Fasc铆culo No. 41
ISSN 1900-3447
Direcci贸n de Acci贸n Integral Armada Nacional
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Presentación A los marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre la historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre. Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado. Agradezco al señor Almirante Álvaro Echandía Durán, Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de mantener la edición de estos resúmenes. Este trabajo desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto. JORGE SERPA ERAZO Vicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia
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Almirante Jaime Eraso Annexi Comandante que forjó el futuro de la Armada Colombiana Debido a la importancia que reviste para la Historia Naval, este relato transcribe el reportaje al Almirante Jaime Eraso Annexi, que publicó la Cyber-corredera N° 127, donde se plasman los recuerdos de un oficial naval cuya trayectoria y valiosos servicios prestados a la Armada Colombiana son reconocidos por las diferentes generaciones de la marina de guerra que transformó y modernizó. Se trata del señor Almirante Jaime Eraso Annexi, oficial egresado de la primera promoción de la Escuela Naval, en 1938 y quien llegó a ser Comandante de la Armada Nacional con el grado de Capitán de Fragata en 1954, cuya gestión es reconocida como una de las más importantes de nuestra marina de guerra. Por tal motivo en esta edición, los amantes de la historia y los entusiastas lectores tendrán el testimonio exclusivo y el cautivante relato de un distinguido marino colombiano que no había dado ninguna entrevista. Es importante anotar que el Almirante Eraso falleció el 8 de marzo de 2010 falleció en Miami, ciudad donde residía. Sus restos se encuentran en la Capilla Stella Maris de la Escuela Naval. El Almirante Eraso es un oficial hidalgo, distinguido, inteligente y animoso, que lleva todos los dones de la vida en su corazón. Trabajador y organizador de primer orden que comprendió los problemas de su fuerza; patriota que detectó las limitaciones y resolvió los problemas cuando estaba al mando de la Armada. Su retiro prematuro significó, frenar con marcha atrás, el impulso de un acorazado que, navegando avante a toda máquina, transformó la fisonomía de la querida Armada. El señor Almirante Jaime Eraso Annexi, nació en la ciudad de Pasto, siendo el cuarto hijo del matrimonio de Braulio Eraso y Consuelo Annexy, cuya boda se realizó en Bogotá. Su padre conoció a Consuelo, hija del Cónsul General de España en Colombia, cuando viajó a la capital a estudiar Ingeniería Civil y de Minas. Por tradición familiar, el último hijo del matrimonio lo bautizaban teniendo como padrinos a sus hermanos mayores. Así, su hermano, el Contralmirante Guillermo Eraso Annexi, además de ser su hermano menor, también era su ahijado, “razón por la cual siempre se portó bien”.
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En el año de 1943 estando de oficial de planta y profesor de varias materias de ingeniería naval en la Escuela Naval contrajo matrimonio, en Cartagena, con Alicia Gutiérrez de Piñeres Torres, de cuya unión hubo cinco hijos: Jaime Eduardo, María Eugenia, Gustavo y Luly. Siguiendo la tradición, los padrinos de la última hija fueron el hijo y la hija mayor. En la Escuela Naval de Cadetes, fue su acudiente el General Jorge Martínez Pérez, también oriundo de Pasto (compañero de promoción del General Gustavo Rojas Pinilla), quien en esa fecha era Teniente Coronel y Comandante del Batallón de Infantería Cartagena.
¿Que motivó a un joven de Pasto a ingresar a la Armada Nacional? A la edad de 12 años después de haber terminado los estudios primarios en el Colegio de la Inmaculada Concepción de los Hermanos Maristas en Pasto, viajé con mi padre a Bogotá e ingresé como alumno interno al Colegio de San Bartolomé, donde me gradué de bachiller en 1934. Por aquella época, el transporte terrestre hacia el sur era imposible por la falta de carreteras, entonces para disfrutar mis vacaciones en Pasto, viajaba por tierra hasta Buenaventura, de allí en un barco de la Línea Real Holandesa de Vapores hasta Tumaco, continuando por carretera hasta llegar a Pasto. Este viaje de ida y regreso lo realicé unas tres veces, permitiéndome conocer el mar. Ya graduado de bachiller, mi primer pensamiento fue estudiar medicina, pero esta carrera me parecía demasiado larga y no cuadraba con mi temperamento. En esos días salió en la prensa un anuncio, invitando a jóvenes de 18 a 20 años a ingresar a la Escuela Naval que se abriría en Cartagena; esto me llamó mucho la atención; me parecía la gran aventura de mi vida, realicé la aplicación y presenté los exámenes de admisión tanto académicos como físicos, los cuales aprobé. En las mismas condiciones se encontraba un grupo de aspirantes en todos los departamentos del país, habiéndoles otorgado una cuota a cada uno de ellos. En febrero del 1935 ya se habían incorporado entre 25 o 30 aspirantes, con quienes establecí una amistad muy agradable, pues a todos nos animaba la aventura que iniciábamos. Estuvimos en Bogotá desde febrero hasta principios de mayo, cuando viajamos a Cartagena.
¿Cómo fue su llegada a Cartagena? Cartagena para mí en particular, desde la escuela primaria, era una ciudad remota, conocida por su importancia en la historia patria que se estudiaba intensamente y la imaginaba como fortaleza más que como una ciudad. El viaje a Cartagena lo hicimos por tren de Bogotá a La Dorada, donde abordamos un barco de río, de propulsión a rueda, llamado “Castillo y Rada”, navegamos río abajo hasta el puerto de Calamar; en el camino fuimos recogiendo algunos aspirantes de los departamentos ribereños, lo que mostraba que había en el fondo una organización muy seria trabajando sincronizadamente, porque todos cumplieron sus itinerarios. La llegada a Cartagena fue al final de la tarde, nos recibió un oficial inglés; nos hicieron formar, pasaron lista, etc., luego nos embarcaron en una lancha que nos llevó hasta el MC Cúcuta.
