Un cuento con mucho cuento

Page 1

Un Cuento Con Mucho Cuento Vicky Escobar



Un Cuento Con Mucho Cuento Vicky Escobar


Edita:

I.S.B.N.: 978-84-16414-16-1

Impreso en Espa帽a Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaci贸n ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito de la autora.


Dedicado a mis tres hijas y a mi fotocopia Rosamari por creer en mĂ­



Un Cuento Con Mucho Cuento



E

n un lejano país, había un rey muy bueno, inteligente y justo. Todo el reino lo quería, sabía escuchar a sus súbditos cuando venían a exponer sus quejas. El rey tenía un consejero con las mismas cualidades que él. Habían crecido juntos, más que su consejero era como su hermano. Ya sus antecesores habían crecido también en las mismas condiciones. El consejero tenía el título de Duque y tenía tres hijas muy guapas. Un día después de despachar los asuntos de Estado, como siempre, se quedaban a conversar de sus problemas particulares. Ese día, el rey le dijo: –Alejandro, te veo de un tiempo acá como distraído y preocupado ¿qué te pasa, mi buen amigo? Te conozco bien y algo te pasa por la cabeza ¿Qué te atormenta? Explícate, por favor, que me tienes preocupado. –Amo y señor... –le dijo al rey, el cual un poco molesto se dirigió a Alejandro y le dijo: –Yo no soy tu amo, sino tu amigo, y no tolero que en privado me llames señor y mucho menos tu amo. Para ti soy Carlos así que explícame lo que te pasa. –Tengo que pedirte un gran favor y un sacrificio. Se trata de mis hijas. –¿Qué les pasa a tus hijas, están enfermas? –No Carlos, todas ellas gozan de buena salud. Se trata de mi hija Sofía que anda tonteando mucho. –¿Con quién? –Con el conde Luis de Mendoza. –¡Válgame el cielo! –Respondió el rey llevándose las manos a la cabeza–. Pero… ¿ella está enamorada? –Lo sigue por todas partes –respondió Alejandro–. Apenas come, se está quedando pálida y ojerosa, habla muy poco y está siempre pensativa... ya no sé qué pensar. –Pues sí que es preocupante, ella ya está en edad casadera, pero con Mendoza… ¿No podría haberse fijado en otro? Ha tenido que ser Mendoza precisamente. Hay que reconocer que es un joven muy apuesto, simpático y muy atrayente y tiene a todas las jovencitas a su alrededor...

·9·


–Pero Mendoza... ¿Sabes que tiene varios hijos bastardos fuera y dentro del reino? –Sí, ya lo sé, estoy bien informado y es un pájaro de mucho cuidado. ¿Y él le corresponde? –Él hace como con todas. –Pues sí que es un problema, y grande. –Pues aquí no acaba todo, aún hay más. Hoy me he enterado por casualidad que mi hija Laura tontea con un capitán de la Guardia Real. –¿Con qué capitán? –Con el capitán Contreras. Es un buen chico, pero no pertenece a su rango. –Eso es cierto –respondió el rey– y la pequeña Yasmina, ¿tienes alguna queja de ella? –¡Hombre Carlos, Yasmina es aún muy pequeña, sólo tiene trece años! –Sí, pero se está convirtiendo en una joven muy hermosa. –Sí, es verdad, es el vivo retrato de su madre ¿Te acuerdas Alejandro de nuestras aventuras de juventud? –¡Claro que me acuerdo! Ahí fue donde conociste al gran amor de tu vida. ¡Qué bella era aquella mujer y cuánto te quería! –Era un amor puro y verdadero ¿Sabes Alejandro? Nunca he conseguido olvidarla, la llevo grabada en lo más profundo de mi ser. A veces me pregunto qué habrá sido de ese hijo que nunca pude tener en mis brazos. La vida es muy cruel... con esa mujer habría sido muy feliz. Pero no se puede tener todo, ser rey y tener a una cortesana como reina… eso era totalmente imposible. Yo te envidio Alejandro. Tú, en cambio, supiste elegir a la mujer adecuada y fuiste muy feliz. –Sí, pero la felicidad duró poco, Carlos, Dios se la llevó demasiado pronto dejándome solo con tres hijas y una casi recién nacida. Fue muy duro, me partió la vida en mil pedazos. –Sí, de acuerdo, pero sin apenas darte cuenta tienes ahí tres hijas como tres soles y en cambio yo no tengo nada. María es una gran mujer, lo reconozco, me asignaron una buena reina, pero no tengo descendientes. Yo la quiero y la respeto, pero no puedo sentir el amor que sentía con

