La Isla de Iscoris Pilar Ruiz Salguero
La Isla de Iscoris Pilar Ruiz Salguero
Ilustrado por: Sonia Moya Marrahi
© de los textos: Pilar Ruiz Salguero © de las ilustraciones: Sonia Moya Marrahi
Edita:
I.S.B.N.: 978-84-16174-36-2
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uentan que había una vez un pequeño pueblo, ubicado en una costa preciosa, y que era acariciado continuamente por un mar de un agua cristalina de color azul violeta. Sus habitantes se dedicaban a la pesca, una pesca abundante. El pueblo tenía un puerto, donde arribaban todos los barcos cargados de peces que los mozos del lugar descargaban con alegría. Una mañana muy temprano, cuando la gente del pueblo llegaba al puerto para trabajar, observaron un barco desconocido para ellos, el encargado del lugar quiso saber a quién pertenecía y llamó con precaución: –¡Aaaah del barcooo!, ¿quién vive? Pero no obtuvo respuesta alguna, por lo que volvió a intentarlo: –¡Aaaah del barco!, ¿hay alguien ahí? Pero nadie contestó. Entonces, un grupo de niños que jugaban cerca del barco misterioso, al ver que no contestaba nadie, se atrevieron a subir a bordo y así jugar a los piratas. De repente, el barco comenzó a moverse como por arte de magia y tan rápido que los hombres que estaban allí no tuvieron tiempo de reaccionar y pararlo para poder bajar a los niños. Los pobres niños asustados quedaron atrapados en el barco que se alejaba cada vez más de la costa. –5–
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Cuando llegaron a alta mar, sin comprender los niños todavía lo que estaba pasando, oyeron una voz potente, pero amigable a la vez, que decía: –¿Qué os pasa, ya no queréis jugar a los piratas conmigo? No tengáis miedo, yo soy vuestro amigo, sólo quiero que me ayudéis a encontrar un tesoro. –Siguió diciendo la voz misteriosa. Entonces los niños, que hasta ahora estaban llorando y gritando aterrados, se callaron para escuchar esa voz que les tranquilizaba sin saber por qué. Así pues, el mayor del grupo, que se llamaba Álex, dijo valientemente: –¿Quién eres tú y qué quieres que hagamos nosotros por ti? Mira que sólo somos unos niños, y aunque yo ya soy mayor y no tengo miedo a nada, hay niños pequeños aquí con nosotros, déjalos que vuelvan a sus casas y entonces hablaremos, siempre y cuando des la cara ¡claro! Sin embargo los pequeños no querían marcharse de allí, pues estaban fascinados con esa voz que escuchaban. –Yo soy el barco donde os habéis subido, me llamo Plim. Conmigo no corréis peligro, ¡ninguno de vosotros! Yo soy amigo de todos los delfines y orcas que viven en todos los mares del mundo, igual que tú, Álex, ¿no es cierto? –¿Cómo sabes mi nombre, y dónde te escondes? ¿Por qué no vienes aquí con nosotros? Para que te veamos en persona, ¿es que tienes miedo? –Decía Álex mientras buscaba de dónde salía la voz, disimulando, para pillarle por sorpresa. –Tu nombre es muy conocido aquí, en el mar, porque tienes amigos que también son míos, como ya te he dicho, los –8–
delfines y las orcas, ellos me lo han dicho. Y te vuelvo a decir, soy Plim, un barco, no una persona. –Los barcos no hablan. –Dijo entonces Álex. –Pero yo no soy un barco cualquiera, soy especial, busca por todo los sitios, verás que no hay nadie, solo yo. Además, tu padre, antes de desaparecer en el mar, me pidió que te buscara, y eso es lo que he hecho. –Pero entonces, ¡tú eres Plim, el barco de mi padre! ¡Claro, por eso me eres tan familiar! –¡Vaya, veo que por fin me has reconocido! –¡Sííííí! Me alegro de verte Plim, pero vaya susto que nos has dado, y dime ¿a dónde vamos? –Vamos a buscar a tu padre; la última vez que le dejé en tierra desapareció sin dejar rastro, así que empezaremos por la isla donde desembarcó y os necesito para que busquéis, ya os indicaré dónde exactamente. –De acuerdo y… ¿está muy lejos esa isla? Porque todos tenemos hambre ya y mucha sed, por cierto, puedo llamar a Delfos para que nos acompañe (Delfos es la mascota de Álex, que por supuesto, es un «delfín»), ¿te parece bien? –Me parece perfecto, además , hace tiempo que no le veo. En cuanto a la comida, en la bodega tenéis comida de sobra y bebida. Id enseguida a comer lo que queráis y después a trabajar, que hay mucho que hacer, pues ya estamos llegando. De pronto, se escuchó un grito que venía de la cubierta del barco; era Marcos, hermano pequeño de Álex, que gritaba: –¡Tiburoneeees, tiburoneeees…! Todos fueron a cubierta para ver qué pasaba. Y vieron lo –9–
que Plim estaba temiendo, ¡estaban rodeados de tiburones! –¡Son muchos y algunos muy grandes! ¿Qué vamos a hacer? –Dijo Elías, un amiguito de Álex. –¡Vamos a echarles comida y así se irán! –Dijo Marcos inocentemente. –Estos no se conforman con eso, tenemos que distraerlos de alguna manera para que no nos ataquen –contestó Plim preocupado por los niños. Mientras, Álex intentaba ponerse en contacto con Delfos, para eso, el niño debía introducir en el agua un dispositivo que, al soplarlo, producía grandes ondas que llegaban hasta donde se encontraban sus amigos los delfines y así les avisaba para que acudiesen a su lado. Pero no podía hacerlo sin que los tiburones se dieran cuenta; entonces fue cuando Marcos cogió una gran barra de hierro y se dirigió a ellos: –¡Qué, tenéis hambre malos bichos! ¡pues tomad y comed esto! –Y sin pensárselo les tiró la barra. Uno de ellos la cogió con su gran boca y, al quererla masticar para comérsela, se rompió todos los dientes. El pobre animal aulló de dolor llamando la atención de los otros, momento que Álex aprovechó, claro está, para provocar la llamada de sus amigos. Sin embargo, ese momento duró muy poco, los tiburones se pusieron furiosos y comenzó el ataque. Plim se preparó para la arremetida y comenzó a dar órdenes a los niños para defenderse. –¡Atended todos! Dividíos en grupos: un grupo id a estribor y el otro a babor; encontraréis los botes salvavidas, tenéis que darle la vuelta, rápido, todos juntos –ordenó Plim. – 10 –
Los niños obedecieron, voltearon los botes y se encontraron con una gran sorpresa. –Pero ¿qué es esto? –Preguntó Marcos, secundado por Elías. –Esto, parece… Uhmm… ¡pero, si son cañones! –Exclamó Álex con gran sorpresa. –Exactamente –contestó Plim orgulloso–, son cañones, pero no disparan balas. Veréis que hay varias palancas, ¿las veis? pues la primera lanza puños de hierro, la segunda dispara largos brazos, y la tercera me convierte en algo parecido a un submarino. Pero tened cuidado, no debéis tocarlas sin mi permiso, ¿de acuerdo?
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