El factor Lázaro

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El factor Lรกzaro Dedicado a Lรกzaro de Betania, primer siglo AD. Giotto di Bondone, siglo XIV AD. y Dallas Willard, siglo XXI AD.


El factor Lázaro © 2012 por Stephen W. Smith Publicado por Editorial Patmos, Miami, FL EE.UU. 33169 Todos los derechos reservados. Publicado originalmente en inglés por David C. Cook, 4050 Lee Vance View, Colorado Springs, CO 80918, E.U.A., con el título The Lazarus Life © 2008 Stephen W. Smith A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de la versión Reina-Valera 1960, © 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducido por Wendy Bello Diseño de portada por Wagner Leonardo Francia Proyecto Gráfico y diagramación por Wagner Leonardo Francia ISBN 10: 1-58802-433-4 ISBN 13: 978-1-58802-433-6 Categoría: Vida Cristiana Impreso en Brasil Printed in Brazil


Contenido

Agradecimientos................................................................................. 8 Capítulo 1 Yo soy Lázaro: Encontrar nuestro lugar en la historia........................... 11 Capítulo 2 El Jesús que se demora: Esperar por su presencia...............................23 Capítulo 3 Atrapado en la tumba: Cuando la vida llega a un callejón sin salida.......39 Capítulo 4 La voz del amor: Escuchar a su Salvador llamarlo por su nombre..........57 Capítulo 5 El hedor de la transformación: Las realidades sucias........................... 79 Capítulo 6 Caminar hacia la vida: Escoger salir de la oscuridad.............................95 Capítulo 7 Poner nombre a las vendas: Reconocer las cosas que le atan.............111 Capítulo 8 Quitar las vendas: Aceptar la ayuda de una comunidad que ama........131 Capítulo 9 Vivir en la luz: El poder de tu transformación......................................147 Capítulo 10 La vida: Experimentar la transformación para toda una vida............... 163


AGRADECIMIENTOs

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scribir un libro ordinario sobre un tema tan extraordinario ha sido una travesía incomparable para mí. Ha sido emocionante y agotador. Hace muchos años que conozco de Lázaro, como tal vez le suceda a usted. Pero no fue hasta que estuve hojeando un libro de arte que vi, como si fuera por primera vez, más de lo que yo había visto nunca antes en el relato del evangelio de Juan. Página tras página de pinturas revelaban a Lázaro saliendo de la tumba. Artistas primitivos, medievales, renacentistas y modernos trataban de transmitir en el lienzo lo que Juan decía en su evangelio. Cada pintura cuenta una parte diferente de la historia, pero todas dicen la misma cosa: ¡La vida de Lázaro es posible! Juntos, las pinturas y el evangelio, formaron para mí una especie de película que podía ver en cualquier momento que quisiera o que lo necesitara. Comencé a verme en las pinturas, especialmente en la de Giotto di Bondone incluída en este libro. A Giotto se le reconoce como un pionero porque estuvo entre los primeros pintores italianos que dio estado de ánimo, expresiones y emociones a sus pinturas. Se le reconoce mundialmente como una figura importante del movimiento plástico renacentista italiano. Según Giotto pintó la historia de Lázaro, algunos de los observadores tienen halos; otros no. Algunos se alejan de Lázaro, otros lo tocan. Algunos adoran, otros dudan. Lázaro está presente, por supuesto, pero apenas vivo y envuelto por completo en las terribles vendas. Es como si Giotto estuviera decidido a ponernos a cada uno de nosotros allí, justo en medio de la historia, parados junto a Jesús y a


