BAJO LA ATENTA MIRADA DE
LA LUNA Ivรกn Fernรกndez
BAJO LA ATENTA MIRADA DE
LA LUNA Ivรกn Fernรกndez
© Iván Fernández
Edita:
I.S.B.N.: 978-84-17068-37-0
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A Rocío Barbazán, sin ti no existiría esta historia.
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Abrí los ojos, no era una pesadilla, seguía sentado sobre aquel incómodo sillón, una punzada recorrió mi cuello, me incliné apoyando los codos sobre mis piernas y me froté con fuerza los ojos todavía hinchados, me incorporé como si mi cuerpo hubiese envejecido treinta años de golpe, froté con suavidad la parte de atrás de mi cuello y un leve mareo me hizo sujetarme a la cama para no acabar en el suelo, mis piernas entumecidas parecían haberse olvidado de cómo coordinarse entre ellas, miré por la ventana, hacía un día gris, una perfecta estampa del tiempo que me azotaba por dentro, miré mi reloj. –Son las ocho y treinta y tres cariño, amenaza lluvia y por el aspecto de esas nubes no tardará mucho en descargar, he vuelto a dormir mal, tengo el cuerpo entumecido y he tenido barras de hierro en mis manos más blandas que mis piernas –Le dije–. Sin dejar de mirar por la ventana, esbocé una leve sonrisa sin intención de engañar a nadie, creo que en el fondo solo quería comprobar que los músculos de mi cara aún recordaban cómo se sonreía. Me costó varios segundos mirarla, reunir las fuerzas para no derrumbarme otra vez, como cada mañana... Pero la miré, seguía tumbada en la misma posición desde la última vez que la vi anoche, boca arriba, entubada con el incesante pitido de la máquina que la mantenía con vida poniendo banda sonora a mi muerte emocional, día tras día en aquella habitación de hospital mi ser se descomponía y mi alma se escapaba de mi cuerpo como la 7
arena se pierde entre los dedos, detuve mi mirada en sus ojos ahora cerrados, era tan hermosa... incluso así, en ese estado no perdía ni un ápice de su belleza, intenté recordar la primera vez que vi su sonrisa, hacía quince años, el día que nos conocimos en Estrasburgo, yo intentaba hacerme entender con un camarero sin ninguna suerte, ella apareció por mi derecha y tradujo con increíble soltura mi pedido. –He visto que necesitabas ayuda –me dijo dibujando la sonrisa más bonita que había visto jamás. Y aquello duró hasta hoy, feliz capricho del destino que nuestras vidas se cruzaran en otro país... quince años de complicidades, cariño, ternura, pasión, amistad... amor. Levanté las sábanas a la altura de sus rodillas y acaricié sus muslos comenzando un masaje bajando hasta los pies, doblaba sus piernas haciendo juego con sus rótulas para evitar su entumecimiento, repetí el proceso varias veces en sus brazos y abdomen. Después de varios minutos comprobé la máquina y su gotero y como cada mañana encendí una diminuta radio cerca de ella, sé que podía oírme, sentir todo lo que pasaba a su alrededor, la volví a mirar, inexpresiva, un golpe en el estómago me anunciaba la llegada de un llanto incontrolable, me agaché hasta su oído perdiéndome entre su pelo y susurré: –Te amo. Inmediatamente salí de la habitación en dirección a la cafetería más deprisa de lo normal en un vago intento de apaciguar mis lágrimas, pero fue en vano, apenas estaba a medio camino cuando mis ojos no aguantaron y comenzaron a mojarme las mejillas, dejé que saliera, estaba suficientemente lejos para que Nuria no oyera mi lamento y el personal del hospital ya me había visto llorar demasiadas veces para preocuparme por contenerme. 8
–¿Te pongo lo de siempre Gabriel? –Preguntó la camarera con una lastimera mirada. –Sí por favor. –Espeté con un hilo de voz. Por el rabillo del ojo vi a la camarera como susurraba con una compañera y acto seguido se secaba el ojo con un pañuelo que había sacado de su bolsillo, las dos me miraron e hicieron un gesto de complicidad hacia mí, introduje la mano en el bolsillo y saqué tres euros con treinta céntimos y una nota de una lista de compra. –Hoy te invito yo cariño. –Me dijo Laura posando la taza enfrente mía sin mirarme a la cara y pude notar por sus ojos inyectados en sangre que mi presencia la desestabilizaba. –Gracias Laura. –Susurré con voz atada a la vez que me daba la vuelta para sentarme en una de las mesas más lejanas a la barra. Por el cristal de la cafetería podía ver mi cara demacrada, mis ojos apenas abiertos y mis pómulos caídos como si mi alma estuviese abandonando mi cuerpo dolorido y entumecido. Removí el café con la mirada perdida entre su espuma, concentrado en el sonido de la cuchara golpeando las paredes del vaso, levanté la taza hasta mis labios y mientras sorbía mis ojos se cruzaron con la mirada de un hombre trajeado en la otra punta de la cafetería, una figura de avanzada edad que no recordaba haber visto antes al entrar, sentado impasible me miraba, ni siquiera apartó la vista al encontrarse con la mía, posé de nuevo la taza sobre su plato sin dejar de mirarle, su mirada fría me lanzó una descarga en la columna, bajé la mirada notando como la suya se clavaba en mí, un picor me recorrió los brazos y sin levantar la cabeza arqueé los ojos hacia él, seguía mirándome como el cartel de un anuncio, terminé de un trago el café sin volver a cruzarme 9
