Mis pequenos relatos

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Mis peque単os relatos Francisco Camps


© Francisco Camps Muñoz 1ª edición

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ISBN: 978-84-938822-5-9 DL: V-1257-2011

Impreso en España / Printed in Spain Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.


Dedicado con amor a mi querida esposa, Isabel



Amigos lectores Empezaré diciéndoos que esta muestra de historias más o menos poéticas es una pequeña recopilación de mis trabajos que he creído que son los que mejor reflejan mi personalidad tanto poética como fantástica y con una buena dosis de realidad, adornada con grandes pinceladas de imaginación, que es por decirlo a mi manera, la semilla que hace nacer todas estas pequeñas leyendas que poco a poco iréis descubriendo y que en algunas, os veréis reflejados en algunos momentos de vuestras vidas, situaciones que son comunes en los humanos y que pasan delante de nuestros ojos sin saber como explicarlas, pero que están en nuestro día a día. Por eso mis poemas son casi vivencias cotidianas, momentos puntuales de mi vida en que sin saber porqué, mirando un reloj, un candil, una flor o una ventana entre otros muchos objetos, siento la necesidad de contar algo sobre lo que estoy viendo, así como también me acompañan como fieles musas, el amor, la tristeza, la alegría, las miradas, los recuerdos, las caricias, todos los sentimientos que afloran de mi cuerpo, los quiero y puedo contar, para que vosotros, amigos lectores, me saboreéis, me critiquéis y os forméis una idea sobre mí, que sea cual sea, me valdrá como para aumentar mi ego, o para guardar mi pluma y escribir, solo para mis adentros. Así que empezaré las historias, por aquellas que escribí, más personales y de mi entorno, solo una pequeña muestra de ellas y que las titulo, LOS LATIDOS DE MI CORAZON.

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Otras pequeñas leyendas versadas, como no, están dedicadas a esas patrias chicas como solemos llamar, esos rincones de nuestro mundo donde nacimos, vivimos o veraneamos, donde nos criamos, donde nos enamoramos. En estos poemas hago alusiones a La Cañada, donde casi nací, Cullera donde paso largas temporadas y Tuéjar, ese maravilloso pueblo de la serranía valenciana que es de donde conocí a la mujer de mi vida, mi Isabel. A esos poemas los titulo, DEDICADO A MIS PUEBLOS, Hay un capítulo que he dedicado a las plantas en general, vegetales que admiramos por su belleza y otros de los que nos servimos en nuestra cocina y que nos alimentan y que titulo, LA MAGIA VEGETAL. Por último, leeréis si me hacéis ese honor el que titulo, CURIOSIDADES POETICAS, y en él encontraréis las más variopintas historias, todas son una realidad cotidiana, a veces triste, alegre, pícara y jocosa y llena de sueños y de utopías, como digo aderezada con mi imaginación, que solo son los adornos gramaticales para que en esas narraciones os envuelva, mi alma de poeta. En fin si después de leerlo queréis dejar vuestra opinión lo podréis hacer y seguro que aún siendo buena o quizás mala vuestra crítica, por lo menos sabré que si opináis será porque me habréis leído, y eso es lo más importante. Mi correo: franciscocamps47@hotmail.com Os espero al final de la leyenda, atentamente, Francisco Camps Muñoz

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El sueño de una niña La historia que os quiero contar viene, de un pueblo de altura, de la serranía pura. Está, a unos ochocientos metros sobre el nivel del mar.

Sin abundar el dinero de comida nada falta. Patatas, trigo, maíz y cebada, en los desayunos leche de la oveja o de la vaca, la mantequilla y la malta.

Así, que lo podréis deducir que aunque sea de Valencia, pues muy lejos ha de estar ya, que en la época a relatar se tardarían muchos días en venir para hasta la capital llegar.

Las carnes son del corral, huevos, de lo más caseros. Para llenar el “reboste” y cumplir bien la alacena, la matanza y su sofrito, su embutido, cosa buena y en las orzas a guardar para el tiempo de la siega.

No es, ninguna idea extraña, contar una pequeña historia de una niña soñadora, de un pueblo de montaña. Pueblo con mucho gentío y que cuenta con su río. Con su noria y su molino. Sus buenas minas de yeso, buena leche y mejor queso. Se cultivaba en su vega entre buenos árboles frutales, las cebollas, verduras y cereales. Alfalfa, garbanzos, guisantes finos, almendros, olivos, en el monte pinos. Uva negra y verdosilla para su aromático vino.

