Mi Vida Una Lucha Incansable Por Sobrevivir
Laura Calatayud
Mi Vida Una Lucha Incansable Por Sobrevivir Laura Calatayud
Š Laura Calatayud
Edita:
I.S.B.N.: 978-84-15933-43-4
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Prólogo
ESTE LIBRO VA DEDICADO A LAS PERSONAS QUE, PESE A SU DISCAPACIDAD, SIGUEN LUCHANDO PARA ESTAR INTEGRADOS EN LA SOCIEDAD, Y AUNQUE RECONOZCO QUE ES DIFíCIL YO SEGUIRÉ CON MI TAREA Y LABOR POR CONSEGUIRLO, NO SÓLO POR ELLOS, SINO TAMBIÉN POR MÍ MISMA.
Capítulo 1
E
mpezaré contando mi niñez y los primeros años: Son recuerdo felices, siempre he tenido mucho amor, tal vez demasiado, pero todo tiene sus motivos. Mis padres tenían 40 años y no podían tener hijos y mi madre se sentía muy sola tras la muerte de su madre. En aquellos años, estoy hablando del año 1960 donde el hombre era machista y su posición era la mujer en casa y el hombre a trabajar, y ella aunque era modista se sentía vacía. Tenía sólo un hermano por el cual sentía adoración. Ellos eran humildes pero generosos, ahora sabréis el motivo de mi historia. Su hermano era camarero en un salón de banquetes y a mi madre todos los lunes venía una señora a pedir a su casa y toda la comida que sobraba de los banquetes de su hermano, la bollería y alguna cosa más se lo daba a esa señora, que tenía 4 niños y estaba embarazada de nuevo: Mi madre tenía pena de los niños y se sentía bien viendo lo felices que se iban. Así fueron pasando los años y siempre que venía estaba embarazada; algunos de los hijos los había dado en adopción. Un lunes se puso a llorar y le dijo a mi madre: –¡Ay, que se me ha muerto el niño de 6 meses de un cólico! Mi madre la tranquilizó y abrazó. La mujer le dijo: –Laura –que así se llamaba Laura Calatayud
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mi madre– estoy otra vez embarazada y no quiero que se muera como éste, si quiere se lo doy. La veo muy sola, así sé que usted lo cuidará bien. Mi madre se quedó sin palabras no sabía qué decir. Sólo le dijo que tenía que consultarlo con su marido y así quedó. Al mediodía se lo contó a mi padre muy nerviosa. Mi padre la tranquilizó y dijo que había pensar las cosas sin precipitarse y así lo dejaron. Pasaron los meses y Juliana todos los lunes iba a por la comida. Cuando estaba a punto de dar a luz le volvió a decir a mi madre: –¿Ha hablado con su marido para que sea este bebé para usted? Y mi madre le contestó: –aún no sé nada, el tiempo lo dirá. Pasaron tres semanas sin saber nada de ella y mi madre se preocupó, de repente un día llaman a la puerta y apareció el hijo mayor de esa señora muy alterado: –Señora Laura, señora Laura, Mi madre peguntó: –¿qué pasa? y el chico contestó: –Mi madre ha dado a luz y ha dicho que venga al hospital que quiere dársela a usted. Mi madre se vistió corriendo y se fue a comunicárselo al abogado. Él le aconsejó y se fueron al hospital. Al llegar allí y verme se quedó sin palabras, sólo oyó la voz de Juliana que le dijo: –Le prometí que se la daría sin nada a cambio. Mi madre llamó a mi padre para que acudiera al hospital. Al verme cambió de opinión, mi madre me puso en sus brazos, aunque eso sí la emoción no les cegó, lo querían hacer bien, así que cogieron a la niña y se fueron a su abogado. Cuando llegaron y empezaron a arreglar los papeles lo que nunca se imaginaron era que les había seguido mi abuela (madre de Juliana) y entró al abogado y dijo: –Eso no está así acordardo, yo quiero 100.000 8
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pesetas. El abogado se puso en pie y le dijo que la iba a meter en la cárcel, pero mi madre dijo que NO, que le daba el dinero como una limosna, pero no quería que nadie fuera a la cárcel, la mujer desapareció y el abogado hizo los papeles de la adopción, y así comenzó mi nueva vida. Mi madre estaba muy pendiente de mí, siempre estaba llevándome al pediatra, haciéndome revisiones, pero cuando tuve seis meses se dio cuenta de algo poco usual: lo descubrió al levantarme para hacerme las fiestas, pues notó que una de las piernas no estaba muy bien y me llevó al médico. Me hicieron pruebas y descubrieron que las caderas las tenía fuera de sitio. El médico le preguntó que cómo lo había descubierto siendo yo tan pequeña a lo cual dijo que sabía que tenía antecedentes familiares y ahí empezó la lucha. A las dos semanas me hicieron las pruebas y en el hospital me operaron sin anestesia, ya que en esos años no estaba muy desarrollado la anestesia para niños tan pequeños. Mi madre me contó que mis gritos se oían desde la calle, fue el peor momento de su vida y así estuvimos hasta los dos años con tratamientos. El primer recuerdo de mi niñez fue en verano, mi padre trabajaba enfrente de casa y mi madre me había puesto un biquini amarillo con lunares y me dijo: –Vamos a esperar a papá a que salga de trabajar. Estábamos esperando hasta que salió, y ¡cuál fue su asombro cuando me vio caminar hacia él para abrazarlo! Él se emocionó tanto que hasta lloró, ese recuerdo perdura en mi mente y nunca lo olvidaré.
