MUNDO Y APARTE Adriรกn Pancorbo
MUNDO Y APARTE Adriรกn Pancorbo
Š Adriån Pancorbo Edita:
ISBN: 978-84-16846-91-7 Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaciĂłn ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.
A ti, mamĂĄ, y a tus ojos verdes que tanto me han enseĂąado a colorear.
Índice Afonía.................................................................................. 7 Tiempo pequeño................................................................. 9 El Rincón de los Sueños Errantes....................................... 11 Madrugada irreversible....................................................... 13 Érase una vez....................................................................... 15 Los años torcidos................................................................ 17 Psicopático........................................................................... 19 Ni contigo, y sin mí............................................................. 21 Los días que te debo............................................................ 23 Le petit voyageur................................................................. 25 Frío....................................................................................... 27 Dualidad.............................................................................. 29 Viajes en tren....................................................................... 31 Quiet.................................................................................... 33 21:00.................................................................................... 35 Para dormir cuando no estés.............................................. 37 Las madrugadas están hechas para los soñadores............ 39 Cuánto te perdí mientras dormía....................................... 41 El viaje de vuelta................................................................. 43 Perdu.................................................................................... 45 Voz en off............................................................................. 47 London’s calling................................................................... 49 La vie est bleue.................................................................... 51 ·4·
Desenrédame....................................................................... 53 Y llegaste tú......................................................................... 55 Adiós.................................................................................... 57 (Des)intoxicación................................................................ 59 Time Lapse.......................................................................... 61 Bruit..................................................................................... 63 Inferno................................................................................. 65 La cama y tú......................................................................... 67 Tic-tac.................................................................................. 69 Vivo...................................................................................... 71 R u n a w a y......................................................................... 73 Días de verano..................................................................... 75 De tanto callar..................................................................... 77 Dondequieraquestés........................................................... 79 Equidistancia....................................................................... 81 Atardece............................................................................... 83 El otoño de tu cuerpo.......................................................... 85 Y ahora qué.......................................................................... 87 El viaje de última hora........................................................ 89 Desconocido........................................................................ 91 Y llovía y llovía..................................................................... 93 Caballo ganador................................................................... 95 Prêt-à-porter........................................................................ 97
Afonía
Éramos dos extraños. Un colchón de ciento cincuenta centímetros bajo el espejismo de kilómetros de ancho. Aquí, dentro, hacía frío. Sentía su espalda rozar contra la mía aún pareciendo estar inerte, exánime, espectral. Allí, fuera, la lluvia se apoderaba de la fría noche de invierno. Apenas detectaba el ruido y el tráfico de la ciudad, pero sí el del agua al rozar contra la gravedad. Un eco que retumbaba en las paredes de esta oscura habitación. Un rumor que me embriagaba, que me hacía levitar. Amaba los lóbregos y grisáceos días de lluvia. Y en aquel momento aquello era a lo único que amaba. Su cuerpo yacía junto a mí, pero él ya no estaba. Hacía tiempo que había dejado de existir, de sentir sus elocuentes ojos proyectados en mí, de tentar sus labios contra los míos, de escuchar su dulce y tenue voz deseándome las buenas noches. Ahora, éramos dos extraños. Dos extraños aprisionados en estas cuatro oscuras paredes. Aquello que sentíamos ya no existía. Aquellos que no éramos nosotros, en aquella ciudad que no era Madrid.
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Tiempo pequeño
“Señores pasajeros del vuelo JK343 con destino Nueva York, por favor embarquen por la puerta número 6. Buen viaje”. Ya han pasado veintidós semanas y aún sigue estallando en mis oídos el eco de todos los altavoces del aeropuerto anunciando que tenías que marcharte. Recuerdo que se me estremeció el estómago, como si me acabasen de dar la peor noticia del mundo. Si te soy sincero, no era la peor noticia del mundo, pero mi cabeza decidió desde entonces rememorar cada sílaba y reproducírmela a cada instante, torturándome, recordándome que te marchaste. ¿Sabes? París es diferente desde que te fuiste. Algunos edificios han cambiado de color. Ha llegado el otoño y todo se ha vuelto más sombrío. A veces, cuando quiero dejar de pensar, me marcho al aeropuerto y empiezo a contar aviones. Uno, dos, tres… Todos aterrizan y despegan, pero todos sin ti. Sé que no vas a volver, y aún así continúo imaginándote descendiendo de aquel avión, con esos pantalones tan feos de los que nunca conseguí que te deshicieras. ¿Quién me diría a mí que los acabaría echando de menos? Te sigo imaginando aquí sentado, junto a mí, contemplando cómo el “gran pájaro cargado de sueños”, como tú le llamabas, se eleva lentamente partiendo el viento en mil pedazos y desapareciendo entre aque-
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llas nubes colosales. ¿Recuerdas? Jugábamos a imaginar a dónde iría cada uno. Te fascinaba inventarnos en uno de esos enormes pájaros cargados de sueños, volando a miles de kilómetros del suelo, hasta llegar a una ciudad recóndita, de esas aún inexploradas llenas de animales extraños por todas partes, esas ciudades que te gustaban a ti. Querías cruzar el mundo, y prometimos hacerlo juntos. Ahora todo eso ya ha dejado de existir. Ya han pasado veintidós semanas. Hace ya tiempo que tú ya no estás aquí. Este viejo colchón aparenta ahora ser mucho más grande, y esta casa bastante más vacía. No sé si aún me recuerdas. Ni siquiera sé si algún día leerás estas palabras. Sólo quería decirte que hoy, veintidós semanas después, he decidido empezar a olvidarte. He decidido cambiar el pasado de plomo por un futuro sin gravedad. He dejado de llamarme nosotros. He dejado el club de las horas contadas, donde hace años que el tiempo se acaba. Quiero empezar a cambiar, a dejar de ser infeliz. Creo que es lo que tú quisieras que hiciese. París aún está triste. Sigue llorando por muchas cosas. Pero de vez en cuando sigo escuchando cómo el cielo respira. Y en esta casa aún están todas tus cosas apiladas en cajas, en mitad del pasillo. Creo que es hora de empezar el día. Prepararé café.
