Pañol de la Historia # 45

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Fasc铆culo No. 45

ISSN 1900-3447

Direcci贸n de Acci贸n Integral Armada Nacional


Presentación A los marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre la historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre. Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado. Agradezco al señor Almirante Roberto García M., Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de mantener la edición de estos resúmenes. Este trabajo desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto. JORGE SERPA ERAZO Vicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia

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Dramático Acontecer

La creación de la Escuela de Grumetes Mayo de 1944 Por: Hernando Mora González * El General Hernando Mora Angueyra, padre de quien esto escribe, asumió la Dirección General de Marina, (hoy Comandante de la Armada Nacional.) cuando ostentaba el grado de Teniente Coronel, el día treinta y uno de enero de 1942 y contaba con treinta y seis años de edad. Su anterior destino correspondía a Comandante del Batallón Guardia Presidencial, bajo la Presidencia del Doctor Eduardo Santos, con quien tenía buena amistad y quien le profesaba admiración por su patriótica gestión en la Sociedad de las Naciones en Ginebra, que puso fin al Conflicto con el Perú. Mostraba en su hoja de vida permanente vinculación con la Marina al haber navegado como Capitán de Cañonero, en un temerario y azaroso viaje desde Barranquilla hasta Puerto Leguízamo (Putumayo), en 1931. En dos años y medio como Comandante del Cañonero Cartagena, combatió en los ríos Putumayo y Caquetá, durante el conflicto con el Perú. Desempeñando este comando fluvial, participó en el más importante combate del conflicto amazónico, el de Guepi, cuando, el domingo 6 de marzo de 1933, encalló estratégicamente la proa de su cañonero en la rivera peruana, para apoyar las tropas colombianas, decidiendo la victoria. El Teniente Juan Lozano y Lozano, quien como teniente, participó en el combate, relata lo siguiente: “Desde nuestra cubierta del cañonero Santa Marta, veíamos al Comandante Solano, al Capitán Hernando Mora, y al Teniente Pacheco, al pie del cañón e impávidos, atacando sobre la proa del Cartagena a los peruanos ….” En 1934 habilitado con el grado de Teniente de Navío fue comisionado a Londres y Lisboa, para presenciar las pruebas finales y organizar la navegación a Cartagena de los modernos destroyers MC Antioquia y MC Caldas, que abrían de manera inigualable las puertas a una promisoria marina de guerra que no tenía Colombia; adquiridos en parte con los fondos ofrecidos por las mujeres colombianas que donaron generosamente sus joyas, para la defensa de la patria. En 1935 publicó como Reglamento, el libro: “Guía del comandante de cañonero”, obligatorio para los Comandantes, hasta que los Cañoneros desaparecieron cuarenta años después. Fue uno de sus primeros libros; dedicado especialmente a los “jefes y oficiales del

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destacamento Putumayo”, Organización Militar que llevó todo el peso y toda la responsabilidad del triunfo durante el Conflicto con Perú, comandado por el distinguido e inteligente Coronel Roberto Rico. Para conservar las pocas unidades de Cañoneros fue nombrado Comandante de la Flotilla de Guerra del Magdalena, con sede en Barranquilla, en abril de 1936 y permaneció en ese Comando hasta febrero de 1937. Así que en comandos ligados directamente con la Armada había estado vinculado permanentemente durante cinco años. En el grado de Mayor, Hernando Mora Angueyra fue condecorado con la Cruz de Boyacá, distinción que de acuerdo con el código de Honor Militar vigente en esos años, lo colocaba en una posición de privilegio dentro de la oficialidad. Su experiencia y trayectoria permitió al Presidente Santos formarse un buen criterio y darle la responsabilidad de comandar la Marina de Guerra, que debía ser uno de los apoyos de Colombia a los Estados Unidos en la II Guerra Mundial contra las potencias del Eje. En 1939, regresó a su arma de Artillería, como Comandante del Batallón de Artillería la Popa, con sede en Barranquilla. Para revivir en palabras del General Mora, cómo su vocación de servicio a la Marina, lo llevó a la Dirección de ésta, vale la pena recordar: “…Puedo testificar que fue el Presidente Eduardo Santos, quien supo sortear una grave crisis de carácter orgánico y económico que amenazaba la vida de nuestra incipiente Armada. Los embates de esa aguda crisis llegaban hasta el señor Presidente desde diferentes frentes para advertirle que en tanto que la liquidación de la Misión Naval Inglesa, aparentemente dejaba al garete la joven Institución, de otro lado los altos costos que para ese entonces representaba el sostenimiento de los Destroyers, y de algunas de las pocas unidades a flote, eran una carga económica superior a las posibilidades fiscales de la Nación, y por tanto resultaba más recomendable reducir nuestra Armada a muy modestas proporciones, mediante la venta de los Destroyers, y la disminución de sus cuadros de servicio….” El Presidente Santos y su Ministro de Guerra Gonzalo Restrepo, le dieron al Coronel Mora, la misión de realizar minuciosa inspección a las unidades de la Armada, fondeadas en Cartagena, y a continuación estudiar las recomendaciones que, según su criterio, se debían llevar a cabo para salir del agudo impasse que azotaba a la Armada. Volvemos a las palabras del Coronel Mora: …”Rendí al Presidente el informe solicitado el cual dio origen a que el Gobierno dictara una serie de medidas de carácter orgánico, fiscal y económico, encaminadas no solo a la conservación del material existente, sino también a permitir su ampliación y su extensión en forma intensa, comprometiendo la selección de efectivos humanos y todos los recursos del Estado… darle a nuestra Armada, bases estables, fundamentales y serias, agilidad en sus operaciones y perspectivas acordes con las exigencias y ambiciones nacionales e internacionales… El Señor Presidente creyó oportuno solicitarme la colaboración para dirigir y llevar a cabo no solo sus planes de rescate, sino imprimir el dinamismo a la Armada, que el momento internacional requería… tuvo a bien nombrarme Director General de Marina….” La Guerra se enseñoreaba en el mundo entero. Europa invadida casi en su totalidad por los triunfantes ejércitos nazis. Únicamente se libraba de la invasión, Inglaterra, que detrás de la robusta y vigorosa figura de Churchill, resistía bombardeos, y preparaba la resistencia con sus anticuados tanques en África e insistía que los americanos le declararan la guerra a Alemania. Los submarinos germanos se enseñoreaban en el Mar Caribe y amenazaban permanente los buques que cruzaban en ambos sentidos el Canal de Panamá y los japoneses en diciembre de 1941 habían realizado el traicionero ataque a Pearl Harbor, destruyendo casi la totalidad de la flota naval americana del Pacífico. La victoria militar en esos años era imposible de vislumbrar. El mundo estaba convertido en un lugar lleno de terribles incertidumbres; la guerra se debatía entre las dictaduras del llamado Eje, contra las democracias occidentales; con un socio poco confiable, los Rusos Estalinistas, cuya invasión por los ejércitos alemanes, los habían obligado a dejar de ser sus aliados, como lo fueron en la invasión de Polonia en 1939.

