Estimadas Autoridades presentes, Querida Directiva FEUC 2008, Amigos y amigas,
Un año pasa con mayor rapidez que la que uno a veces quisiera, dejando grandes lecciones entre los aciertos y desaciertos que toda FEUC comete y seguirá cometiendo. Atrás quedan anécdotas, recuerdos, momentos difíciles, alegrías enormes, y al final de este viaje, solamente queda agradecer desde lo más profundo y compartir ciertas reflexiones.
Quisiera encarnar en una persona que para mí fue una compañera constante y leal durante toda la gestión, un agradecimiento sincero por todo el tiempo que tantos de ustedes le regalaron a nuestra FEUC y a nuestra Universidad. ¡Gracias Carito Zaror y a través de ti, gracias a todo el equipo! (ESPACIO) Gracias también a las autoridades de la Universidad y en especial a la Nurita Pedrals por su trabajo incansable y codo a codo conmigo. Gracias a nuestras queridas secretarias y a don Sergito por el constante apoyo y compañía. Gracias a nuestros queridos auxiliares por hacer todos los días de nuestros espacios, lugares agradables y limpios. Gracias a nuestras familias, por ese apoyo incondicional siempre. Gracias a los consejeros territoriales, especialmente a Fernanda por su fuerza, liderazgo y compañía eterna; a Santiago por alzar la voz con fuerza cada vez que se necesitó; a Diego por su humildad, compromiso y apoyo constante; a la Cata por su alegría y preocupación por los problemas de los alumnos; a Cristóbal por su constante y a veces demasiado constante presencia en la oficina y compromiso profundo con nuestra Federación; a Gabriel por su fuerza, su permanente disponibilidad y porque cada vez que lo necesitamos, estuvo ahí; a Pablo, por su preocupación por la formación, por emplazarnos con temas importantes y por su trabajo en el CEFEUC; al Negro por apañarnos siempre, por estar siempre presente y por prestarnos un apoyo incondicional; a la Fran por su dedicación, buena disposición y alegría constante; a la Cami, por su respaldo irrestricto y por su colaboración decisiva en Clubes UC; al Jose, por estar disponible a sobreponerse a la intolerancia y a defender sus ideas con convicción; a Pato, por su espíritu de servicio, su dedicación y compañerismo; a Fabián por su compromiso y apoyo irrestricto, y a la Titi por sumarse pese a sus dificultades a este desafío. Gracias a mi Directiva por apoyarme en todo y porque hoy seamos grandes amigos. Y por supuesto, gracias a Dios por haber sido nuestro sustento, fundamento y descanso de tantas horas de esfuerzo y entrega.
Aprovecho de felicitar y desearle el mayor de los éxitos a mi sucesora Ximena Paúl, que estoy convencido tendrá la fuerza, el liderazgo, la convicción y la claridad para seguir adelante con los temas que dejamos inconclusos y para seguir potenciando nuestro rol dentro de la UC. Dios sabe porque hace las cosas, y no por nada quedas tú Xime, con ese compromiso e ímpetu que te caracteriza, liderando la gestión académica el año que viene. Vayan también mis felicitaciones y mejores deseos a la Directiva FEUC 2009. Y también un saludo cariñoso a los consejeros
territoriales, muchos de ellos activos y profundos colaboradores de nuestra Federación. Contamos con un tremendo equipo para hacer frente a los nuevos desafíos que nos depara el 2009. Estoy seguro que ustedes y los que se quedan estarán a la altura de lo que se nos viene.
Después de tres años en la dirigencia universitaria, quería compartir algunas breves reflexiones con ustedes. Porque estoy convencido de que Chile vive una encrucijada muy grande, de la cual dependerá el porvenir de nosotros y de las futuras generaciones. Una encrucijada donde se está definiendo el alma de nuestra sociedad, los principios que la inspiran, ahí cada vez más estará puesta la discusión. Y en eso la UC tiene mucho que decir. Y en eso, los jóvenes profesionales que aquí se forman tenemos mucho que hacer. Porque ese “de nosotros depende”, ese “atrévete” que gritamos en la campaña del año pasado sigue siendo un llamado elocuente a hacernos responsables, a salir de la pasividad, a destinar menos horas a facebook, al chat y otros quehaceres banales, a darle un sentido de compromiso y de coherencia, siempre imperfecta pero siempre perseverante, a nuestras a vidas.
La UC tiene un encargo titánico en la sociedad chilena, que es ser un espacio donde se cultivan los profesionales de excelencia que el día de mañana desde las diferentes esferas tendrán la responsabilidad de conducir los destinos de Chile. Ahora, hay un detalle que a veces se nos olvida entre tanto ranking, entre tanta publicación ISI, entre tanta experiencia extranjera. Nuestra misión es generar embajadores egresados inspirados en un sello específico que surge desde lo más profundo de nuestra identidad, de nuestro proyecto educativo, para que mañana iluminen sus círculos de acción con principios claros y convicciones sólidas. Nuestros egresados tienen que haber oído hablar de una persona humana con una dignidad intrínseca que debe siempre respetarse, de una libertad con límites éticos y una responsabilidad ineludible, de una verdad que no se fragmenta en relatividades sino que se nos presenta en la realidad como un desafío de tender hacia ella, de una sociedad inspirada en el amor al prójimo, en la caridad, en la justicia y en el respeto. Y perdonen la franqueza: si nuestra Universidad no tiene ese énfasis en nuestra identidad, si éste no se expresa en nuestras aulas como un esfuerzo formativo y dialogante, entonces perdemos sentido y distinción como proyecto universitario. Y si Chile no obtiene esa mirada desde nuestros Campus, probablemente no la obtenga en términos universitarios de ninguna otra parte. ¡Y ya sabrán las futuras generaciones lo que eso significa! Nosotros los gremialistas nos caracterizamos por defender que los cuerpos intermedios tiendan a sus fines específicos y no permitir que algunos pretendan imponer caminos que no les son propios. Por eso, digamos sin temor que la UC en la que muchos esperan y confían, es la UC tal cual es, proyectada en su fin y sello fundacional, como el faro de luz que con humildad y compromiso inspira a miles de jóvenes y a la sociedad entera en las enseñanzas del servicio trascendente, de la persona humana en el centro, de la caridad y solidaridad como imperativos sociales. ¡Eso es la UC!
