En busca de la esmeralda verde

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JOSÉ M. TORRES



EN BUSCA DE LA

ESMERALDA VERDE

JOSÉ M. TORRES


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S

abrina era una niña de nueve años y jamás imaginó que una simple aventura en busca de algo deseado se convertiría en la mejor experiencia de su vida.

Se encontraba sentada en las escaleras del monasterio de Guadalupe, con su abuelo al lado, y él le contaba algo que tenía en mente desde hacía mucho tiempo. –Sabrina, ¿te acuerdas de la esmeralda verde que desenterré en Egipto? –le preguntó el abuelo. –Sí. Siempre me has dicho que será para mí –contestó la niña.

Agarró de la mano a su nieta y ambos se dirigieron hasta la entrada del monasterio. –Ha llegado la hora de dártela, pero antes tienes que pasar por una serie de pruebas –le dijo. –¡Me encantan los desafíos! –exclamó Sabrina.

El anciano la llevó hasta unas taquillas, escondidas ante el público, y le entregó una pequeña llave. Estaba marcada con el número 3, pero allí se encontraban doce taquillas con el mismo número, una por cada mes del año, los cuales estaban indicados en la parte superior de las columnas de las garitas. Es decir, en total había 366 taquillas. –Te dejo sola. A partir de ahora, tendrás que hacerlo todo tú –le indicó.

No tuvo la menor duda sobre cuál era la de su abuelo. Introdujo la llave en el número 3 del mes de mayo, el día del cumpleaños de la niña, y la giró. Al abrirse la puerta tan solo vio una nota con la letra de su abuelo.

“Si quieres saber dónde está la esmeralda debes ir hasta el Templo de los Mármoles, situado a las orillas del Embalse de Valdecañas. Perteneció al pueblo de Talavera la Vieja, sumergido ahora bajo las aguas del río Tajo”.

Sabrina sonrió. Aquel juego de acertijos le sonaba, pues había jugado infinidad de veces con él. Obedeció y al día siguiente puso rumbo hasta la comarca de Campo Arañuelo para visitar el templo romano. ~5~


EL BÚHO Al llegar, Sabrina se sentó sobre las escalinatas del templo y observó su belleza. Escuchó unas alas moverse en el aire y levantó la cabeza. En el cielo había un búho y se dirigía hacia ella. Sabrina se asustó. –No tengas miedo, pequeña –dijo el búho posándose a su lado–. Estás buscando una esmeralda, ¿verdad? –¿Tú sabes dónde puedo encontrarla? –preguntó extrañada. –¡Claro que sí! Tienes que viajar hasta la comarca de La Vera. Y yo te llevaré encantado. ¡Sube! El búho abrió sus alas y Sabrina se subió encima de él. Se agarró fuertemente a sus plumas y el ave ascendió hacia las nubes. EL PERRO Una vez allí decidió visitar los cinco conjuntos históricos-artísticos de La Vera: el propio de Villanueva, el de Pasarón, Garganta la Olla, Cuacos de Yuste y Valverde de la Vera. Y también visitó sus gargantas naturales, las cuales traían el agua que bajaba de la Sierra de Gredos. Nadie le daba más indicaciones y cuando estaba a punto de abandonar escuchó la voz de un perro. Era tan grande que parecía un león. –Ve a Los Pilones del Jerte. Una esmeralda te está esperando. –¿Y tú podrías llevarme? –preguntó la niña. El perro se tumbó en el suelo diciéndole: –¡Agárrate fuerte! Sabrina le hizo caso. Se subió y puso las manos sobre las orejas del perro. –¡Lista! –exclamó. –¡Allá vamos! Comenzó a correr y a saltar hasta llegar a su destino. ~6~


LA GARZA En Los Pilones encontró a muchos animalejos. Cualquiera de ellos podría darle la siguiente pista, pero en lugar de preguntar se dedicó a disfrutar de aquella belleza, pues la experiencia le decía que tarde o temprano alguno se acercaría y le diría cuál sería su siguiente aventura. Y así fue, estando en el puente de madera que cruza el río, como obtuvo la siguiente pista. Aunque sí tuvo que interrogar a una garza que pescaba peces. –Oye, ¿tú no sabrás dónde puedo encontrar una esmeralda verde? –preguntó ella riendo. –¡Claro que sí! En cuanto llene un poco la barriga, te llevo hasta el barrio judío de Hervás. Sabrina esperó a que el animal terminara de comer y luego se montó en ella. A pesar de no saber aún dónde estaba la esmeralda, aquella aventura estaba empezando a gustarle. EL ÁGUILA Paseó por el barrio judío de Hervás, sin saber quién le daría las siguientes indicaciones. Después de una hora andando por sus calles, la voz de un niño pequeño hizo que se detuviera. –Encontrarás tu siguiente pista en los Castaños del Temblar de Segura de Toro. Ahora están preciosos con su color otoñal. Le resultaba extraño que ahora la pista no se la diera un animal. –¿Y cómo llego hasta los castaños? –le preguntó. Sin esperarlo, un águila real la agarró de los hombros y la levantó hacia el cielo. Sabrina comenzó a temblar. –No te soltaré. Mis zarpas son muy fuertes y no te dejarán caer –le dijo el ave. ~7~


