006 Patos al Agua

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patosalagua.com


Editorial Un año y seis números después, aquí seguimos. Nos aferramos a la idea de que poco a poco, pequeños esfuerzos pueden contribuir en algo. En nuestro caso, en mantener un espacio que sirva para la expresión de otras ideas, de otras historias. Historias, personajes, ficción, opiniones que no interesan porque ‘no dejan’…Esas que no caben en los medios que se imprimen, los que más venden, los que llenan los puestos de revistas o tienen sus propios voceros. En estos 12 meses hemos tenido que sortear toda clase de situaciones, algunas que ya sabíamos que tendríamos que afrontar y otras inesperadas, pero abandonar no es una opción cuando hoy, cada vez más, se hacen necesarias otras propuestas, otras plataformas. Así, los contratiempos también nos han traído nuevos colaboradores, personas que se han entusiasmado y que han aceptado en aportar en este espacio que no es de nadie sino de todos; así nació. Más colaboradores, otros temas. Así que salpica con nosotros y comparte. Más que eso, tú también apuesta algo: ¡Patos al agua espera!

COMITÉ EDITORIAL PATOS AL AGUA


al

agua + 2 0 1 4

comité editorial Mariana solís sánchez tanya araujo sánchez alma i. m. rojas

amigos con derechos Diego Armando Rivera victor pernalete Enrique Santamaría VIANNEY GONZÁLEZ paulina rico heber pacheco yadira arana

PORTADA natalia carbajal

Ilustradores

natalia carbajal césar navarrete brenda rodriguez adrián borda elena queralt inés vilpi horacio g. gabriel pacheco

... y los no inspirados de este mes.

5 • PATOS AL AGUA

S u m a r i o + pat o s


TERAPIA

DE

AMOR INTENSIVA

Por: :mariana solís, elsa casillas y juan carlos perusquía / ilustración: brenda rodriguez

Lupita es una pequeña de 11 años, con una sonrisa mágica llena de ilusión y, sobre todo, de esperanza. Sus ojos expresan más que sus palabras, brillan con esa intensidad característica de las personas inocentes, puras y nobles.


Su mami, doña Socorro, es una luchadora. Nos invitó a su casa, quisimos conocer su historia y ella, encantada, nos cuenta cada detalle de la vida de su hija.

fiebres tan altas y las convulsiones derivadas de su mal estado de salud. Con la desesperación e impotencia los doctores preferían darle medicamentos para dormirla para que no convulsionara, pero advirtieron a sus padres, que podría sufrir algún daño neurológico por las convulsiones. Y no se equivocaron. A los siete meses, a Lupita le diagnosticaron parálisis cerebral infantil.

Sobre el embarazo recuerda que “fue normal, sin complicaciones”, dice que iba cada mes a revisión y como su esposo no quería que se aliviara en el Seguro Social iba a clínicas particulares a chequeos. El último ultrasonido se lo hicieron en el Hospital San José y todo salió muy bien, estaba perfecta. Lupita nació por cesárea.

Las crisis continuaban, eran cada vez más frecuentes. Meningitis, intuyeron los doctores… estudios, descartado. No encontraban el padecimiento. Análisis médicos, exámenes y una batería de pruebas interminables para hallar qué sucedía con la salud de aquella pequeña. Ningún resultado exitoso.

Una cesárea normal, sin dificultades. Su anterior hijo, Salvador, o como todo el mundo le dice “Chava” también había llegado al mundo a través de ese método. “Cuando nació todo salió muy bien, lloró inmediatamente y comió y todo estuvo normal. Y así nos fuimos a la casa con ella, yo no le miraba nada extraño; comía normal, como cualquier bebé, lógico lloraba cuando se había hecho del baño o tenía hambre.”

“Duró mi niña internada hasta mes y medio en el Seguro y en el Hospital del Niño y la Mujer, ahí ella avanzaba bien harto: lograba enderezar la cabeza cuando salía de las crisis, pero luego le venía otra, le regresaban las fiebres y convulsionaba y se iba hasta abajo. Nos regresábamos a la casa apenas estaba mejor, pero cuando empezaba con poquita gripa, yo la llevaba de nuevo al hospital, porque me daba miedo que le fueran a dar esas fiebres, la inyectaban y pensaba ya ni la quiero llevar a curar, porque sale peor”, platica doña Socorro.

La tranquilidad duró pocos días, pues doña Socorro, platica que al poco tiempo, Lupita comenzó a devolver la leche, y el doctor le diagnosticó reflujo. Lo difícil vino después, cuando la pequeña sufría de fiebres intensas, cada vez más fuertes, tanto, que llegó a convulsionar en muchas ocasiones. Doña Socorro y su esposo enfrentaban la situación con valentía y desesperación al mismo tiempo, sin saber qué era lo que le pasaba a Lupita, la llevaban de un hospital a otro, visitaban doctores, escuchaban recomendaciones pero nada le quitaba esas

Después de cuatro años de interminables visitas a los hospitales, de noches en vela esperando que Lupita saliera de sus crisis, con miedo a que se convulsionara apenas le subiera un poco la fiebre, su padre, por fin, supo qué era lo que le ocasionaba aquellos malestares. Se dio cuenta que cada vez que le inyectaban penicilina, su pequeña sufría otra crisis. ¡Era eso, alergia a la penicilina que se manifestó siempre en convulsiones!

Nadie lo había notado, los médicos a pesar de su experiencia y de la cantidad inmensa de estudios que le practicaron, no habían dado con el clavo. Fue su padre quien lo supo, fue él quien dio el mejor diagnóstico. No más penicilina. Nunca volvieron las convulsiones. La última vez la internó en el sanatorio San Francisco, el pediatra llamó a la neuróloga del Niño y la Mujer y la llevaron para allá. Ella aseguró que la niña estaba mal, porque cuando le daba la fiebre le ponían hielo y hasta una neumonía se le había disparado por el frío. “Luego nos dijo, cobíjemela bien y póngale compresas de agua fría en su frente, en sus manos o en su estomago, no en su pecho, ni espalda y ella fue la que me la sacó adelante porque ella ya estaba mal, mal, mal... Esa doctora del Niño y la Mujer, se llama Elizabeth Valencia Amador, yo le estoy muy agradecida porque ella fue el alivio de mi pequeña”. Y fue ella también, la Dra. Elizabeth Valencia Amador, quien les explicó la necesidad de que Lupita iniciara con sesiones de fisioterapia. Doña Socorro recuerda que cuando Lupita atravesaba por crisis de convulsiones quedaba mal: sus manitas resultaban muy entumidas, no se alcanzaba la carita con su mano, no podía estirarla, si intentaba comer se tiraba la leche encima, tenía infección entre las comisuras de sus bracitos, porque no podía estirarlos y acumulaba humedad. Pero con la fisioterapia cambió todo. Las terapias comenzaron en el Centro de Rehabilitación Infantil Querétaro (CRIQ), cuando se encontraba en el Hospital General y después cuando se cambiaron a instalaciones nuevas cerca del estadio. Lupita y su familia vivían en un ranchito, lejos, por lo que únicamente podía asistir a terapia tres

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Lupita es una pequeña de 11 años, con una sonrisa mágica llena de ilusión y, sobre todo, de esperanza. Sus ojos expresan más que sus palabras, brillan con esa intensidad característica de las personas inocentes, puras y nobles.


veces por semana. Su mamá cuenta: “me cargaba a mi niña en un reboso y me la traía hasta acá, me subía a los camiones y caminaba mucho, pero valía la pena”. Nos platica que mucha gente no creía que la fisioterapia podría ayudar a que su hija mejorara; su suegra le insistía que con el tiempo Lupita podría sentarse por sí sola, sin la ayuda de ningún tratamiento y la tachaba de exagerada por querer que la pequeña acudiera a terapia. Pero a doña Socorro y a su esposo no les importó la opinión de los demás. Los ejercicios básicos que Lupita realizaba cuando asistía a terapia eran estiramientos de sus articulaciones, además de terapia ocupacional. Debido a los avances que la niña mostró no fue necesario aplicarle botox. Su fisioterapeuta, que también estuvo presente cuando conocimos la historia de Lupita, nos explica que en ocasiones los pequeños que sufren parálisis cerebral infantil requieren de la aplicación de botox para relajar sus músculos, pues este material controla la salida de acetilcolina, que es el nuerotransmisor encargado de generar contracción muscular, los pequeños con esta enfermedad sufren de espasticidad, que son contracciones involuntarias constantes y el botox las disminuye. Después de su paso por el CRIQ, Lupita entró a la escuela “Mis primeros pasos”, que se ubica en la colonia San Pablo. Cuando fue el momento de ingresar a la primaria, le indicaron a su mamá que ya no podía seguir usando pañal. “Fue entonces cuando le dije a mi hija: mira, ya vas a entrar a la primaria y ahí no puedes llevar pañal porque no puedo estarte cambiando, tienes un mes –que es lo que duraban las vacaciones- para aprender a ir al baño. Me costó mucho trabajo, pero cando regresó a la escuela ya avisaba”. Sin embargo, la estancia de Lupita en la primaria no fue del todo agradable, su mami nos relata que asisten pequeños con problemas de

todo tipo, algunos de ellos sí pueden caminar, por lo que eran traviesos y agarraban la silla de su hija y le daban piruetas, aunque ella siempre estuvo cuidándola en la puerta del salón, nunca la dejó sola. “Yo nunca la dejé, de dos a seis de la tarde yo me quedaba ahí en la escuela. La maestra me decía que me fuera, pero yo no me movía, todo el tiempo la cuidé. Siempre la he cuidado demasiado, por eso nos venimos del rancho, para tener más tiempo para ella; allá la casa era muy grande y yo tenía que dedicarle mucho tiempo a la limpieza, en cambio acá, me dedicó al cien por ciento a mi hija”, dice doña Socorro. Por esos detalles, Lupita dejó la escuela. Desde entonces, su hermano y su mami le enseñan cosas. Ya aprendió las letras, los colores y los números. Además, su madre se aprendió todos los ejercicios que le hacían durante las terapias. “La fisioterapia ha sido fundamental para el desarrollo de mi hija”, nos cuenta su mamá, pero agrega que lo más importante es la atención que la familia tiene con ella, pues explica que si acude a terapia y después se queda sentada en su silla todo el día sin moverse, de nada le habrá servido la atención médica. Actualmente, a pesar de que la niña no asiste a terapia, su mamá le practica los ejercicios que necesita, y con esto, Lupita ha logrado comer sola, lo cual para ella es un avance gigante. Chava está por terminar la universidad –estudia Arquitectura en el Tecnológico de Querétaro- y la familia buscará otro tipo de terapia, alguien que vaya a su casa y atienda ahí a la pequeña. “Yo no pierdo la esperanza de que ella, aunque sea con un bastón pueda caminar”, dice su mami con ojos ilusionados. Pero, ¿eso es posible? La fisioterapeuta dice que sí. Es necesario fortalecer sus piernas, que domine el miedo de

caer que probablemente siente, además tiene que ayudarse de algunos aparatos, primordialmente de una andadera. Se dirige a Lupita y con una mirada tierna le dice “sí lo vas a lograr tú sola, pero necesitas usar cosas (se refiere a la andadera) no es para siempre, solo un ratito y después lo vamos a quitar”. La pequeña afirma con su rostro y sonríe. La familia tiene una ilusión compartida. Desean hacerle su fiesta de XV años a Lupita y que ella pueda bailar el vals con su único chambelán que será su hermano. Todos la motivan a que continúe con sus terapias para lograr el objetivo. Chava estudia duro para ayudar a su papá a hacer la fiesta, su mami se dedica al cien por ciento a ella y su papi trabaja duro para que a la familia no le falte nada. Doña Socorro termina su relato comentando que para ella, Lupita es lo mejor del mundo, la lleva a todos lados, a las fiestas, al mandado, a todos lados donde ella va. Jamás ha sido una carga, al contrario, todo lo que ella le ha dado han sido bendiciones. La familia ve a Lupita como un miembro más, de hecho, comentan que no la tratan diferente, pues para ellos es una persona normal, como todos, es tan común para ellos, que no la consideran una persona con discapacidad, Lupita es en su casa… simplemente Lupita. Lupita mira a su mamá, sonríe de nuevo, ¡no para de sonreír!. Sonríe y se le acerca para hacerle un cariño, darle un abrazo. Doña Socorro tiene una mirada llena de paz, llena del amor que le da su hija.


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Por: PAULINA RICO / ILUSTRACIÓN: NATALIA CARBAJAL

¡Maldito cartel de Pozoblanco! Maravilloso sol y excelente clima para una tarde de toros. Hoy nada podía pasar… pero pasó.


Maldito, por las ganas de maldecirte para sacar un poco del dolor por lo que nos has arrebatado, y, maldito, por la maldad que has causado al desprender de la arena el sueño de tres hombres de vestirse de oro.

y afilada, mejillas que al abrir dibujaban un par de hoyuelos y encantadora sonrisa; ese era él, un hombre antes que todo y primero que nada, uno de buen humor, sencillez, confianza, seguridad, valor y templanza.

Barreras y tendidos enmudecieron; taurinos vistieron de negro y derramaron a basta tristeza ríos salados; muletas y capotes fueron doblados; estoques y ayudados se enfundaron… hoy son aceros oxidados.

Hoy nada podía pasar… pero pasó.