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Que de hambre no hay quejas de postres, uva, manzanas, peras, las que venga en ganas, todo lo que da la tierra. Vino con azúcar, en rebanada de pan, torrijas, buenas que están y un buen queso de oveja. En casa hay de casi todo que nada se echa a faltar, buen jamón y buen tocino y con buen vaso de vino, para el campo a trabajar. A por el agua, a la fuente con cántaros a la plaza. En los hornos, pan, pasteles, boniatos y calabaza. Las fuentes y escorredores para el ganado abrevar. 8µ


Es un pueblo con posibles, tiene secano y labranza, con su cura y su maestro y con aulas infantiles. Que a todo llega el alcalde, ni siquiera hay ediles.

Su vitalidad, es toda su esencia, cuando ella sea mayor, lavará toda su ropa con jabón, bueno de olor. Se irá a vivir a Valencia. Su pasión le desespera, que quiere salir del pueblo para hacerse peluquera.

Un paraíso rural y que no está nada mal, todo y su pequeña escuela, donde se encuentra, esta niña, la que su imaginación vuela.

Que aunque vive con su abuela y ella se siente feliz, su sueño le lleva lejos como el vuelo cuando emigra la abutarda y la perdiz.

Es audaz y diligente, quiere a su tierra y la siente. Colabora con su abuela a quien quiere con delirio. Pero ella, se siente diferente. Reñida con la pereza va demostrando destreza, en estudiar, en limpiar cuidar casa y animales atendiendo a los corrales. Le gusta hacer la colada, y al lavadero a lavar.

Ahora tiene trece años, su abuela confía en ella pues ve que tiene reaños. Ha buscado la ocasión para que su nieta del alma, pueda cumplir su ilusión. Y así tubo que ser, sus ilusiones cumplidas, que su querida abuela ha hecho, unir nuestras vidas. Porque aquella inquieta niña, hoy, es mi hermosa mujer.

Es esta niñita rubita la cual se llama Isabel, “zorretica”, por mas señas. Está subida en sus sueños y galopa en su ilusión. Se agolpan las inquietudes, en su joven corazón.

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Cuando silba el viento Una situación o un solo momento te sirve para recordar lo que olvidas en el tiempo. Las dulces horas de amar, segundos para soñar o las amarguras sin cuento. El recuerdo viene a evocar sólo, cuando silba el viento.

Casi a medio día cambiaba el Solano por la fuente Umbría. Le dije, ¡chiquilla!, no hay nada mejor que pasear por el monte y hacer el amor. Pero vayámonos a casa que viene la noche y quiere ser fría. Nos queda buen trecho hasta nuestro hogar y el Solano se volvió frío, ya empieza a silbar.

¡Si!, que lo llevo por dentro de mi corazón, pues yo siento hasta el olor del Azahar de los naranjos de mi Valencia, que me recreo en su esencia y siento un gran bienestar. Que en las blancas primaveras me lo acerca el viento acariciando las flores y hojas, con su suave silbar.

Que fue un feo, Otoño y cayendo su dorada hoja, en este recuerdo el viento, ahora me enoja. ¡No quiero ni oírlo! Con amargura me quedo pues, maldita su suerte, fue que un ser querido cargó con la guadaña, de la propia muerte. Que de esto no olvido siempre en el Otoño odio su silbido.

Giraba una veleta que movía el Solano y nunca estaba quieta. Era el suave viento fresco que soplaba en verano. En el mes de Agosto, refresca nuestro rostro y voy de la mano con mi prometida. Paseábamos en la partida del Campo de Abajo.

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Afuera el invierno, frío y lluvioso, eterno. Sopla la naturaleza con viento del Norte, yo con mi consorte, no es una rareza en la casa de campo pegadita al monte. Se golpean las contraventanas y con brasas de la chimenea calentamos las sábanas. Sentados a la lumbre con sillitas de anea, es, en las casas rurales la buena costumbre. Un candil de aceite tenemos de alumbre y frente al hogar, la alfombra y la cama sólo, para amar. El furioso viento con su agudo silbo, grabará el momento feliz, para recordar.

Que yo bien diría al escribir esta poesía, os quiero explicar, que presente está el viento en nuestros sentimientos y en el día a día. En las amarguras y nuestras alegrías. Que sopla en la tierra y riza bien la mar. Escucharle muy atento, sirve para recordar los malos y buenos momentos, cuando lo oigas silbar…

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Niña pinturera Que se me van los ojos detrás de ti, cuando te miro y perfumada, cruzas junto a mí, airosa, con tu vestido rojo. ¡Extasiado, es que ni respiro!

Parece que adivino, una mueca o asomar una sonrisa, un esbozo, pues hoy pasando junto a mí, parece, que me miraste de reojo. Y fue esa señal tan deseada que a mí, me pareció abrumadora, dejaste de ser niña soñada a ser tú, mí amante soñadora.