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El Rincón de los Sueños Errantes
Perdíamos el miedo a volar, a lo irreal, a aquello que nos censuraban de pequeños. Solíamos perder la noción del tiempo. El autocontrol. Las ganas de flaquear… Por perder perdíamos hasta la razón, y en las más inesperadas e improvisadas ocasiones en las que deberíamos haber sido los más cuerdos del mundo. Nos encantaba perderlo todo, desprendernos de lo material e irlo dejando por el camino, cuánto más lejos mejor, en un lugar donde no pudiésemos alcanzar con la vista, y llegar hasta perdernos incluso a nosotros mismos. Siempre elegíamos el mismo patrón: este desusado lugar abstraído e inexplorado que pocos antes se habían atrevido a pisar. Pero tú y yo… ¡bah! Tú y yo éramos los más valientes del universo. ¿Qué nos importaba el resto? Nada. Nos teníamos el uno al otro, estábamos juntos, codo con codo, y eso era el acto más valiente e impávido como tenebroso e ininteligible que cualquier persona cuerda pudiese llegar a desear alguna vez. Lo solíamos pasar como niños pequeños, perdidos en mitad de esta nada, en un universo equidistante y olvidado de aquella realidad. En un lugar con sus viejas historias esfumadas y con sus monstruos ausentes que hablarían de ello como “El Rincón de los Sueños Errantes”, no me preguntes por qué. Irreal. Ficticio. Ilusorio. Un lugar fingido. Un lugar que conocíamos bastante bien. Sólo tú y yo. Te solía preguntar por aquellos colores pintados en el · 11 ·
cielo, y que cada noche aparecían de entre la oscuridad. Me respondías: “No sé su nombre, pero siempre que estamos aquí suelen aparecer para darnos las buenas noches”. Me preguntaba si aquellas pequeñas cosas que brillaban manchando el cielo estaban ahí por nosotros como él me decía. Quizá fuera mentira, o quizá tuviese razón y hubiesen aparecido para ser testigos de que estábamos ahí, en aquel lugar ficticio. Pese a mis cientos de preguntas sobre qué era lo que nos rodeaba y el por qué, nunca las había llegado a formular en alto. No había sido necesario. Quizá estuviésemos en un lugar irreal, con personas desconocidas, historias esfumadas y monstruos ausentes, pero aquello no me importaba, ni siquiera aquellos seres que invadían la noche para “darnos las buenas noches”. Lo único que me importaba, es que estaba con él. El único que me hizo y me ha hecho soñar con un mundo paralelo y lejano de esta absorta realidad. Feliz navidad.
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Madrugada irreversible
Soy yo. Vuelvo a estar aquí. Delante de un nuevo papel en blanco que espera ser impregnado por cientos y cientos de palabras sin sentido intentando contar una vieja fábula. Una historia que te sobrexcite, que consiga evadirte de la existencia por unos minutos y con la que puedas inventar a tu antojo cada uno de estos antiguos versos. Podrás ayudarte de tu subconsciente para tomar las riendas y anteponerte sobre todos tus vagos recuerdos, reales o ficticios, y ser tú quien ponga nombre y apellido a uno de los mayores cuentos jamás contados por el hombre. ¿Cuál? Aquí es donde entras tú. Sí, tú. Es tan fácil como dejar la mente en blanco e ir inundándola con todo lo que puedas imaginar, con todas y cada una de las cosas que te hagan feliz. Pero eso sí, sin salirte de la historia que te estoy contando. Esta historia es heterogénea. Ajena a las demás. Yo tan sólo te doy el comienzo a cambio de que seas tú quien la termine. Esas son las reglas. Tu imaginación y tú sois los únicos dueños, y nadie os podrá desposeer de ni el más mínimo ápice. Aquí tú eres libre. Libre de ser quien quieras ser, e ir dondequiera que quieras ir. Aquí mandas tú. Sólo tú. · 13 ·
Y cuando menos lo esperes, este viejo y desusado papel en blanco se habrá convertido en una nueva historia. Tu propia historia. Ahora eres tú quién debe de ponerle nombre. Bienvenido al mundo de la irrealidad.
