Cuento mas aventuras de nico

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Más Aventuras de Nico El niño que aprendió a ser FELIZ

Lucía Pascual Dibujos: Naia Urraca


A mi nieto Peru

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Índice El retrato del General..................................... 9 El coche del profesor..................................... 31 El bosque de las brujas................................... 49 Jorge en el pueblo con Nico........................... 79 Viaje en globo................................................ 101 Las historias del señor Matías......................... 119 La Noria......................................................... 141 Cuento de Navidad........................................ 161 El muñeco mágico.......................................... 181

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Hay que enseñarle a un niño que nunca debe avergonzarse por sentir miedo, explicándole que es parte de la vida en muchos momentos. Lo importante es no dejarse dominar por él.

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El Retrato del General

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N

ico, había oído hablar muchas veces a su padre del general Montoya; un antepasado suyo que luchó en las guerras carlistas. Tenía curiosidad por saber cómo era y…¡ya lo creo que lo conoció! – Fue un verdadero héroe–solía decirle– No se rindió, aunque le daban mucho dinero por hacerlo. Yo estoy muy orgulloso de tenerlo entre mis antepasados. –Y, ¿cómo era, papá? ¿Te pareces tú a él? –No sé hijo. Qué cosas tienes. Ya me gustaría ser tan valiente y tan leal. Creo que la hermana de tu abuela, la tía Cándida, la que vive en Navarra, tiene su retrato y la espada con la que luchó en muchas batallas. –Jo papá. ¡Una espada de verdad! Cómo me gustaría poder verla, ¡qué guay! ~ 11 ~


Ese mismo año, en las vacaciones de semana santa, sus padres decidieron hacer un viaje de trabajo al extranjero. Al principio pensaron en dejarles con sus abuelos: a Martita, a él y al perro; iban a ser ocho días. Pero casualmente, la tía Cándida, la del general, llamó a su madre por teléfono, y al contarle ésta lo del viaje, dio pie a la tía para decirles que por qué no iba Nico a pasar unos días con su primo Juanito, que vivía allí con su madre en el caserío. La mamá de Nico pensó que así le quitaba trabajo a la abuela, cuidando sólo de Marta y el perro y le dijo que de acuerdo. Nico estaba encantado. Iba a poder ver el retrato del general y su espada. Ya se las arreglaría él para enterarse dónde estaban. Llegaron al caserío de noche. Una luz en la fachada iluminaba la casa de piedra con un portón grande en forma de arco. La madre de Juanito y su abuela, esperaban en la puerta. La abuela, a la que su padre llamaba la tía Cándida, era alta y con un moño y, su ~ 12 ~


hija, igual pero sin moño, y más joven claro... Le saludaron con un par de besos cada una y la tía exclamó: –¡Pero hijo, qué alto estás, si le vas a alcanzar pronto a tu padre!

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Entrad, entrad. Enseguida vendrá Juanito que está en la plaza y todo el tiempo le parece poco para jugar. En ese momento llegó su primo que, por cierto, estaba como él de alto y con el pelo rubio y rizado como lo recordaba. Tenía un año más que Nico y estaban iguales. Después de saludarse, y hablar un buen rato y cenar tortilla de patata que les hizo la tía, la mamá de Juanito les dijo: –Hala, ahora a cenar y a la cama que mañana tenéis todo el día para hablar y jugar. Durante los días siguientes, Nico esperaba el momento de poder preguntar por el general pero no encontraba la ocasión. Los amigos de Juanito venían a buscarlos y se pasaban el día por el campo y por el monte, y después de cenar, si hacía bueno, volvían a jugar a la plaza a hacer dos bandos y a esconderse. A la noche caían en la cama agotados. Por fin llegó el momento de preguntar por el general. Fue una noche que llovía y que no ~ 14 ~


les dejaron salir y entonces se pusieron a jugar al ajedrez que a Nico le encantaba porque en su cole hacían campeonatos. Enseñó a su primo algunas jugadas y entonces aprovechó para preguntarle: –Oye Juanito ¿Tú has oído hablar de un general de la familia que fue muy valiente y que no se rindió? –Pero ¿qué general? y, ¿a qué viene eso? ¿Quién era pues? – Sí hombre sí. Un tarabuelo o tatarabuelo o algo así nuestro, que luchó mucho y tenía una espada … – Yo no sé nada de lo que me dices. Oye, o juegas o me voy a la cama. Nico se quedó chafado ¿Estaría su padre seguro de que la tenía su tía? Se acercaba la fecha en que pronto vendrían sus padres a buscarlo y él sin haber visto nada. Estaba empeñado en no marcharse sin investigarlo. ~ 15 ~


