Cuentos del cafe

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Yon Solleiro

Cuentos del CafĂŠ



Yon Solleiro

Cuentos del CafĂŠ


Š Yon Solleiro

Edita:

I.S.B.N.: 978-84-16414-39-0

Impreso en EspaĂąa Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaciĂłn ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.


Índice

PRÓLOGO................................................................................... 7 1. EL DIBUJO.............................................................................. 9 2. EL EXTRANJERO................................................................... 13 3. LA OMNIPRESENTE............................................................. 17 4. EL ENCUENTRO.................................................................... 21 5. EL LABRADOR....................................................................... 25 6. PARO........................................................................................ 31 7. MALOS TRATOS.................................................................... 35 8. RESURRECCIÓN.................................................................... 39 9. FIESTA..................................................................................... 49 10. EL ASCENSOR...................................................................... 51 EPÍLOGO..................................................................................... 55

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PRÓLOGO

A veces, la vida aunque tú la planeas de un modo, te demuestra con hechos que quien manda en tus actos no es tu decisión, tus planes y demás, sino que lo que acontece se debe a lo que decide La Providencia o el Azar. Esto pasa con mucha frecuencia, hasta el punto de que lo que al final sucede no tiene nada que ver con lo que habías planeado. No quiero decir con estas palabras que no tengamos que tomar decisiones y que no luchemos por llevarlas a cabo, si no hacemos esto nunca se conseguiría nada, pero lo que tenemos que entender es que, si en alguna ocasión emprendemos algo que luego no nos sale bien, no hay que desesperarse y dejarlo todo, sino que hay que seguir intentándolo con más fe y más voluntad y probar de nuevo. Esto viene a cuento porque en los próximos relatos se puede comprender lo que depara el azar y lo que hacen los humanos en consecuencia. Y si, como dicen los animistas, las cosas tienen alma, los Cafés la tienen y mucha, ya que a lo largo de los años en que estuvieron y están abiertos al público han ocurrido en ellos multitud de situaciones diversas en asuntos de amor, dinero y poder que llevan a cabo las personas que se acercan a ellos para resolver problemas. Contaremos a continuación algunas de tantas situaciones ocurridas.

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1. EL DIBUJO

Susi llevaba varios días fijándose en aquel individuo. Ella era la que estaba en ese momento al frente del Café. El mencionado individuo, un señor de mediana edad, llegaba todos los días sobre las 6 de la tarde y se sentaba en la mesa de la esquina, pedía un café solo y a quien se lo sirviera le enseñaba un dibujo muy bueno, que representaba un retrato de mujer. Le preguntaba a la camarera: –¿Viste por aquí a esta mujer? En todos los casos se le contestaba que no, pues efectivamente la mujer que enseñaba no la conocían, ni la habían visto por lo menos recientemente. Ante su insistencia todos los días, Susi llegó a creer que el individuo era un policía en busca de un delincuente escapado o algo por el estilo, así que se dirigió a él directamente y le pidió que le enseñara el dibujo. Cuál fue su asombro cuando vio que el rostro que el hombre le mostraba le era familiar, no porque lo hubiera visto recientemente, sino porque en su memoria resaltaba aquella señora representada en el papel, pero no sabía la causa. Al señor le dijo que no, que no la había visto, que si observaba su presencia se lo diría inmediatamente, lo que provocó que el individuo le diera una tarjeta con el número de su teléfono, para que así le llamara en caso necesario.