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El Presidente Eduardo Santos y luego el Presidente Alfonso López, en su segundo período, fueron amigos de los Aliados, que significaba asumir, en ese momento histórico, una posición política con muchos riesgos por que la victoria de los aliados era imposible de asegurar. En Colombia existió en una parte del partido de oposición, el Conservador (fue la época de gobiernos de partido) apoyo intenso al Eje. Al final de la contienda lo hicieron en forma reservada y secreta, a los gobiernos de Alemania, Italia y España.

La organización de la Armada La marina de guerra, en esos iníciales momentos del Comando del Coronel Mora, se debatía en un caos donde se mezclaban, los poderosos destroyers, cuyos gemelos combatían exitosa e intensamente en Europa y el Pacífico. Los modernos cañoneros de río que se encontraban en el Sur; como el “Presidente Mosquera”; buques como el “MC Cúcuta”, que se utilizó inicialmente como Escuela Naval para formar los primeros oficiales, porque en tierra no existían instalaciones que se pudieran utilizar para esos importantes menesteres. Existía mezcla de buques, unos muy antiguos que se remontaban a la “Guerra de los mil días” y otros formaron parte de la expedición del General Vázquez Cobo, utilizados para remontar el Amazonas en el conflicto con el Perú, pero no existían tripulaciones preparadas, ni en número suficiente; además, había carencia de combustible y no existían muelles para el atraque. Pero se contaba con una lujosa nómina de oficiales: algunos eran oficiales del Ejército como los más tarde Almirantes Rubén Piedrahita y Luis A Baquero, los capitanes Aureliano Castro, Francisco Diago y Tanco, y el Teniente Porto, entre otros, consagrados y deseosos de compenetrarse con las ideas del Coronel Mora, sobre los cuales se organizó lo que había de útil, rentable, y eficaz para ofrecer a los Aliados como contribución bélica la Marina de Guerra. Los nuevos y brillantes oficiales salidos del primer curso, fueron de invaluable utilidad para sentar las bases de lo que según el deseo de la Dirección, debía ser la futura organización sobre la cual se asentaría la Armada del futuro, que nacería de los buenos ciudadanos que se convertirían en marinos, abriendo inmensas oportunidades a la juventud Colombiana motor del progreso de los años de Post Guerra, donde el comercio marítimo renacería con fuerza, trayendo bienestar y desarrollo.

La Marina Colombiana en la II Guerra Mundial Con la decisión de colaborar con los Americanos en forma intensa, de manera que ese apoyo, en cierta forma se tradujera en aprovechamiento de los recursos Americanos en combustible, armamento, municiones y sobre todo en entrenamiento de personal, se patrulló día y noche protegiendo a los barcos que realizaban cabotaje entre Panamá y Cartagena, entre Cartagena y puertos de la costa Este de los Estados Unidos, y también los patrullajes alrededor de la Guajira, dándole un sentido militar a la función de la naciente marina de guerra. Los submarinos alemanes hundieron varias goletas de cabotaje y atemorizaban los barcos que salían o llegaban a nuestros puertos del Atlántico, paralizando el cabotaje tan necesario. Se llegó a asegurar y comprobar el hundimiento de un sumergible alemán por la acción decidida del destroyer “MC Caldas” al mando del Capitán Diago. Mucho después de la II Guerra Mundial, en la época que Alemania luchaba por no verse tan asediada por su derrota, se utilizó a periodistas tremendistas colombianos para negar la existencia de ese hundimiento. El hundimiento del submarino alemán motivó en su momento alegría colectiva, pues en Colombia no se compartía nada con las huestes de Hitler. De todas maneras, y en eso se debe hacer hincapié, así no se hubiera hundido el dichoso submarino, la acción de los buques y personal de la Armada Colombiana fueron muy eficaces brindando seguridad a los barcos que utilizaban el Canal de Panamá. Para Colombia fue a todas luces ventajosas esa estrecha colaboración, donde el puerto de Cartagena fue visitado y utilizado con frecuencia por naves y buques americanos, dejándonos a cambio modernas instalaciones, inalcanzables para nuestros pequeños presupuestos. Políticamente fue inmensa la amistad recíproca que nació entre americanos y colombianos y reforzó nuestra democracia. Por la colaboración exitosa en esos años de guerra, el Coronel Mora fue condecorado en 1943 por el Gobierno de los Estados Unidos con la “Legión del Mérito”, otorgada por el Presidente Franklin D Roosevelt . La idea del Coronel Mora para el desarrollo exitoso de la Armada, consistía mantener en Cartagena, la Escuela Naval de Cadetes, impuesta por la tradición histórica y sus características de excelente puerto, para continuar siendo el corazón de las operaciones marinas.

