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PIPO Las aventuras de Mandy y su pandilla MarĂa del Carmen RodrĂguez Navarrete
© María del Carmen Rodríguez Navarrete
Edita:
I.S.B.N.: 978-84-16174-73-7
Impreso en España Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.
Índice
1. ESTRATEGIAS
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2. PEPITO
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3. TOÑO
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4. MARTITA
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5. LOS MELLIZOS
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6. DESCUBRIENDO MARAVILLAS
43
7. LOLA
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8. SOY MAYOR
57
9. «HASTA SIEMPRE»
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1. ESTRATEGIAS
M
aría era una feliz mamá que adoraba a su hijita Mandy, pero había algo que le preocupaba y mucho: su pequeña ya había cumplido los cinco años y no abandonaba su chupete. Ella sabía que le podía deformar su boquita y que incluso podía ser portador de posibles infecciones, pero Mandy iba siempre con él. Le importaban muy poco las bromas de sus amiguitos en el parque o de sus compañeros del cole, le daba igual que se rieran de ella o que le pusieran de apodo «Chupita». Ella siempre decía lo mismo: «es mi Pipo, es mío y siempre será mío, y nadie me lo quitará». Había algo más: el chupete después de tanto tiempo estaba «requetechupeteado», correoso y pringoso. La mamá de Mandy le compró uno nuevo pero Chupita insistía en que ella quería su Pipo y no lo abandonaría jamás. María hizo lo imposible para quitarle esa costumbre. Cierto día a María se le ocurrió: «si le unto al chupete ajo, éste es un sabor fuerte y picante, al metérselo en la boca le dará tanto asco que lo escupirá y lo tirará». Aprovechando que Chupita se estaba bañando (uno de los pocos momentos que Chupita se separaba de «Pipo») María lo cogió, se fue con él a la cocina, cogió el diente de ajo más grande que tenía y untó, untó y volvió a untar el chupete con el ajo; volvió rápido a ponerlo en su sitio y se escondió expectante a ver qué ocurría. Chupita se metió el chupete en la boca… Chupita exclamó: «Pipo, ¡qué raro sabes…! Pero... ¡Umm...!» Lo chupó, lo volvió a chupar y lo «rechupeteó». «¡Umm..., qué bueno! No estás mal Pipo, estás diferente, pero me gustas. Te quiero Pipo». Y de nuevo, ante el asombro de su madre, Chupita volvió a meterse el chupete en la boca; era feliz.
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Otro día a María se le ocurrió esconder a Pipo debajo de una de las rocas que había en el acuario, donde vivía el Sr. Besugo. Chupita lo buscó por toda la casa y, como no lo encontraba, se puso a llorar desconsolada. Chupita se lamentaba: «¡Mua, mua! ¡Ay mi Pipo, ay mi Pipo! ¿Dónde estás? Sin ti no soy nadie y estoy muy sola, ¡por favor vuelve, vuelve! ¡Mua, mua, mua!» El Sr. Besugo, desde su acuario veía la escena y no aguantando más: «Chupita glup, glup, Chupita ven yo sé dónde está Pipo, ven, está aquí». Chupita miró al Sr. Besugo, cogió una silla, la arrimó al acuario y se metió dentro. Al reencontrarse con su Pipo, dio mil volteretas dentro del acuario, y un abrazo muy fuerte al Sr. Besugo, tan feliz y tan a gusto estaba allí, que allí se quedó. Había otro habitante en la casa al que le gustaba tanto o más que a Chupita coger a Pipo, jugar con él y aprovechar para hacer rabiar a Chupita. Era Camilo, un perro chihuahua, que no asimilaba bien que Chupita no jugará con él y sólo quisiera estar con Pipo. Le dio una patada a la niña y salió corriendo con el chupete. Chupita se levantó de un brinco y corriendo y corriendo alcanzó a Camilo, se tiró encima de él, y de un bocado le quitó su chupete. Al finalizar la contienda Pipo había quedado seriamente perjudicado: Camilo había mordido tan fuerte a Pipo que éste estaba arrugado y casi deshecho. Chupita lo cogió con sumo cuidado, lo besó, lo abrazó y se puso a llorar... Las lágrimas de Chupita, hicieron que poco a poco Pipo se fuera recuperando, tomando su color y su viveza particular. Pero algo maravilloso más ocurrió. Pipo se iluminó de un hermoso color verde esmeralda, se hizo grande, grande y empezó a hablar:
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–¡Chupita, Chupita! No llores, estoy aquí contigo, tus lágrimas me han devuelto la vida y jamás nos separaremos, estamos unidos para siempre. Te quiero Chupita, me siento diferente, me siento distinto, tu amistad y tu cariño me hacen sentirme privilegiado Entonces Chupita, ilusionada de nuevo, preguntó: – Pipo, Pipo, ¿hablas? Estás conmigo... Pipo ¿eres mágico? Pipo le respondió: – No lo sé, sólo sé que soy tu amigo, tu compañero, y te prometo que tú y yo jugaremos y viviremos grandes aventuras ¡Te quiero Chupita!
