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Li - y brosLec turas
E - di -
torial -
Coordinador:
Óscar Jairo González Hernández.
Diseño y graficación: Karen J Crespo E.
Ilustración Portada: Mathew Borrett.
Medellín- Colombia Febrero de 2015
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Eg贸n Schiele
Egón Schiele
(1890-1918) En prisión. PRÓLOGO
Egón Schiele en Prisión.
Barcelona. Ediciones Maldoror. 2004. Pág. 9, 23, 46.
El 9 de mayo de 1912, cuando Egon Schiele me escribe desde Viena a Torbole –en el lago di Gardasufre un profundo sentimiento de deterioro interior: “… como le digo, estoy acabado, ¡me siento tan miserable! He pasado 24 días en prisión -¿estaba usted al corriente?- He sufrido de todo y en los próximos días le escribiré sobre lo que me ha ocurrido”.
hermana Hedwige: “Como ser humano que eres, contempla su vida de profunda miseria”.
Arthur Roessler
Las páginas que siguen traducen en palabras y en imágenes lo que ha padecido durante esos 24 días. El tiempo transcurrido y la muerte del artista han creado la distancia que permite esclarecer lo que aquel encierro de Schiele fue siempre en realidad: un mal golpe que no consiguió su objetivo, cuyo origen fue el excesivo celo de los guardianes de la moral, y el martirio doloroso de un artista incomprendido en vida. Schiele se vio obligado a moverse por caminos orillados de espesa maleza donde los prejuicios proliferaban como la mala hierba. Cuando disminuyó el riesgo, pronto aprendió, a sus expensas, que había otros paisajes equívocos, que tapices de flores pueden cubrir muchas ciénagas. A la vida que Egon Schiele debió compartir como ser humano con sus cóngeneres puede aplicarse esta dura sentencia de la
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24 de abril de 1912 No demasiado lejos de mí, lo bastante cerca para que escuchara mi voz si yo gritase, instalado en su sala de audiencias, está un hombre que es juez o quién sabe qué, un hombre, pues, que se considera mejor que los demás, que tiene estudios, que ha vivido en la ciudad, ha frecuentado iglesias y museos, teatro y conciertos, e incluso sin ninguna duda exposiciones de arte, que cuenta, pues, entre las personas cultivadas, que ha leído o cuando menos ha oído hablar de biografías de artistas ¡y ese hombre puede asumir que yo esté encerrado en una jaula! Ha dejado que me pudra aquí durante horas, durante días, y no se ocupa de mí en absoluto. ¿En qué piensa? ¿Qué conciencia tiene ese hombre?. Quizá tenga preocupaciones, quizá sea distraído,¿quizá me ha olvidado? Deberé tal vez permanecer muchos meses en prisión; sí, quizá caiga enfermo aquí y me muera antes de que sea aclarada mi inocencia.
setenta y seis horas! ¡Una eternidad! La instrucción se desarrolló de una manera lamentable, y he sufrido una indecible desgracia. Se me castiga terriblemente sin haber sido condenado. Durante la sesión del tribunal, uno de mis dibujos confiscados, el que colgaba en mi dormitorio, ¡fue quemado solemnemente bajo la llama de una vela por el juez togado! ¡Auto de fe! ¡Savonarol a ! ¡Inquisición! ¡Edad Media! Sí, corred a los museos y destrozar las mejores obras de arte. Quien desaprueba el sexo es una basura que mancilla, de la manera más vil, a los propios padres que lo han engendrado. ¡Todo aquel que no haya sufrido como yo deberá en adelante avergonzarse ante mí!
Traducción: Jorge Segovia.
Ninguna perspectiva de ayuda, ningún amigo está localizable. No puedo informar a nadie de mi situación. K., está en Attersee, R., está en el lago di Garda, y quién sabe dónde se encuentran los demás. Pero aunque incluso estuviesen en Viena, ninguno de ellos podría venir a liberarme de inmediato en vista de que me está prohibido escribir a quien quienquiera que sea.
Viena, 8 de mayo de 1912
¡24 días de encarcelamiento! ¡Veinticuatro días o quinientas
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Arnold Schoenberg
Arnold Schoenberg
(1874-1951) CARTAS
Viena, 7.III.1910
Cartas.
Madrid. Ediciones Turner. 1987. Págs. 25-26.
