Los años no perdidos

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LOS Aテ前S NO PERDIDOS Carlos Baroja Horrillo



LOS Aテ前S NO PERDIDOS Carlos Baroja Horrillo



A mi familia


Š Carlos Baroja Horrillo

Edita:

I.S.B.N.: 978-84-16582-58-7 Impreso en EspaĂąa Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaciĂłn ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.

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Contenido 11 Prólogo 15 Ni sitio ni nombre 16 Ni rastro 17 Año nuevo 18 Son otras las cosas 19 Horizontes 20 Nervios 21 Peso pesado 22 Hoja de otoño y lluvia suicida 23 Hay vida en los abismos 24 Amor 26 El tirano 27 Dolor estético 28 Victimas 29 Soy la felicidad 30 Secreto 31 Mi patria 32 Una calle iluminada 33 Cicatrices 34 Amor gore 35 Memento mori 36 Amor tres 37 Decepción 38 Invasión 39 La máquina inspiradora 40 Hay obispos 42 El núcleo del núcleo 43 Algún día entenderás 44 El abuelo de negro 45 La deuda 46 Plantas

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47 Deseo esclaviza 48 Todo un libro sapiencial 49 Será feo 50 El empujón 51 Vivencias frente a conceptos 52 Ponga una musa en su vida 53 Observado 54 Brasas 55 Culo y ego 56 Todo y nada 57 El mecanismo 58 Gran cansancio 59 Todo es cuento 60 ¿Dios? 61 La gran familia 62 Luz 63 Satisfacción 64 Insatisfacción 65 Perdono 66 Envidia 67 ¿Por qué yo no? 68 Encuentros 69 Su cara 70 Desconfío de mis desconfianzas 72 Amigo y amor 73 El sabio 74 El mirador 75 Hombre loco 76 Fiesta amateur 77 Ideales 78 País diferente 79 Me llena 80 Al cine solo 81 Pianista 82 Mujer fatal

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83 Hágase la luz 84 Medio en serio 85 Rutina 86 Sol de noche 87 Tu sigues de pie 88 La otra mitad 89 Una canción para sordos 90 Culpabilidad 91 Saber y sabor veterano 92 Mente 93 La punta 94 Chantaje emocional 95 Mutación 96 Brevedad 97 Fuerzas gravitatorias 98 Macabra 99 Valladolid 100 Nada 101 Examen 102 La salvación 103 La puerta 104 Amor brutal 105 Tesoro venenoso 106 Juego de rol 107 Antidepresivos 108 Autodefinición definitiva 110 Principios básicos 111 Guerra 112 Sin darme cuenta 113 Justicia traicionera 114 Presa libertaria 115 Marchar lejos 116 El único mandamiento 117 Escuchar a la muerte 118 Volver a empezar

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PRÓLOGO

Los poemas que componen “Los Años No Perdidos” son fruto de muchos momentos de introspección que he ido inmortalizando en papel a lo largo de más de veinte años. Muy a menudo, son versos que cantan a la cíclica restauración de la vida. Por supuesto, también se mantienen alerta ante el acecho de la incansable y ubicua muerte interior. Y, cómo no, tratan de exaltar la alegría de saber que siempre hay un destello de esperanza más allá de la nada. Estos textos son tiempo no perdido. Sé que al menos existí mientras trataba de expresar lo que pasaba por mi cabeza. Siempre que vuelvo a hojearlos, tengo la sensación de estar ante el epitafio de mi sepultura, dispuesto a exhumar los restos del cadáver de mis viejos pensamientos. En realidad, no hay años perdidos. A veces me da la impresión de que vivimos con la necesidad de demostrar que somos verdaderos maestros en el arte de disfrutar de la vida. Queremos aprovechar cada segundo para que nuestras memorias cuenten con la mayor cantidad de momentos intensos, vividos con alegría. Y efectivamente, esos son los días ganados. Las mejores jugadas y nuestros minutos de gloria. Pero sabemos que además de eso, somos mucho más. Somos seres reflexivos y pasivos. Silenciosos. Taciturnos. Y vivimos largas temporadas en la sombra y el olvido. Lo difícil es precisamente eso: Sobrevivir en un entorno inhóspito empapado de angustia, miedo, y

