La vida es dura para las amebas

Page 1

1



La vida es dura para la amebas

J. P. Weling


© J. P. Weling

1ª Edición: Septiembre 2011 I.S.B.N.: Depósito Legal: Edita:

Impreso en España

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.


INDICE

13 Capítulo uno 31 Capítulo dos

n tu presencia es donde yo quiero E gozar y padecer

35 Capítulo tres

Paranoi-k-mente perdido 35

39 Capítulo cuatro

Mucha ansiedad, algo de celos y una agenda

45 Capítulo cinco

Risas en el cielo

51 Capítulo seis

Instante de lucidez

65 Capítulo siete

Buscando relajación


69 Capítulo ocho

Hay tiempo para todo pero nunca hacemos nada

71 Capítulo nueve

Otra vez en lactante y nada más

73 Capítulo diez

Construyéndome una personalidad

75 Capítulo once

Dos hallazgos: verónica y un bar africano

79 Capítulo doce

Amasijo incólume de tontería innata


AMEBA: animal microscópico cuyo protoplasma emite prolongaciones no permanentes con las cuales camina y se alimenta; su cuerpo carece de película; incapaces de formar unión de unos elementos anatómicos con otros de la misma planta o del mismo animal. Conócense numerosas especies de las que unas son parásitos de animales, otras viven en las aguas dulces o marinas y algunas en la tierra húmeda.

7



-En toda relación, hasta que no se llega al final no hay entendimiento. El Autor

(Y alguien se preguntará, porque siempre hay alguien, ¿y entonces para qué vale? Contestación: ¿Acaso hay un tiempo para el entendimiento? ¿Comprende uno mejor por hacerlo antes de tiempo? ¿Es necesario cuestionárselo todo? ¿Podemos asumir sin más? ¿Si dudar es vivir, y tenemos que dejar un margen a la duda, en qué margen de mierda vivimos? ¿Y podemos poner en duda al margen de la duda? ¿Puede una contestación estar llena de interrogantes? … ) …

9



Cuatro bombas fétidas de forma insípida, un portapedos y, sólo, solamente un buen culo que mereciera la pena. Había algo más, pero no me llamó la atención. De forma que se traduce como fiesta sosa. Sólo había un objetivo y ya lo he dicho, era un culo, no había variedad o competición o equis, sólo un culo. Era como ir a un bar en el que sólo hay un güisqui, o un vodka o vermú, o lo que sea, pero sólo uno. Cómo está cambiando el mundo. Hace diez años hasta te habrían multado, pero ahora, fíjate, ya no hay límites, por lo que se ve. Un culo…, Dios mío. Y como soy un desconocido, bien podría ser el culo de una zorra. ¿Y dónde se encontraba? En una fiesta. Pero voy a retroceder un poco más, exactamente hasta el día que la conocí, haciendo unas pruebas para conseguir empleo.

11



CAPITULO UNO

Era la primera vez que me hacían pruebas para conseguir trabajo y acudí un poco temeroso de Dios. Llegué al lugar previsto y a la hora prevista -11,45- en el momento preciso -11,55-. Iban a comenzar las pruebas. Todos estaban listos o al menos eso dieron a entender. Saqué un bolígrafo de un bolsillo ajeno pero cercano y me dispuse a contestar las preguntas. Por un momento pensé que estaba en un jardín de adultos regentado por niños despóticos superdotados que llevaban a sus padres para que no les molestasen tanto tiempo. Pero sólo fue por un momento. Jamás me había enterado de la existencia de estas pruebas. Es más, creo que estaba allí por una de esas casualidades que no se pueden explicar por mucho que lo intentes. ¿Cómo podía entonces prepararlas para tener más posibilidades? Los demás participantes de la convocatoria tenían cierta ventaja sobre mí; ellos no lo sabían, y yo aparentaba lo contrario. Para colmo, mi bolígrafo tenía intermitencias y lo contesté todo a medias. A mi derecha, una chica mirándome con cierta intensidad, frunciendo el ceño como quien caga pétalos de rosa, parecía cuestionarse algo, ¿o tal vez me lo cuestionaba a mí? Más tarde lo comprendí, cuando pude comprobar mientras trasegaba mis genitales que todavía llevaba el pantalón de pijama puesto. ¿Cómo iba a superar unas pruebas a las que me presento en pijama? ¿Quién va a dar trabajo a un tipo así? ¿Por qué tiene que influir mi forma de vestir a la hora de conseguir empleo? Una vez más los hechos se conjuraban contra mí. No tuve más remedio que subirme los pantalones hasta las rodillas, parodiando a unas bermudas para 13


