El pequeño pastor

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EL PEQUEテ前 PASTOR YON SOLLEIRO



EL PEQUEテ前 PASTOR YON SOLLEIRO


Š Yon Solleiro Ilustraciones: Sonia Moya

Edita:

I.S.B.N.: 978-84-16582-49-5

Impreso en EspaĂąa Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaciĂłn ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.


PRÓLOGO

Como es obvio en este relato los personajes son casi todos de ficción, excepto aquellos que por su importancia en su día concurren a la narración con su peso natural, como son el Maquis español en Francia, que sí existió; así como el autor del artículo, Ricardo Mella, mi abuelo, y algún otro que ahora no recuerdo. Pero en general éste es un relato de ficción, donde los personajes actúan de acuerdo con lo que les obliga el autor. En cuanto a las situaciones, muchas de ellas sí existieron, como son la persecución de los judíos por los alemanes en Francia, la II Guerra Mundial y la Guerra Civil Española. Y respecto a las opiniones que se expresan, creemos que con ellas ocurre lo que hace miles de años decían los Vedas: «Puede que sea así o no». De todos modos lo escribimos con el fin, no sólo de entretener, sino también de recordar muchas de las cosas que sucedieron en y después de las mencionadas Guerras. Yon Solleiro

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El relato de Alberto Becker

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l todo terreno luchaba bravamente con el temporal, aunque este término utilizado no es aplicable a un ser inanimado, daba la impresión de parecer un ser vivo cada vez que hacía frente a una ráfaga de viento que le golpeaba a más de 100 km por hora. Éste azotaba el vehículo, desde el norte o desde el este, pues las montañas le hacían cambiar de sentido, y al mismo tiempo venía mezclado con agua, nieve y ramas de árboles que caían continuamente a causa de la tempestad. Los cuatro hombres que tripulábamos el coche temíamos que éste volcara, ya que las rachas eran más fuertes según pasaba el tiempo y algunas veces se levantaba de un lado y entonces era cuando parecía que íbamos a volcar, pero el coche aguantaba bien. Mi hijo, que era el que conducía, no decía ni una palabra enfrascado como estaba en la conducción y sus peligros, toda vez que, además del mal tiempo, el camino era eso, un camino de tierra y no una carretera. Yo estaba descontento de haber comenzado este viaje, pues el motivo era enseñarles a mis nietos la casa solariega del Señorío de Velfás, y para eso podría haberse demorado el viaje, pero nadie esperaba este temporal a punto de terminarse la primavera. En fin, para qué arrepentirse, ya estábamos próximos a nuestro destino y si llegábamos con bien, allí teníamos todo resuelto. ·9·


De repente sentimos un golpe y nos quedamos parados, un gran árbol cayó sobre el camino y nos impidió el paso. Nos bajamos y entre los cuatro tratamos de apartar el tronco, afortunadamente podíamos con él y con grandes esfuerzos lo logramos y continuamos el viaje. De repente observamos en el fondo una imagen enorme entre todo lo que se nos venía encima, era por fin la casa, mejor dicho el caserón que se veía entre la bruma. El conductor, que ya conocía el sitio, en cuanto lo vio se dirigió a un cercado cubierto que era donde se guardaba el ganado, muy próximo a la casa y advirtió a todos: –Voy a entrar allí, junto a la casa, en cuanto pare nos bajaremos y entraremos en ella, sin miedo, allí apenas notaremos el viento y dejaremos la descarga del vehículo para cuando calme el temporal. Efectivamente, así lo hicimos y con cuidado y fuerza entramos en la casa, donde una vez cerrada la puerta, dejamos de oír la tempestad de lluvia y viento, pareciendo que ésta había cesado. Eso no era así, pues continuaba, pero las enormes paredes del caserón casi no dejaban escuchar el ruido. Una vez en el interior indiqué: –En esta casa, por si no lo sabéis, no hay electricidad, por lo cual lo primero que hay que hacer es encender las velas, que de ésas sí que hay en abundancia, y más tarde hacerlo con las chimeneas, primero la de este salón y luego las de las habitaciones. Para esto último hay abundancia de leña en el sótano, sólo hay que buscarla sin salir al exterior. · 10 ·