· 10 ·


Carmen. Por más que me empeño en ello no lo consigo. El pueblo pide un heredero. Es obvio que no es mi culpa, pero ahí está. –Pues tu hermano te está pisando los talones, anda con mucho cuidado, Carlos. –Lo sé, pero al no tener descendientes le pertenece por derecho propio, aunque eso sería un caos, pues además de ser un embustero, es un egoísta ambicioso. –Si él reinara, el reino se iría a pique. Todo lo que tú has creado, él lo haría pedazos en un abrir y cerrar de ojos. –¡Eso es lo que más temo! Si María me diera un hijo... Así acabó la charla de ese día. Cuando Alejandro se encaminaba a sus dominios se topó de bruces con el Conde Mendoza, se saludaron cortésmente y cada cual siguió su camino. Qué sorpresa se llevó cuando entró en su recinto y se encontró a su hija Sofía llorando amargamente y la pequeña Yasmina consolándola. Le preguntó: –¿Qué te pasa, hija mía? La pequeña Yasmina más rápida que el rayo le respondió: –Padre, se ha enfadado con el Conde Luis de Mendoza y por eso está llorando. –¡Cállate! –Le dijo su hermana– ¡Tú no sabes nada! –¿Qué ha pasado aquí? ¿Hija qué te pasa? ¿Estás enamorada de ese hombre, verdad? Al Conde es mejor que lo olvides, no es el hombre adecuado para ti. Tiene palabras para todas las jóvenes del reino y también fuera de él. No es una persona de fiar, créeme. Anda cariño quítatelo de la cabeza que ya encontrarás a una persona que sea digna de ti. Anda vete a la cama y piensa un poco en lo que te he dicho, mañana verás las cosas de otra manera. A la mañana siguiente el ama, Dolores, entró en la habitación de Sofía, y aún estaba llorando, –¡Por el amor de Dios, Sofía! ¿Aún estás llorando? hija mía, esto no puede seguir así; no tendré más remedio que decírselo a tu padre. Este hombre no merece una lágrima tuya, vale más que lo olvides. Engatusa a las más hermosas, y, luego las deja abandonadas, eso contando que

· 11 ·


nos las deje embarazadas. Venga a levantarse, que ya es hora, tu padre ha preguntado varias veces por ti, yo ya no sé qué decirle, así que vístete rápido y baja a desayunar. Dolores, bajó sin prisas, para dar tiempo a que Sofía se arreglara, se acercó a su señor y le dijo: –Señor, enseguida baja, se le han pegado un poco las sábanas; al parecer ha pasado mala noche, es normal después de un disgusto así… pero bueno, ya se le pasará. El hombre no dijo nada, siguió serio. Cuando Sofía bajó, no le dijo nada, se limitó a tomar su desayuno. Después se dirigió a la sala de conferencias para despachar junto con el rey los asuntos diarios. Cuando se quedaron solos, el rey le invitó a pasear por el jardín privado. Éste estaba lleno de flores preciosas y muy olorosas y lleno de vegetación, después de un largo paseo, comentó el rey: –Vamos a la glorieta, allí estaremos más tranquilos. Bueno, Alejandro, ¿qué conclusión has tomado con respecto a tus hijas? –Carlos, la decisión que he tomado no te va a gustar, te aseguro que a mí tampoco, pero no he podido dormir esta noche dándole vueltas a la cabeza, y lo que he decidido es alejarme del reino durante una temporada. Aún no sé ni cómo ni dónde, pero creo que es lo más acertado. El rey se quedó parado si saber qué decir, cuando volvió en sí dijo: –Pero… ¿tú has pensado bien lo que me has dicho? –Claro que sí, señor. –¡No me digas más señor, Alejandro! Ya hablaremos mañana, puede que esta noche lo pienses un poco mejor. Y dando media vuelta lo dejó solo y se fue directamente a sus aposentos. El rey aquella noche no pudo conciliar el sueño; toda la noche se la pasó dando vueltas y más vueltas al asunto que tanto le preocupaba, no sabia de qué manera podía retener a Alejandro, le necesitaba tanto que no se hacía a la idea de prescindir de él. Por otro lado se sentía egoísta, ¿qué no hubiera dado él por el hijo que tenía perdido? porque en el fondo de su corazón, sentía que su hijo estaba vivo, hasta era capaz de renunciar al reino. Así que siguió pensando… “¡soy un egoísta, soy un egoísta!”.