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Cuando el hombre se marchó, la chica observó dos cosas: Al verlo andando y de lado le recordó vagamente a alguien que conocía, no sabía de qué, pero su memoria, al igual que con el dibujo le decía que algo sabía de esto. También observó que, aunque se hacía el distraído, una persona joven seguía de cerca al individuo sin molestarse en dejar mucho espacio entre los dos, como si el seguido supiera de ello. Dejó que las cosas quedaran así a ver si con el tiempo lograba recordar algo. El dibujo representaba a una mujer joven, de unos 35 años, pelirroja, de piel blanca con algunas pecas, ojos verdes y unas facciones regulares perfectas, en fin que era una mujer guapa de una estirpe celta y, todo esto a ella le recordaba a alguien. Pasó la noche y siguieron en su mente aquellos pensamientos a la espera de memorizar, pues cada vez estaba más segura de que ambos le eran conocidos, pero sin llegar a ninguna conclusión. Al día siguiente al llegar las seis de la tarde, nuevamente apareció el señor y comenzó la letanía de todos los días, con las mismas conclusiones de siempre. Cuando llegó ya traía al “seguidor”, y al irse lo siguió llevando, como si fuera un guardaespaldas. Siguieron los días y no cambió nada, volvía el señor de mirada triste con el dibujo de ojos verdes. Hasta que un día el hombre no apareció a la hora, pero sí llegó más tarde, muy enfadado, y diciéndole al guardaespaldas (si lo era) que lo dejara en paz, que él iba a hacer lo que tenía que hacer y que ya se iría a la Residencia.

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Ante esta situación, Susi se dirigió directamente al que creía guardaespaldas, y éste le contó lo siguiente: Pedro, que así se llama este señor, está en una Residencia psiquiátrica desde hace varios años y yo tengo que seguirlo por orden del Médico Jefe, ya que yo soy enfermero de profesión, y tengo este caso en particular a mi cargo. La especie de foto que enseña es la de su mujer, que murió hace años en un accidente aquí cerca. Y en ese momento le vino a la memoria a Susi de qué los conocía. Por aquel entonces ella era clienta del Café y precisamente cuando terminaba su trabajo, en un establecimiento cercano, iba sobre las 6 de la tarde a merendar con su amiga María, que era la dueña en aquel momento del local. Recordó que a esas horas, más o menos, iba un matrimonio a merendar, llamaban la atención porque ella era muy guapa y vestía con unos colores muy llamativos. Pero un día llegó a la zona la mala noticia: El día anterior al salir de merendar el matrimonio citado, un coche, conducido por un borracho, se subió a la acera y atropelló a los dos, a él lo hirió gravemente en la cabeza y a ella la mató en el acto. Lo llevaron al hospital y cuando volvió en sí, preguntó por qué no estaba allí su mujer para cuidarlo y comenzó el calvario de médicos especialistas durante meses. Sus hijos y los médicos le dijeron al fin la verdad, su mujer no podía estar allí porque había muerto, pero el cerebro de él se negó en redondo a reconocer esa noticia, su mujer no había muerto, se había ido de viaje para que le curaran las heridas que le provocó

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el accidente y un día volvería. Así comenzó el vía-crucis diario al Café una vez repuesto de sus heridas. Tanto sus hijos como sus médicos coincidieron en que con esa búsqueda no hacía daño a nadie y por lo menos no perdía la esperanza, lo único era que había que ponerle a un enfermero cerca para que ningún delincuente se aprovechara de él. Siguieron las cosas así, el Café cumplió su función de dar cobijo al caminante, hasta que Susi en una ocasión observó que Pedro decía unas palabras dirigiéndose al dibujo, sin que ella pudiera llegar a entenderlas. Así pues se acercó más al día siguiente y pudo escuchar claramente que decía: –Amor mío, qué pesada se hace la vida sin ti.

Dibujo que enseña Pedro

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2. EL EXTRANJERO

Era un día de sol y la mayoría de los clientes del Café, optaron por acomodarse en la terraza, pues se estaba allí de maravilla. Sin embargo, la camarera que en ese momento estaba atendiendo a los clientes, se dio cuenta que había uno que seguía en el interior. Alahay, que así se llamaba la camarera, reparó en él porque ya lo había observado antes, pues al hablar se le notaba un ligero acento venezolano. Esta chica también era venezolana por eso se fijó más, y se atrevió a dirigirse a él diciéndole: –Señor, se le nota que viene de un clima más caluroso, pues parece que no tiene calor, cuando la gente se va fuera por este motivo. –Efectivamente vengo de Venezuela, aunque yo soy de aquí, emigré hace muchos años, por lo que estoy acostumbrado al calor. –Le contestó el hombre. No hubo más comentarios, aunque Alahay se fijó en que el cliente era muy dicharachero, haciendo ver que estaba alegre, pero en el fondo de sus ojos se le notaba una cierta tristeza que no se correspondía con las expresiones exteriores. La cosa quedó así hasta que otro día él le preguntó a la camarera: –Oye joven hemos hablado y no sé cómo te llamas y tú no sabes cómo me llamo yo.

