La muerte es una zorra disfrazada de orquídea

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Pablo G. Bao (Palma de Mallorca, 1950). Es autor del poemario Corazón de

ternera

(Colección

Línea

de

Fuego, 2000). Ha colaborado en las antologías Poemas para cruzar el desierto (Línea de Fuego, 2004); Ex Libris (Universidad de Alicante, 2005); Hank Over (Caballo de Troya, 2008); además de participar en revistas literarias (bART, Rena-cimiento) y diversos fanzines. Pablo G. Bao




Pablo G. Bao

La muerte es una zorra disfrazada de orqu铆dea Selecci贸n y pr贸logo de Antonio Garc铆a

Valencia - mmxv


© Pablo G. Bao © Foto de la solapa: Enric Gutiérrez Crespí 1ª edición 2015 Edita:

ISBN: 978-84-16414-00-0 Impreso en España / Printed in Spain Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.


Mi agradecimiento al escritor y poeta Antonio GarcĂ­a, por su interĂŠs, por su tiempo y por su buen hacer.



PRÓLOGO



Ha sido profesor de literatura comparada en la Universidad de las Islas Baleares: es uno de los rumores. Fue lector en la Universidad de Montevideo (Uruguay): ese es otro. Ha tenido que pagar para que publicaran su Poesía completa (después, molesto por la edición, ha recuperado todos los ejemplares para destruirlos): una patraña más. Uno de los rumores más extendidos y absurdos es que, en la actualidad, se gana la vida impartiendo talleres de escritura (solo quien no lo conozca podría propagar semejante infamia). Aficionado al tenis, llegó a confesarme una noche, en su casa (íbamos ya por la segunda botella) que, antes que escritor o poeta, le hubiera gustado ser tenista. Acarició, allá en su juventud, estudiar arte dramático, es gran melómano, prefiere que le llamen Pau (así se le conoce en su tierra natal) y se gana los garbanzos con su viejo pantógrafo, de mercado en mercado, no como vendedor (título que no acepta por tildarlo de injusta impostura), sino simple y llanamente como lo que él se siente: mercachifle. Fue Pablo -o Pau- quien supo de mí y no al revés, eso es cierto. Nuestro primer contacto (epistolar) se produjo en diciembre de 2012. El día 19, exactamente. Entonces ya estaba él dándole una vuelta de tuerca a su poética. Mejor dicho, le había dado una vuelta -¡y qué vuelta!- a ~9~


todos sus escritos, hasta depositarlos delicadamente en el contenedor de basura de la esquina: justo en la confluencia de las calles Fadrins y Ramón Llull (¡!) , allá en Sa Pobla, el pueblo mallorquín donde reside desde hace casi veinte años. Poco a poco había encontrado esa música interior; su música, como a él le gusta decir. Hay algo que no he dicho. No soy partidario de los exordios, pues ninguno se justifica, por dos razones. Una, ya no quedan mecenas a quien agradecer la publicación y difusión de una obra; otra, el preámbulo más primoroso no aporta nada o puede destrozar lo que pretende exhortar. ¿Cuál es el motivo de este, entonces? ¿Tal vez la amistad? Eso nunca (aunque la haya, en este caso). En literatura no hay simpatías posibles (o no debería haberlas), la escritura se defiende sola. Lo único que puedo advertir es que tenga mucho cuidado el despistado que se acerque a su poesía. Este miura poético tiene los cuernos astifinos, acostumbrados como estamos a tanta figura de salón. Por cierto, no sé por qué recurro al símil taurino, algo que él detesta. En cualquier caso, prevenido quedas, incauto lector. Antonio García (Valencia, 2015)

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La Poesía -la verdadera Poesía- no es país para débiles.



la navaja de Ockham

lo dijo el inglés, aquel fraile Guillermo de Ockham, en su lex parsimoniae: “En igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser la correcta” así que ya lo ves, querida mía estábamos en igualdad de condiciones, tú me querías yo te quería, tú me necesitabas yo te necesitaba pero la cuerda se rompió porque quisimos SER FELICES no nos bastaba con querernos con apoyarnos y caminar asidos de la mano

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no, no era suficiente había que joderlo, complicarlo TODO porque anhelábamos nada menos ni más que SER FELICES de modo que la navaja cumplió su cometido y cortó aquella cuerda que ahora, desde la perspectiva que da el tiempo, creo que no era una mala cuerda no siento nostalgia no te echo de menos pero hay algo de pena por ahí dentro y está esa navaja la jodida navaja la que puede cortar todo aquello que sobra todo aquello que impida encontrar lo más simple lo justo ~14~


puedo ver refulgir ese filo acerado igual que refulge el acerado filo de este poema tan simple y sencillo

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Joyce no tenía televisor

Joyce escribía sus cosas sentado en la cocina entre el ir y venir y el parloteo de sus queridas cocineras decía que eso le ayudaba a “no diluirse en el aire” no tengo cocineras no tengo cocinera pero tengo esta tele y la enciendo y me dejo llevar del banal parloteo y del Costner del Cage del Stallone y las musas se sientan conmigo y bostezan mirando la pantalla aunque a veces se emocionan con las pelis y yo no me emociono con las pelis ~16~


pero me ayudan a sentir que estoy aquí no en el estúpido parnaso de los fatuos y vale, Joyce era un genio ¿no es cierto? y yo soy solamente un viejo y testarudo bardo que se niega a aceptar que nadie cocine para él que nadie le cocine ahora es medianoche, voy a hacerme un puré (entre nosotros: el Cage me ha parecido siempre un gilipollas)

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