· 12 ·


“Mañana hablaré con él, y le daré mi permiso para que se ausente una temporada lo más corta posible, hasta que a las niñas se les pase el enamoramiento que seguro será breve”. –Se dijo. Con este último pensamiento, el rey cayó en un profundo sueño. Alejandro estaba muy preocupado con el comportamiento del rey; éste era por naturaleza muy comprensivo, y esta actitud (un poco egoísta, pensaba él) le desconcertaba, pero ya tenía sus ideas bien claras y seguiría adelante con su plan trazado. Se quedó dormido tranquilamente y sin más preocupación. Cuando se despertó ya era más tarde de lo habitual. Se pegó una ducha rápida, desayunó con sus hijas, y se marchó decidido a despedirse del rey. Entró en su despacho privado, y le dijo: –Carlos, tengo que hablarte de una cosa. El rey le interrumpió diciéndole: –¡No me digas nada! ya sé lo que me vas a decir. Te conozco demasiado bien y ya sé la decisión que has tomado, y he de decirte que yo en tu lugar haría lo mismo, pero eso sí ¡por el amor de DIOS! que sea lo más corta posible, ni qué decir tiene que me dejas totalmente colgado. Y ahora por favor, ayúdame a elegir quién será mi ayudante durante tu corta ausencia. –Carlos, yo he pensado que el conde Pedro te será de gran ayuda, es una persona honesta muy platicadora y servicial, éste no te traicionará. –¡Qué casualidad!, yo había pensado lo mismo, bueno puesto que los dos hemos pensado en la misma persona, no se hable más. Mañana tú mismo le pondrás al corriente de todo. El rey dijo. –¿Y tu hija, por qué no se ha encaprichado en Pedro? y así no tendríamos que mover tantas fichas. ¡Esta juventud...! –¡El caso, Carlos, es que aún no les he dicho nada a mis hijas pero… ¡está decidido, a final de semana marcharemos, cuanto antes mejor! Estos días los dedicaré a ultimar detalles. Se despidieron con un ¡hasta mañana! Durante la cena, el Duque le habló a sus hijas: –Hijas mías. Os tengo que dar una noticia. Por el bien de toda la familia y también por el rey, hemos de hacer un viaje.

· 13 ·


Las hijas se quedaron paradas, menos Yasmina, que preguntó: –Padre, ¿cuántos días estarás ausente? –Hija, no me he expresado bien, cuando digo por el bien de la familia me refiero a todos nosotros –dijo Alejandro. Las mayores pusieron mala cara, Yasmina volvió a preguntar: –¿Cuándo, padre? –El sábado, así que tenéis tres días para despediros de vuestras amigas. –¿Y cuánto tiempo estaremos? –Volvió a preguntas Yasmina. –Creo que no mucho, sólo el necesario. A la mañana siguiente Alejandro madrugó bastante, pues tenía muchos asuntos pendientes y muy poco tiempo, pero él quería quitar a sus hijas de en medio lo antes posible. –Primero tengo que ir al encuentro del conde Pedro y ponerle al corriente de su nuevo cargo, no sé cómo lo tomará, pero no va a defraudar al rey, sino todo lo contario. Se llenaría de orgullo; ser el ayudante del rey era un reto bastante fuerte, pues ocupar el cargo que ocupaba ahora Alejandro, era algo muy grande. Cuando iba al encuentro del Conde Pedro, éste estaba parado con varios amigos de igual posición, al ver que Alejandro se acercaba se apartó un poco y haciendo una mini reverencia, le dio unos buenos días muy efusivo. Alejandro inclinó un poco la cabeza y así correspondió al saludo. Se acercó un poco más y le dijo: –Conde Pedro, no corre prisa, cuando termine con sus amigos, venga a verme , tengo que hablar con usted de un asunto de suma importancia, pero tómese su tiempo. Diciendo esto, se marchó a la sala de reuniones para reunirse con el rey, que estaba solo. Alejandro le dio los buenos días y se sentó a su lado, como era de costumbre. –Ya le he dicho al Conde Pedro que quiero hablar con él, ¿o prefieres hablar tú? –¡No, no! Eso es cosa tuya –respondió el rey.