Como en una nube voy detrás de ti, te voy mirando y con la mirada dibujo tu talle, mujer hermosa, reina de la calle, y voy, como soñando.

Dejamos de cruzarnos por la calle, ahora tú paseas por mi bosque y yo, paseo por tu valle.

Nada más que al verte brotan en mí, deseos de tenerte y te sigo soñando por la acera, por acariciar tú arte, mi dulce niña pinturera.

Llenándonos de ardorosas caricias bebemos nuestro amor, auténtico néctar de delicias fluido, siempre embriagador.

Que el sexo contigo lo imagino no como un acto banal, porque en tu cuerpo celestial deberá de ser, algo divino. Que si por ti es consentido pues la verdad, seria natural.

Que cosas tan bonitas han pasado desde mis miradas furtivas a tu talle y tu mirada de soslayo, aquel día del mes de Mayo, en aquella, nuestra calle.

Regálame al pasar una mirada que tú eres para mí, niña soñada. Me haces revoltijo de neuronas cuando por la calle asomas.

Para los dos nació la primavera y recordamos en muchas ocasiones las veces que cruzamos esa acera, y fui tras de tu sombra, mi dulce niña pinturera.

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Me gustaría ser Cómo me gusta pensar, si yo tuviera el poder de poderme transformar en lo que quisiera ser. Por ejemplo, en flor bonita para que me pudieras ver y mi belleza admirar. Con tu preciosa naricita mi fragancia oler.

Ser el aire que respiras y la niña de tus ojos con los que siempre me miras. Sería mucha emoción, ser fluido de tu sangre y entrar en tu corazón. Quizás, me conformaría. Y mirando más adentro, meterme en tu cabecita hurgar, en tus pensamientos.

O bien pulsera o anillo, eso no estaría mal he hipnotizar con mi brillo, tu mirada angelical.

Buscar en tu ordenador el pensamiento adecuado, para que estés siempre por mí, poniendo el mío a tu lado.

O copa fina de vino para sujetar el néctar y bebiendo me tocaras, con tus labios me rozaras eso es lo que imagino. Que sería algo divino convertirme así, al azar, siempre en cualquier cosa que tu quisieras tocar.

Ahora me he dado cuenta, al escribirte estas rimas que, lo que yo quisiera ser se ha quedado obsoleto, más de lo que tú imaginas. Que todo lo que he añorado ya lo he sobrepasado. Pues de hecho ya ha ocurrido con lo que juntos los dos hemos, intensamente vivido.

Que yo quisiera de hecho ser, tu sujetador para acariciar tú pecho y pensándolo mejor de verdad me gustaría ser, toda tu ropa interior. Eso me emocionaría.

Pero yo aún sigo pensando que lo que pudiera ocurrir siempre en nuestro convivir, es que aún me estoy poco a poco, enamorando. }

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En la fracción de un segundo Lo he contado algunas veces y no es por hacerme el pesado, pero me siento obligado a contarlo sin sandeces.

Fue en aquella dulce época que paseando por la calle, nos morreábamos en la boca. La vida era maravillosa y de un lindo color, cogiditos de la mano nos prometíamos amor.

Entonces me dio que hablar, hoy sintiéndome un poeta lo quiero también versar. Que la guardo en mi memoria y aún siendo pequeña la historia, tiene tela que cortar por la forma de decir y también de interpretar.

Ella fue la que me dijo que yo en su vida era importante, mi corazón galopante comprendió en aquel instante, que mi amor siempre sería como su más preciado alijo.

Fue un momento de mi vida puntual y muy fugaz, que me puso algo nervioso y no me dejaba en paz. Fracción que pasó enseguida.

Y la cogí por el hombro, le rodeé su cintura, la apreté contra mi pecho pues nuestro amor, ya era un hecho con mi linda criatura.

Aunque ahora es agua pasada y no me afecta para nada, cuando aquello me ocurrió, de veras que me afectó. Duraría una jornada más o menos, creo yo.

No imaginé ni un momento que le saldría su diablura.

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Siguió diciendo mi amada. Mira si te quiero yo y estoy tan enamorada, por ti lo quiero sufrir todo y que a ti no te pase nada. Que agrandaste mi ilusión y alegría de vivir, por ti quisiera morir. Que esa frase me susurra de sus labios muy segura.

Me quedé muy enfadado y le grité desde el otro lado. ¡Que podíamos pasar!, con voz fuerte y altanera. Ella, me fue a contestar. ¡Oye, si te quieres matar te matas, pero a mi, déjame estar! Agarré un enfado muy profundo y como he dicho antes, en la fracción de un segundo cambia la opinión del mundo.

