La abuela de Nico El niño que aprendió a ser feliz
Lucía Pascual Dibujos: Naia Urraca
A mis nietos por escuchar mis historias y a Naia por sus dibujos.
Ă?ndice La vaca Lola ......................................................... 13 La fuente y la serpiente..................................... 31 Una cueva peligrosa............................................ 47 El pozo y la vaca.................................................. 73 Misterio en el colegio......................................... 91 Los ojos del zorro................................................ 109 Una historia sorprendente................................ 131 Una noche de pesadilla...................................... 151 La amistad con Laura en peligro..................... 173
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ola chicos y chicas.
Soy Lucía Pascual, la del cuento Aventuras de Nico. Tengo cuatro hijos y diez nietos, y mi nieta Naia, que es la de la foto, empezó desde los once años haciéndome los dibujos. Ahora tiene quince y saca ratos después de estudiar para hacerlos. Nací en Logroño pero he vivido treinta años en Vitoria donde están todos. Ahora Vivo en Briñas, un
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pueblo muy bonito cerca de Haro, con mi marido y mi perrito Popy, parecido al de Nico. Estudié en mis tiempos magisterio. Siempre me ha gustado escribir y, aquí en el campo, me inspiro para crear las aventuras que vive Nico. Laura es su vecina y amiga y lo pasan muy bien juntos y con otros amigos. En el verano le encanta ir al pueblo de sus abuelos y ayudarles en la huerta y escuchar las historias que le cuentan, sobre todo su abuela que es muy divertida y que va recordando su niñez y las situaciones que a veces tuvo que vivir siendo tan pequeña. Además aquí tiene una pandilla con la que pasa aventuras apasionantes. Este es el cuarto cuento, y deseo que paséis muy buenos ratos con él. Así que os lo dedico a todos con mucho cariño. Lo más importante es que mientras lo leeis, además de divertiros, vayáis aprendiendo a ser buenos chicos-as y sobre todo felices Un beso a cada uno.
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A los niĂąos les encanta escuchar las historias de sus abuelos y ver que ellos tambiĂŠn han sido niĂąos como ellos.
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La vaca Lola
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se verano habían operado a su abuelo de la rodilla y, Nico, como siempre, pasaba las vacaciones con ellos; en esta ocasión con más motivo porque así hacía compañía a su abuela y le ayudaba a recoger cosas de la huerta y a regar, que le encantaba.
Esa tarde estaban los dos en la mesa grande de la cocina: su abuela desgranando unos guisantes que Nico y ella habían recogido, y él repasando unas fotos antiguas. El abuelo dormitaba en su cuarto porque aún no podía moverse casi por lo de la pierna. Le enseñó una foto de su abuelo con una vaca al lado. –Mira que vaca tan chula abuela y qué joven está el abuelo. –¿A ver? Ah, sí. Es que los padres de tu abuelo y los míos tenían vacas y nosotros las ~ 15 ~
cuidábamos cuando éramos niños ¿No te he contado nunca lo que me pasó con una vaca que se llamaba Lola? Y se sonrió hasta terminar riéndose por lo bajinis. A Nico le encantaba verla reír. Pensaba lo alegre y simpática que era su abuela y lo poco que se enfadaba, y eso que con su abuelo, que era también muy bueno, a veces tenía que tener mucha paciencia; es lo que decía su madre. –No, no me lo has contado. Pues, ¿qué te pasó? La abuela dejó de pelar los guisantes. Se acomodó bien en la silla y comenzó a hablar. –Era verano, como ahora. Yo tendría unos… ¿9 años?, y mi madre me mandó llevar la vaca al prado. -Ara - así me llamaba en vez de Araceli-, aprovecha el tiempo mientras la Lola pace, y llévate un libro, el catecismo por ejemplo, que no te veo yo que lo coges, eso me dijo ~ 16 ~
don Jesús, el cura, el otro día, y que faltabas a la iglesia. –Vale madre, pero si es que el Credo no me entra, ¡es tan largo! Además si no me hace falta ir a la iglesia para ver a Dios. Yo lo veo cuando voy al campo y… ~ 17 ~
Mi madre se sonrió y me dio con el trapo de la cocina. –¡Anda!, obedece y dale un repaso. Agarré a la vaca que estaba trás de mí y dándole con la vara para que anduviera, nos llegamos a la campa del Moro. Mientras el animal comía la hierba, yo dejé el catecismo y me acerqué al río a refrescarme los pies. ¡Me gustaba tanto ver a los pececillos por el fondo y disfrutar del agua tan trasparente! Al poco me levanté para ponerme las zapatillas que estaban al sol, y me di cuenta de que no estaba el catecismo donde lo había dejado. Miré por alrededor y nada. Entonces, vi que la vaca estaba comiendo trozos de papel, que al fijarme eran del catecismo. Le arranqué lo que quedaba de él de un tirón y le chillé: -¡Pero, Lola, qué haces! ¡Ay cuando se entere madre de que te has comido el catecismo! ~ 18 ~
Me dirá que dónde estaba yo y qué estaba haciendo. Y verás. En ese momento oí un fuerte mugido tras de mí. Me volví y vi unos puntiagudos cuernos de un toro negro que escarbaba con intención de embestirme. Yo de un brinco, que no ~ 19 ~
sé ni cómo lo hice, me subí hasta una rama alta de un árbol, con tan mala suerte que me retorcí el tobillo al pisar mal. El toro emitió un quejido al darse con los cuernos en el tronco, ¡de menuda me libré! Entonces miró a mi vaca y acercándose a ella le dio un lametazo y la montó. ~ 20 ~
A mí no me quedaba más que esperar a que terminasen la faena- dijo riéndoseMientras, me hacía masajes en el tobillo que me dolía mucho. El toro no se quería ir porque incluso se puso a comer la hierba que rodeaba el árbol. Yo estaba nerviosa viendo que se hacía de noche, pero por suerte la vaca le lanzó un bufido al toro y éste terminó yéndose. -Lola, bonita, me vas a tener que ayudar porque yo no puedo apoyar el pie-le dije desde arriba- Ponte justo debajo de mí para saltar. Ella se quitó las moscas con el rabo, lanzó un mugido y despacito se fue acercando. -Muuuu. -¡Un poquito más cerca bonita! Yo me santigüe y me solté de la rama para caer ladeada encima de la vaca. La besé en el cuello y la palmeé dándole las gracias. -¡Hala bonita! Llévame a casa. La Lola pasito a pasito me acercó al pueblo. ~ 21 ~
El señor Serafín que me vio pasar desde su huerta exclamó: -Qué demonio de cría, pero ¿cómo te montas encima de la vaca? Yo le saludé con la mano para no darle explicaciones. Al llegar al pueblo estaban unos cuantos chavales y empezaron a reírse y a seguirme. -¡Hala, Ara montada en una vaca! Si no lo veo no lo creo. -Oye, ¿cómo has podido montarla con lo grande que es? -Jo, tía. Qué ocurrencias. Y se reían yendo detrás de mí. –Mirad, dejadme en paz, que mis motivos tengo para ir así- exclamé mosqueada. Cuando llegué a casa llamé; –¡Madre, madre, salga! ~ 22 ~
Al poco mi madre salió asustada secándose las manos en el delantal. –Pero, ¿se puede saber qué pasa y por qué das esos chillos? ¡Válgame Dios!, si vienes montada en la vaca. ~ 23 ~