Capítulo 3: ¿Tienen otros dioses que no son mi Dios?

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Capítulo 3: ¿Tienen otros dioses que no son mi Dios? 1


1.

Creación del universo

(La siguiente narración está inspirada en los relatos escritos en el Popol Vuh, de autor anónimo) Durante años, hemos escuchado la historia de la creación, la mujer nacida desde la costilla del hombre y cómo nos expulsan del paraíso, ¿y qué ha pasado con la visión de los demás? ¿Tendrían los mayas alguna creencia o sólo copiaron la española y nunca se preguntaron por su propia creación? Acompáñenme a ver, la historia de cómo nacemos del maíz. En el inicio de los tiempos, Kukulkán, y huracán, dioses mayores, tal vez un poco agotados de su soledad, declamaron: “Que el agua se retire y surja la tierra”, y así, se abrieron los mares para dar paso a extensas llanuras, grandes árboles, pobladas selvas y cuerpos de agua en medio de la tierra. Luego de esto, crearon los primeros seres caminantes, los animales. Unos para caminar, otros nadar, y unos últimos para volar, le dijeron por ejemplo al venado “dormirás al borde de los ríos, en los pastos y caminarás en cuatro patas” y a los pájaros “ustedes duerman en los árboles, y multiplíquense”. Sin embargo, Kukulkán, y Huracán vieron que no hablaban ni se entendían entre ellos, sólo producían gruñidos, y no podrían exaltar a sus dioses y recordarlos, así que como castigo de su ignorancia fueron obligados a comerse entre especies.

Su siguiente intento fueron los hombres de madera, que podían caminar y hablar, y llegaron a tener descendencia, pero no tenían alma y andaban sin memoria de lo que hacían ni de sus dioses creadores. Así que al ver que no podían estos tampoco adorarlos, Huracán envió un diluvio que destruyó su civilización, de los que sus pocos sobrevivientes se convertirían en monos tiempo después. Un día, los animales llevaron a sus dioses maíz blanco y amarillo, del que Kukulkán, y huracán empezaron a moldear los cuerpos de los nuevos hombres; estos, una vez creados, podían caminar, veían lo lejano y cercano, tenían alma y podían hablar, eran muy inteligentes, pero eran tan inteligentes que estos dioses pensaron en que eran demasiado inteligentes, y parecían dioses, así que Huracán les nubló la vista para que sólo pudieran ver lo que estuviera cerca de ellos.

Para compensarlo, se les ocurrió la idea de crear hombres de barro, pero decepcionados vieron que no se podían ni mantener en pie, así que destruyeron ahí mismo su creación.

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II Ixbalanqué y Hunahpú, fueron dos dioses hermanos gemelos, que nacieron del encuentro entre Hun-Hunalpú e Ixquic, quien quedó embarazada al escapar del inframundo en Xibalbá. Ixquic luego sería aceptada por Ixmukané, que también educaba a los dos hijos mayores de Hun-Hunalpú, quienes molestaban a sus hermanos menores hasta que estos los convirtieron en monos. Un día, lograron encontrar los artículos del juego de pelota que había inventado su difunto padre, y se pusieron a jugar. Con el ruido y su diversión, llegaron a molestar a los dioses de Xibalbá abajo, en el inframundo, estos, molestos, estaban dispuestos a cobrar su molestia. Así, los dioses de Xibalbá les enviaron un mensaje, tenían que ir en siete días exactos al mismo infierno, en donde fueron retados a un juego de pelota infernal por los propios dueños de este lugar. Primero, jugaron con una pelota del mismo inframundo, y empezaron a recibir anotaciones de sus contrincantes, pero luego, los hermanos pidieron jugar con la pelota de su padre, una del mundo normal, y con ella lograrían remontar el juego. Viéndose inesperadamente vencidos, los hermanos de Xibalbá, hicieron pasar a Ixbalanqué y hunahpú un camino en el que numerosas navajas eran lanzadas hacia ellos, pero supieron esquivarlas todas con habilidad y superar el reto. Molestos, estos dioses del inframundo retaron a Ixbalanqué y Hunahpú a entrar a la casa de los jaguares, esperando a que estos los devoraran, pero estos gemelos con habilidad entretuvieron a los jaguares con juegos.