con su mirada, me levanté y por primera vez en quince días salí de la cafetería sin recoger mi desayuno, algo me atormentaba en su mirada y necesitaba salir de allí... Volví a la habitación ya calmado o al menos algo menos incapacitado emocionalmente, toqué la frente de Nuria para comprobar que todo seguía bien, lo que a estas alturas podía considerarse bien, su cuerpo seguía inmóvil, su tiempo expiraba y ya nada se podía hacer, era cuestión de días que su corazón se rindiera y su vida se apagara, para entonces yo quedaría solo con un montón de fotos y recuerdos de los quince mejores años de mi vida al lado de la mujer que más había amado jamás. Volví a sentarme en el sofá, respiré profundo e incliné la cabeza hasta apoyarla, cerré los ojos rezando para despertarme y que todo fuera un mal sueño, como cada noche, como cada vez que cerraba los ojos…
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Abrí los ojos, no era una pesadilla, seguía sentado sobre aquel incómodo sillón, giré la cabeza hacia Nuria contemplando su inexpresiva belleza, por el rabillo del ojo vi una figura a los pies de su cama, volví la mirada y de pie junto a ella estaba aquel hombre trajeado de la cafetería, un hombre de avanzada edad a juzgar por las arrugas de su cara y su pelo color ceniza, miraba a Nuria con el mismo semblante frío que me había dedicado a mí horas atrás, con un gesto casi mecánico giró su cabeza hacia mí, clavando su mirada sobre la mía. –Buenos días Gabriel –Dijo con voz penetrante y oscura. –¿Puedo ayudarle? –No, me temo que no, de hecho, vengo a ayudarte yo a ti. –¿Le conozco? –No, tú a mí no, pero yo sí conozco tu historia… y la suya. –Contestó señalando con la mirada a Nuria. Con una agilidad impropia de su aparente edad, agarró una silla y la colocó a escasos centímetros de mí para empezar lo que parecía un cara a cara. –Sé lo que le ha pasado a tu mujer, sé lo del accidente, lo de aquel borracho al volante, sé que está desahuciada por los médicos y sé exactamente el tiempo que le queda. –Dijo de una forma solemne. –¿Y cómo puede saber todo eso usted? –Pregunté inquieto. 11
–No te voy a aburrir con los detalles Gabriel, vengo a ofrecerte lo que ningún médico ni tratamiento ha hecho, una segunda oportunidad para ti y para Nuria. Algo en él me inquietaba, no podría explicar qué era, pero era mortalmente incómodo y tenebroso… –Si se trata de una broma puede irse por donde ha venido y dé gracias que en el estado en el que me encuentro no sea un poco menos educado. –Le dije sosteniéndole la mirada. El hombre ladeó una sonrisa de autoridad dejando ver una dentadura amarillenta y extrañamente afiliada, seguía sin apartarme la mirada, clavada en mí como una flecha hundida en una diana. –No se trata de ninguna broma, prefiero evitar presentaciones pues soy algo… complicado de explicar, pero conozco cada rincón de vuestra historia, sé por qué está aquí Nuria, sé que os conocisteis en Francia, sé que cada noche antes de dormir la miras dando gracias al cielo de haberla encontrado, sé que cada vez que oyes su voz tu corazón se caldea, sé que has vendido hasta la última de tus pertenencias para que ella pudiera tener el mejor tratamiento en la mejor clínica y sé que no has tocado ninguna de las suyas, sé que has rehipotecado tu casa, malvendido tu coche, pedido dinero a familiares y amigos, sé que ella es tu principio y tu final, es tu mundo, tu todo… Sé que no hay nada en esta vida que no harías por ella ni nada que ella no hiciera por ti, sé que si tú estuvieras postrado en esa cama Nuria habría hecho exactamente lo mismo que has hecho tú, sé lo que va a pasar con tu vida cuando la suya expire, vagarás como un alma sin rumbo hasta el fin de tus días, hace incontables años yo sentí lo mismo, tuve a mi propia Nuria y la perdí, te tiendo la mano de un amigo al que nunca has visto. 12
Se hizo un breve silencio, nuestras miradas se golpeaban como un duelo de titanes, en su lado, un hombre o bien un loco o bien un dios y a mi lado una persona con el dilema de discernir cuál de los dos era, sus palabras, cada una de ellas eran ganchos directos a la boca de mi estómago, la rehipoteca, el coche… ¿Cómo podía saber todo eso?... –Digamos que decido creer una sola palabra de lo que ha dicho. ¿Qué precio tiene eso?, le advierto que todo lo que me queda está dentro de mi bolsillo. No me podía creer que tan solo estuviera abriendo una puerta a escuchar nada de lo que pudiera decirme. –No quiero tu dinero Gabriel, de donde soy no lo necesito, mi precio es diferente y algo más… elevado. Algo en esa frase pareció resultarle divertido. –De acuerdo, ¿Cuál es su propuesta? –Dije separando la espalda del respaldo. –Su futuro a cambio de tu pasado. Su voz se tornó dura y lúgubre como la de un rey maldito. –¿Perdón? –Pregunté incrédulo a la vez que escudriñaba su mirada en busca de cualquier atisbo de locura o explicación posible. –Te propongo curar todos sus males, que salga de aquí como si nunca hubiese necesitado atención médica, sana, podrá volver a correr, sonreír, ir a esas clases de baile de salón que tanto le divertían, volver a ver a sus amigas, te propongo que retome su vida exactamente en el punto en el que estaba un día antes de su accidente, en el punto en el que la vida de los dos se acabó y a cambio me llevo tus recuerdos, tu infancia, tu primer amor, tu familia, amigos… tu pasado… 13