Agradecimientos

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Lázaro en algún escenario particular de nuestra travesía espiritual. No creo que alguna vez “terminaré” con Lázaro. Espero que usted tampoco. Cuando descubrí algunas de las perspectivas que Lázaro nos ofrece, comencé a dar charlas, a predicar sermones y a usar a Lázaro como una herramienta para ayudar a las personas a comprender cómo sucede realmente la transformación. Los resultados eran casi siempre tan alentadores que empecé a entender que había algo a lo que yo necesitaba prestar atención y desarrollar más. Estoy en deuda con cada artista que pintó y cada escritor que haya escrito alguna vez una palabra sobre este hombre extraordinario llamado Lázaro. Cada uno de ustedes me ha ayudado de una manera significativa. Tuve el privilegio de trabajar con varias casas editoriales para decidir la mejor opción para El factor Lázaro. Al final escogí a David C. Cook para publicar este libro [versión en inglés], y me alegra mucho haberlo hecho. Me interesó David C. Cook en particular por su compromiso con la iglesia local, un lugar en el que he vivido y al que he tratado de ayudar durante toda mi vida laboral. Mi profundo agradecimiento al equipo de David C. Cook por creer en este proyecto y por ofrecerme a John Blase como editor, quien elaboró las palabras cuando yo estaba atascado o asustado y quien pulió todas las demás palabras. Tú soñaste el sueño junto conmigo, y juntos vemos surgir entre los dos algo más que un libro. Agradecimientos especiales a Elisa Fryling Stanford, quien pasó horas conmigo desarrollando los capítulos, poniendo lo que faltaba y aumentando mi propio entendimiento de El factor Lázaro. Ambos comprendimos que La vida como Lázaro pareció adquirir una vida que era más grande, más profunda y más amplia que las palabras en una computadora o en una página impresa. ¡Que así sea! Mientras escribía este libro me han acompañado amigos queridos que no sólo conocen la transformación sino que para mí son trofeos de la transformación. Entre ustedes están: Rick Campbell, John y Denise Kapitan, Chuck y Kim Milisap, Sean y Kathy Buchanan, Lea y Susie Courtney, Russell y Kate Courtney, Jim y Renee Hughes, Frank Rudy, Bob y Sherry Sprotte Jim y Leta Van Meter Scott y Beth Shaum, y Greg e Yvonne Meyer. Le debo mucho a los que dan su apoyo al ministerio Potter’s Inn.


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Ustedes nos acompañan fielmente y con generosidad apoyan el ministerio continuo de nuestros retiros, cuidado espiritual y el desarrollo de recursos importantes como este. Las historias de este libro son todas reales pero se han cambiado los nombres para proteger a los culpables ¡y a los transformados! Cada persona que se ha sentado conmigo y que ha conversado conmigo en realidad se ha convertido en un mentor para ayudarme a comprender mejor al Jesús que se demora, los vendajes malolientes y el milagro constante de la transformación. Gracias. Agradecimientos especiales a los lectores que no sólo leyeron el manuscrito sino que ofrecieron su perspectiva sobre cómo fortalecerlo. En mi viaje de transformación he encontrado acompañantes, algunos literarios y otros en la carne, quienes han caminado conmigo y se han apoderado de mis propios vendajes y me han acercado a Jesús. Ustedes son: Craig y Beryl Glass, Paula Rinehart, Dallas Willard, David Benner, Henri Nouwen, Ray y Lynn Walkowski, Michael y Hallie Doyle, Gloria Smith Schwartz (mi querida hermana), Gwen H. Smith (mi amada esposa), y Blake, Jordan, Cameron, y Leighton Smith (mis hijos tan queridos). También quiero dar gracias a mis padres, Sonny y Rena Smith, por ayudarme a comprender mi deseo más profundo y mi mayor necesidad: experimentar una transformación real. Stephen W. Smith Potter’s Inn en Aspen Ridge Divide, Colorado


capítulo Uno

YO SOY LÁZARO: ENCONTRAR NUESTRO LUGAR EN LA HISTORIA Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania…

—como lo contó Juan, el discípulo amado, en Juan 11:1

• Todos tenemos el alma enferma y necesitamos transformación. • La transformación no viene por ganar amor. Viene por ser amado. • Sólo Jesús nos ofrece la vida que anhelamos. • La historia de Lázaro es la historia de la vida cristiana.

