocasiones como estas, he venido repitiendo que Dios en su infinita bondad, jamás quita nada de lo que nos da y es por ello que la muerte, debe entenderse como lo que es; apenas una parte consubstancial de la vida misma, por cuanto nos lleva al goce infinito del Altísimo. En pocas horas, Señor Almirante, en cumplimento de tu respetable voluntad, tu cuerpo envuelto en ese tricolor que tanto amaras, se elevará sobre los cielos de la patria, para llegar a tu acogedora Cartagena y de allí en una de las naves de tu Fuerza, se enrumbará hacia las coordenadas que tu indicaste para llegar al punto en donde se cumplirá el acto final. Vibrarán los clarines con su grito lastimero entre el dolor de las salvas marineras y tu humanidad aún tibia por la brisa del mar, se precipitara al fondo del abismo. Entonces recordaremos a Neruda:”!Amo el amor de los marineros que besan y se van y una noche se acuestan con la muerte te en el fondo del mar!”. Desde la cubierta o desde donde nos encontremos, te veremos desaparecer rápido, pero tu recuerdo se izará como una bandera desafiante a los vientos, repitiendo esas palabras que enmarcaron tu personalidad: ¡Entereza. ¡discreción! ¡sencillez!, ¡ tenacidad y coraje!. ¡Hasta luego Señor! , como dicen los marinos, ¡hasta pronto Querido Jaime!, como les decimos a nuestros amigos directos. Sabemos que no está lejano el reencuentro y con efusiva alegría espiritual presenciamos cómo el Señor sale a recibirte en sus portales celestiales con sus brazos abiertos! ¡Señor Almirante, querido Jaime, descansa para siempre sobre el fondo de ese mar que fue tu vida, tu ideal y tu sueño!”.
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"En el mar su tumba y aquí su recuerdo” Palabras del Señor Almirante Orlando Lemaitre Torres
Jaime Parra Ramírez ha partido al encuentro con la eternidad. El Grumete, el Suboficial, el Cadete, el Brigadier Mayor, el oficial más antiguo de su promoción, más adelante, el Teniente, el Capitán y el Oficial de insignia, en el desempeño sucesivo de cargos como oficial de División, Jefe de Departamento, Segundo Comandante y Comandante de distintas unidades mayores de la fuerza naval; Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico; Segundo Comandante y Comandante de la Armada, para finalmente alcanzar allí en este cargo, por primera vez, el máximo rango del escalafón Naval: Almirante de la Armada Nacional. Jaime Parra Ramírez, el Almirante ungido con tres estrellas, fue marino por naturaleza - fue un marino integral. Su carrera transcurrió a bordo de los buques, siempre en el mar, las aguas del mar, que quiso siempre, fueran albergue final de su cuerpo, el cual en breves minutos estaremos embarcando a bordo de la ARC “Independiente”, para entregarlo a las profundidades del mar Caribe, dando cumplimiento a sus deseos. Como recuerdo vivo, deseo mencionar brevemente algunos rasgos del Almirante Jaime Parra, en el transcurso de su carrera de marino que fue muy dura desde sus inicios. Sin embargo, ello no fue óbice para sobreponerse y obtener siempre el primer puesto en los estudios que realizó y en los distintos cursos que hizo como oficial. El Almirante Parra fue un amante de la lectura, dedicó innumerables horas a los libros.- mucho de su tiempo libre lo dispuso para estudiar historia y analizar episodios, tácticas y estrategias de la guerra naval. El Almirante Parra también se caracterizó como un buen amigo de sus compañeros y siempre brilló por la lealtad con superiores y subalternos. En su condición de Comandante desarrolló inmensa actividad social. Fue un hombre de recios principios morales y profesionales. Quiso y supo afrontar serios desafíos al mar, como aquel viaje en el velero "Antares" hacia 1956, que el mismo construyó con tres compañeros utilizando madera del Putumayo y desde Puerto Leguízamo se lanzó en una aventura marinera hasta Cartagena, llevando como tripulación dos neófitos en la briega y la maniobra de veleros.