confundir a todas las miradas acechantes. Contesté a todas las preguntas sin poner mucha atención, esa es la verdad, temía conseguir el trabajo y perder mi actual forma de vida que adoraba hasta la médula. Antes de salir de la sala de probatinas vi como la chica que me miró con cierta extrañeza –ya que me miraron varias–, me hacía ahora unas señas indicándome que la esperara fuera. La espera se me hacía sumamente larga, estuve unos cinco o seis minutos esperando: una eternidad. Tras la eternidad apareció la chica y me cogió del brazo con precisión y destreza, parecía profesional, transportándome fuera del edificio con una sutileza encantadora, arrastradiza pero sutil. No decía ninguna palabra, ni falta que hacía, y andaba arrebatando el destino con sus zancadas. Casi sin aliento, fuimos a parar a una sombrerería donde la chica-de-mirada-extraña me compró un gorrito tirolés. Opté por hacer algo parecido y, en un chamizo de similares características, le compré una pandereta rota para que se entretuviese buscando un doble sentido a semejante estupidez. Los primeros contactos suelen ser vitales. La chica se inundó de emoción. No había palabras de agradecimiento para tan elevado gesto de amor incondicional por las medusas de Australia. Es lo que ponía en el reverso de la pandereta. A mí siempre me han gustado mucho los animales y el ecologismo, por eso vivo en esta ciudad maldita; necesito sufrir, me lo merezco. Más tarde fuimos a un cine a ver una película de guerra y, como signo de protesta, nos sentamos de espaldas a la pantalla; nadie se dio cuenta, salvo una excepción con forma de vieja que nos llamó invertidos. No tuvimos más remedio que coger una bolsa de palomitas y metérsela en la boca, mientras la chica-de-mirada-extraña, que nunca supe cómo se llamaba, y yo siempre la llamé Zorra por su cara de astuta, le propinaba panderetazos para que no se le atragantaran las palomitas. Es una chica que cuida hasta los más mínimos detalles. Pero hagamos una pausa y pongámonos a pensar un momento; a veces, hasta viene bien. 14


Todo lo que he relatado hasta ahora es lo que vivió nuestro protagonista-narrador-desconocido, su punto de vista, como vio los hechos este personaje. Pero no todos ven las cosas de la misma forma, ni siquiera parecida; no se vive lo mismo aun estando cerca de alguien. Podríamos interrogar a Zorra, o a la vieja del cine, o a los dependientes de las diferentes tiendas o chamizos, y nos daríamos cuenta que una misma historia, aparentemente, puede cambiar por la aparición o supresión de detalles. ¿Hemos de actuar detalladamente o no? ¿Y no pasaría lo mismo con los detalles que con las historias? ¿No podría haber dentro de un detalle varias historias? Concretamente, y para poner un ejemplo que sirva de explicación, si es que hay alguno que pueda hacer tal cosa, vamos a dejar que la vieja del cine relate los hechos tal como ella los vivió, con sus detalles y las historias de sus detalles. Salí de casa medianamente pronto y sin ninguna intención entre las mangas. Había desayunado un té con pasas y tenía la sensación de haber cargado con un ternasco. Empecé a darme cuenta de que no me había sentado muy bien el desayuno cuando, durante mi paseo diario, me cruce con un hombre que llevaba el pantalón de pijama puesto. Al principio no le di ninguna importancia, pero más adelante me daría cuenta de que la tenía; era, con certeza, la premonición jeroglífica de un día no muy agradable. Más tarde, y como cada día, fui al cine de la esquina a ver la única clase de películas que me gusta: las de guerra. Cuando habían sonado unos trescientos disparos me di cuenta de que dos personas estaban sentadas al revés. Me sentí obligada a informarles de su error y me dirigí hacia ellos, pero cuando pude comprobar que se trataba del hombre del pijama no tuve más remedio que decir las cosas por su nombre: –¡Invertidos! –les espeté con todas mis fuerzas orales. –Señora, creo que no comprende nada –dijo el hombre del pijama– y para que no meta más la pata… –se abalanzó sobre mí, junto con su compañera, y me metió una bolsa de palomitas en la 15