Pero hubo una incidencia que puso la providencia. Algo paso en nuestro mundo en la fracción de un segundo.

Entonces lo pasé mal, pero ella es mujer cabal y sigo muy enamorado. Aunque su personalidad es sensual, dulce y muy pura, en nuestra vida personal me hace alguna diablura, la adorna con tanta ternura que yo, ni he puesto cuidado.

Ausentes de lo exterior, paseábamos por Valencia disfrutando de nuestro amor. Y fue una coincidencia que cruzamos de repente por la calle de San Vicente. Solo se veía un taxi, muy de lejos yo lo vi, que tenía la conciencia de cruzar con suficiencia, sin peligro de arriesgar. Y yo, decidí cruzar cogiéndole de la mano. Lo voy contando como era, ella decidió escapar y regresar a la acera.

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Cincuenta años de Isabel ¡Ya están aquí! les estoy viendo, sólo, porque han estado casi siempre, todos junto a mí.

Pero, ¡ya están aquí!, han venido acompañados por unos cuantos, que han ido dando forma a nuestras vidas. Los hijos, el trabajo, los proyectos grandes momentos.

¡Ya están aquí!, sólo, porque es su obligación de venir y aparecer, como cada amanecer.

Pero lo más importante además es que han hecho que estés aquí, junto a los míos que sólo son un par más.

Llegan, se meten dentro y a conciencia, a veces los recibimos con cierta resignación, decimos con ignorante indiferencia, que no han venido todos los que son.

Han llegado los que todavía consideramos los buenos, dinámicos y sin parangón, los que para ella no dejan ninguna huella, su tiempo es de lozanía de salud y de alegría de belleza y de ilusión.

Ellos traen la experiencia el amor y la paciencia, días amargos y dulces otros aciagos y otros felices y ellos, van haciendo la envoltura de este regalo para mí, de hermosura. Picante, ardiente, excitante con su toque, rabiosamente apasionante.

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Damos mucha importancia a los que terminan en cero, pero mira, si sólo son cincuenta, recíbeles con anhelo pues seguir el día a día, juntos, para mal o para bien desde los que terminen en cero, hasta los que empiecen por cien. Te quiero desde que te vi, desde antes que viniera el primero cuando yo te conocí.

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Dedicado con mucho cariño a mi esposa, en su cincuenta cumpleaños.

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Una extraña emoción Me gustaría explicar, porqué, tuve yo ese impulso que a mi, me llevó a tocar el blanco saco del osar donde yacía mi madre, que el de mi padre, no lo podía alcanzar. Y es que, mi corazón arde, lo recorrí con mi mano y fue, sensación extraña, pues ese cuerpo me llevó padeciendo en sus entrañas.

Todo esto sucedía ese fatídico y duro día, en que mi hermano Vicente, que mi alma mucho siente, le dimos el último adiós. Que fue emoción muy intensa treinta y un años después en esa doliente escena, ver en el nicho a los tres. Solo os puedo decir, que en ese tan amargo día, fui unos minutos feliz pues a mi madre sentía.

Esta es la pura verdad además, yo os lo cuento que estas cosas no invento. Mi cabeza es muy estable y se, que al acariciarlo, repasé todo su osario, fue una emoción agradable.

Es que al tocarlo, de repente me invadió como un aura, que el torrente de mi sangre la metió en mi corazón, hasta llegar a mi mente.

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Mi infancia dedicado a mis padres. El tío Vicent y la Sra. Conxeta

En esta poesía quiero hacerles un homenaje a mis padres, pues ellos son los que velaron por mí en mi infancia y me educaron en esa posguerra llena de austeridad y sufrimientos. Mis padres les toco vivir en una época bastante dura, pues él estuvo dos años de mili y tres en la vergonzosa guerra del 36, donde estuvo en varios frentes y acabó en un campo de concentración. Mi madre en algunas ocasiones que ella podía le siguió, allá donde recibía noticias, para ayudarle y enviarle alimentos. De todo lo que explico, son referencias de mis hermanos e historias que ellos me fueron contando, pues con mi corta edad no me daba cuenta de ello. Mi poesía no la he querido escribir reflejando amarguras pero si durezas de la vida de mis padres, siempre centrando y contando la historia en base a lo que yo viví con ellos, hasta que tuve diez y ocho años, donde aparco la narración que ya proseguiré con otra parte de la vida, de la mía. Es una versión muy curiosa, en la que destaco lo que para muchos jóvenes, mis hijos o mis nietos, no conocen, aspectos de la vida cotidiana y formas de jugar de entonces que quizás no se vuelvan a utilizar, aparte de las formas de educar en los colegios de la dictadura Franquista. Creo que os va a entusiasmar su lectura.