¿Como era la Armada cuando ingresó? Todos ignorábamos lo que era una institución o flota naval. No existía Armada, había un departamento anexo al Ministerio de Guerra, que se llamaba Dirección General de Marina y el director era el Coronel Hernando Mora Angueira, quien fue su primer director.
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Poco a poco comenzaron a integrar la Marina oficiales asimilados de otras fuerzas, la mayoría del Ejército, quienes habían combatido en los ríos del sur en el conflicto con el Perú. Otros provenientes de la antigua Escuela Naval de 1904, oficiales que cuando se clausuró dicha escuela, fueron enviados a estudiar a la Armada Española y una vez finalizaron estudios, pasaron al retiro, pero por la guerra con el Perú fueron llamados al servicio activo; en este momento se echaba mano a todo elemento que pudiera ser útil para estructurar la naciente marina de guerra.
¿Qué recuerdos tiene de la misión inglesa? Por el conflicto con el Perú, el gobierno colombiano adquirió los destructores MC Caldas y MC Antioquia totalmente tripulados por ingleses, desde su comandante hasta el último marinero. Parte importante de esta misión naval fue el personal asignado a la nueva Escuela Naval, com o Director y comandante de los Cadetes el Capitán de Corbeta Ralph Binney, y un teniente inglés de apellido Sharktey. Posteriormente fueron reemplazados por oficiales colombianos, algunos ya trasladados al escalafón naval y otros provenientes directamente del Ejército. Los aspectos de rutina diaria, de la organización interna ya han sido suficientemente relatados en otros reportajes, como el de mi compañero el Almirante Orlando Lemaitre. Quiero mencionar otros aspectos que considero también importantes relacionados con la Escuela Naval de entonces, como el profesorado y el grupo de oficiales encargado, la parte disciplinaria, militar y naval. En la parte docente es necesario mencionar al doctor Luis Thorin Casas, quien ejercía las funciones de Director de Estudios y entre los profesores más notables estaban los doctores Alberto de la Calle y Alfonso Rentería Mallarino. Los estudios, especialmente de matemáticas eran muy completos y profundos, lo mismo física y química, que nos proporcionaron excelentes bases para el futuro. En el aspecto naval militar, inicialmente tuvimos al entonces Teniente de Navío Luis Baquero Herrera y al Capitán Daniel Amórtegui del Ejército.
¿Cuál es el oficial que más recuerda? Recuerdo al Teniente de Navío Luis Baquero Herrera como el oficial de más carácter, sentido humano y entusiasmo.
¿Su concepto sobre la misión inglesa? La misión inglesa, a quién se le asignó la creación de la marina de guerra colombiana, se puede decir era el retrato exacto de la Royal Navy, por su profesionalismo y cooperación en todo sentido. Es necesario recordar de manera especial al cuerpo de oficiales, presidido por el Almirante Bell-Salter y, desde luego, en la Escuela Naval, al Capitán Binney. Importante agregar que cuando llegamos al tercer año de Escuela, los estudios se dividieron en las tres especialidades de la línea profesional para oficiales navales: ejecutivos, ingenieros y administración.
¿Cómo se originó la primera “Corredera”? Aquí podemos hablar de la creación de “La Corredera”, “La Murga Naval” y “la Hora Naval” en Radio Fuentes. “La Corredera” fue fundada y dirigida desde su primer número por el Cadete Guillermo Barriga Casallini, como editor el Cadete Marcos Ariza y como caricaturista y dibujante el Cadete Belarmino Vargas. “La Corredera” se imprimía en mimeógrafo en tres o cuatro hojas, hasta cuando la Escuela pasó a funcionar en tierra. Vale la pena mencionar que el Cadete Barriga se gradúo con la primera promoción, el 11 de Noviembre de 1938, permaneció en servicio activo hasta el grado de Capitán de Corbeta, cuando se retiró
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de la Armada y se fue a vivir a los EEUU con su esposa americana; falleció hace pocos años y durante toda su vida llevó en su alma a la Armada. Por aquellos tiempos organizamos una murga, a la que le pusimos el pomposo nombre de Orfeón de Turbaco, con los siguientes instrumentos: guitarra el Cadete Alfredo Ballesteros, bandola el Cadete Juan Riveros, tiple el Cadete Gerardo Bravo y dulzaina el Cadete Jaime Eraso. Esta murga, además de amenizar abordo del MC Cúcuta, deleitaba la “Hora Naval” que logramos se transmitiera por Radio Fuentes una vez a la semana con el objeto de hacer divulgación de la Marina y servir de vínculo con la gente de Cartagena. Pienso, que fue un importante programa radial, que antecedió al programa transmitido por televisión en el gobierno militar llamado “Mares y Marinos de Colombia” y dirigido en forma fabulosa por el Teniente de Navío Guillermo Fonseca Truque.