Una vez hecho esto –continué diciendo–, quiero que nos reunamos en esta misma sala para daros a conocer mis intenciones de antes y después del viaje. Efectivamente, todo se hizo tal como había indicado y al fin nos reunimos tranquilos en el salón, a la luz de las velas, pero también al calor de la chimenea. Una vez todos reunidos comencé a explicar: –Mi intención al traeros aquí en estas fechas era, además de contaros los motivos por los que este Palacio esté ahora deshabitado, relataros también cómo fueron mis principios aquí, pero no contaba con que nos retuviera la tempestad en el interior, así que ahora, con más tiempo del que contaba, comienzo y en principio voy a describiros el lugar, que luego observaréis cuando cese el mal tiempo. Este enorme Palacio, que mi hijo llama caserón, fue construido a fines del siglo XVI o principios del XVII, no se sabe exactamente, pues no he encontrado los planos iniciales, aún estoy a tiempo de hacerlo. Está compuesto de un sótano, de 400 metros cuadrados, como las demás plantas, y dos plantas superiores. En el sótano se guarda todo lo necesario para la vida, leña para las chimeneas, velas para la luz, conservas de pescado en latas, etc. Sobre el agua, de ésta sí que hay abundancia, viene de un manantial de montaña, que por un ingenioso sistema de tubos pasa al interior como si fuera agua corriente. Sólo tiene el problema de todos los suministros entubados, cuando las bajas temperaturas hielan el líquido, pero eso pasa en todos los sistemas y hay que solucionarlos fácilmente. · 11 ·


La primera planta, en la que estamos, tiene naturalmente como he dicho los mismos 400 metros, pero en ella están las cocinas, los baños y estos salones que conforman la mitad de la planta, y en la otra mitad, protegida por un sistema de calor procedente de las chimeneas se encuentra la biblioteca, el alma de toda la construcción. Yo creo que se hizo de esta manera para proteger la enorme cantidad de libros que tiene en custodia. La siguiente y última planta tiene los dormitorios, cada uno con su chimenea particular. Esto en el interior, pues las paredes que dan al exterior son algo inusual en la arquitectura de la época, paredes de cantería de dos y tres metros de espesor, que como veis, casi nos aislan de lo que ocurre fuera. A la derecha, en donde dejamos el coche, se construyó en su día un cerrado para el ganado para protegerlo de los lobos, que aquí abundan, y más abajo la Casa del Guarda, un caserón también de granito, el lugar en donde yo nací, que servía para que vivieran en su momento los guardeses. El resto de la finca, de varios kilómetros cuadrados, sirvió en su momento de prado para comer el ganado y de huerta para diversas hortalizas que aumentaban los medios de vida. El terreno está limitado al norte por las montañas de nieves perpetuas, al este lo mismo, al sur con un río de montaña bastante caudaloso y que puede ser arrollador en el deshielo, y queda el oeste que es una llanura de 100 km aproximadamente con un nivel de unos 300 metros sobre el del mar. Cerca sólo hay un pueblo, a unos 20 km, después de pasar el río por un puente que ahora ya no existe. · 12 ·


Se llama Aivé, allí aprendí a leer y escribir en la escuela laica que había abierto la República. El pueblo lo destruyeron los fascistas durante la Guerra Civil, con el pretexto de que era un pueblo de «rojos», mataron al maestro y a muchos paisanos, y los que quedaron se fueron dejando el pueblo quemado y abandonado. Hasta aquí la descripción, que más tarde podréis ver directamente, después os hablaré del porqué de nuestra estancia inicial aquí y de nuestra historia.