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Permanecer por más de tres años consecutivos, como Segundo Comandante, de las fragatas “Almirante Padilla”, Capitán Tono y Almirante Brion, en aguas de Corea. Soportar dos días de tormenta - frente a las costas de los Estados Unidos - a bordo del ARC “Antioquia” en la condición de Comandante, adoleciendo la unidad de graves problemas estructurales y de estabilidad que impedían una adecuada maniobrabilidad. He querido presentar a todos ustedes, en palabras sencillas y de manera sucinta, lo que fue y representó para mí el Almirante Jaime Parra Ramírez. Y hoy, antes de entregarlo a las profundidades del Caribe, lo presento como paradigma del oficial naval colombiano. Él amó la institución con pasión, sin reparos e incondicionalmente, hasta el último aliento de su existencia y el postrer estertor de su inmenso corazón de marino. Candelaria, Jairo, Néstor, Agustín, Arturo, familiares, compañeros, amigos, miembros de la Armada Nacional, el mejor homenaje para el Almirante Parra es mantenerlo vivo en el cofre de nuestros recuerdos para que sus enseñanzas, su ejemplo y su condición de hombre probo constituyan una luz de guía, para las generaciones que se preparan en el trajinar de las cubiertas y en arte de la profesión naval. En la Escuela Naval de Cadetes rezará así en su epitafio: En el mar su tumba y aquí su recuerdo Muchas gracias
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Almirante Jaime
Parra Ramírez
Resumen del funeral escrito por el señor Contralmirante Jairo Cardona Forero
El viernes cinco de enero a las 06.00, en el sector Alfa del Muelle de la Base Naval ARC Bolívar, se realizaron honores fúnebres navales al Señor Almirante Jaime Parra Ramírez, presididos por el Señor Almirante Guillermo Enrique Barrera Hurtado Comandante de la Armada Nacional, la asistencia del Vicealmirante Edgar Augusto Cely Núñez, Vicealmirante Jaime Parra Cifuentes, Contralmirantes Gabriel Arango, Álvaro Echandia, Roberto García y Ricardo Galvis; estuvieron presentes Doña Candelaria Juan de Parra, sus hijos Jairo, Néstor Agustín y Arturo, sus nueras y nietos, Almirantes, oficiales y suboficiales retirados, el gobernador de Bolívar, el alcalde de Cartagena, el Comandante de la Policía de Bolívar, representación del personal naval de las unidades operacionales y dependencias de la guarnición naval. Allí, tomó la palabra el Señor Almirante Orlando Lemaître Torres, quien con acento sentido hizo un recuento de la vida del Señor Almirante Parra, exaltó su calidades humanas, sus cualidades profesionales, resaltó los dones de líder y su espíritu marinero. Concluidos los honores, en tierra el féretro del Señor Almirante Parra fue conducido a bordo de la fragata “ARC Independiente” por seis tripulantes del buque y colocado en la popa al costado de estribor; posteriormente, se embarcaron en la fragata los familiares e invitados, minutos después, la unidad zarpó, hizo tránsito por la bahía y puso rumbo al área Zulú, ubicada aproximadamente a 10 millas al oeste de Bocachica. En cercanías de las coordenadas previstas para cumplir la última voluntad del Señor Almirante Parra como es entregar su cuerpo a las profundidades del mar Caribe, se realizó un corto oficio religioso a cargo del Capellán de la Fuerza Naval del Caribe, se efectuaron honores de pito de acuerdo con el Ceremonial Marítimo, se retiró y se dobló al estilo marinero el Pabellón Nacional que cubría el féretro; se retiró la parte superior del mismo, con precisión cronométrica, los seis marineros tomaron el cuerpo del Señor Almirante Parra que previamente había sido envuelto en un talego de lona, (que él mismo había seleccionado tiempo atrás para ese propósito), lo colocaron sobre una plataforma de madera ubicada sobre la borda perpendicular a la línea de crujía, a manera de balancín; de inmediato inclinaron hacia estribor dicha plataforma y se entregó al mar el cuerpo del Señor Almirante Jaime Parra Ramírez. Por el sistema general de altavoces (megáfono) del “ARC Independiente”
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se escuchó una pitada corta y a continuación: “Almirante Jaime Parra Ramírez sale…..” sentencia que caló en el alma y estrujó los corazones.
La mirada de tristeza al infinito del J.T. Valverde en el sepelio de su comandante
En las mismas coordenadas anteriores, se lanzó una corona al mar como homenaje de la Armada Nacional al Señor Almirante Parra. El “ARC Independiente” efectuó una evolución, por el costado de estribor a la altura donde flotaba la corona formó la tripulación y se realizaron los últimos honores al hombre que desde Grumete, escaló todos los grados de oficial, se ungió con los galones dorados del almirantazgo, tomó el timón de los destinos de la Armada Nacional y sirvió a Colombia con la fuerza de un espíritu patriota y el empeño arrollador de su personalidad marinera.
Acto seguido, en la cubierta de vuelo de la fragata, el Señor Almirante Guillermo Enrique Barrera Hurtado con sentidas palabras les entregó a Doña Candelaria, a Jairo, Néstor Agustín y Arturo el Pabellón Nacional que cubrió el féretro y una carta de navegación (Col. 201), con la ruta trazada hasta el área Zulú y las coordenadas donde descansan los restos mortales.
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