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Fue un tiempo que casi olvido, pues tanto ha pasado ya y tantas cosas vivido, más que pude imaginar que se turban mis sentidos y me tengo que esforzar, darles forma, revivirlos para poderlos contar.

Mi padre, Maestro Albañil, que en ratos libres leía, las novelas de bolsillo de La Fuente Estefanía. Le gustaba de ir al bar, el carajíllo o el vermouth, es, lo que solía tomar en las partidas del “Truc”. Más de la casa ni hablar. A la casa está mi madre, trabajó, ni te imaginas, pues, éramos cuatro hermanos, patos pollos y conejos pos pavos y las gallinas.

Pues tendría yo tres años y enfermo de tos Ferina, la “Tambora”, una vecina me buscó la solución. Y con una veta negra me colgó una”Sangrantana”, con un canuto de caña. Que fue una larga espera a que el bicho se secara y por tres meses tuviera.

“Conxeta”, así le llamaban, los vecinos la adoraban, síempre atenta y abnegada dura, firme y obstinada. Todo lo daba por bueno, no se quejaba de nada, aunque sufrir si sufría, entrado ya el puro invierno lavando con agua fría, que fregar era un infierno pues calentador no había.

Mi padre, el tío Vicent, que solución no le viera, me enrolló con una manta y me llevó a la estación. Dijo con voz altanera. ¡Maquinista un chorreón de vapor de la caldera!. Mira que mi corazón y mi ánimo se altera, recordando la sensación el ahogo y quemazón. De aquel remedio en cuestión, se fue yendo mi “tosera”.

En esa larga posguerra habían muy pocas “perras”. Ella cocinaba a leña o en hornillo de serrín, que montaba y desmontaba para quitarle el hollín.

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Muy duro era el invierno, el frío se hacía eterno, sabañones un sin fin. Siempre fregando en la “Pica”, pues ella se calentaba con el calor que le daba su cocina económica.

Mi infancia, entre los pinos que envuelven el barrio Marín, de siete, muy chiquitín me iba con mi “bolseta”, mis pantalones bombachos y envuelto en mi “tabardo”, subiendo la “puxaeta” y cruzándome el mercado me llegaba yo, a la escuela. Tomaba la leche en polvo que daban de merendar y repetía cantando las tablas de multiplicar y me estudiaba a los Godos, en pupitres de madera donde incaba yo los codos, con huecos para el tintero, goma de Milán, lapicero y ranuras del palillero. Allí rezabas primero para después estudiar, que por mucho que leía comprender no comprendía del Grado Medio, ni hablar. Con los Reyes Católicos la batalla del Alcázar, estudiar el Movimiento, que historias y que tormento. En el Grado Elemental, está ahí todo embotado, más los rosarios del Sábado, los recreos y a jugar.

Nací en Quart de Poblet, mi calle, la del Arquillo, sería yo muy chiquillo y mi madre me contaba cuando de mi embarazada, tuvo una gran pulmonía, nuestra vida, peligraba. Mi padre con rapidez encontró la medicina que el Doctor le recetó y nuestras vidas salvó. Fleming, fue quien descubrió y a los microbios mató, la milagrosa penicilina. A los tres años marché de mi pueblo a La Cañada y el recuerdo se me fue, allí, no me quedó nada.

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De todo lo más ejemplar son las normas del maestro, que con su regla es muy diestro cuando te va a castigar.

Y en las noches de invierno cenábamos en la cocina, se ha quedado en mi retina, que con tres metros cuadrados mi cocina, era divina. Estaba llena de amor y de asfixiante calor, estábamos todos juntos, mi madre subiendo puntos con el huevo de zurcir, a coser o a remendar y a la hora de cenar, pues lo voy a resumir. Mi padre y hermanos mayores en la mesita de honores, que mi hermano Eduardo y también mi madre y yo, en las sillitas de boga y con sendos bocadillos de patata o tortilla de cebolla.

En la plaza de la Iglesia era nuestra diversión, la Trompa y los “Gomets”, en el “Rogle” y el Tacón. A jugar con las canicas, ¡Xibas, media manga, mangotero! quien mete al Gua, es el primero. Del colegio me iba a casa jugando a corretear pues mi tarea al llegar, lo primero, la merienda, luego mi madre a mandar. Ves a “pasturar” los patos y te coges unos sacos, que con broza, has de llenar. “Camarroxes” y “Correxoles”, cardos blancos y verdejos, para echarle a los conejos. En el campo de “les punxes”, yo, con mis treinta patos pues, casi todos los días pasaba yo muchos ratos.