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uestro padre, abuelo y bisabuelo respectivamente, era alemán, de Hamburgo, se llamaba Albert Becker Suárez, ya que su madre era española, aragonesa. Sus padres se habían conocido en una reunión internacional del partido comunista y ya no se separaron hasta la muerte de ella, muerte ocurrida en un enfrentamiento con los nazis antes de que estos se hicieran con el poder. Parece un galimatías, pero es fácil, nuestras mujeres por una u otra causa, siempre murieron jóvenes, así que es una genealogía sencilla. Mi padre no tuvo otro remedio que huir de Alemania en el momento que los nazis ganaron las elecciones, ya que estos persiguieron a todos los comunistas y a sus parientes, por lo cual huyó a España a través de Francia. Como buen hijo de española, no se fiaba de los «gabachos», pero sí de la República Española que se había instaurado en 1931. Pasó muchos trabajos y cuando atravesaba los Pirineos para llegar por fin a España sufrió una pequeña congelación que lo llevó a un Hospital Provincial, precisamente el de esta provincia en donde se ubica el Señorío en que estamos. Allí conoció a dos personas que fueron importantes en su vida: El primero, un paciente con la misma dolencia que él, congelación. Así pues se hicieron amigos y se contaron sus vidas, mi padre lo ocurrido hasta la fecha y el otro, el Señor de Velfás, su situación. Poco a poco intimaron y fueron conociendo más cosas. El hombre del Señorío le contó que vivía en Velfás con su hermana, · 14 ·


que ambos eran solteros y no parecía que ninguno de momento pensara en tener descendencia. Le contó que el lugar era muy solitario y tenía una casa para los Guardeses que le iría muy bien, ya que allí seguro que no lo encontraban los nazis que lo perseguían. La otra persona que conoció era una de las enfermeras que los cuidaban, la cual se enamoró de él y pronto se casaron. Así pues se fueron a Velfás a la casa de los Guardeses, lugar que aunque solitario, les iba muy bien por los problemas de él con la política. Y allí nací, por desgracia para mi madre, ya que siguiendo la tradición de los Becker, ella murió a los seis meses de nacer yo. Claro que quedé sin madre biológica, pero en cambio la Señora me tomó como hijo y prácticamente me cuidó hasta los cuatro años. Al cumplir esa edad, mi padre fue claro, tenía que ir a la escuela de Aivé aunque estuviera tan lejos, él me llevaría todos los días ya que lo primero era aprender a leer y escribir, y la escuela del pueblo estaba dirigida por un maestro que decía que la educación debía ser laica, y que él así la impartía. A los seis años ya sabía leer y escribir y las cuatro reglas, entonces mi padre se empeñó en que tenía que aprender a llevar la, llamémosle Granja, o sea cuidar el ganado ovino, unas veinte cabezas en total (que cuidábamos los perros y yo), aprender a cultivar la huerta y más tarde me enseñó algo importante que era pescar en el río y cazar con lazos, con lo cual él y yo éramos los que suministrábamos la comida para los señores y para nosotros. A pesar de lo que hacía mi padre, la señora no dejaba de estar pendiente de mí, pues para ella era como su hijo, muchas veces · 15 ·


le reñía a mi padre diciendo que era muy duro conmigo, pero en el fondo los tres estaban de acuerdo en cuidarme. Voy a parar un momento para que observemos si cede el temporal, para poder descargar el coche y descansar yo algo, que llevo mucho tiempo hablando. Así lo hicimos, las cosas continuaban igual, de manera que la descarga quedó para más tarde. Mi padre me llamaba en alemán Schäfer Klein, algo así como pastor pequeño, o sea el pequeño pastor, pues le hacía mucha gracia verme tan pequeño empujando al ganado y azuzando a los perros cuando alguna oveja se descarriaba. La vida continuaba plácidamente para nosotros, tanto los señores como los «guardeses», hasta que un día me dijeron: «Pequeño, tanto tu padre como nosotros dos tenemos un negocio que terminar en la capital de la provincia y en Burgos, así que vamos a dejarte solo mañana todo el día, volveremos ya de noche pues el viaje es largo, aunque el coche que nos lleva sea rápido, da por lo menos 60 km por hora». Y así los pude ver salir al día siguiente, despidiéndose hasta la noche, y ya no volvieron nunca más. Sí, después supe de verdad lo que había pasado, pero la realidad fue que desaparecieron sin dejar rastro.