Una tarde se quedó solo en casa; las dos mujeres y Juanito se habían ido a comprarle a éste unas deportivas y un pantalón porque según decían le quedaba ya todo pequeño. Él prefirió quedarse, ¡menudo rollo ir de compras! Esperaría a que volviese su primo para ir con la cuadrilla. De pronto se dijo: “Esta es la ocasión ¿Dónde pueden guardar esas cosas?; tienen que estar en el alto, en el trastero”. Subió el tramo de escaleras que lo llevaban al lugar indicado y, muy despacito, abrió la puerta haciendo un chirriante y desagradable ruido. Estaba casi en penumbra. La tarde se había nublado y la estancia tenía una ventana pequeña por donde apenas entraba luz. Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, echó una mirada a su alrededor y no encontró nada que tuviera que ver con el general. Entonces se fijó en un armario que estaba al fondo y que era de madera vieja. Se fue acercando e intentó con mucho cuidado ~ 16 ~


abrirlo, pero estaba cerrado y no tenía llave. Empezó a ponerse nervioso porque estaba seguro de que lo que buscaba estaba allí. Era el sitio perfecto para guardarlo. Buscó algo que le pudiera servir para abrirlo, pero estaba oscuro, de vez en cuando un relámpago. Empeñado en encontrar la espada dichosa tanteó por los rincones y, de pronto, dio con una lámpara que tenía a la parte de arriba un alambre tipo gancho. Tiró de ella doblándola varias veces y al cabo de un rato logró arrancarla, estaba dispuesto a todo por encontrar al general; su intuición le decía que estaba allí. Lo cogió y comenzó a meterlo por la cerradura. Cada momento estaba más oscuro. Se oía algún trueno que indicaba que la tormenta estaba cerca. –¡Caray! Qué fuerte está esta puerta. No logro abrirla, y tengo que hacerlo antes de que vengan. Además, ¡está tan oscuro! De repente metió un poco más el alambre y le dio media vuelta. El armario se abrió de golpe. La luz de un relámpago alumbró una ~ 17 ~


preciosa espada dorada con una empuñadura plateada que relucía reflejando unos chispeantes brillos. Nico se quedó paralizado de la emoción. –¡¡Qué bonita es!! Se parece a la de Excalibur; la peli que vi en la tele! Justo en ese momento otro relámpago unido a un gran trueno iluminó el retrato del general con una figura imponente y un gran

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bigote bajo unos ojos fríos que se posaron en los suyos. El trueno hizo que el retrato se cayera hacia adelante yendo a parar casi encima de Nico. –¡Ay! Yo me voy ahora mismo. ¡¡Qué miedo, si parece que está vivo!! Echó a correr escaleras abajo y sintió que le agarraban por detrás. –¡¡Socorro, socorro!! ¡Que yo no he hecho nada, que solo quería ver su espada! ¡Suélteme por favor! Nadie le respondía pero tampoco le soltaba. La oscuridad se adueñó de la casa y seguía relampagueando y tronando. Nico no se atrevía a moverse y empezó a temblarse. No quería llorar y se dijo que sus tías y su primo aparecerían pronto. Aguardó sin moverse unos instantes que se le hicieron interminables. Cuando se movía para intentar bajar las escaleras sentía que ~ 19 ~


le agarraba más fuerte y, hasta le pareció oír un gruñido. –Oiga, ¡suélteme por favor! Yo sólo quería ver su,su, espada. Sé que fue usted mu,mu, muy va,va, valiente. Otro gran trueno acompañado de un luminoso relámpago, iluminó el retrato antiguo de un hombre que le miraba furioso desde la pared de enfrente, y a Nico le pareció que todos se confabulaban para meterle miedo y apoderarse de él. “No sé qué puedo hacer”, pensó a punto ya de llorar. Por fin, oyó la puerta y las voces de su familia. –¡¡Ayuda!! ¡Aquí, aquí! ¡Socorro!–exclamó– –Pero, ¿quién grita?–dijo la abuela – –Y, ¿por qué no ha dado la luz? –Igual es que con la tormenta se ha ido– añadió su hija. ~ 20 ~


Entonces Juanito se dirigió a la escalera y dio al interruptor. Se oyeron unas fuertes carcajadas. –¡Ay que me mondo de risa! Pero qué te pasa chico ¿Qué haces ahí temblando? Ja, ja– era la voz de su primo. –¿Eeees queee… no ves al fantasma del general que me tiene agarrado? –exclamó Nico a punto de gritar otra vez. Sus tías más atrás también sonreían y meneaban la cabeza. –Pero, qué general ni general, si es que te has enganchado la camiseta con un gancho de la barandilla ¡Ay qué risa! Espera hombre que te suelte. Nico se quedó avergonzado y no sabía qué decir. Qué tonto había sido. Y pensó: “Con lo valiente que fue el general”. Al final optó por contarles todo y reírse de sí mismo con ellos. No era tan grave. ~ 21 ~


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