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María había visto la escena y no podía dar crédito, dónde se había visto un chupete que hablara y que las lágrimas de una niña le hubieran devuelto a su estado, ¿natural? No entendía nada, sólo veía la cara de felicidad de su hija... Finalmente María recapacitó: «bueno, seguirá con su chupete, me tendré que rendir, lo realmente importante es que estará siempre feliz, pues tiene a su lado a su mejor amigo»
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2. PEPITO
A
casa de Chupita llegaron una tarde sus tíos Pepe y Pepa con su primo Pepito. Éste era un pesado e impertinente que sólo sabía fastidiar, así que Chupita pensó que lo mejor era quedarse en su dormitorio y no hacerle caso. – Pepito: Tita María, ¿dónde está Chupita?, me gustaría jugar con ella. Aquí con vosotros me aburro. Dime, ¿dónde está? – María: Seguramente estará en su dormitorio; anda sube y juega con ella. Pepito subió las escaleras sin hacer ruido y despacio se acercó a la puerta del dormitorio de su prima y escuchó cómo ésta hablaba con Pipo. – Chupita: Pipo estoy deseando que se vaya Pepito, ¡uf que pesado es! Cuando se vaya bajaremos y nos iremos al parque a jugar. Quizás me lleve la bici, ¿qué te parece? Pepito entró de golpe en la habitación y empezó a mofarse de Chupita: – Pepito: ¡Ja, ja, ja, ja! Estás hablando con un chupe, estás loca ¡ja ja ja! Estás loca Chupita, estás loca. ¡Chupita estás loca! – Chupita: ¡Fuera de mi cuarto, eres tonto Pepito, éste es mi cuarto y no tienes derecho a entrar! – Pepito: Sí lo tengo, tu mamá me ha dejado subir, lo que no sabía era que estabas loca. ¡Ja, ja, ja, ja! – Chupita: ¡No estoy loca! Mi Pipo me escucha y me habla ¡Pipo dile algo! 11
Pipo no decía nada, ni se movía para nada. – Pepito: ¿Cómo te va a hablar un chupe? Has visto cómo estás loca – Chupita: No habla delante de ti porque tú no eres su amigo, sólo me habla a mí. Pepito aprovechando que Chupita se volvió de espalda a Pipo, cogió el chupete y salió corriendo con él. Chupita salió detrás de él, Pepito corría más y llegó hasta la cocina y tiró el chupete dentro de la lavadora. Chupita lo quería coger pero estaba muy adentro y no podía, buscó un banquillo y se metió dentro de la lavadora para coger a Pipo. Pepito fue y le dio al botón; la lavadora empezó a dar vueltas y Chupita con ella. Pepito se asustó e intentó pararla, pero el botón no funcionaba. Entonces cogió a su prima por los pies para poder sacarle pero la lavadora tenía más fuerza que él; de un golpe se cerró la puerta y empujó a Pepito hacia dentro. Los dos niños empezaron a dar vueltas y comenzó a llenarse de agua la lavadora. – Chupita: ¡Pipo, Pipo! ¡Ayúdanos nos vamos a ahogar! – Pipo: ¡Agárrate con fuerza y coge a tu primo! Pipo se iluminó y con fuerza arrastró a los dos niños por la única salida posible: la goma del desagüe y por las tuberías. Después de muchas vueltas y varios minutos yendo de un lado hacia otro, fueron a parar a un hermoso río y desde allí llegaron al mar. Pepito y Chupita agarrados a Pipo miraban entusiasmados. – Pepito: ¡Oh! ¡Chupita mira, mira ese banco de peces, que colores tan bonitos! ¡Mira, mira cuántos corales, qué bonitos! ¡Oye, estamos en el fondo del mar, hablamos y respiramos y, y, y, no nos ahogamos! Pipo perdóname, eres maravilloso
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