boca, mientras la chica astuta que tenía cara de zorra me golpeaba con una pandereta rota. Prefiero no hablar más de lo sucedido y dejar que continúe la historia quien la había empezado o cualquier otro, pues yo tengo que hacer calceta. Zorra y el hombre desconocido salieron muy excitados del cine. Los signos de protesta les habían desbordado por completo. Y por si fuera poco se habían quedado sin palomitas. Tenían ganas de hacer algo original y fueron a tres juzgados diferentes: se casaron tres veces. Maldita la moda que venera la originalidad. A la salida del tercer juzgado, una pareja que pasaba casualmente por allí dijo: –Mira, una pareja de recién casados. –Perdone –añadió Desconocido–, pero somos una pareja de recién casados, casados, casados. Se lanzaron a correr calle abajo riéndose y repitiendo a dúo: casados, casados, casados. No podían mantener en movimiento espasmódico a un grupo de músculos con pretensiones de carcajada rítmica y pararon a descansar un rato. Estaban jadeando de placer, nunca habían sido tan felices, ni tan casados. El cansancio les había extenuado bastante y se quedaron dormidos en un lecho tan natural como ecológico, la hierba de la plaza, de no ser por la basura esparcida con tanta delicadeza por la inestimable colaboración ciudadana. Una pintada en la fuente desentonaba entre la porquería: TONTORRÓN DEJA EL BOTELLÓN. Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo había pasado desde que pararon a descansar, pero tampoco les importaba. Se miraron fijamente a los ojos e intentaron descifrar lo que acababan de sentir mientras estaban durmiendo. Comenzaron a explicarse los sueños mutuamente mientras se desperezaban y se limpiaban un cúmulo de legañas: 16


–He tenido sensaciones inmensas, pero como ésta ninguna – dijo Desconocido con aires de visionario–. Llevo tres meses teniendo una sucesión de sueños que aún no logro comprender. Sueño que estoy en una playa de noche, en la orilla, mirando al mar, y las olas invaden mi cuerpo y lo limpian de todo mal. Cada ola me impregna algo nuevo, inventando impresiones, sorprendiendo con recuerdos, qué sé yo. Son escenas de la vida que van pasando y se suceden unas a otras. El sueño termina cuando el mar queda en calma. Podríamos denominarlo catarsis creativa. Sin embargo, otras veces, tengo pesadillas con el mismo sueño, y no estoy yo solo en la playa. No es de día ni de noche, el cielo tiene un color anaranjado y el sol es fucsia. Qué hortera, ¿verdad? La gente es verde y yo soy azul. El agua del mar es blanca y la espuma de las olas gris. La gente verde me mira con malos ojos, con ojos rojos. Y cuando decido mojarme con el agua blanca y la espuma gris hay una gran tormenta de arena incolora que oculta a la gente verde bajo sus penas y fracasos. En seguida me despierto con una sensación desagradable de remordimiento y me invade la duda tornándome inseguro durante todo el día. A veces creo que soy la consecuencia de mis sueños; otras veces me intento convencer de que es algo casual. No quiero pensar en el día que visite el mar despierto y con colores normales. La verdad es que no me atrevo a hacerlo, al menos a hacerlo solo. ¿Me acompañarías tú, querida? –Claro que sí, ya sabes que por ti estoy dispuesta a todo –espetó Zorra con la mayor sinceridad aparcada en sus labios. –No esperaba menos de ti después de estar casados por triplicado, pero tú habrás soñado algo también, ¿no? –Sí, tienes razón, también me sobrecogió un sueño, diferente al tuyo que parece un anacronismo, pues todos los cambios de colores que aparecen bien podrían existir en una era futura. –Posiblemente. Pero cuéntame tu sueño –Desconocido cambio de brazo para continuar apoyando su cabeza. 17