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Las nuevas bases navales Pero la Base de Cartagena, por sí sola, no cumplía con los objetivos, se debía ampliar para crear una Escuela de Especialistas, dedicada a la preparación a nivel técnico del personal que integraría las tripulaciones de los buques. Esa era una de las aspiraciones básicas del Coronel Mora sobre la cual se desarrollaría la Armada. Para llevar a cabo esta importantísima Escuela, no se contaba en la Base con espacios físicos e instalaciones apropiadas para la formación de personal Técnico, que permitiera la óptima operación de las unidades a flote de ese momento y las que se adquirieran en el futuro, pero también, era necesario crear más bases en otras partes del país. La primera: una Base de entrenamiento Naval en Barranquilla, próxima a Bocas de Ceniza y cercana igualmente a Cartagena. Se llamaría Escuela de Grumetes, semejante a la que operaba en la Base de Cartagena. Al desplazar a los Grumetes y entrenarlos en Barranquilla, aprovechando las instalaciones de la Scadta, se liberarían en la Base de Cartagena las instalaciones para que entrara a operar la Escuela de Especialistas. Se concibió dentro de ese esquema, una Base de gran importancia sobre el Océano Pacífico (hoy Bahía Málaga); mantener y acrecentar la Base Naval del Sur, a quien el Coronel Mora le tenía especial afecto por su importancia en el conflicto con el Perú, en el cual él había participado intensamente. Una Base Fluvial sobre el Río Meta, en los Llanos Orientales (Base que existió por unos años y luego fue semi-abandonada). Igualmente, mantener una Base Naval con unidades a flote adscritas exclusivamente a San Andrés y Providencia y otra en Tumaco, próxima a la frontera con Ecuador. Otro hecho de gran importancia, que igualmente se prolonga hasta hoy, fue la Infantería de Marina. El Presidente Alfonso López Pumarejo, de espíritu adelantado a su tiempo, con sentido político moderno, estadista de especial sensibilidad y ajustado a lo que debía ser Colombia una vez terminada la Guerra, confiaba inmensamente en el desarrollo portuario y en la creación de una empresa colombiana de transporte marítimo; años después se fundó la Flota Mercante Grancolombiana. El Presidente López, aceptó los planes de desarrollo de la Armada, que personalmente el Coronel Mora le presentó una vez tomó posesión de la Presidencia; además, le pidió que continuara al frente de la Dirección de Marina, y le manifestó, mantendría las instrucciones que el Presidente Santos había impartido para el Ministerio de Guerra, con el fin de llevar a cabo la creación de una institución que permitiera a Colombia mantener la soberanía que debía ejercer la Armada sobre los dos océanos. Sobre “los dos mares” repetía el Presidente López: “todo el mundo habla de ellos pero no existe la estructura de puertos e industrias que puedan aprovechar la existencia de ellos con beneficio directo para el país.” Desafortunadamente, el Presidente López a partir de los primeros meses de 1944 tuvo una fuerte oposición del Partido Conservador, que superaba las que había padecido el país desde la “Guerra de los mil días”. Ese partido logró penetrar la unidad del Ejército, y dio lugar a una situación interna de crítica, insatisfacción y cla-