Sin entender cómo habían sobrevivido, pero sin la idea de rendirse, obligaron entonces a Ixbalanqué y Hunahpú a entrar ahora a la casa de los murciélagos, y pasar la noche ahí; aquí Hunahpú cometió su primer error, pues al asomarse para ver si había amanecido, perdió su propia cabeza, afortunadamente Ixbalanqué pudo recuperarla y revivir a su hermano. Poco dispuestos a perder, los dioses de Xibalbá hicieron entrar a Ixbalanqué y Hunahpú a una hoguera, para que por fin pudieran morirse, como de hecho lo hicieron una vez entraron en ella... Pero, esta historia, lejos de llegar a su fin, le falta por contar que Ixbalanqué y Hunahpú resucitaron en peces luego de morir en la hoguera, que pasaban sus días enfrentándose hasta la muerte, para volver a resucitar. Sorprendidos, los dioses de Xibalbá quisieron aprender este maravilloso truco, por lo que accedieron a morir en manos de los gemelos, pero cayeron en una trampa, pues estos hermanos no tenían planes de hacerlos revivir luego de todos los intentos que tuvieron estos de hacerlos morir. Vencedores, Hunahpú se convertiría en el sol, e Ixbalanqué en la luna, para ser adorados ahora por los hombres de maíz, nosotros.

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2. Todas las cosas tienen corazones

(La siguiente narración está inspirada en el artículo “Territorio sagrado: cuerpo humano y naturaleza en el pensamiento maya” de Manuel Alberto Morales Damián. todo lo que encuentres en cursiva será parafraseado directamente de él, el resto es redacción nuestra. Visita su artículo en http://www.scielo.org.mx/pdf/cuicui/v17n48/v17n4 8a14.pdf )

El siguiente fragmento pertenece al diario de un excursionista sin nombre, la única información de esta nota son los números 08/09, algunos dicen que es una fecha y, otros, por la época, creen que es más bien una ubicación. Añado esta nota, para narrar que hace poco, luego de estar largo rato perdido, di, en medio de la inmensidad con una imagen que sólo parecía dividirse entre tonos de color verde, y tonos de color azul; se ven aparecer inmensidades en roca, pero no interrumpiendo como quien quiere imponerse y verse mejor de lo que tenga al lado, como las construcciones de hoy, y tampoco tan pequeños para no verse o verse feos, sino igualando la belleza de los dos colores que las rodean. Estas apariciones, no son menos que las viviendas de los mayas, organizadas entre pequeños grupos de casitas hechas con paja y madera, escondidas entre estructuras anchísimas de dos o tres pisos de altura, sobre las que podrían pararse montones de personas, pues eran como grandes escalones a los que podías subir. Y, por último, sobrepasando todos los árboles, los edificios más grandes y hermosos, pero estos, construídos por escalones, cada uno más pequeño que el anterior para llegar a una puerta que se ve en la parte de arriba, si, son las pirámides. Bajando para acercarme a esa enorme ciudad, me topé con una nativa, a quien vi a lo lejos hablando largo rato con sus ovejas, como si fuesen viejos amigos. No resistí la curiosidad y me acerqué a preguntar qué les decía si eran simples animales. Al preguntar su nombre, me respondió Yaaj. - “Mira hermano, todas las cosas tienen corazón, todas las cosas viven. Aquí el reloj que traes tiene corazón.

Lo ves porque camina, se mueve. Las flores, las plantas, la milpa, tienen corazón. Por eso tenemos que visitarlas, platicarles y esperar que nos platiquen. Tal vez tú no lo ves ni entiendes sus palabras. Ya es otra cosa que tu reloj. Pero te digo, todas las cosas tienen corazón, todas las cosas viven, aunque tú no te des cuenta” Por ello habla con sus bueyes, vacas y demás animales; porque como traen corazón, puede explicarles que, si no colaboran en su parte, ambos sufrirán falta de alimentos. Luego de que me ofreciera agua y comida, porque cargaba sin provisiones, le quise hacer un comentario por la belleza del “paisaje” que tenía, pero no sabía cómo explicarle que era “paisaje” porque tal palabra no