Pues tenía ya catorce y me puse a trabajar, que con mi certificado, tenía ya que ayudar. Primero en una Lampistería y que pequeño sería que me ponía un cajón de la “Lechera” al revés, por debajo de mis pies para poder taladrar.

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Que limpiaba la perrera aunque yo no lo quisiera, de unos Setters Irlandeses y así estuve, ocho meses. El trabajo era una murga pues me llenaba de pulgas, por no pasar mas por ello me fui a la imprenta Bello.

Trabajé con ilusión he hice buenos amigos. mi oficio fue la impresión, manipulé muchos libros, hice la encuadernación y también fotografía, después la composición y así, día tras día. Que tenía diez y ocho cuando conocí a mi novia pero eso es otra historia que algún día contaré refrescando mi memoria.

Mi madre me cuidaba bien pues me iba yo en el tren a las siete a trabajar. Me ponía en el saquito patatas, pimientos fritos, cebolleta y calamar. Todo en una fiambrera y muy de tarde en tarde, algún bistec de ternera.

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La caja de los hilos Estaba dentro de un armario, en un lugar del altillo donde no se mira a diario.

Hecha a mano, sin estilos, cuantas veces yo jugué con tan coloridos hilos.

Y ocurrió con la intención de buscar mi chaquetón. Al fondo, muy al fondo, algo llamó mi atención.

Mi madre mientras cosía me contaba muchos cuentos y ahora gozo recordando, tan bellos y dulces momentos.

Quedé sorprendido al instante al ver aquella caja, en el fondo oscuro del estante.

En esa caja de hilos, a través de tantos años le quedan aún, muchos sueños y agradables sorpresas. Dentro, variados botones y algunas cremalleras viejas. Agujas hilos y dedales, clips y distintos alfileres, algunas muestras de ojales.

Atento y arriba de la escalera me mantuve en vilo, curioseando dicho objeto lo saqué con cautela y sigilo y al reconocerlo, lo mantuve apretado y sujeto, sobre mi pecho.

De fondo le oigo canciones y nanas de la época, que mi madre cantaba que yo, durmiendo soñaba y mi mente evoca,

Es mi curiosidad quien la abre, aquella pequeña caja antigua de la costura, era, de mi madre. Que extraña emoción sentí al mirar dentro de ella, cuando emocionado, la abrí. Cuantos recuerdos gratos vinieron de nuevo a mí.

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Dentro acabo de encontrar las gafas de mi madre, que cuando cosía mal se las ponía, con una patilla rota. Y mi corazón se abre pues yo le decía. ¡Cámbielas mujer! Que no me las cambio pues yo bien me apaño, que tienen buen ver. Un salto en el tiempo yo hice con soltura, volé en un momento sin coger altura y sin rozarme el viento. Así ocurrió de veras, de pie, arriba de la escalera. Cogí con mis manos la vieja caja de costura la volví estrechar contra mi pecho y con este hecho, de mi madre, sentí su dulzura.

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El abuelo Sebastián Esta próxima poesía, está dedicada al abuelo, un hombre amante de la naturaleza, de vivir y convivir con ella. Un labrador, hombre de la tierra y por la que derramó muchos sudores y vivió de ella mientras pudo. Gran conocedor de las formas de cultivo y ornamentación de jardines, muy aficionado a recolectar rebollones, espárragos y todo lo que en el monte creciera y fuera útil, esparto, espliego etc. Además de su capacidad, para tejer y transformar, esas materias vegetales en capazos, zapatillas y bolas perfumadas del espliego, muy originales. Se enorgullecía y nos transmitía esa ilusión y cariño hacia la naturaleza, a todos. Yo particularmente, trabajé tres años con él, en los jardines, así fui aprendiendo sus técnicas para la conservación y poda de los mismos. Amante de su esposa e hijos, los nietos a los que adoraba, les ilustraba con sus historias de su juventud. Las historias del abuelo Sebastián. De carácter firme, muy aferrado a sus costumbres inclusive a sus comidas del pueblo y por supuesto, a su jamón. Meticuloso en todo lo que hacía, en los últimos años de su vida, siempre acompañado de su perro, el Tigre. Si, consiguió a través de los años, hacerse un hueco en mi corazón y a título póstumo, le hice este homenaje, para que sus hijos, esposa y nietos, le recuerden siempre, leyendo esta poesía, le llevarán siempre en el corazón. Los abuelos son personas muy importantes en las vidas familiares, este fue uno de mi familia en particular, pero creo que ellos merecen todos, tanto ellos como ellas las manifestaciones en vida de amor por su abnegación, y dedicarle siempre los mejores recuerdos, cuando como en este caso es a título póstumo.