Respetado señor director Herzka, por causa de la llegada de Schreker (1) no pude tratar con usted aún de una cosa. Esto es, quisiera pedirle que me diera, si es posible, cualquier clase de trabajo (revisiones, reducciones para piano o algo semejante) para la Universal Edition, pues tengo necesidad de aumentar mis ingresos de alguna manera. Usted sabe que hogaño tengo pocas clases. Mis ingresos han disminuido, mis gastos se han elevado. Tengo que hacer algo. De la editora no recibiré nada muy pronto, a lo que parece. Pero ante todo necesito ahora urgentemente dinero. Pienso que usted encontrará alguna suerte de trabajo para mí (¿acaso orquestaciones?). Pero también quería decirle algo más. Usted sabe que pinto. Pero usted no sabe que mis trabajos han sido muy alabados por expertos. Expondré también el próximo año. Y aquí es donde pienso que quizá pudiera usted inducir a mecenas conocidos suyos a comprarme cuadros o hacerse retratar por mí. Con gusto estoy dispuesto a hacerle a usted un retrato de prueba. Lo pintaría a usted de balde, si me asegura que entonces me proporcionará
encargos. Ahora, lo que usted no debe decirle a la gente es que mis cuadros les gustarán. Lo que usted tiene que hacerles inteligible es que mis cuadros tienen que gustarles porque han sido alabados por autoridades en la materia; y sobre todo que es mucho más interesante llegar a ser pintado por un músico de mi renombre o poseer un cuadro mío, que serlo por cualquier artesano cuyo nombre nadie conocerá dentro de 20 años, mientras que el mío ya pertenece hoy a la Historia de la Música. Por un cuadro de tamaño natural pido de 2 a 6 sentadas (2) y de 200 a 400 coronas. Esto es muy barato, si se considera que por estos cuadros dentro de 20 años se pagará el décuplo y dentro de 40 el céntuplo. Usted mismo sabe muy bien, y espero que no haga usted chistes malos con una cosa tan seria, sino que se la tome tan seria como es. Como he dicho, estoy dispuesto a pintarle a usted de balde su retrato como cuadro de prueba, si me asegura que a continuación recibiré encargos. Pero, por supuesto: no admitiré que la adquisición de un cuadro dependa de si le gusta al comprador. El comprador sabe quién pinta; también ha de saber que él no entiende nada de esto, pero que el cuadro tendrá valor artístico o, al menos, histórico.
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Le quedaría muy agradecido si quisiera ayudarme a este respecto, y creo que no sólo me prestaría un servicio a mí, si usted quisiera pensar en esta cuestión no a la vienesa, sino con amplitud de miras: como ciudadano del mundo. Por favor, encargue usted enseguida el papel pautado a Gurre (3). Pese a mi advertencia, interpretada por usted de manera maliciosa como “peligrosa amenaza”, ya he empezado con los trabajos preliminares. 1. Franz Schreker, operista y director de orquesta, después director de Hochschule für Musik (Escuela Superior de Música) de Berlín, en la época de esta carta era maestro de coros en el recientemente fundado Coro Filarmónico de Viena. 2. Schoenberg quiere decir que el modelo ha de posar de 2 a veces. (N. del T.). 3. La partitura de la orquesta gigante de los Gurre-Lieder exigió la fabricación de papel pautado especial. Schoenberg tenía la intención de acabar la orquestación de la obra, tras casi ocho años de interrupción. El estreno tuvo lugar dos años después bajo la dirección de Schreker. Seleccionadas y editas por: ERWIN STEIN . Traducido por: ANGEL FERNANDO MAYO ANTOÑANZAS
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María Teresa Hincapié
María Teresa Hincapié
(1956-2008)
Bogotá.Instituto Distrital de culturay Turismo. 2012. Pág 47.
Coreograrias colombianas que hicieron historia.