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existía en su idioma, ni encontré ninguna parecida. Cuando comprendió que era lo que quería decir, me dijo esto: - Es que aquí no distinguimos entre “paisajes”, y nosotros, o los animales que nos acompañan en nuestros cultivos, o las plantas de las que comemos, o lo que construimos. Como puedes ver, lo que hacemos de nuestras manos, pretende no interrumpir con lo que nos rodea, porque queremos vivir en armonía con lo demás, que es parte de nosotros. Por eso los dibujos que puedes ver, que hacemos nosotros, no son objetos separados, sino un “paisaje” completo, como lo llamas tú. “Esta copa del árbol, extendiendo sus ocho ramas, toca sección superior”. El

inferior está constituido por agua subterránea y tierra flotante, no existen zonas libres que permitan destacar las figuras que

integran la escena, una forma se confunde con otra al estar en contacto; de esta suerte no se reconocen diferencias entre tales formas. Esto, sin embargo, no significa que no se pueda percibir a cada figura como un elemento autónomo puesto que se recurre a la línea cerrada. Así, se percibe a cada uno de los elementos como un detalle del todo

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3. Mitos sobre la fecundidad (La siguiente narración está inspirada en el artículo “Rituales y creencias sobre la fecundidad humana entre los mayas” de Martha Iliana Nájera, la redacción es nuestra. visita el artículo completo en: https://f002.backblazeb2.com/file/rumstorage/79e94be5-adf0-4b07-9beb81dfe7524888.pdf) “En búsqueda de las zonas más ocultas a ojos de los demás, es decir, yendo a las más alejadas, las jóvenes vírgenes se adentraban en el pulmón del bosque para pedir fertilidad bajo la luz de la luna”. Cuando realicé ese ritual, nos despojamos de toda prenda para acomodarnos en círculo, una junto a otra; nos dirigía una anciana de ademanes amables, que en vez de hacerse por fuera del círculo, o en el centro de todas, se posicionaba como una más de nosotras.

Como yo era nueva en aquel lugar, me explicaron todo: las mujeres nos regimos por la luna, por ello el ciclo de lunación tiene un promedio de 28 días, el mismo que el de la

menstruación de la mujer, para eso estábamos allí, para conectarnos con el astro que nos rige, y con los elementos de la tierra que al estar ligados a nosotros, hacen prosperar nuestra fertilidad. Aquí es importante poder tener hijos, pues como cuentan los más viejos, en momentos en donde al parecer los dioses han estado molestos, han derramado fuertes vientos o lluvias sobre los pueblos, o provocando la sequía de las tierras; por esto, para evitar desaparecer toda nuestra comunidad, cada pareja se hacía responsable de expandirla”.

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4. EL CONEJO EN LA CARA DE LA LUNA (El siguiente relato, está inspirado también en los mitos del Popol Vuh, puedes encontrarlo en diferentes fuentes) De seguro, al igual que yo que te estoy narrando esta historia, te has sentado más de una vez a mirar este gigante satélite natural, adornado por las estrellas, e iluminando más que un paisaje nocturno, iluminando historias y recuerdos. Si alguna vez has escuchado la leyenda de que un conejo está impreso en una cara de la luna, los Mayas tienen su respuesta para aquella llamativa imagen, si no habías escuchado esa historia nunca, te invito a leer y, en la próxima luna llena, no olvidar mirar su forma por un largo rato. Cuentan que, lleno tal vez de curiosidad o tedio en su hogar, el gran Dios Quetzalcóatl, decidió visitar la tierra disfrazado de hombre. Se dispuso a caminar la tierra, en la tarde ya con hambre, pero decidió esperar y seguir caminando. En la noche, ya completamente cansado y lleno de hambre, se sentó a descansar y mirar los cielos, a lo que se encontró un conejo que salía a cenar, por lo que le preguntó qué estaba comiendo.

-Gracias, pero yo no como zacate. -¿Qué vas a hacer entonces? -Morirme, tal vez, de hambre y sed. El conejito, triste, se acercó a Quetzalcóatl y le dijo: -Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí. Entonces el dios, enternecido, acarició al conejito y le dijo: – Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti. Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo: -Ahí tienes tu retrato en luz, para que todos los hombres en todos los tiempos puedan verte. Por eso vemos un conejo en la luna.

-Estoy comiendo zacate (hierba) – respondió éste. ¿Quieres un poco?

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