La gatita mixa

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La Gatita

Mixa

VERテ誰ICA BONJORN ROCA



La Gatita VERテ誰ICA BONJORN ROCA

Mixa


Érase una vez una gatita llamada Mixa a la que siempre le gustaba ir por el bosque de paseo. Un día, como caían unas cuantas gotas, su ama (una mujer ya anciana pero llena de vida y vigor) no la dejó salir fuera. Mixa quedó triste y pensativa delante de la ventana. Podía ver cómo aquellas diminutas gotas de agua caían en todas direcciones y se preguntaba por qué no podía salir pues la lluvia no era muy fuerte. Así que se armó de valor y se fue directa a su ama para que la dejara salir un ratito. Por más que insistió e insistió, su ama no la dejaba salir. Ella ronroneaba y ronroneaba, pero la respuesta siempre era la misma: NO. Así que en un despiste de su ama y sintiéndolo mucho salió fuera. Fue salir y aquel aire húmedo pero limpio hizo que cogiera fuerzas para adentrarse en el bosque, su bosque. Aquel bosque, el bosque de Mixa estaba delante mismo de la casita donde vivía la gatita con su anciana ama. Era un bosque lleno de grandes




y centenarios árboles, donde habitaba una fauna y una flora nunca vista en otro lugar. Todo era de color verde y se respiraba un aire limpio y fresco. En medio de este inmenso bosque había un riachuelo donde bajaba el agua más limpia y pura que se había visto. Tú podías mirarte y ésta te reflejaba tu imagen, hasta podías ver el fondo de este río. ¡Increíble, pero cierto! Aunque Mixa también sabía que no debía traspasar al otro lado del río. Así se lo decía su ama: –Mixa, sé que te gusta mucho el bosque, pero también debo advertirte de que por más que quieras, nunca vayas más allá del riachuelo. Al otro lado de ese río viven otro tipo de animales: lobos, hienas... y varios animales salvajes. Por tanto animalitos como tú sois presas fáciles para ellos. Siempre cumplió esa promesa nunca pasó al otro lado del río, ni por asomo, ni por el interés que unas que otras veces sentía.


El cielo cada vez se estaba nublando más y la lluvia empezaba a caer con más fuerza. Ya no caían esas diminutas gotas, no, ahora eran más gruesas. Mixa todavía no había tenido tiempo de recorrer toda la parte del bosque donde podía pasear tranquila, no había podido tampoco subirse a los árboles ni arañar sus raíces para poderse afilar las uñas. Así que no hizo caso del tiempo y siguió paseando.



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