Paquirri y Avispado Tarde de miércoles 26 de septiembre de 1984, Francisco Rivera “Paquirri” llegó por carretera apenas por la mañana -Pozoblanco, localidad al norte de Córdoba, España- en compañía de su hermano y peón de confianza, “Riverita”; se alojaron alrededor de las siete de la mañana en Los Godos, 307, hotel y habitación; debían descansar, el torero aparecía en la tarde anunciado en el cartel como primer espada en alternancia con “El Yiyo” y “El Saro”. Era ya el mediodía, Paquirri apareció en el comedor del hotel para almorzar en compañía de toda su cuadrilla, dos horas más tarde había conversado con “El Yiyo” -quien se encontraba en concentración en el mismo lugar- minutos pasados y terminada la conversación Paquirri volvió a la 307. Era hora de alistarse, el tiempo corría y el torero se bañaba en oro, el terno le ajustaba a la perfección. Cinco treinta de la tarde, Paquirri salió de Los Godos y subió al transporte -se dirigía al festejo de entre semana- la Plaza de Toros de Pozoblanco era su destino y en verdad lo sería. Maravilloso sol y excelente clima para una tarde de toros, por otro lado, Paquirri, hombre de buena presencia: estatura promedio, sin igual condición física, cabello obscuro, ojos claros, pestañas y cejas tupidas, tez morena, nariz fina

Apareció Avispado, marcado con el número 9, negro entrepelado y bien armado, 420 kilos de la Ganadería de Sayalero y Bandrés. Apenas lo saludaba a su salida de toriles con tandas de verónicas señoriales -el hombre mira a los tendidos mientras los pitones le rosaban la taleguilla- remate con un par de chicuelinas -anunciaba para entonces el cambió de tercio-, entrada a los picadores, primer puyazo y el torero le dio un quite de prueba a Avispado, salió suelto y miró el capote de un hombre en la cuadrilla que le había cortado el viaje; Avispado, atendiendo poco, volvió de inesperada manera para donde hacía parado Paquirri, quien con relampagosos reflejos sacó al toro con el capote- en un palmo de terreno muy corto, Avispado fue muy rápido, le cobró de inmediato fractura por gloria, derrochó de fea manera y encontró lo que buscaba, el muslo derecho de Paquirri era entonces un juguete para el pitón, entró en las carnes del hombre, lo sacudió

peor que un terremoto y se mantuvo durante una eternidad destrozando la femoral, tejidos, nervios y músculo de esa pierna, la sangre era un río que teñía de rojo la arena de aquel pueblo -el torero había sacado por sus propias manos la pierna del cuerno-. Tres…cinco... siete… ocho… y de pronto nueve personas estaban adentro del redondel, Paquirri había sido gravemente herido, lo tomaron y corrieron a la enfermería, regando a cada paso la tinta roja que inundaba la taleguilla y chorreaba en la arena. Ese día, el Dr. Morán atestiguaba la tragedia, indicó recostar al torero en la camilla y al acercarse le sudaban las manos -la herida era escalofriante, no había visto cosa igual, la pierna al menos aún permanecía en su lugar- ,cuando de pronto con una serenidad, calma y tan sinvergüenza entereza, Paquirri dice: “tranquilos yo sé de esto, no pasa nada”, mientras que explicaba al doctor las trayectorias de la cornada con impresionante exactitud -él había sentido cada uno de los lugares por los que el pitón había pasado-, pronunciando al final de su casi médica explicación las últimas palabras en ese lugar: “Tranquilo doctor, abra todo lo que tenga que abrir, lo demás está en sus manos”.

“Ese barco velero cargado de sueños cruzó la bahía, me dejó aquella tarde agitando el pañuelo sentada en la orilla. Marinero de luces, con alma de fuego y espalda morena se quedó tu velero perdido en los mares, varado en la arena”


“Olvidaste que yo gaviota de luna te estaba esperando, y te fuiste meciendo en olas de plata. Cantando, cantando te embriagó aquella tarde el aroma del mar, olvidaste que yo golondrina del aire te estaba esperando, te llevaste contigo mis últimos besos, mis últimos años. Te embriagó aquella tarde el olor de azahar”. Tras contenerle en repetidas ocasiones la hemorragia que inundó la enfermería, fue trasladado en ambulancia al Hospital Militar de Córdoba, donde al tiempo de darle entrada a quirófano perdió la vida. ¡Paquirri ha muerto!, con un último recuerdo en la ambulancia de quienes ese día le atendían escuchando en sus últimos minutos de aliento: “me siento muy mal”. El hombre, aún consiente, había soportado un dolor abismal, tremendo, escandaloso -los analgésicos no habían hecho su trabajo-. Para ese entonces, Avispado le había hecho valer la cláusula primera del contrato entre hombre y animal en la fiesta brava, la del arrebato de la vida -por el arte y la gloria- y la inmortalización- con la muerte y el título de leyenda-.

Yiyo y Burlero Plaza de Toros de Colmenar Viejo, Madrid; domingo 30 de agosto de 1985; José Cubero Sánchez, “El Yiyo”, sustituiría a Curro Romero -que estaba agendado para el festejo pero de última hora no podría torear-, hierros de Marcos Núñez y le complementaban al cartel de la tarde Antoñete y José Luis Palomar. ¡Sí! La cuenta cuadra, falta un mes para que se cumpla el primer aniversario de muerte de Francisco Rivera Paquirri, día en el que “El Yiyo” había compartido cartel en Pozoblanco y diera muerte a Avispado, luego de que Paquirri no pudiera hacerlo, pues había sido herido de muerte. Tragedia en fin, pero eso ha quedado atrás, “El Yiyo” hoy vestirá de luces y saltará una vez más al coliseo. “El Yiyo” entrega bonito saludo capotero a la salida de chiqueros de Burlero, sexto de la

tarde -un negro bragado, enmorrillado con buena delantera-. Primer y segundo tercio pasan entre palmas de un sector. De cara a un último tercio, “El Yiyo” inicia faena de rodillas, no cabe duda, ¡el torero se ha entregado desde el principio! De pies juntos y erguida figura, el diestro nacido en Francia y criado en Madrid corre la mano en kilométricos pases, estatuario y sin temeridad ve pasar a cada cite a un animal encastado, de buena transmisión y continuidad en su noble embestida. Toreo al natural más que magistral, el joven vestido en oro desmaya la muleta con sensacional elegancia y destreza. ¡es esto lo que gusta de la fiesta! Multitudinaria afición se postra ante la tauromaquia de este hombre y estruendosas palmas le valen su su actuación. “El Yiyo”, embriagado por la figura que aparece en las fotografías, ve cómo toro y torero se hacen uno, ¡definitivo, hoy “El Yiyo” tiene que triunfar! Después de engolosinado con Burlero, la suerte suprema le tiene que coronar la entrega, el matador entra con la espada y falla, de inmediato escucha la


desilusión de su afición, las posibilidades de triunfo se han disminuido; segundo intento, cuadra y entra con mejor puntería, estoque en buen sitio y hasta la empuñadura -se puede ver, el animal está muerto pero tiene pocos segundos para vender cara su muerte y permanecer de pie, sucede lo increíble: ¡“Yiyo” ha muerto! ¿Qué? Sí, Burlero -el moribundo- le ha empujado y derribado a la arena en un abrir y cerrar de ojos, “Yiyo” rueda para alejerse del toro pero éste vuelve a hacer por él desatendiendo a dos capotes que le tratan de cortar la nueva embestida al cuerpo del hombre que acaba de caer en la arena, Burlero acelera el galope, pues sus segundos de pie están contados, entonces, esconde el pitón entero entre la chaquetilla bañada en oro -derroche tan fuerte y alto que pone de pie al torero- en ese momento nadie lo sabe, pero ya ha pasado: a “ El Yiyo” le han partido el corazón–literal-, el cuerno entró por debajo de las costillas y de entre sus ropas, sacándole el último suspiro, Burlero le apuñaló el órgano vital. “El Yiyo ha entregado su corazón a Burlero. Toro y torero caen fulminados. En una reacción de instinto más que por fuerza: el torero trata de huir de la bestia y desvanece en tablas a tan solo haber dejado unas huellas en la arena, ¡“Yiyo” está muerto!, y Burlero

también. Corren personas cercanas al incidente y toman al diestro con prontitud -lo que acaban de ver es escalofriante e inaudito- se dirigen a la enfermería y durante el calvario de la corredera por el callejón el torero de apenas veintiún años de edad dice a su apoderado: ¡Este toro me ha matado!, para entonces “Yiyo” luce distinto, no es más ese hombre alegre, provechoso y desdeñante que minutos antes parecía dueño del terreno; sus signos vitales fallan, ahora su rostro es pálido, parece estar frío y sus ojos permanecen abiertos pero perdidos, “Yiyo” es un cadáver. Trayecto a la enfermería, pavoroso no solo para el hombre que recibía a la muerte, sino para un par de ojos desolados que asomaban al borde de las tablas y que jamás se apartaron de su cuerpo, Juan Cubero Sánchez -banderillero de su cuadrillano había presenciado la muerte del torero sino la de su propio hermano. El padre de Burlero, el ganadero Marcos Núñez, huye horrorizado del lugar, su toro acaba de matar a un hombre y él ha sido testigo de ello. Todos comentan lo sucedido y se preguntan qué acaban de ver. Entrado en la enfermería, “El Yiyo” está muerto; afuera -en las gradas- la gente estaba

Ese barco velero cargado de sueños cruzó la bahía, Me dejó tu mirada de fuego encendido clavada en la mía, Marinero de luces de sol y de sombra, de mar y de olivo, se quedó tu silencio de rojo y arena clavado en el mío”


¡Maldito cartel de Pozoblanco, has cobrado tu segunda victima, otro príncipe de oro acartelado, aquel día de 1984 ha caído en el ruedo! “El Yiyo” se ha ido y Burlero se ha inmortalizado junto a él, José Cubero Sánchez “El Yiyo” ha muerto matando y su historia pasará a los museos y leyendas taurinas, pues se ha convertido hoy en el torero -el único en la historia- que ha muerto y dado muerte a dos toros homicidas: Avispado y Burlero. A un tiempo de transcurrida la tragedia, Tomás Redondo, apoderado de “El Yiyo”, se suicidó, abrumador hecho no lo pudo dejar vivir en paz y sin dolor. Por su parte, “Chocolate”, su mozo de espadas tampoco podría seguir, enfermo de nostalgia y sufrimiento también murió. Ambos personajes los más importantes en las tardes en las que salía a torear “El Yiyo”.

El Soro y la sentencia. Para los primeros días de abril de 1994, Vicente Ruiz “El Soro”, el tercer espada de aquel cartel a diez años de comenzada la tragedia, lucía bien pero los años tomados de alternativa y el oficio frente del toro le habían cobrado poco a poco factura al cuerpo, había sufrido ya algunos percances, ninguno de gravedad. Al que muchos veían como dichoso, suertudo y nombraban como sobreviviente de aquel maldito día en Pozoblanco salió una vez más a torear, remate de cartel con el anuncio de Palomo Linares y “Chiquilín” en la Plaza de Montoro en

Córdoba, España. Ahí el amigo y compañero de los malogrados Yiyo y Paquirri toreaba en tarde excepcional, cuando de pronto… pasó, sufrió un percance en la arena, ¡maldito cartel de Pozoblanco! “El Soro” y único torero con vida de aquella terna accidentada se ha destrozado la rodilla izquierda, el diestro valenciano se perfiló para ejecutar en el segundo tercio un par de banderillas, aretes que puso en todo lo alto del emorillado salido de chiqueros, el cual se encelo con el torero tras su salida de los pitones, entonces, la cara de la res lo siguió con no muy buenas miras, desde luego era un toro bravo, “El Soro” saltó por las tablas para salvar la letal embestida y cayó de fea forma, se había destrozado la rodilla, el diagnostico: ¡El hombre no podría volver a torear jamás! Esta ocasión el toro le había perdonado la vida pero le había dejado sin lo que más amaba de ella, la fiesta brava, vida o no, el daño estaba hecho. “El Soro” recibía su sentencia y esta lucía por demás dolorosa y frustrante, ahora un hombre acostumbrado de pie a darlo todo en cada tarde tenía que mirar desde afuera del ruedo y sentado en una silla de ruedas la fiesta del toro, sentencia que le dejó –dicen algunos- el “Maldito Cartel de Pozoblanco”. ¡Sí!, recordemos, este es el precio que hay que pagar a veces en la fiesta de los toros.

15 • PATOS AL AGUA

de pie y agitaba sus pañuelos, el juez otorgaba entonces las últimas dos orejas al torero madrileño, las de Burlero. Su última vuelta al ruedo la daría no de pie ni sonriente, sino más bien en su féretro y en la más gloriosa de todas las Plazas: La Ventas.



Un libro significativo, pues fue el regalo de mi madrina cuando logré obtener mi título de la universidad y que guardo con especial recelo por simbolizar esa meta. Recuerdo cuando lo inicié por primera vez, hace… ¿casi tres años? Estaba decidida a devorarlo en vacaciones, su historia me atrapó rápidamente, pero después vino el trabajo, las aburridas responsabilidades, el regreso a la escuela y un sinfín de tareas que me obligaron a dejarlo a un lado. Estaba junto a mi, veía transcurrir mis días y mis noches desde el buró; paciente a que decidiera abrirlo de nuevo. Y aquel día llegó. Más bien fue una noche cuando nos reencontramos. Quería buscar algo que terminara de dejarme exhausta, que me ayudara a no pensar en mis ocupaciones diarias, que me distrajera y que al mismo tiempo me arrullara. Error, todo hizo menos arrullarme. “La historiadora” es un texto lleno de

aventura, con tres narradores y muchos escenarios. Ella, su padre, su extraño mentor, todos unidos en una maraña de hechos que se conectan, con la aparición de personajes de la mitología vampírica y con la descripción de hermosos paisajes y ciudades medievales, dignos escenarios para tan magnífica trama. Claro, como hacía tanto tiempo que lo había dejado, tuve que iniciar de nuevo. Pero eso ha sido aun mejor; pues, además de ser un excelente ejercicio para la memoria, comienzo a saborearme los hechos mucho antes de recorrer las hojas de mi libro. Aún no lo termino, pero con gusto disfruto de los minutos que le invierto a su lectura, intrigada por pasar más allá de lo que ya había leído y al mismo tiempo entusiasmada por saber que volveré a sentir aquellas emociones que despertaron en mí la primera vez que lo leí. Mi conclusión: recomenzar un libro es aun mejor que empezar uno inédito pues tienes la certeza que disfrutarás de sus páginas.

17 • PATOS AL AGUA

Por: mariana solís/ ilustración: ESPECIAL INTERNET

“La historiadora ”

Retomar la lectura de aquel libro que tenías apilado en la sección de “pendientes” de tu pequeña, humilde y casi insignificante colección, es uno de los hechos más divertidos a los que un lector se enfrenta. Así fue para mí reencontrarme con “La historiadora”, de Elizabeth Kostova.



AMIGOS CON DERECHOS.. . .DE AUTOR



¡Qué comiencen los juegos del hambre! Dar explicaciones sobre cómo se gastó el dinero de todos nosotros no sirve de nada, pero nadie se detiene a informar cuÁles son los avances reales durante el periodo al que refieren, como ciudadano estoy harto de escuchar cifras que no me dicen nada.

21 • PATOS AL AGUA

POR: diego rivera/ ILUSTRACIÓN: adriÁn borda


“La gente cree que en Querétaro pueden pasar cosas extraordinarias o cosas que en otras latitudes probablemente no puedan suceder” dice el Gobernador en el promocional de su quinto informe de gobierno, la pregunta es ¿Está informando o haciendo propaganda? Los políticos siguen siendo incapaces de diferenciar entre una campaña proselitista y el ejercicio de gobierno; el discurso del mandatario remonta, inevitablemente, a la contienda electoral que encabezó en el 2009. Los pasados informes de actividades de los presidentes municipales y del mandatario estatal se limitaron a dar cifras del dinero gastado y lo aderezaron con un mensaje político, el cual, en todos los casos, fue triunfalista y eso dejó como resultado que nadie informó verdaderamente sobre los avances de sus gestiones.

posible: se pueden encontrar muchos empleos y bien pagados; el crecimiento económico es alto y constante; la inseguridad es poca y se alimenta de contados casos aislados; los malos vienen de otras entidades; se dan los mejores créditos del Infonavit; tenemos uno de los mejores gobernadores del país y muchas cosas buenas más. Lo grave del asunto es que el acto ciudadano de informar se ha convertido en el escenario perfecto para hablar de lo que las autocomplacientes administraciones públicas quieren ver, mientras lo feo, como diría el expresidente de la República Carlos Salinas de Gortari, ni lo ven, ni lo oyen.