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soledad. Sobrellevar día a día la enfermedad, física, mental o espiritual. Sobreponerse a las propias miserias, y al sentimiento de culpabilidad. Ahí es donde la vida nos pone a prueba, sin concesiones. Lo injusto del asunto es que nunca hay testigos mientras luchamos como titanes para no dejarnos aniquilar por dentro. Es más, somos los propios afectados los que tratamos de olvidar urgentemente la pesadilla en cuanto las cosas empiezan a mejorar. Es muy humano. Sin duda, todos queremos disponer de un legado repleto de hermosos recuerdos. Escondemos las cicatrices, y hacemos como si no existieran los malos momentos. Como si fueran años perdidos que nadie vio ni vivió. El título de este libro pretende reivindicar nuestro lado menos estético. Eso que nadie aplaude, porque de hecho, nadie ve. Puede que nos parezcamos a lo que aparentamos, pero somos algo mucho más complejo. En ningún caso somos tiempo perdido. Somos un apocalipsis y una resurrección permanente. Toda una epopeya. En los peores momentos nos aferramos a clavos que arden, aunque eso signifique traicionarnos a nosotros mismos. La coyuntura puede hacernos abandonar nuestras ilusiones, lo cual es una manera de matarnos por dentro para sobrevivir por fuera. Hacerse el muerto ante uno mismo puede parecer un plan ridículo, pero en determinados momentos es mejor que nada. Llegados a este punto, es fácil sentirse defraudado con uno mismo. Nos juzgamos sin compasión, acusándonos de haber echado a perder nuestros mejores años. Peor aún es reconocer y aceptar nuestra

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decepción como algo crónico e inevitable. Nos acostumbramos a la desgracia. Así, vamos acumulando deudas con nuestra propia vida, y las vamos pagando poco a poco en forma de cefaleas, tics nerviosos y dolores musculares. Llega un momento en el que la esperanza empieza a escasear, y sospechamos que nadie va a venir a sacarnos del agujero. Entonces, cuando la negrura, la asfixia y la soledad se hacen insoportables y se acepta la inexistencia como la única de las salidas, surge una insólita fuerza interior que es capaz de desenterrarnos de la fosa que habíamos cavado nosotros mismos. Esa es la grandeza del ser humano. Resucitamos una y otra vez. Volvemos a nacer y a creer. Y a ser fuertes, sabiendo que, si hemos sido capaces de llegar hasta aquí, podremos continuar luchando hasta que llegue la hora final. No hay años perdidos. La más cruenta de las batallas siempre será contra nosotros mismos. Una y otra vez seremos víctimas de conspiraciones urdidas por nuestros miedos y deseos. Pero hay que vivirlo todo. Siempre vale la pena.

Carlos Baroja San Sebastián, Diciembre 2015

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NI SITIO NI NOMBRE No tengo sitio ni nombre, ni fecha de creación. No sé mi composición…Tal vez no sea ni un hombre… Soy víctima de una realidad más allá de esta quimera. Soy parte de la verdad…Soy un gusano cualquiera… Soy nada sin complementos. Un cuerpo, ni más ni menos. Tan sólo lo que aparento. Ni feo, ni malo, ni bueno. Luchando contra mi ego, siempre temía perder… Temí decirme hasta luego…Temí no volver a ser…

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NI RASTRO Entre tanta musaraña, no encontré lo que buscaba. Toqué fondo en mi bañera, y al morir, después, flotaba. Saliendo al camino oscuro cucarachas me miraban, porque entre tanta negrura mi sombra las deslumbraba. Seguiré en el mismo sitio hasta que desaparezca. Ni rastro, ni nombre, ni aliento, ni siquiera un mal recuerdo. Todo lo que dejaré será un frágil agujero, y todos me olvidarán por un falso y vil relleno.