¿Cómo eran las actividades navales de aquella época? Entre las actividades sobresalientes, como parte de las prácticas estrictamente de la profesión naval se destacan las siguientes: una o dos veces al año en los destructores Caldas y Antioquia, se practicaba tiro con el armamento principal. En estas prácticas de tiro los Cadetes ejecutivos se entrenaban para disparar un cañón; los Cadetes ingenieros madrugábamos para ir a bordo de los destructores, levantar presión de las calderas, hacer el alistamiento de los departamentos de máquinas para el zarpe, que normalmente era después del la izada del pabellón. Cuando esta ceremonia se iniciaba, los ingenieros ya llevábamos tres o cuatro horas trabajando en las máquinas y calderas de los destructores. Estos ejercicios de tiro eran una competencia entre los dos destructores y en más de una ocasión, el cañón tripulado por los Cadetes ejecutivos obtuvo las mejores marcas en los blancos situados a una distancia bastante apreciable, lo que mereció que ese cañón ostentara la “E” de eficiencia y que trajo orgullo, alegría y festejo a la Escuela Naval. Otro episodio importante durante los años de escuela, casi al final de nuestro curso, fue el desembarco de una compañía del Batallón Cartagena que existía en ese entonces en Cartagena, organizado por la misión inglesa en las playas de Coveñas, en el Golfo de Morrosquillo. Los ingleses crearon una especie de Task Force con el buque transporte MC. Cúcuta Cúcuta, algunos buques auxiliares de la Armada y los dos destructores. Los Cadetes tuvimos la misión de desembarcar a los soldados que estaban a bordo del MC Cúcuta, descendiendo por la escala de gato de un costado del buque para ocupar los cutters y algunas balleneras que tripulábamos los Cadetes, lo mismo que las lanchas. Nosotros hacíamos el papel que hacen hoy en día los landing crafts, nos desacoderábamos y transportábamos los soldados hasta la playa, donde los ayudábamos a saltar a tierra para que continuaran con la misión que les habían asignado. Esta fue una gran experiencia que nos dio motivación profesional.
¿Qué anécdotas tiene de los embarques? El principal embarque tuvo el siguiente itinerario: la primera escala fue en Santa Marta; luego atracamos y desembarcamos en la Guaira (Venezuela) para ir en bus a Caracas; allí desfilamos por sus calles hasta el Panteón Nacional, lugar donde descansan los restos del Libertador Simón Bolívar. El desfile se hizo con fusil al hombro bajo un torrencial aguacero. Posteriormente atracamos en Fort de France (Martinica), y la última escala, antes de regresar a Cartagena, fue San Juan de Puerto Rico. Aparte de las largas singladuras donde los Cadetes ejecutivos practicaban navegación y marinería, los ingenieros nos ence-
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Escuela Naval en Caracas 1937
rrábamos en los cuartos de máquinas y calderas, y del aspecto instructivo, hubo dos cosas importantes: en Santa Marta el Capitán Binney, hombre muy activo, organizó para los Cadetes una excursión hacia la Sierra Nevada, cuya marcha y objeto final, era un punto llamado Vista de Nieve; salimos temprano de Santa Marta y caminamos, subiendo y subiendo, hasta llegar al atardecer a la finca El Recuerdo, propiedad de don Pablo García, quien era un ex-Cadete de la Escuela Naval de 1904; allí pernoctamos y al día siguiente muy temprano continuamos la marcha hacia Vista de Nieve, una especie de picacho con vista panorámica hacia los picos blancos de la Sierra Nevada. Después de un breve descanso y aprovechar las quebraditas cristalinas para asearnos, regresamos a Santa Marta, donde la sociedad del lugar nos atendió en forma espléndida y con la coordinación del Cadete samario Luis Rivera, persona muy sociable y simpática, nos ofreció una fiesta de recuerdo imborrable denominada “Sevilla”. En la isla de Martinica, el Capitán Binney también se salió con la suya, organizando una excursión a las ruinas de la antigua ciudad de Saint Pier, destruida totalmente hacía muchos años por la erupción del volcán Mount Pelle. Esa fue una excursión que yo llamo tipo Binney, porque a él le encantaba tener a los Cadetes en permanente actividad como si fuesen de movimiento contínuo. Otra anécdota (fuera de contexto) sucedió un día de franquicia; tropezamos con un agradable bar llamado “La Coupole”, manejado por una simpática negrita martiniqueña de nombre Annette. Allí, como resultado del bajo costo de la botella de champaña (un dólar), nos excedimos de copas hasta el amanecer. Nos levantamos con un “guayabo” terrible y teníamos un partido de football con un equipo local y, es de suponer, que con el “guayabo” la paliza que nos dieron fue inmisericorde. No fuimos sancionados solo amonestados y claro cargamos con la vergüenza de la derrota. En San Juan de Puerto Rico estuvimos cuatro o cinco días, dedicados a actividades sociales, turísticas y de descanso, la gente muy hospitalaria y agradable. Se realizaron otros embarques como cuando llevaron al MC Cúcuta al dique seco a Panamá. El zarpe de destructores a maniobras y también cabe mencionar los tres guardacostas que estaban integrados a la Marina: Junín, Carabobo y Ayacucho; como se nota, sus nombres invocan gestas militares y no navales. Estos buques fueron adquiridos mucho antes de la formación de la Dirección General de Marina, para el servicio de Guardacostas y luego incorporados a la Marina. En estos cañoneros tuvimos experiencias de mar magníficas, y luego, cuando ya obtuvimos el grado de oficial fueron nuestros primeros comandos de buque y jefaturas de máquinas, una mezcla de experiencia con responsabilidad.
¿Cuándo ocurrió el cambio de la MC a la ARC? A nosotros en la Escuela Naval se nos formó un espíritu de cuerpo que poco a poco fue respondiendo el interrogante con que nos iniciamos en la Escuela, de considerar qué había por delante para nosotros y cuál iba a ser su futuro. Mucho influyó en el espíritu nuestro, la Ley 105 de 1936 que creó como la tercera Fuerza de las Fuerzas Militares a la Armada Nacional; desde ese momento desapareció la sigla MC y apareció la eterna ARC.
¿En esa época la Escuela desfiló en Bogotá? La Escuela participó en varios desfiles en Bogotá, con ocasión de aniversarios, celebraciones, posesión de presidentes; causando siempre la admiración por la novedad que representábamos y que nosotros la captábamos; por nuestro permanente interés y actitud de sentirnos superiores a los Cadetes de las otras escuelas, como creo en efecto lo éramos.
