Los mundos de blanca

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A los que nos hacen so単ar y hacen nuestros sue単os realidad



UNO


Bruno tenía once años cuando conoció a Blanca. Ella se acababa de mudar y era su primer día en la escuela. Bruno se sentaba solo en clase así que ella se sentó en el pupitre vacío que había su lado. Ninguno de los dos dijo nada durante la primera hora, pero cuando llegó la clase de Dibujo Bruno se quedó boquiabierto. Blanca había dibujado un barco pirata precioso, tenía dos velas enormes y una bandera negra con una calavera. A nadie en clase le gustaban los piratas y el sueño de Bruno era convertirse algún día en uno, tener su propio barco y dar la vuelta al mundo viviendo aventuras extraordinarias.



Asombrado, Bruno le dijo que dibujaba muy bien y que le encantaba el barco. Blanca sonrió. Tenía los dientes blancos y brillantes, sus ojos eran negros, tan negros que Bruno podía verse reflejado en ellos. Al terminar las clases ella le regaló el dibujo. Él, muy agradecido, recogió todas sus cosas y contento se fue a casa. Cuando llegó fue corriendo a darle un beso a su madre, después subió a su cuarto, sacó el dibujo y se quedó mirándolo. Comenzó a imaginarse dirigiendo el barco vestido de pirata. Se encontraba en medio del océano, entre una gran tormenta, con olas enormes que hacían escorar el barco.


La tripulación obedecía las órdenes de Bruno al instante, mientras éste, al timón, intentaba esquivar las olas que golpeaban el casco sin cesar. De pronto, una ola gigante comenzó a envolver el barco mientras éste se ladeaba cada vez más y más. Bruno cayó de la silla.


Tendido en el suelo intentaba explicarse c贸mo hab铆a podido caerse de la silla.


Se levant贸 a mirar el dibujo y el barco hab铆a desaparecido.


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