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o soy Lázaro. Y creo que usted también lo es. Su historia es nuestra historia. Me gustaría invitarle a entrar conmigo a esta historia, una historia que estoy seguro usted llegará a ver como propia, como yo he llegado a verla como mía. Es la historia continua de alguien que está experimentando transformación. Alguien que necesita un milagro para ser completo. El factor Lázaro es la historia de nuestro deseo de tener un cambio profundo y duradero. Pero es algo más, mucho más. La historia es una invitación a vivir pero esta invitación resultará ser como ninguna otra que usted haya recibido jamás. Al aceptar esta invitación veremos a Lázaro debilitándose y cada vez más desesperado por curarse, nos pedirá que evaluemos nuestra propia condición espiritual. Cuando todos los esfuerzos de amigos y parientes para convencer a Jesús de que aparezca y arregle la situación fracasen, se nos invitará a explorar los resentimientos escondidos en nuestros propios corazones en contra de un Jesús que no siempre llega a tiempo, y en contra de nuestra propia comunidad de familiares y amigos bien intencionados que a menudo nos fallan. Cuando Lázaro muera y lo coloquen en una tumba, aparecerá una invitación para asomarnos a los lugares oscuros de nuestras propias vidas, los lugares oscuros que nos mantienen enterrados cuando anhelamos una vida nueva. Cuando Lázaro escuche una voz, y no cualquier voz sino la voz de Jesús, nosotros también podemos aprender a escuchar esa misma voz hoy cuando nos llama para que salgamos afuera. Así como Lázaro se “desenreda” de su situación, nosotros podemos salir de la nuestra, incluso si se trata de un proceso desagradable. Cuando Lázaro salga de la tumba envuelto en los vendajes, examinaremos los “vendajes” de nuestras vidas, como el rechazo propio, el temor, la culpa y la vergüenza, y la desilusión que nos impiden tener un vigor espiritual renovado. Y cuando Lázaro entre a esta vida nueva, resucitada, veremos un asomo de la vida a la que Jesús nos invita hoy; la vida peligrosa, gratificante y poderosa de la transformación. La historia de Lázaro trata de anhelos y logros. Trata de expectativas no cumplidas y de desilusión con Dios. Trata de vencer obstáculos. Tiene que ver con enfrentar nuestra desilusión para poder seguir adelante. Trata


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de libertad y vida. Sí, ¡Vida! La vida que Jesús describió cuando dijo: “yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Tal vez estamos agotados por el ministerio, el trabajo, la familia, o todas esas cosas juntas. Tal vez estamos cansados de esperar que las circunstancias de nuestras vidas cambien. Tal vez estamos enterrados en una tumba, abrumados tanto por el pasado como por el futuro, sin embargo, Dios nos llama para que salgamos afuera a algo que “pudiera ser”, ¡a una vida mejor que la que soñamos alguna vez! Buscar algo más No somos los primeros llevados hacia una vida abundante mediante la historia de Lázaro. Bajo los barrios periféricos de Roma yacen oscuras catacumbas, el lugar donde enterraban a los primeros creyentes. Muchos de estos primeros cristianos fueron perseguidos, aterrorizados y maltratados. Sin embargo, la historia de Lázaro inspiró tanto a estos cristianos (ellos no eran teólogos sacerdotes ni papas), que luego gente común y corriente pintó al fresco interpretaciones artísticas que todavía hoy podemos ver. De hecho, en las paredes oscuras de los túneles que llevan a las tumbas, se pueden encontrar grabadas y pintadas más de sesenta interpretaciones de la resurrección de Lázaro. Esas antiguas paredes calizas revelan imágenes de Jesucristo ante una tumba abierta de la que sale un hombre envuelto, como si fuera una momia. Cuando las familias dolientes de hace muchos años llegaban a las tumbas, estas pinturas les recordaban lo que le pasó a Lázaro podía pasarles a ellos. Después de todo, las mejores historias de la vida, las que más nos inspiran, están relacionadas con hombres y mujeres que anhelan las mismas cosas que nosotros. Son historias de personas que encuentran algo o alguien que cambia la trayectoria de sus vidas. La historia de Lázaro, un hombre ordinario que vivió en el primer siglo, es una historia así. Inspiró a los pintores del Renacentismo italiano como Giotto y Caravaggio a poner aceites de brillantes colores en lienzos blancos y mostrarnos lo que simples palabras no pueden transmitir. El pintor holandés Vincent van Gogh se identificó tanto con la historia de