–Aparecía una cara, y una gran gota de sangre surge de la nariz y se desliza hasta los labios, se desprende y salpica el mármol de una mesa de patas invisibles, típica de baño onírico de los ochenta. Otra gota y otra más. Pero esta vez abre la boca y se le enrojecen los dientes. Ahora me percato de que es mi propia cara. Sonriendo, mientras me deleito contemplando mi sonrisa rojiza, me mojo la cara para lavarme. Y al mojarme, la cara se va difuminando hasta desaparecer por completo. Después surge otra gota de sangre que va aumentando hasta adoptar la forma de una cara. –¿La misma cara? –Pues no estoy totalmente segura, pero creo que sí. A partir de aquí ya no surgían gotas de sangre sino caras humanas de la nariz. Luego sonó un despertador de silencio puro y el sueño terminó justo después de un duelo a muerte entre mis tímpanos. –Los sueños suelen ser bastante interesantes si se saben interpretar. Ciertas personas aseguran que también son una vía de contacto con el más allá, un sistema de comunicación con los muertos, aunque yo, humildemente, prefiero el teléfono. Si encontráramos a alguien que nos los interpretara podríamos conocernos más a nosotros mismos y resolver cuestiones que ahora no tienen solución, e incluso las que la tienen. Los sueños son una parte importantísima de nuestra vida que hay que descodificar. –Sin pretensiones añadidas, ¿quién nos puede interpretar los sueños sin cobrarnos y sin tomarnos el pelo? –No hay que impacientarse, tarde o más tarde encontraremos a alguien. –Querrás decir tarde o temprano. –Para qué engañarnos si sabemos que va ha ser tarde. –Yo, la verdad, es que no puedo asegurar nada –dijo Zorra acompañando la frase con un ligero movimiento de hombros avergonzados. 18


–Pero yo sé donde podemos empezar a buscar a alguien que nos ayude, por lo menos a pasar el rato. Tengo unos amigos que quiero que conozcas; hoy hacen una fiesta. Será mejor que nos demos prisa –se intercambiaron las prisas muy pausadamente, como si fueran cromos. Tengo, tengo tengo, falta…ay qué tiempos. –Sí, por favor, las fiestas me encantan, se suele conocer a gente muy divertida y una se lo pasa muy bien. Zorra y Desconocido caminaban sin apreciar nada de lo que tenían alrededor, como si estuviesen en la oscuridad y fuesen hacia un punto de luz que se ve a lo lejos, igual que cuando te mueres, te sientes absorbido. El punto de luz se engrandecía a la vez que sus pasos y su ansiedad por llegar a él (o, cuando menos, curiosidad). Estaban atravesando la frontera de lo oscuro cuando un coche con mucho tuntún y algún hado, con las ventanillas bajadas y un ruido ensordecedor deslizándose de su interior, paró a su lado. Era uno de los personajes festivos de aquella tarde. Se abrió la puerta del fabuloso deportivo de segunda mano y entonces pudieron descifrar el esplendor de la música, portadora de un ritmo que te obligaba a seguirle el paso. Y el aroma musical se introdujo en ellos como si tal cosa. Sólo tuvieron que seguir el olor a fiesta que desprendía la casa para encontrarla. Nada más abrir la puerta les ofrecieron unas copas de algo verde y quiero creer que no era moco, pero me queda muy poca fe. Había bastante gente, la mayoría encantadora, como solemos ser todos en las fiestas. Zorra se quedó sorprendida y satisfecha, sus ojos proyectaban sonrisa interior, provocando la ilusión en su rostro. Desconocido creyó entrever que aumentaba su amor hacia él. Era un piso bastante grande y aparentaba serlo más. Habría unas cincuenta personas. Nada más entrar, a la derecha, junto a una percha inundada de abrigos, un grupo con cierto aire de intelectualidad pasajera, alquilada simplemente para mostrarla en 19