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La chica respondió: –Yo me llamo Alahay, le parecerá un nombre raro, pero según me dijo mi madre es un nombre vasco que significa alegría. –Pues yo me llamo Antón, que es un nombre gallego –le dijo él, y siguió diciendo–: Bueno… pues nada más por hoy, aunque me gustaría que un día habláramos tranquilamente, sin el agobio de que tengas que servir a los clientes, o sea al salir de trabajar. –Ya me gustaría por saber lo de mi tierra y lo que pasó allí, pero tengo novio y seguramente se celaría. –Pues hija mía, mi intención no es más que hablar, así que un día que estés libre y yo también ya lo haremos. No hubo más conversación ese día y cada uno se fue por su lado. Hasta que en una ocasión se encontraron solos en el Café, no había ningún cliente más y aprovecharon para continuar con los comentarios. –Mira niña –comentó Antón–, aunque te pareció en principio que yo era de Venezuela, en realidad soy coruñés, de Monelos, de cuando el río discurría junto al mercado, así que ¡fíjate, de esto ya hace unos cuantos años! –Cuando tenía unos 25 años me enamoré de una coruñesa, me casé con ella y emigramos a Venezuela, donde tenía un pariente que me ayudó a empezar. –No viene a cuento decirte el ramo en que trabajaba, pero lo que sí te digo es que inventé un sistema original, lo patenté y conseguí un socio para explotar esa patente. –Mi vida privada iba bien, aunque no teníamos hijos, pero todo marchaba “viento en popa”, ganábamos dinero en grandes cantidades y vivíamos muy bien. 14


Pero claro, la felicidad en este mundo tiene que romperse siempre por algo y ese algo, en mi caso, fue mi mujer. Un día me llamó y me dijo: “Mira Antón, como sabes yo no puedo engañarte porque mi naturaleza me lo impide, por eso tengo que decirte que me he enamorado de otro hombre y que quiero que nos separemos. Pero entiende bien, quiero separarme porque no quiero engañarte. El hombre de quien estoy enamorada y yo aún no hemos hablado de ello, ni de otra cosa más que de banalidades, pero creo que él lo sabe lo mismo que yo”. Como comprenderás a mí se me vino el mundo encima, yo seguía queriendo a mi mujer como a nada en el mundo y esa noticia me sentó como si hubiera recibido un rayo. Durante unos días no supe qué decir, a ella le pedí que tuviera paciencia, que me dejara entender íntimamente lo que significaba la noticia, porque hasta el momento mi cerebro se negaba a aceptarlo bien. Después de muchos días, al fin tomé una decisión y la llamé diciéndole: “Cariño mío, pase lo que pase yo sigo queriéndote, y si te quiero no voy a impedirte que seas feliz, pues lo primero que deseo es que lo seas. Así que por mi parte no voy a poner ningún inconveniente para que hagas lo que deseas, por tanto si quieres el divorcio ya lo tienes, ahora bien, como verás no te he preguntado quién es el afortunado mortal que tiene el mismo gusto que yo, si quieres me lo dices y si no, no pasa nada”. Pasaron unos días, se arregló lo del divorcio, le di todo lo que teníamos en la vivienda e incluso la propia vivienda y desde ese momento me fui a vivir a un hotel. Mas he aquí que un día me llamó y me dijo: 15