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Lázaro en sus últimos años que pintó su propio rostro como el rostro transformado de Lázaro al salir de la tumba. Estoy ahora en una etapa en la que me siento de manera muy parecida a como debe haberse sentido van Gogh: por fin la vida está sucediendo. No quiero regresar a la manera en que era antes. Quiero vivir la vida que Jesús quiere que viva. ¿Y usted? Si hoy escuchamos sobre Lázaro, por lo general es parados junto a una sepultura recién cavada. El pastor lee las famosas palabras de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera” (Juan 11:25). Se supone que estas palabras produzcan consuelo, pero las palabras de Jesús nunca fueron dichas para los muertos. Eran para los que estamos vivos, nosotros somos los que necesitamos que el mensaje de Lázaro traiga esperanza a nuestras vidas cansadas. Somos nosotros los que necesitamos transformación. La vida como Lázaro nos ofrece la oportunidad de experimentar lo que más anhelamos. Al principio del libro de Juan leemos que Jesús convierte el agua en vino durante la fiesta de una boda. Él trasforma el agua. Más adelante Juan muestra a Jesús multiplicando los panes y los pescados para alimentar a miles. Transforma panes y peces. Estos milagros llevaron a la gente a Dios, pero cuando llegamos a Juan 11, dejamos atrás el agua y los peces y la transformación ocurren en carne y hueso, la vida de una persona ordinaria llamada Lázaro. Esta vida nos conmueve tanto ahora que quisiéramos que fuéramos nosotros. La vida es algo más Cómo Lázaro, usted y yo sabemos qué es no ser transformados. • El poder de Dios no nos afecta. • Las promesas de Jesús no nos cambian. • Insensibles como una piedra a la obra penetrante del Espíritu. Es posible llevar una vida plena, una vida en la que conservemos un trabajo, nos casemos con la persona a quien amamos, tengamos hijos, enterremos a nuestros padres y asistamos a la iglesia que escojamos, y


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aún así perdernos lo que Jesús prometió que podríamos tener. Podríamos llamarle vivir una vida plena de desesperación callada. La vida espiritual es primero que todo una vida o no es vida en lo absoluto. Es más que las emociones del amor, el odio, la pasión y los deseos, más que decidir de manera racional qué comer y dónde dormir y qué creer. Sí, Dios nos creó para vivir una vida física con ojos que ven, corazones que laten y manos que tocan. Y sí, fuimos creados para vivir una vida emocional con pasiones y deseos, y una vida intelectual con nuestra propia voluntad. Pero muchos de los hombres y mujeres que conozco y con quienes trabajo dicen que se sienten más muertos que vivos, más dormidos que despiertos, más entumecidos que apasionados. ¿Por qué? ¿Por qué tantos de nosotros seguimos las enseñanzas de Jesús y preguntamos en silencio: “¿Esto es todo?”? ¿Esta es la vida de la que Jesús nos habló? ¿No hay nada más?” Lázaro nos muestra el “más” de la vida que usted y yo anhelamos. Más de lo que conocemos ahora, para que podamos vivir antes de morir. Juan el bautista lo dijo así: “Es la vida de ustedes lo que debe cambiar, no su piel…Lo que cuenta es su vida. ¿Está verde y floreciente?” [Traducción de Lucas 3:8-9 en la versión inglesa The Message]. La vida que Jesús describe en la historia de Lázaro no es una mejoría de nuestro estándar de vida. No es un secreto que debe aprenderse ni una fórmula a seguir.2 La vida espiritual que Jesús ofreció, que Pablo nos enseñó, y que experimentó la iglesia primitiva, es una vida de transformación. Es un cambio profundo a nivel del ADN de nuestras almas. Es una vida que sólo viene de Jesús, quien se identifica a sí mismo como la única vida que necesitamos. Enfermedad del alma No tiene que pasar mucho tiempo en la vida para que entendamos que lo que la Biblia dice es verdad: Todos pecaron.3 Nadie se escapa a estar enfermo del alma. Nuestra enfermedad parece repetirse en las páginas y capítulos de nuestras vidas. Hasta tiene un patrón muy predecible: Nos trazamos propósitos y hacemos promesas a Dios, y tratamos de cambio, pero recaemos. Damos dos pasos adelante pero uno hacia atrás que casi


