Quiero hacerte una pregunta

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QUIERO HACERTE UNA PREGUNTA La Tía Lechuga



QUIERO HACERTE UNA PREGUNTA La Tía Lechuga



A la memoria del yayo Ignacio, de las yayas Concha, Nieves y Consuelo; del lelo Isidro; de la iaia Ies, del avi Salvador, de la iaia MarĂ­a y del avi AgustĂ­; del abuelito Miguel; del abuelo Julio y de los iaios Rafael y Pilar.

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¡Qué coincidencia!

Un día me explicaron que once niños de once años, que vivían en lugares distintos y muy alejados unos de otros, hicieron exactamente al mismo tiempo la misma pregunta.

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¿Qué pregunta?

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¿Sabéis cuál es la primera letra? Bueno, obviamente, esta no fue la pregunta que hicieron los once niños. Pero, la primera letra es la A ¿verdad? Y es por eso que este cuento empieza en África porque empieza por la letra A. Y la primera historia será una leyenda zulú de allí, porque zulú empieza por la letra Z. A y Z, la primera y la última; alfa y omega, principio y fin. Y es que, precisamente, del principio y del fin tratan estas historias. ¿Empezamos?

Mbali, como ya sabemos, tiene once años y vive en África. Nunca para ni un instante. Pero, de repente, ese día, se quedó muy quieta, reflexionando muy seria y sorprendida. Después se fue en busca de su abuela y de sopetón le preguntó:

–Ugogo, siyafa ngani? ~8~


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La luz del recuerdo encendió los ojos de la abuela Themba. Llegó a ella de muy lejos, de muy atrás en el tiempo una historia zulú que le había contado su abuelo cuando era pequeña. La envolvió una viva nostalgia. Después las palabras llegaron a su boca y dijo:

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Unkulunkulu emergió del vacío y creó al primer hombre de la hierba. Mucho tiempo después envió al camaleón Unawabu a la Tierra para anunciar a la humanidad que eran inmortales. Sin embargo, el mensajero se detuvo a comer cerca de una mata y se retrasó.

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Unkulunkulu, que esperaba algún signo de gratitud, quedó muy defraudado. Así es que fue en busca de Intulo, la lagartija. Sabía dónde encontrarla, Intulo vivía solitaria en la espalda de la Luna, y la envió a la Tierra a anunciar a los hombres que eran mortales. La lagartija no se detuvo y consiguió transmitir su mensaje antes que el camaleón, decidiendo así, para siempre, nuestro destino.

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Amaia y Carlos son primos, también tienen once años y viven en Europa. Carlos en Corbera y Amaia en Terrassa. Ese día estaban de vacaciones y habían ido a visitar a su abuela Conchita a Barcelona. Carlos y Amaia siempre rivalizan y discuten, nunca se ponen de acuerdo. Estaban jugando en el ordenador ñiqui ñaca y chincha chincha como siempre… Y de golpe, se pusieron los dos de pie y se miraron sorprendidos. Habían conectado y… ¡de tal manera! que al hacer la pregunta sus atónitas voces se unieron y sonaron al mismo tiempo como si fueran sólo una:

–Yaya ¿por qué morimos?

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Los ojos de la yaya Conchita se humedecieron y los cristales de sus gafas se empañaron. Intuyó que detrás de esa pregunta estaba el recuerdo del yayo Ignacio. Hacía poco tiempo que se había muerto, inesperadamente, mientras dormía. Se secó las lágrimas y dijo: –Shakespeare, un escritor inglés, escribió: “Somos de esa sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra corta vida termina con un sueño”… Nacemos para morir, conocemos a personas para separarnos y conseguimos cosas para perderlas… No hay una vida completa. Hay sólo fragmentos. Hemos nacido para no tener nada, para que todo se nos escurra de los dedos… Todo termina y todo se olvida y así debe ser, porque si no sería una acumulación de cosas insoportable. Respiró hondo y continuó: –Os explicaré un antiquísimo mito griego.

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Las Moiras eran las diosas del Fatum o Destino. Eran tres hermanas hilanderas que personificaban la suerte que correspondía a cada cual en este mundo, escribían el destino de todos los hombres en las paredes de un enorme muro de bronce y nadie podía borrar lo que ellas habían escrito. Las tres Moiras: Átropo, Cloto y Láquesis regulaban la duración de la vida desde el nacimiento hasta la muerte para cada mortal con la ayuda de un hilo, que la primera hilaba, la segunda enrollaba y la tercera cortaba. El hilo medía la longitud de la vida y el corte fijaba el momento de la muerte. Hilaban lana blanca y entremezclaban hilos de oro e hilos de lana negra. Los hilos de oro significaban los momentos dichosos de la vida de las personas y la lana negra, los periodos tristes.

–Espero que vuestros hilos sean muy largos y que vuestros tejidos tengan muchas hebras de oro y muchos momentos felices. ¡Vivid la vida! Venid que os daré un beso. ~ 20 ~


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Indira vive en India. Tiene un temperamento dulce y activo. De mayor quiere ser acróbata. Ese día estaba en el patio de su casa trabajando. Elegía flores y las ensartaba en guirnaldas muy concentrada cuando, de repente, la pregunta llegó a su mente. Dejó caer la guirnalda, se levantó de un salto, entró en la cocina y dijo:

–Dàdà, hama kyò mara jàtè hai?

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