· 14 ·


–Bueno, pues siendo así me marcho, le he dicho que viniera a verme cuanto antes, este asunto lo he de liquidar esta misma mañana; tengo poco tiempo y mucho que hacer. Dicho esto se despidió del rey y se marchó a su despacho. En ese preciso momento llegaba el Conde Pedro: –Señor –le dijo a Alejandro–. ¿Qué asunto es ése que requiere tanta urgencia? –Siéntese Pedro –comenzó a contar–. Por un asunto familiar me tengo que ausentar del reino por una temporada, por orden del rey, ya que soy su intermediario. El Rey tiene a su disposición, por suerte, muy buenos consejeros, eso ya lo sabemos todos, pero aparte él necesita un confidente que siempre esté a su servicio, que lo escuche, le aconseje en los casos conflictivos, compartir con él todas sus preocupaciones, que son muchas. ¿Entiende lo que le estoy diciendo, Conde Pedro? –Creo que sí señor , pero por favor, sea más explícito. –Bueno, en resumen, usted ocupará mi lugar. –¿¡Yooo!? –Exclamó el Conde. –Sí, ha oído bien. De todo el reino, y lo hemos discutido mucho, es usted la persona más adecuada, es usted muy honrado, justo, no tiene líos de faldas y… sobre todo ama y es fiel a su rey. ¿Le parecen poco las cualidades? –Pero señor… yo no sé si podré estar a su altura, es usted tan competente, que se dice que no hay quien lo iguale. –Pedro, eso son sólo habladurías. No haga caso a lo que dicen por ahí, cuando se tiene poco qué hacer la gente se inventa cosas, y además las exageran, así que no dé crédito a esas habladurías. Mañana venga a verme bien temprano, que hay muchas cosas que aprender. Dicho esto, el Señor Alejandro se levantó, dando por terminada la conversación. Aunque volvió a decir: –Un favor Pedro, de momento no diga nada a nadie, ni siquiera a su mejor amigo, ¿De acuerdo? –Doy mi palabra. Se estrecharon las manos y aquí quedó todo.

· 15 ·


Alejandro fue a reunirse con el rey, éste al verlo entrar se extrañó de verlo tan pronto. –¿Qué ha pasado Alejandro, que vienes tan pronto? –preguntó–. ¿Quizás no ha aceptado el cargo? –Se lo he propuesto de tal manera que no ha tenido más remedio que aceptar. –Bueno amigo mío, lo que tú haces bien hecho está. ¡Cuánto te voy a echar de menos, amigo mío! Estaré contando los días hasta tu regreso. ¿Qué voy hacer sin ti? –Te acostumbrarás Carlos, te acostumbrarás y, antes de lo que piensas. El Conde Pedro para ser tan joven, es muy responsable. Está muy pendiente de su madre, cuidándola al máximo. Le da mucho cariño y siempre está atento con ella. No se empareja con mujer alguna, mientras su madre viva. Él piensa que le robaría tiempo de cuidarla, no podría complacer a las dos al máximo, piensa que dado a su juventud ya tendrá tiempo más que de sobra, y esto le honra, aparte de otras cualidades que ya hemos discutido. –Bueno Carlos, me gustaría estar más tiempo contigo, pero ya sabes lo apurado que estoy de tiempo. Mañana vendré pronto. He de poner al corriente de todo lo que hay pendiente antes de irme, que no es poco. Hasta mañana Carlos. –Hasta mañana Alejandro. Alejandro marchó a casa de su hermano. Después de los saludos de rigor, Matías, extrañado de ver a su hermano en su casa y a esa hora tan poco habitual, le dijo: –Hermano, ¿qué haces por aquí a esta hora tan temprana, ocurre algo? –No Matías, no ocurre nada, sólo quiero hablar contigo. Te quiero pedir un gran favor. –Pues tú dirás. ¿De qué se trata este favor tan grande? –Tengo que ausentarme del reino durante un tiempo. Aún no sé cuanto tiempo será, procuraré que sea lo más corto posible, y durante mi ausencia, me gustaría que te cuidaras de mis asuntos particulares y de todas mis pertenencias. ¿Puedo contar contigo? Ya sé que lo que te pido es mucho, pero eres la persona más indicada para este trabajo. Quiero que durante yo esté ausente, te cuides de administrar mis bienes, que mi