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ra rebeldía. Para atender debidamente a su esposa María Michelsen de López, quien padecía una grave enfermedad y necesitaba ser tratada en Estados Unidos, el Presidente López solicitó licencia para salir del país, dejando encargado de la Presidencia al doctor Darío Echandía y como Ministro de Gobierno fue nombrado Alberto Lleras Camargo, amigo de juventud del Coronel Mora y conocedor de su misión para engrandecer la Armada. El Coronel Mora tenía el objetivo de crear la Base de entrenamiento Naval en las instalaciones de Scadta, en la orilla del Río Magdalena en las cercanías del Puerto de Barranquilla, que él había conocido durante su Comando de la Flotilla de Guerra del Magdalena, y que según su criterio debía apropiarse de inmediato para su utilización por la Armada; esas magníficas instalaciones construidas por Scadta, pasaron a poder del gobierno colombiano al liquidarse y convertirse en Avianca. El apetito de varios poderosos industriales, importadores y políticos de Barranquilla, estaban presionando al gobierno, en medio del caos político que estaba viviendo el país, para que pasaran a ser administradas por ellos. Según el Coronel Mora no había tiempo que perder y el traslado de la Escuela de Grumetes debía realizarse de inmediato. Logró convencer al Presidente Echandía de esa necesidad urgente para la Marina y él dio el visto bueno al traslado. Conocida la decisión por los oficiales de la Armada, que no eran de Escuela y también algunos marinos mercantes que habían sido escalafonados como oficiales de cubierta, iniciaron entre las familias de Cartagena, a las que estaban vinculados, una fuerte oposición al traslado de la Base; argumentando que el próximo paso que realizaría el Coronel Mora sería trasladar la Base de Cartagena, en su totalidad, a Barranquilla; lo acusaban que profesaba antipatía a la sociedad de Cartagena, pues su esposa pertenecía a una familia tradicional de Barranquilla. Pero la verdadera razón se confundía en que algunos de esos antiguos oficiales, se oponían a la transformación que estaba llevando a cabo el Coronel Mora. La motivación más acendrada consistía en que simpatizaban con el partido conservador, iniciando una época de odios políticos, que se oponía a todo lo que el Presidente López y el Presidente Encargado Echandía, ejecutaban desde el gobierno. En esos tiempos los militares aún estaban motivados por la política partidista, debido a que hasta el año de 1936 podían votar en las elecciones, situación ésta que fue modificada en la famosa reforma constitucional del mismo año. Vale la pena anotar que entonces en Cartagena era fácil alentar la antipatía a cualquier acción que favoreciera a Barranquilla. Siempre existió una dosis de regionalismo entre las dos ciudades. Se supone que esos antagonismos desaparecieron con la construcción de la carretera que lleva el significativo y apropiado nombre de la “Cordialidad”. Con esa simulada actividad cívica, lograron convertir una solución eminentemente militar, que favorecía a la Armada, en un problema político, estimulada por la clase dirigente conservadora de Cartagena. Las circunstancias políticas no se asemejan en nada a las de hoy en día. Los periódicos de Cartagena, Barranquilla, algunas asociaciones cívicas de las señoras de la ciudad y grupos estudiantiles se sumaron inexplicablemente a la posición adversa de la creación de la nueva Base. Parecía que esa prioridad militar estaba destinada a afectar la importancia histórica que se debía a Cartagena. El pueblo cartagenero se mantuvo al margen de ese movimiento de oposición. Fue un movimiento político clasista. Además, los oficiales del Ejército que en secreto montaban el golpe de estado contra el Presidente López, tenían en su meta inicial, relevar de la Dirección de Marina al Coronel Mora, porque conocían su franca actitud de respaldo al gobierno constitucional. Para los golpistas era de suma importancia contar con la Marina en la costa para el éxito del golpe. Los golpistas en asocio con oficiales de Marina muy antiguos que habían sido dados de baja, porque no eran necesarios para los fundamentos de recomponer la estructura de personal, por miembros más jóvenes y mejor preparados, se dedicaron en forma anónima y soterrada a tratar de desprestigiar ante el país y las fuerzas políticas de oposición, por medio de anónimos, el inmenso prestigio que dentro y fuera de las Fuerzas Armadas se reconocía en la persona del Coronel Mora. La misión consistía en hacer que el Gobierno lo clasificara como una persona que le traía problemas, y se le diera de baja. Desde comienzos del mes de abril de 1944 y durante cerca de un mes, se realizaron manifestaciones vociferantes de día y de noche por las calles centrales y plazas de Cartagena, algunas se dice que llegaron a aglutinar cuatro mil personas. Para el Gobierno del Presidente Echandía se convirtió en una verdadera rebelión. Se recolectó dinero en inmensas cantidades para suministrar apoyo logístico a los manifestantes, así como insertos denunciando el traslado de los Grumetes en todos los periódicos del país. Se enviaron varias comisiones a Bogotá para solicitar el relevo del Director de Marina y la anulación inmediata del traslado de la Base. El Gobierno nunca accedió. Se mantuvo en permanente actitud de no ceder a esa violenta presión política.

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El Coronel Mora viajó a Bogotá para exponer con argumentos a los Ministros Lleras Camargo y Sanz de Santamaría, las razones que justificaban la apertura de la nueva Base y la creación de la Escuela de Especialistas; sin que este proyecto militar en Barranquilla, pudiera generar deterioro para la Ciudad de Cartagena y menos aún para la Base Naval y Escuela de Cadetes. Como las actitudes se tornaban cada vez más dramáticas y difíciles. Se envió a Cartagena al brillante General Neira, Secretario del Ministerio de Guerra, perteneciente igualmente al arma de Artillería, para conferenciar con la Junta Cívica. Aunque el motivo era poner fin a la rebelión, el General llevaba instrucciones muy precisas de no transar, pero la gestión de Neira fracasó. Ante la complicación y agudización que tomaban cada día las manifestaciones, se envió al Ministro de Guerra, General Espinel pero también su gestión falló; la razón consistía en que la “Junta Cívica de Abril”, así se llamó, era una junta básicamente política. No aceptaba considerar que la nueva Base fuera un asunto militar. Se emitieron interminables comunicados políticos donde la parte menos importante era el traslado de la Base. El 20 de abril de 1944 se envió al Presidente Echandía un larguísimo “Memorial de Agravios”, que se difundió por todo el país, en el cual solo se dedicaban pocas líneas al Coronel Mora y era una serie de reclamos por promesas incumplidas al municipio de Cartagena y al departamento de Bolívar, desde los tiempos de la Independencia. La parte correspondiente al traslado de la Base se limitaba a señalamientos personales infundados, que terminaban manifestando que el Coronel Mora era oficial de Caballería, cuando él realmente pertenecía al arma de Artillería. El curioso comunicado terminaba así: ¨…acusar ante el Presidente al Coronel Mora Angueyra, y formular cargos gravísimos contra el citado Coronel, que en ningún caso afectan su honorabilidad, sino su prestigio militar…¨ Haciendo un esfuerzo final el Presidente Encargado Darío Echandía envió al carismático Ministro de Hacienda Carlos Sanz de Santamaría, para conversar con la Junta Cívica, pero nunca para ceder, pues el traslado de la Base era prioridad nacional y militar. Para bien de la patria, se llegó por fin a un acuerdo el cual se firmó en Bogotá el 11 de mayo de 1944, después de una larguísima reunión de la Junta Cívica con el Presidente Echandía, aceptando movilizar hacia Barranquilla únicamente 60 grumetes, que serían reemplazados en Cartagena con 60 o más reclutas. Entonces se levantó la rebelión. Gracias a la inmensa firmeza expuesta con argumentos sólidos e irrebatibles, el Coronel Mora mantuvo el respaldo del Presidente Encargado Darío Echandía, asimismo cuando regresó de Estados Unidos el Presidente López, fue ratificado en su cargo. Como epílogo a la histórica lucha de la creación de la Escuela de Especialistas, y de la Fundación de la Escuela de Grumetes, se logró finalmente salvar estas importantísimas instituciones de las garras de la politiquería. A todo lo largo de estos 67 años, casi la totalidad de los Comandantes de la Armada con inmenso acierto e inteligencia han mantenido con pulcritud profesional esos caminos que durante sus tres años y diez meses de Comando trazó para el bien de la Armada y sus tripulaciones el Coronel Mora. Al Coronel Mora, debido al inmenso poder que tenían los militares golpistas y su influencia sobre el General Ministro de Guerra, sorpresivamente con fecha 1 de julio fue trasladado al Departamento de Material de Guerra, pero en la confusión previa al Golpe Militar del 10 de julio de 1944, no hubo acuerdo sobre quién debía reemplazarlo y continúo al mando de la Armada. La posición de respaldo al Presidente López, que había reasumido la Presidencia el 29 de mayo de 1944, por toda la Armada, fue sin duda uno de los factores que contribuyó al fracaso del tristemente célebre golpe militar originado en la ciudad de Pasto por el Coronel Diógenes Gil. Al decretarse Estado de Sitio para hacer frente a la complicada situación política y militar del momento, el Coronel Mora utilizó las amplias facultades y poderes que esa legalidad le concedía. De inmediato ordenó el traslado y el inicio las funciones de la Escuela de Grumetes en Barranquilla, la cual, desde entonces, sigue cumpliendo con la misión que el entonces Comandante de la Armada de 1944, le diseñó. Hoy su trasegar es aún más valioso e importante y cumple con los ambiciosos resultados de su inicio. Desde el comienzo de su labor en la Dirección, que terminó el primero de noviembre de 1944, preparó a varios oficiales para que, al finalizar su misión, un oficial de Marina, con la antigüedad apropiada, lo reemplazara en la Dirección; así en su reemplazo fue designado el Capitán Aureliano Castro. Desde entonces con esa visión con que se despedía del mando naval el Coronel Mora, también cesó el control del Ejército Nacional sobre la Marina.