la fiesta, conversaba sobre temas intrascendentes de importancia. No era nuestra intención, pero nos unimos a ellos durante un tiempo. Una de las que formaban el grupo toca la guitarra y actúa por varios bares del barrio junto con su novio italoamericano, Dan Lavara. Aproveché la ocasión, que, sólo por disimular, la habían diseñado calva, para venderle unas canciones que había compuesto en el parvulario mientras mis compañeros aprendían a destruir a gatas. Ella accedió a leerlas, pero sin soltar la botella de ron de sus manos. Saqué una hoja donde tenía escrito lo siguiente: UNO Al final todo viene, llegué a intuir pensando, Y, sin embargo, no logro nunca llegar a actuar. Lamentos del destino, destino inoportuno, tanto, a veces, como tú, tanto, casi nunca, como yo. A veces, puede uno llegar a creer “¡Eso es lo que quiero!” Pero más tarde piensas: ¿Fui yo de verdad o viví la historia de los demás? ¿Puedo lograr cambios o la vida me transformará? Llegan momentos sin sentido, tiempo perdido, y vuelven los lamentos del destino. ¿Podré yo o también acabarán conmigo?

20


DOS Voy a crear felicidad de mis cosas más absurdas para que parezca el más allá. Los propósitos no tienen fin, pero insistiré, por amor, tal vez, no sé. Si no lo logro moriré de todas formas, pero sé que por ahí voy bien. TRES Escoger mujer en tu mente, pero ¿para qué? Si ella quiere se hará y si no, a contemplar. Tener ideas, pensar, ¿por qué? Con la cantidad de tonterías por hacer, no pienses ¡vuélvete tonto también! Deseos en vano, trabajo incumplido. ¡Yo qué sé! Vuelve pronto y borra lo de ayer. Ven. Toma magia y masca el miedo, Todo puede ser.

21


Como era de esperar, y en tal estado, me compró todas las canciones, con el dinero de Dan Lavara, claro . Le pedí un tanto por cien cada vez que las cantara, aunque fuera en privado o en la ducha. Accedió a todo muy contenta, pero tuvimos que dejarla porque le olía el aliento de forma desagradable, como a pepino rancio, y Zorra me arrastraba hacia el interior del piso y yo poseía unas enormes ganas de que así fuera. En el pasillo chocamos con un cuerpo extendido en el suelo, justo entre el lavabo y un dormitorio muy frecuentado. Reducimos nuestra estatura hasta llegar a su medio ambiente y le preguntamos si era su deseo morir aplastado lentamente. El cuerpo nos contestó: –Tomé algo. No sé muy bien qué era, pero después de una ligera excitación apareció la oscuridad en persona durante un segundo y se fue difuminando sosegadamente. Perplejidad. Sentía perplejidad. Algo nuevo, de lo que yo no era muy consciente, había ocurrido. –¿Qué puede haber sido? –instó Zorra. –Déjale que se explique, suena interesante. –Hubo unos momentos –continuó el cuerpo– en que me dieron ganas de reír, pero seguidamente hubo un vacío intenso, y sin dejar de pensar en cien mil cosas a la vez, que, por cierto, es muy parecido a no pensar (a.k.a. estar metido en política), fui perdiendo interés en todo lo que me sucedía. “NO TARDES EN PENSAR DESCIFRAR LA VERDAD”. A partir de… llamémosle acontecimiento, por ejemplo, una fuerza que no sabía de donde venía, pero que lo impregnaba todo: tiempo, ambiente, hechos, actos, vida tiempo, tiempo… se introducía en mí. Poco a poco iban desapareciendo ideas, y las que quedaban convergían en el mismo punto. Es una lástima, pero es así la vida, me decían. ¡No, no, no, no! Estoy harto de que me den consejos, estoy harto de oír sandeces, palabrerías. La experiencia ajena desconoce, y no hay explicación posible a lo que me está sucediendo y lo que me va a suceder. ¿Pero acaso a todos nos sucede lo mismo? Es obvio que 22


