RELATOS ÍNFIMOS
Cuentos cortos y otras historias
Francisco Martínez
Francisco Martínez nació en 1962 en Moratalla (Murcia). Maestro de educación primaria, siempre ha sentido una gran pasión por la escritura. Especialista en microrelatos, también escribe artículos y algo de poesía. Parte de su obra la puedes encontrar en sus dos blogs: www.dejamequetecuenteblog. wordpress.com www.elblogdepacomartinez. blogspot.com
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Cuentos cortos y otras historias
Francisco Martínez
© Francisco Martínez
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ISBN: 978-84-15933-27-4 Impreso en España / Printed in Spain Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.
A Joaqui, mi compa単era de viaje
ÍNDICE DE RELATOS
1.
Caída en picado............................................................ 11
2.
La última cita............................................................... 13
3.
Cambio de planes......................................................... 15
4.
Nana para una madre.................................................. 17
5.
Cambio radical............................................................. 19
6.
Caperucita y el lobo (I)................................................ 21
7.
Caperucita y el lobo (2)................................................ 23
8.
Entre líneas.................................................................. 25
9.
La visitadora................................................................ 27
10. Relato número diez ..................................................... 31 11. El rescate...................................................................... 33 12. La plaza del ángel caído............................................... 37 13. La escena del crimen................................................... 47 14. Insectos........................................................................ 49 15. El holocausto de las palabras...................................... 55 16. El otro........................................................................... 57 17. Fuera de plano............................................................. 59
18. Blanca y radiante......................................................... 63 19. Veredicto final.............................................................. 67 20. Zapatos, ratones y calabazas....................................... 69 21. Solo de cuerda.............................................................. 71 22. Vuelta a clase............................................................... 73 23. El empleado del año..................................................... 75 24. La página en blanco..................................................... 77 25. El público...................................................................... 79 26. Terrores nocturnos...................................................... 81 27. Laberintos.................................................................... 83 28. El alquimista................................................................ 85 29. La última batalla.......................................................... 87 30. Los visitantes............................................................... 93
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CAÍDA EN PICADO
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Se quitó el calzado y se despojó de la ropa. Subió las escaleras pausadamente, como si fuese lo último que iba a hacer en su vida, con la mirada clavada en cada escalón, como si cada paso que le conducía al vacío fuese el último. Tantos esfuerzos, tantos sacrificios y todo estaba a punto de terminar, era cuestión de un segundo, tan sólo un instante y todo habría acabado. Cuando llegó al último peldaño respiró profundamente, avanzó unos pasos y miró hacia el abismo. Colocó cuidadosamente los pies en el borde y los dedos se curvaron aferrándose al filo del precipicio. Sus pupilas se dilataron, el cuerpo se tensionó y una sensación de angustia se apoderó por un instante de él. La multitud que se había congregado debajo gritaba, levantaban los brazos y gesticulaban en un vano intento de enviarle un apoyo desesperado, pero él parecía estar ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor, la realidad parecía detenerse y flotar como suspendida en una extraña atmósfera. Ya no podía volver atrás, la decisión estaba tomada, tan sólo era cuestión de dar
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un paso adelante y la gravedad haría el resto. Fue entonces cuando vio entre la multitud el rostro de su mujer abrazando fuertemente a su hijo, supo que no podía esperar más, y saltó. El alboroto del gentío que contemplaba la escena cesó por un instante, su cuerpo giró en el aire realizando una pirueta casi inverosímil para finalmente precipitarse en picado como una barrena: doble con tirabuzón, diez puntos, medalla de oro.