Lamento informarle al señor gobernador que delitos como el robo a vehículo y a comercio, las lesiones y las violaciones van al alza en nuestro estado. Tristemente, la mayoría de los empleos de esta entidad son aportados por el sector servicios, en donde los sueldos son bajos y en muchos casos ni prestaciones incluyen. El campo ha sido prácticamente olvidado y eso ha provocado que se haya estancado durante los últimos cinco años. Las políticas en materia de emigración son nulas, y la cereza del pastel ha sido el sistema de transporte público colectivo, el cual se ha quedado en buenas intenciones y en un evidente y franco retroceso en la calidad del servicio ofertado a quienes menos tienen.

las palabras bonitas y los mensajes de amor, optimismo y esperanza nada aportan al desarrollo de esta tierra que tanto dicen amar.

Hoy, estos “ejercicios ciudadanos” se han convertido, en el mejor de los casos, en un circo mediático, el cual solo se usa como pretexto para elevar el gasto en publicidad y de paso le dan una ayudadita a su imagen particular y la de su partido, pero en el peor de los casos parece más una fiesta de cumpleaños del servidor público en turno.

Tradicionalmente el quinto informe de gobierno del gobernador del estado marca el disparo de salida para arrancar la carrera rumbo a las próximas elecciones, digamos que dieron el silbato inicial a los Juegos del Hambre. José Calzada piensa que, como resultado de sus cinco años de gobierno, quienes aquí habitan han llegado a la conclusión de que en esta tierra todo es

Dar explicaciones sobre cómo se gastó el dinero de todos nosotros no sirve de nada, pero nadie se detiene a informar cuáles son los avances reales durante el periodo al que refieren, como ciudadano estoy harto de escuchar cifras que no me dicen nada. Quiero escuchar cómo se comportó la economía de este año en comparación directa con el 2013; quiero saber cómo va el combate a la pobreza; necesito escuchar la evolución, con cifras exactas, de la seguridad; me urge saber las estadísticas concretas sobre el poder adquisitivo de los queretanos; ¿Cómo le hago para saber cómo se han comportado los porcentajes de cobertura educativa en los últimos dos años?

Basta de shows mediáticos que nada le aportan a nuestro estado, es necesario que se legisle para evitar gastos tan absurdos y para que en su lugar se establezcan verdaderos ejercicios de información y transparencia. Los ciudadanos tenemos derecho a conocer los avances reales y a ser capaces de medir la eficacia de las acciones implementadas por las administraciones públicas; las palabras bonitas y los mensajes de amor, optimismo y esperanza nada aportan al desarrollo de esta tierra que tanto dicen amar.


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a P r d , s e i h 23 • PATOS AL AGUA

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POR: VICTOR PERNALETE ILUSTRACIÓN: elena queralt

n ó l i . a c d t a a d n e n i e c e r o i s a l a p sy


Parece mentira, pero resulta pavoroso dar cuenta de toda esa gente, hombres y mujeres, que sin vacilar un segundo toman a sus hijos como armas

Esta vez aprovecho este espacio para escribir, no como periodista, sí como persona. Hace unos meses, llegué a una rueda de prensa (tal vez sea difícil realmente dejar de escribir como periodista) y me tope con un grupo de padres quienes presentaban una nueva asociación civil, dedicada al combate de la alienación parental. Había escuchado algo de ese fenómeno, y el dolor que cada uno de ellos mostraba en sus ojos me podía dar una idea más clara de lo que significaba todo eso, y del calvario que vivían. Supe entonces que inevitablemente compartiría con ellos un asiento, no del lado del reportero, sino del lado de la fuente. Historias terribles de padres que tienen años y años sin ver a sus hijos, o madres que han perdido a los suyos por la mala fe de las suegras, son más comunes de lo que pensamos. Todos los días pasamos al lado de una persona que a raíz de una venganza personal o simplemente un odio recalcitrante, no puede ver a sus hijos, muy a pesar de todo lo que ello implica, sobre todo y más que nada, para el menor. Parece mentira, pero resulta pavoroso dar cuenta de toda esa gente, hombres y mujeres, que sin vacilar un segundo toman a sus hijos como armas y los usan para traspasar hasta el fondo del corazón de aquel que

alguna vez fue su amante, y que hoy es su peor demonio. Excusas podrán haber millones; razones, las más aparentes. Culpas, víctimas, dolor, engaño; podemos hablar de un sinfín de circunstancias que “justifiquen” el alejar a los hijos de sus padres o madres, pero lo cierto es que nadie, absolutamente nadie, puede osar siquiera el pensar que tiene algún ápice de derecho de poner a sus hijos fuera del alcance de sus progenitores; menores cuyo derecho inalienable es tener cerca a sus padres. Pero pasa. Y mucho. Y mientras, todo el mundo camina alrededor, levantando las piernas para no tener que pisar y pasar por encima de ese muerto de hambre que acostado sobre la banqueta pide limosna; de ese padre que llora por la estúpida barrera cultural que lo aleja de sus hijos.

Normalizamos la alienación parental. La legitimamos. Le damos cause, la hacemos útil, la idealizamos y la realizamos. Creemos que es un simple asunto que concierne a dos, el padre y la madre, sin pensar jamás en el menor que nunca pidió ser utilizado como ficha de cambio para alguna vendetta personal. Desde casa, desde el núcleo, aprendemos que en esta vida se vale utilizar las vidas humanas para conseguir lo que se desea. Ese simple pensamiento, esa sencilla aseveración se transforma después, con los años, en la base de la dominación. La irresponsabilidad con la que nos conducimos desde lo más básico, el desdén con el que observamos el daño que otros se hacen entre sí con un niño en medio, es lo que mañana se convertirá en una persona llena de resentimiento, de dolor, de abandono. Es niño, esa niña que hoy son alejados de los padres, mañana, crecerán con ese dolor en el corazón. Reflexione. Piénselo. Analícelo. ¿Qué posición tendría usted ante un hecho similar? ¿Es de los que camina con desdén o los que sienten el perjuicio como propio? ¿Es un tema social o se queda en el espacio personal de las familias en conflicto?

Desde casa, desde el núcleo, aprendemos que en esta vida se vale utilizar las vidas humanas para conseguir lo que se desea.


25 • PATOS AL AGUA


Un escritor

dE onda POR: Felipe Cabello Zúñiga/ ILustración: especial internet

“Es imposible, estoy muerto, morido, fallecido; necesito una tumba con pastito y lapida limpia, que mierda soy, sin embargo, en mi mente seguían sus palabras, pensar, pensar, tal vez meditar, una tumba”. José Agustín, La tumba.


Después de unas horas llegamos a Cuautla donde desayunamos unas quesadillas de carne deshebrada, chile relleno y agua de horchata; en cuanto terminamos salimos a comprar una botella de vino de mesa para José Agustín. Nos fuimos en un taxi y en veinte minutos el conductor nos contó la historia del lugar hasta que finalmente llegamos al domicilio del gran escritor mexicano. Nos encontramos con Andrés, el mayor de sus hijos mientras sacaba su coche, preguntamos por su padre y dijo que iría a buscarlo, pero que no recordaba que tuviera entrevista agendada para ese día; nos invita a pasar y nos sentamos en el jardín, a un lado de la alberca. Es una casa enorme, bonita y se sentía el calor muy agradable.

*** Hace casi dos semanas que marqué a casa del escritor José Agustín. Estaba nervioso, no sabía qué hacer cuando contestaran mi llamada, ya tenía mi argumento pero hablar con alguien a quien admiras es difícil porque tienes que separar esa línea entre fanático y periodista. Contestaron pero no fue el autor de “La tumba” sino su esposa Margarita; tranquilicé mis nervios, ella me ayudó con una voz tranquila, relajante… me inspiró mucha confianza, como si la conociera de antes. Doy mi nombre y le comento que quiero entrevistar a su esposo para una publicación. Su respuesta fue inmediata. Confirmamos para el viernes 11 de julio, nos despedimos y colgué. ¡Brinqué de alegría! La llamada la hice desde mi celular, justo antes de empezar mis clases en la universidad. *** Ahora estoy en la Central del Sur donde mi amigo Adrián Botello, sociólogo, y yo emprenderemos esta aventura. Partimos a Cuautla, Morelos, a las nueve de la mañana.

¡No podíamos creer que a pesar de haber quedado para la entrevista, no se pudiera realizar! Creo que nos vio tristes, lo noto inmediatamente, pero entonces pensé, “podemos entrevistarla, ella también vivió muchas cosas”. Y así lo hicimos. - ¿Conoció a Rockdrigo (1) ? Margarita (M): Yo tuve la fortuna de conocerlo, un día vino a “Brisas”, teníamos un amigo que era el bajo de los Dugs Dug’s (2). Se llamaba El borrado, vivía aquí arribita ¿ves?; él había conocido a Rockdrigo y a todas esas gentes, que ahora ya fallecieron. Rockdrigo vino a casa del Borrado y vinieron por mi marido para que lo escuchara tocar, fue cuando mi esposo lo conoció aquí en la calle de Apando, y luego Rockdrigo tocó en una obra de teatro de mi marido que se llamó Abolición de la propiedad, ¿sí lo tienen? ¿Tienen todos los libros? - Tenemos varios, pero no todos, algunos son inconseguibles, pero nos llamó la atención El rey se acerca a su templo, ayer que platicamos con Fausto, músico de Rockdrigo, nos dijo de este libro y nos encantó, sobre todo por una frase: “El hombre del verbo florido y de alcances inimaginables”. ¿Nos puede hablar un poco más? M: El rey se acerca a su templo, es una novela que son dos novelitas, ¿ves?, una se abría por un lado y la otra volteabas el libro y lo

27 • PATOS AL AGUA

El siglo XX no puede definirse sin José Agustín Ramírez, uno de los escritores más importantes de la contracultura en México, perteneciente a la literatura de la onda, su obra ha influenciado a chicos y grandes; autor de libros como “El rey se acerca a su templo”, “De perfil”, “Tragicomedia mexicana” o “La tumba”, obra que lo encumbró a la fama.

Empiezo a platicar con mi amigo Adrián, organizamos las preguntas y en ese momento Andrés nos dice que no tenía, al parecer, nada programado, José Agustín estaba dormido pero podíamos esperarlo en su casa o podían llevarnos al centro de Cuautla a turistear; decidimos quedarnos, en el jardín platicando. A los cinco minutos, una señora se acerca y se presenta, era Margarita Bermúdez, esposa de Pepcoke, o sea, José Agustín. Dice que su esposo está indispuesto y que no lo podríamos entrevistar.


abrías por el otro, la gente creía que estaba equivocada y lo devolvían a la librería. Ese se llama El rey se acerca a su templo, pero luego…. le puso Luz externa. - ¿Usted también conoció a Sergio García (3)? M: También conocí a Sergio García, era muy amigo de nosotros, un tipo lindísimo, que ya falleció, le dio una depresión y se vino para abajo, es que en la vida hay que tener muchas armas para poder sobrevivir, no es solo la contracultura y eso, hay más cosas, más conciencia, yo creo que los chavos de ahora tienen más conciencia de muchas cosas, a nosotros nos tocó volcarnos a otra realidad que dices “no sé cuál es”, sin normas, sin disciplina de muchas cosas; y tú dices, “bueno debo tener disciplina”, pero en ese tiempo todo era muy drástico. - ¿Cuántos años tenía cuando se casó? M: Me casé con mi marido a los 17 años, yo tenía 17 y el 19. Estábamos bien chiquitos, nos fuimos a vivir a la calle Álvaro Obregón, y ya debíamos varios meses de renta, pero la señora, como era muy buena gente permitió que le pagáramos después; en ese momento estaba escribiendo mi marido De perfil, mi suegro llegaba y decía “por qué se levanta tan tarde, ya levántalo”, “no, es que estuvo escribiendo, no lo puedo levantar”, y bueno, son muchas cosas… - ¿El éxito de La tumba llegó hasta los 21? M: La publicó como a los 19 –y cuenta- 17, 18 … 19, cuando teníamos 19 , bien chiquitos, creo que sí; estábamos en una casa que tenía su papá y es cuando le habló Juan José Arreola (4), “vamos a arreglar tu novela, vamos a ponerle una vuelta de tuerca”. - ¿Cuánto tiempo llevan casados? M: Ya tenemos 50 años. - ¿Han sido difíciles? M: Siempre los genios son difíciles, es una personalidad muy compleja ¿ves? Además es león acuario, es una combinación, cómo te diré, es casi contraria; acuario es dadivoso, para todos hay, y la comunicación total, yo creo que por eso comunicó muchas cosas, pero leo es egoistón, ¿no? pero si no fuera tan egoísta no hubiera logrado lo que tiene en la mente, entonces creo que tiene mucha facilidad de palabra, soltura y el amor con que lo hacía. Fíjate que todo lo que escribía, lo hacía con mucho amor, mucha dedicación, ahí si era muy disciplinado; diario escribía, era una disciplina envidiable y todo,

pero ¿sabes? necesitas darte tiempo para ti mismo, no todo es estar escribiendo y escribiendo. - ¿Cómo fue Tragicomedia? M: Lo armó solito, no tenía ayudante, no tenía computadora, tenía tarjetitas, todavía las tiene, las que usó para armar todo. Tenía mucho amor para la literatura… de hecho, ya después haces cuentas de todo lo que ha pasado y todo eso, yo lo único que hice fue estar con él, era un escritor, esposo, hijo, papá de mis hijos sí, pero principalmente era un escritor. - ¿Cuánto tiempo estuvo en Lecumberri? M: Estuvo siete meses, Parménides(5) estuvo 5 años, salió para morirse prácticamente. Murió en un hotel, después de varios días, nosotros quisimos ayudarlo en un momento antes de que se fuera a la cárcel, quisimos tenerlo aquí pero no se podía, queríamos ayudarlo pero no hubo cómo, ¿me entiendes? Él llegaba y quitaba los discos, “no lo podemos oír” y no sé qué, siempre estaba muy excitado, desgraciadamente uno necesita paz, cómo para equilibrar las cosas ¿no?, ¿cómo se le hace?, la vida cotidiana… - ¿Cómo se enteran de su muerte? M: Yo creo que alguien nos ha de haber hablado para avisarnos, también murió un chavo, que escribió un librito, se me escapa el nombre, José Luis Benítez, ¿han oído hablar de él? Era un chavo que andaba mucho con ellos, pero sí anduvo en el rol, en el rol de las cervezas. - Porque finalmente este grupito dio origen a una forma de hacer literatura, denominada literatura de la onda. Margarita: Mi marido abrió las compuertas, sí; salieron libros, no sé si miles, ha inspirado a muchas personas. Hay dos que reconocen la influencia, como Juan Villoro(7) por ejemplo, Nacho Betancourt(8), de él no tengo conciencia qué le haya pasado, una semilla que seguirá creciendo, seguirá desarrollándose. - ¿Qué le gusta leer a su esposo? M: A mi esposo le gusta la historia, de los griegos por ejemplo, de la mitología, de ahí empezó a escribir, unos vecinos le dieron La Ilíada y la Odisea, y de ahí leyó a Dostoievski y a todos los rusos; mi marido comenzó a leer El muro a los doce años, eso es casi un


sacrilegio, un chavo a esa edad debe estar haciendo otras cosas, es muy raro ¿no? Empezó a sacar sus conclusiones literarias.

sáquenlos ¿no?”. Reímos.