· 16 ·


casa siga igual que si yo estuviera, la servidumbre reciba sus honorarios mensualmente y que mi palacete esté siempre en orden, pues yo en cualquier momento puedo regresar sin que me dé tiempo en mandar aviso, y quiero que a mi regreso mis hijas encuentren todo como se lo dejaron. –¡Ah!, pero… ¿tus hijas también se van? –¡Pues claro!, mis hijas vienen por delante. A mi regreso ya te compensaré. ¿Estás dispuesto a tanto trabajo y sacrificio, hermano? –Eres mi único hermano y… ¿cómo no voy hacer esto por ti? ¿Cuándo marcháis? –El sábado. –¡¡Madre del cielo, sólo faltan dos días!! –Exclamó Matías. –Bueno, primero tienes que contar con tu esposa por si ella no está de acuerdo... Esta noche dame la respuesta, para yo saber a qué atenerme. –Dijo Alejandro. Y se marchó a su palacete. Sus hijas estaban llenando baúles y discutiendo lo que se llevarían o no. Yasmina tan habladora como siempre, al ver a su padre entrar, le dijo: –Padre, ya me he despedido de mis amigos, todos se han quedado un poco tristes pues les ha caído de sorpresa la marcha, ¡toma, y a mí también!, me han preguntado que a dónde vamos, y les he dicho que no lo sabía, ¿sabes qué ha pasado? que se han reído, se piensan que no lo he querido decir, y… a propósito, padre ¿se puede saber a dónde vamos? –Hija, ni yo mismo lo sé. Iremos a descubrir nuevos horizontes, ¿te gusta? ¡A mí sí, qué bueno! ¿Y a vosotras qué os parece, hijas mías? Ya sé que para vosotras se va hacer un poco duro, pero para mí va a ser mucho más. Dolores entró en el salón y dirigiéndose a su señor le dijo: –Señor, ya casi todo esta empaquetado. ¿Desea algo más el señor? –No, Dolores, si todo lo has hecho como te indiqué no hace falta más. ¡Ah, sí!, otra cosa, reúne al servicio en la sala pequeña que quiero que sepan cuál es la situación. –Enseguida –contestó Dolores, y se marchó. –Padre –dijo Sofía– ¿no estaremos mucho tiempo, verdad? –Sólo el necesario, hija mía –le contestó el padre –. ¿Por qué lo preguntas?

· 17 ·


–No, sólo quería saber el tiempo que estaremos ausentes para saber qué ropa he de llevar. –Sofía, coge sólo lo imprescindible, lo que te haga falta. Ya compraremos por el camino. Laura que hasta ese momento no había dicho nada dijo: –Padre, ¿todos los criados vendrán con nosotros? –No hija, no vendrá ninguno, sólo Dolores y Juan, ya que son como nuestra familia, a estos no se les puede catalogar como criados. –Entonces, padre, cuando necesitemos servicio ¿qué haremos? –Por eso no tenéis que preocuparos, ya tomaremos cuando haga falta. ¿Ya os habéis despedido de todos vuestros amigos? –Sí padre, pero Sofía no se ha despedido del Conde Mendoza –indicó Yasmina. –Hija mía, mejor que no lo hagas, el Conde se casará en breve con la Marquesa del Copete; es fea, destartalada y algo mayor que él, pero tiene algo a su favor: tiene muchísimo dinero, y ése es su único atractivo, aunque esta mujer será una desgraciada, pues en el momento que se case, el Conde seguirá con sus andadas, que no son pocas, así que no quiero oír más el nombre de este sinvergüenza, ¿está claro? y además el rey lo mandará fuera del reino en cuanto empiece a hacer trastadas. En ese momento entró Dolores anunciando la visita de su hermano. –Hazlo pasar a mi despacho privado –le indicó. Cuando estuvieron a solas su hermano le dijo: –Bueno hermano, vengo a decirte que puedes irte tranquilo, he consultado con Yosefi, y está encantada, así que no hablemos más. Todo se hará según lo acordado, así que venga dame un fuerte abrazo. Los dos se estrecharon cariñosamente. –¿Dónde están las niñas? Quisiera despedirme de ellas. –Por supuesto –le dijo Alejandro–. Venga, vamos a verlas. Las niñas se alegraron mucho de ver al único tío que tenían, abrazó a las tres por igual y, deseándoles buen viaje y mucha suerte, se despidió. El día de la marcha, bien temprano, El Duque Alejandro se dirigió a los aposentos del Rey, éste se estaba tomando su desayuno.