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Y la niña voló por encima de toda la comarca del Valle del Ambroz hasta llegar a los castaños. Aquellos seres eran de los más antiguos de Extremadura y Sabrina se apoyó en el tronco del Castaño del Arroyo. Al momento, vio cómo salía una boca de la madera y comenzaba a hablarle. –Tu próximo viaje debe ser hasta Granadilla –le indicó el árbol. La niña se dirigió hasta el águila que la había llevado hasta allí diciéndole: –Ese árbol me ha hablado. –En estas tierras, todos los seres podemos hablar. ¿Te apetece volver a volar? Sin dudar, Sabrina se subió encima del águila y ambos pusieron rumbo hasta Granadilla. EL LINCE El águila soltó a Sabrina en el pueblo abandonado, situado a las orillas del embalse de Gabriel y Galán. Dio una vuelta por él, imaginando cómo sería la vida antes de que lo desalojaran. Al terminar, cuando ya estaba a punto de irse, un lince le preguntó si le había gustado la visita. –¡Claro que sí! No sabía que existía Granadilla. Es un encanto de pueblo. Una pena que fuera desalojado –contestó complacida de la visita. –Sus habitantes fueron obligados a abandonarlo al prever que las aguas del embalse lo cubrirían. Fueron realojados en poblaciones cercanas –le explicó el lince. –Pero no sería lo mismo –replicó la niña con tristeza. –Por supuesto que no. Por cierto, hablando de agua… ¿conoces el meandro del Melero, en Riomalo de Abajo? Está en Las Hurdes, no muy lejano de aquí. La chica sonrió. Ya sabía que ese iba a ser su siguiente destino. ~9~


–No lo conozco. Pero seguro que allí puedo encontrar una esmeralda verde. –Eres una niña lista. ¡Yo te llevaré! Y Sabrina se montó a lomos del lince, que empezó a correr y saltar entre las jaras hasta llegar al meandro. EL CIERVO Llevaba días viajando, había conocido lugares bonitos, hablado con animales, estaba algo cansada, pero al menos estaba disfrutando con cada una de las cosas que veía. Decidió pasar un par de días en Las Hurdes para descansar. Y se alojó en una casa rural de Nuñomoral, construida con paredes de piedra y tejado de pizarra, manteniendo la arquitectura típica de la zona. Al tener el meandro delante de sus ojos abrió la boca en señal de sorpresa. El río Alagón giraba en un ángulo de 360º y seguía su curso como si se diera la vuelta. –¡Qué paisaje tan espectacular! –se dijo a sí misma. Estando apoyada en el mirador hacia el meandro llegó un cervatillo y se dirigió a ella. –Mi papá me ha dicho que tienes que ir hasta Trevejo. Y no sé qué más de una esmeralda que no recuerdo. La joven sonrió diciendo: –Gracias. El cervatillo se fue camino arriba, al lado de su padre y Sabrina lo siguió. –He logrado convencer a mi padre para que te lleve –comentó el pequeño animal. El ciervo se agachó y Sabrina se subió encima de él, agarrándose fuertemente a sus cuernos. ~ 10 ~


EL GATO Sabrina paseó por las calles de Trevejo, todo ello construido en piedra, y subió hasta el castillo para deleitarse la vista con las panorámicas obtenidas. Las calles estaban en silencio, paradas en el tiempo, y tan solo se encontró con un gato que tomaba el sol. –Me dijeron que aquí encontraría mi siguiente pista y tú eres el único animal que puede dármela. ¿Dónde tengo que ir ahora? –solicitó al gato. –Tu siguiente aventura está en los Canchos de Ramiro, en la localidad de Cachorrilla. Pero prométeme que antes irás a San Martín de Trevejo –le pidió este. –Lo prometo –dijo la niña. –No me engañes. Tengo amigos por todos lados y sabré si has ido –concluyó el felino. La niña no le engañó y visitó la población, también con calles empedradas. En la fuente principal de la plaza había otro gato bebiendo. Cuando terminó, se dirigió hacia ella: ~ 11 ~


–Has sido obediente con las indicaciones de mi amigo de Trevejo y solo por eso te llevaré hasta tu siguiente destino. Sabrina, subida encima del gato, se dirigió hasta donde le habían indicado. EL ZORRO La ruta senderista constaba de unos diez kilómetros, la mayor parte por terreno llano y entre encinas. El cansancio acumulado de tantos días dando vueltas por Extremadura se notaba, pero Sabrina estaba feliz por todos los sitios bonitos que estaba conociendo. Al llegar hasta los Canchos de Ramiro no pudo expresar mejor lo que veía. –¡Qué tendrá el río Alagón, que diseña paisajes tan bonitos! Escuchó el grito de un zorro a sus espaldas y dio un respingo. Estaba tan ensimismada que no notó su llegada. –¿Te están gustando los sitios que visitas? –preguntó. –Sí, mucho. No sabía ni que existían la mitad de los que he visitado –contestó. –Pues aún no conoces ni la cuarta parte. ¿Te ves con fuerzas de seguir buscando tu esmeralda? La niña suspiró y dijo: –A decir verdad, la esmeralda me da un poco igual. Pero sí, me veo con fuerzas de seguir conociendo lugares bonitos. El zorro siguió dándole instrucciones: –Tu siguiente viaje será al castillo del único parque nacional que tiene Extremadura. ~ 12 ~


–Monfragüe –dijo Sabrina sin dudar. –Efectivamente. Te recomiendo que sigas la ruta que parte desde la Fuente del Francés. Monta, te llevaré subida en mí. ¡Agárrate fuerte! EL BUITRE NEGRO El zorro dejó a Sabrina en Monfragüe y su entorno. Subió hasta el castillo en ruinas y observó el río Tajo desde lo alto, así como los buitres leonados y negros que volaban por los alrededores y alguna que otra águila imperial. Se sentó en el borde de la muralla y esperó la presencia del siguiente animal que le diera más indicaciones, pero Sabrina se encontraba sola. Al cabo de un rato, aburrida de esperar, volvió hasta la fuente de la que partió. A mitad de camino se encontró con un buitre negro, que agitaba las alas para echar a volar.

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