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La situación política continúo aguda y difícil. El Presidente Alfonso López Pumarejo, se vio obligado a renunciar definitivamente a la Presidencia, lo cual constituyó un hecho histórico que ha tenido consecuencias políticas hasta el día de hoy. En su reemplazo fue nombrado Presidente de la República, por el Congreso Nacional, uno de los colombianos más eminentes de nuestra historia: Alberto Lleras Camargo. Como paradoja de aquello que “la historia se repite”, vale la pena anotar que los oficiales que asestaron en Pasto el fallido golpe militar del 10 de julio de 1944 contra Alfonso López, fueron los mismos, quienes llamados nuevamente al servicio activo en 1947 (Coronel Manuel José Agudelo y General Rafael Navas Pardo, entre otros) llevaron a cabo el exitoso golpe el 13 de junio de 1953 contra el Presidente Laureano Gómez. El Coronel Mora fue ascendido a General del Ejército en 1947 y terminó su carrera militar con todos los honores en 1951. En la Armada, existe hoy en día sentimiento de gratitud y reconocimiento, que recuerda esta épica lucha del Coronel Mora por crear una Armada Nacional moderna, pero se anhela que con su nombre, al menos se bautice alguna de sus unidades. Para terminar, es oportuno plasmar dos valiosos comentarios realizados por distinguidos oficiales que tuvieron destacadas actuaciones en su carrera de Marinos: - El Capitán de Navío Julio Cesar Reyes Canal, oficial muy distinguido, decía en una parte de sus memorias: ¨…El Director General de Marina Coronel Hernando Mora Angueyra quizás es el oficial más dinámico que haya ocupado ese cargo…¨ - El Vicealmirante Rubén Piedrahita Arango, oficial naval que formó parte de la Junta Militar de Gobierno en 1957, en su calidad de Comandante de la Armada, en fecha muy especial al cual fue invitado el General Mora el día julio 26 de 1948, en la Base de Barranquilla, le manifiesta por medio de un telegrama, cuya fotocopia se anexa, para finalizar este recuento dramático de la historia de la Armada, al cual no tengo más que agregar.

Radiograma Dimarina Bogotá julio 26/48 General mora, dibase bquilla RN. 9511/DM. El personal de todas las reparticiones navales y de todas las categorías, agradece de la manera más sincera su congratulación en el día de la Armada y las generosas palabras de aliento que todos nosotros sabemos apreciar en cuanto valen. Para la Armada es un permanente motivo de complacencia y un valiosísimo estímulo saber que en cualquier actividad que Ud. desempeñe en cualquier lugar donde esté y en cualquier época puede contar y cuenta con su ayuda, con su inapreciable consejo y con su adhesión a toda obra que logremos realizar. Es particularmente satisfactorio para nosotros ver como usted, a quien la Armada debe el más vigoroso impulso que la salvo de la mediocridad y cuyo espíritu de trabajo, mística profesional y laudable sentido de superación son todavía y seguirán siendo recias columnas de su progreso. Usted sigue contándose entre nosotros con la misma devoción, con el mismo interés y con sincero entusiasmo y sobre todo la misma calidad de buen compañero como cuando las responsabilidades de la Armada estuvieron sobre sus hombros. Me es grato expresarle que en este sentido nosotros corresponderemos filialmente a esta noble actitud expreso ante gran satisfacción al ver como el núcleo naval que usted planto en tan buena tierra ha echado fuertes raíces en la conciencia civil de esa gran ciudad y al observar como es de abundante y magnifica la cosecha que ofrece. Cordialmente Salúdolo, CAP PIEDRAHITA DM. *Hijo del General Hernando Mora / Historiador y Arquitecto

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Origen de la Oración del Marino Capitán de Navío Ricardo García Bernal / 34-030