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Capítulo 2
P
asaron los primeros años y mis padres padecían bastante por mi delicada salud, era poco comedora, alérgica a la leche, etc. Y eso antes no se detectaba tan fácilmente como ahora se detecta. Era una niña alegre, traviesa, extrovertida y así llegó la época en que empezó el colegio. Mis dos primeros años fueron alegres y felices, pero las cosas empezaron a cambiar, me costaba concentrarme, me sentía un poco sola, con pocos amigos, algunos se burlaban y criticaban algunas cosas de mí. Mi madre decía: –No hagas caso y llévate bien que sólo son niños–, pero en el fondo estaba preocupada. Cuando tuve siete años nos hicieron un test de inteligencia en el cual descubrieron que tenía un coeficiente intelectual más bajo de lo normal, aunque mi madre sospechaba algo debido a los antecedentes familiares, pero ella luchó incansablemente para que no sufriera. Así llegó el año de mi comunión. Yo estaba nerviosa, pero sucedió algo que pudo acabar en tragedia pues caí enferma de anginas –algo normal en mí– y venía el practicante a pincharme. Yo siempre lo tomaba muy mal, llorando y me ponía muy alterada, pues le tenía fobia a las agujas. Pero ese día al pincharme empecé a ponerme morada y a sentir en mi boca un sabor amargo. Laura Calatayud
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Entonces mi madre al ver que el practicante se fue, me cogió en brazos y me llevó a un sanatorio clínica que había enfrente de casa. Al ver como estaba dejaron a un hombre que iban a operar y me cogieron a mí. Recuerdo que me pincharon y me pusieron varias cosas y al rato me hicieron preguntas. Sólo hay unas palabras que escuché decir al médico a mi madre: –Señora si viene unos minutos tarde su hija no estaría entre nosotros. Mi madre sacó fuerzas como cualquier madre, pero sé que el milagro de aquello me hizo ver años después que Dios está conmigo. Por aquel entonces mis padres al tener una casa muy grande y mi madre una salud delicada, teníamos huéspedes en casa. Eran estudiantes, ingenieros, gente seria. En mi casa comían y dormían, así mis padres podían estar un poco mejor. Yo como era muy extrovertida bailaba con mi traje de sevillana, y ellos estaban bien en mi casa, ya que mi madre era muy buena cocinera. Así llegó mi primera comunión. Como mi madre estaba agradecida por el hospital que me salvó la vida, no comulgué con mis compañeros, lo hice sola en una pequeña capilla, me hubiera gustado hacerla con mis compañeros, pero a veces las cosas no son como uno quiere. Mi madre me hizo el vestido sencillo, llevaba mi pelo suelto con un lazo y como era rubia con ojos verdes resaltaba, después lo celebramos en casa como casi todos en aquellos años. Eso sí la tarta fue de5 pisos, ya que vino bastante gente. Tuve muchos regalos, todos me querían, así que ese día no lo he olvidado. Los recuerdos de la infancia dejan huella en uno mismo, por eso ahora que tengo hijas quiero que sientan ese mismo recuerdo, porque atrás no volvemos, siempre vamos hacia adelante. 12
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Siguieron unos años y cuando contaba con 14 años ocurrió algo terrible, a mi padre le detectaron cáncer de garganta. A mi madre le cayó el mundo encima, era una enfermedad que le tenía pánico. Pero la vida es así, ahora que todo iba bien… aunque tenían sus discusiones como cualquier matrimonio. Hacía un año se habían comprado un apartamento en la playa, eso la derrumbó, se fueron a Alicante y me dejaron con mi madrina, y ahí empezó lo peor, estaba tan… ¿cómo diría? enganchada a mi madre, no podía estar sin ella, lloraba sin parar, quería estar allí con ella. Después descubrí que proteger tanto a los hijos no es lo mejor, así que mi tía me llevó con ella y me quedé en casa de unos amigos de mis padres que vivían en Alicante. Yo estaba de día en el hospital con ella y después me iba con ellos a su casa. Al mes de estar allí regresamos a Alcoy, a mi padre le hicieron un agujero por la laringe para respirar, y mi madre lo curaba todos los días. Lo peor fue el rechazo hacia mi padre de mi madre, no comíamos con él porque impresionaba al toser, no podía hablar y nos escribía, fue muy duro