¿Cómo fue la ceremonia de Graduación? La ceremonia de graduación de la primera promoción se realizó el 11 de noviembre de 1938, en el edificio que hoy ocupa Infantería de Marina. Entonces existía únicamente el bloque central. Fue muy hermosa, elegante, severa y al mismo tiempo alegre; estuvo presidida por el entonces Presidente de la República Doctor Eduardo Santos; asistieron su esposa, varios ministros, autoridades locales y las familias
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cartageneras de las madrinas de grado, tradición romántica que se creó y se mantiene desde esa ceremonia. Nos graduamos 28 Cadetes entre ejecutivos e ingenieros de los 41 que ingresamos en el 1935. La anécdota curiosa de esta ceremonia es que la fecha de graduación estaba programada para el mes de febrero, es decir tres meses más tarde. Hacerlo antes, a un grupo de Cadetes nos pareció altamente inconveniente porque cortaba algunos programas y que los dejaríamos inconclusos, más que todo de matemáticas y decidimos, para manifestar nuestra inconformidad, pelarnos la cabeza a rapé, de manera que cuando llegó la fecha de graduación, unos diez Cadetes estábamos completamente calvos, pero claro, con las gorras, esto se disimuló. Este hecho no trajo ninguna consecuencia y nos salimos con la nuestra. Mi madrina de grado fue la señorita Paulina Gómez Navarro. Solo el guardiamarina Agustín Rey, primer oficial en contraer matrimonio, lo hizo con su madrina Alicia Durier.
¿Cómo fue su primer crucero de Oficial? Mi primera asignación de oficial como guardiamarina (entonces era el equivalente al actual grado de Teniente de Corbeta); fue la de ingeniero ayudante (aprendiz) en el destructor Caldas, e hice los viajes cuando el buque salía a dique seco o a maniobras. Cuando la Misión Inglesa tuvo que regresar a Inglaterra debido a la situación conflictiva de la Segunda Guerra Mundial, fue remplazada por una misión de la US Navy, de diferente carácter; era una misión asesora que consideró importante dar buen entrenamiento a los jóvenes oficiales y se decidió enviar a cuatro guardiamarinas ingenieros a la US Navy a recibir entrenamiento en destructores americanos. Así fue como a principios de 1939 fuimos seleccionados los guardiamarinas Julio Cesar Reyes, Hernando Barriga, Ricardo Azuero y yo.
¿Cuéntenos su experiencia abordo de unidades de la US Navy? Embarque para recordar siempre, aquel abordo del crucero americano USS Salt Lake City. Embarcamos en Cartagena hacia Estados Unidos, donde fuimos destinados cada uno a un destructor distinto. El entrenamiento era absolutamente práctico, siguiendo los programas americanos para ser oficiales ingenieros. Fue una experiencia satisfactoria para nosotros y para la Armada. Los cuatro destructores casi nunca navegaban juntos, pero nos veíamos con relativa frecuencia, pertenecían al “Escuadrón 10” de la US Navy, que cubría las 200 millas de la llamada “Zona de Neutralidad”, establecida en un decreto del gobierno americano al estallar la guerra en Europa, para la defensa de las Américas, ejerciendo un constante patrullaje antisubmarino en esta zona. Cuando las cosas se pusieron muy críticas, se dio por cancelada nuestra misión de estudio y regresamos a Colombia. Igual programa se adoptó con los cuatro guardiamarinas ejecutivos, que siguieron más o menos el mismo tipo de instrucción pero comenzando meses más tarde. Al regresar a Colombia mi primera asignación fue nuevamente la de Ingeniero Ayudante en el ARC Caldas, pero esta vez con más experiencia. Estuve en el cargo poco tiempo, siendo trasladado a la Escuela Naval como oficial de deberes generales, e instructor de ingeniería en varias asignaturas como resistencia de materiales, construcción, arquitectura y propulsión naval. En cierta forma un trabajo agobiador; las cosas había que hacerlas con escasez de personal pero con exceso de voluntad creativa.
¿El 9 de abril de 1948 a usted le tocó mantener el orden en Barranquilla. Cuáles son sus recuerdos de aquella luctuosa fecha? Yo continué como oficial de planta de la Escuela Naval hasta 1946, siendo durante el último año Director de Estudios. En 1946 fui designado Director de la Escuela de Grumetes hasta cuando se transformó en el
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Centro de Entrenamiento Naval “ARC Barranquilla” en 1949, habiéndose agregado una nueva actividad para el entrenamiento de suboficiales técnicos. De común acuerdo con el Comando de la Segunda Brigada asumí, con el Personal Naval, el control y patrullaje de la ciudad de Barranquilla el 9 de abril de 1948, como consecuencia del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá. La 2a Brigada cubría con el Batallón Nariño los municipios del departamento del Atlántico y el Terminal Marítimo de Barranquilla; la ciudad quedó a cargo de la Armada; afortunadamente en Barranquilla hubo pocas reacciones violentas. Además, la Armada era muy querida y respetada, de manera que tuvimos plena colaboración de la ciudadanía barranquillera y la satisfacción que no se presentaron mayores actos de violencia. A finales de 1949 regresé a Cartagena como Director de la Escuela Naval, hasta mediados del 52, cuando tuve que viajar a los EEUU a una cirugía delicada en la garganta y las cuerdas bucales so pena de perder la voz.