A principios del siglo XX, las relaciones entre el Estado Italiano y la Iglesia Católica estaban en un punto especialmente crítico, llegando a extremos violentos. Como parte de la persecución desatada contra la Iglesia, el gobierno había prohibido toda manifestación religiosa en las ceremonias oficiales, y las dependencias del Gobierno, incluidas las unidades de la Marina de Guerra. El capitán de Fragata Gregorio Ronca, Segundo Comandante del crucero acorazado “Giuseppe Garibaldi”, quien era un hombre profundamente católico, interpretando la necesidad que tenía su tripulación de un respaldo a su fe, encontró prudente tener una oración que se pudiese utilizar sin contravenir las órdenes del Gobierno. No teniendo contacto directo con la jerarquía católica, el Capitán Ronca se valió de su amistad con la marquesa Eleonora Pallavicini, quien comunicó esta inquietud al obispo de Cremona, Monseñor Geremia Bonomelli. El obispo, a quien la iniciativa del Capitán Ronca le llamó la atención, a su vez tomó contacto con don Antonio Fogazzaro, prolífico y notable escritor, y le encargó escribir una plegaria, que conteniendo un profundo sentido religioso, no contuviera una alusión directa a ninguna religión en concreto, ni hiriera susceptibilidades en el Gobierno. El 18 de enero de 1902, don Antonio Fogazzaro entregó al capitán Ronca el texto de la plegaria, solicitada: (ésta versión que conocemos los marinos colombianos difiere ligeramente del original italiano) A ti, ¡Oh grande y eterno Dios!, Señor del cielo y del abismo, A quien obedecen los vientos y las olas Nosotros, hombres de mar y de guerra,

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Marinos de Colombia Desde nuestra bases y santas naves, armadas para la patria elevamos nuestros corazones. Salva y exalta en tu fe, ¡ Oh gran ¡ Dios a nuestra nación, Da justa gloria y poderío a nuestra bandera, Pon sobre el enemigo al terror a ella Y haz que siempre la ciñan como defensa Pechos de hierro, más fuertes que el acero Que acoraza nuestros naves y nuestras armas Y dale por siempre la victoria. Bendice ¡ Oh señor! Nuestros hogares lejanos, nuestros seres queridos Bendice al caer la noche, el reposo de nuestro pueblo, Y bendícenos a nosotros, que por asegurarlo, velamos en armas sobre el mar ¡ Bendícenos, señor ¡ La plegaria, que el señor Fogazzaro había titulado “Plegaria Vespertina para la Real Marina de Guerra”, se dio a conocer oficialmente el 23 de febrero, en una ceremonia en la que un grupo de damas genovesas hizo entrega al buque, de una bandera, con su texto bordado en ella. Fue un hecho histórico el que un obispo católico, precisamente Monseñor Bonomelli, presidiera una ceremonia a bordo de una nave de la marina de guerra de la Italia de entonces. La plegaria, cuyo nombre oficial era el de “Plegaria del Marino Italiano”, se hizo conocer en la Flota del Mediterráneo como la oración “del Garibaldi” pero por su profundo significado religioso, pronto se popularizó en otros buques de la Marina Italiana, y posteriormente en otras marinas del mundo. El capitán de navío Agnelli, comandante del “Garibaldi”, obtuvo autorización para rezar la oración en el buque durante la navegación a la hora de arriar el pabellón, y después de las misas. El crucero acorazado “Garibaldi”, (clasificación oficial del buque), escenario de éste singular episodio, posteriormente fue hundido por un submarino austriaco durante la I Guerra Mundial (julio 18 de 1915) en el área del puerto de Gravosa, cuando zarpaba en cumplimiento de una misión de guerra. En Colombia, el presbítero Francisco Antonio Soto Montoya, en ese entonces capellán de la Base Naval de Barranquilla y el Capitán de Corbeta Germán Gómez Ramos, hacia 1964 tradujeron y modificaron ligeramente la plegaria para adaptarla a nuestra Armada, en la cual desde entonces, por medio de esta hermosa oración se invoca a nuestro grande y eterno Dios, y se conoce sencillamente como la “Oración (o plegaria) del Marino”.

Referencias: Artículo de Alejandro Schembri Carrasquilla, publicado en el diario “El Siglo”, de Bogotá, de noviembre 6 de 1986, y reproducido en la revista “Armada”. Documento de la Capellanía General de la Armada de Colombia. Página de la Armada Italiana en la Internet. Información verbal del Teniente de Navío ( R ) Fabio Gordillo Campo, egresado de la Escuela Naval de Livorno, al igual que el Capitán de Corbeta ( R ) Germán Gómez Ramos.

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La otra “Guerra” con el Perú Por: Capitán de Navío Jimeno Manrique Medina (qepd)

Queridos compañeros unidos por el último poste, deseo en esta oportunidad hacer un relato de mi vida real como Teniente de Corbeta, siendo Comandante del “ARC Riohacha” en Leticia -Amazonas. Año 1968, un año después de haber estado embarcado en el “ARC 20 de Julio”, unidad de guerra que inspiraba respeto y poderío, especialmente cuando regresaba del mar con sus poderosos cañones de 120 m.m. y las ametralladoras de 40 m.m. todos a 45° y el personal formado en sus puestos de guardia para entrar a puerto, la imagen descrita queda en la mente del teniente recién graduado y difícilmente se borra de nuestra memoria. Pues bien, fui nombrado por el mando naval de la época, Comandante del “ARC Riohacha”, cargo que recibí del señor Teniente Augusto Vidales en Leticia. Confieso como ingeniero que no olvidaré tan “alto cargo”, aunque nunca lucí el cucarrón de Comandante seguramente por “lealtad” a mi especialidad. A mediados del mes de junio recibí un radio del Jefe de Operaciones Navales -JONA-, que de acuerdo a la redacción utilizada decía: “proceda aprovisionarse combustible operación cívico-naval en trapecio amazónico gastos cargo Ministerio Relaciones Exteriores”. Como buen prusiano y marino empecé a darle cumplimiento a la orden de inmediato. Mi primera y única opción fue don Custodio Parra (dueño del pueblo), aún muy amigo mío y suegro del señor Coronel Carlos Aguilar. -Don Custo, mucho gusto, tengo un problema para solucionar referente a una orden de Jona; te adelanto que no tengo plata, pero yo te respondo con las facturas proformas que hagamos... -Bien paisano -me dijo don Custo - yo le colaboro, pero usted tiene que ir en su buque por el combustible a un puerto sobre el río Yabary en territorio peruano. Puede ir o no?. Le contesté sin ninguna vacilación: -afirmativo don Custo -