- A usted le ha tocado ser pareja inseparable en esta gran aventura…

JA: Es que somos amigos desde hace siglos, yo tenía 17 o 18 años, y de repente el personaje de moda en ese momento era Gustavo Sainz (10), y fue a una entrevista a casa de Gustavo, llega y me dice “¿tú qué?”; “pues aquí de metiche”, “¡hay compadre!”, me dice.

- ¿Ustedes tiene amistad con Poniatowska? M: ¡Sí, cómo no!, es muy amiga de nosotros, hace poquito lo nombró… - Sí, en España cuando le entregaron un premio. Margarita: Es muy cercana, es como si fuera mi comadre –ríeno te creas. La señora es increíble, nadie sabe lo que anda haciendo, ella trajo un brujito a nosotros, para que le hicieran una limpia a José Agustín -y retoma el tema de Tragicomedia- La tragicomedia es un referente, ¿quién te cuenta así la historia?. Una amiga me ha dicho que la historia que cuentan generalmente en las escuelas no es verdad. Los chavos están desamparados, creo que lo leen en las prepas, tardó diez años en hacer ese libro, iba a hacer Tragicomedias 4, pero ya no tuvo la fuerza. Después de escribir Tragicomedia escribió Vida con mi viuda, Arma blanca, ésta la sacaron con Editorial Planeta pero ahora la vamos a pasar con mi hijo y la van a volver a sacar ¿ves? Estos libros los hizo mientras hacía Tragicomedia, ya después hizo dos, tres libros… - escucho que alguien tose…es José Agustín que viene bajando las escaleras. Mi amigo Botello y yo nos emocionamos ¡no lo podíamos creer! venia bajando las escaleras; por dentro me sentí como fan de una estrella de rock pero por fuera me mostraba tranquilo. “Aquí están los chavos”, le dice Margarita. Nosotros saludamos, emocionados; ella se acerca a platicar con su esposo, lo vemos bajar las escaleras cojeando, con manos temblorosas, se sienta con nosotros y empieza a platicar. “Todo se lo debo a mi padre”, dice. Hablamos un poco de historia, nos cuenta de las clases que dio en el norte del país y nos llama “Polluelos”; le pregunto de cuando fue a Querétaro, “no me presiones” -responde riendo- “Hace como 5 o 6 años”. Nos ofrece un cigarrito. “Nomás de los verdes”, le digo; “pues

- Hace poco fue Elena a Tequisquiapan y le pregunté cuál era la literatura que le gustaba y dijo que la de la onda… JA: ¡Ay, Elena!, dios la bendiga. - Lo nombró a usted y a Parménides junto con Gustavo Sainz. Llegan a ofrecerle de comer y José pide que nos ofrezcan a nosotros. Margarita vio que traíamos una bolsa con una botella; me pide que la acompañe y vamos al estudio de José Agustín. Ahí, me pregunta sobre el contenido de la bolsa, le comenté que compramos una botella para ellos pero me dice que su marido está dejando la bebida; toma la bolsa con la botella y ve que es vino: “creo que esta sí la puede tomar”. Cuando salimos del estudio, el autor de De perfil le dice a Margarita: “mujer me traes un whiskey”. Morí de risa por dentro, ¡lo bueno es que lo estaba dejando! - Le comentamos que acabamos de desayunar unas quesadillas enormes y muy ricas, al lado de la central, “es el taco morelense”, interrumpe Pepcoke. Se acerca uno de sus perros llamado Toño. - ¿Existió el milagro mexicano? JA: Hubo el intento, Echeverría, si es que fue el intento, estuvo de la cachetada, estuvo tremendo. - ¿Cómo fue su relación con Sergio García? JA: Fue muy buena, muy padre, Sergio quizá fue el primer lector de libros míos que conocí, porque un día llegó a mi departamento y me dijo que quería conocerme, andaba con Angélica entonces, dijo que iba a ser la puerta para su éxito de Hollywood. - Hablando de contracultura, ¿cree que él “vive latino” puede ser contracultural? JA: ¡Para nada! Yo recuerdo que una vez me fui a ver a la presidenta de Acción Cultural en la mesa directiva de la escuela, fue cuando terminé de hablar, le gustó mucho a la gente, entonces me fueron empujando sin querer, todos los que querían firma de libro y que me tiran al pozo ese,; tardé un año en recuperarme, regresé a casa con mejor ánimo, pero ya se me había cortado la inspiración.

29 • PATOS AL AGUA

M: Tengo un hijo que podían entrevistar, Andrés el más grande, no sé si vieron que ahorita sacaron una película que se llama Historias de vida, es de un cuate… Se me escapó el nombre, aquí le hicieron la entrevista, salió en canal 22, salió con Leticia Lemus, déjenme ver si tengo unos libros…

- ¿Escuchó que Elena Poniatowska(9) lo nombró en España?


- Usted va a Lecumberri por fumar mota, pero se dice que quien realmente fumó era su esposa, ¿Qué hay de cierto? JA: La tira dice eso, ahí en Lecumberri estaba Revueltas, casi nadie lo conocía, entonces un día… entonces ¡sepa la chingada!... - ¿Como escribió Abolición de la Propiedad? JA: ¡Ay dios mío! Ya te fuiste pa’ tras; fue en el 69, yo andaba con Angélica María (11), y su mamá -una señora queridísima- me dijo una vez “¿tú no vas hacer nada por mi hija?” ¿Pues qué quiere que haga? “Escribe algo y aliviánate”; yo no sirvo para trabajar de encargo, y una noche en un departamento que tenía con Angélica María.. y sepa la chingada qué pasó…. (Volvemos a reír). - ¿Y sigue viendo a Angélica? JA: Si, somos muy cuates, me habló antier. - ¿Y usted vio Abolición de la propiedad con la dirección de Mario Alcántara (12)?

al gabacho, aquí está muerto, no pasa nada. Margarita: Es una “Tumba”, lo que pasa es que llevan su tumba con ellos mismos. JA: A los chavos nos ha gustado reunirnos en una esquina, yo estudié en una escuela llamada “Simón Bolívar”, nos escapábamos a echarnos un cigarrito, por río Mixcoac y luego… (toma whiskey) perdónenme estoy muy lento, no me acordaba que teníamos una entrevista. Su esposa también lo disculpa con nosotros. -¿Por qué le llamaban Pepcoke? JA: Parménides que estaba mal de la cabeza (dice riendo). Pep porque me gustaban las anfetaminas, Coke por la cocaína. (Reímos todos). - ¿Qué extraña de Parménides? JA: Todo, a Parménides.

José Agustín: Claro -se acercan una vez más sus perritos- Esos perros inteligentes abren hasta las puertas.

- Ustedes figuran como las personas más respetadas en el libro de “Pasto verde” de Parménides.

- Tiene una casa muy bonita, ambiente pacífico, tiene una idea de armonía.

Margarita dice que era muy coquetón, Pep dice juguetón. “Le tenía muchas ganas”, dice Pepcoke.

José Agustín: No exactamente, pero hace casi cincuenta años llegamos a vivir aquí, al principio Margarita y yo ya nos queríamos regresar al DF ¡qué chingaos! Su esposa nos ofrece una cervecita. No gracias -dice su maridoestoy con un whiskeylucan. -¿Cree qué le hace falta por hacer en su carrera? JA: Claro que sí, ser mejor escritor todavía. - ¿Cómo se llama el libro o novela que envió a “Nexos”? JA: Sí, de mi última novela, “La locura de dios” “¿Cómo se llamaba antes?”, pregunta Margarita, “recuerdo que algo de la carretera, ¿no?”.

- ¿Cómo se enteraron el terremoto del 85? José Agustín: Pues sorpresivamente, aquí no se sintió tanto, salí a la terraza y vi que la alberca tenía olas altas, entonces no recuerdo por qué decidimos irnos a Acapulco, estuvimos unos días en lo que se calmaba aquí todo. - ¿Cuando se enteró que Rockdrigo se dio de baja tras el terremoto? José Agustín: Recuerdo más bien cuando estaba vivo, de alta, chavos del Tri, el Borrado, tuve trato con todos ellos, ellos me empiezan a decir, “¿ya oíste a Rockdrigo?, ese cuate está pesado” y yo les dije, “¿y quién chingaos es Rockdrigo?”,“nuestro Bob Dylan mexicano”.

JA: Es lo que manejaba en ese momento, por tener título, una novela sobre la carretera.

¿Ya vieron la película de Abolición de la propiedad?, nos pregunta José Agustín. Le respondemos que sí, una novela excelente y la película no rompe con nada.

Margarita: De un viejito, ¿no? Que iba con un amiguito, yo recuerdo que platicabas de un señor ya grande que le pasaban cosas de la carretera.

JA: me costó trabajo, lo hice en 1969, -y retoma el tema de Angélica Ortiz, de que le pidió algo- “¡pues te boleo los zapatos!”.

JA: hay varios de aquí del fraccionamiento que se fueron a vivir

Ese libro lo escribió en ese entonces para Angélica María. JA: En esos días me fui a acostar y recuerdo que dejé prendida la


luz, regreso a apagarla y es entonces cuando vi que alguien me llamaba, se iluminó mi máquina, y fue cuando escribí Abolición de la propiedad. Se redujo la versión del cine. Si no tenía éxito con ese libro, ese era el fin. Mi hijo es editor, jefe de editor de Random House, “queremos pedirle la recisión de contrato porque ese libro no se vende”; como siempre había sido uno de los clavos que yo tenía, ps ni pedo, no se vende; entonces le conté a mi hijo Andrés eso, y regresÓ al poco rato, y me dijo “son puros cuentos papÁ, acaba de entrar una reedición de Abolición”.

el karma, me caí tres metros, ¿sí les conté?, ranazo, regresé y pensé en seguir mi novela, llegué muy machito pensando que ya la iba a terminar, a los quince minutos me cansaba, ¡qué fracaso!

- ¿Usted montó en Estados Unidos la obra de Abolición?

José Agustín es un hombre fuerte, a pesar de que estaba dormido y de haber tenido otra caída tres días antes de ir a visitarlo, nos enseñó su lado humano, que sigue siendo el mejor de literatura, con su lenguaje tan de la onda; mientras lo entrevistábamos veíamos su rostro, lleno de recuerdos, los ojos brillaban cuando hablaba de su esposa, de Rockdrigo, de Parménides, de sus novelas. Pocas veces ocurren este tipo de cosas, los sueños se convierten en realidad, he cumplido varios, sin embargo uno de los más importantes fue este.

Le digo que disfruté el libro y pregunta que si yo era Felipe Cabello, “de Roberto Ponce”, le dije; “¡es mi cuate!”, comenta… ¡y me pide que le firme un libro del que soy coautor! Yo estaba súper emocionado, no sabía qué ponerle; mientras José Agustín se levanta para ir por más Whiskey. “Para el mejor escritor de México y el mundo José Agustín, usted me ha influenciado, por usted me puse en “la onda”, todos estos recuerdos me los llevaré a La tumba, con gran cariño y admiración, Felipe Cabello”. Justo escribía eso y sentí que José Agustín se detuvo a ver lo que le ponía; yo estaba nervioso, no sabía si lo estaba leyendo o solo pasó, le pregunté a mi compañero y me dijo que se detuvo a leer justo cuando puse lo de la tumba. Escuché su risa detrás de mí, ¡demasiada emoción! Le leemos una parte de “Pasto verde”, y José dice que Parménides inventaba su realidad, y la de los demás. Parménides compartió cárcel con Guillermo Russell (13). Su esposa Margarita señala que estaba en el partido comunista, que estaba bien loquillo, “el cuate tenía su esposa que tenía dos hijos, y se decidió separar porque encontró una francesa muy burguesa, que quería ser del partido y él se enojó y mató a quien andaba con su ex esposa y luego se fue a Francia y mató a dos personas”. El escritor dice “no es de investigar, así fue, así fueron las cosas, fue a nuestras fiestas Guillermo, era el mentor, amigo y maestro de Parménides”. José Agustín nos firma nuestros libros; le ponemos rolas inéditas de Rockdrigo con Jaime López (14) y Alain Derbez (15), El rock del difunto, José se emociona y nos pregunta “¿cómo lo obtuvieron?”, y le respondemos que son cintas que tiene Pepe Navar, está por salir el disco. “No tengo espíritu de fan”, comenta Pepcoke, y continua , “es

Referencias: (1) Rockdrigo González.-(1950-1985) Músico tampiqueño, promotor del colectivo rupestre, enfocado al rock. (2) Dug dugs .- (1964-1985) Grupo de rock mexicano fundado en los años sesenta. (3) Sergio García Michel .- (1945-2010) Director de cine, adherido al movimiento rupestre a través de su cámara. (4) Juan José Arreola.- (1918-2001) Escritor, editor y académico mexicano originario de Guadalajara. (5) Parménides García Saldaña.- (1944-1982) Escritor mexicano, encabezo el movimiento de “La onda” en los sesenta. (6) Juan Villoro.-(1956) Escritor y periodista mexicano. (7) Ignacio Betancourt (1948) Escritor mexicano originario de San Luis Potosi. (8) Elena Poniatowska.- (1932) Escritora, periodista y activista. (9) Gustavo Sainz (1940)Novelista mexicano (10) Angélica María (1944) Cantante y actriz mexicana nacida en Estados Unidos. (11) Mario Alcántara.- Director de teatro (12) Guillermo Russell.- Militante del Partido Socialista Único de México (13) Jaime López.- Músico tamaulipeco radicado en la ciudad de México (14) Alain Derbez .- (1956) Ensayista, narrador, poeta y músico mexicano originario de Veracruz.

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JA: Si allí fue el estreno mundial, di clases por allá, además hubo una crítica de un chicano que decía “todo suena muy bien, lástima que nunca se pueda exhibir”, pero lo hice finalmente.

Ahí terminamos la entrevista-platica, solo teníamos 20 minutos que convertimos en 2 horas y media, ¡no nos queríamos ir! Fue una experiencia que no olvidaremos, un honor poder conocer a Pepcoke y a su linda esposa. Comprendimos por qué Parménides quiso a Margarita: siempre un amor.



Bruno

33 • PATOS AL AGUA

POR: ENRIQUE SANTAMARÍA/ ILUSTRACIÓN: CESAR NAVARRETE


ruidoso. Y doloroso.

UNO Pequeño Bruno Costa, sin saber defenderse. - Señora, ¿está usted despierta? - Por supuesto que lo estoy. ¿Tiene a mi bebé? A alguien no le cayó bien este niño. A alguien de arriba.

- Haz lo mismo que yo hacía cuando te sientas en peligro: ponte a brincar como chango. Pero no cualquier chango: el churuco es el mejor. Al padre de Bruno le aficionaba Jane Goodall. Había leído todo lo que podía de ella. Y de repente soltaba uno que otro nombre de chango, sin conocerlos de verdad.