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siempre nos tumba. Nos llenamos de energía para tratar de acabar con una adicción, para deshacernos de un hábito que nos destruye, para no estar “tan enojados, tan pasados de peso, tan ansiosos, tan dudosos, no ser tan obsesivos, tan egoístas” o lo que sea (¿será que alguna vez es sólo una cosa?) que quita la tranquilidad a nuestras almas y nos desespera. A esto Dallas Willard lo denomina “manejo del pecado”, cuando usamos nuestros propios esfuerzos para tratar de controlar el pecado en lugar de tratar con este de una vez y por todas. Un poquito de sexo cibernético no es tan malo como ser un adicto, ¿verdad? Un poquito de culpa, un poquito de ira, un poquito de envidia es mejor que no ser consumidos por alguna de esas, ¿cierto? Tratamos de manejar nuestro corazón, nuestra mente, nuestra alma y nuestra fuerza como mejor podemos. Sin embargo, al mismo tiempo, la vida que Jesús prometió parece estar fuera de nuestro alcance. El gozo y la pasión que Dios diseñó para nuestras vidas son como el bote de galletas al que nunca alcanzaremos porque no somos lo suficientemente altos. ¿No estamos cansados de cambiar sólo lo suficiente como para sobrevivir? El cambio exterior puede lucir bien el domingo en la iglesia, pero nos deja vacíos e inquietos los otros seis días de la semana.4 La seudo transformación no toca la enfermedad más profunda de nuestra alma. No nos lleva más allá de los problemas, dificultades y pecados que nos impiden experimentar la vida que Jesús prometió.5 La seudo transformación nos deja enfermos porque cuando no cambiamos realmente, tenemos que vivir con el residuo de la culpa y la vergüenza en nuestros intentos fallidos de llevar bien la vida. Lo que queremos es una vida fuera de la tumba. Vida de verdad. Una vida auténtica. La vida abundante que Jesús promete. La historia de Lázaro nos ofrece una oportunidad para explorar cómo se produce realmente la transformación, a veces en los lugares que menos la esperamos. La mirada en el cereal Érase una vez un niño que desayunaba con su padre todas las mañanas. Se sentaba a la mesa con la esperanza y el deseo de pasar un tiempo significativo


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con este hombre llamado Papá. Pero en lugar de conversar, o de hacer chistes que le hicieran cosquillas o siquiera preguntar: “¿Qué tenemos para hoy?”, él siempre servía el mismo plato: “la mirada en el cereal”. La mirada en el cereal. La mirada que se apoderaba de los ojos del padre mientras su mente viajaba a otro país: un lugar con metas que cumplir, problemas con los colegas, una crisis que reclamaba su mente y corazón, incluso tal vez esperanzas y sueños frustrados. El padre se sentaba con esa mirada mientras el chico siempre observaba, muy de cerca, pero nunca le invitaron a esa tierra lejana. El padre masticaba sus hojuelas de maíz y el niño las suyas. Lo más cerca que estaban uno del otro era cuando llevaban los pozuelos vacíos al fregadero. Entonces el padre se iba a trabajar para involucrarse de una manera que no podía o no hacía en casa. El Pontiac blanco se alejaba, y dejaba al chico en el polvo, sin poder ver el camino de verdad. Empecé este capítulo diciendo: “Yo soy Lázaro.” Y lo soy. Sin embargo, érase una vez, Lázaro era un niño. Y yo también lo fui. Las hojuelas de maíz eran reales. Como también lo fue el niño. Y el padre. Es difícil escribir estas palabras porque mi intención no es culpar sino testificar. Muchos de los hombres de la generación de mi padre eran distantes en el sentido emocional. Se les hacía difícil dar lo que ellos mismos nunca habían recibido. Lo era para mi papá. Yo lo entiendo. Mi padre era un buen sostén económico para la familia. Siempre desayunábamos a la mesa, pero el hombre no solo vive de desayuno. Ni tampoco los niños. Y el chico con un corazón hambriento se convirtió en un hombre enfermo del alma, yo. No recuerdo haber escuchado jamás las palabras de mi padre que yo más necesitaba y anhelaba: “Te quiero, Steve.” Yo tuve que suponerlo. Tuve que imaginar, especular o suponer que me amaban y que era digno de ser amado. A lo largo de los capítulos de mi vida este mismo tema, la necesidad de escuchar que era amado, aceptado y reconocido, surgía y asomaba su cabeza como un dragón. Yo luchaba y hería al dragón momentáneamente, pero la bestia se negaba a morir. La enfermedad de mi alma se colaba en cada trabajo que yo tenía, en cada amistad