· 18 ·


–Ya es la hora de marchar, Carlos, créeme que lo siento muchísimo, pero ha de ser así. –Bueno no nos pongamos melancólicos, ya está hecho. Dile a las niñas que vengan ahora, quiero despedirme de ellas. –Por supuesto –dijo Alejandro a su amigo. Diciendo esto se levantó y se dieron un fuerte y largo abrazo. Después las niñas fueron todas a despedirse del Rey. La pequeña Yasmina corrió hacia él dándole un par de besos en las mejillas. –Tío Carlos, me da mucha pena no poder jugar contigo durante este tiempo. –Y yo, querida niña, te voy a echar muchísimo de menos. –Bueno, papá dice que será como un cambio de clima y pasará pronto. –Eso espero, mi niña, eso espero. Después de decir esto fue a una mesita, abrió un cajón y de él sacó tres envoltorios, se los dio a las niñas y dijo: –Esto que os doy, es para que lo llevéis puesto hasta vuestro regreso. Les puso al cuello una cadenita de oro con una perla rosa y el nombre de cada una: –Prometedme que siempre lo llevaréis –dijo el Rey. –Prometido, tío –le respondieron las tres a la vez. Lo abrazaron a la vez y se despidieron. Rompiendo el alba, salieron del castillo seis personas, todas ellas en silencio y casi llorando, no sabían qué rumbo tomar hasta que el Duque decidió seguir el camino más recto. Las niñas preguntaron a su padre a qué ciudad irían, y éste dijo: –No os preocupéis, que a algún sitio iremos que estemos todos bien. ¿De acuerdo? Así que dejaos llevar. Se les echó la noche encima, y las niñas estaban cansadas y con hambre. –¡Mira, padre!, ahí hay una posada, ¿paramos? –dijo Yasmina. –De acuerdo –dijo él . Entraron y Dolores preguntó si tenían habitaciones disponibles para seis personas, sólo para pasar la noche. El posadero le respondió que to-

· 19 ·


das estaban disponibles, puesto que era temporada baja, y en esta época viajaba poco personal, así que eligieron las que quisieron. –A las ocho se sirve la cena, pero si ustedes tienen ganas, les puedo preparar algo de inmediato –dijo el posadero. –Padre, yo creo que deberíamos esperar, y tomar una buena cena ¿no os parece? –dijo Sofía. –¡De acuerdo! –dijeron todos a la vez. Después de una suculenta cena, todos se fueron a dormir. A la mañana siguiente, después de un abundante desayuno, emprendieron de nuevo la marcha. Estuvieron viajando durante varios días. Comieron en sitios muy diferentes y comidas muy variadas, a cual más rica. Las niñas estaban contentas, les gustaba ese cambio de vida. Así que después de mucho deambular, llegaron a una pequeña ciudad en la que todos los habitantes eran de un color chocolate. Yasmina dijo: –Padre, esto a mí no me gusta nada. –¡Verdad!, nos miran como si fuéramos bichos raros. –Claro hija, si vieras entrar por el castillo seis personas de color diferente al tuyo, también les mirarías raro, pero no os preocupéis, que no nos va a pasar nada. Pero Yasmina le dijo: –Yo tengo una amiga que su padre leyó un libro en el que los negros se comían a la gente cruda. –Hija, no hagas caso a las habladurías del reino, esto es África y son tan civilizados como nosotros, salvo que ellos tienen otras costumbres. Mira, vamos a entrar en esta tienda y preguntaremos dónde pasar la noche y cenar, ¿os parece bien? No estaban muy convencidos, pero entraron, se dirigieron al mostrador y, después de los saludos de rigor, el Duque preguntó: –¿Habla usted mi idioma? –Sí, señor ¿qué se le ofrece? –dijo el dueño de aquel sitio. –Quisiera saber dónde podemos pasar la noche, y cenar ¡claro!

· 20 ·


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.