- Señora, su bebé… - ¿Dónde está mi pequeño? - Señora, su pequeño… ¿Cómo lo quiere llamar? Pobrecito Bruno, sin poder defenderse. - ¡Qué le importa! ¡Ya se me murió como los otros! - Señora, cálmese. Su hijo nació sano. Casi. Casi. - ¡Si está vivo, entréguemelo! Aunque haya nacido sin piernitas, bracitos. Con tal que me lo den respirando. - Señora, al parecer su hijo es alérgico al algodón. Va a tener que cuidarlo mucho.

TRES Al firmar con Prosegur, después de regalarle un stylish saco de algodón color blanco que nunca iba a utilizar (y que guardaría, durante años, en un cajón de su escritorio), le dijeron: - Señor Costa, ¿sabe usted defenderse ante un asalto a mano armada, en la calle? - Ehmmmm… ¿Es necesario saberlo para firmar el contrato? - Para nada. Simple conversación.

Aprender a defenderse.

- Mi padre me enseñó cómo defenderme. Soy experto.

- ¿Eso era todo?

- ¿De verdad?

- Sí, señora. Ahora le traemos a su pequeño.

“¡De verdad!”

“Alérgico al algodón. ¿A quién le importa eso?”

DOS - Escúchame bien, Bruno: no tienes que pelearte con nadie. El uniforme escolar obligatorio era cómodo: blanco arriba y con pantalón rojo. En día de actividades físicas los colores se invertían. - Papá, los niños no dejan de burlarse. ¿Por qué no uso el mismo uniforme? Sueno a sonaja cuando camino. Para evitar reacciones alérgicas, los padres de Bruno le habían comprado un sustituto de algodón que resultó muy

CUATRO Siempre había escogido con cuidado su atuendo. El hecho de que el algodón fuera su enemigo, significó que tenía que encontrarse aliados. Poco a poco, su vestimenta fue evolucionando desde una receta médica hasta una pasión por la fanfarronería. Siempre vestido a la última tendencia, Bruno se sentía orgulloso. A excepción de este jueves. Porque en Prosegur no le exigían mucho. Viajar, por ejemplo, era uno de esos placeres que a pocos le concedían, y


que gracias a su excelente vestimenta, se había ganado a base de tratos, abrazos y demás gestos de negocios vacíos. Ese mismo día le habían pedido trasladarse a España para hablar con dos cabezas muy importantes de su compañía. Así que él no lo dudó: calculó detenidamente su plan para llegar a la tintorería, recoger su mejor traje (que, afortunadamente para él, había quedado listo justo a tiempo), llegar a su casa, darse un baño, y prepararse para ir al aeropuerto.

Así que caminaría cuidadosamente hacia las oficinas. Y eso fue exactamente lo que hizo, hasta que se sentó en el sillón de cuero destinado para los visitantes, justo afuera de la oficina principal, internacional, en el último piso del edificio de Prosegur.

- No te preocupes – le dijeron sus encargados –, nosotros te llevamos al aeropuerto.

Todo iba bien. No había visitantes aparte de él, así que tuvo la confianza de poner el saco en otro de los sillones. Lo quería lo más alejado de su piel como fuera posible. Aunque, para su desgracia, el lobby estaba arreglado de forma que todos los muebles daban de frente al elevador.

- No será necesario – respondió él, maldito hombre guapo y talentoso –, me las puedo arreglar.

Un elevador que sólo podían usar los señores Revoredo y el señor Gut.

Esta vez no podía.

Un elevador que iba directo al lobby.

- Tú avión sale en 30 minutos. En cuanto terminemos de hablar te llevamos. No hay más tiempo. Todo su poder mental fue suficiente para darse cuenta de lo horrible que sería su viaje. Lo que tenía puesto era formal, claro, pero no tenía la capacidad de impresionar a nadie. Y lo único limpio y con estilo disponible era el saco blanco que le habían entregado al firmar su contrato. Lo sacó de su escritorio y lo metió en una bolsa negra de plástico.

Por eso, cuando la joven recepcionista le dijo que los señores no estaban y que llegarían en cualquier momento, se sintió intranquilo. No quería que lo vieran sin el saco, y el saco estaba justo frente al elevador. Así que en el momento en que llegaran, tenían que encontrarlo bien vestido. Como siempre. Tenía que calcular todo cuidadosamente. Pero tenía poco tiempo. Y cada vez que sonaba la campaña del elevador, Bruno se precipitaba hacia su saco blanco.

Le habían advertido que la señora Revoredo y el honradísimo señor Gut eran personas muy formales. Respetuosas siempre de estatutos y protocolos, tenían poca tolerancia ante bromas, ademanes injustificados y palabras necias. Pero Bruno podía acomodarse a todo procedimiento. Su único problema era uno que lo perseguía desde su niñez. Por ello, tenía que utilizar su resistencia eficazmente. Al caminar hacia la oficina central sabía que, en algún momento, la señora Revoredo y el señor Gut tenían que verlo con vestimenta formal. Y él podía resistir aproximadamente 7 minutos sin rascarse, cuando el algodón tocaba su piel.

Primero, una mujer de limpieza salió del elevador. Después, un hombre con una escoba. Le siguió un hombre con unas plantas. Cada vez que sonaba la campana, Bruno se arrojaba hacia el saco, y al ver que ninguno era quien esperaba, regresaba, derrotado, a su silla. Y se veía mal cada vez que lo hacía. Pues lo hacía con tanta fuerza, que empujaba el sillón donde estaba sentado. Aún arrastrándose sobre la alfombra se escuchaba un fuerte raspón, que alertaba a la joven recepcionista. Y él no quería quedar mal con nadie. Cuando apareció el hombre de las plantas, se decidió: iba a ponerse el saco aunque ellos no hubieran llegado. Afortunadamente para él, en cuanto el algodón rozó su piel

35 • PATOS AL AGUA

CINCO


se volvió a escuchar la campana. Helena Revoredo y Christian Gut parecían estatuas de carne: rostros inmóviles, pasos arrastrados. Ignoraron a Bruno y entraron en la oficina. - Ya puede pasar – le dijo la recepcionista.

SEIS Los primeros pasos fueron fáciles. No sentía la comezón de siempre. Fue hasta que entró en la oficina que sintió las primeras picaduras. Mientras caminaba hacia la silla de cuero sintético, su piel comenzó a arder. Poco a poco, pequeñas agujas invisibles se arremetían a los poros, escupiendo incomodidad. Revoredo y Gut lo miraban atentamente. Desviaban la mirada de suerte ocasional, para evitar que el invitado sospechara sobre sus intenciones de analizarlo por completo antes de dirigirle palabra. Su caminar era certero; aunque ese sudor frío no era normal. Bruno caminaba cada vez más rápido. Sus brazos se sentían como dos plumas arrojadas hacia arriba gracias a la fuerza repelente de la picazón. Sin tener control alguno, sus extremidades superiores se elevaron 1.75 metros encima del nivel del piso que Bruno pisaba. Se asentaron uno sobre otro, el izquierdo sobre el derecho, y comenzaron a moverse hacia arriba, hacia abajo. Sus manos eran pedazos metálicos recubiertos por carne nerviosa. Se congelaron en forma de garra, y hacia arriba, y hacia abajo, se movían por las extremidades de Bruno. “¡Qué de mal gusto!” - Señor... – Gut miró su tablet – Costa, ¿qué está haciendo? - ¿Necesita usted un baño? Esos Revoredo y Gut tenían pocos tapujos. Y les molestaban muchas cosas. No sólo romper la divinidad de los protocolos, sino la higiene. Rascarse era el símbolo máximo de falta de humanidad.

Era reflejo de impulso animal, incontrolable, sin razonamiento. Pésimo para hacer negocios. - Una enorme disculpa – musitó apenas Bruno, quien en 2 segundos aseguró su lugar en la silla sintética de los invitados, y además pudo recuperar control sobre sí mismo, al disponer sus manos sobre su vientre: recuperó aliento y continuó –. No tuve tiempo de conseguir otro saco, y soy alérgico al algodón. “¡Qué hastío!” - Señor Costa, la higiene es algo muy importante para nosotros. Por un momento pensamos que… “¡Por favor báñese, hombre asqueroso!” - De verdad disculpen. No pude evitar rascarme. Es mi alergia. “¿Con qué tipo de personas tenemos que tratar?” - Si se quita usted el saco, ¿podríamos empezar? “Entre menos tiempo pasemos con este contagioso de putrefacción, mucho mejor.”

individuo,

Bruno se quitó el saco.

SIETE Así como eran ellos, fue extraño para Bruno que le pidieran cosas tan peculiares. Viajar a Brasil para ver el partido de los españoles, pagado por Revoredo y Gut, era la parte buena. La mala, es que el juego era un día después de la junta, así que cambiarse de ropa no era opción. Tendría que aguantar, un día más, su blanco saco de algodón. Tener estadía y boletos gratis, pagados por Revoredo y Gut, era la parte buena. La mala, es que tenía que recoger las entradas en la taquilla del estadio. Iba entonces caminando con decisión para darle buen término a todas sus tareas. Aparecía intermitentemente el recuerdo de su comezón algodonera cuando sentía el peso del saco sobre


El sol se asomaba, cenital, sobre unas pequeñas y escasas nubes. Su humor no podía estar mejor. Al acercarse al Arena Fonte Nova, se sentía complacido consigo mismo. Se sentía pleno al caminar entre tanta gente, tantos colores, tantos brazos libres ante el calor y tantos shorts diminutos. Le sonrío a una joven brasileña que iba del brazo de su novio; casi compra una bandera de España pero pensó en lo obvio de tal gesto lambiscón ante sus clientes; ignoró al par de pequeños, uno con camisa roja sin mangas, ambos morenos, que corrieron en pos suyo para pedirle unas monedas; revisó que su brazo estuviera cubierto por completo por tela, para ahorrarse la humillación de rascarse en público. Llegó a la entrada del estadio. Se asomaba no muy lejos la taquilla, donde recogería los boletos. Emocionado, pues no se había rascado ni una vez, atravesó el mar naranja de aficionados holandeses con la mirada fija hacia las 7 ventanillas donde tendría que dar el nombre de Revoredo y Gut para que le entregaran las entradas. Iba a evitar cualquier riesgo de informalidad, así que antes de avanzar más se puso encima la prisión de algodón. “Dolor”. Pero eso no le quitó tiempo para desviar su mirada, como lo hicieron los 1,200 hombres que junto a él se encontraban, hacia la delgada, esbelta, bellísima brasileña que se pavoneaba a 2 metros de donde él caminaba. Sus curvas eran metálicas, y el cuello de Bruno comenzó a metalizarse hasta obligarlo a girar la cabeza. Sólo la cabeza. Pues el resto del cuerpo seguía enfocado en el objetivo principal. Y fue tanta su concentración corporal, que no pudo evitar a Roberto, Jöao, o como quiera que se llamara, quien estaba parado, con la mirada perdida, frente a Bruno. Así como su cabeza, estómago y extremidades, también su mano y dedos estaban llenos de cerveza. Estaba a sólo unos instantes de saborear tal apreciado néctar, distante a pocos distantes de su boca, cuando sintió el empujón del distraído Bruno. La cerveza se derramó sobre el alcoholizado Jöao.

Y éste, con la mirada encontrada por el empellón, recobró el sentido. Giró para apreciar al culpable. Lo encontró rápidamente. - Disculpe joven, no me fijé. - Filho da puta – murmuró el alcoholizado. Bruno sólo entendió “puta”. Y eso fue suficiente. Era uno de los peores momentos de Bruno. No sólo por lo poco que entendía, sino por lo mucho que los demás comprendían, sin decir palabra. Porque un silbido de Jöao fue suficiente para que otros 5 Jöao aparecieran, todos con sus respectivas cervezas. - ¡Eu vou matar você! Corre.

OCHO Un día Bruno tiró una naranja al suelo. La pisó, resbaló pero no cayó. Miró hacia abajo y un fuerte color se escurría por la calle. Ahora, huyendo de los Jöao borrachos, se acordaba de un corredor lleno de cítricos. Cientos de fanáticos holandeses se apretujaban y escurrían por las calles aledañas al estadio. Ellos eran gajos que Bruno tenía que evitar si quería evitar una golpiza a su delicado cuerpo. Separó a la pareja brasileña que se abrazaba tiernamente; tiró al suelo al vendedor de banderas, tan alegre, tan ajeno al sufrimiento de Bruno; incluso tuvo tiempo de seguir ignorando al par de pequeños, uno con camisa roja sin mangas, ambos morenos, que corrían para evitar ser aplastados; arrojó sobre el pavimento el saco blanco que tanto le pesaba: primero, porque una vestimenta de ese color sería fácil de reconocer dentro del mar naranja, y luego, para deshacerse de su carcelario velo albino. Seguir derecho era estúpido. Así que en cuanto pudo, hizo un giro a la derecha. Se encontró en un amplio pasillo, desolado, sin salida. Al final, se apreciaban 3 cajas naranjas dispuestas una

37 • PATOS AL AGUA

su antebrazo derecho: protegido por la manga de su camisa, tenía, después de mucho tiempo, control completo de sus dominios.


encima de otra. A su lado, una persona levantándolas, poniéndolas en una pequeña scooter. Eran uniformes de Holanda. Fue obvio, entonces, su razonamiento. Así que corrió hacia el hombre. Se hizo desesperadamente entender, y después de pagar exageradamente, le entregaron el último uniforme que quedaba.

voluntariamente, al ebrio Jöao. “¿Que actuara como un…?” A 5 metros de distancia el puño del Jöao se iba a mover por sí mismo. “¡Maldito uniforme escolar!”

Después de analizarlo a su mayor velocidad, se dio cuenta: era 2 tallas menor, y estaba hecho de algodón.