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Aquí empezó mi calvario que casi termina en guerra con el Perú por invasión de territorio nacional a cargo de una unidad de guerra colombiana. El problemita que por mi mente ni siquiera pasó, era bien grande. Siguiendo el conducto regular solicité, por señal, permiso al señor Comandante del Apostadero, mi Mayor Hugues Rodríguez M., para realizar la operación de aprovisionamiento de combustible en el río Yabary. El Comandante contestó: referente a su señal ¡autorizado! Comentando en la Cámara de oficiales del apostadero mi primero y gran zarpe, doña Carmen esposa de mi Mayor, me dijo: -negro, yo creo que usted debe hablar con el Cónsul peruano. -Yo le contesté: -Claro, doña Carmen, usted tiene toda la razónMe fui al otro día en uniforme blanco al consulado, le informé al Cónsul la orden de Jona y el beneficio que para las dos naciones traía esa operación por el trapecio amazónico. El Cónsul, que era como se dice ahora “caspa” (en todo el sentido de la palabra) por su comportamiento como autoridad, me contestó tajantemente: -Teniente, ese permiso no se lo puedo dar yo, porque eso es resorte de la Cancillería por ser un buque de guerra. -Yo le dije: -señor Cónsul, tengo 10 días para iniciar la operación con médicos, odontólogos y todo el personal que llega de Bogotá, así que no tenemos tiempo para consultar con el Ministerio- (claro, no existía microondas ni mucho menos Internet). Ante esto, el señor Cónsul me miró fijamente y me dijo: -bueno.. por tratarse de una acción puramente mercantil, yo lo autorizo. Me puse firmes y le dije: -GRACIAS señor Cónsul, usted me puede dar una carta para las autoridades peruanas? -El me contestó: -Tranquilo Teniente, que yo llamo al señor Gobernador de la provincia y le informo que usted vaComo buen ingenuo e inexperto le repetí: -Gracias señor Cónsul- ...y me retiré a organizar mi zarpe empezando por la comisión de alimentación, pues el personal comía en las cámaras y de allí se llevaba la alimentación a la guardia del día. Por señal se fijó día y ETD respectivo con info. a mi Mayor. Por fin llegó el esperado día lunes de zarpe y, aguas abajo, río Amazonas con las respectivas tres pitadas a la novia en Leticia, zarpamos. Río Yabary aguas arriba llegamos a la isla, lógicamente con cañón de 3.50 de proa y el de popa, las ametralladoras de las barbetas de babor y estribor a 45% como el “ARC 20 de Julio” entraba a Cartagena. Tremendo espectáculo de poder. Atracamos en la isla y cuál fue mi gran sorpresa “zafarrancho de combate en toda la isla”. Confieso que yo no había visto tanto soldado correr a sus trincheras; ante este inesperado recibimiento, se generó la orden del comando del buque, cubrir el armamento en posición normal, nadie se baja del buque y desembarqué en mi uniforme blanco. Al primer militar súper armado que me encontré le pregunté: - por favor dónde queda la oficina del señor Gobernador de la provincia? Me contestó con voz agitada: -sígame. Llegamos a la oficina, me presenté al señor Gobernador, dije que tenía permiso del señor Cónsul para atracar en la isla y le informé que yo estaba cumpliendo órdenes de la Jefatura de Operaciones Navales. Me dijo: -me extraña todo lo que usted me acaba de referir... pero tiene algo escrito del Cónsul? Le dije: -no señor Gobernador, el señor Cónsul me dijo que él personalmente lo llamaba a usted. -Sorprendido y disgustado el Gobernador me dijo: - el Cónsul no ha llamado. Con mi cara de “yo no fui” le respondí: -señor Gobernador no entiendo por qué nos hace esto el señor Cónsul, pero yo tengo que darle cumplimiento a la orden del Jefe de Operaciones Navales. El Gobernador, de mala gana, me dijo: -bueno, yo lo autorizo a que tome el combustible (pensé... logré convencer a este viejo, y... me retiré al buque. Iniciamos maniobra de trasiego y la comisión de alimentación a comprar gallinas en la isla y viandas para el sancocho de la tripulación. Hasta aquí respiré tranquilo. La bomba de trasiego de tierra era manual y para desocupar una caneca de 55 galones se demoró 8 minutos, tenía que embarcar 100 canecas de 55 galones. Hice mis cuentas y me dije, a las 22:00 horas zarparemos, pues eran las 09:00 horas. Todo demorado pero estaba dando cumplimiento a la orden del JONA. A las 10:15 horas llegó al buque un Suboficial peruano armado hasta los dientes y me dijo: -señor Oficial, de parte del señor Gobernador, que por qué no ha izado el pabellón peruano?

