Capítulo 6: Pinturas, esculturas ¿Cómo pueden crear algo tan hermoso? 1
1. Francisco Azulpesco Nota del autor: La narración que encontrarán ustedes aquí, fue escrita por el honorable Francisco Alzupesco y fue encontraba, junto a sus bienes personales y tesoros, cuando finalmente, luego de 100 años de búsqueda, su cuerpo fuera hallado en una remota montaña de México. Por lo asombroso del contenido de este y el respeto que se merece el difunto Alzupesco, me dispuse a la laboriosa tarea de traducir este relato; debo advertir que lo que leerán a continuación les maravillará de mil maneras, y no debe ser tomado a la ligera. No siendo más, inició el relato. “Luego de habitar unos días con los nativos de una pequeña ciudad, decidí emprender camino de nuevo. Quería conocer más, ver más. Los hombres y mujeres de aquella aldea habían sido gentiles y amables, a pesar de la distancia que el lenguaje construía entre nosotros, ellos me contaron, con señas y dibujos, como más allá, hacía el sur, podía yo encontrarme con grandes ciudades, dioses y emperadores. La curiosidad siempre ha podido conmigo, así que salí a cazar una última vez con ellos y me preparé lo mejor que pude para explorar al otro día. El plan era sencillo, caminar en línea recta hacia el sur hasta encontrar una gran ciudad, el viaje, estiman los nativos, sería de unos dos o tres días. Preparé suficiente agua, comida y armas para encontrar los nuevos misterios de esta tierra que no dejaba de sorprenderme.
Los nativos que intentaron describirme lo que me iba a encontrar no le hicieron justicia en lo absoluto. Enormes y pulcras pirámides talladas con rostros de cuerpo de animal, flores y plantas. Junto a ellas, pude ver grandes estatuas de rojo intenso, algunas representando figuras de seres humanos con ropas coloridas y sombreros altos, algunos cazando, otros pescando y otros como alabando a impresionantes dioses; las otras, con figuras con rasgos parecidos a animales. Entre todos ellos, quedé hipnotizado por la enorme pintura de una serpiente emplumada, más iluminada que el resto de obras, que se colocaba con la boca abierta sobre cinco hombres que parecían admirarla. Todos ellos, mirando hacia ella, algunos con máscaras en sus manos, otros con una planta de maíz, y algún otro intentando encender una fogata. De alguna manera, no puedo explicar la atracción que se sentía al mirar aquella serpiente a los ojos, tanto así, que nunca me percaté que los nativos se acercaban a capturarme.
El viaje fue tranquilo, más tranquilo de lo que me esperaba. No me encontré con nada inesperado, solo un par de animales y algunas hierbas que querían engañar mi ojo para llevarme a su dulce veneno, pero logré sortear todos los pequeños obstáculos y en la mañana del tercer día arribé con gran sorpresa a una hermosa ciudad.
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Fui llevado dentro de una gran pirámide. Allí, un hombre de mirada penetrante, gestos duros, pero sin signos de maldad, me observaba, comparaba su piel con la mía, queriendo disimular el asombro, examinaba mi cabello de ondas, ojos y manos; me observaba y su imagen se me hacía más impactante con sus adornos de múltiples plumas y figuras de oro. Intenté no parecer intimidado, y no pasó mucho tiempo hasta que, con voz autoritaria y sin signo de duda, exclamó decenas de órdenes a quienes estaban cerca de él. Poco después, entendí que ese debía ser el capitán del ejército y que mi presencia debía ser alarmante para una sociedad que nunca había visto una persona con un aspecto tan exótico como el mío; pasó por mi mente la imagen de mi propia muerte a manos de aquellos extraños, y me desmayé sólo de la impresión. Al contrario de lo que pensé, los guerreros me llevaron a una cámara diferente dentro de la pirámide. Al despertarme me encontraba solo, rodeado de una infinidad de tesoros que jamás habría sido posible encontrar en España; joyas, oro, piedras preciosas y perlas, mis sentidos estaban extasiados, pero a la vez confundidos. Y pinturas más pequeñas que las anteriores, que tenían hasta cuatro metros de altura, estas, en un tono más oscuro representando lo que parecía una batalla.