DIEZ NUEVE Cuando salió del callejón encajó perfectamente. Ni una mirada hacia él, ni un comentario, ni un silbido. Ni la pareja, ni los pequeños, ni el vendedor de banderas que ahora las recogía del suelo, lo reconocieron. Todos siguieron su camino. Y él tenía que hacer lo mismo. Sin rastro de los Jöao, se acercó nuevamente a las taquillas. La ola naranja parecía cada vez más espesa. Y la comezón cada vez más insoportable. Porque fue el miedo el que lo distrajo de rascarse el pecho, la espalda, los muslos, y principalmente la entrepierna. Todo su cuerpo se sentía una caldera arremetida por empujones de niños malcriados: estaba a punto de derramar su desesperación dérmica sobre el público que lo ignoraba. Pero mantuvo su compostura hasta llegar al estadio. Llegó a las taquillas, dio el nombre de sus clientes, y se convirtió en el poseedor de los boletos del día. No fue necesario girar demasiado, porque ahí fue cuando lo vio: el primer Jöao lo miraba fijamente a 15 metros de distancia. Su puño se apretaba cada vez más. Su cabeza se llenaba de comisuras. Y su caminar se hacía más veloz. Habría que reaccionar rápido. “¿Qué me habían dicho…?” A 10 metros, parecía que la ola naranja le daba paso,

Fue la excusa perfecta, para ser completamente honestos. Porque el churuco es extraño en sus movimientos, disforme en apariencias sociales y dinámico en gestos corporales. Así que Bruno estaba completamente obligado a rascarse por todos lados. Las piernas. Los brazos. La espalda. Los glúteos. La entrepierna (“¡deliciosa entrepierna!”). Así que entre grito y grito primate, alcanzó a rascarse esas aperturas en la piel donde parecía que iba a explotar. Se rascaba por todos lados, de pies a cabeza, para ahuyentar, en conjunto con un par de sonidos guturales, al ahora asustado y ebrio Jöao. Un par de pasos hacia atrás fueron suficientes para alejarlo. Aunque sólo fue a él: el resto de la ola naranja se había quedado estática ante el espectáculo cirquero que acababa de ofrecer Bruno. Se sentía aliviado, tanto por su integridad física como por la mental. Ahora, con todo lo que se había rascado, enfrente de todos, podría aguantar todo el partido en compañía de sus clientes, sin que éstos se dieran cuenta de aquella necesidad de frotar su piel. Miró levemente a su alrededor, para darse cuenta de cuánta vergüenza tenía que sufrir. La ola se sentía pareja, sin cúspides ni precipicios. A excepción de un par de partículas, independientes


del confort común. Sintió la mirada de aquellos rebeldes, y giró su cuerpo hacia ellos. Revoredo y Gut habían observado todo lo ocurrido. Cómo la gente se iba acercando a las taquillas; cómo se alejaba, temeroso y confundido, el ebrio Jöao; cómo se descubría un hombre en pantaloncillos deportivos ajustados, naranjas, quien no pudo resistir la urgencia de ridiculizarse y rascarse cual, sí, chimpancé. “Churuco, por favor.” Bruno los miró. Ellos lo miraron. Se dieron la vuelta, para volver a ser acogidos por el tumulto que los escupió bajo las taquillas. Así como ellos, los objetivos de Bruno se habían desaparecido. No tuvo que dar muchos pasos hacia la calle cuando se los encontró. Les entregó los boletos. No tenía más qué hacer. Sonriendo, se regaló por completo al poder divino de la ola naranja.

39 • PATOS AL AGUA


mu cha cha

Por: : yadira arana/ ILUSTRACIĂ“N: Ines Vilpi


Con el cuello erguido, la muchacha se tumba en la cama para seguir leyendo. Se tumba en la cama para seguir leyendo su ejemplar maltratado de cuentos sobre Ciudad “K”. Ciudad K es una ciudad consumida por noches abominables. Noches donde filas de inquietos clientes abarrotan los callejones. Callejones donde no hay propinas, pero si muchos insultos; a la muchacha le manchan el vestido y la dejan sin ganancias. Mientras contrae la mandíbula y rechina su amarillenta dentadura de afilados colmillos, intenta proclamar una verdad en su boca, pero sólo escapan balbucidos ininteligibles. Entonces, vuelan miles de preguntas. Y la muchachita reposa el cuello.

Entristece uno Estos anillos entristecen aquí en la comisura de tus labios entristece uno entristecen dos una cadena de miserables números caminan por los pies del nido con la barca del final del sonido allá abajo tantas bocas tantas tristeza uno tristeza dos como dos caminos entristece uno entristecen dos y en el camellón hay un patio vacio entristece uno y entristecen dos canción de tango canción de ayer en la punta de los dedos como una sinfonía que no puedo dejar de leer porque entonces entristecen mil y un ejército de tristes permanece mirando


Recorrido inimagina Por: : heber pacheco/ ILUSTRACIÓN: horacio g.

1 Lo único que podía escuchar era el sonido de mi respiración dentro del casco que traía puesto. Aún era de noche. Más bien, siempre era de noche. Aquel juego de niños en las tardes después de salir de la escuela en el que mis amigos y yo éramos los mejores astronautas y nos veíamos inmersos en aventuras espaciales como ninguna. Salvar a la Tierra de asteroides del tamaño de un país entero. Participar en la invasión contra seres

extraterrestres que querían conquistarnos para acabar con los árboles, pues la madera era un elemento vital para su subsistencia. En fin, tantas y tantas aventuras que mis amigos y yo vivíamos cada tarde. Hoy, hoy es una realidad. Me encuentro a millones de kilómetros de la Tierra. Después de un largo recorrido por la universidad y de exámenes para ingresar a la corporación más grande y tecnológica del mundo en temas espaciales. Aquí estoy, dentro de una nave. Miro el espectáculo de las estrellas brillantes que se muestran en la bóveda oscura que no tiene

fin. A lado mío, mi compañero de batallas durante todo el entrenamiento. La misión era muy simple, conectarnos al satélite de telecomunicaciones que había sido averiado hace unos meses por una lluvia de meteoritos. En el planeta las conexiones estaban siendo intermitentes. Las compañías estaban perdiendo millones de dólares por esta falla y las oficinas estaban abarrotadas de gente molesta y descontenta con el servicio. Era urgente solucionar el problema. Nos conectaríamos en dos horas. Cambiaríamos paneles solares y hardware


o able


dentro del satélite para reiniciar su sistema y que todo volviera a la normalidad. A simple vista la misión era muy pero muy sencilla. Había entrenado durante 9 años para lograr tener una oportunidad como esta y no pensaba desaprovecharla. Pasaron las dos horas. Al fin nos conectamos al satélite. Despojados de nuestros trajes para tener mejor movilidad, nos internamos dentro de aquel gigante de metal. Llevábamos la herramienta necesaria para poder dar comienzo a las reparaciones iniciales. Todo el trabajo nos llevaría alrededor de dos días, sin embargo, si no fuera por un reloj digital, no nos daríamos cuenta cuando es de día y cuando de noche. Quitamos tornillos aquí y acá. Desempacamos las piezas nuevas y las colocamos una a una en su lugar. Se había hecho gran daño el sistema. Pero esto era pan comido. Lo complicado se avecinaba después. Teníamos que usar los trajes pesados para pasar a una cámara contigua y tapar cada uno de los agujeros que los meteoros habían dejado a su paso. Soldar toda esa estructura para dejarla como nueva. Por último, las reparaciones exteriores era lo que más temía pero se debía hacer. Comenzamos el segundo día con las reparaciones de la cámara dañada. Después de cuatro horas de trabajo todo había quedado fascinante. Decidimos tomarnos un breve descanso. Tomamos un poco de líquidos y comimos capsulas de alimentos.

Después de una hora de tranquilidad dimos pasó a la reparación externa. Estaba sudando. Tenía un mal presentimiento, sin embargo, lo atribuí al temor que sentía. Jamás lo había hecho pero mi compañero ya tenía experiencia en este tipo de actividades. Nos colocamos los trajes especiales. Verificamos los niveles de oxígeno. Tomamos la herramienta y partes necesarias. Abrimos la escotilla y salimos. Aquel escenario al que me enfrenté era maravilloso. Nos enganchamos en las partes específicas del satélite para no flotar sin rumbo y comenzamos las reparaciones. El contacto con la NASA estaba sin inconvenientes. Me encontraba desatornillando una de las partes y de pronto el tornillo se me escapó de entre las manos. Quise recuperarlo y batallé en hacerlo. El tornillo se escapaba cada vez más rápido y yo no podía alcanzarlo. De pronto, a través del radio mi compañero me advirtió que ya estaba algo retirado del satélite. Cuando cambié de dirección la mirada me llevé una gran sorpresa: mi arnés estaba desenganchado. Me había alejado lo suficiente como para no tener opciones de como regresar. Mi compañero se dio cuenta y entró en pánico. Comenzó a darme instrucciones de cómo manejar mi cuerpo y mi equipo para tratar de regresar al satélite. Traté de no perder la calma. Comencé a seguir las instrucciones pero cada segundo me alejaba más y más. No quise desesperarme para no terminar el oxígeno de mi equipo. Recordé los simuladores en mis entrenamientos y jugué con el peso de mi cuerpo para poder moverme hacia adelante. Parece que dio resultado. Poco a poco mi rumbo fue hacía la nave nuevamente. Mi compañero me animaba y pedía que no dejara de hacer lo que estaba haciendo. Me encontraba a unos cuantos metros para llegar y de pronto algo me impacto tan fuerte que nuevamente

desvíe mi curso. Se acercaba otra lluvia de meteoritos. Cosa impredecible, pues ni el equipo que se encontraba en la Tierra fue capaz de detectarlo. Sonó el grito de mi compañero lleno de terror. Yo seguía dando vueltas y me alejaba cada vez más. Sabía que era el fin. Vi como mi compañero se logró guarecer detrás de unos paneles solares y las pequeñas rocas fueron destrozando todo a su paso. Afortunadamente, no tuve ningún otro impacto pero sufría. Trataba de poner mi cuerpo estable y volver a hacer lo que estaba haciendo para regresar. Al fin lo logré. Estaba regresando. Lentamente pero lo hacía. La voz de mi compañero sonó por la radio: - tengo que regresar a la nave. Mi tanque de oxígeno tiene una apertura y se escapa el oxígeno. No me queda mucho tiempo. Resiste. Sigue haciéndolo. Lo lograrás. – Mis nervios aumentaron. Pero seguía haciendo lo mismo. Al cabo de dos minutos vi más cerca el punto de encuentro pero un vip sonó y me alarme. El oxígeno se estaba terminando. Tenía que darme prisa. Quedaban 10 minutos de ese aire vital y era todo lo que tenía para llegar. No sabía cómo ir más rápido. 9 minutos después y faltaban aproximadamente 50 metros para llegar. No sabía si lo lograría. La alarma de advertencia sonaba cada vez más rápido y estridente. Cerré los ojos y espere el impacto que me indicará que había llegado. Fue eterno. Sentía que seguía flotando. No sabía si iba a llegar o no. Bajé mi ritmo cardiaco y traté de disfrutar el momento. Estaba en el espacio y ese siempre había sido mi mayor sueño…

2 Me inclino para atarme las cuerdas de mis sandalias. Reviso que mi armadura este en el lugar correspondiente y fija para que no se


mueva o caiga con los movimientos bruscos. Tomo mi espada y la observo a contra luz, verifico que tenga el filo necesario. Guardo mi espada en el compartimiento de mi traje puesto del lado izquierdo de mi cuerpo. Mi caso descansa sobre una piedra. Lo veo reluciente como la primera vez que me lo dieron cuando me uní al ejército. Compruebo que las correas de mi casco sirvan. Lo coloco en mi cabeza y lo aseguro atando las cuerdas a mi cuello. Los nervios han desaparecidos. Al comenzar el alba será el inicio del fin. Recuperaremos lo que es nuestro. Lo que alguna vez nos perteneció y que los romanos nos quitaron. Cada hombre de este pequeño poblado nos hemos unido para recuperar nuestra paz, nuestra tierra, nuestro hogar. El sol comienza a asomarse detrás de la gran montaña. El cielo se pinta de naranja. Aguardo a la señal. De pronto aquel aldeano se postra en la copa de un árbol. Toma un cuerno de carnero y sopla a través de él para emitir el sonido que anuncia la batalla. Todos nosotros, los guerreros, nos concentramos en el centro de nuestra aldea. Estamos listos. Las mujeres se arrodillan y le piden a Dios que nos cuide, que nos proteja. Entre lágrimas y lamentos somos despedidos. Cada uno de nosotros comienza el andar y en nuestras mentes vamos recordando el plan para vencer al ejercito ro m a n o . La función específica que debía hacer parecía a simple vista sencilla, sin embargo, era demasiado arriesgada. De mi actuar dependía todo el plan y no podía defraudar a nadie.

Había entrenado lo suficiente para lograr este objetivo. A mi lado, caminaba David, experto en cuestiones de guerra. El más inteligente de todos. El más confiado. Me dio unas palmadas en la espalda y mientras sonreía me dijo: todo va a salir bien. Nos internamos en el bosque. Lo conocíamos como nuestra propia palma de la mano. La bruma era espesa pero iba disminuyendo conforme la mañana aparecía. Procurábamos no hacer tanto ruido. No hablábamos entre nosotros. Las miradas de aquí allá lo decían todo. Más allá de la valentía sabíamos que lo que nos motivaba y lo que nos daba la fuerza era ser lo que antes fuimos. Una aldea única, capaz de sembrar y criar sus propios alimentos. Un lugar donde se enseñaban los verdaderos valores de la familia y donde Dios estaba presente en cada uno de los hogares. Un pueblo que derramaba amor con todos los suyos pero también con los necesitados que llegaban a pasar. Todo eso lo habíamos perdido por culpa de los romanos. El pretexto de la conquista era por estar ubicados en la zona de paso a las ciudades que los romanos aún no habían podido conquistar. Recuerdo aquella noche en que a todos nos sorprendieron. Con antorchas amenazaron con quemar cada casa si no dábamos la rendición. El sueño aún nos mantenía confundidos y no entendíamos lo que pasaba. Algunos de ellos quisieron sobrepasarse con nuestras mujeres. Fue en ese momento cuando reaccionamos y comenzó una pequeña lucha. Dimos la rendición a cambio de que respetaran a cada una de las personas que habitaban en este lugar. Lo que vendría después era lo peor. Paso de armas por nuestros caminos. Hombres borrachos que se querían llevar a la cama a nuestras mujeres. Destrozos de nuestras casas. Insultos. Peleas. Humillaciones. Todo

lo impensable en nuestro lugar de paz había llegado con ellos. Cansados, nos reunimos cada una de las familias. Teníamos que buscar una solución. Era necesario poner un freno a esto. Confiábamos en que Dios nos estaba poniendo a prueba como su pueblo. Quería que demostráramos lo fiel que éramos a Él y que diéramos la vida por Él. Millones de bendiciones habíamos recibido en toda nuestra existencia, ahora Él nos exigía alguna muestra de amor. Era necesario generar un plan, entrenar, practicar, ensayar. No podíamos permitirnos errores. En los días en que no pasaban los romanos por nuestro pueblo, todos nos internábamos en el bosque. Recibíamos entrenamiento de guerra. Cómo tomar las armas, cómo atacar, cómo defendernos, cómo engañar, cómo matar. Las mujeres daban una señal en especial para indicarnos que los romanos se acercaban. Salíamos de prisa del bosque y simulábamos estar trabajando como era de costumbre. Terminado el entrenamiento era momento de crear el plan perfecto para terminar con ellos. David, había ingresado al ejército romano. Su misión, era aprender de ellos, sus movimientos, sus debilidades, sus fortalezas. Tenía que traer toda la información necesaria para acabar con ellos. Así lo hizo, cada detalle que pudo exponer nos fue de mucha ayuda. Los hombres de mayor experiencia e inteligencia crearon el plan con ayuda de David. Cada uno de nosotros se lo aprendió de memoria. Cada uno de nosotros practicó su papel una y otra vez. Éramos como la maquinaria perfecta con los engranes debidamente acomodados. No podíamos tener errores o fallas. Eso no estaba permitido. Yo había decidido proponerme como voluntario para una de las tareas más difíciles. Al principio dudaron de mi capacidad pero aceptaron


darme la oportunidad. Después de tantos simulacros al fin se convencieron de que era ideal para este trabajo. Mientras seguíamos caminando en el bosque tuve curiosidad de buscar una pequeña bolsa atada a mi lado derecho. Sentí que traía cada uno de los frascos con sustancias somníferas. Ese era mi función. Vestir exactamente igual a un soldado romano. Entrar desapercibido al cuartel y a cada vaso de vino de cada uno de los guerreros verter el veneno, de tal manera que se debilitaran al momento de vernos entrar y pelear con ellos. Debíamos tomar ese cuartel y asegurarnos de que si regresaban los romanos a querer conquistarnos serían encuartados dentro del cuartel una vez más, acabaríamos con ellos y así sucesivamente hasta que dejaran de enviar tropas a tratar de conquistarnos. Por eso mi función era vital. Por eso mi papel era el más importante. Noté que mis manos comenzaban a humedecerse y dentro de mí pedí calma y tranquilidad. Estaba todo listo. Llegamos al punto máximo. Era mi entrada. Miré a todos y sin decir nada ellos con su mirada me dieron su voto de confianza, su respeto y me alentaron a hacer lo que tenía que hacer. Tomé una buena bocanada de aire y emprendí mi camino. David quedó de pie y me miró en mi caminata. De cierta manera, David confiaba y sabía que podía hacerlo. Nuevamente, toqué la bolsa colgada de mi lado derecho para asegurarme una vez más que las tenía. Al fin llegue al cuartel. La puerta estaba abierta. Se escuchaban algunas risas y charlas. Puse mi mano en la puerta para empujarla lentamente y di el paso hacia adentro de aquella estructura de piedra…