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¿Cómo le recuerdo, pues? como lo siento, sin duda es, sin miedo a equivocarme digo, que vuestro padre, su esposo, nuestro querido abuelo, sigue estando siempre vivo.

En una tierra labrada, esa tierra trabajada, sembrada, que su fruto recogía cuando las mieses segaba. En la era, con el macho y el trillo que le calzaba, vuelta y vuelta, paso a paso, luego aventaba la parva, vuelta y vuelta, paso a paso, cuanto esfuerzo le costaba.

Vivo, en esa lágrima sutil, que resbala en la mejilla y va a caer al mandil. Esa lágrima brillante cual joya o diamante, de su mujer, el valor, esa lágrima, es el dolor, que a ella le causó su amor.

Las historias que ha vivido fueron tristes y muy duras, episodios de la guerra de su padre y sus hermanos, verdaderas amarguras.

Nada más cerca del cielo que un suspiro, un aliento una palabra en su memoria, le mantendrá siempre en gloria.

Terminaron las durezas de trabajos con el yeso, con el frío viento, el Cierzo, las manos al azadón, dándole golpe al “gasón”.

Nació entre los pinares, rodeado de viñedos y olivares, en una tierra de almendros de olor a tomillos y romeros, las liebres y las ardillas en el aire, gorriones y abubillas, los tordos y las perdices, avutardas negras, codornices.

Los hombres de la familia hemos vivido experiencias, con él, hemos trabajado en el campo, en los jardines y aprendido de sus ciencias, colaborando en sus fines.

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Con su hijo y su cuñado fue compartiendo aficiones, la caza y los espárragos o cogiendo rebollones.

Su “navajica” revieja, que a la piedra afilaba, pues sin apenas hoja, al jamón le daba, la “tajá” de a dedo que al pan le ponía, como cortaba, te estremecía. “Botica” en mano de vino, al trago, con pan del pueblo, saboreando se la comía.

Había que ver, con que destreza, deshacía el esparto con presteza, machacar y hacer los “cordiles” con sus manos seguras, fascar la Pleita. Sus dedos hábiles, a “puntadicas” tejía, “capacicos”, “zapatillicas”, horas y horas, no se cansaba, después con cariño las regalaba. A sus pies, el Tigre, como aburrido, esperando el paseo, darse un respiro, merendaba el abuelo dos “margaritas que le daba a su perro, a migajitas. Y era tanto que él lo quería, que comida, paseo y sueño, en el sillón, con él compartía. Y sus nietos del alma, algunos días van recordando, esas largas historias que a la luz de la luna, calmosamente, les fue contando.

Su navaja que siempre llevaba, en el bolsillo muy afilada, cortaba miel y para la poda, para el melón y el asado y el queso, que no gustaba, nunca lo ha cortado. Las frases hechas y los enojos, por los conflictos del Mundo y a los políticos, llamaba locos, vaticinando, él, solía decir, pues que esto no es”na”, pa lo que “tié” que venir. Cuantos días, cuantos ratos, cocinando los gazpachos. de la cocina sabía, lo que comer, él quería.

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Las patatas, las cebollas, los huevos y las castañas, “cocidicos” en cenizas, buenas mañas.

Y me acuerdo de su boina de su sombrero de paja, su mechero, vaya alhaja y de su herramienta usada, metida en la estantería perfectamente ordenada.

Que bien se le daba sofreír el “tocinico”, hacer las gachas, longanizas y morcillas y meterlo luego en jarras.

Me acuerdo de su energía en enfados que cogía, mas tarde y de repente con sonrisa y complaciente.

Como su plato especial que orgulloso se hacía, las “conicabras” asadas, cortadas a “pedacicos”, duros como “cartoncicos”, con buen aceite “adobao” el “pisto”, que él lo llamaba, que a mojaditas comía y con el se deleitaba.

Y en el campo, las comidas en el Azud, o en Arquela, Cabera o las Sazadillas. Y me acuerdo del amor, la compañía y calor que ellos dos juntos se hacían y de otras tantas cosas, sencillas, alegres, maravillosas que con él, pudimos vivir y ahora en nuestro corazón, repasando en la memoria, él, nos hace, sonreír.

Navidades en la lumbre, cumpleaños de los nietos, nuestra alegría y costumbre, estábamos todos allí juntitos, como un enjambre.

El abuelo, en el hogar asándonos las viandas, se ponía a renegar, con gran cabreo decía, ¡Un plato, esto ya está! ¡Venga, o no vale “ná”!, pues enseguida se enfría. ¥

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Cuento para mis nietos Este cuento que os recuento, queridos nietos, no es un cuento pues es verdad, que no lo invento.