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AÑO NUEVO Desperté nauseabundo, encogido de dolor… Derribado por mí mismo, empecé a decir adiós. Pericardio envenenado, por ostras gelatinosas… Nadie más creía en mí, sólo mi madre y mi novia… Fui un cadáver de mentira. Un fraudulento difunto. Un milagro capital. Un ángel del inframundo. Creo que me falto esmero con aquella muerte obtusa… Te quiero, uno de enero. Te quiero, montaña rusa…

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SON OTRAS LAS COSAS Sentimentalmente aburguesado, nunca miro de frente... ...Siempre me escondo y me cago. Mon贸tono esplendor de sentirme mejor por unas horas mientras limpio mi sudor con las hojas del 谩rbol de la ciencia. Esos ojos indecisos sin pasado, acosados por mi boca mentirosa... No quiero sufrir, no quiero llorar. Son otras las cosas que me importan.

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HORIZONTES Más allá del horizonte no queda ni un poco de vida. Sonrisas que no enseñan dientes, voces que siempre te mienten, y mucha promesa incumplida… Más allá del horizonte ya no hay tesoros ni mapas. Sólo nubes muy grises, y sangre por las narices en la ciudad de las ratas… Y tú no tienes corazón…Parecemos dos muertos. El barco no tiene timón…Juntos naufragaremos. Esta tormenta será la cuenta que habrá que pagar. Pero dejemos que nos arrastren las olas del mar… Más allá del horizonte aprendí a ver sin mirar, y que hay cosas en la vida, que aunque tú me las pidas no las podré alcanzar… Más allá del horizonte yo quiero estar a tu lado, pero querer no es poder, y hoy me toca aprender que este cuento se ha acabado…

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NERVIOS Siento la crisis primitiva, y el miedo escénico que me mortifica. Entre mi pecho y mi espalda se agitan todas mis vísceras. Siento un dolor que me da pánico, y un hedor asfixiante a juicio final. Así es imposible ser quien yo soy… Sólo ser lo que soy en mi esencia me daría la paz verdadera. Sin saber dónde estoy…Sólo estar…Sin nubes en mi conciencia. No quiero preguntar nimiedades, ni improvisar profecías. Sólo decir lo que piensa mi cabeza original… Sólo estar aquí y ahora…Todo lo demás sobra siempre. Y decir la verdad a deshoras, con violencia y sin piedad. Fuera lo que no soy, fuera lo que me viste y desdibuja. Sólo decir la verdad, y nada más…

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PESO PESADO Un huracán se metió en mi garganta el día que te esfumaste… Perdí la dirección de mi casa, y me escondí en tu olvido… Soy el peso del recuerdo que te carga la conciencia, que te mancha la inocencia, que te vulgariza el verbo… Aún hoy oigo tu silencio. Sigo sintiendo el desprecio. Y cuando ya desespero, veo luz en mi agujero… Igual me muero, ¿qué más quisieras? Porque te quiero, aunque no quieras …Has venido justo a tiempo …Justo en el peor momento…

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HOJA DE OTOÑO Y LLUVIA SUICIDA Soy incapaz de narrar mis sensaciones... Mi coche me cierra las puertas de la vida... La lluvia se suicida contra los cristales... La noche ha llegado a las 2 del mediodía... Hoy no fluye la energía ni tampoco la actitud... Pero todo cambiaría si no me faltaras tú... ya no dudes, Hamlet...Piensa que da igual ser que no ser... ...Sea o no sea otoño, las hojas se van caer...

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HAY VIDA EN LOS ABISMOS Tengo más de una cabeza, más de tres, y más de cinco, y todas se anteponen a la que siempre te muestro.... Tantas voces me aniquilan, nunca digo lo que pienso... Siempre digo lo que piensan, pero luego me arrepiento... Porque me hacen sufrir mucho. Hago daño sin querer... Tengo miedo por tener… Tengo odio acumulado, sin tener ningún porqué... Esa herencia es dolorosa, siempre surge impetuosa ¡Cuánto duele descubrir, que todo sale de mí! Pero hoy es el momento de cortar ya por lo sano... Hoy me pongo en movimiento. Echo a volar con mis manos... Hoy libero mi inconsciencia de la incómoda violencia... Hoy me conozco a mí mismo…Surge el sol en los abismos...

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