3

Habíamos estado juntos desde que nacimos. Su madre y mi madre tan sincronizadas

se preparaban a dar a luz el mismo día en cuartos contiguos. Ella era más grande que yo por dos horas de diferencia. Siempre se había destacado por ser primero en todo. Mismos colegios, mismas fiestas, mismas enfermedades. Compartíamos absolutamente todo. El momento en que menos tiempo compartíamos fue cuando fuimos a la universidad. Ella decidió estudiar danza contemporánea, mientras yo opte por literatura. Embarcados con tareas, proyectos y horas extras de clases nos distanciamos cada vez más. Sentimos que fue un respiro. Después de casi 18 años de estar juntos todo el tiempo merecíamos explorar nuevas situaciones de forma individual. Nuestras madres seguían siendo amigas íntimas. Estaban seguras de que ella y yo terminaríamos juntos algún día y formaríamos una hermosa familia. Conocí grandes personas durante la universidad. Gente demasiado brillante a mi parecer. No podía olvidar aquellos grandes debates que comenzaban al medio día defendiendo teorías de diferentes autores y que se alargaban hasta largar horas de la madrugada. Agotados, siempre terminábamos contentos y felices en busca de algún puesto nocturno de comida para saciar nuestra hambre. No importaba que horas antes casi termináramos a golpes entre todos por los debates. Al final del día éramos nuevamente amigos. Un día me invitaron a una fiesta. Era la primera vez que acudía a una sin compañía. Era extraño. Siempre fui tímido y nunca lo había experimentado, pues si no podía hablar con alguien siempre podía hacerlo con ella. Ahora, ella no estaba tenía que desempeñar el rol socializador que en mi vida jamás había practicado. Cuando llegamos a la casa de nuestro amigo se escuchaba el sonido de la música demasiado alto. Había muchos jóvenes

dentro y fuera de la casa. Algunas parejas besándose en la oscuridad y otros más charlando. Todos traían en la mano un vaso de plástico rojo donde tomaban la bebida alucinante. Mi amigo nos miró a todos y nos saludó. Traía una corbata amarrada en la cabeza como Stalone en Rambo. Era de tez blanca y se veía chapeado, no sabíamos si era por el calor que regía en la casa o por las cantidades de alcohol con las que ya contaba en la sangre. Nos invitó a pasar y nos advirtió dónde se concentraban los vasos, las bebidas y las botanas. Nos miramos unos a otros y entramos. Fuimos directamente a la mesa de las bebidas. Tomamos uno de los vasos rojos y nos servimos un poco de lo que todo mundo estaba tomando en ese momento. Nos quedamos fijos en medio de la sala. Nadie hacia ningún comentario. Sólo nos concentrábamos en mirar a todos los demás. Las chicas bailando solas, los hombres haciendo bromas pesadas, parejas besándose, jóvenes demasiado ebrios, otros más dormidos en los sillones. Cómo la extrañaba. Al estar con ella, lo que pasaba alrededor no importaba, el tiempo se detenía, siempre había algo de qué hablar. Decidí que era tiempo de moverme de ahí. Con una breve señal les indiqué a mis amigos que iría al baño. Emprendí mi camino y llegando al pasillo venía caminando una joven muy hermosa. Cruzamos miradas y me sonrió. No pude contenerme y también respondí el gesto con otra sonrisa. Lo que pasó después, fue algo que no tenía explicación para mí. Fuera de la casa, sentados en el césped, nos encontrábamos la chica simpática y yo platicando. Resultó ser la amiga de la novia de uno de los estudiantes de la licenciatura. Era evidente que tanta gente en aquella reunión eran invitados de invitados, pues hasta nosotros mismos hacíamos burlas de la baja matrícula en


literatura. Al parecer la lectura y el análisis era algo que ya no estaba de moda en estos tiempos. Había dejado la escuela porque aún no encontraba algo que le apasionara hacer. Estaba trabajando en una tienda de ropa de mujeres y le iba bastante bien con las comisiones. Yo estaba atento a la plática singular. Risas y momentos tristes, todo surgió en un lapso de dos horas de conversación. Por casualidad miré mi reloj digital. Las 3:30 am. Era demasiado tarde. Nunca en mi vida había estado despierto tanto tiempo. Lo más tarde que había decidido irme a dormir eran las 12:00 am. Me sorprendí de la hora pero al mismo tiempo me di cuenta que no tenía ganas de irme. De pronto, una pareja se acercaba. El hombre llevaba casi arrastrando a una joven. Mi compañera de plática se sorprendió y se levantó de inmediato. Su amiga prácticamente estaba ahogada en alcohol. Se despidieron de mí, pues la preocupación de qué explicación iban a darle a sus padres era lo que más les impacientaba. La hermosa mujer se regresó un momento. Me dio un beso en la mejilla y me agradeció el buen rato que le hice pasar. Me escribió su teléfono en un pedazo de papel y con una sonrisa me invitó a llamarla cuando yo quisiera. Era momento de ir a casa. Camino de regreso seguía analizando todo lo que había pasado esa noche. La conversación que tuve con aquella mujer y de cómo se habían suscitado las cosas. Algo antes nunca experimentado por mí parte. No sé en qué momento pero nuevamente apareció ella. Indebidamente hice una leve comparación entre la conversación de esa noche y de las otras tantas que había tenido con ella. Desde la niñez hasta la adolescencia. De pronto mi mente sólo se concentró en ella. Lo demás era de sobra. Se había borrado.

Llegué a la puerta de mi casa. Entré y estaba decidido de ir a la cama. Me recosté y estaba a punto de cerrar los ojos cuando el teléfono sonó. Conteste algo desconfiado. No podía imaginar quien se atrevía a llamarme a estas horas. Cuando sucede algo así esperas lo peor. Quizá un amigo había parado al hospital o tal vez se había suscitado alguna riña. Contesté y al escuchar su voz quedé paralizado. Era ella. No entendía porque me llamaba tan tarde. Me aclaró que ésta era su tercera llamada. Me contó que había ido a una fiesta con unas amigas pero se había aburrido. Con cara de admiración también le dije que yo venía de una fiesta. A pesar de que era una leve coincidencia ambos nos soltamos a reír. No comprendíamos lo que pasaba pero sentíamos una gran necesidad de hablarnos. Un tema llevó a otro hasta que lo inevitable pasó. Necesitamos vernos. En eso habíamos quedado. Era necesario vernos porque había algo que no estaba encajando. Llevábamos casi dos años que no nos veíamos y de pronto sentíamos la necesidad de hacerlo. Pareciera que nos hacíamos falta. Quedamos de encontrarnos en el parque central a las 3 de la tarde. Nos despedimos uno al otro con la emoción de no querer colgar el teléfono pero había que hacerlo. Tarde varios minutos en conciliar el sueño porque no dejaba de pensar en ella y en lo que había pasado. De pronto, me quedé profundamente dormido…

4

Decidí partir una tarde de mayo. Siempre había querido explorar más allá de lo que conocía. Lugares que se habían convertido en leyenda pero que nadie se atrevía a visitarlos en realidad. Había trabajado durante dos meses como cargador en el muelle para ganar dos monedas de oro. Era

lo que necesitaba para pagarle aquel viejo marinero por un pequeño bote que nunca había ocupado pero, que después de insistir por mucho tiempo, había aceptado vendérmelo. Estaba convencido de que los marineros que cada día llegaban al muelle con historias sorprendentes sobre lugares nunca antes explorados era una farsa. Tenía que verlo y vivirlo yo mismo. Conmigo traía un pequeño morral que mi madre me había tejido hace muchos años antes de su agonizante partida. Dentro de él llevaba panes y frutas. Una barra de chocolate que la hija de mi jefe me había regalado después de desearme lo mejor en mi aventura. Tenía una cantimplora llena de agua. Todo estaba listo. Desamarré las cuerdas que mantenían el pequeño barco aferrado a la orilla y subí sin ninguna complicación. Estaba a punto de dejar atrás toda mi vida. Mi niñez, mis amigos, mis ilusiones, sin embargo, sabía que algo maravilloso me esperaba y mi ansiedad era más que nunca antes. El pequeño barco comenzó a alejarse de la orilla. De pronto, escuche los gritos de mi mejor amigo. Se acercaba corriendo al muelle y traía consigo un libro. Me alcanzó antes de que dejara la orilla por completo. Me dio el libro y me deseó mucha suerte. Separados por la distancia le grite un “gracias” y miré aquel descolorido libro. Eran las notas de un viejo marinero con pequeños dibujos que trataban de explicar algunos lugares y ubicaciones estando en el mar. Sonreí, pues sabía con exactitud que sería de gran ayuda en mi viaje. Sentado en la proa de mi pequeño barco sentí la brisa del aire en mi rostro. La vela estaba colocada de tal manera que hacía la función de mover la embarcación con ayuda del viento. El sol anunciaba su


despedida de este día y parecía que se ocultaba detrás del mar que desde mi posición parecía finito. Llevaba una brújula en la bolsa derecha de mi pequeño saco. La tomé y quise experimentar mi dirección. La aguja marcaba hacia el oeste. Tomé la firme decisión de que el viento definiera siempre la ruta que había de tomar. El panorama parecía fascinante pero al mismo tiempo aterrador. Lo único que mi vista poderosa divisaba en todas direcciones era una cama de agua que en ocasiones bruscamente movía mi barco. La noche calló y la luna iluminó el ambiente. El viento se había calmado por completo. Mi transporte permanecía inmóvil creo que también deseaba descansar. Coloqué una manta en el piso y decidí que era momento de descansar. No había más opción. El día siguiente sería diferente y tenía que estar preparado para lo que se avecinara. La luz matutina apareció y deslumbró mis ojos. Tarde un momento en incorporarme, pues había una pesadez en mi cuerpo que no dejaba hacerlo. Después de un lapso más de segundos me puse de pie. Coloqué nuevamente la vela de cierta forma en que el poco viento que había pudiera impulsar mi barco. Miré en todas direcciones y no lograba ver nada más que la gran masa de agua que nos rodeaba. Después de una hora de camino, y con un bocado en la mano, un salpicón de agua llegó hasta mí. El sonido de la respiración más profunda que pude imaginarme se hizo presente y un salpicón de agua nuevamente cayó sobre mí. Y ahí estaba, una ballena pequeña que se había empeñado en juguetear conmigo. Me acerqué a la orilla de mi embarcación para mirarla un poco más de cerca. Asomó parte de su cuerpo y pude tocarla. Seguía

respirando fuertemente pero ahora ya sin mojarme. Se escuchó un pequeño gemido de su parte. Pareciera que quería comunicarse conmigo. Estaba equivocado. A lo lejos, me sorprendió una ballena más grande – quizá su madre – saliendo del mar con un gran saltó. Era el momento de despedirse porque la pequeña nuevamente se sumergió y fue directo hacía su madre. Estaba extasiado. Tome una pequeña libreta de mi moral y un lápiz. De la nada comencé a narrar lo que había vivido. Austeramente realice un pequeño bosquejo de la imagen que presencie. El viaje comenzaba a tornarse interesante.

pero sabía que si no volvía al mar me podría perder de cosas quizá mejores. Llené el barco de provisiones. Dejé una pequeña marca en una gran piedra y pensé que dejaría esa marca a todos los lugares que fuera, pues si alguien más sabría de mis aventuras, con esa marca se comprobaría que estuve ahí y que lo que dijera no era ninguna mentira. Separado una vez más de la orilla y montado en el barco le di la nueva dirección para alejarnos y conquistar nuevos lugares. Poco a poco la isla quedó atrás y se veía cada vez

Antes de que cayera el alba me dirigí a la proa sorprendido. Había una pequeña isla de mi lado izquierdo. Rápidamente me moví a la popa y di la dirección correcta para llegar a la orilla de la pequeña extensión de tierra. Después de unos cuantos minutos llegué al fin. Con todas mis fuerzas arrastré mi barco a la orilla hasta inmovilizarlo en la arena suave. Busqué una piedra de buen tamaño y até el bote con la cuerda. Pensé que esta vez descansaría un poco mejor. Noté que había muchas hojas tiradas en la arena. Hojas que pertenecían a las grandes palmeras y árboles exóticos que guarecían en la isla. Decidí tomar algunas y formar una especie de cama para poder descansar. A la mañana siguiente me di a la tarea de explorar todo el territorio. Insectos, aves, rocas, árboles, cuevas, peces. Todo lo que veía lo registraba en mi pequeño cuadernillo. Sentía que faltaban muchas cosas por descubrir y no quería irme de ese hermoso lugar sin estar seguro que todo estaba cubierto. Pesqué para tener alimento. De pequeños cocos extraje agua y llené nuevamente mi cantimplora. Estaba muy cómodo en la isla

Había disfrutado de grandes cosas en mi vida. Tenía a la mujer más hermosa que cualquier hombre quisiera tener. Había viajado y conocido a lugares impensable, hermosos, ocultos. Después de tanta presión, la compañía de autos me había dotado de una edición única por una gran suma de dinero que para mí representaba simplemente centavos. Mi casa era enorme, tanto que ni yo mismo la conocía en su totalidad. Tenía departamentos en cada ciudad de cada país que había visitado y del cual me había enamorado. Mi empresa comenzó siendo un pequeño establecimiento en el centro de mi ciudad de nacimiento y lo había transformado en un imperio mundial. Nunca pude tener hijos, aunque lo anhelaba, nunca fueron indispensables en mi vida. A quien le contara todo esto sentiría una envidia enorme por querer estar en mis zapatos.