Una sociedad donde la gran parte de las riquezas se centra en pocos es una sociedad injusta, que cultiva diferencias en su seno más profundo. Pienso que la sociedad dejada en manos de los avatares del mercado no ha sido capaz de sobreponerse a ese dilema endémico. Algunos inmediatamente ponen su mirada en el Estado y en tortuosas regulaciones que asfixian y no solucionan mucho. ¿A qué estamos llamados los alumnos y profesionales de esta universidad? A hablar de caridad y solidaridad como imperativos éticos que se nos exigen en conciencia. A hablar de dejar de lado los materialismos y las riquezas superfluas, de no tener 50 pares de zapatos en los closets, de propender a vidas austeras que tengan lo que necesitan para vivir y se desprendan con facilidad de aquello que no les es necesario. A combatir la confrontación y la protesta que a algunos les gusta germinar como fórmula de entendimiento, y tender al complemento y a la colaboración. A inspirar en el campo de la justicia social los planteamientos humanistas que emanan de nuestra identidad. ¡A eso estamos llamados!
Faltan oportunidades para que muchos surjan principalmente porque en general la educación en nuestro país es deprimente. Algunos propugnan al Estado con sus planes centralizados como alternativa. Parece que olvidan mirar los magros resultados que ha tenido en los últimos años. No estamos disponibles a aceptar que desde el Ministerio de Educación se formatee la cabeza de los niños de Chile con contenidos máximos obligatorios y con objetivos transversales. No nos parece una ley general, que en cuanto educadora, pone a la familia al mismo nivel de los medios de comunicación. ¿A qué estamos llamados? A defender con fuerza a la familia como la primera educadora y a fortalecerla como el núcleo esencial de la sociedad y como el lugar donde nuestros pequeños cultivan las virtudes con que posteriormente se desenvolverán en la sociedad. A reclamar porque se dejen de lado las ideologías y se inyecten los recursos que faltan para que la educación de calidad deje de ser una cuña para la prensa. Y a exigir que se respete la diversidad de proyectos educativos para que los padres puedan escoger la educación que le quieren heredar a sus hijos. ¡Porque esa libertad amigos, ese derecho, no se los puede quitar la ley general de educación!
En las diferentes instancias sociales en las que me ha tocado participar, he podido ver que muchos jóvenes de nuestro país todavía viven con desesperanza, entregados a los avatares del día a día, sin ser capaces de darle un sentido a sus vidas. Les han hecho creer que la libertad sin límites y la dictadura de los placeres, del hacer lo que quieran sin importar los costos, del rehuir los deberes y ahogar los problemas, era el camino. Y sin embargo no veíamos felicidad en sus ojos. ¿A qué estamos llamados nosotros? A ofrecer un camino de esperanza, donde evidenciemos que los límites y las responsabilidades que envuelve nuestra libertad no son mandatos caprichosos, sino que son sacrificios, compromisos y orientaciones necesarias para vivir en sociedad con respeto, para tender hacia el bien, para buscar la felicidad. Un camino de cara a la eternidad, donde el tener poco no tiene valor alguno en comparación con tener mucho en el alma. Un camino diferente al apoyo meramente material que ofrecen otras instancias, encarnado en nuestra identidad y sin olvidar
nunca que nuestra radicalidad en el servicio surge precisamente de que vemos a Cristo en el otro. ¡A ese estilo de voluntariado estamos llamados!
En resumen estimados, les quería plantear hoy día que estamos llamados a participar de nuestra sociedad partiendo de los principios y valores que ya hace 120 años iluminan a nuestra Universidad. Tenemos el deber de trabajar por una Universidad que en momentos de tanta confusión y vacilaciones,
se atreva a hablar sin temor de la dignidad humana, de la vida
trascedente, de las virtudes, del bien humano, de la felicidad y del bien común. Somos responsables de tener la convicción y la valentía de atrevernos a decir cosas incómodas, a sobreponernos a las consignas y a los aplausos fáciles, y a armar hoy desde la Universidad una generación de jóvenes que el día de mañana desde diferentes ventanas se hagan cargo de construir y cultivar el alma de Chile. Es hora de atreverse a soñar, a entregar esfuerzo y desgaste por superar a la encrucijada de nuestros tiempos, y de atreverse a revolucionar nuestra sociedad con convicciones, ideales y anhelos profundos que ha movido y seguirán moviendo a muchos.
“Sólo de Dios y del amor viene la verdadera Revolución, el cambio decisivo para el Mundo”. Su santidad, Papa Benedicto XVI.
¡Atrévanse! ¡De nosotros depende! Muchas gracias,