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que entablaba y en cada persona que yo tocaba, incluso en mi esposa y mis hijos. Periódicamente me sorprendía distante, atrapado en mí mismo. La canción de Harry Chapin que fue un gran éxito en 1974, “Cat’s in the Cradle” [El gato está en la cuna], se hizo demasiado real para mí: crecí y me volví igual que mi papá. Cuando se retiene el amor Los psicólogos nos dicen que el amor propio o se adquiere en la vida o no existe. Nadie nace con él. Como niños buscamos que nuestras madres y padres den a nuestros corazones eso que tanto necesitan. En esos primeros años las cosas pueden ir muy bien, y esta también es la época de nuestras vidas cuando las cosas pueden ir muy mal, al punto de herir. Cuando se retiene el amor, el corazón no puede desarrollarse. La vida sin amor no tiene sentido, más allá de hacer cosas, trabajar, producir y lograr. Cuando se nos retienen la afirmación, la aceptación y la autoestima, o no se cultivan para que crezcan dentro de nosotros, tenemos huecos. Y tenemos que llenar los huecos con algo. Muy temprano aprendemos palabras adultas como: Alcanzar. Esforzarse. Adquirir. Conquistar. Eso fue justo lo que yo hice. Aprendí a ser amado por hacer, trabajar, y lograr. Me convertí en uno de los que alcanzan para al menos tener un lugar al que ir, cualquiera que fuera, y sentirme amado. Vendí la mayor cantidad de boletos para la parrillada de la escuela y me premiaron por eso. Me volví simpático para caerle bien a la gente. Me hice responsable para que me respetaran. Me gané el amor de otros y traté de ganarme el amor de Dios. yo vivía en el mundo de “si…entonces”: Si era bueno, entonces… Si estaba comprometido, entonces… Si iba a la iglesia varias veces por semana, entonces…


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Mientras más hacía estas cosas, más celebrado y valorado me sentía. Las personas aplaudían cuando yo citaba la Escritura. Los hombres estrechaban mi mano y las mujeres sonreían con ojos aguados cuando les decía, con cinco años, que “iba a ser misionero en China”. En esos años tiernos yo, como muchas personas, aprendí a tener dos vidas: una pública y otra privada, reservada sólo para aquellos que yo consideraba que me entenderían. Es en esas vidas privadas donde tanto se necesita la obra de la transformación. En público yo aprendí el sistema y lo puse en práctica. Para ser amado necesitaba hacer lo correcto, actuar de manera correcta y lograr grandes tareas. Un joven o una joven pueden hacer esto muy bien durante varias décadas, que fue justo lo que yo hice. Hice cosas extraordinarias para obtener aprobación y aceptación. Puse todos mis trofeos, trabajos y logros en esos huecos de mi alma. Pero el dolor no desaparecía. Mi corazón sabía que algo andaba mal. Todos mis logros no llenaban un corazón que necesitaba amor, sólo amor. En las relaciones íntimas, en el trabajo arduo, y en los anhelos profundos, la enfermedad de mi alma aparecía una y otra vez. He hecho un largo recorrido para descubrir que ningún hombre como amigo, ninguna mujer como amante ni vocación como significado puede ofrecerme lo que Jesús le ofreció a Lázaro: vida. La historia de Lázaro nos invita a la verdad de que la transformación no empieza con ganar amor. La transformación no depende de nuestros esfuerzos para “lograrla”. La transformación comienza cuando eres amado. Eso fue lo que le pasó a Lázaro. Lo terrenal nunca puede comunicar este tipo de amor profundo a nuestros corazones. Sólo la voz del amor lo hará. Solo el amor transforma. No el poder. No la coerción. No los programas. Tampoco los consejos ni las técnicas. Solo el amor, y sólo el amor de Dios. Toda alma necesita sanidad Sus preocupaciones y la enfermedad de su alma pudieran no ser iguales a la mía, pero hay algo que está produciendo enfermedad en su alma, un