segundos hasta que, de manera repentina, entraran a mi habitación el hombre emplumado de antes, y otro un poco más bajo, pero igual intimidante para mí. Este último, estaba coronado con plumas, y su aspecto y aire de soberanía hacía pensar que era el gobernador de aquella ciudad; al igual que el capitán, este empezó a examinarme con detalle, pensativo. Con un solo movimiento de cabeza el capitán me tomó del brazo y me condujo casi a rastras a una nueva cámara, aquí, tomaron mis ropajes y me vistieron con una gran túnica de colores, me trajeron comida de mil colores, frutas desconocidas y preparaciones condimentadas y picantes, sin embargo, la comida que más abundaba en el plato era el maíz, que también había sido un alimento predilecto cuando me encontraba con la anterior tribu. Dentro de la habitación pude observar altos murales, cada uno más extraordinario que el anterior. En ellos estaban pintados batallas y glorias militares, con colores oscuros y opacos, mientras que en otros se veían como las mujeres daban a luz y sus colores brillantes y vivos representaban a la perfección la dicha de vida nueva. De nuevo, me perdí en el hermoso arte que llenaba el lugar y no me percaté de que el gobernador y el capitán entraron a la cámara y me ofrecía unos códices, que son manuscritos hechos a mano.
¿Y si este era una especie de ritual? ¿Y si en un acto de maldad estaban mostrándome todos los tesoros que nunca podré poseer? De nuevo, la angustia invadió mi cabeza, por lo menos esos
Pude entender que esperaban a que yo los descifrara, pero al abrirlos no pude encontrar una respuesta que darles, su forma de escritura no me 3
era familiar y me tomaría un buen tiempo si quiera intentar descifrarla; sin embargo, al pasar las hojas con estos códices, pude encontrarme con pequeñas ilustraciones que, según mi deducción, debían representar lo que estaba escrito en ellos.
ayudara a derrotarlos para no morir en sus manos. Pero en el fondo supe que esta tarea era imposible, nada podía evitar que más blancos de cabello rubio como yo encontrasen este lugar.
Me emocioné al pensar en que podría descifrar el misterio que estas hermosas gentes ponían en mis manos, pensé que podría ser de ayuda, incluso llegué a pensar que este un trabajo que solo yo podría hacer, como un elegido... pero, el entusiasmo no me duró mucho, desapareció cuando las imágenes me mostraron la más horrible de las historias. En las ilustraciones se podía ver como hombres blancos con cabellos rubios y ojos claros, o sea, hombres como yo, destruían todo a su paso. Mis ojos vieron como las ciudades eran quemadas, los hermosos murales destruidos, las esculturas hechas en piedra eran quemadas con rabia y reemplazadas por estatuas de cristo en la cruz; vi como los guerreros mayas se enfrentaban con soldados vestidos de hierro de pies a cabeza, y pese a que peleaban hasta el último aliento con valentía, su sangre corría por los ríos. Mi horror empezó a crecer al ver que los que eran como yo, se alojaban en estas tierras, acababan con las riquezas, llevando el oro y la plata a España a costo de esclavizar a los nativos de aquí. Vi también como llegaban hombres oscuros a ser tratados como animales, fui testigo de cómo este nuevo mundo empezaba a convertirse en una copia de Europa y cómo los hijos de la mezcla (mayas y blancos, blancos y oscuros, oscuros y mayas) empezaban a unirse para sacar a España de su tierra, vi el futuro en esas páginas, artefactos jamás imaginados llegaban, grandes máquinas monstruosas y más y más gente nacía. Vi cómo se crearon países llamados México, El Salvador, Guatemala y Belice. No podía creer lo que estaba viendo, este libro profetizaba el futuro, ellos y yo sabían que esto estaba muy cerca de cumplirse, a menos de que alguna manera ganaran las batallas contra el gran mar blanco. Tal vez eso querrían de mí, que
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