La granja casi perfecta

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Ilustraciones, Cristina Raja Espases. Texto, Glòria Piñol Lluellas.

Nuevos cuentos, nuevos caminos.

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María era una granjera. Una granjera vivaracha, forzuda y bastante peculiar. Tenía muy mal genio, pero todos los animales de su granja la adoraban. Dicen que era porque poseía un poder especial en su mirada. Con una simple mirada conseguía apaciguar a todos los seres vivos que la observaban.

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Cada mañana, después del aseo, se vestía, desayunaba y se ponía a trabajar con mucha energía: ¡Hola, ovejitas! Be, be, be... Y con una mirada, los balidos de las ovejas se difuminaban. ¡Hola, cerditos! Oínc, oínc, oínc... Y con una mirada, los gruñidos de los cerdos se esfumaban. ¡Hola, gallinitas! Cló-cló, cló-cló, cló-cló... Y con una mirada, los cacareos de las gallinas se silenciaban.

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Así que con muy poco tiempo conseguía hacer mucho trabajo: ordeñaba las vacas, recogía los huevos de las gallinas, limpiaba las cuadras… Desde siempre la gente del pueblo la admiraba. No entendían cómo ella sola se organizaba para llevar tan exitosamente aquella colosal granja.

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