Capítulo 1: ¿Dónde están los mayas?

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Capítulo 1: ¿Dónde están los mayas? PREFACIO (Jonaaj) En medio de uno de mis tantos viajes por las tierras inhóspitas de Guatemala, di con una pequeña ciudad rodeada de mar y hecha en piedra, y, dentro de una de lo que parecieron ser sus casas, tablas con montones de relatos... Hoy decido compartir lo que he hallado con ustedes, con la esperanza de que los ilumine en su andar tanto como a mí, y podamos dar con muchos más lectores. -

Anónimo

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1. ¿Dónde estoy? “Al posar mis pies sobre la blanca arena no pude reconocer dónde me encontraba, la costa se revestía de pequeñas perlas preciosas y tortugas que nunca había visto en mi vida. Empecé a andar por la selva inhóspita que estaba frente a mí, la humedad cubrió los grandes árboles y palmeras -que más bien parecieron enormes gigantes reclamándome por entrometerme en su tierra-. Más tarde que temprano, me percaté de la presencia de bestias desconocidas, una especie de dragón pequeño que sólo me observaba y huía rápidamente cuando me acercaba a él, enormes aves de muchos colores que parecían hablar, y montones de insectos que se pegaron a mi piel para chupar mi sangre. Pronto el hambre y la sed se adueñaron de mí, y en el afán por encontrar algo conocido me había olvidado que había llegado a esas tierras sin nada, ya no recordaba ni como arribé allí. Por fortuna, mis problemas se pudieron resolver al encontrar lo que parecía mar, pero su agua dulce me confirmó lo contrario; se trataba de un río de tamaño enorme, en el que tenías que esforzar la vista para divisar su otra parte, bebí del delicioso manjar que bajaba como miel por mi garganta, luego encontré frutos en esos árboles gigantes y me deleité con sabores que no imaginaba Seguí por mi camino, y la lluvia empezó a caer, la sensación de calidez acompañada de las gotas frías de agua fue una de las miles de nuevas sensaciones que este lugar me regaló. A pesar de todas las novedades, Morfeo tocó a mi puerta y me sumí en un sueño que parecería eterno pero que en realidad no debió durar más de unas horas.

Cuando desperté me encontraba en una tierra diferente, estaba en una gran montaña, el frío era intenso y a duras penas se podía vislumbrar un poco de tierra plana al finalizar la montaña, pese a mi sorpresa por encontrarme lejos de donde creía estar, me compuse pensando en la lógica de esta tierra, nada de lo que hay aquí me era conocido y puede que la noche lleve a otro lugares a los hombres y yo hasta ahora lo estuviera descubriendo. Reponiéndome de mi sorpresa decidí que lo mejor era empezar a bajar la montaña, quizá tratar de encontrar algo o alguien. Luego de largo tiempo bajando y bajando logré llegar a la planicie, una llanura árida y calurosa, casi pareciera que me había transportado, de nuevo, a otro lugar; pensé para mi mismo ¿cómo es posible que en una sola tierra puedan existir tantas expresiones de la misma? ¿cómo es posible que sea fría y cálida a la vez? ¿cómo explicar que las montañas están cerca de las selvas y los desiertos? ¿cómo explicar que todos estos convivan en un mismo lugar? La vista de una gran pirámide me sacó de mis pensamientos y me arrastro como hipnotizado hasta ella, estaba lejos sí, pero incluso desde la distancia podía admirar la majestuosidad que la cubría, era imposible que hombre alguno pudiera construir semejante estructura, me empecé a cuestionar si no había yo llegado al reino de los cielos, si no me encontraba frente a la creación divina del paraíso y frente a las ciudades celestiales que sólo Dios podría construir.


Caminé a toda prisa hacia la pirámide, me tropecé y levanté un sin fin de veces, pero el afán por saber que estaba allá alivianaba mi espíritu y me inyectaba de fuerzas para continuar con mi travesía. Pronto me fui acercando más y divisé no solo la gran pirámide sino muchas estructuras más, formidables palacios, pirámides más pequeñas con escaleras y rampas, entré a lo que parecía una ciudad, pequeñas casas de piedra se encontraban allí, pero las edificaciones iban creciendo en gracia a medida que me iba adentrando más al centro de la ciudad.

Sin entender nada, siquiera funcionaban así los edificios, ni cómo era posible construir semejantes cosas en su supuesto atraso. En medio de mi desasosiego no me percaté que había llegado a una pirámide más pequeña que las otras, pero todavía más alta que yo, cuando me di cuenta una cabeza humana se encontraba a mis pies y un grupo de extrañas personas me miraban con asombro y precaución. Antes de poder preguntar cualquier cosa me desmayé.

Notas del autor: A juzgar por el lugar en el que encontré este relato, la vieja ciudad maya de Tikal, y las descripciones que hace, puedo afirmarles que esas extraordinarias pirámides y montañas a las que se refiere, son las mismas que encontramos en lo que hoy es parte de Guatemala y Belice. Y por si les interesa saber, aquel personaje sólo conoció una minúscula parte del imperio, pues el resto se esparce entre las actuales Honduras, El Salvador, Sureste de México, y los países que ya mencionamos, abarcando un territorio que creemos, casi 325.000 Km.

Más temprano que tarde, llegué a una plaza enorme, alrededor de ella, estructuras como similares a edificios y de figura extraordinaria, decoradas con figuras que no entendía, rostros humanos con dientes de feroces bestias, cabezas adornadas de plumas. Las pirámides, tan altas que parecía que pudieran llegar a los cielos, junto a algunas más pequeñas que no parecían tener función alguna. No parecía haber rastros de persona o Dios alguno, caminé por la ciudad buscando a alguien que me explicara qué era todo esto y porque jamás lo había visto. Inclusive, llegué a encontrar una especie de sitio de rituales o espectáculos, en medio de dos particulares tribunas en piedra, y un aro a unos dos metros de altura, por el que cabría una pelota.

Podríamos hablar de tres zonas. En primer lugar, la zona la norte, de tierras pedregosas, llanas y áridas, con un clima mayoritariamente seco y cálido. En segundo lugar, la zona central, predominando un clima caluroso aunque húmedo, de vegetación tropical y constantes lluvias. Y por último, una zona sur con altas serranías de clima templado y frío, abundante también de planicies húmedas y cálidas. Si hace falta añadir, decirles que no es necesario preocuparse más de la cuenta por el viajero perdido de nuestro relato, pues ya se ha comprobado que las historias de canibalismo salvaje son poco más que mitos.


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