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Le dije: -dígale al señor Gobernador que no tengo pabellón a bordo. A las 11:00 horas regresó el mismo Suboficial: -que de parte del señor Gobernador, que si usted no iza el pabellón peruano debe zarpar de la isla inmediatamente. Pensé: -qué Gobernador tan pendejo, no sabe que este es un buque de guerra? Me fui a su oficina otra vez, en el trayecto me encontré con el sargento peruano, comandante de los soldados, le dije: -oiga mi jefe, qué es lo que pasa? Me dijo: -mi Teniente, como usted invadió la isla y yo no la supe defender, a mí me da miedo que el señor Gobernador pase un parte a mi superior, pero como él lo autorizó a usted tomar el combustible, él también teme que yo lo acuse ante el Gobierno, eso es lo que yo creo que pasa mi teniente. -Pensé: -tronco de problema ahora. Llegué a la oficina del señor Gobernador; ya en mi posición de Comandante y le dije: -señor Gobernador, cuando los buques de guerra de su país llegan a mi país no izan el pabellón colombiano -le agregué: -usted debe saber esto que está en el derecho internacional. En mi interior no estaba muy seguro de mi afirmación, pero lo dije con tal seguridad que pensé: lo convencí. -Bueno Teniente, usted sabe si ese combustible que está tomando ya pagó los derechos de exportación? Con esa pregunta se me aflojó todo, pues pensé en el titular que saldría en todos los periódicos: “buque de guerra colombiano contrabandea combustible del Perú”. Aculillado le contesté: -señor Gobernador, yo le compré el combustible a un colombiano, aquí tengo la carta que Don Custodio Parra le envió al dueño de la barcaza, así que ellos deben haber pagado los derechos que usted me preguntaActo seguido, el Gobernador me dijo: -Teniente, yo necesito que usted me firme una nota donde conste la operación que se está realizando. Pero, pensando en el informe confidencial del Sargento le contesté: -con mucho gusto señor Gobernador. No había terminado de firmar la copia No. 4, cuando me dijo el Gobernador con voz imperativa y autoritaria: -bueno Teniente, proceda a desalojar la isla inmediatamente y le advierto, que de esta anormalidad daré parte a las autoridades de mi paísAnte semejante orden le contesté: -como quiera señor Gobernador, solo quiero agregar, que se fije en mi grado y si usted informa, hasta hoy llegará mi carrera. Regresé al buque y suspendí la maniobra. De inmediato zarpamos para Leticia. La tristeza fue muy grande, como se dice: “ante la soledad del Comandante”, pues solamente logré traspasar 30 tambores (de 55 galones) en las cuatro horas de maniobra. Al otro día, después de informar al señor Comandante del apostadero del fracaso de mi operación, me fui para el consulado del Perú y... sin mucho esfuerzo, se me salió todo el “Pijao”; le recordé su distinguida progenitora al señor Cónsul; le dije que él estaba en ese puesto no para crear problemas internacionales, sino para ayudar a las naciones y luego, dejé su despacho en actitud iracunda. Dos días después hubo golpe militar en el Perú. Entonces pensé que con el cambio de gobierno a este incidente se le echará tierrita negra y no se sabrá. Nuevamente me fui a donde Don Custodio Parra, le conté mis tristezas y la necesidad de aprovisionar mi buque de combustible. Me dijo: -tranquilo paisano yo le pongo las 70 canecas en su buque usando las chalupas- Así se hizo y mi buque quedó aprovisionado y listo para zarpar, con dos días de anticipación, según el famoso radio del Jona. A principios del mes de noviembre para cerrar con “broche de oro” llegó tremendo radio del Comandante Armada -COAR-: “proceder a levantar investigación administrativa contra Comandante del “ARC Riohacha” por aprovisionamiento irregular de combustible, en fecha tal, Ministro Relaciones Exteriores quejose este Comando”. En mi informe de descargos, donde relacioné mis comunicaciones y anexé el archivo de las facturas proformas de Don Custo ya canceladas con el respectivo paz y salvo, y enfilé todas mis

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baterías contra el cónsul peruano “lógicamente sin mencionar lo ocurrido en su oficina cuando le hice el “Pijao” e ($&*?¿Ç”&) reclamo”. El señor Comandante de la Armada Nacional Almirante Jaime Parra Ramírez, según me contó su ayudante privado, Teniente Gabriel Velásquez, en letra roja escribió sobre mi informe: “tener en cuenta a este oficial para próximos comandos y no sancionar al Teniente”. De este episodio muy poco halagador le informé con lujo de detalles a mi relevo mi Teniente Héctor Sanpedro en diciembre de 1968. Como pueden ver señores correderos, de esta me salvé, así como de otras que seguramente relataré, si es que este tipo de anécdotas no son cansonas para ustedes.

NOTA 1. En mi informe al Comandante Armada, fui muy claro diciendo al final: hago constar al señor Comandante de la Armada Nacional que el señor Comandante de la Fuerza Naval del Sur no fue informado de mi operación, pues tenía mi lealtad con el señor Capitán de Fragata Felipe Mantilla, a quien le tenía el mismo aprecio que ahora me satisface publicar y con todo respeto y afecto lo conocemos hoy como el “viejo Mantilla”. NOTA 2. Para tristeza mía y sonrisa de ustedes, la operación cívico-naval por el trapecio amazónico terminó así: Radio de JONA: por orden superior no se realizará la operación de mi radio tal. Es decir, cancelaron la operación sin ninguna explicación adicional, y no preguntaron cuánto se debe. Con este radio, señores correderos, no se me corrió la teja, pero sí quedé como para contar esta historia que, al calor de unos tragos, incrementa el ..$&*?¿Ç”& suspenso y termina uno aceptando que éstas cosas solo pasan en la vida militar. (1) Artículo publicado en la Cyber-corredera N° 35 en abril de 2003

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