¿Dónde estaba usted cuando llegó el General Rojas Pinilla a la Presidencia? A mediados del mes de mayo del 53 a mi regreso de los EEUU, ya ascendido a Capitán de Fragata Ingeniero y gracias a Dios con la salud recuperada, viajé a Bogotá a recibir instrucciones sobre mi nueva destinación. Debido a la gravísima violencia política que existía en el país, en el ambiente se percibía y se mencionaba que podía sobrevenir un golpe de estado como en efecto sucedió el 13 de Junio del 53. Ese día asistimos a Palacio cuando se rumoraba que se estaba gestando el golpe de estado, más que todo en calidad de espectadores y presenciamos los acontecimientos que sucedían en el Palacio de Nariño, cuando el General Rojas regresó de su finca de Melgar y había sido destituido como Comandante General de las Fuerzas Militares. En realidad el General Rojas no quería asumir el poder y por el contrario respaldaba y quería que el doctor Urdaneta Arbeláez, reasumiera la Presidencia, cargo que venía desempeñando como encargado por enfermedad del Dr. Laureano Gómez, Presidente elegido, pero ese día reasumió la Presidencia, cambió al Ministro de Guerra Lucio Pabón Núñez y destituyó al General Rojas, cosa que el doctor Urdaneta no aceptó. Luego el doctor Gómez, desapareció prácticamente y por esta circunstancia, se presentó realmente vacío de poder y no un golpe de estado, al estilo cuartelazo. Repito fue llenar un vacío de poder. El General Rojas transmitió por radio su alocución anunciando que asumía la Presidencia para acabar con la horrenda violencia política, y fue respaldado entusiastamente por las Fuerzas Armadas y la opinión pública. Pasados unos días, comenzó a conformarse el primer gabinete del nuevo gobierno. El entonces Capitán de Navío Rubén Piedrahita, quien era el Comandante de la Armada fue nombrado Gerente del Instituto de Crédito Territorial -ICT- y en su reemplazo fue designado el Capitán de Navío Juan A. Pizarro, quien era CFNA. También un nombramiento importante fue el del Capitán de Navío Luis A. Baquero como Director General de Aduanas. Varios oficiales ocuparon cargos importantes en diferentes dependencias del Estado; como en mí caso que fui nombrado Director de la Aduana de Buenaventura en el mes de Julio de 1953, donde permanecí hasta mediados de abril de 1954.
¿Cómo llegó un Capitán de Fragata a ser Comandante de la Armada Nacional? Estando en Buenaventura recibí una llamada telefónica de la Presidencia; me dijeron que por orden del General Rojas me presentara con carácter urgente en Palacio. El susto para mí fue muy grande porque pensé que había cometido un error o algo grave, que yo no sabía, había sucedido. Al presentarme en Palacio el Jefe de la Casa Militar Teniente Coronel Ignacio Rengifo me dio la noticia que me iban a nombrar Comandante de la Armada y subiera al Despacho del General Rojas. Era la primera vez que yo hablaba frente a frente con él.
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El General Rojas me dijo: “Mire Eraso, la Armada anda mal y lo voy a nombrar Comandante, vaya a la oficina del Coronel Rafael Navas Pardo -quien era el Comandante de la Brigada de Institutos Militares-, a recibir instrucciones”. Esto me pareció extraño. Inmediatamente me presenté en la Oficina del Coronel Navas, quien me ofreció un whisky y hablamos frivolidades, pero al entrar en materia, me dijo: “El Presidente lo va a nombrar Comandante de la Armada; al asumir el mando usted tiene que solicitar el retiro de unos oficiales”, me presentó una lista y todos eran capitanes de fragata de mi curso. Yo le respondí que si esa era la condición para asumir el Comando de la Armada, no aceptaba y prefería regresar a Buenaventura. Al Coronel Navas no le gustó mi respuesta, pero me dijo: “Hable con el Presidente y explíquele sus razones”. Efectivamente, al día siguiente regresé a Palacio (ya estaba la Presidencia funcionando en el Palacio de San Carlos), subí a su despacho, previa cita programada. Al General Rojas le expliqué exactamente lo mismo que al Coronel Navas Pardo; él se quedo un rato pensativo y me dijo: “Mire Eraso, me gusta su actitud, porque para mí, la lealtad es una virtud y esa virtud genera confianza; por lo tanto, le confirmo mi decisión de nombrarlo Comandante de la Armada; si durante su comando usted considera que hay mérito para retirar algunos oficiales, se lo hace saber al Ministro de Guerra”. Desde luego, esto nunca sucedió; durante mi comando no se retiró a ningún oficial de la Armada por voluntad del gobierno. No pude asumir el cargo inmediatamente porque tuve que regresar a Buenaventura a entregar el cargo de Administrador de Aduanas que entonces se llamó “Intendente General del Puerto de Buenaventura”, para centralizar la administración del puerto y de los servicios bajo un solo mando. Entregué el cargo al Coronel retirado de la Fuerza Aérea Enrique Santamaría Mancinni y regresé a Bogotá. Me presenté al General Rojas para agradecerle su confianza y me encontré con la novedad que, el decreto por el cual se me nombraba Comandante de la Armada Nacional, en el cual además se hacían numerosos traslados, había salido con fecha de abril. El relevo de mando se hizo más o menos el 20 de mayo, reemplazando al Capitán de Navío Juan A. Pizarro, quien fue enviado a Washington como Agregado Naval. Ese mismo día, informé por radio a todas las unidades de la Armada el siguiente mensaje: “A partir de las 12 del día de hoy asumo el mando y administración de la Armada Nacional”. No hubo ceremonia de relevo, simplemente una formación en la guardia y la presencia de los oficiales del comando.
¿Su primer viaje a Cartagena como Comandante de la Armada? No recuerdo bien la fecha pero si los hechos. Mi primera visita a Cartagena la realicé formando parte de la comitiva de viaje que hizo el General Rojas a Santa Marta y luego a la Guajira; yo ordené desplazar una fragata a Santa Marta para que la Armada estuviera presente en esa visita e invité al General Rojas a navegar de Santa Marta a Cartagena, cosa que él no pudo aceptar por interferir con su programa de trabajo, pero yo si me embarqué en la fragata y navegué hasta Cartagena, e hice mi primera visita entrando por mar, además se aplicó el rígido protocolo naval para un Comandante Armada abordo.