“No te quise decir en su día quién era el hombre del que me había enamorado, pero creo que debo hacerlo, ya que este hombre es tu socio en la Empresa”. Me quedé de piedra, pues que el hombre en quien confiaba me quitara el amor de mi mujer y a ella misma, no terminaba de entenderlo, lo mismo que me pasó cuando ella me dio la primera noticia. Pero al cabo de unos días tomé una decisión. Llamé a mi socio y le dije: “Como comprenderás no puedo seguir siendo tu socio, así que como el negocio funciona con mi patente, esto sólo puede arreglarse si tú me compras esa patente, pero poniendo un precio que compense el que yo pueda vivir a partir de ahora sin problemas económicos de ninguna clase”. Pasaron unos días y llegamos a un acuerdo económico y fue cuando decidí volverme a Coruña, aunque eso me signifique vivir solo, aunque era lo que ya estaba haciendo en Caracas. No tengo ningún problema, excepto la ausencia de mi mujer, pero como sé que ella es feliz yo también lo soy por ella. Este Café me ha dado la ocasión de conocer a otras personas y las camareras sois muy amables y aquí me encuentro a gusto, mientras esto siga así aquí me tendrás, si algún día me ves triste, no te preocupes, es la nostalgia. Alahay le contó la historia a sus jefes, más que nada para que no se extrañaran si alguna vez se demoraba hablando con Antón. ¡Y aquél que en principio llamaban el extranjero, resultó que era de Monelos!

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3. LA OMNIPRESENTE

En el Café estaba un día tomando un refresco y esperando a alguien una clienta, Lola. En ese momento no había otro cliente en el Café, sólo estaban Lola y la camarera Sandra. Sandra estaba limpiando el mostrador y Lola leyendo un periódico del día, cuando entró una mujer joven que se sentó en una mesa cercana y pidió una copa de anís. Pasaron unos momentos, entretanto la camarera le trajo la copa y en ese momento la clienta observó algo en la calle y se puso a llorar, pero tan angustiosamente que hizo que Lola se fijase, y como no paraba se acercó a ella y le preguntó si podía hacer algo para que le pasara el desconsuelo. La chica, una mujer de unos 25 a 30 años le dijo que para ella no había nada que hacer. Continuó en esa tesitura y llegó un momento que Lola pensó que había que hacer algo, pues a esa mujer si seguía así le iba a dar una lipotimia o algo peor. Y es entonces cuando volvió a dirigirse a ella y le dijo que descansase de tanto llorar y que le contase la causa de ese desconsuelo. Y al fin la chica se decidió y dejó de llorar y empezó a hablar, que es lo que Lola quería, pues hablando a veces se curan las cosas. Y fue así como en ese momento comenzó la historia:

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–Me llamo María y tengo 28 años, hace unos dos meses por unas molestias me dirigí a mi médico para que me hiciera un reconocimiento. A los dos días me llamó y muy serio me dio la fatal noticia. Tenía una enfermedad terminal que no me daba vida para más de cuatro a seis meses. Ante una noticia como ésta se le viene a uno el mundo encima y comencé a pensar en dejar mis cosas arregladas. Tenga en cuenta que mis padres ya han fallecido, que no tengo hermanos, sólo familiares lejanos y que cuando fui al médico por primera vez iba con mi novio, que ahora, porque yo lo provoqué, ya no lo es. Verá, al saber mi próximo destino no quise hacer sufrir a mi hombre y para ello le dije que había perdido el amor y que se buscara otra para sustituirme, que a mí ya me había perdido para siempre. Él no se dio cuenta de cual era la causa o por lo menos eso creo y se distanció de mí, que era lo que yo quería para evitarle sufrimientos, pues por mucho que a él le dijera lo contrario, yo seguía queriéndole y mucho. Hasta aquí todo estaba controlado, el médico me dijo que mientras pudiera no me encerrara en mi casa, que saliera a la calle y me entretuviera, que eso no me iba a curar, pero por lo menos me entretendría y me evitaba pensar. Yo continué viendo a mis amigas a las que no les dije nada, pues yo a la muerte le llamaba la Omnipresente, ya que todo ser vivo sólo por nacer tiene que morir. Y ya estaba resignada a mi próximo destino, cuando ahora al venir por esta calle veo a mi exnovio con una de mis amigas y eso fue lo que me derrumbó.

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