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anhelo de algo diferente en la vida que ha estado viviendo hasta ahora. ¿Cuál es la enfermedad de su alma? ¿Los huecos de su alma? ¿Con qué está viviendo que desearía cambiar con respecto a sí mismo? El nombre Lázaro significa “a quien Dios ayuda”. Necesitamos la ayuda de Lázaro tanto como Lázaro la necesitó. Cuando estamos aburridos y cansados de estar aburridos y cansados, sólo la ayuda de Dios será suficiente. El mismo aliento que llenó los pulmones desinflados de Lázaro y lo trajo de vuelta a la vida puede infundirnos vida a ti y a mí. La misma enfermedad que produce muerte, la enfermedad de creer que podemos ganarnos el amor de Dios, tiene una respuesta en Jesús. Este Lázaro momificado y atado sale con lo único que importa, la única cosa que realmente cuente. Por fin tiene vida, una vida pura, sin ataduras y resucitada. Y ya que yo creo que todos somos un Lázaro, esta también puede ser nuestra. Jesús hizo más que decir algo La Biblia está llena de historias como la de Lázaro, historias que van más allá de declarar hechos. Nos confrontan con una verdad que atrae a la mente mientras cala el alma. No es simplemente una verdad, es una verdad transformadora. Una verdad que desatará nuestros corazones y preparará nuestras mentes para comprender los misterios de la vida espiritual. Mediante la historia podemos entrar al drama de lo que se cuenta. Nuestros sentidos se involucran, podemos tocar, escuchar, ver, oler y saborear todas las cosas que los hechos no pueden transmitir. Mediante el uso magistral que Jesús hace de la metáfora, nos convertimos en el hijo pródigo, en la tierra pedregosa, en el pastor que busca en el peligro a una oveja perdida. Una buena historia ofrece una oportunidad de ver algo que nunca se nos hubiera ocurrido a nosotros solos. Una gran historia enciende dentro de nosotros algo que no puede ignorarse y que no se olvidará nunca. Una buena historia nos informa. Una gran historia nos cambia. Así que, al adentrarse en la historia de Lázaro, ubíquese en Betania, una aldea del Medio Oriente, hace dos mil años. Sienta la brisa caliente


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en su rostro y la tierra calcinada por el sol bajo sus pies. Con los sentidos que Dios le ha dado, experimente por sí mismo cómo puede cambiar una persona ordinaria. Para ayudarle a descubrir con todos sus sentidos esta increíble historia, la interpretación que hace el artista Giotto de la historia de Lázaro está en la parte interior de la portada de este libro.6 Es una de mis favoritas. Todos los personajes que Juan menciona están en esta escena increíble que Giotto captó de manera admirable. Al leer la historia de Juan, y mediante los pinceles con aceites de Giotto, podemos vernos como si realmente estuviéramos en la historia. Al adentrarnos en la historia examinaremos algunos de los distintos personajes, y veremos cómo sus reacciones y perspectivas ante lo que sucedió ese día pudieran instruir a nuestras propias vidas en la actualidad. De vez en cuando haré referencias a la pintura y espero que usted lo haga también. Es una imagen poderosa con la capacidad de provocar pensamientos, reflexión y oración. La historia de Lázaro no es una ilustración para un sermón, no es una anécdota simpática, y no es una fórmula para sentirse bien con respecto a la vida de fe. No es nada menos que una demostración de la vida real, cruda y gloriosa, de lo que es la transformación espiritual. Cuando entremos en esta historia experimentaremos no sólo buenas ideas sobre cómo Dios nos puede transformar. Experimentaremos la verdadera transformación. Dios es bueno, pero no es suave. En su bondad nos toma de la mano firmemente y nos lleva a un cambio de vida radical. (Traducción de Romanos 2:4 en la versión inglesa The Message)


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Notas

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Así es como Eugene Peterson traduce las famosas palabras de Jesús en Juan 10:10 donde se nos dice que Jesús vino a darnos “vida verdadera y eterna, una vida mejor y más de lo que ellos (nosotros, usted y yo) soñaron jamás” (traducción de la versión inglesa The Message). 2 Jesús dijo: “Estas palabras que les digo no son simples añadiduras a su vida, mejorías para su estándar de vida. Son palabras fundamentales, palabras sobre las cuales edificar una vida (Lucas 6:47, traducción de la versión inglesa The Message). 3 Algunos versículos que nos ayudan a comprender el estado enfermo de nuestras almas: Romanos 3:23, 6:23; 1 Juan 1:8-10. 4 Las fuertes palabras de Jesús sobre la falacia del cambio externo estaban dirigidas a los fariseos, quienes buscaban cambios externos pero descuidaban el cambio interior y duradero. Véase Mateo 23:2526. 5 Una descripción más completa de los contrastes entre la transformación y la seudo transformación se encuentra en el libro The Transformation of a Man’s Heart [La transformación del corazón de un hombre], IVP, 2006, Downers Grove, IL, Stephen W. Smith, editor. 6 Giotto di Bondone fue un pintor del renacimiento italiano cuya obra preparó el terreno para que los pintores expresaran emoción y carácter en su arte. Nació en 1267, en Florencia, Italia. La obra de Giotto le permitió convertirse en alguien muy conocido y elogiado tanto durante su vida como en el presente. Para más información sobre Giotto de Bondone y otros artistas que pintaron la resurrección de Lázaro, véase www.lazaruslife.com. 1


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