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Érase una vez
Érase una vez, una única y efímera vez, en la que los días y las horas se evaporaban conforme venían. A veces dóciles y torpes, a veces inasibles, como cuando lanzas una piedra al vacío y la ves desaparecer sin dejar una imperceptible huella o pista que muestre su recorrido. Los días se teñían de un vivo y vulgar color que me recordaba a las arrugadas y raídas gabardinas que vestía mi abuelo cada domingo de septiembre. Amanecía y oscurecía tan pronto como recuerdo, y tan tarde como quise recordar. Recuerdo el azul y el violeta, el naranja y el azufre. Érase una vez, una única y efímera vez, en la que despertaba frágilmente. En la que te encontraba cerca, tras abrir los ojos y tras volverlos a cerrar. Te veía dormir suave e inalterable, ajeno al mundo de afuera, sobre la derecha de mi almohada, y adivinándote a través de las luces de la ciudad que se filtraban por las rendijas de la ventana. Érase aquella vez, aquella única y efímera vez, en la que te podía respirar. En la que sentía tus ojos azul claro sobre las calles de más abajo. En la que cargaba cada despedida sobre mi espalda y en la que me aguantaba la respiración para no llorar. Te miraba. Te alejabas. · 15 ·
Te perdía. Aquel “quédate conmigo”, con el que te dejé marchar. Érase una vez, una única y efímera vez.
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Los años torcidos
Aquel verano, sí. No recuerdo de qué año, pero sé que fue hace más de diez. Lo sé porque en las pocas imágenes que me vienen a la cabeza como un boomerang me veo a mí con mucho más pelo, un poco más bajito, y con una cara angelical que hoy está demacrada por la soledad y la angustia. Desde entonces hasta lo que hoy conocemos como presente, todo es prácticamente desigual a como lo conocíamos. La gente reía y lloraba sin ningún tipo de pretexto y los había hasta quienes pensaban en voz alta sin tener cien mil miradas clavadas sobre la espalda. ¡Eran libres, amigo! ¡Libres! ¿Y ahora? ¿Dónde quedaron aquellos años? Aquí ya no queda nada. Esta ciudad irracional me carcome noche y día, día y noche, esperando engullirme una vez más entre sus desiertas y moribundas calles maltrechas; en bares desconocidos de calles cuyos nombres no consigo recordar; o si el dinero no me lo permite, algo que ocurre la mayor parte del tiempo, enclaustrado en algún banco del parque más cercano que lograse encontrar junto con una botella de anís. Eso nunca me ha faltado, amigo. ¡El anís! Mi mayor confidente. Por aquel entonces yo era un poeta, pero nadie lo sabía. Dedicaba mis días y mis noches a narrar historias para esta ciudad que tanto me odia. Inventaba fábulas, cuentos, mitos, leyendas... Todo lo que puedas imaginar. Los hacía vivir en unas doscientas páginas de papel usado, y · 17 ·
hasta los encontraba en las manos ajenas de todo aquel que se cruzaba en mi camino. Aquel verano fue mi cenit. Lo recuerdo muy bien. Me acuerdo de los niños que se abalanzaban sobre los cristales de las librerías más prestigiosas de la ciudad esperando poder leer alguno de mis cuentos, y a los no tan niños para conseguir uno de mis poemas. Pero todo es efímero, querido amigo. Todo. ¿Y... te cuento un secreto? Nadie supo jamás quién soy. Ven, siéntate aquí, ponte cómodo. Te contaré el porqué. Me llamo Mark. Mark Thompson. Y esta es mi historia.
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Psicopático
A cualquier persona le llaman loco. ¡Loco! ¡A mí! Vale. Es cierto que existen indiscutibles e innegables ocasiones en las que olvido el hilo de la conversación que manteníamos y la continúo con una que no se parecía en nada; que en otras circunstancias sonrío a aquellos desconocidos que me sostienen la mirada durante más de cinco segundos, o de diez, si estoy de buen humor; y que, en otras varias ocasiones, extraño pasear por la playa, sentarme en la orilla y coger uno o dos cigarros. Yo, que no fumo y que nunca he visto el mar. Pero no, no estoy loco. Loco sería si volviese a llamarte después de cuatro años con una coartada disfrazada bajo el único pretexto de escuchar tu voz. Lo estaría también, si quizá cada vez que pensase en ti al estar tumbado en mi cama, boca arriba, derramara una lágrima, una de esas que se suelen escapar sin avisar y se deslizan lentamente hasta mojarte los oídos. Lo seguiría siendo si, hipotéticamente, llamara a tu puerta para después huir por miedo a que vuelvas a verme. Y lo volvería a ser si continuara inventando e imaginando aquellos que hubiésemos sido tú y yo si ninguno de los dos hubiésemos sido nosotros. Si me llamaran loco por todo esto y por seguir recordándote, siempre fui el más loco del mundo. -Qué mala suerte la de aquel chico, sólo se cruza con maniáticos.
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