Alberto Lafuente Ruiz
¡¡Monstrui Pierde Sus Colores!!
Alberto Lafuente Ruiz
¡¡Monstrui Pierde Sus Colores!!
E
n la pequeña aldea de “coloralia” habitaban unos seres curiosos que atraían a los vecinos de todos los pueblos cercanos. En ella vivían pequeños monstruos con un cuerpo peludo de color azul y amarillo, como cuando el sol brilla en el cielo sobre una playa al amanecer. Era una aldea bastante pequeña, pero a la vez preciosa. Tenía una plaza donde los niños jugaban juntos todas las tardes después del colegio; una pequeña tienda donde las mamás y los papás compraban todo tipo de comida como “pan de hormigas azules”, y la deliciosa “carne naranja de lombriz”; la escuela de entrenamiento de juegos monstruosos, el colegio, y un enorme parque lleno de columpios jamás vistos, con los colores más hermosos que cualquiera pueda imaginar. Monstrui tenía 4 años, tenía un pelo suave y con rizos y en él se mezclaban los colores amarillo y azul de manera tan brillante, que era uno de los niños más guapos de la aldea. Hoy ha llegado el primero al colegio, y sus dos compañeros de clase,
“Blunky” y “Yelly” han empezado a reírse de él y a llamarle “monstruo pelota”. Monstrui no le dio importancia, él se comportaba como mamá y papá le habían enseñado y siempre hacía caso a su maestra. Sin embargo, sus compañeros eran un poco traviesos y a menudo se metían con él o hablaban en clase mientras la profesora explicaba el “abecemonstruo”. Era casi la hora de salir al patio para jugar y Monstrui acababa de terminar la ficha que había puesto la maestra. Era sobre la letra “s” de serpiente y la “t” de tortuga. Como siempre, la había hecho a la primera. La profesora se acercó a él y con un gesto cariñoso le acarició el pelo y le dibujó con el bolígrafo naranja una cara feliz de murciélago. Blunky y Yelly cuchichearon en voz baja y después le sacaron la lengua, pero Monstrui no le dio ninguna importancia. Fue al baño, se lavó sus seis patas y cogió el desayuno de su bolsa. – Mmmmm… – ¡Pan de hormigas azules con crema de saltamontes! ¡Delicioso! Monstrui abrió la boca para darle el primer bocado pero su enorme ojo vio algo que hizo que el pan de hormigas se cayera a la mesa y se deshiciera. Era algo terrible que no había visto nunca.
Yelly y Blunky habían tramado un plan para quitarle los pegamonstruos especiales de la profesora. Mientras Yelly le pedía a la maestra que le explicara la ficha de la “s” de serpiente, Blunky abría el primer cajón donde estaban guardados los pegamonstruos. Cuando los cogió se los guardó en su pequeño bolsillo de botones verdes y por si Monstrui le decía algo de lo que había visto a la maestra, mientras se sentaba, le enseñó una de sus patas de modo amenazante. Sonó el timbre de salida, y Monstrui con la cabeza agachada, aterrorizado por lo que había visto, le dio a su madre la mano y juntos caminaron hacia casa. – ¿Qué te pasa hijo? No me has contado nada hoy y ni si quiera has probado el sándwich de escarabajo dulce de tu merienda. Pero Monstrui no quería hablar. Tenía miedo de decir la verdad y que Blunky o Yelly le pegaran en el recreo si se enteraban. – No es nada mamá, me duele un poco la barriga, nada más. Una vez en casa, Monstrui se encerró en su habitación hasta la hora de la cena, estaba demasiado triste como para salir a jugar al parque.