¿Cómo empezó la modernización de la ARC? En la conversación que tuve con el Presidente Rojas Pinilla para confirmarme Comandante de la Armada, me expresó su intención de modernizar la Armada, para lo cual yo debería presentarle un plan completo; entonces empecé a pensar lo que esto significaba. Mi primer objetivo fue conocer qué proyectos estaban en desarrollo. Existían tres de significación: primero, el muelle marginal de la Base que estaba suspendido por falta recursos; segundo, en Barranquilla con la Unión Industrial, se había iniciado la construcción de tres cañoneros de río y el tercer proyecto, era la adquisición de un destructor pero no a nivel Comando y se tenían tres ofertas: de Estados Unidos para proveer un destructor usado de la clase Fletcher; otra, de la Gran Bretaña para un destructor de la clase Daring y, la tercera, de los astilleros suecos Kokuns y Gotarverken, para construir dos destructores de la clase Holland.
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Una cosa importante realicé en mi visita a la Base Naval, después de inspeccionar la Cámara de Oficiales, que era tal vez el edificio más viejo, pues desde comienzos de la Dirección General de la Marina, tuvo múltiples usos, primero albergó a la Escuela de Maquinistas, que funcionó por lo menos dos años antes de iniciar labores la Escuela Naval; después albergó la Escuela de Grumetes, por consiguiente estaba en un estado de deterioro total, sin reunir las condiciones de confort e higiene para servir como Cámara de Oficiales. Así las cosas, se ordenó al departamento técnico de la Base alquilar o conseguir con el municipio de Cartagena la maquinaria apropiada para demoler ese edificio y construir una nueva cámara. Se dio un plazo de tres semanas para la demolición. Al regresar a Cartagena no quedaba del edificio sino el hueco y en Bogotá ya se había considerado la necesidad de construir la nueva cámara y se había establecido contacto con tres o cuatro constructoras para que presentaran planos. Mientras tanto, los oficiales que estaban alojados en la cámara, que no eran muchos, se alojaron unos en la Escuela Naval y otros en las unidades a flote. Las intenciones para modernizar la Armada que tenía el General Rojas, fueron para mí un seguro; esto sumado a la excelente colaboración del cuerpo de oficiales a nivel de Comando Armada y las excelentes relaciones que establecí con el Ministro de Hacienda Carlos Villaveces; con el Director de Presupuesto Capitán de Administración de la Armada Enrique Gamboa, etc. También menciono aquí a los oficiales que tal vez tuvieron más influencia en el desarrollo de los proyectos de la Armada, como el Contralor General de la República, Coronel Alberto Ruiz Novoa y las simpatías que despertó la idea de modernizar la Armada en el comandante General de las Fuerzas Armadas General Alfredo Duarte Blum y del Ministro de Guerra General Gabriel Paris Gordillo.
¿Cómo fueron sus relaciones con el Contralmirante Rubén Piedrahita Arango? Primero con el Capitán Piedrahita, nombrado por el general Rojas Pinilla, Gerente del Instituto de Crédito Territorial y luego Ministro de Obras Públicas, operábamos en diferentes órbitas, pero siempre teníamos relaciones personales muy cordiales. La Armada le rindió dos homenajes, uno con motivo de su nombramiento como Ministro, y otro, cuando ascendió a Contralmirante, con el Capitán de Navío Luis Baquero.
¿Cuál fue la clave de su éxito en esta rápida transformación de la Armada? Es importante anotar que, en el Gobierno Militar, las relaciones no eran entre instituciones sino entre personas, y yo me di cuenta de eso, entonces logré sacar gran ventaja, para beneficio de la Armada. Así se logró la adquisición de un bloque completo del conjunto habitacional Antonio Nariño, destinando los apartamentos a las familias de los oficiales navales del Comando en Bogotá, también se compraron otros inmuebles en el norte de Bogotá que se destinaron al Jefe de Estado Mayor Naval, al Jefe de Operaciones Navales y al Director de Administración, además se adquirió la casa para el Comandante de la Armada.
¿Cómo se decidió la compra de los destructores suecos? En realidad no hubo cambios en la estructura naval que se venía gestando a través de los años en los diferentes y sucesivos gobiernos. Donde sí hubo cambios fue en las realizaciones para seguir las intenciones y materializar los deseos del General Rojas Pinilla. Este proceso fue bastante acelerado, se continuó con la construcción del muelle marginal, la nueva Cámara de Oficiales y los cañoneros. En cuanto a la adquisición de nuevas unidades para la flota, le presenté al General las tres ofertas y él de plano descartó continuar comprando buques viejos para la Armada; pero le llamó la atención la propuesta de los astilleros suecos y me ordenó estudiar con detenimiento el asunto y le hiciera la correspondiente presentación. Se conformó una comisión de oficiales de la Armada, para que conjuntamente con los representantes y téc-
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nicos de los astilleros suecos que viajaron a Colombia, adelantaran los estudios pertinentes. Esto tomó varios meses de intenso trabajo. Al General Rojas Pinilla se le presentó el proyecto definitivo (no olviden que el General Rojas era Ingeniero Civil graduado en los Estados Unidos, experto en construcción de aeropuertos y con bastante experiencia profesional), acompañado de la maqueta a escala del destructor, al que le puse el nombre, como señuelo, de “ARC 13 de Junio”. El proyecto le gustó al General Rojas, porque las especificaciones de los buques le daban a la marina de guerra colombiana superioridad en caso de cualquier posible conflicto con Venezuela. Por orden del General Rojas, intervinieron el área de finanzas y la parte legal del Gobierno para finalizar el proyecto y presentarlo a una reunión especial de alto nivel convocada por el Señor Presidente, para evaluar y mejorar los contratos, que finalmente fueron aprobados para la adquisición de los dos destructores suecos. A este programa de adquisición de los buques suecos se le dio el nombre de “Operación Cupica”. En el año 1956, cuando los buques estaban en construcción, se empezó a gestionar y configurar la “Operación Firpo” que estableció el programa completo de instrucción de las tripulaciones, el apoyo logístico y el suministro para todos los departamentos de los dos buques; además, el equipamiento de un taller en la Base Naval de Cartagena, el entrenamiento de personal, apoyo logístico e inventario de repuestos para tecnificar el mantenimiento de los buques. Sin embargo, este contrato quedó en etapa preliminar sin llegar al nivel de análisis y discusión, por la situación política que vivía el país en esos días y la falta de claridad sobre la forma como continuaría el gobierno. El 10 de mayo de 1957 cambió el gobierno y no teníamos el esquema completo del proyecto. Mi mayor preocupación, cuando ya se veía inminente el desenlace, fue evitar que estos buques destructores se convirtieran en víctimas del cambio de gobierno. Inmediatamente, tomé la primera medida y envíe una señal cifrada al Capitán Ricardo Azuero, Jefe de la Comisión de la Armada ante los astilleros constructores de los buques, ordenándole cambiar el nombre del destructor “ARC 13 de Junio” por “ARC 7 de Agosto”. El “ARC 20 de Julio” mantuvo su nombre desde el principio. Con esto, pensé que por lo menos, se evitaría la malquerencia que podría sobrevenir sobre los destructores.