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ice lo poco que podía hacer en cuanto pasaron unos días y no volvían, que fue ir hasta el pueblo y a los pocos que quedaban preguntarles. Lo que me dijeron era que habían pasado algunas cosas como que hubo una riada además de unos vientos huracanados, y aunque lo de los vientos lo sabía pues habían «soplado» en mi residencia, no así lo de la riada. En fin me volví a casa y continué atendiendo a los animales y demás tareas de la pequeña granja, aunque estaba muy disgustado por la ausencia de mi padre y mis protectores. Según pasaban los días iba perdiendo la esperanza de que volvieran, ya que si estuvieran vivos me harían llegar de alguna manera noticias de ellos y ello no había sido el caso. Al perder definitivamente la esperanza de que volvieran (pues si estuvieran heridos ya habrían tomado alguna determinación para avisarme), comencé a pensar en reorganizarme para, principalmente, seguir cuidando la granja y además intentar aprender algo más que sumar y restar. Por ejemplo nadie me había explicado por qué el Sol salía y se ponía todos los días, y por qué los horarios eran distintos en invierno y verano. Así que manos a la obra, cuando se hacía de noche y después de hacer todo lo necesario para la vida, me acerqué a la biblioteca y por orden alfabético encontré el primer libro, Astronomía, el cual me aclaró no sólo mis dudas iniciales, sino que en él aprendí otras cosas sobre el Cosmos que ni se me había ocurrido pensar en ellas. De todos modos, cuando me di cuenta de la inmensidad de las Galaxias, y de todo el Cosmos en general, fue cuando pensé en lo poco o nada que sabía y lo mucho que tenía que estudiar para poder saber algo. · 17 ·


Por ejemplo, el Universo es inmenso, no tiene principio ni fin el espacio en que se encuentra, además que no se sabe cuándo comenzó, ya que si hace trece mil quinientos millones de años hubo un Big Bang, que parece ser que fue cuando comenzó todo, ¿dónde estaba antes el tiempo el espacio y la energía que lo propició? Por eso me entró la curiosidad, quería conocerlo todo, aunque hoy en día sé que aunque conociera todo lo que sabe la Humanidad, aún sería un ignorante. Y ahí empezó mi curiosidad, repito, para poder entender el cuándo y dónde del comienzo y el cuándo y dónde terminará, o sea que quería saber tanto como Dios, suponiendo que este concepto existiera.

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ara ello inicié el estudio de las religiones, que además de ser muchas, son diversas tanto en sus conceptos como en su liturgia, sólo coinciden en una cosa, la existencia de uno a más dioses que así aclaran sus creencias. Encontré en la biblioteca libros sobre Animismo, Hinduismo, Budismo, Islamismo, Cristianismo y más, estos eran los principales y por ellos comencé a leer. Me llamó mucho la atención el Animismo que concibe todas las cosas con «alma» y en base a ello crea dioses a partir de ríos, montañas, plantas, animales, etc. De todos modos y prácticamente crean seres sobrenaturales con inteligencia, voluntad y razón, que habitan los objetos inanimados. En fin, una religión arcaica que aún sigue existiendo, según creo, en África. No creo que os interese, pero si es así decídmelo pues tengo grandes conocimientos del tema. De las otras religiones me parece que estáis bien informados, aunque quería deciros la «coincidencia» de que en una religión muy antigua como es el hinduismo exista la trilogía de Brahma, Siva y Visnú, al igual que en la católica Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero no quiero que esta reunión se convierta en una clase de religión, y si lo queréis no hace falta más que decírmelo y hablaremos de ello todo lo que deseéis. En realidad de lo que quiero hablaros es de lo que hice a posteriori de estudiarme todas las religiones, por lo menos las que había en la Biblioteca. Lo que si quedé convencido fue de que todas son humanas, · 19 ·


hechas por los hombres para los hombres, cosa que ya me había figurado cuando comencé por la primera. Efectivamente, si uno se fija bien observa que en todas existen uno o varios dioses, en pocas se habla de un Dios único y naturalmente se dan a los dioses unos sentimientos humanos, incluso la ira cuando las cosas vienen mal dadas, como se dice en lenguaje vulgar. Pero un concepto tan enorme como puede ser la Divinidad, no se puede tratar con sentimientos y motivos humanos, hay que tratarlo de una forma diferente y aunque para ello vamos a utilizar la inteligencia que la Providencia nos otorgó, ello no significa que todo sea como los hombres pensamos, sino más bien muy diferente. Pasé unos años meditando sobre todo esto, sin llegar a obtener una conclusión definitiva, pero de eso hablaremos a continuación. Antes seguiré contando cómo hice para poder seguir con el trabajo de mantener la granja y tener tiempo para seguir estudiando, pues ni una ni otra cosa las dejé por completo.

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