más diminuta con el avanzar del viaje…

5

Mi mente y mi forma de ser se fueron transformando. Antes podía disfrutar un buen emparedado, después discriminaba ese tipo de comida y buscaba langosta, pato o algo fino o caro que para mí representaba algo insignificante. Despreciaba las cosas


con las que crecí y me enfocaba en las cosas materiales. Era más importante para mí tener el dispositivo móvil más caro y novedoso que ver una película abrazado de mi mujer. En vez de planear una escapada de fin de semana con mi mujer sin que nadie lo supiera prefería buscar acompañantes para los viajes aunque yo pagara todo. El dinero definitivamente no era un problema para mí. Contrarrestaba mi ausencia como esposo con joyas, autos, ropa, viajes y hasta yates que compraba a mi mujer. Pensaba que todo esto me lo merecía, pues después de trabajar tanto tiempo y esforzarme por conseguir lo que tenía esta era la recompensa bien merecida pero qué equivocado estaba. Hoy, vagando por las calles de la ciudad, con mi ropa rota y sucia. Mi cabello está enrollado y hasta maltratado por la suciedad. Tengo un mes que no me baño. No tengo hogar, no tengo dinero y no tengo nada que comer. Sigo un camino pero no sé cuál es la dirección. En algún momento pensé en terminar con todo ahorcándome desde la punta más alta de la catedral pero soy un cobarde. Ni eso me atreví a hacer. Estaba acabado. Todo lo que era y lo que tenía se había esfumado de la noche a la mañana. Algunos decían que había sido por exceso de confianza. Otros pensaban que era un final inminente. Unos más, realmente sintieron un alivio al decir que bien me lo tenía merecido. En realidad, nunca me había puesto a pensar que fue lo que pasó y sobretodo, como es que había pasado las cosas. La noche estaba cayendo y miré a todos lados. A lo lejos divise un pequeño parque. Decidí que era el mejor lugar para pasar la noche. Si me veían que más daba, no podía humillarme más de lo que ya estaba. Llegué hasta la entrada y busqué el árbol más arrinconado, grande y oculto para la vista de la gente. Ahí estaba.

Me recosté pero caí en la cuenta de que no tenía sueño. Sin más comencé a analizar cada punto para tratar de averiguar qué fue lo que había pasado. Comprendí que en un momento de mi vida mis mejores amigos, aquellos con los que había crecido, convivido y que me habían apoyado en todo, ya no estaban. Los había cambiado por artistas, por gente de la farándula, misma que me enseñó a malgastar mi dinero, a vivir en la fiesta y la aventura, a restar el valor a las relaciones sociales y a preocuparme por lo material. Recordé la cara de mi mujer en ciertos momentos. Su mirada era clave, me informaba que estaba infeliz. Tenía todo, cualquier cosa que deseara o le gustara lo obtenía, sin embargo, no tenía a su esposo. Desde hace muchísimo tiempo ya no sentía ese amor por mí ni yo por ella. Dejamos de hacer el amor y comenzamos a tener sólo sexo sólo para cubrir esa necesidad fisiológica en nuestros cuerpos. Por eso se había marchado una noche. Por eso había dejado todo. Se había llevado una sola maleta con un su ropa, maquillaje y las joyas de su madre. Me había dejado una nota donde se despedía y que comenzará con los trámites de divorcio. Me aclaró que no deseaba ninguna pensión ni ninguna propiedad, solamente quería ser libre. Se lo concedí pero ni siquiera hice el esfuerzo por luchar por ella. Mis empresas, generaban suficiente dinero para vivir toda mi vida cómodamente pero perdí la vista de los negocios. Me había enfocado sólo en gastar dinero pero no en generar nuevas ideas para producir más dinero. Había perdido la pasión por crear y por analizar nuevas oportunidades. Eso realmente sí que me encantaba. Como un golpe en la cabeza, comprendí que había estado sólo desde hace muchísimo tiempo. Todo lo trataba de ocultar

comprando cosas, viajando, bebiendo. Entre tanta abundancia estaba en medio completamente sólo. ¿Qué era lo que me había pasado? ¿Qué había hecho falta para no haber terminado como me encontraba ahora? ¿Por qué me estaba pasando esto? No tenía respuesta para ello. Miré al cielo y las nubes se esfumaron. Apareció la luna tan brillante y hermosa. Hace muchísimo tiempo que no le había prestado atención a las cosas simples. Los árboles, la lluvia, el aire, el sol, la luna, el cielo…el cielo…el cielo… esa era la respuesta. Lo que me había hecho falta en toda mi vida y por la cuál había sido castigado ahora era Dios. Lo había apartado de mi vida. Le cerré las puertas en sus narices. Lo rechacé. Lo humillé. Lo corrí de mi vida. No sé si era tarde pero comprendí que era momento de arrepentirme, de pedir perdón y de tener la esperanza de que Él me aceptara nuevamente. Lloré… Un pequeño golpeteo me sorprendió por la espalda. Me di cuenta que la noche había caído y la lluvia con ella. Grandes gotas golpeaban mi ventana en señal de querer entrar. Miré la hora del reloj despertador ubicado en mi buró. Las 11:44. Ya era tarde. Me recosté. Me abrigué. Apagué la lámpara y deje que el sonido de la lluvia y el viento me arrullara. Antes de quedarme profundamente dormido miré fijamente mi librero y me quedé pensando en qué aventura me adentraría mañana al escoger uno de los libros que habitaban en él. Cerré los ojos y quedé profundamente dormido.



Malena POR: vianney gonzález/ ILUSTRACIÓN:gabriel pacheco

Sientes tristeza, melancolía. Miras fijamente el techo blanco y encuentras figuras extrañas. Ese recuerdo vaga por tu mente y no te deja en paz. No te reconoces, siempre has sido un tipo alegre al que no le gusta la tristeza.

y caballeroso. Eres un hombre recto y sencillo. Hombres como tú, pocos. Segura estoy de que encontrarás a la persona que mereces”. Sientes una punzada en el pecho, tu corazón se encoje y late rápidamente. Algo te duele.

Esa bella sonrisa, el rostro pálido engalanado por Enciendes el radio, la música te hará sentir mejor. La música es, ha sido y será tu fiel compañera. Nunca te esos transparentes ojos verdes, y esos labios pequeños y rosados. Aún percibes el olor de su cabello largo y abandona. Recuerdas lo que te dijo: “Eres muy amable, gentil castaño… Aún te duele.

51 • PATOS AL AGUA

A: Carlos Fuentes


Percibes la soledad, cala hasta el tuétano. Te miras al espejo. En la profundidad de tus ojos, ves pasar tu vida como una película. Miras a tus padres, lo feliz que fuiste en la infancia… Ahora la felicidad es lejana… La radio sigue sonando, los recuerdos no dejan escuchar la música. Un vuelco al pensamiento te regresa a ella, el amor de tu vida. No has amado a nadie como a ella. - ¿Cómo estarás? - ¿Con quién? - ¿Qué será de ti? - ¿Me recordarás? - ¿Por qué te dejé ir?... ¿Por qué? Te levantas del sillón, detrás de tu escritorio. No has podido concentrarte en la música. Miras el espejo y no reconoces al hombre que ves: pálido, de mirada de profunda y triste, de labios delgados y apagados, secos, agrietados por la angustia y la desesperación. Tus manos grandes y delicadas, tratan de acomodar la corbata para que vaya bien con tu traje y la camisa azul. Quieres tranquilizarte. Piensas en el trabajo. Eres un hombre afortunado, con su propia empresa, que ha logrado grandes frutos; hombre con éxito, pero solo. Ha llegado la hora de emprender

algo parecido a una cueva, te detienes en la entrada y meditas, finalmente decides recorrerla. Mientras avanzas, el olor a humedad se va haciendo más penetrante. La oscuridad juega con tu visión; tus pies están mojados, hay numerosos charcos; vas tocando la pared para no caer. Empiezas a ver luz, - ¿Laura? un pequeño círculo se dibuja a lo lejos, - Licenciado Leonardo ¡Buen mientras te aproximas se va haciendo día! más grande. No tienes idea de cuánto - Llamó para avisarle que me has caminado… Por fin llegas a la ausentaré para resolver un asunto salida de la cueva. importante. Es un bello paisaje, observas tu el camino a casa, sales de la oficina al estacionamiento; en el trayecto reflexionas más sobre el trabajo y concluyes que necesitas vacaciones; a cualquier lugar. Lo único que quieres es alejarte de la ciudad y dejar ahí tus recuerdos. Mañana es el día.

- Sí licenciado.

alrededor y pones especial atención - Encárguese de todo en la en el piso, un pequeño sendero se dibuja entre la hierba; dudas en seguir oficina, por favor. el recorrido pero emprendes de nuevo - Con gusto, señor. el camino. Han pasado varias horas, - Solo serán tres días. quizá. Sabes que estás perdido y no te preocupa; aunque sientes cansancio - De acuerdo ¿algo más? sigues caminando feliz y tranquilo, - Es todo. Muchas gracias. por fin logras serenidad… Un ruido - Excelente viaje, licenciado. te detiene, tu oído se agudiza, dudas, Cuelgas el teléfono. Miras tu pero es cierto, estás escuchando reloj, son las ocho de la mañana. Sales música. Te sientes intrigado. de casa directo al aeropuerto para Intentas ubicar de dónde viene abordar el avión. el ruido de tambores y trompetas,

Has llegado al lugar que deseabas; no quieres recostarte, así que sales a vagar por las calles del pueblo legendario. Después de tanto andar, encuentras un bosque y te internas en él. Caminas nos cuantos pasos, detrás de los arbustos distingues

crees coordinar y tomas rumbo hacia la música. Conforme avanzas, el ruido es más claro y potente. Te sientes sorprendido pues crees ver gente, hombres y mujeres vestidos de forma inusual. Resuelves que estás ante una especie de tribu.


Llegas al lugar y comprendes que es una fiesta. Los hombres y mujeres te miran con extrañeza pero eres recibido cortésmente. Una mujer se aproxima. Su diminuto atuendo resalta la belleza de su silueta y su tersa piel morena. Miras sus grandes ojos café en el marco de su cara alargada, y su pelo largo y quebrado. La chica pone sobre tu cuello un collar de flores, te toma de la mano y te lleva a bailar. Bailas al compás de la alegre música. Sin darte cuenta ha caído la noche. Bebes del extraño líquido que la mujer te ha dado, mientras miras cómo algunos bailan, mientras otros beben. Hay varias parejas, pero solo una capta tu atención inexplicablemente. Se besan apasionadamente. Te envuelve aquel beso. Sientes la pasión de ese encuentro, te sientes cautivado. Hay caricias y amor. Sientes el amor de la pareja… Entonces vuelve el recuerdo de ella. Tu corazón palpita al cien, comienzas a sudar, estás asustado, sumergido en la profundidad del beso; de pronto te da la impresión de ser tú quien besa a esa mujer… En realidad ¡eres tú! Pero… no es una mujer cualquiera, es ella, el amor de tu vida… ¡Es Malena! Te sientes mal, un mareo cada vez más fuerte te va perdiendo. Poco a poco caes al suelo, te vas perdiendo en


un túnel. Ya no ves nada, el bullicio y la música se apagan. Todo queda en silencio.

llegas a una tumba por demás desolada. “Porque no estás conmigo,

Despiertas alterado y empapado en sudor, crees estar en tu cama, y miras a tu alrededor para cerciorarte de que estás en casa. El collar de flores sigue en tu cuello, tu maleta está a un costado de la cama… Te duele la cabeza. No sabes qué pasó.

Porque no estás aquí,

Miras el reloj, son las ocho de la mañana y no llegarás a tiempo a la oficina. Te preparas rápidamente sin querer pensar en lo sucedido. Tomas el portafolio, sales de casa y encuentras el auto averiado, una llanta está pochada. Sales caminando para tomar un taxi.

Malena Zarazúa Villeda

Porque no te olvido, Porque no quiero vivir. Siempre te amaré Leonardo” 1965-2006

No puedes creerlo. Tu corazón se detiene, todo Vas por la calle, desorientado, no comprendes lo comienza a dar vueltas otra vez, y no puedes respirar, estalla tu interior. Caes de rodillas y tu cara al suelo. El llanto fluye sucedido. ante este absurdo y contrasta con el cantar de los pájaros - ¡Por qué carajos no pasa un maldito taxi? que vagan en el lugar. Te invade la desesperación, otra vez la tristeza y la El encuentro que durante años anhelaste, finalmente angustia de no estar con ella; sientes la impotencia en se dio. Por fin llegaste a donde está la mujer que amas cada una de tus venas. Las lágrimas caen al tiempo que tu y que no olvidaste nunca. Al fin están los dos, ella en su portafolio. Con tus manos rodeas tu cabeza para intentar tumba, y tú, en tu soledad. tranquilizarte. Tratas de respirar profundo pero hasta eso te duele. Te incorporas y das unos cuantos pasos. Un taxi se aproxima y le haces señas para abordarlo. No quieres ir a la oficina y prefieres dirigirte al cementerio para estar ante la tumba de tus padres. - Al panteón San Agustín, por favor. - Con gusto, señor. Sigues tratando de respirar profundo, pero cada inhalación es inútil. Por fin llegas al panteón, como puedes bajas del taxi, dudando de la idea, pero no te detienes. Te diriges a la tumba de tus padres; pasas por diversas sepulturas de niños, ancianos. Los distintos epitafios van devolviéndote poco a poco la tranquilidad, hasta que


“Dos decididos compañeros, cuando marchan juntos, Son capaces de pensar y hacer muchas cosas” Aristóteles (Ética nicomaquea)

55 • PATOS AL AGUA

[…] es una especie de virtud o, por lo menos, va siempre escoltada por la virtud. Es además una de las necesidades más apremiantes de la vida; nadie aceptaría ésta sin amigos, aun cuando poseyera todos los demás bienes. Cuanto más rico es uno y más poder y más autoridad ejerce, tanto más experimenta la necesidad de tener amigos en torno suyo. ¿De qué sirve toda esa prosperidad, si no puede unirse a ella la beneficencia que se ejerce sobre todo y del modo más laudable con las personas que se aman? Además ¿cómo administrar y conservar tantos bienes sin amigos que os auxilien? Cuanto mayor es la fortuna tanto más expuesta se halla. Todo el mundo conviene en que los amigos son el único asilo donde podemos refugiarnos en la miseria y en los reveses de todo género. Cuando somos jóvenes, reclamamos de la amistad que nos libre de cometer faltas dándonos consejos; cuando viejos, reclamamos de ella lo cuidados y auxilios necesarios para suplir nuestra actividad, puesto que la debilidad senil produce tanto desfallecimiento; en fin, cuando estamos en toda nuestra fuerza, recurrimos a ella para realizar acciones brillantes:


www.patosalagua.com


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