¿Qué recuerda del famoso crucero a Suecia? A finales del año 1955, se hizo un crucero a Europa en las fragatas “ARC Almirante Padilla” y “ARC Almirante Brion” para llevar la comisión de oficiales y Cadetes que ingresaron a la escuela naval de la Armada sueca y a los suboficiales técnicos y tripulaciones para los buques. La “ARC Almirante Padilla” iba comandada por el Capitán de Corbeta Eduardo Wills Olaya y la “ARC Almirante Brion” por el Capitán de Corbeta Aurelio Perico y tuve que desprendenderme del Ayudante General del Comando de la Armada, Capitán de Corbeta Guidberto Varona, quien fue nombrado Segundo Comandante de la Almirante Padilla. Después de cumplir la misión en Suecia el crucero se extendió a Inglaterra visitando Kiel, Prot Mouth y desfilando en Londres ante el Monumento del Almirante Nelson en Trafalgar Square. Luego; se visitó el puerto de La Coruña, al norte de España y, de este lugar, los buques retornaron a Cartagena.
¿Y la travesía del Atlántico al Pacífico en canoa? Para el año siguiente no se autorizó crucero anual de instrucción de Cadetes como se acostumbraba, por razones de presupuesto. Para reemplazar el crucero de 1956, se aprobó la denominada “Operación Truandó”, que consistió en embarcar en una fragata al curso que le correspondía el crucero de instrucción, de Cartagena a Turbo; allí los Cadetes desembarcaron y abordaron lanchas para remontar el río Atrato hasta
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donde lograron navegar, luego se continuó por el río Truandó en canoa, y después, a pie hasta salir al Océano Pacífico a la Bahía de Humboldt. Mientras tanto, la fragata pasó el Canal de Panamá, y esperó la llegada de la expedición en un punto preestablecido. La fragata estaba comandada por el Capitán de Corbeta Jaime Parra y la expedición por el Teniente Coronel Luis Millán. Esta travesía fue importante, porque además fue integrada por un grupo de ecólogos, biólogos e ingenieros quienes elaboraron un valioso informe de la región, sobre los temas relacionados con sus especialidades. Desde el punto de vista visionario, se trataba de hacer un recorrido sobre el trazado del proyecto del canal interoceánico Atrato-Truandó.
¿En qué momento se decidió construir la Escuela Naval en la isla de Manzanillo? De tiempo atrás se pensaba construir la Escuela en dicha isla, pero este proyecto no era posible realizarlo sin definir el propietario de la isla de Manzanillo, donde operó inicialmente aeropuerto de Cartagena. En el año de 1956, se logró el traspaso definitivo de la propiedad de Manzanillo a la Armada Nacional. Obtenido el título, se inició de inmediato la planeación para la construcción de la nueva escuela con capacidad para 500 alumnos. El gerente de la firma Obregón & Valenzuela, contratada para realizar el estudio y construcción, viajó acompañado de un oficial de la Armada a las escuelas navales de Perú, Chile, Argentina y Brasil con el fin de analizar las áreas requeridas para las diferentes actividades de los estudiantes. El estudio, los planos y todos los detalles se realizaron en el término de dos meses, con un excelente resultado que aceleró los aspectos legales, administrativos y financieros para emprender la obra. Al realizar el vaciado de la primera columna de concreto, a manera de colocación de la primera piedra, se realizó una ceremonia a la que asistieron el Comandante General de las Fuerzas Militares, las autoridades civiles de Cartagena, el Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico, el Director de la Escuela y, quien esto relata, como Comandante de la Armada. Se redactó un documento como especie de Acta, se firmó por todos los presentes y se metió en una caja metálica que se marcó con la fecha y la razón del documento y se colocó al pie de la columna del envarillado, antes de vaciar el cemento, se sacaron varias copias, que creo, alguna existe, por lo menos la que corresponde a la Escuela Naval. Durante mi reciente y última visita a la Escuela Naval, que trataré más adelante, localicé exactamente la columna bajo la cual está sepultada el Acta de iniciación de construcción de la Escuela Naval. Esta columna fue indicada a los oficiales de la Escuela que me acompañaron durante mi grata visita.
¿Qué pasó cuando el General Rojas se retiró de la presidencia? Una vez se produjo la renuncia del General Rojas y asumió la Junta Militar de Gobierno, yo tuve dos reuniones importantes, una en el Comando de la Armada con la oficialidad del Comando y otra en Cartagena, a la que ordené asistieran todas las tripulaciones de las unidades, los Cadetes de la Escuela Naval y la oficialidad. En ambas ocasiones resalté la enorme gratitud de la Armada Nacional al General Gustavo Rojas Pinilla, por la manera como apoyó y auspició los programas que se desarrollaron durante su gobierno. También expresé que lo más probable era que no continuara en el Comandando de la Armada Nacional.