UNA COSA ES UNA COSA sí, yo lo que hacía era trascender todo, hasta la basurita la recogía, hacía un grumito y quedaba detrás del zapato o detrás de la puerta (…) Yo en este momento no tenía ni idea de lo que era performance; lo único que tenía era una disciplina que me fascinaba y me daba el rigor para hacer trabajos muy largos. Me puse a trabajar 12 horas, me metí a ese teatro. Yo llegaba por la mañana, con todo (…) Este trabajo donde fueron 5 personas durante 3 días, para mí no era hacer un espectáculo sino darme la oportunidad de poder trabajar, de tener una disciplina, de tener un rigor y al mismo tiempo de que la gente, la persona que quisiera entrar, pues entrara y si quería ver mi trabajo, pues volviera. No era un espectáculo ni una obra (…) era ´training´, un trabajo de laboratorio a partir de la cotidianidad, muy lento, porque he trabajado mucho a partir de la lentitud; si yo voy a coger este vaso me demoro, tomo una posición, puedo mirarlo, pueden pasar muchas cosas. Desde que me levantaba hasta que me acostaba cocinaba, lavaba, barría, me hacía rulos, me hacía mascarillas… ¡No puedes imaginar todo lo que hacía en 12 horas!
María Teresa Hincapié, entrevistada por Magda Bernal [2001, Bogotá]. Palabras citadas, por Nicolás Gómez en su texto ¿Acaso es una cosa? En Elemental: vida y obra de María Teresa Hincapié grupo de investigación En un lugar de la plástica, ed. Kimpress Ltda, Colombia, 2010.
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Pablo Montoya
Pablo Montoya
(1963- )
LEJOS DE ROMA Para Alejandra Toro
Sors exitura, et nos in aeternum Exilium impositura cymbae. Horacio
Lejos de Roma.
Medellín. Sílaba Editores. 2014. Págs. 112-115.
EL AMOR
En alguna parte escribí que son preferibles las mujeres maduras. Dije que si ellas pasan de los treinta años son una complicidad y una apertura sabias hacia placeres más cabales. Los jóvenes, en cambio, perplejas por su emoción y ansiosas por su falta de experiencia amorosa, no saben cómo comportarse ante la acelerada expansión del éxtasis masculino. Mientras crecen con lentitud, en el descubrimiento íntimo de su amante, tardan en situarse frente a ese veloz universo fragmentado en el que ellas mismas se convierten cuando el placer las visita. Esta especie de clasificación, en la que creí antes, se desvanece con Emilia. El Regente me ayudó a conseguir un aposento indicado y allí pudimos amarnos durante el tiempo que Emilia permaneció en Tomos. No pude menos que sonrojarme cuando solicité el favor, pero el Regente recibió mi gesto con sincero entusiasmo. No hay mejor alivio para cualquier tipo de pena, dijo, que las delicias compartidas de los cuerpos. Sé que yo no hubiera podido llevarla a la cabaña donde vivo. Idamia, cuando llega el verano, se ausenta días para visitar a familiares que
habitan los alrededores del pueblo. Yo podía sin duda beneficiarme de esa ausencia, pero la cabaña, o mi habitación para mejor decir, es un lugar que asocio al retiro y a la escritura de mis poemas. He querido mantener la mesa y el camastro, los papiros y mis objetos familiares, lejanos a cualquier atisbo de esperanza. Y un asomo pudor me sobrecogía al imaginar a Emilia indagando en los contornos de mi verdadero exilio. Con todo, para mí Emilia iba tornándose como una forma inesperada de la alegría. Con ella me sentía tan acompañado que ideaba un porvenir de años vividos a su lado. Si yo tuviera menos edad, y mi deseo se manifestara con el vigor propio de la juventud, acaso la hubiera amado aquella tarde en el bosque. No podía negar, de todas formas, que mi corazón de nuevo se apresuraba por el deseo. La nostalgia por Roma se interrumpía de pronto para dar paso a la intromisión de una fresca desnudez. Me veía de nuevo acariciando una mano, besando unos párpados, recorriendo un torso, sopesando el relieve de un seno, obsequiando a mi tacto el delineamiento de unas caderas, embadurnándome con la humedad de una vulva. Emilia no era virgen. Desde la adolescencia había tenido encuentros con jóvenes de su edad. Me habló de la pasión que le despertó un
