Fue una frase de amanecer. Conciencia de madrugada. Guía de supervivencia a la hostilidad de las mañanas. A los despertares tristes, a la tristeza despierta. Fue mucho más que eso. O simplemente seis palabras cruzadas al azar ante mis oídos aún dormidos.
AbrĂ los ojos y las vi. FluĂan a la luz madura entre los amarillentos claroscuros del hierro. AcompaĂąaban mi perezosa soledad. Asolaban mi techo inamovible, oxidado, diagonal, exhausto.
No se movieron de ahテュ hasta entrada la noche. Oscuridad de ese mismo dテュa. Devenir de ese mismo acontecer. テ度ido de vida errada, herrada, enredada.
Subieron por mi memoria claramente, me buscaron, me hallaron. Abriendo un hueco: el de la certeza de que fueron útiles. Vía para huir. No. Vía para entender.
Abrí los ojos y escuché. De mi voz. En el sitio donde las imágenes no existen pero pueden verse. O cerca de allí. O quizá sea que pueden verse y por eso allí sí existen. (O… Tantos otros sitios son olvidados por mucho menos). Allí donde se pueden oír las palabras no dichas de nuestra propia voz. Allí: “Entre la magia y la mentira”.
Despierta ya, pude advertir que se trata de lo mismo. En forma de interrogante hallé una respuesta. Oxidando el inclinado hierro del pensamiento conciente. Entre la magia y la mentira ¿Acaso no es lo mismo? Una y otra… ¿No son lo mismo? Puede ser, logré admitir, llegado el fin de la tarde.
Ya de noche pude escuchar mi voz en alto, rebotando en ese techo que cubrió mi día entero… Puede ser. Pero prefiero la magia.
Š Silvina Enrietti textos octubre 2007 fotos abril 2012