para las dos. Ella pensaba que lo suyo se contagiaba, y no era así. Yo estaba más en casa de mi amiga Inma. que vivía muy cerca, que en mi casa, porque se respiraba mucho dolor y rechazo. A los dos años le volvió a salir el cáncer y cuando contaba yo con 15 años murió. Ese día fue muy triste, pero a la vez emotivo. Todos sus compañeros de trabajo estuvieron allí, a pesar de fallecer en agosto. Lo que nunca podré perdonarme es no haberle demostrado a mi padre que le quería, que todo lo que él me dijo lo hizo para que luchase y supiera defenderme ante la vida, y yo en aquel momento no lo entendí, pero sé que él sigue conmigo y que sus consejos, aunque tarde, están dando sus frutos. Gracias Laura Calatayud
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papá por todo, espero en lo más profundo de mi corazón tu perdón, y aunque tenías un carácter muy fuerte, a pesar de todo fuiste un padre muy bueno, espero que mis palabras lleguen donde estés, gracias. Pasados unos meses empezamos a vivir solas y al no poder estar la una sin la otra yo hacía todo lo que mi madre decía, no sabía tomar mis propias decisiones. Dejé de estudiar y trabajaba en un taller de confección, pero me costaba mucho ir al ritmo de las demás. Estuve un tiempo y me lo dejé. Mi madre comprendió que sola yo no podía salir adelante, me faltaba rapidez en saber las cosas, ser más inteligente, en fin, mi grado de discapacidad que me valoraron de 33 por 100 me impedía ciertas cosas, tenía limitaciones. Con 17 años salía con la pandilla del barrio, íbamos al cine a bailar. Era una época en que el amor se vivía de otra forma. Así me enamoré de un chico del grupo, Jaime Jorge, fue algo especial, nunca llegamos a nada, sólo miradas y algún beso, aunque en el grupo se reían, era normal, cosas de adolescentes, para mí fue mi primer amor y eso perdura siempre. Al tiempo lo dejamos pues yo era una mujer más madura de forma de pensar y él hacía cosas de crío; porque dicen que la mujer madura antes que el hombre, aunque sea un tópico. En aquel año entré en una coral y como tenía voz y buena entonación me cogieron, hacíamos zarzuelas, cantamos en iglesias conciertos, lo pasaba bien y encima era la más joven, ya que todos eran mayores, así mi madre estaba contenta, yo también lo estaba pues a mí siempre me gusto cantar. Los fines de semana me iba un rato con mi amiga a la discoteca, el búho se llamaba, y lo pasábamos bien, eso sí a las 9 en casa. 14
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Un fin de semana que salimos como todos, cuando pusieron lentas –en aquellos años los chicos pedían bailar a las chicas– se acercó un chico vestido de soldado y me pidió bailar. Me dijo que estaba haciendo la mili en Zaragoza, se llamaba Roger, así conocí al que sería más tarde mi marido. Empezamos a salir cuando venía de permiso y nos escribíamos, pero había un problema: cada vez que quedábamos me ponía tan nerviosa que vomitaba, así que lo dejé por un tiempo. Volví a salir con amigas y siempre conocía a alguien, la verdad no sé qué me veían pero ligaba mucho. Aun así no podía olvidar a Roger y le escribí una carta para hablar con él, quedamos para tomar algo y le dije que si lo había dejado con él fue por lo de los nervios, que fuéramos al psiquiatra para solucionar esto y así fue; él me acompañó y el médico me aconsejó que tal vez ir en serio con un hombre me podía estar produciendo miedo al compromiso, que fuéramos más despacio, y así lo hicimos. Él era muy detallista, me regalaba flores, bombones y cuando contaba yo 20 años y él 24 decidimos casarnos. Fue demasiado rápido, pero quería tranquilizarme y no perderlo, así que mi madre me hizo un traje chaqueta blanco, y nos casamos por el juzgado, ya que él no era creyente y a mí no me importó. La boda para mí fue fría ya que no hicimos banquete pues no había mucho dinero. Al acabar de casarnos nos despedimos de mi madre y su familia y nos fuimos a un modesto hotel en Alicante, pero al llegar la noche me empezó a entrar miedo, siempre me ocurría lo mismo, pensaba en mi madre que estaba sola, y sobre todo en la noche de bodas. Así que no se me ocurrió otra Laura Calatayud
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