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trabajador de su padre durante un par de años. Era un joven de origen ciliciano que sabía mucho de telas, pero poco del modo en que se tejen el amor y el placer. Los dos habían empezado a conocer esos secretos y hasta la muerte repentina del muchacho, se había ahogado en el Ponto, los escollos fueron superados en medio del estupor y la dicha. Desde entonces, estaba sola y se dedicaba a acompañar a su padre. Pero me parecía suficiente este corto itinerario para el amor. O acaso se trataba de que Emilia tuviese una innata sabiduría de las faenas del lecho. Era mejor inclinarse a pensar que por su cuerpo muchas bocas y muchas manos habían transitado a través del ardor que ese único amante supo darle. Cuando Emilia se entregaba lo hacía con una seguridad y un riesgo que me sorprendían. El origen de esa sorpresa, quizás, era el contraste que presentaba su rostro infantil y ciertos ademanes ingenuos cuando empezábamos las caricias, con la soltura que después desplegaba su cuerpo en las cimas del goce. Emilia se daba sin trabas y no habían ningún asomo de vergüenza, ningún trazo de timidez en su entrega. Procedíamos a acariciarnos con lentitud hasta lograr la tensión propicia para asumir la desnudez. Primero hacía mi nariz el mejor instrumento para provocar la pérdida de cualquier vestigio de pudor en ella y la olía completamente. De tal modo que, cuando yo alcanzaba su sexo, éste parecía un condensado río de fuego. Le introducía mis dedos y sus gemidos oscilaban entre el sollozo y la risa. Se sumía en un pleno extravío de la conciencia donde los únicos mojones eran sus lágrimas o su
carcajada. En esos momentos me pedía que le susurrara une el oído mis poemas. Y yo le decía, asediado por su respiración atropellada, somos eternos en este instante. Y luego elogiaba lo muelle de su vello, la frescura de su vientre, el olor de sus zumos. Y en medio de sus lamentos risueños yo pedía todo y Emilia todo me lo otorgaba. Se volteaba una y otra vez para permitir que mi lengua recorriera sus dos orificios. Y las aguas de su cauce se regaban sobre mis labios. Después me recostaba boca arriba y ella tomaba mi verga y la besaba. Y la metía en su boca y allí la hacía crecer rápidamente. Pero no eyaculaba, pues estaba lejos de Roma y me satisfacía poder contenerme y no derramarme, como era debido, sobre la boca de la amante sometida. Olvidaba toda condena, toda distancia, toda quejumbre, toda jerarquía en aquel vaivén de su lengua sobre mi sexo. De súbito me miraba y esa mirada me parecía sinónimo del más hermoso de los trastornos. Tomaba un aceite perfumado de almendras. Se lubricaba ella y me untaba. Se apoyaba en sus extremidades y me decía que la penetrara por detrás. Hundía su cabeza en el camastro y gozaba con el desgarramiento. A medida que yo entraba en su cuerpo, se agarraba de los bordes del lecho con las manos. Y yo veía esas manos crispadas y recordaba que los placeres más intensos son una máscara vertiginosa del dolor. Pero tampoco me derramaba en su ano. La levantaba un poco y por fin entraba en la vulva. Me demoraba tanto en ella que Emilia deambulaba por el éxtasis con una amplitud tal que la dejaba al borde de
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de múltiples abismos. Cambiábamos una vez más de posición, esta vez subía sobre mí, y la cargaba en mis brazos. Emilia se enloquecía y su boca empezaba a decir frases en la lengua de su infancia. Y yo comprendía, entonces, que no había placer más intenso que el de arder en medio de palabras incomprensibles.
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Fernando Cruz Kronfly
Fernando Cruz Kronfly
(1943- )
LA VIDA SECRETA PERROS INFIELES
DE
LOS
La vida secreta de los perros infieles.
Medellín. Sílaba Editores. 2014. Pág. 17 y Contraportada.
No hay infidelidad, solo afición sinfónica. No existe la mentira sino la imaginación. No hay traición, sólo misterio. No hay engaño sino agonía. Uldarico sabe que no puede regresar a casa en el estado en que las circunstancias lo han dejado. Exhausto de vida secreta, revivido. En la euforia de haber amado hasta casi tragarse la cabellera de aquella muchacha, que por momentos se presentó a oscurecer la luz de los espejos del cuarto. Que, si no fuera por ella, para siempre se la habría dado. Te regalo lo mejor de mi pelo, le habría dicho, pero a estas alturas nada parecía posible. Hundido, no sabe qué hacer. Encendida, Manzana la Tucupita aún permanece como canoa de marfil encallada en bancos de lodo. Cada vez más lejanas, las sábanas, cada vez más lavables. La chica mujer extendida como un segundo madero caoba, sometida al viento que rueda de filo en el delta y copia
que rueda de filo en el delta y copia su sombra. Sustancia de arena que insiste en cubrir las casacas de los cangrejos, pero que huye espantada. Que traga por lenguas espinazos de mojarras ya limpios de carnes.Pero Uldarico anda en el temblor de volver a casa, de despedirse de aquella cabellera que hasta pasados instantes amó. Cuanto antes mejor. Ella también reconoce que debe regresar a casa corriendo, pero a diferencia de él no demuestra su afán. Son los hombres quienes deben confesar sus afanes, porque para las mujeres los relojes son solo joyas preciosas. Tucupita se niega a mirar el reloj y vive ahora en un tiempo que, por sí mismo y de puro éxtasis, podría parecer suficiente.
