El jarron y la maceta

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El Jarr贸n y la Maceta Teodoro Marfil


© del texto: Teodoro Marfil EL JARRÓN Y LA MACETA Amor entre jarrón y maceta por Navidad Código: 1303024702653 Fecha 02-mar-2013 19:02 UTC Edita:

I.S.B.N.: 978-84-15933-15-1 Impreso en España Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.


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e los elementos que en la vida nos encontramos, absolutamente todos, tienen que admitir la crítica, porque siempre habrá quien en su opinión tenga un comentario positivo o negativo. Si yo les digo que en la noche, los objetos de la casa se animan y hablan entre ellos, me tendrán que decir cualquier cosa, pero siempre encaminada a desmentir la idea, porque los objetos son inanimados. No tienen una vida activa es imposible se puedan relacionar. Cierto es que nadie lo ha visto y como consecuencia puede ser cierto que las cucharillas del café bailen unas sevillanas, mientras los cuchillos de postre celebran un duelo para compartir en la próxima merienda con la cucharilla recién llegada del Bazar. O la cacerola hablará con una sartén, expresando su pesar porque le han dejado pequeñas muestras del cocido del medio día. Mientras que la sartén le sonríe comprensiva, porque aún lleva pringues de la

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tortilla a la francesa que le hicieron al señorito para la cena de hace tres días. Y es que no ha sido la chacha de siempre, sino una de las hijas de la señora la que se encargó de la limpieza de los cacharros y entre las prisas y el novio que la llamaba por el móvil para decirle lo guapa que era y lo que lo quería, la joven se dio tanta prisa que le dejó churretes a la cacerola. A la sartén ni siquiera la miró. ¿Por qué no puede pasar eso en la cocina? ¿Y por qué el maravilloso jarrón de la sala principal no está prendidamente enamorado de la maceta de la terraza? ¿Por qué la maceta en esas noches despejadas y de frío intenso no mira embelesada al jarrón, elegante y altivo? Todo eso puede pasar. Cierto es, además, que se escribieron historias de los juguetes que deambulaban por toda la casa. Nos permite pensar, considerar en nuestro pensamiento, huecos para la imaginación, que nos haga feliz al pensar en toda esa cadena de románticas escenas. Un día sin embargo se apenó tanto, se entristeció de tal manera que lloró en soledad.

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Una visita de aquella mañana trajo a la señora de la casa un hermoso ramo de flores. Toda orgullosa y agradecida, puso en el interior del jarrón aquella maravilla de ramo. Justo hasta llegar la tarde–noche, y el pasillo iluminado reflejó el jarrón con aquella soberbia estampa, fue cuando la maceta lloró. Se resistía sentir envidia, pero su llanto era irresistible, pensando que con aquellas flores el jarrón ni siquiera la miraría. El jarrón, está muy pendiente del ventanal. Y se muestra contrariado porque la pija, como él piensa de la hija de la señora, no solo se deja los cacharros a la mitad, sino que en un gesto de fuerza, le ha dado un tirón a los visillos, de manera que no le permiten ver con claridad la maceta. Es verdad que ella, orgullosa de sus plantas con flores que llevaba plantadas, se ha sentido triste, pero lo ha sentido menos ya que desde el exterior le resulta difícil ver con claridad al jarrón. Por eso, espera la noche. Que las luces de la casa al iluminar el pasillo proporcione una luz indirecta sobre el jarrón, que la llena de ilusión.

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La verdad es, que cada noche el jarrón se bajaba del pedestal y se iba al ventanal para hablar con la maceta, que se acercaba del otro lado. Por eso cuando el jarrón descorrió el visillo se dio cuenta que la maceta estaba triste. –¿Qué te sucede? –Hace ya varias noches que no te acercas jarrón. –Maceta mía, no pude con tantas flores. –Y como tenía flores ya no te interesabas por mí. –Ni de bromas digas eso. Me gustas y te admiro. –Pero no viniste. –Mira, no solo eran las flores, me llenaron de agua, para que las flores se mantuvieran frescas y entonces no me podía mover. De hacerlo, lo más seguro es que, me hubiese derramado y caído y roto al fin. No pude maceta querida. –Nunca pensé jarrón mío que te hubiesen llenado con agua. Perdóname por mal pensar. –Ocurre cariño, que nos hablamos con el cristal de por medio. Intenta tú de ese lado y yo de este hacer fuerza y desplazar este ventanal que nos separa.

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