Ni un solo punto

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NI UN SOLO PUNTO

Belén Gutiérrez

Ilustraciones Ángela Sánchez



NI UN SOLO PUNTO Belén Gutiérrez Dedico este cuento, a toda mi familia y amigos que siempre están conmigo apoyando todo lo que hago.

A RRC (Asociación Red de Rescate Ciudadano de Sagra) ya que sin ellos nunca habría sido posible y a quien dono todos los beneficios obtenidos, para que juntos sigamos construyendo un mundo mejor más inclusivo y solidario. Y a una persona muy especial, que siempre me enseñó que da lo mismo los avatares que te encuentres en el camino, con tesón y trabajo los sueños que te propongas se hacen realidad. Muchas gracias a todos.


En un país llamado Marikitalia, vivía una comunidad de mariquitas. Todas ellas eran muy felices siendo rojas con puntitos negros en sus caparazones, se los contaban una y otra vez las unas a las otras y se divertían viendo que casi todas eran iguales, aunque algunas tenían más que otras.



Un día estaban todas esperando en la puerta de la casa de Florindo y Esmeralda, ya que iban a tener un bebé. Florindo y Esmeralda estaban muy nerviosos, era su primer hijo y estaban deseando ver su carita. Después de un buen rato de espera vino al mundo Griselda, una mariquita chiquitina y risueña. Pero Florindo y Esmeralda se quedaron un poco asombrados ya que Griselda había nacido sin un solo punto en su espalda, que era totalmente roja.




El resto de mariquitas que habían estado esperando fuera, al verla, miraron a Griselda extrañados, y empezaron a cuchichear entre ellos y a hacerse gestos: –¿Has visto qué rara es? –Seguro que su mamá ha comido algo que no debía… –O a lo mejor su papá no es de aquí… No callaban ni un segundo. Florindo se enfadó un poco al ver que Esmeralda se ponía más y más triste con los comentarios de los demás, pero aguantó, no dijo nada y atendió con educación a todo el que se acercaba a ver a su preciosa hija, para él no había otra más bonita en toda Marikitalia. Los días fueron pasando y Griselda se había convertido en una mariquita muy simpática y cariñosa con todo el mundo; le encantaba jugar, saltar, correr, y divertirse como a todos los pequeñajos de Marikitalia.



Se acercaba el día en el que Griselda tenía que empezar el cole, papá y mamá estaban un poco preocupados por tener que dejar a Griselda sola, algo que no habían hecho nunca, les daba miedo que se fijaran demasiado en ella. Pero no había nada qué hacer y el gran día llegó. Griselda estaba loca de contenta, iba a conocer a un montón de amigos. Se levantó muy temprano y fue a la habitación de sus padres para que se despertaran. Desayunó más rápido que nunca. Se colgó la mochila y salió corriendo de casa, no paró hasta que llegó al cole, ¡mamá y papá casi no podían seguirla! Cuando llegaron a la puerta… comenzaron de nuevo los comentarios, pero a Griselda parecía que nada le llegaba a sus oídos, ella seguía saltando y corriendo hacia la entrada.


Se despidió de papá y de mamá y entró en el “cole” con el que tanto había soñado. Cuando aquel día Griselda volvió del “cole” parecía que no estaba muy contenta, le preguntó a su mamá por qué ella no tenía puntos en su espalda. Su mamá le dijo que ella era especial y por eso su espalda era totalmente roja. Griselda no se quedó muy convencida y esa misma tarde con pintura se pintó los puntos de su espalda, que le quedaron muy bonitos, pero al salir con sus amiguitos empezó a llover y los puntos se borraron.



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