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LA VIDA SECRETA DE LOS PERROS INFIELES
Por:
Darío Ruíz Gómez (1936- ) Como en Fabella, en La Ceremonia de la soledad o en su magistral Destierro, a Fernando Cruz Kronfly le interesa en esta novela seguir ubicando a la saga de sus personajes frente a situaciones existenciales límite. En la cárcel de los celos o en las tierras pantanosas de la infidelidad, los personajes se enfrentan a aquel exasperado universo personal, descrito desde Shakespeare hasta Mauriac como algo capaz de destruir, de arrasar, de llevar a la violencia, pues ante ello no hay terapia alguna, y no existe justificación psicoanalítica que pueda explicarlo racionalmente y menos justificarlo. Como el cáncer, la infidelidad está oculta en el organismo y se hace presente cuando confluyen irracionalidades que se mantuvieron latentes hasta que estallara en el momento debido. El lenguaje en este libro no es el del nihilismo, porque aquí el goce niega la expiación, el cristiano sentimiento de culpa, la bilis del arrepentimiento, el puritanismo leninista. Es ante todo la verificación de una situación existencial donde la carnalidad certifica la falsedad del mandamiento y lo abstracto de la norma que pretende poner coto al
deseo, cuando surge y se derrama gloriosamente. Aquí no hay angustia sino procacidad abierta, exultación, inmersión en un escenario particular que huele a jabón de motel, a almohada transitoria. A la manera de una conversación en voz alta los personajes cuentan sus vidas, con sus ritmos particulares, con el tono de la exasperación de quien reclama otro orden amoroso y por lo tanto otro lenguaje. El estilo se adentra sin temor en los húmedos pliegues a donde nos conduce el deseo.
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Carlos Enrique Ortiz
Carlos Enrique Ortiz
Muestra de Poesía en Medellín 1950-2011.
Medellín. Editorial Lealón. 2011. Pág. 287.
(1961- )
Pero la literatura es comunicación y “la comunicación rige la lealtad” (Bataille: La Literatura y el Mal). Esta lealtad está tensada por el gesto de la dilapidación, por la ausencia de fin determinado, por la pasión que roe sin otro objetivo que roer. Pero esta comunicación impone condiciones; al poeta todas las que provienen de su incompatibilidad con el mundo de la acción y con compromisos de ese mundo. El poeta de hoy, menos ninguno, puede darse el lujo del equívoco confundir la vida con la acción, si lo hace hay que dejárselo a los muertos.
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El óvalo de las auroras. Carlos Enrique Ortiz.
Editorial Universidad de Medellín. Medellín. Telar. colección GénerosLiterarios. 2010.Págs. 26, 2, 32, 36, 39, 51, 53, 54, 59, 64, 65, 69, 77.
Para Pablo y Kathia, en el corazón “Eres como la aurora, que cada vez más, cada vez más…” Fernando González
I. AZIMUT Es en lo negro del espacio, en el azul vencido del cielo que la noche es abierta y transparente, y su silencio todo en sí sostiene. Veo a Escorpión lucir Antares en su lomo y más allá, diría, entre El Cisne y El Centauro, donde El Águila vuela en lo invisible; el luminoso centro oscurecido. Isla de sueño y luz; Vía Láctea espiral de lo posible gira sus brazos luminosos sus aspas de tiempo incontenible, oleaje de soles solitarios.
ORVALHO
Ahora un ave sobre el vértice del techo de la casa elemental me recuerda que el hombre, animal de ruido, no es mayor que su deseo su abrigo, su sueño. * ¿Qué palabras habrían de llamarnos entre las palabras de otro tiempo? En furtivas ceremonias que quisimos muy puras, nuestros gestos buscaron su dulce transparencia. Éramos los desconocidos, los llamados al estrago de los días, a la errancia en los rostros. Éramos los de otros. ¿Qué destino común deseo preguntar quería por nosotros?