Aquella débil luz y trémula llama sobre las cuatro paredes, las sombras del misterio extrañamente las proyectaba. Veía un fantasma que me abrazaba.

Hace años, muchos años, cuando la luz eléctrica la comprabas y repartían a cazos, y los murciélagos volaban bajos, los solíamos cazar, a cañazos.

Y no es que amedrentado, aquel ser de oscuridad, yo viera, si no es que su calor, también sintiera. Así es, mis queridos nietos, que vuestro abuelo, de pequeñito se había enfrentado a tamaños retos.

Cuando llovía, llovían ranas y en la noche saltaban sapos que se comían los gusarapos. Que se cogían a los mochuelos, en los corrales y las andanas, escondidos y en silencio tras blancas sábanas.

Y di un salto sobre la mesa, por deshacerme de aquella presa. Soplé la vela con la intención de dejar a oscuras la habitación y el fantasma ya no me viera.

Aquellos tiempos lejanos, en que los enanos, eran gigantes y los gigantes, eran enanos. Ahora queridos nietos, no es lo mismo, no es como antes. Despuntando el día ya era de noche, y en el ocaso, amanecía. Ocurrió entonces, que un buen día, estaba solo en una estancia y estando allí, ¿qué ocurriría?, que mi vela apagada se encendería.

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Que no fue acierto, tal desconcierto, soplando la vela, más se encendía y aquel ser de sombra, más me cogía. Que no es mentira, esto es muy cierto, como toda el agua que podáis recoger vosotros mis nietos en un gran cesto. A todo esto se hizo de noche, y por la ventana del viejo porche por allí asomaba, flamante el sol, pues era el día, que se apagaba, quizás el cuento es, que lo soñaba.

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Aquellas aventuras fueron muy duras, las de aquel día, ¿o era de noche?, o aquel derroche de criaturas. ¿Es que la leyendo no os asombra?, la aventurilla de vuestro abuelo, que se escabulló, del ser de sombra. Tener en cuenta, que el tiempo cuenta, y entonces todo era distinto, que para historias fantásticas y ricas de “frikis” sin estilismos, ahora mismo, tenemos a Antena tres y a Tele cinco. Pero en las antiguas, en ellas reza, fantásticas ilusiones de gran belleza. Que yo os la cuento pero no invento, ya que en ella es de verdad, que yo he imaginado esta la realidad. Así que, queridos nietos en esta historia no pongáis vetos, y guardarla en lugar seguro para volver a contarla a mis biznietos. El abuelo Paco

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Dedicado a mis pueblos Estas poesías cuentan un poco como es la vida y las costumbres de cada uno de ellos, su belleza, su playa, sus fuentes y sus montañas, sus gentes, sus campos y costumbres, sus motes, la forma de hablar. Pinceladas de la historia, su turismo, su alma y su clima y sus anécdotas. La Cañada, Cullera y Tuéjar, son para mis tres joyas de esta tierra valenciana, la costa, el llano y la serranía, son muy diferentes entre si, pero para mi, las mejores cosas de mi vida me han ocurrido en estos tres pueblos a los que les dedico con mucho cariño estas pequeñas narraciones poéticas.

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Un paisaje inolvidable y un bosque lleno de vida, es, el sueño inalcanzable de La Cañada de hoy en día.

Rodeados por el bosque y abrazados por sus cumbres, acechando los corrales las comadrejas y los lobos.

Tribus de la prehistoria, disfrutaron de estos montes y vivieron de su caza, de la pesca, de sus frutos se alimentaron entonces.

Es La Cañada salvaje, de colonos atrevidos hombres de arrojo y coraje, de peones, hoces y zoquetas y las bestias con carretas, cargando grano y forraje.

Muy cerca del río Túria, poblaron Despeñaperros y las lomas de Vichí, habitaron estos cerros. Dejaron su huella, su gloria, sus vestigios, su saber, para mejor comprender del Neolítico su historia.

El caballo de vapor renqueando por la vía resoplando su sudor, llevando la mercancía. Buscando la solución, construyóse la estación y ese fue el resplandor de importancia y energía, que simplemente por eso nos fue llegando el progreso. Que fue el tío Pascual, un colono paternero hombre noble y sin igual. Con su hijo, este labriego fue el primero en tener, su buen negocio hostelero.

Fueron primeros colonos, los Pasiegos y los Trenor, que asentaron las masías y cultivaron sus tierras, sus ilusiones, sus sueños. Las hortalizas y legumbres, los campos de cereales, almendros y los frutales, las viñas y los algarrobos.

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