SED DE MAR

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Sed de mar

Antonio Lafuente dP


Sala Ibn al Jatib IES Ben al Jatib C/ Sorolla, 38 (El Cantal) 29730 La Cala del Moral

Sed de Mar 19 de octubre a 14 de diciembre 2018 lunes a viernes 9 a 15 h., tardes cita previa (951293501)


Sonetos de mar Le gusta escribirle al mar con los ojos. Cada día, desde la mirada, le despierta Antonio Lafuente un territorio de lo fantástico, un hechizo de luz donde sus colores son pájaros, su boca del deseo y del dolor, un final de viaje o un destino que se emprende. Imágenes a contrapelo de un horizonte y la marea de un instante en el que brota y se desvanece la belleza, la fuerza, la ternura, el enigma del mar enmarcado, y la vida de lo que una muerte dejó dormido en su naufragio. Pareciese que Lafuente captura y colecciona fotografías de un paisaje en el que explora las olas, la piel del mar a modo de página en la que caligrafía el aire un susurro del agua y su grito conjurándose en violencia o en caricia. Pero no, no son escenarios con los que un Robinson Crusoe juega a crear calendarios. Lo que Lafuente hace es escribir el cuaderno de bitácora de un cazador de los mares del mar, y compartir con nosotros el hallazgo y el secreto del lienzo que descubre y cuya historia nos propone la aventura de encontrarla, leyendo el vientre de esas caracolas que ha abierto con su mirada. Sed de mar es esa colección de poemas de los que aprender que la herida de una piedra horadada por el agua lo mismo es un corazón que emerge que el ojo de cíclope en el que se despierta la magia. Igual que nos desvela que la mar se convierte en plomo y plata cuando la luz derrite sobre ella el cansancio de su brisa y de su peso. O la sexualidad de la espuma que presagia despacio el tacto de su caricia que lame, envuelve y arrastra la eterna cadencia del beso y su pasión. Hay también entre sus presas los sucos de la piel que tiembla y se propaga cuando sopla una caricia, o si en su interior se excita una agitación sin del todo desvelarse. Misterio, cicatrices, malabarismos de nubes, sueños, arenas en sombra escritas, caminos que se sumergen en la frontera, embestidas, los cuerpos petrificados de sirenas amantes y el monstruo varado de azul con la huella de su naufragio a una mano de la orilla.


No podían faltar en el amor al mar de estos poemas, todas las horas de la luz creando espejismos entre el cielo y las aguas de Alborán como mapas a los que cada día Antonio Lafuente les caza una naturaleza, y le zarpa un deseo. Guillermo Busutil


The battle (24 x 48 cm.)



La piedra herida (40 x 275 cm.)



Flujo y cadencia I (29,5 x 179,5 cm.)



Tal vez haya esperanza (29,5 x 65 cm.)


El mar de ahora Vi el mar por primera vez en un cine de Logroño, en una película de piratas. Mi padre decía que estuve toda la noche haciéndole preguntas sobre el agua, la profundidad, las olas... solo recuerdo vagamente la película, pero no cómo era aquel mar. Luego, creo que fue luego, lo vi en blanco y negro en fotografías de veraneo de mis tías en la playa de Hondarribia, que entonces llamábamos Fuenterrabía. También recuerdo el mar en mi tesoro de cromos a todo color de aquel álbum de tapas rojas, especialmente el mar de la batalla naval de Lepanto1 al guache, de cuando la ciudad griega de Náupaktos me resultaba tan remota y falsa como toda la historia sagrada española. Por fin lo vi con mis ojos –tendría yo unos siete u ocho años– desde la cima del monte San Lorenzo en la Sierra de la Demanda, los días muy claros aún se ve desde allí el Golfo de Vizcaya. Mirad niños, nos dijo el guía, aquello que véis allí es el mar. Nunca he olvidado ese momento, me dio un vuelco el corazón, y otro me dio cuando lo vi desde la ventanilla del coche que nos llevaba a Donosti; en la playa de La Concha me bañe por primera vez en agua de mar. Luego he tenido otras muchas experiencias y visiones, otros mares, continentes, islas... amores marinos. Desde la playa de Zahara de los Atunes sentí una noche del pasado siglo la esfericidad del planeta, oyendo el suave batir de las olas y viendo parpadear en la oscuridad las luces africanas de Tánger, mientras Fernando Quiñones nos leía uno de sus poemas. Y con las fotografías de Antonio recuerdo ahora2 los mares que él ha retratado tantas veces, en tantos lugares. En esas fotografías el mar es siempre el mismo que fue, no ha cambiado como las playas y los pueblos costeros, como los veraneantes y sus bañadores, o como yo. Octavio Colis 1 Que los turcos recuerdan como Inebahtı deniz muharebesi o Desgraciada batalla de Inebahtı 2 Ahora es siempre ahora. Nunca es ayer, ni jamás será mañana.


Mar de Alborรกn XXXIX (26 x 40 cm.)


Desde el espigรณn (31 x 40 cm.)


Flujo y cadencia II (63 x 83 cm.)


Fotos sin palabras XXI (30 x 40 cm.)


Ramas sobre el horizonte (30 x 40 cm.)


Atardecer en el Peñón del Cuervo (32 x 43 cm.)


Colabora: AMPA Sorolla



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