¿Cómo fue su retiro de la Armada? En relación con mi retiro de la Armada, la situación que se presentó fue la siguiente: al estar gobernando
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la Junta Militar, el General Gabriel París quien era su presidente, me contó que ellos pensaban nombrarme de Agregado Naval en Lima (Perú); entonces le manifesté que para mí eso no representaba ningún futuro. Seguidamente me dijo que me nombrarían agregado en Washington, a lo cual le manifesté que no me parecía correcto, porque hacía apenas tres meses yo había recomendado, como agregado en Washington, a mi compañero el Capitán de Navío Hernando Cervantes y sería poco elegante que yo lo remplazara; entonces la alternativa fue designarme representante de la Armada en la Junta Interamericana de Defensa, en el mes de julio del 57, misión que se me canceló, digo yo, prematuramente en marzo del 58, transcurridos solamente nueve meses. Me sorprendió que en lugar de nombrar en el Comando de la Armada al Capitán de Navío Augusto Porto Herrera, quien me sucedía en antigüedad, la Junta Militar resolvió llamar de su retiro al Contralmirante, recién ascendido, Juan Pizarro, a quien como cosa curiosa le recibí el Comando de la Armada en 1954. Pensando en mi futuro, me imaginé que no tenía cabida en ninguna posición que se equiparara a mi categoría de Comandante de Armada y para no sentirme arrimado a ninguna oficina administrativa, resolví desde Washington, solicitar mi retiro de la Armada por voluntad propia, el cual me fue concedido por medio del decreto 532, de fecha 8 de Marzo de 1958, con retiro efectivo a partir del 20 de junio del mismo año.
¿Y cómo fue su retorno a la vida civil? Yo había enviado resúmenes de mi hoja de vida, buscando alguna actividad a la cual dedicarme, para trabajar y sostener mi familia. Tuve la suerte que un amigo le insinúo mi nombre al presidente de la compañía inglesa “Lister Blackstone”, fabricante de motores marinos de propulsión con aplicaciones auxiliares, que estaba buscando un representante para la promoción y venta de sus productos. Nos reunimos en Bogotá y se decidió mi vinculación con un entrenamiento en sus fábricas de Inglaterra, de casi tres años, a cuyo término, me enviaron a cubrir las islas del Caribe y Centro América con base en la Habana, Cuba. Aquí comencé mi nueva vida de retiro, con muchas y variadas circunstancias. A los pocos meses de mi llegada a Cuba, más exactamente el 1 de enero de 1959, triunfó la revolución de Fidel Castro, quien expropió las principales empresas, entre ellas la Lister Blackstone, finalizando mi estadía en Cuba. Se me autorizó, en forma temporal, el traslado a Miami. Para 1964 continué la representación que tenía, desde Colombia, específicamente desde Cartagena, hasta 1976, cubriendo los negocios de la Compañía en América del Sur. Cuando me trasladé a Miami con la familia, seguí con la representación de la Compañía en México y Centro América, que marcó prácticamente la radicación con mi familia en los Estados Unidos.
¿Y su reconocimiento como Almirante Honorario de la Armada Colombiana? Después de tanto recorrer dentro y fuera de la Armada, tuve la más grata compensación de mi vida, que fue mi ascenso del grado de Capitán de Navío al grado de Almirante Honorario de la Armada. Por razones de salud no pude viajar a Cartagena a la ceremonia de ascenso junto con los otros dos Almirantes Honorarios Augusto Porto Herrera y Orlando Lemaitre Torres. La ceremonia de ascenso se llevó a cabo el día 18 de septiembre de 1999, en el Consulado de Colombia en Miami, simultáneamente con la de Cartagena. Considero este ascenso, como el mejor legado que puedo dejar a mi familia por el alto honor que representa.
¿Su visita a la Escuela Naval a principios del 2003? A principios del año 2003, efectivamente visité Cartagena por motivos familia-
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res, pero tuve tiempo de visitar la Escuela Naval Almirante Padilla, para tener una charla con los Cadetes. Esta reunión fue grabada y en ella hice énfasis en lo que se llama y se repite tantas veces, la “mística naval”, que no es simplemente un concepto pragmático sino algo que lleva el marino en el alma y en su conciencia y que puede definirse en una frase: “servir a la Armada y no servirse de ella”. Le pedí al cuerpo de Cadetes que me cantaran el Himno de la Armada, algo que me emociona mucho, almorcé con ellos en un puesto que escogí al azar y pasé horas de mucha recordación, además me di cuenta, y en silencio medité que, cuando fui comandante de la Armada, ninguno de los presentes, entre oficiales y Cadetes, había nacido.
¿Qué piensa de la Armada de hoy? Mi concepto de la Armada es simple, así como va: avante y a toda máquina, en sus tres dimensiones, aire, mar y tierra que demanda la situación actual del país.
¿De La Cyber-Corredera? Cyber-Corredera para mí, es como un tercer testamento en los tiempos modernos. La labor de Cybercorredera hace que en el futuro se convierta en una especie de “Biblia” de la Armada.
¿Qué mensaje desea enviarle a la Familia Naval? La Familia Naval nació con la Armada Nacional y continúa en el retiro, porque uno se retira de la Armada pero la Armada no se retira de uno. Nota: Se agradecen los servicios del corresponsal de Cyber-corredera en Miami, Jairo Quiñones / 38080, quien amablemente sirvió hasta de mecanógrafo, para que el Almirante Jaime Eraso Annexi/ 01-010 contestara el cuestionario que Jorge Serpa Eraso / 38-082, le envió desde Bogotá a través de su hija Luly Eraso de Byrnes.
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