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LA ÚLTIMA CITA
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El teléfono sonó de madrugada. Cuando oí su nombre me llegaron a borbotones los recuerdos de aquellos maravillosos años en la Universidad, ella era sin duda la chica más popular del campus y yo, un triste estudiante de medicina que se moría por sus huesos. Después de treinta años no podía decir que no a aquella inesperada cita, al fin y al cabo ella fue mi gran amor de juventud. Treinta años, y allí estaba, desnuda y bellísima ante mis ojos asombrados e incrédulos. Tenía el mismo pelo castaño y ondulado cayendo sobre sus frágiles hombros, y aquellos profundos ojos verdes que tanto me hicieron soñar, sin embargo, su mirada estaba ahora helada y sin vida. Tras coserle el tórax y cubrirla con una sábana blanca le colgué una etiqueta identificativa en el dedo gordo de su pie derecho y volví a meterla en la nevera. ¡Maldita profesión de forense!
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CAMBIO DE PLANES
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Tras siete días de intenso trabajo creyó llegado el momento del descanso, sin embargo, la contemplación de aquel ser hecho a su imagen y semejanza le hizo recapacitar y volver sobre el teclado. Colocó el puntero sobre el icono «deshacer» y de esta manera el hombre fue eliminado de la pantalla. De nuevo dirigió el puntero sobre el mismo icono y cliqueó sobre él y desaparecieron los animales, otro clic y los peces se desvanecieron, y las estrellas, y la tierra. Finalmente fue describiendo círculos con su dedo medio sobre la superficie táctil de su portátil y dirigió la pequeña flechita sobre el botón de «inicio», desplegó el menú y pulsó sobre «apagar». El brillo satinado del monitor se fue desvaneciendo hasta que todo quedó sumido en la oscuridad, después plegó la pantalla y respiró profundamente. Quizás sería más prudente dejar La Creación para otro momento.
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NANA PARA UNA MADRE
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El viento del norte ulula sobre este reino de silencio y flores mustias. Las puertas del osario desvencijadas y herrumbrosas golpetean una y otra vez marcando el compás de un reloj cuyas agujas se detuvieron para siempre. Un ángel de piedra extiende sus alas sobre centenares de grises lápidas que nos hablan de historias breves como un suspiro, de diminutos instantes perdidos en el marasmo del tiempo. Sobre un montón de hojas secas, una niña vestida con su blanco trajecito de comunión canta una dulce melodía mientras mece una cunita. «Mamá me cantaba la nana más bella naciste de noche como las estrellas te quiero mi niña mi dulce lucero eres la estrellita más linda del cielo…» De pronto la niña mete sus diminutas manos entre las sábanas heladas y saca la cabeza de su madre. Después con
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pasitos inciertos se dirige hacia la tumba de su hermano y le pregunta: ¿Juegas conmigo a la pelota? La niña lanza la cabeza contra la lápida pero nadie se la devuelve. A continuación coge la cabeza con gesto aburrido, la coloca en la cuna y sigue cantando. «Mamá me cantaba la nana más bella naciste de noche como las estrellas te quiero mi niña mi dulce lucero eres la estrellita más linda del cielo…»
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CAMBIO RADICAL
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Las agujas dividieron la esfera de un viejo reloj despertador en dos hemisferios, eran las seis de la mañana de aquel seis de junio cuando su insistente y siempre repentino zumbido anunció el comienzo de un día más en la vida de Lucía Fernández. El reloj prosiguió durante un par de minutos con su estrepitoso bramido y luego, tan repentinamente como había comenzado, se detuvo. Lucía accionó el interruptor de la lámpara y una luz amarillenta fue cobrando vida a través de la desgastada tulipa al tiempo que los ojos de la muchacha se abrían lánguidamente. A continuación se levantó y puso en el fuego la ennegrecida cafetera mientras tomaba una ducha, miró de soslayo su cuerpo desnudo y maldijo la crueldad con la que el tiempo se había ensañado con ella en los largos años de dedicación a su madre, enferma y recientemente fallecida. Repasando su fondo de armario se percató de que la vida no se había detenido y sintió un repentino vértigo que la llenó por un instante de una profunda tristeza. Finalmente escogió un
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