Yo te dije de la muerte mil nombres, tu escuchabas, bebí la quietud de tu cara oscurecida, amé la luz del azar que proyectó tu sombra sobre mí. Te vi, te supe tiempo que inunda, que desborda. Alguien roza el silencio sepultado debajo de las piedras, halla para su voz que arde agua viva que brota en cada piedra, halla para sus ojos de noche la imagen guardada,la luz apresada. Respira el aliento de la piedras les habla como si fueran flores, cuenta el muro, el camino dice el sol, piedra de luz dice el cielo, cristal, caída. Abre la mirada a la minuciosidad de la piedra, del olvido del no de cada rostro Alguien con la espera tardía sin retorno. Habla el don de los días luminosos perdido y lejos como un niño cuando teme al tiempo. Dice la piedra de locura que palpita en su pecho las luces de una infancia muda entre las flores. Como dolor que viene del silencio y no regresa, nuestra palabra devora lo dicho y no silencia. * Como dolor retiene su presente, tiempo que no resguarda. Allí donde dijimos y escuchamos... ¿Quién se muestra? ¿Quién persiste allí donde los vivos y los muertos? Orilla, pliegue de luz
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Habla adversa que la voz perfuma ¿Quién se oculta en ti allí donde los día y los cielos?
II. ALMINCANTARATS ECLIPSE
La sombra de la tierra en el espacio como una noche adentro de la noche, toca la greda seca de la luna y poco a poco empaña el plenilunio. La sombra dura de la tierra enrojece al fin la bahía del arco iris.
LUZ CENICIENTA
La luna se hace nueva en el oscurecerse de su cara ofrecida. Y luego el sol la muestra de nuevo poco a poco le hace crecer el día, y al resto de su faz la luz terrena toca de azul-ceniza. Albedo azul de mar y de cielo como agua y viento en la bahía del rocío. También los muertos quieren respirar y su reseco aliento dispersa nuestro aire. Quieren caminar y su errancia extravía nuestro paso. Quieren cantar y su queja inaudible empaña nuestro silencio. Quieren ver y la palpitación de su mirada puebla nuestras sombras. ¿Dónde tocar su mano que retiene el roce, la caricia?
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M 31
Como una delgada llama ardiendo en el cielo de la noche Andrómeda, inclinada por el viento del mar. En lo negro del tiempo su luz cayendo hasta mis ojos. Su imagen y su luz antes de que cualquier pregunta mirara sobre la tierra. En lo negro del tiempo Andrómeda, poema de lo posible. Alphar, la estrella solitaria corazón femenino de la Hydra, corazón que se alimenta de la sed de Apolo, el enmascarado de luz, el dios que hiere de lejos. * La sombra veloz del pájaro atraviesa las sombras del follaje, se confunde, reaparece y se va. Mirando el suelo al subir la loma este trazo de vuelo me ha tocado. *
PATER ADVERSUS
Padre nuestro que eres la inmensidad del cielo, canto en silencio lo imposible de tu nombre. En la desnudez de tu ausencia tu voluntad es mi sed y mi caída. Tu reino late en mi pecho hasta rozar la muerte. La muerte nuestra de cada día danos hoy. Eres la luz que extravía nuestra ceguera. En la imposibilidad del perdón somos la tentación de la que eres la caída. Te libramos del mal. Amén.
Claude Monet
Edici贸n y traducci贸n de PAUL CHATENOIS
Claude Monet
(1840-1926)
Madrid. Casimiro libros. 2012. Pág. 30.
La pintura desde el jardín. Conversaciones con Marc Elder.
EL MUSEO DE NANTES
Este otoño visité su museo de Nantes. Hacía años que mi viejo amigo clemenceau insistía en que fuera a visitarle a su pueblo, en vendée. Y un buen día decidí acercarme. En mi camino de regreso paré en Nantes para ver el admirable retrato de Ingres. Madame de sennones
podría considerarse la obra maestra de Ingres. Lo eché en falta en la exposición antológica organizada en 1920 en rue de Ville-l´Éveque. Me habría gustado ver Madame de Senonnes junto a Monsieur de Villers, ese retrato en negro y plata de la colección Bernhein-Jeune. Nunca logró Ingres tanta excelencia con tanta sencillez. El museo cuenta también con un Watteau muy particular y muy bello; la Marche de soldats… Por el contrario, no me gusta mucho el Courbet, Les Cribleuses de blé. Resulta deshilvanado, un tanto pesado. Pero no deja de ser una maravilla cuando se compara con el revoltijo acumulado en la sala de sus coetáneos. ¡Cuánto ganarían los museos si se deshicieran de no pocos cuadros!.