no. Aunque ciertas personas insistan en afirmarlo. De repente… pero ¡eh oigan, aún no he terminado! ¡Eh! ¡No me dejen así! A lo mejor me atraganto con alguna palabra y… No pudimos soportar durante más tiempo a aquel cuerpo y continuamos explorando la zona festiva. Aquel discurso nos había trastornado un poco, en especial a mí. Me subí a una mesa creando de súbito un improvisado escenario, con la exclusiva majestuosidad de tener un pie metido en el recipiente del cóctel y el otro discutiendo con dos canapés. Y comencé a hablar: –Ya no podré ser un niño nunca. La vida es polivalente y no se encuentra en los diccionarios. El tiempo se me escapa de las manos. Todo el día estoy buscando la frase perfecta y luego digo una tontería. Suspiros. El silencio se ha fugado, pero ha dejado tras sí una estela que, a veces, me envuelve y me fascina. Como el éter. Bueno, no tanto. El éter es imponderable y la estela del silencio no. Lo sé, lo noto. Y si digo una tontería ¿qué más da? Bien dicha está. A veces con un par de tonterías se llega muy lejos. Por ejemplo a presidente de los Estados Unidos. O en otra escala de valores, y utilizando otro tipo de tonterías más agradables, puedes llegar incluso a conquistar a una mujer. ¡Oh tontería, tontería! ¿Qué haría sin ti querida amiga? Lo único reprochable es que hay demasiadas personas que sólo se pueden servir de ti para encontrarse. La mayoría de la gente quedó estupefacta, no era para menos, y Zorra aplaudía apasionadamente. Era todo un espectáculo. Inevitable. Ya me lo decía mi madre “has nacido para dar la nota”. Nunca llegó a decirme cuál. Bajé de la incomparable tarima y tomé unas cuantas copas más, parecía que comenzaba a aburrirme. Cada vez que introducía alcohol en mis venas era como liquidar la tristeza, estancar el mal tiempo. No sirve de nada, me decían. Pero yo no bebía para olvidar, bebía porque necesitaba tener cosas en que pensar, necesitaba sentir el alcohol, sus consecuencias, su dramatismo, el patetismo de hacer el ridículo una vez más bajo sus efectos y no 23


darme cuenta. La gente me preguntaba por mis problemas, pero parecían disolverse en las copas y los digería a tragos, sin saber exactamente de qué tipo eran; no daba tiempo. Enormes manadas de personas ansían tener problemas, al menos uno para poder quejarse; es estúpido, pero así es. Casi todo el mundo para cometer una acción necesita a alguien; por ejemplo reírse de alguien o quejarse de algo; yo no. Yo puedo reír, quejarme y ya está, nada más. Es una gran ventaja que con el tiempo se llega a valorar como se merece. Es una lástima, pero el tiempo es indispensable para muchas cosas. La capacidad de acción de un hombre normal está limitada por él. ¿De todo el tiempo que disfrutaré cuántas cosas seré capaz de hacer? ¿Cuánto tiempo necesitaría para hacer todo lo que yo quiero? Es imposible saberlo, porque cuanto mayor sea el tiempo de que disponga uno más hechos se querrán vivir y más tiempo hará falta, es una rueda interminable, un ciclo inagotable, un caracol inmenso con su espiral infinita. Pero todo esto sólo puede existir en la imaginación, porque como hemos comprobado unas líneas más arriba, el tiempo fija unos límites que nos obligan a reducir nuestras capacidades e incluso a restar algunas de ellas. ¿Tendrá límites la imaginación? ¿Podré imaginar después de muerto? Cualquiera sabe, pues tal como están las cosas igual muere mi imaginación antes que yo; es una posibilidad que no se puede descartar. De todas maneras, si muriese, seguro que sería asesinada, porque constantemente están intentando atentar contra ella. Por si las moscas, he puesto una coraza mental a su alrededor que podría traducirse como chaleco antibalas imaginario. Si él resiste, yo resistiré. Zorra, emocionada, me transportó a una habitación oscura donde nos quedamos a solas. Se mantenía aquiescente toda ella, pero su sexo permanecía tras una celosía imaginaria que se había forjado y yo tenía que fundir y atravesar. Su sexo era su estigma, su único estigma. Yo debía escanciar en su sexo la bebida de los dioses, de mis dioses, claro. Deseaba sentir la fusión de nuestros cuerpos en aquel mismo instante y perpetuarlo por siempre. Que24


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.