Se dice que el retrato fue rajado por el cuñado de la modelo, que se oponía a la boda del Vizconde Alexandre de Senonnes con esa fofa y desconocida romana. Cierto es que el lienzo tiene una herida a la altura del cuello de la señora. Una herida apenas perceptible que no enturbia un cuadro que bien
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Sidney Lumet
Sidney Lumet
(1924-2011)
ASÍ SE HACEN LAS PELÍCULAS
Así se hacen las películas.
Madrid. Ediciones Rialp. 2004. Págs. 11-12.
PREFACIO
En una ocasión le pregunté a Akira Kurosawa por qué se decidió por un determinado encuadre en un plano de Ran. Me respondió que si hubiera girado la cámara un poquito más a la izquierda, una fábrica de Sony habría entrado en el cuadro; y si la hubiera girado otro poquitín a la derecha, nos habríamos topado con el aeropuerto; ni una ni otro se correspondían mucho con una película de época. Sólo quien hace la película sabe lo que se esconde tras las decisiones tomadas a lo largo de su realización. Pueden estar motivadas por cualquier cosa, ya sea por exigencias presupuestarias o por la inspiración divina. Este libro trata del trabajo que supone la realización de una película. Siguiendo el ejemplo de la respuesta de Kurosawa, que establecía, sencillamente, la verdad, en este libro hablaré sobre todo de las películas que he dirigido. En éstas al menos, sé con exactitud lo que motivó cada decisión creativa. No hay una forma correcta y otra equivocada de dirigir una película. Aquí escribo sobre cómo trabajo yo. Atentos estudiantes; tomad lo queráis y desechad el resto; o bien desechadlo todo. A unos pocos
lectores, el libro quizá les sirva como compensación por las veces que han quedado atrapados en un atasco por culpa de un rodaje, o por haber aguantado una filmación nocturna en su barrio. De verdad, sí sabemos lo que hacemos: sólo parece que no lo sabemos. Un trabajo serio está en marcha, aunque parezca que estamos por ahí dando vueltas sin ton ni son. A los demás, intentaré explicaros lo mejor que pueda cómo se hacen las películas. Es a la vez una técnica compleja y un proceso emocional. Es arte. Es negocio. Te rompe el corazón y es divertido. Es una forma genial de ganarte la vida. Una advertencia sobre lo que no encontrarás en este libro: no existen más revelaciones personales que los sentimientos que surgen del trabajo mismo; nada de chismes sobre San Connery o Marlon Brando. Quiero a la mayoría de la gente con la que he trabajado en lo que es, por fuerza, un proceso donde intimas. Así que respeto sus manías e indiosincrasias del mismo modo que, estoy seguro, ellos respetan las mías. Por último, debo robar indulgencias al lector. Cuando empecé a hacer películas, los únicos trabajos abiertos a las mujeres eran los de script, y en el
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departamento de montaje. Por ello, aún sigo pensando en los equipos de producción en términos masculinos. Y de hecho, todavía son de predominio masculino. caso es que he desarrollado toda la vida el hábito de usar términos masculinos. Las palabras “actriz” y “autora” me han sonado siempre condescendientes. Un doctor es un doctor, ¿no? Así que siempre me he referido a “actores” y “escritores”, sin consideraciones sobre su sexo. Debido a que muchas de las películas que he hecho trataban temas donde las mujeres desempeñaban papeles insignificantes, incluso los repartos de mis películas han estado dominados en su mayoría por hombres. Después de todo, mi primera película se tituló Doce hombres sin piedad. En aquellos tiempos, las mujeres podían ser eximidas de las tareas de jurado simplemente porque eran mujeres. La mayoría de la gente que trabaja en el cine hoy ha sido educada en un mundo mucho más equilibrado que yo. Tengo la esperanza de no tener que pedir indulgencia al lector nuevo. Versión española realizada por: JOSÉ MARÍA ARESTE.
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